Hoy, 20 de mayo, se celebra el aniversario fundacional (20 de mayo de 1693) de la Hermandad del Baratillo, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la Capilla de la Piedad del Baratillo, de Sevilla.
La Capilla de la Piedad del Baratillo, se encuentra en la calle Adriano, 13; en el Barrio del Arenal, del Distrito Casco Antiguo.
En el siglo XVII Sevilla se pobló de cruces en sus calles; callejeras, de hermandades, recordando asesinatos muertes, marcando términos geográficos... Especialmente dura fue la epidemia de peste de 1649, con decenas de miles de muertos que obligaron a la improvisación de fosas comunes que se recordaban mediante la colocación de una cruz. En la zona del Arenal de Sevilla, en el lugar conocido como Baratillo por acoger un mercadillo público, se fundó en 1693 una hermandad para dar culto a una cruz de hierro forjado sobre peana de ladrillos que se había instalado en el monte del Baratillo como recuerdo de las víctimas allí enterradas en la epidemia de 1649. La nueva fundación conllevó el inicio de las obras de la capilla dirigida en un primer momento por el alarife Manuel Pérez, siendo terminadas en 1696 bajo la guía de Bernardo de Bustamante, pero se amplió nuevamente en 1734 siendo el maestro de obras Marcos Sancho.
El terremoto acontecido en Lisboa en el año 1755, catástrofe que motivó la reforma de numerosas edificaciones sevillanas afectadas, hizo que se reestructura el interior de la iglesia, quedando muestras de esta intervención en la decoración de inspiración neoclásica que recubre el interior de la iglesia. La capilla soportó las penalidades económicas del siglo XIX, conociendo una intervención ya en 1900 y una nueva remodelación en 1960 en la que se eliminó la cubierta a dos aguas y se construyó una azotea con decoración de ladrillos y elementos cerámicos. Un último añadido a la sencilla portada de acceso fue la donación de la vidriera que remata el cancel de acceso por parte del Pabellón de Austria en la Expo '92.
Ya en el interior, aunque la decoración es básicamente neoclásica, dispone de muchos elementos decorativos barrocos que conforman un abigarrado y acogedor ambiente. Todo en una capilla de una sola nave de una cruz latina rematada con una bóveda de cañón. Se sostiene mediante pilastras que sustentan la cornisa. La bóveda de la nave, presbiterio y brazos del crucero están apoyadas sobre arcos fajones. Las pechinas de la cúpula del crucero están decoradas con yeserías alusivas a los cuatro evangelistas, quedando el recuerdo de la antigua cruz fundacional en el coronamiento de la cúpula.
El retablo mayor es de estilo barroco sustentado por columnas; en su zona central recibe el culto el grupo de la Virgen de la Piedad y el Cristo de la Misericordia, titulares de la hermandad del Baratillo junto con la Virgen de la Caridad en su Soledad. El retablo es obra del ensamblador Juan de Valencia, que lo realizó entre 1706-7, estructurada en torno a un gran camarín central flanqueado por cuatro columnas salomónicas de seis espiras adornadas con hojas de vid y flores. En dos hornacinas laterales se sitúan las tallas de San Antonio Abad y de San Francisco de Paula, estando coronado por un sobresaliente ático en el que se sitúa una pequeña imagen de la Virgen de Belén, talla atribuida a José Montes de Oca y, quizás readaptada para el lugar que ocupa. El retablo fue remodelado por Antonio González de Guzmán, que añadiría algunos elementos de rocalla y definiría la actual composición de la obra. el dorado y estofado de la talla correspondió a Vicente Álvarez en 1762. El sereno grupo de la Piedad está formado por la Virgen de la Piedad, obra de José Manuel Rodríguez Fernández-Andes y el Cristo de la Caridad, obra temprana y clasicista de Luis Ortega Brú (1950). Vinieron a sustituir al antiguo grupo escultórico, de inferior calidad, obra de Emilio Pizarro de la Cruz. El grupo procesiona en solitario aunque antaño el paso estaba formado por un mayor número de figuras.
