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lunes, 7 de septiembre de 2020

El Pabellón de Brasil para la Exposición Iberoamericana de 1929 (actual sede del Vicerrectorado de Estudiantes de la Universidad de Sevilla)


      Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Pabellón de Brasil para la Exposición Iberoamericana de 1929 (actual sede del Vicerrectorado de Estudiantes de la Universidad de Sevilla), de Sevilla.
      Hoy, 7 de septiembre, se celebra en Brasil el día de la Independencia (7 de septiembre de 1822), así que hoy es el mejor día para ExplicArte el Pabellón de Brasil para la Exposición Iberoamericana de 1929, de Sevilla.
      El Pabellón de Brasil para la Exposición Iberoamericana de 1929 (actual sede del Vicerrectorado de Estudiantes de la Universidad de Sevilla) [nº 70 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 43 en el plano oficial de la Exposición Iberoamericana de 1929], se ubica en el Paseo de las Delicias, 15, en el Barrio de El Prado - Parque de María Luisa, del Distrito Sur.
      El edificio se sitúa en la esquina Sur del Parque de María Luisa, en la trasera del edificio del Museo Arqueológico y junto al edificio del antiguo pabellón de México para la Exposición Iberoamericana de 1929.
   Se trata de un pabellón de planta cuadrada, dispuesto en paralelo al paseo de las Delicias, y que deja en su interior un patio que servía originariamente de elemento estructurador del edificio; función hoy día menoscabada tras las sucesivas intervenciones que ha sufrido. Su tipología y su composición quedan determinados por su función original, meramente utilitaria, que posibilitó, paradójicamente, sucesivas obras de adaptación para la incorporación de usos enormemente diversos.
   El edificio cuenta con un ala principal, de dos plantas de altura más semisótano, que se coloca paralelo al Paseo de las Delicias y sobre el que recae la mayor carga compositiva. La fachada de este volumen se caracteriza por un elemento central, que hace las veces de portada, labrado en ladrillo visto, que contrasta con la materialidad del resto de la fachada, simplemente enfoscada, pintada en color albero y en la que el ladrillo se emplea exclusivamente para cercar huecos y dibujar líneas de cornisa.
   En este cuerpo central se despliega una escalera de planta semicircular, que resuelve la diferencia de cota de media planta entre el acceso al edificio y el nivel del vestíbulo. Esta escalera queda delimitada, en el nivel del vestíbulo, por un pórtico, también de traza semicircular, sostenido por cuatro pares de columnas. Éstas sostienen una terraza en el nivel superior, provista de una sencilla balaustrada también construida en ladrillo, y a la que se abren cinco huecos.
   A ambos lados de este cuerpo central, se establece una composición simétrica, con un solo hueco por planta en sus extremos y tres huecos agrupados a media distancia en el tramo intermedio. Bajo estos tres huecos, se practica la apertura de tres huecos que proveen de iluminación al semisótano. En el lado derecho de la fachada, estos huecos al semisótano son simples ventanas, mientras que en el lado izquierdo, se convierten en puertas que facilitan el acceso de manera independiente del vestíbulo principal.

   Franqueado el pórtico mencionado, se accede al vestíbulo, espacio de generosas dimensiones en el que destaca la traza de la escalera, simétrica de dos tramos, bajo la cual se permite el acceso a la cota del patio interior. El espacio del vestíbulo mantiene la pavimentación original del edificio, en maderas tropicales procedentes del Brasil, con un interesante diseño geométrico. A ambos lados del vestíbulo, se sitúan dos salas que originariamente servían de transición hacia las alas laterales del pabellón. A través de la escalera principal se accede al nivel superior del edificio, cuya sala de juntas ocupa una posición central, y se abre al mencionado balcón sobre el pórtico de entrada.
   Las alas laterales de la planta del edificio, así como la situada al fondo, contaban con una función inicial exclusivamente utilitaria y expositiva, por lo que tanto su resolución estructural como su composición son sencillas. Se trata de tres naves de dos plantas de altura (baja más semisótano), que se vuelcan hacia el patio a través de una galería. Esta galería cuenta con pilastras, sobre las cuales se alzaba un orden de columnas para su uso representativo original que fueron eliminadas tras la reforma de 1935 (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
EL PABELLÓN DE BRASIL
   Brasil concurrió a la Exposición Iberoamericana con un pabellón provisional obra de Pedro Paulo Bernardes Bastos, cuyo proyecto fue realizado en Sao Paulo en 1927 en estilo Barroco Neocolonial.
