Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Málaga, déjame ExplicArte los principales monumentos (Catedral de Nuestra Señora de la Encarnación) de la localidad de Málaga (V), en la provincia de Málaga.
Es el monumento más significativo del patrimonio cultural de Málaga, declarada Monumento en 1931. Se alza sobre el solar que ocupó la Mezquita-Aljama durante ocho siglos, la cual, conquistada la ciudad en 1487, se dedicó a Santa María de la Encarnación, adaptándola al culto cristiano.
Se adaptó, por tanto, una mezquita al culto cristiano, realizándose obras de adaptación entre 1487 y 1523. La obra más importante de esta etapa es la portada abierta en el muro N. del patio, que fue acceso principal de la catedral. Se abrió en 1498, por el primer obispo, D. Pedro Díaz de Toledo, pero D. Diego Ramírez de Villaescusa de Haro mandó labrarla, a partir de 1514, y en 1526, sin terminar, se dio por finalizada, conservándose después como portada principal de la iglesia del Sagrario.
Responde al estilo Reyes Católicos y ofrece las dos caras labradas. La externa está flanqueada por esbeltos contrafuertes, en los que se inserta la Virgen y el arcángel Gabriel, advocación de la Catedral, junto con los Evangelistas y Padres de la Iglesia. El vano de acceso, manteniendo el esquema de arco con alfiz de tradición mudéjar, es de medio punto abocinado, decorado con cardina e integrando imágenes del Antiguo Testamento, y en las arquivoltas los Apóstoles; la última de ellas se yergue formando un rizo que encierra la imagen del Salvador en actitud de bendecir, y a ambos lados escudo y sello de D. César Riario, bajo cuya prelacía se terminó. El cuerpo superior está centralizado por una deshecha imagen de la Virgen con dos figuras orantes bajo artificioso dosel calado, posiblemente el Cardenal Mendoza y D. Pedro de Toledo, acompañados por santos protectores.
El programa iconográfico de la portada es significativo, ya que como pieza exterior de una mezquita adaptada a templo cristiano, se reservó para fines didácticos, y su imaginería soporta un complejo aparato ideológico y simbólico dirigido, más que a los musulmanes vencidos, a los cristianos, como confirmación de la fe por la que lucharon. Cuando Castilla decidió finalizar la Reconquista, para mentalizar al ejército se manejaron los más eficaces argumentos teológicos; era necesario propagar la verdadera religión, defender la divinidad de Jesucristo y la maternidad virginal de María y esa unión paradójica de maternidad y virginidad se justifica en el misterio de la Encarnación. El programa se inscribe en formulaciones de la teología redencionista expresando argumentos que fueron de gran eficacia en la conquista del reino de Granada, ya que la advocación de la Encarnación, expresa la concepción virginal, argumento fundamental del cristianismo, y a ella se dedicaron muchas iglesias de los lugares reconquistados.
Se ha relacionado la portada con el estilo de Pedro López, quien dirigió la nueva catedral de Málaga. También con maestros de Granada y Sevilla como Jorge Fernández o Juan Guas, así como con el taller de Simón de Colonia. Asimismo, pudo trazarla un maestro del círculo del cardenal Cisneros; es posible que fuese Egas, como maestro mayor de trazas de los Reyes Católicos, presente en estos círculos, y podría ser ejecución del escultor picardo Nicolás Tiller, documentado en Málaga en 1524 en el retablo de Santa Bárbara.
Pero desde 1525 el Cabildo tenía planeada una nueva Catedral, sobre cuyas trazas no hay acuerdo. Para unos fue Diego de Siloé, maestro de la Catedral de Granada, quien la trazó, dirigiendo la obra Pedro López. Pero documentalmente sabemos que el Provisor D. Bernardino Contreras había mandado hacer una traza y en 1528 hizo venir a Enrique Egas, para que viese la traza y el lugar donde había de edificarse la iglesia y se acordó el comienzo de la obra, que dirigiría López conforme a dicha traza. Cabe la posibilidad de que ésta fuese de Siloé, o realizada por Egas, como maestro trazador, interviniendo Siloé con posterioridad, como ocurrió en Granada.
López dirigió la obra de la catedral hasta 1539; realizó la cimentación de la girola, criptas y comenzó la construcción de los pilares absidiales y muros de cerramiento de las capillas. A su muerte se paralizó la obra hasta que llegase el nuevo obispo, el dominico Fray Bernardo Manrique, quien trajo un maestro de su orden, Fray Martín de Santiago (+ 1547), que llevó las obras con sensatez. Dirigió la Catedral hasta 1549 Diego de Vergara, aparejador que había venido con él desde Salamanca, y como se empezaban a voltear los primeros arcos para realizar la estructura sustentante y bóvedas, se encargó una maqueta, para proseguir la obra, a Andrés de Vandelvira, maestro de Jaén, presentando otra Diego de Vergara; en junio de 1550 informó sobre ellas Hernán Ruiz II maestro de Córdoba, cuyo informe no conocemos, pero sabemos que se recogieron soluciones de ambas, y fue elegido Vergara como Maestro Mayor. La maqueta «de piedra» que se conserva en el Archivo Histórico Provincial, se atribuye a Vergara.
