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jueves, 15 de diciembre de 2022

Un paseo por la calle Maese Rodrigo

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Maese Rodrigo, de Sevilla, dando un paseo por ella
   Hoy, 15 de diciembre, es el aniversario del nacimiento (15 de diciembre de 1444) de Rodrigo Fernández de Santaella, Maese Rodrigo, a quien está dedicada esta vía del callejero sevillano, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la calle Maese Rodrigo.   
   La calle Maese Rodrigo es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo; y va de la calle Habana, a la confluencia de la plaza Puerta de Jerez con la avenida de la Constitución
     La calle, desde  el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en  la  población  histórica  y en  los  sectores  urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las  edificaciones  colindantes  entre  si. En  cambio, en  los  sectores  de periferia donde predomina la edificación  abierta,  constituida  por  bloques  exentos,  la  calle,  como  ámbito  lineal de relación, se pierde, y  el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
     Desde el s. XVI fue conocida, con las actuales Joaquín Hazañas y Puerta Jerez, como calle, plazuela o plaza de Maese Rodrigo o del Colegio de Maese Rodrigo, por haber fundado en sus inmediaciones el canónigo de la Catedral, Rodrigo Fernández de Santaella (1444-1509), el Colegio de Santa María de Jesús, origen de la Universi­dad de Sevilla. El plano de Olavide (1771) recoge el rótulo de Universidad que simultanea con el anterior. Tras el traslado de aquélla a su nuevo emplazamiento en Laraña en 1771, conservará exclusivamente el de Mae­se Rodrigo, modificándose en 1845 la rotulación de plaza por la de calle.
     La calle actual no es sino el tramo intermedio de la irregular plaza de Maese Rodri­go, que fue cerrándose progresivamente en uno de sus extremos, al tiempo que se abría al exterior, una vez derribada la Puerta de Jerez en 1865. Con la rotulación en 1935 de Joaquín Hazañas, se desgajó su tramo más estrecho y regular, quedando en la actualidad una vía corta y ancha. En los siglos XII y XIII este espacio, situado hasta enton­ces extramuros, queda incorporado dentro de uno de los palacios almohades. Hasta la construcción de la Casa de la Moneda la comunicación entre la Puerta de Jerez y el
interior de la ciudad se realizaba por allí, a través de las Atarazanas de los Caballeros, a las que se accedía por un arquillo ubicado en el extremo de esta calle, que se cerró al construirse la Casa de la Moneda, y en su lu­gar se abre la actual Joaquín Hazañas. La actuación más decisiva en su actual configuración será la realizada a partir de 1913 mediante convenio de cesión mutua de solares entre el Ayuntamiento e Ildefonso Marañón, que permitirá construir la manzana del edificio Coliseo, alineándose con la acera de la Casa de la Moneda, y la apertura de comunicación con Habana. Confluye Joaquín Hazañas. En el s. XVI existía un husillo de desagüe al río a través de las Atarazanas de los Caballeros, que quedó cortado después de la construcción de la Casa de la Mo­neda, teniendo que buscar una nueva salida. Este husillo inundaba las casas con la subida del río. En el s. XVI estuvo empedrada, pavimento que conservará hasta principios del siglo actual, en que fue adoquinada, renovándose en los años cincuenta con fondos de prevención del paro. En los últimos tiempos ha sido convertida en espacio peatonal con calzada de losetas de cemento en toda su extensión y dotada de bancos de hierro y de una gran palmera cen­tral en alcorque, a la que rodean bancos de granito. Se ilumina con farolas de fundición adosadas a la pared. Su escaso caserío está formado en su acera izquierda por dos bloques de cinco y ocho plantas, y en la derecha por casas de tres plantas, alguna de las cuales conserva en su fachada huellas de la apertura realizada , en el primer cuarto del presente siglo, hacia Habana.
