Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "San Pedro Nolasco redimiendo cautivos", de Alonso Vázquez, en la sala III y en el Claustro Mayor (reproducción) del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
Hoy, 6 de mayo, Solemnidad de San Pedro Nolasco, presbítero, que, según la tradición, junto con san Ramón de Penyafort y el rey Jaime I de Aragón fundó la Orden de Nuestra Señora de la Merced, para la redención de los cautivos. Se entregó ardientemente, con trabajo y esfuerzo, a procurar la paz y a liberar del yugo de la esclavitud a los cristianos que habían caído cautivos de los infieles (1258) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y qué mejor día que hoy para ExplicArte la pintura "San Pedro Nolasco redimiendo cautivos", de Alonso Vázquez, en la sala III y en el Claustro Mayor (reproducción), del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala III y en el Claustro Mayor (reproducción), del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "San Pedro Nolasco redimiendo cautivos", obra de Alonso Vázquez (h. 1540 - h. 1608), siendo un óleo sobre lienzo en estilo manierista, pintado hacia 1600-02, con unas medidas de 2,06 x 2,50 m., procedente del Convento de la Merced, tras la desamortización (1840).
Esta escena que representa una de las redenciones que San Pedro Nolasco efectuó en el norte de África exalta la Orden de la Merced como redentora de cautivos. Podemos diferenciar tres planos distintos. En la parte superior izquierda del lienzo, en profundidad, aparece a modo de escena secundaria, el momento en que San Pedro Nolasco hace el trato económico. La escena principal se desarrolla en el plano central con San Pedro Nolasco y un sarraceno, ambos tratados con actitudes estereotipadas y gran monumentalidad. En la zona inferior izquierda, se representa al grupo de los cautivos (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
Desconocemos la fecha de nacimiento de Alonso Vázquez, que según Palomino vio la luz en Ronda, aunque sin señalar el año. Por las circunstancias de su vida puede intuirse que nació hacia 1540. De igual forma se ignora el maestro con el cual realizó su formación, aunque quizás pudo ser Antonio de Arfián, como señala Ceán Bermúdez. Su primera referencia aparece en 1590, año en el que consta su presencia en Sevilla, aunque es posible suponer que bastante antes de esta fecha se encontraba ya en dicha ciudad.
El estilo de Alonso Vázquez está vinculado al espíritu del manierismo desarrollado en Sevilla en el último tercio del siglo XVI. Su dibujo es precioso y marcado, y con él configura formas de sólida estructura y potente expresión Vázquez residió en Sevilla hasta 1603, año que se trasladó a Méjico para trabajar allí al servicio del virrey, Marqués de Montesclaros. No se prolongó mucho su existencia en el Nuevo Continente, puesto que consta que en 1608 ya había fallecido.
En 1600 Alonso Vázquez y Francisco Pacheco contrataron con el convento de la Merced de Sevilla, actual edificio del Museo, una serie depinturas destinadas a decorar el claustro principal. En ellas se narran episodios de la vida de San Pedro Nolasco y San Ramón Nonato; de las realizadas por Vázquez se conservan las que representan a San Pedro Nolasco redimiendo cautivos y San Pedro Nolasco despidiéndose de Jaime I el conquistador. En ambas escenas aparecen personajes de contundente volumetria con gestos marcados y expresivos un tanto rudos y desmañados (Enrique Valdivieso González, La pintura en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Ed. Galve, Sevilla, 1993).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Pedro Nolasco, presbítero:
Santo franco español, cofundador de la orden de Nuestra Señora de la Merced o de los mercedarios (De Mercede Redemptionis Captivorum), para la liberación de los cristianos cautivos de los piratas berberiscos.
Nació en Carcasona o Saint Papoul hacia 1182, participó en la cruzada contra los albigenses, luego se puso al servicio del rey Jaime I de Aragón. Con la colaboración del maestro general de los dominicos, San Ramón de Penyafort, fundó la orden de la Merced, cuyo convento más importante estaba en Sevilla. El rey le habría ofrecido una mezquita para que instalase un convento en ella. Viajó varias veces a África para rescatar cautivos.
