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jueves, 12 de diciembre de 2024

La pintura de la Virgen de Guadalupe, en la Iglesia de Santa Ana

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura de la Virgen de Guadalupe, en la Iglesia de Santa Ana, de Sevilla.  
     Hoy, 12 de diciembre, Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe en México, cuyo gran maternal auxilio implora con humildad el pueblo en la colina de Tepeyac, cerca de la ciudad de México, donde apareció. Ella brilla como una estrella que invita a la evangelización de los pueblos, y es invocada como protectora de los indígenas y de los pobres [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y qué mejor día que hoy para ExplicArte la pintura de la Virgen de Guadalupe, en la Iglesia de Santa Ana, de Sevilla.
     La Iglesia de Santa Ana [nº 86 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 29 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la plazuela de Santa Ana, s/n (también tiene acceso por las puertas laterales en las calles Párroco Don Eugenio -antigua Vázquez de Leca-, y Bernardo Guerra); en el Barrio de Triana Casco Antiguo, del Distrito Triana.
     Se trata de una representación de la Virgen de Guadalupe, en la que, como es habitual, se sigue la tradición iconográfica creada en el ámbito artístico mexicano, en una obra anónima, en óleo sobre lienzo, de la segunda mitad del siglo XVII, con unas medidas de 1,80 x 1,20 mts.. Es por ello que la composición está presidida por la Virgen María, ataviada con túnica blanca y manto azul con estrellas doradas que le cubre su cabeza, situada sobre una luna en cuarto creciente y una peana de nubes de la que salen pequeñas cabezas de querubes. En torno a la Virgen se desarrolla una ráfaga de destellos dorados y un marco realizado con guirnaldas florales. En los cuatro ángulos de la pintura se muestran cuatro óvalos que encierran la historia del milagro de la Virgen de Guadalupe, desde su aparición a Diego.... a la construcción del templo de.... (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Óleo sobre lienzo con un excepcional marco barroco. Atribuido a Juan Correa y fechado entre 1685-1695. Se trata de una pintura de gran calidad, considerada como de las más notables representaciones de la Virgen de Guadalupe de Méjico. Llegó a la Parroquia de Santa Ana procedente el convento de carmelitas descalzos de Los Remedios.
     Juan Correa fue un distinguido pintor novohispano que se dedicó a la exportación de cuadros con la imagen de la Virgen de Guadalupe a España copiados de la obra original. Por lo que podemos decir que, la imagen de Guadalupe de nuestro cuadro está calcada del original y tiene sus mismas medidas., es decir, nos encontramos ante lo que se denomina un “verdadero retrato”, puesto que reproduce fielmente el objeto devocional original.
     En el centro del cuadro aparece la Virgen de Guadalupe siguiendo el calco original, rodeada por un ramillete de flores. En las cuatro esquinas se abren cartelas inscritas en óvalos que narran la historia de la aparición de Nuestra Señora a San Juan Diego.
     En el óvalo superior del ángulo izquierdo se describe la escena de la aparición de la Virgen al indio Juan Diego.
     La segunda cartela situada en la parte superior derecha narra el momento en que Juan Diego huye del encuentro con la Virgen para buscar un médico que pueda curar a su enfermo tío.
     La tercera cartela ubicada en la parte inferior izquierda describe el ofrecimiento de las rosas a la Virgen para que las convirtiera en el objeto milagroso con las que estampar su vera efigie en la tilma del indio.
     El cuarto óvalo muestra el momento del descubrimiento de la imagen al obispo Zumárraga en el palacio episcopal, mostrando el indio Juan Diego al obispo la tilma con la imagen de la Virgen impresa milagrosamente.
     El 9 de diciembre de 1531,Juan Diego, indígena azteca, iba caminando de madrugada desde su pueblo, Tenochtitlan, hasta la ciudad de México para oír la Santa Misa y asistir a la catequesis. Cuando amanecía, al llegar al cerro del Tepeyac al norte de la ciudad de México, escuchó una voz de mujer que lo llamaba por su nombre. Juan Diego comenzó a caminar siguiendo la voz, vio a una Señora muy belleza, cuyo vestido era tan brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: “Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en Mí confíen. Ve donde el Señor Obispo y dile que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo”.