     Hasta la apertura del ultimo tramo de la avenida de la Constitución, poco antes de 1928, fue una de las dos únicas vías de acceso a la Puerta de Jerez, la zona del Prado y Delicias. Esta función de paso obligado se acentuó tras la apertura de la calle y puerta de San Fernando en el s. XVIII y la instalación de la estación de ferrocarril de San Bernardo a mediados del s. XIX, incrementándose el trasiego de mercancías y viajeros. Por ella solían pasar los duques de Montpensier en sus visitas a la Catedral, así como las unidades militares que volvían de África. En el año 1863, cuando se establecen las líneas de tranvías, se trazó una que recorría desde San Fernando a la Plaza Nueva. El tránsito debió ser tan intenso por la entonces angosta calle, que en 1905 el Ayuntamiento prohibió el tráfico comercial, autorizando sólo los carruajes de paseo. En ella se sitúan actualmente oficinas comerciales y un restaurante. En el chaflán que hace la calle en la confluencia con la Puerta Jerez, hay una placa de mármol procedente de la desapare­cida Puerta de Jerez con la siguiente estrofa:
          "Hércules me edificó,
           Julio César me cercó
           de muros y torres altas, 
           el rey santo me ganó
           con Garci Pérez de Vargas".
     Estos versos se complementan con unos datos sobre la época en que se renovó la puerta por acuerdo municipal, siendo alcalde Juan Vicentelo de Lecca [Salvador Rodríguez Becerra, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993]
Conozcamos mejor la Biografía de Rodrigo Fernández de Santaella y Córdoba, Maese Rodrigo;
     Rodrigo Fernández de Santaella y Córdoba, Maese Rodrigo, Rodrigo de Santaella. (Carmona, Sevilla, 15 de diciembre de 1444 – Sevilla, 20 de enero de 1509). Humanista, teólogo, predicador, traductor, lexicógrafo, reformador de la religión y la moral, instructor del clero y fundador del Colegio de Santa María de Jesús y Estudio General de Sevilla.
     Fue uno de los seis hijos varones de Lope Fernández de Santaella y Leonor de Rueda, modesta familia de origen converso de Carmona, aunque ya de niño viajó a otros lugares. Siendo bachiller en Teología y clérigo de la diócesis hispalense, el 11 de junio de 1467 fue presentado por el cabildo de Toledo y su arzobispo Alfonso Carrillo de Acuña para una beca de Teología en el Colegio de San Clemente de los Españoles de Bolonia; lo recibió el rector y canonista Pedro de León, y le asignó la segunda cámara junto a las letrinas. Tras la muerte de un colegial por una epidemia de peste, entre el 20 de julio y el 27 de agosto de 1468 estuvo en la finca Brayola refugiado con otros colegiales, de los que hizo las veces de rector Antonio de Lebrija, quien estudió Teología hasta 1470. Desde el 14 de septiembre de 1469 rigió la cátedra de Teología del colegio, y el curso siguiente leyó Filosofía sustituyendo a Antonio de Trano. Del 18 al 28 de mayo de 1471 viajó a Venecia, donde escribe en el Vocabulario que conoció las raíces con forma humana de la mandrágora. Dos meses después fue a Venecia Pedro de Mendoça, quien el año anterior había sido expulsado durante dos meses del colegio por violento, y nombró como procurador a Santaella, quien había asistido a su recepción como colegial. En Bolonia pudo ya conocer las teorías literarias de Marcio Galeoto y Filippo Beroaldo, partidario de Apuleyo. En 1471-1472 se encarga de leer la Filosofía moral en los días festivos junto con Pedro Arbués de Épila (quien sería asesinado en 1485 siendo inquisidor de Aragón), y en 1472-1473 es consiliario del colegio, que abandonó al doctorarse en Artes y Teología promovido por el cardenal legado Francesco Gonzaga.