   Igual que las restantes naciones iberoamericanas, desde principios de siglo Brasil había vivido el desarrollo del Nacionalismo, ante el agotamiento del arte ecléctico y académico. Las críticas a estos estilos llegarían a su cenit en la década de los veinte, durante la cual se reivindicaría una arquitectura acorde con el paisaje, el color, el clima y la tradición histórica nacional. Las alternativas propuestas fueron diversas. Warchavchik propugnaba para las grandes construcciones un estilo clasicista y para las "más modestas" un neocolonial portugués, corriente que contó con la prédica teórica de autores no sólo brasileños, como José Mariano Filho y Wasth Rodrígues, sino también de los portugueses Raúl Lino y Ricardo Severo. Por el contrario, otros, como Mario de Andrade, apoyaban el movimiento modernista brasileño.
   En la segunda década del siglo, el estilo Neocolonial había visto impulsado por Heitor de Mello (+ 1920), llegando a su cénit en la Exposición del Centenario de Brasil, en la que destacaron especialmente las obras de los arquitectos Neru Sampayo, Morales de los Ríos (hijo), Rafael Galvao, Angelo Bruhns, Cipriano de Lemos, Armando de Oliveira, José Cortez y Néstor de Figuereido.
   El estilo se mantendría en el pabellón brasileño levantado para la Exposición de Filadelfia en 1925, obra de Lucio Costa. De tal modo, cuando en 1930 se celebraba en Brasil el IV Congreso Panamericano de Arquitectos, en el que se recomendaba que cada nación siguiera su propia tradición arquitectónica nacional, en Brasil se vivía el apogeo del estilo Neocolonial que persistía a pesar del rápido surgimiento racionalista y del relativo interés que cobraba el art decó a raíz del impacto del Certamen de París. La experiencia exposicional, el carácter de la Hispalense y el auge que el estilo alcanzaba en la segunda década del siglo hacen, por tanto, que no resulte extraño que la obra seleccionada en el concurso de proyectos del pabellón (1927) fuera también neocolonial.
Gestiones hacia la concurrencia

   Las primeras referencias a la posibilidad de que Brasil asistiera a Sevilla databan de 1924. No obstante, parecía difícil que la República estuviera representada en la Iberoamericana puesto que en los círculos influyentes y patrióticos se había desatado una cierta oposición a ello motivada por la ausencia de España en la Exposición del Centenario de Brasil. Además, allí apenas había llegado propaganda de la Muestra. Pese a ello, el Comité siguió insistiendo y, para conseguirlo, hizo una llamada al prestigio nacional, especialmente argumentando la rivalidad entre Argentina, que ya había anunciado su participación, y Brasil.
   Los resultados no se hicieron esperar y ya en 1925 Brasil prometió que asistiría al Certamen. Sin embargo, hasta marzo de 1926 el Gobierno no decidió concurrir oficialmente. Para hacerlo se vio impulsado por la Cámara de Comercio Española en Río en la que se había creado una Junta de Propaganda y Consulta para la Exposición Iberoamericana. Mayor estímulo supuso la Exposición Filadelfia (Sesquicentenial Exposition of Philadelphia), certamen que tendría lugar del 31 de mayo al 30 de noviembre de 1926, para conmemorar el 150 Aniversario de la Declaración de la Independencia Americana. De la Muestra de Filadelfia se obtendría no sólo el crédito necesario para asistir a Sevilla, sino también los materiales a exponer. Concretamente, a propuesta del Ministro de Comercio se presentó en las Cortes una enmienda al presupuesto de gastos, incluyendo en el capítulo destinado a la asistencia de Brasil a la Exposición de Filadelfia una partida para que esta República pudiera también ir a Sevilla; además, Brasil concurriría en la capital andaluza con todo lo reunido en Filadelfia. No obstante, dos cuestiones retardaron la decisión a marzo de 1926: el que España no hubiera asistido a la Exposición de Río de Janeiro y la posibilidad de que Brasil no estuviera presente en Filadelfia.