Las obras se desarrollaron con rapidez. Al morir Manrique (1564) estaban terminadas las capillas de la girola; con Blanco Salcedo (1565-75) se realizaron los brazos de ambos cruceros, y hasta 1587 D. Francisco Pacheco de Córdoba cubrió y adornó la capilla mayor y bóvedas del crucero. Muerto Vergara (1583), sucedió en la dirección de la catedral su hijo, Diego de Vergara Echaburu (1583-1597), quien cerró el crucero y construyó el altar mayor.
En 1587 se empezaban a derribar casas para continuar, cuando el nuevo obispo D. García de Haro (1587-98), al comprobar que el sistema de financiación había agotado también las arcas de las Fábricas Menores, ordenó en el año 1588 aislar la cabecera cerrándola con un tabique de mampostería, desarrollándose el culto en la zona concluida.
Tras la consagración de la Catedral, sólo se emprendieron las obras del coro, después de un desagradable pleito entre el Obispo y el Cabildo, que determinó la intervención real aprobando la propuesta capitular y construyéndose los pilares de piedra como extensión de la Catedral, según diseño de Francisco de Mora sobre trazas de Juan de Minjares.
Durante el siglo XVII las obras fueron escasas y no fructificaron los intentos de continuación, siendo el más serio el patrocinado por el obispo Fray Alonso de Santo Tomás (1664-92).
El temor a un derrumbamiento determinó la continuación de las obras. El informe del ingeniero del puerto Bartolomé Thurus (1719), decidió al Cabildo a contratar al arquitecto José de Bada (1691-1755) quien puso la primera piedra de la fachada en 1720, y desde ésta, elevando a la vez pilares y muros perimetrales, la obra nueva iría a encontrarse con la renacentista, manteniendo el mismo estilo por imposición del Cabildo que quería salvaguardar la unidad estilística del interior, siendo más barroco el diseño de los exteriores.
Para financiar tan costosa obra fue decisivo un impuesto, en su origen aplicado al puerto cuyas obras entonces estaban detenidas, que gravaba con un real de vellón la arroba de vino, pasa y aceite que se embarcara por el puerto de la ciudad; en ocasiones el importe se redujo, si bien se amplió el ámbito geográfico a los puertos de Marbella, Vélez-Málaga y Estepona. El proceso constructivo de la Catedral permaneció estrechamente ligado a la recaudación del arbitrio y, por lo tanto, el peso económico de las obras recaía en la ciudad; en 1782 se había consumido con creces la cantidad autorizada por el arbitrio, cesando la obra en el estado que hoy se encuentra; faltan algunos elementos, como las torres, de las que sólo se terminó la del sur, de ahí que se la llame cariñosamente «la manquita».
Desde 1723 trabajaba en la Catedral Antonio Ramos (1703-1782), que sería Maestro Mayor en 1760; a partir de 1764 inició la unión de la obra nueva con la vieja, crítico momento en el cual el Cabildo solicitó informes a varios arquitectos entre ellos Ventura Rodríguez, quien respaldó la propuesta de Ramos para derribar los bastiones, y unir la obra. Además dejó los planos de una cubierta de madera y teja para proteger las bóvedas de la Catedral, que se habían cubierto con placas de cerámica, como la obra del siglo XVI. En 1768 se abrió al culto la Catedral unida, y se siguió trabajando hasta 1782.
La Catedral de Málaga ocupa un lugar intermedio entre los edificios góticos y los nuevos proyectos renacentistas. Tiene tres naves, girola y dos de capillas laterales cubiertas con bóvedas de medio cañón. Las naves se alzan a la misma altura (41,79 m.) y se cierran con bóvedas vaídas en las que se insertan casquetes esféricos, con adornos manieristas entre los que se desarrolla el programa iconográfico, también alusivo a la Encarnación y las Virtudes. El alzado lo forma la llamada estructura siloesca, un pilar sobre alto basamento, con medias columnas corintias adosadas que sostienen trozos de entablamento disponiéndose encima otro pilar que apea el arco de la bóveda, sistema que permite aumentar la altura de la nave sin distorsionar el canon de los pilares. La luz penetra por los muros perimetrales mediante triples ventanas quedando matizada por aquellos; desaparecidas las primitivas vidrieras, las actuales, de Maumejean y Mayel fueron donadas desde finales del siglo XIX por familias de la burguesía malagueña.
En el exterior, además de la primitiva portada de la Catedral-mezquita, ya citada, destacan las portadas del crucero, obra renacentista, enmarcadas por los cubillos, grandes torreones que encierran los caracoles de acceso, magnífica obra de cantería, que exteriormente toman forma de gigantesco fuste acanalado, y su diseño data de las trazas originales. En el s. XVIII se realizó el ornato rococó de la parte superior de estos cubillos. Las portadas laterales, intermedias entre las del crucero y las torres, fueron diseño de Bada, que repite los esquemas compositivos de la fachada del Sagrario de la Catedral de Granada, de cuya obra fue maestro mayor.