En un retablo lateral se sitúa la imagen de la Virgen de la Caridad en su Soledad, dolorosa de vestir obra de Fernández-Andes realizada en 1931 y que fue restaurada en los últimos años por Juan Manuel Mirñarro. En el crucero se encuentra un retablo dedicado al Cristo de la Sangre y de la Misericordia, interesantísima talla de un crucificado del siglo XVI, que fue donada por el hermano presbítero don José Florencio de la Madrid. Su peculiar tratamiento de la anatomía, de los elementos pasionistas y algunos restos encontrados en la restauración que le practicó José Manuel Bonilla en 1995 hacen considerar a algunos a esta obra como una pieza de procedencia mexicana. Queda enmarcado por dos pinturas contemporáneas representando a la Virgen y San Juan obra de Francisco de Maireles.
En la capilla recibe culto una imagen de San José regalada en marzo de 1774 por el matador de toros Pepe Hillo, pieza que algunos autores atribuyen a Montes de Oca, al igual que otra talla de un San Antonio que también adorna la capilla. De notable interés es el cuadro de la Virgen del Carmen del siglo XVIII, originalmente situado en el retablo de la Virgen de la Caridad y el llamado Cristo del Baratillo, lienzo de un Nazareno que originalmente estuvo en la calle Antonia Díaz y ante el que los toreros rezaban antes de ir a la plaza de toros de la Maestranza (Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010).
En el siglo XVII Sevilla se pobló de cruces en sus calles; callejeras, de hermandades, recordando asesinatos muertes, marcando términos geográficos... Especialmente dura fue la epidemia de peste de 1649, con decenas de miles de muertos que obligaron a la improvisación de fosas comunes que se recordaban mediante la colocación de una cruz. En la zona del Arenal de Sevilla, en el lugar conocido como Baratillo por acoger un mercadillo público, se fundó en 1693 una hermandad para dar culto a una cruz de hierro forjado sobre peana de ladrillos que se había instalado en el monte del Baratillo como recuerdo de las víctimas allí enterradas en la epidemia de 1649. La nueva fundación conllevó el inicio de las obras de la capilla dirigida en un primer momento por el alarife Manuel Pérez, siendo terminadas en 1696 bajo la guía de Bernardo de Bustamante, pero se amplió nuevamente en 1734 siendo el maestro de obras Marcos Sancho.
LA VIRGEN DE LA PIEDAD
El grupo de la Virgen de la Piedad se compone, estrictamente, de dos personajes: María y su Hijo desclavado de la cruz, cuyo cuerpo inanimado ella sostiene sobre las rodillas.
A veces ocurre que la Virgen esté rodeada o enmarcada por san Juan, Magdalena, las tres Marías e incluso por los donantes; pero casi siempre está sola con el cadáver de su Hijo, y esta concentración refuerza el poder emotivo del tema. Así es como se distingue de la escena de la Lamentación al pie de la Cruz (Beweinung Christi) que comporta numerosas figuraciones.
Se ha querido ver en este grupo conmovedor un fragmento separado de la Lamentación, reducida a dos personajes esenciales por un procedimiento análogo que permitió extraer del grupo de la Cena el de Jesús con su discípulo preferido. Pero esa hipótesis no puede probarse, al menos en el arte alemán cuyos Vesperbilder son muy anteriores a los bajorrelieves de la Beweinung que se hizo popular en el siglo XVI. Según parece, la Virgen de la Piedad deriva más bien del tipo tradicional de la Virgen sentada, por simple sustitución del Niño Jesús por el Crucificado.
Fuentes místicas
La Virgen de la Piedad, que en italiano se llama Pietà y en alemán Vesperbild, -porque la hora de vísperas, de cinco a siete de la tarde, corresponde en el Breviario al Descendimiento de la Cruz-, es la flor más delicada del misticismo de finales de la Edad Media, una flor de la Pasión, una pasionaria que hizo eclosión en los jardines de monjas.
El tema ni siquiera está esbozado en los Evangelios ni procede tampoco del culto oficial: es una creación de la imaginación mística que surgió a principios del siglo XIV, al mismo tiempo que los temas de la Virgen de Misericordia y del Varón de Dolores.
Basta referirse a las Meditaciones franciscanas del Seudo Buenaventura, mejor aún a las Efusiones del beato Enrique de Berg y a las Revelaciones de Santa Brígida, para comprender en qué ambiente nació este tema realista y visionario a la vez. Las descripciones de Cristo muerto sobre las rodillas de su madre (in sinu matris) que se leen allí, donde parecía más cercano y accesible al corazón de los fieles que levantado sobre la madera de la cruz, concuerdan rasgo tras rasgo con las realizaciones plásticas de los artistas.
