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martes, 5 de mayo de 2020

La pintura "José recibido en Heliópolis", de Francisco Gutiérrez, en la sala VI del Museo de Bellas Artes


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "José recibido en Heliópolis" de Francisco Gutiérrez, en la sala VI, del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
     El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
     En la sala VI del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "José recibido en Heliópolis", obra de Francisco Gutiérrez (1616 - h. 1669-1670), siendo un óleo sobre lienzo en estilo barroco, pintado en 1657, con unas medidas de 1,07 x 1,62 m., y procedente de la Donación Villacieros (1981).
      En medio de una arquitectura fantástica, mezcla de edificios clásicos y medievales, se representa el pasaje del Génesis, 41, 37-46, en el que José después de haber interpretado los sueños del Faraón es puesto por éste como visir al frente de todo el país de Egipto, haciendole entrar triunfalmente en la ciudad de Heliópolis. El Faraón llamó a José, "Safnat Panéaj", y le dió por mujer a "Asnat" (Asenec), hija de "Potifera" (Putifar), sacerdote de la ciudad de On (Heliópolis).
      En los distintos edificios, y para identificar el pasaje, el artista ha inscrito los rótulos con los nombres de los personajes protagonistas de la escena como "Joseph", en el edificio de la izquierda, "Heliópolis" en el gran arco triunfal que aparece en el centro de la composición y "Asenec" (Asnat) y "Putifar" en el palacio de la derecha.
      En una Heliópolis fantástica e idealizada, en la que aparece una amplia plaza rodeada de grandes edificios en perspectiva, una aparatosa comitiva acompaña el carro triunfal de José, que lleva un tiro de doce corceles blancos, en torno a los cuales se mueven heraldos y soldados a caballo. A las puertas del gran Palacio que aparece a la derecha esperan la comitiva "Asnat" y su padre "Putifar", ataviados a la usanza antigua, al estilo de las sibilas y los personajes de las Doce Tribus de Zurbarán. Numerosos espectadores bulliciosos se agolpan en la plaza para contemplar el cortejo mientras que otros lo hacen desde las balconadas.
      En cuanto al estilo se aprecia claramente la dependencia de sus arquitecturas respecto a las estampas de los tratados de perspectiva del holandés Hans Vredeman de Vries, donde aparecen grandes y monumentales arquitecturas, aunque el pintor muestra su indudable habilidad para recrearlas a su manera. También como es habitual en él los personajes son figuras de pequeño tamaño, muy abocetadas, que se mueven bulliciosas en medio de una arquitectura grandiosa.
      El colorido es de brillantes tonalidades, dentro de la tradición de la escuela madrileña de la segunda mitad del siglo XVII. Aflora en el lienzo la imprimación rojiza, lo que no logra apagar los vivos matices de los rojos, azules, ocres y blancos, como en el caso de los caballos, que proporcionan a la composición una gran luminosidad.
      De este tema se conocen al menos dos versiones: una prácticamente igual que pasó por el mercado de Arte de Nueva York, y otra de composición diferente que se conserva actualmente en la colegiata de Villagarcía de Campos (Valladolid) (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
      Muy poco conocemos en nuestros días sobre la vida de este pintor (Francisco Gutiérrez) salvo que podemos situar su actividad en la Corte madrileña entre 1639 y 1668. Con cierta seguridad puede señalarse que en 1670 ya había muerto, pues ese año la que había sido su esposa se declaró viuda. Escasas referencias bibliográficas se encuentran sobre este artista en el pasado, las cuales además son muy escuetas. La primera de ellas la emitió Lázaro Díaz del Valle, contemporáneo del pintor que al referirse a él señala que "es vecino de esta villa de Madrid donde vive en este presente año de 1657; es admirable pintor de perspectivas". Posteriormente Ceán Bermúdez en 1800 repitió estos mismos datos.

      En el Museo de Bellas Artes de Sevilla se encuentran dos pinturas características de este artista, firmadas ambas al dorso con el monograma que habitualmente utiliza, añadiendo la fecha de 1657 y también la abreviatura de Madrid.
      Los temas de estas pinturas son José recibido en Heliópolis y la Caída de Troya. En ambas obras el pintor muestra su habitual preferencia por narrar episodios multitudinarios, que se ambientan dentro de aparatosas y fantásticas escenografías captadas en perspectiva. En estos escenarios se advierten reflejadas formas arquitectónicas eclécticas, que derivan de estampas y especialmente de imágenes recreadas por el pintor Hans Vredeman de Vries. La descripción de estas escenas muestra la habilidad de Francisco Gutiérrez para recrear imaginarios ambientes arquitectónicos y animarlos con profusión de figuras de pequeño tamaño, que se mueven bulliciosas en los amplios espacios que las albergan.