Murió en Barcelona en 1256 durante la Nochebuena (in der Christnacht). Según la leyenda, cuando estaba viejo y enfermo habría sido llevado en brazos por dos ángeles hasta el pie del altar, para recibir la Extremaunción, y luego devuelto a su celda.
Su patrón, San Pedro, se le había aparecido crucificado cabeza abajo, tema que se conoce por el nombre de Aparición de San Pedro Apóstol crucificado cabeza abajo a San Pedro Nolasco.
Su canonización se pronunció varios siglos después de su muerte, en 1628, por eso su iconografía data del siglo XVII.
ICONOGRAFÍA
Está representado con el hábito blanco de su orden, con el escudo de Aragón sobre el pecho. Sus atributos son las cadenas rotas, que aluden a los cautivos redimidos, un estandarte con las armas de Aragón, una cruz de doble travesaño y una rama de olivo (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de San Pedro Nolasco, presbítero:
San Pedro Nolasco (Mas Saintes Puelles, condado de Toulouse -Francia-, c. 1180 – ¿Barcelona?, 6 de mayo de 1245). Mercader y fundador de la Orden Redentora de la Merced (OdeM), santo.
Desde los siglos XV y XVI, tanto en autores no mercedarios, como en los mercedarios, es unánime la afirmación de que Pedro Nolasco nació en Mas Saintes Puelles, obispado de San Papoul (ya desde el siglo XIV), donde existía desde antiguo, y todavía existe hoy, como monumento, un monasterio benedictino, en el condado de Toulouse. El pequeño pueblo del nacimiento de Pedro Nolasco está muy cerca del actual Castelnaudary y de San Papoul, santo local, en la Galia Narbonense, más cercano a Carcasonne que a Toulouse, a cuyo condado pertenecía, sin que dependiera entonces del Reino de Francia.
Se pueden citar los autores más representativos de la tradición escrita desde los siglos XV al XX empezando por los mercedarios y siguiendo por los de fuera de la Orden. Entre los primeros destacan: Nadal Gaver, que recoge la tradición del siglo XII al XV e insiste en que es de origen de allende los Pirineos; le siguen Pedro Cijar (1446); Gaspar de Torres (1565), Zumel (General, 1593), Guimerán (1591), Latomy, Vargas, Remón y Gabriel Téllez: todos autores mercedarios, cuya tradición persiste hasta hoy. Fuera de la Merced hay que citar a: Carbonell (1546), Beuter (1571), Gómez Miedes (1582), Juan de Mariana (1592), Francisco Diago (1599-1601), Francisco Peña (1601) Illescas (1606), Peña, Bzowski (1616), Catel (1623), Corbera (1629), Spondanus (1641), Bolandistas (1643), Rinaldi (1646), Tamayo y Salazar (1651-1659); Fleury (1719), Hélyot (1721), Van Hecke (1853) y Dossat (1978), etc. Es, pues, constante la afirmación escrita sobre el lugar de su nacimiento.
Debió de ser probablemente hijo único, pues no quedó descendencia ninguna en Mas Saintes Puelles, una vez que falleció su padre, y Nolasco se trasladó como mercader (“mercator optimus” le llama Cijar, en oposición al “mercator pessimus” del discípulo Judas, que vendió a su maestro). La hipótesis más probable es que la familia debió de ser originaria de Italia —dado que este apellido Nolasco no es ni francés, ni catalán, ni español, pues no existe más que un caso único parecido en el Archivo de la Corona de Aragón, cuyo origen se desconoce, de “O’Nolasch”—, además de no coincidir exactamente tampoco. En el sur de Italia existen los Nolas (san Paulino de Nola, que redimió cautivos, es un caso bien conocido). Y, como suelen emigrar al norte, por ser más rico, allí prolifera la toponimia —asco (Bergamasco, por ejemplo)—.
De modo que un Nola, fácilmente se convierte, en el correr de los años, en “Nolasco”.