     De inmediato el indio Juan Diego salió corriendo y no paró hasta llegar a la catedral de la ciudad de México. Sin embargo, tras contarle todo lo sucedido al obispo, Fray Juan de Zumárraga, franciscano, no encontró en él ningún apoyo a sus palabras. De regresó a su pueblo Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. Fue entonces que la Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. 
     Esta vez el obispo, después de escuchar a Juan Diego le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo. De regreso, por tercera vez, Juan Diego, en el cerro del Tepeyac, halló a la Señora y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar pues allí le daría la señal. 
     Al día siguiente, lamentablemente, Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del 12 de diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora prefirió tomar otro camino para evitarla. De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba. Juan Diego avergonzado por no haber podido acudir a la cita anterior le explicó lo ocurrido. La Virgen le dijo que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano. Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al obispo. La prueba solicitada se encontraba en la cumbre del cerro. La Señora le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde se encontraba un rosal de Castilla. La Señora le pidió que cortara las rosas, las colocara en su tilma y se las llevara al obispo. 
     Una vez ante Monseñor Zumárraga, Juan Diego desplegó su tilma, cayeron las rosas al suelo y en la tilma estaba pintada la imagen de la Señora, que hoy se conoce como la imagen de la Virgen de Guadalupe. Todos los presentes se arrodillaron y comenzaron a rezar. Viendo esto, el obispo Zumárraga llevó la tilma con la imagen santa a la Catedral y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio Juan Diego.
     Pio X la proclamó como “Patrona de toda la América Latina”, Pio XI de todas las “Américas”, Pio XII la llamó “Emperatriz de las Américas” y Juan XXIII “La Misionera Celeste del Nuevo Mundo” y “la Madre de las Américas” (Parroquia de Santa Ana).
   Lienzo al óleo de 1,92 x 1,25 m. Obra anónima del primer tercio del s. XVIII. Además de la Virgen, lleva en sus ángulos las cuatro tradicionales cartelas. (Tales cartelas no aparecen en España hasta fines del s. XVII, lo cual hace sospechar que con anterioridad a esa fecha sería difícil encontrarlas en México. Muchas de estas cartelas tuvieron por modelo los cuatro lienzos que adornaban los retablos de la ermita del Tepeyac, construida en 1667, lo cual suministra otro dato para fechar. En 1761 escribía un comentarista que "en la mayor parte de estos cuadros estaban pintadas las apariciones". Y efectivamente, el ochenta por ciento de las imágenes del siglo XVIII existentes en España, presentan las tradicionales cartelas (Juan Martínez Alcalde. Sevilla mariana, repertorio iconográfico. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1997). 
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe, de México;
   El sábado nueve de diciembre de 1531, un indio llamado Juan Diego iba muy de madrugada del pueblo en que residía a la ciudad de México a asistir a sus clases de catecismo y a oír misa. Al llegar, al amanecer, junto al cerro llamado Tepeyac escuchó una voz que lo llamaba por su nombre.
   Él subió a la cumbre y vio a una Señora de sobrehumana belleza, cuyo vestido era brillante como el sol, la cual con palabras muy amables y atentas le dijo: "Juanito: el más pequeño de mis hijos, yo soy la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, por quien se vive. Deseo vivamente que se me construya aquí un templo, para en él mostrar y prodigar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa a todos los moradores de esta tierra y a todos los que me invoquen y en Mí confíen. Ve donde el Señor Obispo y dile que deseo un templo en este llano. Anda y pon en ello todo tu esfuerzo".
   El Obispo, sin embargo, no lo atendió. De regreso a su pueblo, Juan Diego se encontró de nuevo con la Virgen María y le explicó lo ocurrido. La Virgen le pidió que al día siguiente fuera nuevamente a hablar con el obispo y le repitiera el mensaje. Esta vez el Obispo, luego de oír a Juan Diego, le dijo que debía ir y decirle a la Señora que le diese alguna señal que probara que era la Madre de Dios y que era su voluntad que se le construyera un templo.
