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sábado, 2 de mayo de 2020

La imagen de la Divina Pastora de Nuestras Almas, Emperatriz de Cielos y Tierra (de Santa Marina), en la Capilla del Hospital de los Viejos


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la imagen de la Divina Pastora de Nuestras Almas, Emperatriz de Cielos y Tierra (de Santa Marina), en la Capilla del Hospital de los Viejos, de Sevilla.
    Hoy, 2 de mayo (sábado anterior al IV Domingo de Pascua), es la Solemnidad Litúrgica de la Madre del Buen Pastor, fiesta instituida por S. S. Pio VI en 1795 gracias al empeño de los padres capuchinos, especialmente el Beato Diego José de Cádiz, que se celebra anualmente el sábado anterior a la dominica del Buen Pastor.
      Y qué mejor día que hoy para ExplicArte la imagen de la Divina Pastora de Nuestras Almas, Emperatriz de Cielos y Tierra (de Santa Marina), en la Capilla del Hospital de los Viejos, de Sevilla.
     La Capilla del Hospital de San Bernardo, o de los Viejos (Capilla de la Hermandad de la Divina Pastora de Santa Marina), se encuentra en la calle Amparo, 13; en el Barrio de la Encarnación-Regina, del Distrito Casco Antiguo.
      La  imagen  de  talla  de  la  Divina Pastora, es un icono celebérrimo, de incalculable significación religiosa, histórica e iconográfica, en razón de su primacía universal. Constituye el eslabón inicial de gigantesca cadena de copias, variantes y nuevas creaciones, esparcidas por Andalucía, España y por el mundo entero.
      Está realizada en madera de incorruptible ciprés hasta el busto, y el resto en madera de cedro. De tamaño natural (127 cms), en actitud sedente. Aunque está concebida para ser ataviada con ricas telas, es de talla completa, excepto la cabellera postiza, y los brazos articulados. Estos últimos también estofados y policromados, al igual que el resto del cuerpo. Dicho estofado, oculto bajo los ropajes superpuestos, es de grandes flores multicolores, simbolizando las virtudes y prerrogativas marianas, como así mismo, a la altura del pecho una gran cartela con un sol radiado, también estofado en oro, con el símbolo mariano.
      Posee un inefable rostro, de los más bellos en la escultura sevillana del Siglo XVIII, según el sentir de muchos tratadistas, en estos tres siglos de devoción pastoreña. Su cronología puede fecharse en torno a 1704-1705, pues fue bendecida el día de la Epifanía del Señor de 1705, en el antiguo Monasterio de las Madres Agustinas Ermitañas de la Encarnación, cuyo solar lo ocupa a día de hoy la actual Plaza de la Encarnación.
      Con respecto a su autor, los últimos estudios e investigaciones universitarias se decantan por considerarla obra de Francisco Antonio Ruiz de Gijón. El cual se cree, está enterrado en la Iglesia de Santa Marina, justo a los pies donde se encontraba el retablo de la Divina Pastora.
      Las manos también son muy hermosas, al igual que el rostro, jugando con refinamiento en postura y dedos, que acentúan su gracia femenil y sevillana.
      Se han llegado a descubrir hasta tres capas de policromías en el rostro, y siete en las manos, todas ellas de buena calidad. La actual, tanto en manos y rostro, de matiz cristalino y aporcelanado, parece ser obra de finales del Siglo XIX. En 1991-1992 el profesor Juan Manuel Miñarro López hizo una profunda restauración con criterio científico y conservador.
      Durante ella eliminó postizos interiores de escasa consistencia que formaban el cuerpo desde la cintura hasta los pies, y prolongó la talla desde el busto hasta los pies, completando e igualando la parte que le faltaba, extendiendo e igualando su rico estofado. Asimismo hizo una nueva base o peña de aspecto rocoso, para dejar mejor trabajada la figura del cordero que lleva a su diestra.
      Como complementos escultóricos además del citado cordero, que representa al mismo cristo Jesús, como Cordero de Dios y que permanece junto a la sagrada imagen permanentemente, hay dos ovejas más, una de menor tamaño, que mira al espectador con cierto descaro (es por ello llamado "el descarao") y otra la más grande de todas, en actitud de comer las hierbas del campo, el cual también tiene su gracioso apodo, "el comilón".

      Dichas ovejas, son todas ellas talladas en madera, doradas y estofadas en oro fino de la mejor calidad. Sin duda son el conjunto escultórico de tres ovejas que regaló a la corporación el Doctor Don Manuel Fernández Silva, Mayordomo de la Hermandad por los años de 1907.
