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sábado, 16 de mayo de 2020

Un paseo por la calle Nicolás Alpériz, en el Parque de María Luisa


      Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Nicolás Alpériz en el Parque de María Luisa, un paseo por ella.
   Hoy, 16 de mayo, es el aniversario del nacimiento (16 de mayo de 1865) de Nicolás Alpériz, así que es el mejor día para ExplicArte la calle Nicolás Alpériz en el Parque de María Luisa, de Sevilla.
    La calle Nicolás Alpériz es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio de El Prado-Parque de María Luisa; en el Distrito Sur, y va de la glorieta Bernardo José Castro, en la avenida Isabel la Católica, a la confluencia de la plaza del Ejército Español con la avenida de Portugal
   El Parque de María Luisa [nº 64 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla], se encuentra en la glorieta de San Diego, s/n (entrada principal, aunque tiene entradas por el paseo de las Delicias y las avenida de María Luisa, y de la Borbolla), en el Barrio del Prado - Parque de María Luisa, del Distrito Sur.

   La  calle, desde  el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en  la  población  histórica  y en  los  sectores  urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las  edificaciones  colindantes  entre  si. En  cambio, en  los  sectores  de periferia donde predomina la edificación  abierta,  constituida  por  bloques  exentos,  la  calle,  como  ámbito  lineal de relación, se pierde, y  el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.    

   Fue rotulada en 1943 como avenida de San Juan de la Cruz (1542-1591), en homenaje al fraile carmelita y gran poeta, autor entre otras obras del Cántico Espiritual, cuyo centenario se había celebrado el año anterior. Hacia 1955 fue denominada con su ac­tual nombre, en recuerdo del pintor costumbrista sevillano Nicolás Alpériz (1865-1928). Describe una amplia curva rodeando la plaza de España por la fachada sur y surgió como consecuencia del trazado y construcción de ésta entre 1914 y 1928, sobre terrenos del Prado de San Sebastián. De regular anchura, está asfaltad y posee aceras de losetas de cemento en su margen izquierda, y de albero compactado en su margen derecha. Se ilumina con farolas de báculo.
   Constituye un verdadero paseo en el que los edificios colindantes son un referente. Destaca la monumental Puerta de Aragón y la Torre Sur de la referida plaza de España, y uno de los costados del edificio de la Compañía Telefónica Nacional de España, que sirvió como pabellón de comunicaciones en la Exposición Ibero-Americana de 1929. En la confluencia con la avenida de la Borbolla hay un pequeño pabellón y pistas del parque infantil de tráfico. En las dependencias de la plaza de España se encuentran diversas oficinas de la administración, destacando la Delegación del Gobierno en Andalucía en el ala próxima a la Torre Sur. Cumple funciones de aparcamiento dada su amplitud y de acceso a los almacenes de las dependencias oficiales allí Instaladas [Salvador Rodríguez Becerra en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].