   De nuevo, Juan Diego halló a María y le narró los hechos. La Virgen le mandó que volviese al día siguiente al mismo lugar, pues allí le daría la señal. Juan Diego no pudo volver al cerro pues su tío Juan Bernardino estaba muy enfermo. La madrugada del doce del dicho diciembre Juan Diego marchó a toda prisa para conseguir un sacerdote a su tío pues se estaba muriendo. Al llegar al lugar por donde debía encontrarse con la Señora, prefirió tomar otro camino para evitarla.
   De pronto María salió a su encuentro y le preguntó a dónde iba. El indio avergonzado le explicó lo que ocurría. La Virgen dijo a Juan Diego que no se preocupara, que su tío no moriría y que ya estaba sano. Entonces el indio le pidió la señal que debía llevar al Obispo. María le dijo que subiera a la cumbre del cerro donde hallaría rosas frescas para llevarle al prelado.
   Poniéndose la tilma, cortó cuantas pudo y se las llevó envueltas en ella al Obispo. Una vez ante Zumárraga, Juan Diego desplegó su manta y cayeron al suelo las rosas, y en la tilma estaba pintada la imagen de la Virgen de Guadalupe. Viendo esto, el Obispo llevó la imagen santa a la Iglesia Mayor y edificó una ermita en el lugar que había señalado el indio, origen de los templos actuales.
   Empezó a celebrarse en la fiesta de la Natividad de María. Su devoción no sólo se extendió por América, sino que pronto cruzó el Atlántico. El canónigo Francisco de Siles pidió infructuosamente a la Sagrada Congregación de Ritos, en el pontificado de Alejandro VII Chigi, la concesión de un Oficio y misa propios para una festividad dedicada a ella el doce de diciembre, porque faltaba documentación que respaldara dicha petición, por lo que se realizó un proceso jurídico formal para recoger las tradiciones que la avalaran.
   En 1737 la Santísima Virgen María de Guadalupe es elegida como Patrona de la Ciudad de México. En 1746 el patronazgo de Nuestra Señora de Guadalupe es aceptado para toda la Nueva España, la que entonces comprendía las regiones desde el norte de California hasta El Salvador.
   Por bula del veinticinco de mayo de 1754 Benedicto XIV Lambertini aprueba el patronazgo de Nueva España y otorga una Misa y Oficio para la celebración de la fiesta el doce de diciembre. En 1757 la Virgen de Guadalupe fue declarada Patrona de los ciudadanos de Ciudad Ponce en Puerto Rico. En 1895 se lleva a cabo la Coronación canónica de la imagen por un legado pontificio ante gran parte del Episcopado del continente.
   Pío X Sarto en 1910 la proclamó Patrona de toda la América Latina; Pío XI Ratti, de todas las Américas, extendiendo su patronazgo a Filipinas en 1935; el Venerable Pío XII Pacelli, Emperatriz de las Américas en 1946, y San Juan XXIII Roncalli, la Misionera Celeste del Nuevo Mundo y la Madre de las Américas en 1961. La imagen de la Virgen de Guadalupe se sigue venerando en México con grandísima devoción, y los milagros obtenidos por los que rezan a la Virgen de Guadalupe son extraordinarios.
   La celebración litúrgica de Nuestra Señora de Guadalupe del doce de diciembre fue elevada al rango de fiesta en todas las diócesis de los Estados Unidos en 1988. El Venerable Juan Pablo II, en 1999, durante su tercera visita al santuario, le otorgó el mismo rango litúrgico de fiesta para todo el continente de las Américas. En el resto de la Iglesia Latina es memoria libre.
   El doce de febrero de 2004 el mismo papa quiso que se añadiese a la fiesta de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe el grado de memoria libre en el calendario general, y que se añadiese también la celebración de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin, nacido de la raza de los indígenas del territorio que se llama hoy México, el cual dio testimonio del gran amor de la Madre de Jesús, beatificado en 1990 y canonizado en el 2002, para que, todos los años, sea también celebrada el nueve de diciembre, con el grado de memoria libre (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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