      Igualmente existen tres ovejas más,la primera y más importante de ellas, es la que talló Francisco Antonio Ruiz de Gijón, junto a la Imagen de la Virgen, igualmente estofada y dorada en oro. Las otras dos, las más pequeñas del conjunto, una en pié y la otra sentada en el monte. Esta última realizada en porcelana y dorada. Donada por un devoto de la Santísima Virgen en 2005.
      Para diferenciar al Cordero Divino, que se sitúa junto a la Imagen de la Virgen, de las demás figuras oviles, tiene la particularidad de poseer los ojos de cristal en azul-celeste.
      Apenas ofrece explicación, y puede considerarse casi como milagroso, que esta efigie mariana escapara del incendio de su templo de Santa Marina en 1936. Quizá la reja de su capilla actuó como aislante, pero nunca hubiera podido impedir la entrada de cualquier insignificante chispa o pavesa, con las consecuencias imaginables. En cualquier caso la Divina Providencia dispuso la conservación de tan señero y sacrosanto Icono, gloria de Sevilla y del Mundo, para que ahora todos los pastoreños celebráramos llenos de gozo los trescientos años de su advocación (web oficial de la Hermandad de la Divina Pastora de Santa Marina).
      La Divina Pastora de Nuestras Almas, Emperatriz de Cielos y Tierra, titular de la hermandad de Gloria del mismo nombre, que poseía capilla propia en la iglesia de Santa Marina. Tiene un incalculable valor histórico e iconográfico, por haber sido la primera escultura de la Madre de Dios que se veneró en el universo con el traje y nombre de Pastora. Según las crónicas fue esculpida en 1705 por Bernardo Gijón, artista enigmático a quien la moderna investigación tiende a identificar con Francisco Antonio Gijón, autor del "Cachorro". Es de vestir, en postura sedente, y mide 1,27 m. Delicado semblante con mejillas arreboladas, resplandeciente de ternura, mostrando angélico candor y celestial belleza, no superada por ninguna de las innumerables copias que de tal advocación se han hecho. En realidad, puede decirse que responde a una concepción mística o supraterrena, puesto que la efigie fue encargada por el venerable padre Isidoro para representar plásticamente la inefable visión que él había recibido del cielo, como medio eficaz y segurísimo para hacer un amable apostolado de tipo popular. Difícil sintetizar la historia y prerrogativas de su hermandad, a la cual Felipe V acogió bajo su regio patrimonio, y que goza del excepcional privilegio de haber sido la primera corporación sevillana que votó defender con juramento la Asunción de Nuestra Señora (6-9-1903). También ha defendido la Realeza de la Virgen.
      Procesión en otoño, sobre bonito paso estilo rocalla, haciendo estación en varias iglesias y conventos.
      Orgullo de Sevilla y honra sublime de nuestro marianismo, la Divina Pastora de Santa Marina es uno de esos firmísimos puntales o valores que justifican que esta ciudad sea llamada "Tierra de María Santísima". Nada importa que la imagen ya no esté en su primitiva sede, pues frente a ella hay una calle, Divina Pastora, cuyo nombre dice más que cualquier testimonio. Además, la hermandad ha tenido el inteligente rasgo de incluir a Santa Marina como co-titular, en señal de respeto y continuidad histórica. El 13 de septiembre de 1992 se inauguró el nuevo santuario de calle Amparo, en el antiguo Hospital de los Viejos, que desde entonces actúa como un sentido foco de devoción popular. Entre otras piezas se guarda aquí el importante Simpecado donado por el Duque de Osuna, que hasta el siglo XIX sólo podía ser llevado, en nombre del Rey, por un Grande de España. El trabajo que los fieles realizaron para acondicionar la nueva capilla, es una empresa que ha asombrado al mundo cofradiero, y todo hace suponer que, a partir de ahora, la hermandad volverá a estar donde debe: en avanzada línea dentro del fecundo e inagotable marianismo hispalense. Durante el mismo año 1992, el prestigioso escultor Miñarro mejoró sensiblemente la imagen, al restaurar el maniquí (que forma una túnica interior tallada y estofada); sin embargo, respetó escrupulosamente la fisonomía de Nuestra Señora, para que siga siendo lo que es: No sólo la primera Pastora del mundo, sino también la más dulce, la más bonita y angélica. Rostro sublime de la Sevilla Eterna. Gracia pura y bendita, sobre la ciudad de la gracia (Juan Martínez Alcalde, Sevilla Mariana, repertorio iconográfico. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1997).

