Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Puente de Navarra, en la Plaza de España, de Sevilla.
Hoy, 30 de julio, es el aniversario (30 de julio de 1512), de las Capitulaciones de Navarra y anexión al reino de España, así que hoy es el mejor día para Explicarte el Puente de Navarra, en la Plaza de España, de Sevilla.
La Plaza de España [nº 62 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; nº 31 en el plano oficial de la Junta de Andalucía; nº 1 en el plano oficial del Parque de María Luisa; y nº 11 al 21 en el plano oficial de la Exposición Iberoamericana de 1929], se encuentra en el Parque de María Luisa [nº 64 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla]; en el Barrio de El Prado-Parque de María Luisa, del Distrito Sur.
La plaza de España consta de cuatro tramos de catorce arcos cada uno, en cuya parte inferior se sitúan bancos de cerámica dedicados a cada provincia española. Flanquean el conjunto dos torres, denominadas Norte y Sur, intercalándose tres pabellones intermedios, que corresponden a la Puerta de Aragón, la Puerta de Castilla y la Puerta de Navarra. El central o Puerta de Castilla es de mayor envergadura y alberga la Capitanía General Militar.
La estructura de cada banco provincial consiste en un panel frontal representando un acontecimiento histórico representativo de la provincia en cuestión, incluyendo por lo general escenas con los monumentos más representativos de la ciudad o provincia.
Flanquean el conjunto anaqueles de cerámica vidriada, destinados originalmente a contener publicaciones y folletos de la provincia en cuestión. Rematando el banco aparece un medallón cerámico en relieve con su escudo. En el suelo se reproduce en azulejos el plano de la provincia y sus localidades más destacadas. Entre los arcos figuran los bustos en relieve de los personajes más importantes de la historia de España. La ejecución de la mayoría de los mismos corrió a cargo del escultor ceramista Pedro Navia Campos.
La Exposición Iberoamericana tuvo sus motivaciones políticas y propagandísticas, y éstas influyeron en algunos detalles. Respecto a las escenas históricas representadas en los bancos de las provincias, algunos de ellos fueron retirados precipitadamente en los meses previos a su inauguración por sus incorrecciones históricas o su inconveniencia política, ya que se consideró que no sintonizaban con la idea de unidad y paz que pretendía proyectar el recinto monumental.
Tanto la balaustrada cerámica que rodeaba la ría, hoy sustituida por otra de mármol rojo, como los puentes que la cruzaban, fueron los primeros elementos en llevarse a cabo en la Plaza de España, de tal forma que se encontraban completamente terminadas cuando el resto del edificio estaba aún en sus primeras fases de construcción.
Los cuatro puentes forman parte también de todo el entramado ideológico que conforma la Plaza, denominándose cada uno de ellos como los cuatro grandes reinos históricos que dieron lugar a la España "unida": Castilla, León, Aragón y Navarra. Por tanto, su valor simbólico se une al de los bancos, y al de las dos Puertas a las que dan acceso desde la plaza, la Puerta de Aragón y la Puerta de Navarra.
El 5 de diciembre de 1919, don Manuel Vigil-Escalera, pintor de la fábrica Ramos Rejano, presenta un presupuesto para pintar los azulejos de los frentes de los puentes de Castilla y León, ésto es, los que flanquean el Edificio Central, por 1.000 pesetas cada uno. Su oferta incluye la decoración a colores recercada con una guardilla del motivo de calabrote y los escudos en relieve, estos dos elementos tocados con pinceladas de reflejo dorado. Al día siguiente se aprueba este presupuesto. Tres años después, el 10 de enero de 1924, sabemos que se paga a Emilio Mellado por la colocación de "alicatados en los pilares de los puentes". Aunque no se especifica a qué puentes corresponden, es probable que fueran los azulejos suministrados por Vigil-Escalera, aunque los que éste suministra en un principio son únicamente para los frentes de los puentes, y no para los "pilares" como aquí se menciona.
Esta parte de las obras debieron avanzar a mayor ritmo que la de los bancos, ya que en abril de 1920 "están entregados casi en su totalidad la balaustrada y los faroles, aunque faltan la mayoría de los remates y pilares que se están ejecutando en la fábrica de Laffitte". Sin embargo, el trabajo de los bancos iba mucho más lento, ya que sólo estaba entregado el primero de ellos, correspondiente a la provincia de Córdoba, obra que había realizado a satisfacción de todos la fábrica de Tova Villalva.