      De la primera obra mencionada, José recibido en Heliópolis se conocen otras dos versiones; una prácticamente exacta a ésta que pasó por el comercio de arte de Nueva York, y otra de composición diferente que se conserva en la Colegiata de Villagarcía de Campos. El tema de esta pintura se inspira en el pasaje del Génesis 4I, 37-46, en el que José es recibido triunfalmente en la ciudad de Heliópolis después de haber sido nombrado gobernador por el faraón, al haber interpretado correctamente sus sueños. Sobre los distintos edificios aparecen rótulos que identifican a los protagonistas de la escena como "Joseph", "Heliópolis", "Asenec", y "Putifar". Asenec es la mujer que fue dada a José como esposa por el faraón y Putifar es su padre, sacerdote de Heliópolis; a ambos se les ve esperando a la puerta del palacio situado a la derecha mientras llega la comitiva de José (Enrique Valdivieso González, Pintura, en Museo de Bellas Artes de Sevilla. Tomo II. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda e Iconografía de José;
      La historia de José parece, como la de Ester, un cuento de Las Mil y una Noches: al leer en el Génesis el relato de sus aventuras, se cree oír la voz narradora de la sultana Scheherezade. Su vida agitada, llena de sorpresas del destino y de efectos teatrales, es la de un héroe de novela. Vendido como esclavo por sus hermanos celosos, arrojado a la prisión por haber resistido virtuosamente las tentativas de la esposa de un eunuco, acabó por conseguir los favores del todopoderoso faraón de Egipto que le confió la administración de su imperio. E incluso hasta habría conseguido ser deificado con el nombre del dios egipcio Serapis.
      El prodigioso ascenso del hijo de Jacob promovido a «gran visir» era como para halagar el orgullo de un pequeño pueblo de pastores nómadas. Pero el considerable lugar que José tiene en el arte religioso se debe exclusivamente a que fue considerado muy temprano como una prefiguración de Cristo. La aproximación prefigurativa se encuentra ya en Tertulia no: «Joseph in Christum figuratur
José es la prefiguración del Mesías en su vida entera. Ese paralelismo con Cristo, desarrollado por Isidoro de Sevilla en sus Quaestiones in Vetus Testamentum, y por Pedro Crisólogo, obispo de Ravena, en su sermón De Nativitate, se popularizó en el siglo IX por Rabano Mauro y Wilfrido Estrabón, y en el siglo XIII por las Biblias moralizadas.
   Joseph descendit in Aegyptum et Christus in mundum.
   Nudaverunt Joseph fratres sui tunica polymita
   Judaei Christum expoliaverunt tunica corporali.
   Joseph mittitur in cisternam et Christus descendit in Infernum.
      Arrojado a la cisterna, anuncia a Jesús en la tumba o descendiendo al Infierno. José vendido por sus hermanos es Jesús traicionado a cambio de treinta denarios por el apóstol Judas.
      Fue conducido a Egipto como el Niño Jesús escapando de La Matanza de los Inocentes.
     En la prisión donde lo hace arrojar Putifar, está, entre el copero y el panadero, como Jesús en la cruz, entre el buen y el mal ladrón. Sale de la cisterna y luego de la prisión, como Jesús del sepulcro.
      Procura trigo al pueblo hambriento y a sus hermanos. Jesús alimenta a sus discípulos por el milagro de la Multiplicación de los panes.
      Paralelismo un tanto forzado, en el sentido en que la vida de José sigue una curva exactamente inversa: él comienza donde Jesús termina. Su Pasión, si es que puede llamarse así a las pruebas, pertenece al período de la juventud, y en vez de morir en la cruz del humillante suplicio reservado a los esclavos, en su madurez alcanza la cima de la rueda de la Fortuna.
      Pero para los comentaristas de la Edad Media, José, al alcanzar los honores encuentra su paralelo en la Glorificación y la Ascensión de Cristo quien, después de los sufrimientos terrenales asciende hacia su padre.
   Ille post tribulationem pervenit ad honorem
   Christus post resurrectionem triumphans ascendit ad Patrem.
      Los sueños tienen un papel considerable en su leyenda. Él cuenta a sus hermanos sus propios sueños. Interpreta los sueños de sus compañeros de prisión: el panadero y el copero. Finalmente explica los sueños del Faraón.
Iconografía
      Hecho curioso y hasta sorprendente: la historia de José no figura en el repertorio del arte fúnebre de las catacumbas. No obstante, José sacado de la cisterna o de la prisión se prestaba tanto al simbolismo funerario de los primeros cristianos como Noé saliendo del Arca o Jonás vomitado por la ballena ¿A qué se debe tal omisión?
      Es la liturgia la que ofrece la clave del enigma. Si José ha sido olvidado es porque su nombre no se mencionaba en las plegarias de la Commendatio animae que, como lo ha demostrado Ed. Le Blant, inspiró la decoración de los cubicula y de los sarcófagos de las catacumbas. Allí están Daniel y Jonás, pero en absoluto José. La hipótesis de Le Blant acerca de los orígenes litúrgicos de la iconografía de las catacumbas se verifica de esa manera.
Figuras

      No es habitual que José sea representado aisladamente. No obstante, se lo encuentra en las portadas de las catedrales, en el ciclo de los patriarcas y de los profetas del Antiguo Testamento que anuncian la llegada de Cristo.