Conozcamos mejor la Solemnidad Litúrgica de la Madre del Buen Pastor
     El ocho de septiembre de 1703, en la Alameda de Hércules hispalense, el Venerable Padre Fray Isidoro de Sevilla, capuchino, presentó al pueblo sevillano una novedosa y consoladora advocación mariana que, desde la Ciudad del Betis, como el más precioso tesoro que esta ciudad ha hecho a la Iglesia, había de arraigar en todo el orbe católico: la Divina Pastora. Indisolublemente unido al origen de este venerado título mariano está el de su Primitiva y Real Hermandad, que habría de ser el cauce escogido por el capuchino fundador para consolidarlo y difundirlo: arzobispos, reyes, nobles, junto al pueblo de Sevilla, la honrarían y se honrarían desde entonces al inscribirse en sus filas. En un principio, el Padre Isidoro escogió la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María como la memoria litúrgica más apropiada para conmemorar a la Divina Pastora: María, plenamente glorificada y coronada, ejerce su pastorado sobre el cuerpo místico de su Hijo.  Consciente de la ventaja de tener una fiesta propia, en 1781 el Beato Diego José de Cádiz terminó un Oficio entero de la Divina Pastora, que envió al Ministro Provincial, José Félix de Sevilla, para que lo presentara en el Capítulo General de 1782 y se acordase pedir su aprobación y uso a la Sagrada Congregación de Ritos. Pero la gestión quedó infructuosa. Seis años después, en 1788, habiendo repasado sus textos eucológicos, que componen un segundo Oficio, decidió presentarlos a la Sagrada Congregación de Ritos para su aprobación, acompañados de un documento postulatorio razonando la oportunidad de la nueva fiesta, para lo que buscó el apoyo regio, pero la muerte primero del Confesor del Rey y a continuación la de este mismo frustró sus proyectos. Habiendo de celebrarse en Roma Capítulo General de la Orden Capuchino en mayo de 1789, por lo que les hace llegar a los vocales de su Provincia de Andalucía el expediente completo. El Padre Definidor de Lengua Española, Nicolás de Bustillo, se encargó de gestionarlo ante la Santa Sede, pero el asunto se quedó estancado. Intentó de nuevo el Beato Diego conseguir el apoyo regio, que se presentaba casi indispensable, presentando un memorial a la Reina María Luisa, fechado en Ronda, el siete de junio de 1793, en el que amplió su petición: no sólo a los capuchinos, sino a todo el clero secular y regular de España. La Reina debió consultar con el Rey Carlos IV, su marido, y remitieron el expediente a su primer ministro Manuel Godoy, que lo pasó al Inquisidor General, Manuel Abad y Lasierra, para que diera su parecer, que aconsejó desestimar la petición.
      La actitud regia debió cambiar a raíz de su Memorial a Carlos IV de 1794, sobre los medios espirituales necesarios en la guerra entablada contra la Francia revolucionaria en 1793, que resultó favorable a España. Fue finalmente Pío VI Braschi el que por el rescripto del uno de agosto de 1795, gracias al impulso del Beato Fray Diego José de Cádiz como vemos, el segundo gran apóstol de la Pastora, concedió a los capuchinos de España una fiesta con Oficio y Misa propios como Patrona de sus misiones para la Segunda Dominica de Pascua titulada Bienaventurada Virgen María, Madre del Buen Pastor Jesucristo con rito doble mayor, a los que se les dio rápidamente el regium exequátur. Este Oficio fue ampliado, a instancias del P. Nicolás de Bustillo, entonces General de la Orden, por rescripto de Pío VII Chiaramonti de once de enero de 1806 con las lecciones del primero y tercer nocturno de maitines como también la misa, si no obra del Beato Diego sí dependiente de su doctrina, todo revisado por el Prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos y por el Promotor de la Fe.  De los textos, sabemos que la oración colecta fue compuesta por el citado capuchino Nicolás de Bustillo, y las lecciones son de San Bernardo, y no de San Ildefonso o de San Antonino como en los textos del Beato Diego, y en 1817 se nos transmite una noticia de que los Oficios del Beato Diego están pendientes de aprobación en Roma desde 1796; quedan por lo tanto en el anonimato.