     Residió luego en Roma como capellán, familiar y comensal del cardenal Giacomo Ammannati Piccolomini (1422-1479) en su gran palacio situado detrás del Castell Sant’Angelo junto al Tíber. Hacia 1474-1476, Gonzaga y este mecenas de humanistas intercedieron ante Sixto IV por Francesco Filelfo, a quien Santaella llama en el Vocabulario “amigo mío”, refiriendo que le explicó que el término eclesiástico Paráclitus era forma corrupta de Paraclétus. Con Giacomo Gherardi, secretario de Ammannati y desde 1475 de Sixto IV, con Antonio Malvicino y con otros miembros del grupo de Ammannati mantuvo Santaella durante estos años una estrecha amistad, que seguía viva en marzo de 1490, y hasta la parte más literaria de su testamento latino y los versos de su lápida sepulcral copian los del cardenal Papiense. El 12 de junio de 1476 le escribe este desde Monsindoli animándolo en sus ambiciones eclesiásticas y ante la peste que asolaba Roma, y agradeciéndole el envío de una información sobre las homilías usadas ante el Papa y de un erudito discurso propio. Quizá fuera la Elegantissima oratio sobre la Pasión que predicó con treinta y tres años ante la curia papal el 4 de abril de 1477, editada poco después por el impresor de Antoninus, De censuris (Roma, 1 de julio de 1476, GW 2069), y de forma más cuidada por Plannck hacia 1481; en este sermón de base bíblica recurre a Apuleyo y los filósofos griegos para defender el término eclesiástico passio frente al ciceroniano perturbatio, usando la figura de la evidentia para provocar los sentimientos del auditorio. 
   Contra el librito de Leonardo Leto basianense De uxoribus presbyterorum, quod iniqua lege vetitae videantur (Biblioteca Vaticana, mss. 1306), que circulaba entre el beneplácito de muchos prelados curiosos, defendió el celibato de los presbíteros de la iglesia occidental en los veinticinco folios de un Dialogus representado por Libido (Leto), cuyas veinticinco intervenciones apenas ocupan el quince por ciento del diálogo, y Pudicitia (Santaella), quien sin ahorrar improperios a su rival en sus respectivas respuestas, defiende indignada la continencia de los sacerdotes, desplegando todo un arsenal de recursos retóricos, de conocimiento de los textos bíblicos, de los Padres de la Iglesia y de otros teólogos como Inocencio III, además de Platón, Aristóteles, Teofrasto, Epicuro, los filósofos materialistas y Ovidio, ponderando el peso de la tradición, explicando el doble significado de ‘mujer’ y ‘esposa’ del término griego ΓΥΝΗ, y exponiendo ejemplos y razonamientos personales. En la carta dedicatoria lo dedicó como su inútil siervo (mancipiolum) a Sixto IV, quien le concedió otros privilegios, títulos y beneficios entre 1477 y septiembre de 1480. Bartolomé Platina, prefecto de la Biblioteca Vaticana, consignó algunos de los libros de Juan Crisóstomo que prestó a Santaella el 21 de abril y el 12 de agosto de ese año.