   En marzo de 1926 el Gobierno de Brasil anunció que tomaría parte en la Iberoamericana, momento a partir del cual diversas empresas particulares empezaron a organizar viajes para estimular las relaciones con la Exposición. Se empezaba a creer que la Exposición sería una vía idónea para establecer vínculos y lograr un acercamiento entre ambos países; por ejemplo, serviría para estimu­lar el transporte entre ambos países pues, en caso de que la Transatlántica estableciera una nueva línea entre los puertos del Norte de España y los del Río de la Plata, se podría hacer escala en Brasil. En cualquier caso, pese a la decisión del Gobierno, quedaba por definir el modo de participación si sería oficialmente o a través de particulares. Diversos colectivos, especialmente la Cámara de Comercio en Río de Janeiro, y el mismo Presidente del Gobierno de Brasil, se mostraban a favor de una intervención oficial. Además, quedaba por resolver cómo sería la asistencia oficial del Gobierno, ¿en un pabellón propio o ajeno? y ¿de forma individual o asociada?
   En Brasil se planteaban distintas opciones; de un lado exponer sus productos en el edificio de los Estados Unidos de Norteamérica; de otro, se veía la necesidad de acompañar a Portugal, su antigua metrópoli con la que, histórica y culturalmente, estaba tan unido. No obstante, la prensa portuguesa se opuso a ello, especialmente el O Século de Lisboa, liderado por el artista Jorge Colaço. En julio de 1926 las Cámaras aprobaron que la República concurriera de forma oficial y en un pabellón propio. Para todo lo relacionado con la Exposición se creó una sección dentro de la Cámara de Comercio de Río de Janeiro. El asunto de cómo sería el pabellón, si permanente o provisional, no se trató en las Cámaras; por el contrario, lo más discutido fue el crédito para la participación del país. El Presidente Brasil, argumentando la importancia del país en América y las posibilidades que la Exposición ofrecía, presentó al Parlamento un proyecto de ley solicitando 3.800 contos -aproximadamente cuatro­ millones de pesetas- para concurrir de forma oficial, elevada cantidad a pesar de que no llegaba a los 5.000 contos (unos cinco millones de pesetas) que en principio indicó que haría.

   Si la Cámara de los Diputados no aceptó la propuesta fue porque, la Comisión de Hacienda estimó la cantidad solicitada, sobre todo teniendo en cuenta el estricto régimen de economía que atravesaba el país. Gracias a las gestiones de la Junta de Propaganda creada en Río de Janeiro, se nombró a una Comisión para estudiar el asunto, de la que formaban parte Liria (miembro de la Comisión de Hacienda) y el Ministro. No obstante, el dictamen definitivo no se obtuvo hasta octubre.
   Aunque el Gobierno ya había anunciado su presencia en Sevilla, las dificultades económicas le hicieron dudar en varias ocasiones. Definitivamente, en enero de 1927 Brasil decide concurrir, "a pesar del criterio de estricta economía", argumentando  "la amistad y afecto que el Presidente de la República profesa a España", aunque en realidad Brasil aprobó su representación por el interés económico.
   Marzo de 1927 marca otro hito fundamental en la participación de Brasil; en esa fecha el Gobierno reafirma su decisión de concurrir con una pabellón propio y de forma independiente, gracias a las gestiones entabladas entre los Ministerios de Agricultura, Industria y Comercio españoles con el de Agricultura brasileño, a través del cual se tramitaban las gestiones para la concurrencia de la República.
   El siguiente paso fue crear una Junta Organizadora, en la que estaban representados los distintos Estados de Brasil. La Comisaría General recayó en Jorge Vergueiro Steidel, representante de Sao Paulo, que había destacado como el gran organizador de la Exposición de 1922. Además nombraron cuatro Comisarios Subalternos, correspondientes a las regiones del centro y Sur dos de ellos y, por ser más extensa, otros dos al Norte. Steidel se mantuvo en su cargo hasta septiembre de 1929 en que fue sustituido por Jorge Vidal al ser aquel designado por su Gobierno para ocuparse de la participación brasileña en la Exposición de Amberes; otra muestra más de la continuidad que existió entre las tres exposiciones de Río de Janeiro, Brasil y Amberes.