El Minnebüchlein atribuido a Enrique de Berg, llamado Suso, también describe a Cristo muerto en una suerte de treno lírico: «Sus ojos, que brillaban como carbunclos, ahora están apagados. Sus labios, que parecían rosas rojas recién abiertas, están secos y su lengua pegada al paladar. Su cuerpo sangrante ha sido tan cruelmente estirado sobre la cruz que pueden contarse todos sus huesos.»
Santa Brígida de Suecia atribuye a la propia Virgen esta descripción emotiva de su Hijo descendido de la Cruz: «Lo recibí sobre mis rodillas como un leproso, lívido y magullado, porque sus ojos estaban muertos y llenos de sangre, su boca fría como la nieve, su barba rígida como una cuerda.»
La mayoría de los historiadores del arte no resistieron la tentación de establecer una relación no sólo de paralelismo sino de filiación entre dichos textos y las obras de arte que parecen derivar de ellos, sin preocuparse por la cronología. Pero las investigaciones recientes condujeron a una inversión del orden de los factores. En la actualidad se admite, en general, que las descripciones realistas de Enrique de Berg y de Santa Brígida, lejos de haber inspirado las obras de arte son sólo la transcripción poética de éstas. Esos textos son para nosotros un muy precioso comentario de las Vírgenes de Piedad, y nos informan acerca del «clima» místico que les dio nacimiento; pero debe renunciarse a ver programas plásticos en ellos.
Orígenes en el arte alemán y francés del siglo XIV
Lo que prueba esta teoría es que los primeros Vesperbilder alemanes se remontan a 1320, es decir, son muy anteriores a las Visiones del Seudo Buenaventura y de Santa Brígida.
Nacido en los conventos de monjas místicas del valle del Rin, ese tema tan femenino y maternal de la Virgen de la Piedad, se difundió algo más tarde en Francia gracias a las numerosas cofradías de Nuestra Señora de la Piedad que encargaron grupos para la decoración de sus capillas, que en los libros de contabilidad se designa con los nombres La Compasión de la Virgen, Imagen de Nuestra Señora la cual sostiene abrazado a Nuestro Señor, Imagen de Nuestra Señora sosteniendo en su regazo otra Imagen de un Dios de Piedad, Dios estando en brazos de Nuestra Señora.
En todo caso, aunque el nombre italiano de Pietà haya sustituido abusivamente a esas viejas expresiones francesas, es muy cierto que el tema es una creación del arte gótico germano francés y no del arte italiano. En las pinturas del Trecento que cita Mâle, la Virgen está sentada al lado del cadáver de Cristo: ella no lo sostiene sobre las rodillas, en su regazo. Ese tema penetró tardíamente en Italia, donde nunca gozó de la misma popularidad que en Alemania y en Francia. Es interesante recordar en tal sentido que la célebre Pietà de Miguel Ángel, esculpida en 1496 para una capilla de la antigua basílica de San Pedro de Roma, fue encargada por un cardenal francés.
Clasificación y evolución de los tipos iconográficos
La evolución de la iconografía de la Virgen de la Piedad prosiguió entre los siglos XIV y XVI.
Tanto en Alemania como en Francia e Italia se encuentran dos tipos principales, el primero de los cuales comporta numerosas variantes: entre los siglos XIV y XV Cristo está acostado sobre las rodillas de su madre; en el siglo XVI, influenciado por el nuevo ideal del Renacimiento, más preocupado por la belleza formal, está extendido a sus pies, y sólo tiene apoyada la cabeza sobre las rodillas maternales.
A) Cristo sobre las rodillas de la Virgen
En los monumentos más antiguos (Grupo de madera de Coburgo, hacia 1330; Vesperbild del convento de las ursulinas de Erfurt, hacia 1340), Cristo sentado sobre las rodillas de su madre tiene el torso echado hacia atrás y la cabeza inerte, caída.
A veces está representado con la estatura de un niño, como la propia Virgen en los brazos de Santa Ana (Anna selbdritt). En ese caso, la Virgen que tiene la ilusión de acunar a su Hijo en brazos, como en los felices tiempos de la infancia, está representada más joven. Esta desproporción no se debe a la torpeza de los escultores, sino a una concepción de los místicos franciscanos. Según San Bernardino de Siena, la Virgen, extraviada por el dolor, sueña que tiene a su Hijo sobre las rodillas, y que lo acuna envuelto en la mortaja como antes en los pañales.