La fachada principal, retranqueada con respecto al plano marcado por las torres, produciendo un pequeño atrio que se cierra con una magnífica reja de finales del siglo XVIII, está realizada en mármoles de ricos colores. Forma tres calles divididas por grandes columnas corintias pareadas, abriéndose en el cuerpo bajo los accesos mientras que en superior se encuentran las imágenes de San Ciriaco y Santa Paula y en el arco central, entre columnas salomónicas, el tema de la Anunciación, obra temprana de Antonio Ramos de 1734. El programa iconográfico de esta fachada principal, con la advocación del templo y la presencia de los patronos, renueva las antiguas devociones.
La torre norte es el único elemento vertical en este conjunto. Sus dos primeros cuerpos forman unidad con la fachada principal, el tercero abre en sus cuatro lados una triple arquería para el cuerpo de campanas, y el último, octogonal, se corona por una airosa cúpula. La torre sur, de similar diseño, no se completó, el tercer cuerpo lanza al aire los fustes inacabados de sus soportes, marcando el fin del gigantesco proyecto arquitectónico de la Catedral de Málaga.
La capilla mayor. Es semidecagonal y muy aérea, con arcos de medio punto alzados a gran altura, que se refuerzan con arcos-diafragma y se cubre con bóveda de nervios. El programa iconográfico de los pilares nos muestra imágenes esculpidas en piedra, que representan a la Iglesia Triunfante, ocho de cuerpo entero (San Ciriaco, Santa Paula, San Lorenzo, San Sebastián, San Esteban, Santa Catalina, Santa Águeda y Santa Eufemia) y otras tantas de busto (Abrahám, Moisés, David, San Juan Bautista y los cuatro Padres de la Iglesia.
Se completa con un programa pictórico que inició el obispo Pacheco (1575-87), quien encargó al escultor sevillano Juan Bautista Vázquez un retablo y al pintor italiano César Arbassia (1550-1607), el programa pictórico. Éste pintó para la capilla de la Encarnación el tríptico que se encuentra en la capilla de San José, y el programa iconográfico del presbiterio, con escenas de la Pasión, obras manieristas de acusado movimiento y atrevidos escorzos pintadas sobre los diafragmas que refuerzan los pilares. Este espacio tenía un ornato más complejo y en el siglo XVIII, al renovar el color de la piedra, se optó por una solución más plástica que refuerza lo arquitectónico, conservándose aquella decoración bajo la capa de estuco claro y roleos dorados.
Esta capilla mayor está presidida por un tabernáculo de mármol del siglo XIX, proyecto del arquitecto Enríquez Ferrer, construido por el escultor-lapidario José Frápolli y Pelli, quien aprovechó ocho columnas de piedra serpentina labradas en el siglo anterior con ocasión de uno de los intentos frustrados. Porque en la construcción del tabernáculo se sucedieron otras piezas anteriores, de Arbassia, o de Jerónimo Gómez de Hermosilla del que se conservan algunas imágenes, así como interesantes proyectos. Y a ambos lados, junto a los pilares torales, los púlpitos de mármol, diseñados en 1674 y ejecutados por el cantero Melchor de Aguirre.
Una magnífica sillería coral, fundamentalmente obra de Pedro de Mena, ocupa el espacio central de la nave. A partir l 633 se contrató con el escultor sevillano Luis Ortiz de Vargas la arquitectura lignaria del conjunto y algunas imágenes. José Micael Alfaro intervino en la talla del Apostolado y los pequeños bustos de santos que rematan la sillería. Muerto éste en la epidemia de 1649, el trabajo quedó inconcluso y en 1658 se activó la obra con la llegada del granadino Pedro de Mena (1628-88), quien talló 42 figuras en altorrelieve adosadas al respaldo, además de la coronación del recinto.
La sillería muestra diferentes concepciones estéticas. Ortiz de Vargas muestra su estilo de formación sevillana con soluciones que recuerdan al círculo montañesino. Las imágenes de José Micael Alfaro ofrecen una actitud dramática, usando del escorzo y otros recursos compositivos manieristas. Mena talló con extraordinaria habilidad las restantes imágenes (a excepción del San Miguel) destacando los valores expresivos de rostros y manos; sus imágenes son representativas del misticismo, ofreciendo el ímpetu espiritual y emociones propios del barroco.
Sobre el coro se alzan los dos grandes órganos, realizados entre 1779 y 1781 por el maestro organero Julián de la Orden. Son instrumentos de técnica y sonoridad extraordinarias, con más de 4.000 tubos sonantes que proporcionan sonido directo también a las naves laterales. Las espléndidas cajas fueron diseñadas por el maestro José Martín de Aldehuela, manteniendo la armonía compositiva con el conjunto arquitectónico del templo; las esculturas de Virtudes, angelitos y Famas, así como los escudos que las coronan, son obra del escultor granadino Juan de Salazar y de Antonio de Medina Moreno.
El altar principal del trascoro lo preside el grupo de la Piedad esculpido en mármol por los hermanos Pissanis y en las hornacinas laterales, S. Juan y María Magdalena, en madera policromada imitando mármol, obras del escultor malagueño del siglo XIX, Salvador Gutiérrez de León quien también realizó las esculturas de los cuatro altares laterales.
Para realizar el recorrido por las capillas laterales, comenzaremos por la primera de la izquierda, desde el acceso principal.