   Esta junta hubo de gestionar el crédito para la participación y la asignación del solar para el pabellón nacional, dos cuestiones que resultaron bastante problemáticas porque las dificultades económicas por las que atravesaba el país hicieron reducir en varias ocasiones la cantidad presupuestada, motivando cambios en el carácter de las instalaciones y, consiguientemente, en las propuestas de ubicación.
   Respecto al asunto del crédito, hay que señalar que el Gobierno de Brasil destinó 750.000 contos de reis a la construcción de su pabellón permanente y 500.000 para demás gastos, una cantidad insignificante en relación con la de otras Repúblicas y con la que inicialmente se pretendió. Tengamos en cuenta que la propuesta inicial fueron 5.000 contos, luego rebajados a 3.800, y que en marzo de 1927, dos meses después de reafirmar el Gobierno que asistiría a Sevilla, la Comisión de Hacienda volvió a mermar la cantidad, reduciéndola a un millón y medio de contos de reis, aproximadamente un millón de pesetas. 

 Pese a la grave situación económica, había que salvar la concurrencia armonizando el presupuesto con el deseo de concurrir y las buenas disposiciones existentes por parte del Gobierno y las sociedades económicas del país, para quienes ello no sólo era un deber por la importancia de la República en el continente, sino -a la par- una necesidad dadas las posibilidades económico-comerciales que el Certamen podía ofrecer. Pero por última vez, en mayo el presupuesto se vió reducido. La Comisión decidió que éste fuera de 750.000 contos para la construcción de un pabellón provisional, no permanente como hasta la fecha se había anunciado, y 500.000 para el resto. En total, serían un millón y medio de pesetas. Además, los Estados contribuirían con otra cantidad similar. Así se justificaba la provisionalidad del pabellón:
   "Tenemos la experiencia de otras exposiciones en las cuales hemos jugado un papel importantísimo y no parece más acertado gastar dinero en la traída del mayor número de productos que en la construcción del palacio. El pabellón será por tanto de leve construcción pero de una extensión superficial de 2.500 m2.".
   El segundo asunto conflictivo fue la ubicación del pabellón en el recinto exposicional. Las primeras conversaciones al respecto, que tuvieron lugar en marzo de 1927, vinieron seguidas por la petición al Comité de 1.200 m2 para levantar el pabellón. Este organismo propuso a la legación en Madrid, por medio del Cónsul en Sevilla, Manuel Zapata del Pino, que Brasil construyera su pabellón provisional en un predio inmediato al cedido a Méjico, de 2.500 m2 ., que, dando frente a la Avenida de las Delicias, estaba cercano a la Plaza de la Virgen y al Palacio de Bellas Artes. En mayo el Ministro de Brasil en España lo solicitó para pabellón provisional y el 25 de junio de 1927 el Comisario Paulo Vidal tomó posesión de éstos. Al mes siguiente el Ministro de Brasil vino a Sevilla a recibir el solar.
   Cuando el problema parecía ya zanjado, el Cónsul, en principio a favor de la ubicación en la Avenida de las Delicias, se interesó por un predio en los Jardines de San Telmo, con fachada a la Avenida de María Luisa. De esta forma el pabellón brasileño estaría más cerca del portugués, de acuerdo con la solicitud de la representación oficial portuguesa.
   No obstante, se le negó por haber sido este solar ya cedido a Perú en virtud de la aparente importancia de la fachada, según el proyecto presentado. Además, dado que se había decidido que en los terrenos de San Telmo sólo se edificaran construcciones permanentes, no podía ofrecérsele ningún
solar de los jardines salvo si una vez agotadas todas las peticiones para pabellón permanente, aún quedaba sitio. De momento, únicamente estaba libre el situado entre los cedidos a Perú y Chile, pequeño y de peor calidad.
   El Comité insistía en que se le cederían en las Delicias, junto al pabellón de Méjico, 2.793 m2., pudiendo ocupar las parcelas colindantes para pequeñas instalaciones complementarias y plantaciones de árboles de Brasil a condición de que se respetasen ya existentes, por ejemplo, los plataneros que lindaban con los terrenos de la Plaza de La Virgen para aislar el Palacio de Bellas Artes, y que los del emplazamiento del pabellón se transplantaran a otro sitio. Se hacía hincapié en la impor­tante ubicación e este predio en relación con las construcciones de más interés de la Exposición y su fácil acceso. Brasil desistió de su intento, pero no formalizó la escritura de cesión hasta finales de 1928.