Conozcamos mejor la Biografía de Nicolás Alpériz, personaje a quien está dedicada la vía reseñada;
     Basta consultar la monumental Historia de la pintura sevillana de Enrique Valdivieso para darse cuenta de que Nicolás Alpériz es uno de los grandes nombres olvidados de la pintura sevillana. Apenas veinte líneas sirven para despachar la biografía de un pintor al que habitualmente se le suele colgar la etiqueta de costumbrista, cuando en realidad su obra trasciende tan estrictos límites. José Romero Portillo (Alcalá de Guadaíra, Sevilla, 1981), doctor en Periodismo por la Universidad de Sevilla y autorizado experto en temas alcalareños, ha arrojado luz sobre su figura en su reciente libro Nicolás Alpériz. Arte por pan, publicado en Arte Hispalense, la colección que ya se ha erigido en todo un referente de los estudios artísticos en nuestra provincia.
     Nació Nicolás Alpériz en la Sevilla de 1865, una ciudad que no llegaba a los 150.000 habitantes, de marcado carácter provinciano y lastrada por las carencias que se cebaban con sus barrios más humildes. Bautizado en la misma pila que Murillo, los primeros años de vida de Alpériz se desarrollaron en la collación de la Magdalena, muy cerca de aquel puerto de resonancias literarias y pictóricas en el que “aún desembarcaban personas con distintas pieles y distintos propósitos, cargamentos valiosos de alimentos, maderas, metales preciosos y hasta animales exóticos, que resultarían extraordinarios a los ojos de quienes vestían pantalones cortos e ilusiones largas”, escribe Romero Portillo. A muy temprana edad Nicolás Alpériz perdió a sus padres y, como consecuencia, se convirtió en aprendiz de sastre, el oficio familiar que suponía su principal recurso económico. No obstante, aquel joven alfayate soñaba con su gran pasión: la pintura.
     Y para cumplir con sus expectativas comenzó a alternar los alfileres y las tijeras con los pinceles, bajo el magisterio de tres prestigiosos pintores: Eduardo Cano, Manuel Barrón y Jiménez Aranda. Romero Portillo nos explica cómo el pintor transitó desde el historicismo de sus primeras obras al realismo por el que apostaba, entre otros, su admirado Jiménez Aranda: “En el caso de Alpériz, dado su carácter bohemio, la balanza cayó por el lado menos cómodo, el que le auguraba, a priori, menos rédito. Al fin y al cabo, era la decisión más afín a su personalidad y con la que se sentiría más realizado. Esa vía era la del realismo. Dicho sea con numerosos matices, pues el realismo que practicó derivó hacia muchos cauces: desde el paisajismo hasta el costumbrismo, pasando por un realismo de asunto social, integrado por personajes de clase media o trabajadora, situados en un contexto humilde”.
     Esas imágenes son las que precisamente encontraría en Alcalá de Guadaíra, pueblo al que el nombre de Alpériz está indisolublemente ligado, especialmente desde que comenzara a visitarlo con frecuencia a instancias de su maestro Jiménez Aranda. “Con él –nos dice Romero Portillo– descubrió las posibilidades que le abría el paisajismo, y entrevió en las riberas del Guadaíra un futuro muy acorde a su modus vivendi”. En Alcalá, Alpériz inmortalizó paisaje y paisanaje, descubriendo al gran público algunos de sus elementos emblemáticos: el pinar de Oromana, los molinos de ribera, el castillo o los propios vecinos de Alcalá, prodigándose en la temática de los “niños de la calle” con cuadros como Niño del canasto de rábanos, Te paso si me das un beso, La santerita, Los pilletes, Muchacho con loro, Niño con botijo, El niño del cochecito, Niña con flores, El niño del violín, El niño del trombón, A la luz del farol, Sube y baja, Juego de niños en la cocina o Viajeros en un camino. Tras su matrimonio a los 48 años con Florentina Rey Capdevila, su novia de toda la vida, el pintor seguiría frecuentando y captando en sus lienzos las riberas del Guadaíra, dando muestra de su gran talento para dominar la pintura al aire libre o plenairista, como la preferían denominar los esnobs, engatusados por la expresión francesa au plein air”.
     Además de su paso por Alcalá, el libro de José Romero Portillo nos permite comprobar cómo Alpériz se convirtió en un auténtico especialista en la realización de pinturas de pequeño formato, en las que narró multitud de aspectos costumbristas de la vida popular sevillana, generalmente con un tratamiento de carácter humorístico. De su paleta surgieron obras de indudable calidad pictórica como Las hormiguitas, La despedida del torero, Cuento de brujas, su Autorretrato y el Retrato de don German Repetto. Como podemos ver en sus páginas, “cada lienzo de Alpériz esconde pequeñas migas de pan que invitan a rastrear el camino y reconstruir su historia. Una historia compleja que comienza en un entorno pobre, a la sombra de una sastrería en la calle Murillo de Sevilla, donde aprendió a dibujar; y que termina, paradójicamente, en un entorno pobre, como un obrero más de Pickman en la isla de la Cartuja, en cuya fábrica de loza pasó sus últimos días decorando piezas de cerámica”. Resulta curioso comprobar que su talento artístico nunca le permitió vivir en la abundancia. Antes al contrario, el arte fue para Alpériz un modo de subsistir y de ganarse el pan de cada día.
     La trayectoria de Alpériz fue paradójica, pues inició su carrera como pintor con pocos recursos, y acabó en la misma situación como empleado de la fábrica de cerámica de Pickman en la isla de la Cartuja.
     Desgraciadamente hoy muchas de sus obras están repartidas por colecciones privadas de todo el mundo, circunstancia que dificulta una catalogación exhaustiva de sus cuadros. Este problema se acentuó tras su muerte, acaecida en 1928 en Sevilla. A partir de ese momento las subastas y las herencias contribuirían a la dispersión de sus lienzos. Su fallecimiento supuso la desaparición de un ser machadiano, en palabras de Romero Portillo. Sus compañeros de la escuela sevillana de pintura, lejos de rivalidades cainitas, no dudaron en elogiarlo como un hombre íntegro, optimista, risueño, sincero, inquieto, trabajador… Y, sobre todo, modesto. De su bonhomía y talento artístico da fe esta “crónica de un pintor de difícil catalogación, que se resiste a encasillarse dentro de los patrones clásicos y también dentro de los modernos; un pintor que a base de esfuerzo alcanzó, al menos, dos metas por las que suspiraban, y siguen suspirando, muchos artistas: el aprecio y la independencia” (Javier Vidal, Nicolás Alpériz, crónica biográfica de un sastre pintor).
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Nicolás Alpériz, en el Parque de María Luisa, dando un paseo por ella. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

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