Mas de Saintes Puelles (Carcassonne/Albi/Toulouse) sería el lugar de paso, estableciéndose sus padres en dicho lugar ciertos años. Allí nació Pedro Nolasco, hacia finales del siglo XIII; y, fallecido su padre, su vocación de mercader le llevó a trasladarse a Barcelona, capital, por lo demás, con la que tenían en aquel tiempo enormes relaciones comerciales con esos pueblos de la Galia narbonense. Los catalanes conquistaron Montpeller y llegaron a las puertas de Carcasonne.
Justamente en Montpeller el conde de Monfort tuvo consigo, en su torre, al niño Jaume hasta que él falleció; y el joven, que estaba llamado a ser Rey de Aragón, con sede en Barcelona —después de residir unos diez meses en Carcasonne— fue llevado a Barcelona.
Cabe preguntarse: ¿dónde conoció Pedro Nolasco al joven Jaime el “conqueridor”, en Montpeller o en Barcelona? Posiblemente le visitara en Montpellier, manifestándole ya su deseo de fundar una Orden, con su ayuda posterior, cuando ya fuese Rey, para la redención de los cautivos cristianos.
Raimundo de Peñafort que nunca fue canónigo de la Catedral barcelonesa —aunque se afirme lo contrario, por ejemplo, en el actual “breviario dominico”—, sino que era un sabio, cuyo magisterio requerían tanto el Papa como los abades de los monasterios catalanes, no tuvo directamente tampoco ninguna acción en el acto fundacional de la Orden de la Merced en la Catedral románica de Barcelona. Sí lo tuvieron el joven rey Jaime I de Aragón y el obispo Palou de dicha Catedral. Ellos dieron el escudo a Pedro Nolasco y al grupito de laicos que fueron investidos con el hábito —túnica, escapulario, capilla y capa blancas, de lana—, y dicho emblema consiste en una cruz blanca sobre fondo rojo, en la parte de arriba: era la cruz de la Catedral barcelonesa de la Santa Cruz; y en la parte inferior, el Rey entrega los cuatro palos rojos de su Reino sobre fondo amarillo. Es todavía hoy el escudo de la Orden de la Merced. Sirvió como una especie de salvoconducto a la hora de las relaciones con los mahometanos, para tramitar la libertad y redención de los cristianos cautivos en su poder.
Nolasco recibió oficialmente la confirmación de su Orden diez años antes de fallecer, al recibir la bula, breve, pero definitiva, del papa Gregorio IX, Devotionis vestrae, dada en Perusa el 17 de enero de 1235. No se alude aquí, como tampoco en las primitivas Constituciones, al un tiempo pretendido aspecto “militar” de la Merced, que no existió a mi juicio. Por lo demás, en ningún archivo oficial aparece la Orden de la Merced entre las Órdenes Militares existentes en el pasado.
Este carisma fundacional de redimir cautivos, junto con el “cuarto voto” de quedar en rehenes, si fuere necesario, para salvar la fe de los cautivos lo llevaron a la práctica los frailes redentores de la Merced: laicos durante el siglo xiii (1218-1317); y, desde esa fecha, los clérigos, y algunos laicos, hasta vísperas de la Revolución Francesa.
Actualmente, cada provincia organiza actividades posibles y urgentes para cumplir con su carisma liberador en estas “nuevas formas de cautividad” que sufre el mundo y la sociedad del siglo xxi. La provincia de Castilla, por ejemplo, tiene una “Casa de acogida de exiliados menores de edad” y varios pisos, con una comunidad que convive con ellos, en la zona madrileña de Ventas. También, en la misión de Camerún, lleva a cabo una obra de liberación misionera, que debe atender a las necesidades más perentorias de la vida. Así se evitan muertes innecesarias, se lleva a cabo la caridad, en ocasiones en grado heroico, y siempre con gran sentido humanitario.
Pedro Nolasco organizó su actividad redentora, primero solo, gastando su dinero de comerciante. Más tarde, comprendió que necesitaba la ayuda de otros compañeros que aceptasen seguir su ejemplo. Con ellos —probablemente formaban parte ya de “Asociaciones de redención” en torno a la iglesia de Santa María del Mar, hoy templo gótico, no lejos de la Basílica de la Merced, construida junto al mar, en unos terrenos donados por un tal Plegamáns; y ampliada en el siglo XVIII— redimió y acabó fundando la Orden de Santa María de la Merced para liberar cautivos cristianos.