Capilla de San Sebastián. La preside un retablo con grandes columnas corintias de madera dorada del escultor granadino José Navas Parejo, realizado después de la Guerra Civil. La imagen titular, atribuida a Jerónimo Gómez y procedente del tabernáculo del siglo XVII, se rehízo y es obra temprana de Juan de Ávalos. A la derecha se encuentra un hermoso Crucificado del Perdón, de Pedro de Mena, que formaba grupo con la Dolorosa expuesta en el altar de los Caídos; la Virgen que lo acompaña es una Dolorosa de vestir de Fernando Ortiz de mediados del XVIII, remodelación reciente de la que se encontraba en una urna.
En la puerta de acceso al patio del Sagrario, se encuentra el lienzo (1869) de la pintora local Rafaela Roose de Quirós, la Virgen del Carmen en la entrega del escapulario a los religiosos reformadores de la orden carmelita.
Capilla de San Rafael. El retablo, de madera dorada y policromada, con elementos en perspectiva, es reconstrucción del original (atribuido a Ortiz), que realizaron el tallista Miguel Sánchez Ruiz y el pintor Luis Ramos Rosa a partir de una vieja fotografía. El San Rafael es obra anónima del siglo XVIII que sustituyó a la primitiva desaparecida en la destrucción parcial del retablo ocurrida en la Guerra Civil. En el lado izquierdo hay un cuadro de la Anunciación, muy canesco, atribuido al pintor local Juan Niño de Guevara (1632-1698), del cual conserva la Catedral un notable conjunto de obras. Bajo él se encuentra el sepulcro del Cardenal Herrera Oria, obra de Víctor de los Ríos, de 1968.
Capilla de San José. Toma su nombre de la imagen del santo, obra de Fernando Ortiz. Pero la obra más significativa es el tríptico, que presidió la capilla de la Encarnación hasta el s. XVIII. Pintado al óleo sobre tabla por César Arbassia, en el cuerpo central se encuentra la Anunciación, y las hojas laterales, abatibles, muestran en el anverso escenas de la vida de la Virgen y en el reverso a San Pedro y San Pablo. En el testero principal hay una Alegoría de la Fortaleza, del siglo XVII de estilo flamenco, atribuida a Miguel Manrique, e inspirada en grabados de Rubens, que forma parte de una colección de siete cuadros alegóricos donados a la catedral en 1885. Y en un lado un grupo de la Adoración de los Pastores, talla manierista de finales del siglo XVI.
El brazo norte del crucero cierra la puerta con un magnífico cancel, proyecto de Antonio Ramos realizado en 1773. Un poco comprimido por él se encuentra otro altar dedicado a San Sebastián, formado por una preciosa moldura barroco-clasicista diseñada por el arquitecto José Martín de Aldehuela (siglo XVIII) que enmarca un conjunto de pinturas del veneciano Jacobo Palma (1596).
Capilla de San Julián. Recibe su nombre del cuadro del santo, obra de Cristóbal García Salmerón, donada por el obispo de Cuenca en el año 1638 en virtud del voto que Málaga había jurado al patrón de Cuenca por haberla librado de la peste.
Sobre la puerta de la Sacristía hay un lienzo de enormes proporciones, El convite del Fariseo, realizado por el flamenco Miguel Manrique (+ l647), que en su patria fue discípulo de Rubens de quien captó su colorido y formas expresivas; este cuadro, inspirado en el grabado de Natalis que reproduce una composición de Rubens del Museo del Ermitage, fue pintado para el convento de la Victoria.
Sacristía Mayor. Sus paredes están cubiertas de cuadros, entre los que destaca el ciclo de la vida de la Virgen, realizado por el pintor local Damián Francisco (1681-83) para decorar la capilla de la Virgen de los Reyes, y la Inmaculada de José Ramos y Guillén (1787), atribuida durante años a Salvador de Ylaella. Los armarios tienen decorado el interior con pinturas murales de vistosos roleos. El de la izquierda guarda la plata del servicio diario; el otro custodia las reliquias de la Catedral disponiéndose el interior en forma de retablo.
Capilla del Cristo del Amparo. Le da nombre la imagen del Crucificado del granadino Antonio Gómez (1600-03). También destacan dos grandes cuadros firmados por el malagueño Diego de la Cerda (s. XVIII), la Caída camino del Calvario y el Traslado al Sepulcro. En los altares laterales, enmarcados por una arquitectura fingida hay dos magníficas obras de Juan Niño de Guevara, Muerte de San Francisco Javier, y San Juan de Dios momentos antes de su muerte. A ambos lados del Cristo, en vitrinas policromadas al gusto chinesco del siglo XVIII hay dos interesantes esculturas de escuela napolitana (finales s. XVII) que representan a Santa Teresa de Jesús en Éxtasis y Santa María Egipciaca.
Capilla de la Virgen del Pilar. Es la de menor interés artístico por su retablo central, pero en los altares laterales, también de arquitectura fingida, hay dos buenos lienzos de Diego de la Cerda, uno con la doble composición de la Aparición de Jesús Niño a San Antonio de Padua y las Tentaciones de San Antonio Abad, el otro es la Aparición de San José con el Niño a Santa Teresa de Jesús.