      Con frecuencia está tocado con un modius, especie de celemín invertido rodeado de espigas. Era el tocado del dios Serapis. Los cristianos lo atribuyeron a José para recordar sus distribuciones de trigo a los egipcios y a sus hermanos.
El Triunfo de José
      Génesis, 41: 37-43. José es recompensado por el faraón, que le coloca su anillo en el dedo, le pone un collar de oro al cuello y le hace subir a un carro triunfal. A partir de entonces con frecuencia se lo representa con cetro y corona.
      José triunfal en el carro del faraón prefigura la Entrada de Cristo en Jerusalén (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de Francisco Gutiérrez, autor de esta obra;
     Francisco Gutiérrez Cabello (Valle de Bárcena, Cantabria, 1616 – ¿Madrid?, c. 1669-1670). Pintor.
     Francisco Gutiérrez Cabello es sin duda uno de nuestros pintores barrocos más importantes en el género de las perspectivas arquitectónicas. No se conocen excesivos datos sobre su vida, aunque se sabe que nació en el valle de Bárcena (Cantabria) y que su sangre era hidalga, pues en ocasiones hace constar el “don” ennoblecedor junto a su nombre y los solares cántabros de su apellido. Se ignora cuándo y en qué circunstancias pasó a Madrid, pero su traslado debió de ser muy pronto, pues en 1630, cuando tenía catorce años, conoció a Velázquez en la Corte. Hecho que acaso pueda determinar su aprendizaje en la pintura con algún famoso maestro ligado a palacio.
     Como pintor aparece muy joven, en 1639, comprando diversos objetos en la almoneda de Vicente Carducho, entre ellos, dos figurillas de pasta, una Fortuna y un Mercurio en 12 reales. Parece lógico que una vez asentado como pintor en Madrid formalizase su matrimonio con Clara de Tobar, que con el tiempo habría de sobrevivirle.
     Su habilidad en el género de las perspectivas debió de darle muy pronto prestigio y enfocar un tanto su carrera profesional. Así, en 1649 ejecutó varios proyectos para las decoraciones callejeras que se hicieron a la entrada en Madrid de la reina Mariana de Austria, realizando junto a Juan Fernández de Gandía y Juan Lucio diversas demostraciones de la puerta de Alcalá y arcos triunfales que habrían de jalonar la comitiva real. Su éxito como pintor en Madrid debió de ser grande. Díaz del Valle, cronista de Felipe IV y cantor de la real capilla, consignó su prestigio en el Origen ilustración del nobilísimo y real arte de la pintura de 1657 considerando al artista como un “admirable pintor de perspectivas”. Un prestigio ratificado un año más tarde, en 1658, cuando se convocó al pintor para testificar a favor de la concesión del hábito de Santiago a Velázquez.
     Como tantos otros pintores de la época, Francisco Gutiérrez complementó su actividad pictórica con la de tasador de pinturas.
     Su obra es hoy relativamente abundante. Sus perspectivas con frecuencia se agrupan en series de varios lienzos desarrollando asuntos religiosos o mitológicos.
     En ellos el pintor representa a numerosos personajes de pequeño tamaño insertos en originales y fantásticas arquitecturas de gran efecto decorativo.
     Por regla general su fuente de inspiración se basa en estampas flamencas manieristas, especialmente en las de Vredeman de Vries. Destacan por su gran calidad artística los lienzos del Museo de Bellas Artes de Sevilla (1657): La caída de Troya y José recibido en Heliópolis; la serie conservada en la colegiata vallisoletana de Villagarcía de Campos (1662) con episodios bíblicos y evangélicos: José recibido en Heliópolis, El traslado del Arca de la Alianza, El juicio de Salomón, La visita de la reina de Saba a Salomón, Los desposorios de la Virgen con San José y La cena en casa del Fariseo; y los cuadros del convento cacereño del Cristo de la Victoria, en Serradilla (1667-1668) con El castigo de Heliodoro, La expulsión de los mercaderes, Los desposorios de la Virgen y La cena en casa del fariseo.
     Otras obras también características de su producción son: el Moisés salvado de las aguas del Museo de Bellas Artes de Bilbao, el Juicio de Salomón del Museo del Prado, junto a su variante de la colección del Banco Hispanoamericano, y otras muchas obras en colecciones particulares (Triunfo de José, Destrucción de Jerusalén, Las bodas de Caná, Banquete de Esther y Asuero, etc.), donde muestra siempre su destreza técnica y decorativismo al estilo de Juan de la Corte.
     Como pintor religioso en el tradicional “cuadro de historia”, Gutiérrez está muy por debajo de su maestría anterior. Se conserva una modesta Inmaculada Concepción (1654, colección particular, La Rioja) que ratifica una vez más su enfoque hacia las perspectivas arquitectónicas.
     Francisco Gutiérrez debió de fallecer entre 1668, año en que fechó la serie del convento de Serradilla, y mayo de 1670, cuando su mujer se declaró ya viuda al gestionar unos asuntos dinerarios (Álvaro Piedra Adarves, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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