El antiguo convento es actual Capitanía General de Barcelona, y la basílica está en poder del arzobispado, sin que haya medio de que se devuelva a la Orden.
La actual basílica fue edificada a base del sacrifico de los frailes de la Merced de Barcelona, a principios del siglo XVIII, para acoger ampliamente a los fieles, y llegaron incluso a vender las dovelas góticas para poder darle acabamiento. En la etapa de la “exclaustración”, el obispado llevó la imagen a la catedral, y solicitó a Roma la “coronación canónica”. También pusieron ellos la imagen de la cúpula.
En vida de Nolasco eran ya bastantes los conventos fundados en Cataluña, sur de Francia, Aragón y Castilla. No se olvide que Fernando III, el Santo, contemporáneo de Jaime I de Aragón, conquistó Sevilla, y entregó ya unas casitas de mahometanos a los mercedarios del Reino de Castilla. Desde entonces, desde los mismos orígenes, existe ya la que sería provincia de Castilla, que comprendía el resto de España. Ella es la que envió todo el personal al Nuevo Mundo, en donde actualmente existen seis provincias autónomas contando la última constituida en Brasil con personal nativo, Chile, Argentina, Perú, Ecuador y México. Y lo hace con el gozo con que antaño (1585) dio origen a la provincia de Andalucía, desde el Guadiana hacia abajo. Castilla ayudó a nacer todos los conventos de monjas mercedarias de clausura, después del Concilio de Trento. También dio origen a las “Recolecciones”, en España y América, y a la Descalcez Mercedaria, existente actualmente. Aragón desempeñó su actividad en Cataluña, Aragón, Valencia, las Baleares y Cagliari, hoy de la provincia Romana.
La obra de Nolasco tuvo también “Órdenes Terceras”, y actualmente la llamada “Familia mercedaria” desarrolla una actividad de ayuda a nuestras misiones: de Castilla, Aragón y Chile. También existen “Caballeros de la Merced”: en Madrid, El Puig de Valencia y Roma (deben de quedar algunos en Bretaña, Francia).
La devoción a María de la Merced está muy viva en el Nuevo Mundo y es patrona de Barcelona y de Jerez de la Frontera, en España. Donde hay conventos mercedarios, masculinos y femeninos, se cultiva esta devoción a un título tan teológico y lleno de connotaciones liberadoras.
Pedro Nolasco falleció el 6 de mayo de 1245, probablemente en Barcelona (“Documento de Arguines”, Valencia, de dicho año), fue canonizado en noviembre de 1628 y al año siguiente se hicieron grandes festejos en todas las ciudades, villas y pueblos, donde existía la Merced, entonces vitalmente pujante. Las “Justas literarias” de san Pedro Nolasco en Madrid, las editó el maestro fray Alonso Remón, encargándole a Lope de Vega una comedia, que fue representada, y se conserva entre sus obras. Junto a él se canonizó asimismo a san Ramón Nonato, nombrado cardenal, y fallecido antes de recibir el capelo cardenalicio en 1338.
Los grandes predicadores del XVII, el jesuita Vieira, en la iglesia de San Luis del Marañón (Brasil), y Bossuet, el excelso predicador francés, en la iglesia de la Merced del Marais (París), con ocasión del culto público y universal de san Pedro Nolasco, predicaron sendos sermones ejemplares, modelo de oratoria sagrada, admirados ante su obra de caridad extrema al servicio de los más humillados de su tiempo, privados de libertad, que malvivían en las mazmorras y baños del norte de África. Se calcula que la Orden Mercedaria redimió a unos setenta mil cautivos, uno a uno, a precio de rescate, con entrega generosa, imitando al fundador (Luis Vázquez Fernández, OdeM, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
Conozcamos mejor la biografía de Alonso Vázquez, pintor;
Alonso Vázquez (Ronda, Málaga, c. 1564 – Ciudad de México, México, c. 1608). Pintor.