     Debió de regresar a España hacia 1481, pues como tesorero de la iglesia de Ávila, el 23 de febrero de 1482 fue testigo de la toma de posesión de unas casas y tierras al este de la ciudad por parte de los albaceas de Fernán Núñez Arnalte, quien había sido secretario y tesorero de la reina: su viuda y dama de la reina María de Ávila, y el confesor de la reina y futuro inquisidor general Tomás de Torquemada; el 4 de mayo representó al cabildo de Ávila en una concordia con el de Segovia en Olmedo. Entre el 23 de noviembre de 1482 y el día de Epifanía de 1483 predicó como canónigo magistral en la catedral de Sevilla, donde en los años siguientes realizó otras gestiones y colaboró con cristianos nuevos. El cabildo, en 1486, le encargó los sermones de los viernes de Cuaresma, Ramos y Mandato, y en marzo lo envió a Córdoba con el canónigo Pedro de León al encuentro del nuevo arzobispo Diego Hurtado de Mendoza, sobrino y antiguo colaborador del cardenal Pedro González de Mendoza. El 25 de junio de ese año, en nombre del cabildo y el arzobispo, tomó posesión de las rentas de la recuperada iglesia de Ronda, de donde había regresado el 10 de julio. Meses después, con un elogio de su amigo Pedro de León, dedicó al arzobispo como regalo de Navidad su Memoriale Pontificum sobre las cualidades y forma de gobernar que debe tener un obispo, probándole “quánto es necessaria la presencia del Prelado en su Iglesia”, como éste reconoce a su “especial et grande Amigo” en la respuesta desde Guadarrama el 4 de diciembre de 1486. Juntamente le envió Santaella su exposición del salmo centésimo (Guión de los Reyes), un espejo de príncipes basado en el ejemplo del piadoso rey David que había dedicado a los reyes Isabel y Fernando; de estos obtuvo en 1487 la canongía magistral en la recién conquistada ciudad de Málaga, de la que tomó posesión el 2 de septiembre de 1489 como capellán de los Soberanos. Entre otras ocupaciones de esos años, fue visitador de la diócesis y predicó en la catedral el sermón de San Sebastián de 1488.
     Hacia el otoño de 1489 regresó a Roma, donde el diecinueve de enero de 1490 firmó un poder. Nicolás Antonio le atribuyó por error una Oratio habita in die Parasceves coram Innocentio Papa de Antonio Lolli, que en un manuscrito de la Biblioteca Ambrosiana precede a la de Santaella de 1477. En Italia permaneció otros cinco años al ser enviado por ese papa y por los reyes a Sicilia como comisario de la Santa Cruzada para la guerra contra el turco, como visitador y comisario general de la Inquisición en ese reino. Para estas misiones mandó copiar un tratado de Juan de Torquemada contra los principales errores de Mahoma, y otro titulado Quinque articuli quos disputaui ad populum hispalensem contra iudeos et hereticos iudaizantes simplici stillo et miti acrimonia, ut sola eos conuictos perlucida ueritate ostendam (Biblioteca Capitular de Sevilla, R.7210, fols. 48r-89r, copia anotada por él del Ms. Vat. L. 1043, fols. 246r-305v, escrito en Bolonia en 1440 por el franciscano fray Fernando de Sevilla). En Sicilia estuvo al servicio del virrey Fernando de Acuña, sobrino de Alonso Carrillo y segundo esposo de María de Ávila, durante la expulsión de los judíos y hasta después de su muerte el 2 de diciembre de 1494 como ejecutor testamentario para la construcción de su fastuoso mausoleo y de la capilla de Santa Ágata en la catedral de Catania, inaugurados el verano siguiente. En esos años alcanzó nuevas rentas y mercedes de Inocencio VIII y Alejandro VI. En sus disputas públicas contra judíos y judaizantes sobre los artículos de la Fe, tanto en Sicilia como en Sevilla, buscó la conversión y adoctrinamiento pacífico mediante la persuasión y la caridad, siguiendo las directrices tolerantes del humanismo cristiano y paulinista auspiciado por Ammannati, por los Mendoza, por Hernando de Talavera y por otros adversarios de la discriminación de los cristianos nuevos y de las prácticas anticanónicas de la Inquisición. En Sicilia también compuso su Vocabulario, en el que da pruebas de conocer bien la isla.