En el siglo XV se volvió a la representación de Jesús adulto, en la edad en que murió en la cruz. El grupo se desarrolla en la dimensión horizontal, crece en ancho. A veces el cadáver de Cristo está dispuesto horizontalmente, como el cuerpo de un nadador que flota de espaldas, con la herida del costado bien visible; otras, por el contrario, se presenta oblicuamente, en diagonal, apoyando los pies magullados en el suelo.
Es difícil determinar el lugar de origen de estas variantes. No obstante, parece que la escultura alemana haya tomado el tipo de Cristo horizontal de la escuela de Bohemia y el Cristo en diagonal, del cual se ven numerosos ejemplos en Westfalia de la escuela de pintura de los Países Bajos, especialmente de Van der Weyden y de Dirk Bouts que habían, uno y otro, adoptado esta preceptiva. Es también el concepto que prima en la Pitié de Villeneuve de Aviñón (Louvre), la más monumental del arte de la Edad Media.
B) Cristo a los pies de la Virgen
Este grupo de la madre y el hijo adulto que ella apenas puede sostener sobre sus rodillas, fue abandonada a partir del Renacimiento por un arte más preocupado por las proporciones y la lógica. A partir de ese momento casi siempre se ve el cuerpo de Cristo simplemente apoyado contra las rodillas de su madre. El grupo pierde así su profunda unidad, el acento de intimidad y ternura desgarradora, pero gana en verosimilitud y en armonía estructural.
Esta preceptiva que reemplaza el esquema gótico no es -tal como lo creyera Mâle- una innovación introducida después del concilio de Trento por la iconografía revisada y corregida por la Contrarreforma. Pueden citarse ejemplos a partir del siglo XV, como el Vesperbild de la iglesia San Cristóbal, en Maguncia. Lo cierto es que esta fórmula ha sido adoptada por el arte barroco italiano (Correggio, Carracci) del cual pasó enseguida a España y a los Países Bajos.
Aunque no pueda servir como principio de clasificación, porque su actitud siempre la misma, el personaje de la Virgen no es menos importante que el de Cristo: la verdad de la expresión del dolor maternal la convierte en uno de los más bellos temas de estudio de la historia de la plástica.
Es sobre todo el arte francés de los siglos XV y XVI el que ha sacado partido de este tema con una admirable delicadeza en la expresión de los sentimientos, que contrasta con las exageraciones germánicas.
A veces María observa llorando el cuerpo inerte de su Hijo desfigurado, cuyos brazos rígidos no consigue cruzar; otras, lo abraza con todas sus fuerzas para impedir que los sepultureros se lo quiten.
El arte español gótico y barroco introdujo en este tema vesperal un ardor más sombrío, y una suerte de voluptuosidad del dolor que está de acuerdo con el carácter de este pueblo.
Muchas veces la Piedad suele combinarse con el motivo de la Dolorosa (Nuestra Señora de las Angustias) o Virgen de los cuchillos, que España tomó de los Países Bajos. Se encuentran ejemplos de esta amalgama en Sigüenza y en Calatayud (colegiata de Santa María).
Subrayemos finalmente que en el arte de la Edad Media se encuentra una variante menos difundida de la Piedad de Nuestro Señor (Not Gottes): en vez de estar extendido sobre las rodillas de su Madre, Cristo muerto está sobre las rodillas de Dios Padre.
A diferencia de numerosos temas religiosos de la Edad Media de los cuales se ha retirado la vida, éste, tan profundamente humano, ha conservado hasta nuestros días su conmovedora eficacia. Todavía se descubren bellos ejemplos en el arte francés de los tres últimos siglos. (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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Horario de apertura de la Capilla de la Piedad del Baratillo:
De Lunes a Sábados: de 11:00 a 13:00, y de 19:00 a 21:00
Horario de Misas de la Capilla de la Piedad del Baratillo:
Miércoles, Sábados y vísperas de Festivos: 20:30
Domingos y Festivos: 11:00 y 12:00
Página web oficial de la Capilla de la Piedad del Baratillo: www.hermandadelbaratillo.es/
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La Capilla de la Piedad del Baratillo, al detalle:
Retablo Mayor
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