Según informaciones procedentes de Palomino, se sabe que Alonso Vázquez nació en Ronda, habiendo señalado también que fue en el año 1564; sin embargo, ambas referencias carecen por ahora de base documental. Tampoco, se sabe con certeza el lugar donde realizó su formación artística y tan sólo puede pensarse que hacia 1580 estaba ya en Sevilla, puesto que en 1582 una hija suya fue bautizada en esta ciudad.
Aunque se carece de más apoyaturas documentales para situar la presencia de Vázquez en Sevilla puede decirse que su actividad pictórica fue dominante en la ciudad, al menos a lo largo de los últimos veinte años del siglo XVI, advirtiéndose que en este margen de tiempo llevó a cabo las principales realizaciones artísticas que se ejecutaron en Sevilla, y fue el pintor preferido por el clero, la nobleza y las personas acaudaladas. Sólo el entonces joven Pacheco tuvo opciones de competir con él, pero lo hizo desde un plano secundario, aunque en ocasiones ambos colaboraron juntos en empresas pictóricas.
La estancia de Vázquez en Sevilla se dilató hasta 1603, año en que se trasladó a México para trabajar como pintor al servicio del virrey Juan de Mendoza, marqués de Montesclaros, a quien ya conocía puesto que este personaje había sido asistente de Sevilla desde 1600. En México trabajó al servicio de su patrón y se posee información que revela una intensa actividad pictórica de la que no han llegado hasta el presente más que escasos testimonios. No se sabe con precisión el año en que murió Vázquez en México, aunque una noticia datada en 1608 señala que en esta fecha ya había fallecido.
El análisis de la obra conocida de Vázquez evidencia con claridad su relación con el último período creativo del renacimiento que se conoce como Manierismo; su estilo está basado en un dibujo firme y preciso con el que configuró formas vigorosas muy perfiladas, provistas de una marcada gesticulación.
Como es habitual en este período final del siglo XVI, el arte de Vázquez rehuye la observación de la naturaleza de forma directa, atendiendo más a la captación de formas obtenidas de imágenes grabadas que a inspirarse directamente en modelos reales.
Una de las obras capitales dentro de la producción de Vázquez es La Sagrada Cena que procedente de la Cartuja de Santa María de las Cuevas de Sevilla, se conserva actualmente en el Museo de Bellas Artes de esta ciudad. Su ejecución se realizó en 1588, aunque la documentación no menciona el nombre de su autor; sin embargo a través de su estilo puede evidenciarse con cierta precisión que se trata de una obra de Vázquez y además la primera que se conoce en el tiempo dentro de su dilatada producción. En ella, se percibe que el artista utilizó para lograr su composición grabados de origen flamenco; llama la atención en la pintura el variado repertorio de expresiones físicas que se constata en las figuras de los apóstoles y al mismo tiempo los admirables detalles de bodegón que aparecen sobre la mesa, así como el aparatoso fondo arquitectónico que cierra la composición; allí, en figuras de pequeño tamaño, se describe la escena de Cristo lavando los pies a los apóstoles.
Una faceta desconocida en nuestros días de la producción de Vázquez es la de retratista, puesto que a pesar de tener constancia documental de que la practicó, ningún ejemplar ha llegado hasta nuestros días.
Así en 1590 tenemos noticias de que realizó tres retratos al servicio del duque de Medina Sidonia, efigiando en uno de ellos a su esposa Doña Antonia de Portocarrero y en los otros dos a sus hermanas Doña Mariana y Doña Leonor. Sobre estas obras hay que señalar que, o se han perdido, o aún no han sido identificadas.