Al ser las primeras obras ejecutadas en el conjunto, fueron también las que antes sufrieron el proceso de deterioro, propio de su ubicación al exterior y de su uso. De esta forma, en septiembre de 1926 ya se están reparando las balaustradas de la ría, cuya ejecución como hemos visto se encargó en marzo de 1920 a la fábrica de Manuel García Montalván. Esto no debió de suponer ningún perjuicio estilístico en los elementos repuestos, ya que si bien debía contarse en los almacenes con remanentes de piezas originales, en caso contrario siempre podían ser encargadas a la misma empresa.
Pero el estado de deterioro que debió alcanzar la balaustrada tras casi 30 años de uso, supuso que en 1946 fuese sustituida en su totalidad por otra de mármol rojo, perdiéndose también con ella las hermosas farolas de cerámica que ejecutase Laffitte. Este hecho implicó la "amputación" de uno de los elementos más característicos de la vista que ofrecía la Plaza (La Cerámica en la Plaza de España de Sevilla, Emasesa, Sevilla, 2014).
Conozcamos mejor el hecho histórico que propició la anexión al reino de España del reino de Navarra:
Fernando el Católico ordena el 17 de julio de 1512 al duque de Alba salir de Vitoria y tomar el camino hacia Salvatierra de Álava, en la zona fronteriza del Reyno de Navarra.
El día 19 llegan también a esta villa 3.000 soldados de infantería procedentes de Guipúzcoa, seguidos por 1.000 hombres de Álava bajo el mando del capitán Diego Martínez y 2.000 vizcaínos al mando de los señores de Abendaño y Butrón.
Por la frontera de Aragón penetran 3.000 infantes y 400 caballeros al mando del arzobispo de Zaragoza, hijo del rey Católico, con la misión de cortar el camino que desde Francia atravesaba el valle del Roncal.
Fernando el Católico no temía una reacción bélica de Francia pues había dejado en Rentería e Irún una fuerza disuasoria de unos 10.000 hombres enviada por su yerno Henry VIII al mando del almirante Dorset.
El 21 de julio de 1512, un importante ejército de tropas vasco-castellanas (16) al mando del II duque de Alba irrumpe en el Reyno de Navarra por el valle de Burunda. Esa noche pernocta en Echarri Aranaz y el día 22 en Huarte-Araquil. El día 23 las tropas están en las puertas de Arazuri y avistan Pamplona, precedidas por el conde de Lerín.
Estando el ejército castellano a dos leguas de la ciudad, el duque de Alba la intimó a rendición. Los jurados de la ciudad pidieron algunos días de término para responder - pensando sin duda en ganar tiempo por si venían tropas a socorrerlos enviadas por el Rey - pero el Duque contestó:
“que los vencedores solían dar leyes á los vencidos
y no los vencidos á los vencedores
y que tratasen de entregarse á discrecion,
sino querían esperimentar las muertes y daños
de las ciudades entradas á saco”
El 24 de julio de 1512 el duque de Alba cruza el río Arga y se instala en el campo de la Taconera cerca de la muralla, intimando de nuevo a la rendición. Los castellanos publican que los navarros que no abandonasen a su rey estaban excomulgados y
“eran hereges por ser fautor de los franceses cismáticos
que intentaban matar al Papa:
y que así lo tenía ceclarado Su Santidad en una bula,
aplicando el reino de Navarra al rey Católico,
en recompensa de los gastos que debía hacer en defensa de la Iglesia”.
Pamplona, indefensa, capitula pacíficamente y se acuerda que las tropas no entren en la ciudad hasta el día siguiente. Entra sin embargo en su ciudad Luis IV de Beaumont, III conde de Lerín, anticipándose al duque de Alba. La familia real navarra había ya comenzado la marcha hacia Lumbier desde que el Duque vulneró la frontera el día 21 de julio. Juan de Albret había abandonado Pamplona la tarde del 23 prometiendo a los jurados que volvería con refuerzos del rey de Francia, pero ya no habría de volver.