Capilla de la Encarnación. Su hermoso retablo (que sustituyó al tríptico de Arbassia), dedicado a la advocación de la Catedral, lo encargó el obispo Molina Lario (1776-83), quien dispuso en ella su enterramiento. Construido en ágata, responde al gusto clasicista y posiblemente lo diseñó Ventura Rodríguez correspondiendo la dirección a Antonio Ramos, y a la muerte de éste (1782) a José Martín de Aldehuela. Se divide en tres calles por columnas corintias de fuste liso, reservando la central para la Anunciación y las laterales para San Ciriaco y Santa Paula, patronos de la ciudad.
En el testero izquierdo se encuentra el mausoleo de Fray Bernardo Manrique, en actitud orante, fechado en 1565 y atribuido a Gregorio Pardo, el hijo de Vigarny. Enfrente le da la réplica el mausoleo del obispo Molina Lario, también orante sobre una urna funeraria, de sinuoso perfil, decorada con elementos vegetales y armas del prelado. En el fondo del nicho hay un relieve arquitectónico a modo de retablo que representa la Aparición de la Virgen del Pilar a Santiago. Fue realizado por Juan de Salazar Palomino, quien también hizo las esculturas del retablo.
Capilla de Santa Bárbara. La preside el único retablo conservado de la Catedral-Mezquita. Dedicado a Santa Bárbara, fue encargado en 1524 al imaginero Nicolás Tiller y al pintor Francisco de Ledesma. La imagen titular fue retallada en 1765 por Fernando Ortiz. En ambos testeros y formando pareja, la Asunción y la Ascensión, de Niño de Guevara (1632-1698), enmarcadas por un pequeño retablo pictórico con escenas de la vida de la Virgen y de Jesús, de Juan Coronado (1756). En suelo está la lápida funeraria del canónigo del Pozo, fundador de esta capellanía.
Capilla de San Francisco de Asís. Ocupa el testero principal un retablo de iconografía franciscana, del siglo XVII y escuela castellana, procedente del convento de Santa Clara de Plasencia (Cáceres), donado por la marquesa de Larios en 1945. La escultura de San Francisco es una talla en tamaño casi natural, realizada por Fernando Ortiz, procedente del convento malagueño de San Pedro de Alcántara.
En los testeros laterales se encuentran los mausoleos de los arzobispos de Salerno y Monreal, Luis de Torres (+ l553) y Luis de Torres (+ l584), respectivamente tío y sobrino. El yacente de aquél (derecha), realizado en bronce y de gran calidad, se atribuye al italiano Guglielmo della Porta, fechado hacia 1545, aunque no fue realizado para él mismo, siendo la urna y pedestal, de mármoles de color, obra de Giovanni Antonio Dossio, cuando se montó el monumento en 1575. Aunque fue Luis de Torres II quien encargó el sepulcro anterior, el suyo (izquierda) no es de tanta calidad, y se vincula al círculo de artistas próximos a la Corte Vaticana de fines del siglo XVI.
Capilla de la Virgen de los Reyes. Dedicada a una de las advocaciones marianas más antiguas de Málaga, la delicada escultura gótica que la preside, fue donada por los Reyes Católicos tras la conquista de la ciudad. El pequeño retablo fue tallado por Pedro de Mena con diseño de Niño de Guevara, de 1681, pero desaparecido en los años cuarenta del siglo XX, se realizó una fiel reconstrucción en madera, dorada recientemente. A ambos lados se encuentran las dos pequeñas estatuas orantes de los Reyes, talladas por Pedro de Mena, que servirían de modelo para las que realizó para la Catedral de Granada.
En el testero de acceso a la antigua Sacristía de Beneficiados (hoy columbario de Canónigos) se encuentra un magnífico y enorme lienzo que representa la Decapitación de San Pablo, obra de Enrique Simonet realizada en Roma (1887). En el testero lateral hay una Inmaculada, firmada por Alonso del Arco (siglo XVII) y un dramático Descendimiento de Cornelio de Vos, de la misma cronología.
El Crucero Sur se ha diseñado para hacer conjunto con el del norte. También aquí hay un magnífico cancel y el retablo se compone con diversos cuadros presididos por el San Miguel de Niño de Guevara, realizando el pintor Muriel la moldura-retablo siguiendo el modelo del que se encuentra enfrente.
Capilla de la Concepción. La preside retablo de madera en su color, reconstrucción de 1944 del primitivo del siglo XVIII, enmarcando el magnífico lienzo de la Inmaculada, que unos atribuyen a Mateo Cerezo (1626-66), y otros a Claudio Coello.
Capilla de la Virgen del Rosario. Está presidida por un cuadro de Alonso Cano, de indiscutible calidad, datado por Harold Wethey hacia 1665. Representa a la Virgen con el Niño sobre un trono de nubes con angelitos, entregando el Rosario a Santo Domingo, lo que realiza ante San Francisco, los fundadores de dos grandes órdenes, que han sido pilares de la Iglesia, aquí representados como las recias columnas que sostienen el trono. En una vitrina de madera dorada se guarda la espléndida imagen de San Blas, de Fernando Ortiz, fechada hacia 1750-55. En el testero izquierdo está el altar de la Virgen de Belén, que se cita por su valor sentimental, ya que es una mala copia del original, destruido, que Pedro de Mena talló para la iglesia de los dominicos. En el altar de enfrente hay una buena imagen de San Luis Obispo, procedente del antiguo tabernáculo de Jerónimo Gómez de Hermosilla.