Al tiempo que Vázquez trabajó al servicio del duque de Medina Sidonia lo hizo también para el duque de Alcalá, puesto que para él realizó una serie de ocho pinturas en las que representaba Las Artes liberales, tampoco se han conservado. Sí ha llegado hasta el presente una pintura realizada para dicho duque de Alcalá que representa a El rico Epulón y el pobre Lázaro, aunque su paradero es desconocido. A través de una fotografía realizada hacia 1950, se conoce esta obra, que fue muy admirada en la época en que fue pintada. En efecto, se tiene el testimonio escrito por Pacheco en su libro Arte de la pintura, quien se refiere a ella en los siguientes términos: “El famoso lienzo de Lázaro y el rico avariento que tiene hoy el Duque de Alcalá, donde, en un aparador de vasos de plata vidrio y barro puso mucha diversidad de colaciones y otros frutos y un frasco de cobre puesto en agua a enfriar”. Esta descripción coincide con la fotografía que se conoce de la pintura, en la que Epulón aparece comiendo en un balcón abierto a un exterior y se ve al pobre Lázaro, semidesnudo, que implora las sobras de la comida. Los detalles de bodegón que aparecen en esta pintura son excelentes, lo que corrobora la afirmación de Pacheco, cuando señaló que Vázquez “pintaba flores con mucha destreza y propiedad”.
Un conjunto pictórico de Alonso Vázquez, procedente de un retablo desmontado se conserva en la iglesia de Santa Ana de Sevilla. Su tabla central, que presenta la firma del artista y la fecha de 1590 es la representación de la Resurrección de Cristo; las tablas laterales muestran a San Cristóbal y a San Martín, constatándose en todo el conjunto el habitual dibujo firme y prieto del artista con el que capta figuras vigorosas y enérgicas.
Otro importante conjunto pictórico de Vargas fue ejecutado en 1592, en esta ocasión para el retablo mayor de la iglesia del monasterio de Santa Paula de Sevilla. Lamentablemente en 1730 dicho retablo fue sustituido por otro de estilo barroco y sus pinturas fueron desmontadas y aprovechadas para ser colocadas en otros retablos de la iglesia en 1810. Otra de ellas pasó a la clausura conventual donde aún se conserva; representa La Trinidad, que en origen debió de estar situada en el remate del retablo citado.
En la Catedral de Sevilla y para la capilla de Cristóbal de la Puebla, Vázquez ejecutó en 1594 un pequeño retablo que afortunadamente se conserva en su lugar de origen. Dicho retablo está presidido por una representación pictórica de San Ildefonso y San Diego de Alcalá que flanquean un relieve escultórico de La Asunción de la Virgen. En los laterales aparecen escenas de El Bautismo de Cristo y El Martirio de Santa Catalina, mientras que en la predela aparecen representaciones de Los profetas y de Los padres de la Iglesia, al tiempo que los retratos del donante, Don Cristóbal de la Puebla, su esposa y sus hijas, obras de pequeño formato que dan idea de la calidad que Vázquez hubo de alcanzar cuando ejecutó retratos de tamaño natural.
Procedente probablemente del convento de santa María de Jesús, se conserva también en la Catedral de Sevilla una representación de La Virgen del Pozo Santo, pintura en la que se narra la milagrosa intervención de la Virgen para salvar a un niño que había caído en el interior de un pozo. Esta obra refleja un sentido de solemnidad mayestática en la figura de la Virgen y el Niño que, aureolados de ángeles músicos, contemplan complacidos la salida del pozo del infante ileso; un amable fondo de paisaje cierra la parte inferior de la composición. Por las características de su estilo esta pintura puede fecharse hacia 1595.
Poco después, en 1598 y por encargo de Diego Caballero de Cabrera, Vázquez ejecutó las pinturas que se integran en el retablo de la Inmaculada de la Iglesia de San Andrés de Sevilla donde se dispone una serie de pinturas entre las que destacan los dos tableros de la predela en los que se representan Reyes del Antiguo Testamento que forman parte de la genealogía de la Virgen. Figuran también en el retablo representaciones de San Francisco, El apóstol Santiago, San Esteban, El Bautismo de Cristo, Santa Catalina y Santa Lucía, estando rematado todo el conjunto por La Coronación de la Virgen y El Padre Eterno.
A finales del siglo XVII los jesuitas sevillanos eran una de las órdenes religiosas más influyentes en la ciudad y en su entorno geográfico; dispuestos a fomentar su primacía, encargaban a los mejores artistas locales el ornato de sus templos. Por ello no es extraño que para el retablo mayor de su iglesia, en la población de Marchena, encargasen a Vázquez en 1599 las pinturas.