   Una vez que el Gobierno decidió participar, se dedicó a hacer propaganda del Certamen para conseguir la confluencia de expositores: se constituyeron en Río dos Juntas de Propaganda, se realizaron viajes por el país pidiendo a las ciudades del interior del país que remitieran muestras de productos para figurar en la Iberoamericana y se celebró en Sao Paolo una exposición preparatoria de la de Sevilla. Así se consiguió que ciertos estados, como Pará, tomaran parte más activa que otros. Especialmente lo fue la de Pará, Paraná y Bahía. Desde entonces hasta la clausura, El Diario de Sao Paulo se ocupó de recoger las noticias de la Exposición, concretamente el periodista brasileño José Alarcón Fernández. La semana de Brasil dio comienzo el 11 de noviembre de 1929.
Análisis arquitectónico
   El pabellón salió a concurso a mediados de 1927, fallándose al finalizar el año. El trabajó ganador fue el presentado por Pedro Paulo Bemardes Bastos, arquitecto que también realizaría el pabellón brasileño en la Exposición Internacional de Amberes, en un estilo bien distinto.
   Aunque en principio se previó que la construcción debía iniciarse en octubre de 1927, como el concurso de proyectos no se falló hasta finales de 1927, ésta no se pudo comenzar hasta enero de 1928. El Ministerio de Agricultura de Brasil adjudicó la obra a la compañía Vías y Riegos por 749.461'20 ptas. El plazo de entrega del edificio finalizaba el 15 de enero de 1929, fecha que coincidía con la apertura oficial de la Exposición, pero la construcción no se finalizó hasta mediados de febrero de 1929.
   Las continuas alteraciones sufridas por el edificio y la inexistencia de planos del pabellón en los Fondos de la Exposición Iberoamericana han hecho que el análisis del edificio se haya tenido que realizar a partir de fotografías y descripciones de la época.
   El pabellón, según el proyecto inicial, debía tener unas dimensiones de 52 x 52 m., pero la posición del Comité de mantener algunas plantas del solar hizo reducir la superficie a 50 x 50 m. El edificio era de tres pisos: sótano, primero y superior. La planta baja constaba de un gran hall, en cuyo fondo quedaba la doble escalera de acceso al piso alto. El centro del edificio lo constituía un patio de arcos de medio punto con pilastras corintias adosadas, que -rehundido- se proyectó ajardinado para mantener la vegetación existente en el solar que se completó con plantas tropicales. El patio era muy sencillo, de paramentos lisos y encalados sin más decoración que dichas pilastras. En torno a éste, se distribuían las naves, estando las dos laterales y el hall separados del patio central por un claustro. Tras la nave del fondo quedaba una terraza con un estanque ubicado en el eje principal del edificio.
   La planta alta tenía un gran salón central y cuatro alas, dos de ellas con terrazas cubiertas y las otras descubiertas en los extremos. Los sótanos, de 2'8 m. de altura, ocupaban la misma superficie que la primera planta. 

 La fachada  del edificio, que -correspondiente al vestíbulo de ingreso- daba a la Avenida de las Delicias, era su parte más decorada pues las fachadas laterales y trasera del pabellón tenían un tratamiento muy poco pormenorizado. Se dividía ésta en tres calles: la central, que marcaba el eje principal del edificio, y dos laterales, menores en altura, unidas por sendas alas. Toda la fachada estaba coronada por un ondulante y caprichoso alfeizar, de recortada silueta, especialmente marcada en la parte central y en los ángulos.
   La calle central quedaba potenciada por un peristilo semicircular sobre escalinata curva, formado por columnas pareadas de orden compuesto sobre basamento, y con floreros rematando su entablamento. Sobre el arco cóncavo-convexo de acceso al pabellón, en recuerdo de las existentes en los coros altos de las iglesias coloniales del Brasil, Bernardes diseñó una ventana tripartita sobre columnas salomónicas.