Capilla del Sagrado Corazón. Aquí se encontraba la puerta que daba acceso a la calle de San Juan de Dios, y donde se montaba el monumento de Semana Santa, puerta que se eliminó en 1879. En 1943, y dentro de una política de acrecentamiento del patrimonio de la Catedral, por las pérdidas de la Guerra Civil, se compró el monumental retablo barroco, procedente de la iglesia de San Pelayo de Becerril del Campos (Palencia), en el que se integraban once tablas del s. XVI, atribuidas al llamado Maestro de Becerril, obras de gran calidad, cuyo programa iconográfico gira en torno a la vida y martirio de San Pelayo, joven mártir de Córdoba, quien al resistirse a las deshonestas pretensiones del sultán Abd-al-Rahman III, fue martirizado y sus restos arrojados al Guadalquivir.
Capilla de los Caídos. Recibe este nombre por el carácter que se concedió a este recinto en 1937, proyectándose un enterramiento para las víctimas de la Guerra Civil, y en 1941 se encomendó el proyecto de un ambicioso retablo a Félix Granda Buylla, quien lo realizó y se expuso en Málaga, aunque no llegó a realizarse. En 1946 Navas Parejo presentó nuevo proyecto, de estilo escurialense, que se bendijo en 1965. La imaginería, patinada, se contrató con el escultor Francisco Pinto Berraquero. Las obras de mayor valor artístico y emocional de la Capilla son el Crucificado y la Dolorosa que ocupan el nicho central. El patronato había sido concedido en el s. XIX a la marquesa de Campo Nuevo quien donó un Cristo de la Agonía y una Virgen de la Soledad, de busto, de Pedro de Mena. El Cristo no es el de Pedro de Mena, que se encuentra en la capilla de San Sebastián, sino un Cristo expirante, procedente de la iglesia de los Capuchinos, de Alonso de Mena, padre del anterior. La Dolorosa, de medio cuerpo, sí es de Pedro de Mena. Se cuelgan aquí también dos de alegorías atribuidas a Manrique que representan la Caridad y la Justicia.
En el muro de cerramiento de la fachada de la Catedral destaca un cuadro de gran tamaño, oval, que representa la Exaltación de San Francisco Caracciolo, de escuela italiana del s. XVIII.
Museo. La Catedral cuenta con un Museo donde se exponen algunas destacadas piezas: una preciosa Virgen de los Ángeles de estilo gótico flamenco del s. XVI, de la misma fecha una Genealogía de la Orden Franciscana, de gran interés iconográfico, pintada al óleo sobre tabla, una Piedad de Luis de Morales, y San Pablo ermitaño de Ribera (s. XVII). En la vitrina un Simpecado inmaculadista, bordado en oro y plata por Domingo Navarro (1769) y un magnífico Cantoral del s. XV. Se guardan aquí también algunas pequeñas esculturas como el S. Pascual Bailón, atribuida a Pedro de Mena, y S. Luis rey, más relacionable con Ortiz.
En la sala II está el espléndido frontal de plata, con el tema de la Anunciación y los Santos Mártires realizado en Sevilla (1625). Hay dos cruces procesionales, una de finales del XVI y otra de plata dorada del orfebre cordobés Damián de Castro (1780), un portapaz de estructura gótica regalado por el obispo Villaescusa, un Lignum Crucis del XVI, cálices y copones barrocos y las vinajeras del orfebre Cahier (s. XIX). Hay una buena colección de ornamentos litúrgicos destacando los más antiguos de D. César Riario y la casulla y capa pluvial del obispo Manrique (Rosario Camacho Martínez, Isidoro Coloma. Guía artística de Málaga y su provincia. Tomo I. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
La Catedral es un edificio con planta de tres naves separadas por arcos de medio punto sobre pilares de pedestal cruciforme redondeado, con columnas corintias de módulo clásico, que para aumentar su altura disponen sobre los capiteles trozos de entablamento de volada cornisa, sirviendo de apoyo a elevados pilares sobre los que descansan las bóvedas.
Las naves laterales, apenas interrumpidas por el crucero, solamente se aprecian por su mayor anchura, corriendo detrás de la cabecera formando un deambulatorio. La capilla mayor completamente abierta a los dos niveles de su alzado para lograr la mejor visibilidad del altar desde todos los puntos posibles, se adapta a un semidecágono formado por pilares corintios entre los que se trazan altos y estrechos arcos de medio punto reforzados con otros más bajos. Sobre el entablamento, decorado con un friso vegetal y bustos de los Padres de la Iglesia se alza otro piso con pilares a los que se superponen hornacinas aveneradas con figuras de santos; en ellos se apoyan los robustos nervios que jalonan la bóveda, cuyos gallones se decoran con formas axiales o llaves resaltadas.