Sin embargo, cuando en 1603 Vázquez embarcó para México no había concluido aún este conjunto pictórico cuya ejecución quedó interrumpida durante varios años, ya que sólo a partir de 1607 fue finalizado por Juan de Roelas. Las pinturas que Vázquez realizó fueron San José con el Niño, El sueño de San José, San Juan Bautista y La degollación de San Juan Bautista. Resulta interesante advertir cómo los jesuitas se hicieron inmediatamente eco de la devoción y culto a San José impulsado en España a partir de 1597, cuando el padre carmelita Gracián de la Madre de Dios escribió su famoso libro Grandeza y excelencia del glorioso San José, publicado en Madrid y que tuvo una inmediata repercusión en Toledo, plasmada en la magnífica pintura de San José con el Niño que El Greco ejecutó en 1599 y que Vázquez pintó también como hemos visto en el mismo año en el retablo de los jesuitas de Marchena.
Otra importante pintura cuyos destinatarios debieron de ser los jesuitas sevillanos es La aparición de Cristo a San Ignacio camino de Roma, que actualmente se conserva en la Catedral de Sevilla. Es obra realizada hacia 1600 en la que se advierte un dibujo menos marcado que en años anteriores y una mayor blandura expresiva. También hacia 1600 debe de estar realizada La Virgen de Belén, que pertenece a la parroquia de Santa María de la Asunción de Arcos de la Frontera. Es obra no documentada pero que presenta con claridad el estilo de Vázquez, siguiendo el modelo de La Virgen del Pozo Santo antes mencionada.
También en 1600 Vázquez, junto con Francisco Pacheco, recibió el encargo de fray Juan Bernal, prior del convento de la Merced de Sevilla de una serie de pinturas destinadas a adornar el claustro principal de dicho convento, que se convirtió así en el primer recinto conventual español que decoró con historias de su Orden uno de sus patios. Vázquez debió de contratar la mitad de las pinturas que serían doce, siendo las otras seis encargadas a Pacheco; sin embargo, en el momento de su partida a México en 1603, no debía tener realizadas más que cuatro, de las cuales tres se conservan en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, es decir, en el mismo lugar para donde fueron ejecutadas.
Son estas obras San Pedro Nolasco redimiendo cautivos, San Pedro Nolasco despidiéndose de Jaime I El Conquistador; un Martirio de San Ramón Nonato procedente de esta serie y de mano de Vázquez se conserva muy mal restaurado en una colección particular de Madrid, permaneciendo en paradero desconocido una representación titulada San Pedro Nolasco recibiendo del Papa la Bula de fundación de su Orden.
Un año antes de su partida para México, Vázquez contrató la ejecución de las pinturas del retablo mayor de la iglesia del Hospital de las Cinco Llagas de Sevilla, donde representó distintos temas de devoción como San Sebastián, San Roque, San Laureano, San Francisco, San Antonio de Padua, La incredulidad de Santo Tomás, San José con el Niño y San Juan Bautista, rematándose todo el conjunto con un Calvario.
En 1603, cuando ya preparaba su viaje a México, el Hospital de San Hermenegildo de Sevilla encargó a Vázquez la ejecución de la pintura central del retablo de su iglesia donde se representaba El tránsito de San Hermenegildo, hoy en el Museo de Bellas Artes de dicha ciudad. En el momento de embarcarse Vázquez sólo tenía realizada la mitad inferior de la pintura, siendo la superior concluida por Juan de Uceda, quien debía de ser discípulo suyo. En la parte realizada por Vázquez destaca la presencia junto a San Hermenegildo, de San Isidoro, San Leandro, el joven Recaredo y los retratos del cardenal Cervantes, patrono del Hospital y de Bernardino de Escalante, administrador del mismo. Una Inmaculada fechable también hacia 1603 se conserva igualmente en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, destacando en ella su movido perfil y su elegante figura, aspectos éstos poco comunes en la pintura sevillana de esta época que evidencian la oscilación de Vázquez en los últimos momentos de su estancia en Sevilla hacia el espíritu del Barroco (Enrique Valdivieso González, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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Más sobre la sala III del Museo de Bellas Artes, en ExplicArte Sevilla.
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