   Constaba ésta de un zócalo, en la zona central sustituido por la escalinata del peristilo, al modo de las monumentales escaleras barrocas que precedían los edificios barrocos portugueses y brasileños. El zócalo quedaba interrumpido por los motivos decorativos de las ventanas y los bancos de los extremos. En las alas de la fachada se dispusieron numerosos vanos, en forma de óculos en las partes altas. El predominio de las línea curvas hacía que la composición de la fachada resultara muy decorativa y barroca, especialmente por la moldurada cornisa de remate, sus roleos, las columnas salomónicas y los gallones en los vanos.
Análisis decorativo
   De la ornamentación del pabellón se ocupó el artista F. Brixius auxiliado por Gronem. El edificio estaba muy decorado con rica carpintería a base de maderas brasileñas y trabajos cerámicos.
   El pavimento de todas las salas y de la escalera era de mosaico de maderas de distintos colores, com­binando varios dibujos. Estaban hechos sobre cemento, estando las piezas unidas a éste por medio de tirafondos. El uso de pavimento de madera machihembrada y de tanta calidad no fue algo frecuente en la arquitectura colonial brasileña, aunque en el pabellón se hizo para usar materiales autóctonos. El del salón principal se realizó con madera de Pará.
   También las fuentes de la época mencionan muebles y vitrinas hechos por alumnos de la Escuela de Artífices y una Carta Geográfica de las provincias españolas, de 3 x 4 m. realizada en Brasil con maderas del país. Puntualmente, en claro contraste con sus encalados paramentos, el edificio estuvo decorado con cerámica, técnica de gran tradición en Portugal y Brasil. El pavimento del claustro era de olambrillas con motivos del Quijote.
   De más interés era la ornamentación cerámica del gran arco que, desde el frente central de la nave del fondo, daba acceso a la terraza; realizado sobre fondo verde, aparecía en él la inscripción "Estados Unidos de Brasil'', con el escudo nacional en el centro. A ambos lados quedaban los nombres de todos los Estados Federados: Alagoas, Amazonas, Bahia, Ceará, Marañón, Matto Grosso, Pará, Parahyba, Paraná, Pernambuco, Piauhy, Río Grande del Norte, Río Grande del Sur, Río de Janeiro, San Pablo, Santa Catalina y Sergipe.
   En el frente de la nave lateral derecha del edificio se colocó un cuadro de cerámica polícroma que reproducía la tres cascadas mayores de Brasil. Parece que éste es el que la prensa portuguesa indica que fue realizado por el artista Jorge Colaço, gran ceramista que había decorado los paramentos exteriores del pabellón portugués realizado por los Hermanos Rebelo de Andrade para la Exposición del Centenario de Brasil. Con azulejo sevillano se hicieron los bancos de la fachada y el vestíbu­lo. Las fuentes de época señalan el interés artístico de la gran vidriera que decoraba el salón principal de la nave alta, en la cual aparecía el escudo nacional, las farolas del edificio, en cuyas cuatro caras se alternaban los escudo brasileños y español, y el diorama de Río de Janeiro realizado por el artista Nobauer.
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Conclusiones sobre el pabellón de Brasil
   La Exposición de Filadelfia contribuyó a favorecer la participación de Brasil en la Exposición. La intervención de Brasil en Sevilla, organizada por la Cámara Española de Comercio en Río de Janeiro, tuvo un carácter eminentemente económico. Por el contrario, se prestó una atención nula a la exhibición de piezas artísticas y mínima al edificio, tanto en lo que se refiere arquitectura como a ornamentación. De este modo, el pabellón sólo presentaba un cierto interés en la fachada, donde se sintetizaban varios elementos de la arquitectura colonial brasileña, como el triple ventanal de los coros altos de las iglesias, óculos, columnas salomónicas, cornisas y frontones ondulantes y de formas caprichosas. La decoración del pabellón, que fue realizada por autores secundarios, salvo Colaço, se vio limitada a la carpintería, especialmente de pavimentos, y a la ornamentación cerámica.
   En lo que respecta a la participación de Brasil, se observa una cierta continuidad entre la Exposición Iberoamericana y la Internacional de Amberes. El autor del pabellón fue también Bernardes Bastos y el Comisario Steidel (Amparo Graciani García, La participación internacional y colonial en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Ayuntamiento de Sevilla, 2010).
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Más sobre la Exposición Iberoamericana de 1929, en ExplicArte Sevilla.

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