     El 5 de septiembre de 1495, además de concederle otros privilegios mientras siguiera en Italia comisionado por el papado y los reyes, lo nombra Alejandro VI protonotario apostólico, cargo que jura ante el arzobispo de Sevilla en Guadalajara, capital de los Mendoza, el 14 de junio de 1496, mediando seis días después en un conflicto entre dicho arzobispo y su cabildo. El 6 de abril de 1497 vende una finca en Sevilla. Después de la Pragmática Real del 22 de agosto de 1497 contra los homosexuales, a la que aludía en el fol. 8, debió de componer el sermón contra los sodomitas en ocho hojas que conoció Bartolomé José Gallardo. Predicó los sermones de Pasión y Resurrección en 1498, y de los viernes de Cuaresma al año siguiente. En 1498 encargó al canónigo Pedro de León que se ocupara de que Antonio de Lebrija, condiscípulo de ambos en Bolonia, formara a los clérigos hispalenses en las Escuelas de San Miguel, de las que también se ocupó junto al canónigo y maestrescuela Jerónimo Pinelo. Dejó manuscritos sus comentarios a setenta y dos pasajes bíblicos y otras setenta y cinco cuestiones teológicas. Desde 1498 actuó como diputado para el negocio del Estudio General de Sevilla, empresa que, al no crearse el estudio concedido por los Reyes el 22 de febrero de 1502 ni prosperar el que quiso fundar el Cardenal Cisneros en el convento hispalense de San Francisco, asumió por cuenta propia unos meses después. 
   En 1499 dedicó a la reina Isabel con un encendido elogio la impresión por los tres compañeros alemanes del referido Vocabulario, con poema latino al clero de Juan de Trigueros, catedrático de latín hispalense que había sido discípulo de Lucio Marineo Sículo y preceptor del Duque de Medina Sidonia. Este diccionario latino-español de solo siete mil términos toma como modelo el Vocabulista ecclesiástico latino-volgare de fray Giovanni Bernardo da Savona, que mejora y amplía a partir, sobre todo, de los diccionarios de Calepino, Perotti y Lebrija. El Vocabulario conoció al menos veintiséis ediciones hasta 1556, cuando, aumentado y corregido, comenzó a ser publicado como Dictionarium ecclesiasticum por Eustaquio Cervantes de Morales, y desde 1566 por Diego Jiménez Arias como Lexicon ecclesiasticum, con lo que superó el centenar de ediciones a lo largo de tres siglos. Este éxito se debió a la utilidad de su información y a la cuidada selección de sus entradas en función de los clérigos a quienes iba destinado. Al final de la primera edición, con dedicatoria al rey Fernando, incluyó su traducción del griego al latín y al castellano de sendas cartas apócrifas entre el emperador Juliano el Apóstata y el obispo Basilio de Cesarea, quien reprocha a su antiguo compañero que “contra el mesmo dios te ensoberveces poniendo las manos en la iglesia”, con lo que el canónigo parece amonestar sutilmente al Rey por su actitud hacia la Iglesia. También en 1499, en una elegante epístola latina con la correspondiente respuesta tras el tratado, dedicó a su amigo Francisco de Mendoza, arcediano de Sevilla, su edición de unas instrucciones en latín para los sacerdotes sobre la misa, que fueron reimpresas en Logroño en 1503.
     Por entonces, con una intención similar de mejorar la instrucción del clero pero con un contenido más amplio, dedicó al arzobispo un Manual de doctrina para visitadores y clérigos cuyo inicio reproduce Vindel en El arte tipográfico (n.º 131); fue reimpreso en 1502, cinco meses antes de la muerte del arzobispo y cardenal, primo hermano de la madre de Francisco de Mendoza, quien volvió a hacerlo imprimir en 1530 cuando era obispo de Zamora. Desde 1500 es arcediano de Reina y figura como examinador de los clérigos y como censor de libros, entre otros de una Reprobación del Alcorán; sigue de visitador de diversas poblaciones de la diócesis, a las que se suman Sevilla y Triana el 3 de enero de 1503, y luego Marchena, Osuna, Jerez y la Banda Morisca, y se ocupa de sus negocios particulares. En 1502 había acabado un libro contra los vicios de la lengua (Antidotum lingue), en el que también refutaba las supuestas transformaciones de hombres en animales.