      Por decreto de diez de enero de 1801 el mismo Pío VII citado concedió al episcopado del Gran Ducado de Toscana para el primer domingo de mayo con el rito de doble mayor que se pudiera rezar de la Bienaventurada Virgen María con el título de Madre del Pastor Divino. Esta devoción había arraigado la devoción gracias a uno de los oradores capuchinos italianos más importantes de su época, el P. Claudio de la Pieve, que la había adquirido en un viaje suyo a España.  La súplica al Papa había sido dirigida el uno de diciembre de 1800 por el Obispo de Colle di Val di Elsa, provincia de Siena y diócesis sufragánea de Florencia, en representación de los obispos del Estado de Toscana, en acción de gracias por haberse librado del traumático azote napoleónico. El Oficio y misa propios presentados por el episcopado toscano fueron revisados también por el Prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos y por el Promotor de la Fe, y se extendieron a casi todos los sitios que celebraban la fiesta, incluidos los capuchinos, que abandonaron los suyos. El Beato Pío IX Mastai Ferretti concedió la fiesta a muchas diócesis y congregaciones: a los alcantarinos de Nápoles por el Breve Omnibus de doce de junio de 1849, que fue extendida a petición de Fernando II Rey de las Dos Sicilias a todo su reino, fijándola en veintiuno de mayo; a las religiosas del Buen Pastor y a las benedictinas de Campo Marzio, en Roma, en 1859; al Obispado de Bagnoreggio, Italia, en 1860; a los de Linares y Guadalajara, Méjico, en 1861. Por decreto de ocho de enero de 1863 de la Sagrada Congregación de Ritos, con la anuencia del citado Beato Pío IX, tras petición firmada por diez cardenales, seis patriarcas, treinta arzobispos, noventa y cinco obispos, dieciocho generales de órdenes y congregaciones religiosas, nueve procuradores y tres comisarios apostólicos de otras tantas, fue establecido que se concediera esta fiesta con rito de doble mayor a todas las diócesis y familias religiosas que lo solicitaran, con los textos eucológicos toscanos. Entre las concesiones a partir de entonces podemos citar las siguientes: a los monasterios cistercienses de Francia en 1863; a la Diócesis de Alatri, Italia, en 1866; a los Misioneros de la Preciosísima Sangre para el primer viernes de junio; a los Mínimos para el primer domingo de octubre; a los Redentoristas y a las Religiosas del Buen Pastor para el tres de septiembre, pero con el Oficio de los capuchinos españoles; a los Euditas, que lo habían pedido en 1874, en 1895. No habiéndose instaurado la fiesta todavía en Sevilla, la cuna de la devoción, el presbítero José de la Fuente y Zabalegui, comisionado por el cabildo de oficiales del veintidós de mayo de 1875 de la Primitiva Hermandad de la Divina Pastora, dirigió una petición al Cabildo Catedral el dos de febrero de 1876 para que instara al Arzobispo lo solicitara de Roma.  Tras haber sido examinada la petición por la Diputación de Ceremonias, acordó el Cabildo elevarla al Cardenal Arzobispo de la Lastra y Cuesta para el domingo segundo después de Pascua con rito de doble de segunda clase. El prelado expidió sus letras para ello al Papa el ocho de abril de 1876. Pero menos de un mes después, el cinco de mayo, murió dicho cardenal, por lo que hubo de esperarse al plácet de su sucesor.  Habiendo tomado posesión su sucesor, Joaquín Lluch y Garriga, y obtenido de él el plácet, en este caso se extravió en Roma la petición citada, y fue preciso enviar un certificado de ella. El decreto fue expedido por fin el uno de febrero de 1878. Aunque se pidieron y fueron concedidos el Oficio y la misa de los capuchinos españoles aprobados en 1806, los textos que finalmente se instauraron fueron los toscanos. Por fin en 1882, se celebró el veintitrés de abril en Sevilla la Fiesta de la Madre del Divino Pastor, señalada en el II Domingo después de Pascua, con rito de segunda clase.  El veintinueve de octubre de 1885 el Procurador General de los Menores Capuchinos, Bruno de Vinay, a instancias del que hasta entonces había sido Comisario Apostólico de España, en nombre de sus súbditos, pidió al Papa la concesión a toda su Orden de la fiesta de la Madre del Pastor Divino para el segundo domingo después de Pascua con el rito mayor de segunda clase, con la misa y Oficio aprobados para los capuchinos españoles y de otras provincias. Fue aprobada la petición por rescripto de León XIII Pecci de diecinueve de noviembre de dicho año 1885, que el cuatro de diciembre de 1894 concedió a la Orden Capuchina, pero con el Oficio y misa de Toscana. En el actual Propio de la Diócesis de Sevilla, aprobado el diecisiete de junio de 1977 por la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino, está inserta como memoria libre para el sábado anterior al Domingo IV de Pascua, del Buen Pastor, La Bienaventurada Virgen María, Madre del Buen Pastor. Los textos eucológicos actuales se encuentran en el Misal Franciscano en español, aprobado por Decreto de la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino el 17 de junio de 1980 para uso de las familias franciscanas hispanas (Prot. N. CD 892/79). 

      Éste señala para el sábado anterior al Domingo IV de Pascua para la Orden Capuchina la Fiesta de la Divina Pastora, Madre del Buen Pastor (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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