En el crucero se marca un espacio rectangular más amplio que se cubre con casquete esférico con decoración más rica que la capilla mayor pero del mismo corte presentando en las pechinas medallones acuartelados. El trasaltar resulta de gran sobriedad al igual que la girola, de tramos trapezoidales que se cubren con casquetes esféricos comprimidos para adaptarlo a este difícil marco. A ella se abren capillas que han sido cuadradas por medio de grandes pilares triangulares ahuecados para disponer pequeñas sacristías, separadas por columnas adosadas que sostienen una cornisa por encima de la cual, entre los pilares se encuentran dos niveles de vanos.
La fachada principal traduce la estructura interior componiéndose con tres calles, separadas por sólidos pilastrones con pares de columnas corintias adosadas que sostienen una volada cornisa denticulada, entre ellos se rehunden tres arcos de medio punto que cobijan las portadas enriquecidas con mármoles polícromos.
En el central, columnas corintias pareadas sostienen frontoncillos curvos, de los que parece arrancar la moldura que limita, entre columnas salomónicas, el medallón oval de la Encarnación. En los laterales los arcos son más reducidos coronándose sobre amplia enjuta y frontón abierto con los medallones de los Santos Mártires.
Por encima de la volada cornisa el segundo cuerpo se compone también con columnas corintias pareadas y mármoles polícromos bordeando los arcos y óculos que componen la linterna de la fachada, idéntica en los tres pórticos. Sobre otra cornisa se dispone un banco con balaustrada de mármol rematada con sólidos pináculos, surgiendo en la calle central un ático del que sólo llegó a construirse una pequeña parte.
Las torres, de las que solo llegó a terminarse una, se disponen como dos grandes machones con avance entre los que se desarrolla la fachada y se fueron construyendo a la vez que ésta y siguiendo su línea. De base cuadrada continua esta estructura un cuerpo por encima del buque de la iglesia, rematándose en un edículo octogonal de columnas y pilastras corintias coronado por una cupulilla semiesférica con esbelto cupulín.
En los laterales se abren otras dos portadas. Las más próximas a la fachada principal se pueden considerar un diseño clásico de Bada que las realizó en su totalidad. Las portadas del crucero, con los cubillos, representan una parte fundamental de esta iglesia. Estos cubos son torreones de frente convexo que encierran los caracoles de acceso. Su cuerpo inferior, que limita la portada, se compone como una gigantesca columna adosada de sólida base cuadrada y fuste acanalado con reducidas saeteras. A partir del segundo cuerpo la decoración va creciendo hacia la parte superior con efecto muy barroco.
Tras ser conquistada Málaga en Agosto de 1487, los Reyes Católicos ordenaron que se bendijera la mezquita mayor de la ciudad para dar gracias a Dios por la victoria. En ella se erigió la Catedral en febrero de 1488, dedicada a Santa María de la Encarnación, eligiendo el cabildo como armas el simbólico jarro de azucenas. Pero la mezquita adaptada no respondía a lo que el obispo y el cabildo aspiraban para su iglesia principal y se empezó la construcción de un nuevo templo cuyos cimientos se abrían en 1528, siguiendo los planos informados por los maestros Enrique Egas y Pedro López; no obstante, lo visible del edificio obedece a otra planta hecha por Diego de Siloé, según consta.
Después el nuevo maestro de la obra, Diego de Vergara, y el de Jaén, Andrés de Vandelvira, hicieron nuevas trazas en 1549. La girola estaba concluida en 1564, el crucero en 1570, y la capilla mayor en 1580, consagrándose la iglesia el 3 de Agosto de 1588. El coro data de 1592 a 1662. Y el resto de las naves son del siglo XVIII, obra de José Bada, así como la fachada y torres, con algunas modificaciones (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
La Catedral de la Encarnación se levanta en el lugar que ocupara la Mezquita-Aljama, o mezquita mayor de la ciudad, durante los ocho siglos de dominio musulmán.
Iniciada su construcción en la primera mitad del siglo XVI y continuada a lo largo del XVII y XVIII, es obra inacabada a la que falta el remate de la fachada principal y completar la torre sur; este hecho ha venido, con el tiempo, a dotar al templo de un aspecto singular que lo caracteriza y es el origen de su nombre popular, "La Manquita".
De su interior cabe destacar la obra escultórica del coro, con 42 tallas realizadas por Pedro de Mena, y los dos órganos, magníficos instrumentos musicales -cuentan con más de 4.000 tubos-, raros ejemplares del siglo XVIII que aún se conservan en buen uso. Alberga el Museo Catedralicio.
La Catedral. Historia
La Iglesia Catedral de la Encarnación de Málaga se comienza a construir en el año 1528 sobre la antigua Mezquita Mayor existente en la ciudad islámica en el momento de su reconquista por los Reyes Católicos, allá por el año 1487. Sus comienzos son inciertos, así como las noticias sobre el o los autores de sus trazas.
Este enorme templo, una vez que se comienza se ve envuelto en constantes interrupciones y cambios de dirección hasta bien entrado el siglo XVIII cuando, en 1782 y con una de las torres de la fachada principal sin acabar, se pone fin a un largo proceso constructivo.