     Hacia 1502-1503 publicó un Arte de bien morir, manual de confesores tradicional del que buena parte es traducción del Libro dela preparatione ala morte de Bartolomeo de Maraschi (Roma, 1473), que remonta a un Tractatus artis bene moriendi derivado del De scientia mortis de Jean Gerson. Lo dedicó a la referida María de Ávila, bajo cuya obediencia había puesto a su sobrina Isabel (quien finalmente regresaría a Sevilla) para que ingresara en el convento franciscano que ella fundó cerca de Ávila. Lo llamó de Santa María de Jesús, como Santaella su colegio, con una lápida en latín que enfatiza la humildad propia de la espiritualidad franciscana que ambos compartieron. A la abadesa, colegio y monjas del convento de San Clemente de Sevilla, entre las que el autor tenía dos sobrinas, dedicó su traducción con un bello proemio de setenta y tres Sermones de San Bernardo espurios, y al mismo convento legó una imagen bizantina de la Virgen.
     El 28 de mayo de 1503, dedicada al conde de Cifuentes y asistente de Sevilla, salió impresa su traducción, un tanto apresurada, del Libro de Marco Polo a partir de una copia concluida el 20 de agosto de 1493 de la traducción al dialecto veneciano, y de la versión portuguesa de Valentim Fernandes (Lisboa, 1502), junto a la del libro IV sobre “India” de De varietate fortunae de Poggio Bracciolini para corroborar la situación de las Indias. En la “Cosmografía breve introductoria” refuta la teoría de Cristóbal Colón de que la isla Española y otras tierras vecinas se encontraban en continente asiático y correspondían a Ofir, a la India y a otros lugares de Oriente referidos también en el Antiguo Testamento. Con ello rebatía las profecías mesiánicas sobre los viajes colombinos. Pero al ampliar la concepción tradicional tripartita del mundo (África, Europa y Asia), su obra constituye un hito en la historia de la idea del descubrimiento de un Nuevo Mundo, anterior a la publicación de la célebre carta de Amerigo Vespucci.
     No es de Santaella, como señaló Juan Gil en la Introducción a su edición de esa obra, un tratado Sobre diversas especies de plantas y animales no vistos por nosotros que se encuentran en India, y además sobre las costumbres de los Indios y otras cosas maravillosas y dignas de ser sabidas (De ignotis arborum atque animalium apud Indos speciebus et de moribus Indorum). En 1503 dio su aprobación a la impresión de Lectiones sanctorum per totius anni circulum matutinis horis in ecclesiis Dei dicendae, y de Passiones quas Beatissimi Apostoli, Martyres, Virginesque in agone suo passi sunt, que se le han atribuido erróneamente, al igual que una de las obras que recomendaba a los clérigos que supieran latín, la Summa de confesión llamada “Defecerunt” de fray Antonino arçobispo de Florencia del orden de los predicadores, Toledo, 1504.
     Decidido a fundar en Sevilla un colegio para estudiantes pobres, a imitación del boloñés que posibilitó su ascenso social, el 13 de junio de 1503 compró un solar junto al postigo de Jerez, y el 27 de noviembre comenzaron las obras. En ese año examinó a un nuevo capellán y publicó su Tratado de la inmortalidad del ánima, dedicado a Diego Fernández de Córdoba, conde de Cabra, mariscal de Castilla y padre del arcediano Francisco de Mendoza, declarándose su capellán. Se trata de uno de los primeros diálogos renacentistas en castellano impresos en España, contra los conversos averroístas que no creían en el más allá ni en la existencia de un espíritu que distinguiera al hombre de los animales. Respondiendo a las dudas del discípulo, el maestro ofrece una explicación racional a supersticiones y creencias en seres sobrenaturales como hombres lobo, faunos, sátiros, brujas y duendes, siguiendo al parecer el Malleus maleficarum. Haciendo suyo el principio de Aristóteles de que “quanto el bien es más común, tanto es mejor y más divino”, rebate a quienes tienen “por mal que las cosas de sciencia se pongan en estilo que todos las alcancen”, procurando ennoblecer su lengua y enseñar a la gente. Y en sus tratados religiosos traduce pasajes bíblicos para divulgar las fuentes de la doctrina cristiana, prolongando así la labor de predicación que ejerció durante más de cuarenta años de sacerdocio.