Parece ser que el afamado arquitecto Enrique Egas, venido desde Toledo en compañía del maestro cantero Pedro López ya emite un primer informe en el mismo año 1528 sobre sus trazas, siendo el mismo Pedro López, el encargado de dirigir las obras de la cabecera, diseñada según algunos autores por otro de los grandes maestros de la época, Diego de Siloé.
Después de un período de inactividad el Cabildo hace venir en 1549 a Andrés de Vandelvira, pasando el encargo al año siguiente a manos de Hernán Ruiz II, grandes exponentes ambos de la arquitectura renacentista en Andalucía; y luego a Diego de Vergara, maestro formado en Italia, y a su hijo de igual nombre; quienes trabajan en esta catedral hasta casi el final del siglo XVI. Así, por estas fechas ya estaban en pie la cabecera y la Sacristía, y puede decirse que hasta entonces habían intervenido en el magno proyecto en mayor o menor grado todos los grandes maestros del Renacimiento andaluz.
En varios aspectos la estructura de esta catedral se inspira en la de la Catedral de Granada, con planta típicamente gótica rectangular de tres naves con capillas laterales en todo el perímetro de la iglesia salvo los pies, con crucero sensiblemente resaltado, girola y ábside poligonal. Destaca en este templo de Málaga su majestuosa Capilla Mayor, obra de Diego de Vergara de 1541, semicircular, con sus muros sesgados por altas ventanas superpuestas entre columnas corintias estriadas y cubierta con una bella bóveda nervada dotada de un gran efecto espacial. También hay que destacar todo el resto de su interior, cubierto por espectaculares bóvedas vaídas decoradas con grutescos y palmas, donde en un alarde de maestría se montan nuevos pilares sobre los ya existentes en el centro del templo para ganar altura, dejando atrás definitivamente el tradicional escalonamiento gótico de las tres naves.
Después de un período de inactividad y acabada la Guerra de Sucesión, en el año 1719 se reinician de nuevo las obras, a cuyo frente queda el arquitecto José de Bada, quien especialmente se ocupa de trazar las fachadas, con bellas portadas muy efectistas donde combina distintos elementos con mármoles en varios colores.
A la muerte de éste en 1756 el también arquitecto Antonio Ramos, autor del vecino Palacio Episcopal, continua las obras levantando los potentes cubos que flanquean las entradas del crucero y cerrando el interior del templo. En 1764 se somete la edificación a la supervisión de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, siendo el prestigioso Ventura Rodríguez el responsable de dar el Visto Bueno a las obras realizadas.
Las portadas del crucero muestran puerta semicircular con arquivoltas sobre capiteles renacentistas y cuerpo con tres hornacinas, la central de medio punto y adinteladas las laterales, de interesante composición paladiana. La bella Portada del Sagrario, de medio punto entre un orden de columnas, presenta frontón curvo con el escudo episcopal en su tímpano. Los muros laterales muestran la grandiosidad de sus contrafuertes rematadas por cornisas clásicas y los dos cuerpos de ventanas.
Interiormente una serie de obras de arte llenan el templo; entre ellas están el retablo gótico de la Capilla de Santa Bárbara y los sepulcros del siglo XVI de la Capilla de San Francisco. Pieza de gran valor es su magnífico Coro, cuya sillería está tallada en madera en doble fila de asientos por Francisco de Mora.
La Capilla de la Encarnación muestra un retablo neoclásico de 1785, obra de Juan de Villanueva y tallado por Antonio Ramos y Aldehuela, con esculturas de Salazar y Palomino. Cuenta además con valiosas tallas de Pedro de Mena y cuadros de Juan Niño de Guevara y Alonso Cano.
Bien de Interés Cultural, la Catedral de Málaga está catalogada como monumento, según publicación aparecida en la Gaceta de Madrid en el año 1931.
En el interior, se puede visitar el Museo catedralicio.
Ubicado en la antigua sala capitular, posee un artesonado mudéjar del siglo XVI. Alberga una selección de su patrimonio pictórico y escultórico, con relevantes obras de Pedro de Mena y José Ribera entre otros. La colección se completa con objetos litúrgicos de platería, talla y bordado, destacando custodias, relicarios, juegos de altar y crucificados de marfil. La visita se realiza conjuntamente con la de la Catedral de Nuestra Señora de la Encarnación.
La colección
Se divide en dos salones en los que se pueden observar diversas obras que proceden de los distintos emplazamientos de la catedral, en el primero se pueden observar obras de arte mientras que el segundo contiene objetos relacionados con la religión, además de cerámicas y tallas.
Dentro de las pinturas que se pueden observar en la primera sala destacan grandes autores como José de Ribera o Luis Morales. En esta misma sala comparten espacio pequeñas esculturas del siglo XVII.
La silla episcopal del obispo Santos Olivera preside la segunda sala, en la que se pueden ver otros elementos litúrgicos, destacando piezas de orfebrería y de marfil.
El edificio
La Catedral de Málaga es uno de los principales monumentos históricos de la ciudad. Fue construida entre 1528 y 1782 siguiendo los planos de Diego de Siloé.
Su fachada es de estilo Barroco mientras que su interior es renacentista. Se divide en tres naves, siendo la de de mayor anchura la central (Diputación Provincial de Málaga).
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