    El 26 de enero de 1504 imprimió Cromberger las poesías latinas a la Virgen compiladas por Santaella, que Maestre atribuye al papa Pío II, patrono de Ammannati. El libro, impreso con los mismos tipos romanos empleados un año antes en la edición nebrisense del poeta pagano Persio que debía desplazar en las aulas, lleva anejos varios poemas y una carta del maestro Antonio Carrión a Santaella. El 16 de febrero recibió el encargo de predicar los viernes de Cuaresma. Tras estar enfermo en abril, el 22 de mayo compró en su domicilio varias casas y otros bienes. A la muerte de Juan de Zúñiga, fue designado, el 2 de agosto de 1504, provisor hasta la toma de posesión del nuevo arzobispo el 5 de enero de 1505, presidiendo el cabildo del 24 de septiembre, e interviniendo en otras comisiones y negocios. El 3 de febrero de 1505 previó el cabildo un sustituto por si sus dolencias no le permitían predicar los miércoles de Cuaresma.
     El 12 de julio de 1505 obtuvo Bula de Julio II para fundar el Colegio de Santa María de Jesús, con los maestros necesarios y facultad para conferir, tanto a sus doce o más colegiales como a otros estudiantes, los grados de bachiller, licenciado, doctor y maestro en Artes, Lógica, Filosofía, Teología y Derecho Canónico y Civil como las restantes universidades hispanas. A esta fundación personal unió beneficios, prestameras, rentas y otros bienes, dejándola por heredera universal. La Bula fue ampliada con otra del 16 de junio de 1508, que añadía otros beneficios, la condición de Estudio General, los estudios de Medicina y los mismos privilegios de que gozaba la Universidad de Salamanca. La iglesia del futuro colegio, conservada hasta hoy, fue bendecida el 17 de mayo de 1506 por el fraile dominico de origen converso Reginaldo Romero, obispo de Tiberia. En el cuadro póstumo del retablo encargado al pintor Alejo Fernández Alemán, maese Rodrigo aparece arrodillado a los pies de la Virgen de la Antigua, a la que ofrece una maqueta del edificio. En las Constituciones estableció que los colegiales (diez teólogos y cinco canonistas) fueran clérigos pobres y de buenas costumbres, privilegiando a algunos de sus parientes, a los naturales de Carmona y de Utrera, a los de la diócesis hispalense y a los de Andalucía entre todo el reino de Castilla, y excluyendo a los de la ciudad de Sevilla. Prohibió cualquier discriminación por raza o linaje en la elección de colegiales y de cualquier cargo u oficio, pero esta Constitución XV.ª fue suprimida tras admitirse el 27 de abril de 1518 a los primeros colegiales, algunos de ellos de oscura ascendencia. Otras normas aproximaban el colegio a los futuros seminarios de sacerdotes. Insistió en que los estudiantes hablaran latín (Const. XLVII.ª), y prohibió enseñar las doctrinas nominalista y lulista, contrarias al aristotelismo de santo Tomás.
     El 10 de julio de 1506 examina a un nuevo cura del Sagrario, y el 25 de agosto recupera la canonjía de Málaga que en 1501 permutó engañado. En 1507 preside el Cabildo e interviene en otras comisiones, al igual que en 1508. Murió a los sesenta y cuatro años de edad, ocupado en el proyecto del futuro colegio y Estudio General, cuyos estatutos no tuvo tiempo de redactar, y en cuya capilla fue sepultado delante de las gradas del altar, donde le acompañaron más tarde los restos de sus amigos y albaceas María Sánchez, sierva de Cristo y administradora de su casa, y Alonso de Campos, quienes también favorecieron grandemente su fundación (Joaquín Pascual Barea, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Maese Rodrigo, de Sevilla, dando un paseo por ella. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

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La calle Maese Rodrigo, al detalle:
Placa conmemorativa en edificio Maese Rodrigo, 8.

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