Los jurados de Pamplona acuerdan términos de capitulación con salvaguardia de los bienes de sus moradores y de los fueros y privilegios que tenían respetados por sus reyes y bajo condición de que fueran indemnizados por los daños que hicieran las tropas del duque. Solicitaban también en la capitulación la concesión de un plazo de 30 días para someterse los que habían marchado acompañando a los reyes de Navarra. La parte castellana amenazaba en el documento de capitulación con que si no se le daba la ciudad sin dilación “procedería contra ella y sus vecinos, como contra cismáticos y rebeldes a la Iglesia, poniéndola sin piedad a fuego y sangre...”.
Al día siguiente 25 de julio, no avanzada la mañana, el Duque recibe de los jurados las llaves y entra en la ciudad sin violencia. Cuesta llamar a esta acción una “conquista” pues prácticamente no hubo resistencia - sin remedio ninguno de deffension (...) por no yncurrir en las penas e censuras por su Santidad contra los rebeldes a la sancta madre yglesia - pero de eso se trató, aunque los de Pamplona lo verían al principio como un cambio dinástico - otro más - en el Reyno. Así lo vieron al menos los beamonteses de don Luis de Beaumont que abrieron la marcha de las tropas del Duque.
La última ciudad sudpirenaica en capitular será Tudela el 9 de septiembre. Como había ocurrido en Pamplona y todas las demás villas, Tudela obtiene promesas de respeto a sus fueros, usos y costumbres. Fernando el Católico había conseguido que Navarra capitulara usurpando por amenaza bélica y eclesiástica el trono de sus reyes. Los navarros probablemente prefirieron no verlo así en un momento de confusión nacional navarra. Arrastrando un cansancio civil de más de 60 años de guerras internas, de usurpaciones contínuas del trono y de afrentas y desaires a la debida legitimidad dinástica, hubieron de verlo como otro cambio dinástico con una nueva afrenta a la legitimidad, a lo que ya estaban acostumbrados. A la entrada del duque de Alba en Pamplona, su desfile militar habría sido acogido con silencio. Aunque el Católico había proclamado que la ocupación de Navarra sería temporal
“para devolverla después”
“con tanto que despues de acabada la empresa de Guiayna gela devuelva”
hasta finalizar la campaña bélica en Francia - a la que renunció y los ingleses debieron volver a Inglaterra en octubre de ese año 1512 - Navarra nunca recuperaría su status anterior de reyno políticamente independiente.
Entregadas ya las llaves de la ciudad, se encuentran en el campo de la Taconera el 29 de julio el duque de Alba y los enviados de la reina Catalina desde Lumbier - el copista notario Martín de Jaureguizar, el bachiller de Sarría y el Alcalde de Corte don Pedro de Nabaz - y acuerdan el día 30 unas Capitulaciones que servirían de base a un convenio definitivo. Esta embajada declaró que los reyes navarros aceptarían de antemano las condiciones que el rey Católico propusiera:
“(...) fue asentado e concluydo que el Rey e la Reyna de Navarra,
toda la empresa, causa e negociacion que proseguía
el dicho señor duque contra los dichos Reyes e su Reyno
enterament aya de ser e sea remitida
a la voluntade disposicion
de dicho católico Rey de Aragón,
para que su Alteza pueda disponer e ordenar segund mejor le pareciere,
e aquello se cumplirá e terná por los dichos reyes de Navarra sin contravenimiento alguno”.
Esto suponía una rendición incondicional pues se dejaba a que todo - trono y Reyno - fuera decidido más adelante por don Fernando. En realidad era lo equivalente a haber dado “un poder pleno" al Católico para que resolviera a su entender el problema que la invasión armada había creado. Y para asegurar el cumplimiento de los reyes navarros:
“(...) para que al dicho señor duque sea cierto que los señores reyes de Navarra ternán e guardarán lo que por el dicho católico rey fuere ordenado y mandado (...) en rehenos e seguridad de aquello serán cedidos los castillos de San Juan de Pie de Puerto y de Maya al dicho señor duque capitán general (...)”.
exigiéndose además, “por evitar algunos ynconvenientes que de lo contrario seguirse podrían, queda asentado que el señor Rey de Navarra aya de salir e salga del reyno de Navarra, e principiará su viaje e salida mañana postrimero día de jullio.”.
Seguidamente el Duque “promete su fe e palabra de caballero” que hasta que don Fernando sea consultado sobre todo esto,
“no pasará más adelante ni a ser detenido ni a ocupar cosas alguna de los dichos señores Reyes de Navarra”.
Con toda prontitud Fernando el Católico respondía el 31 de julio desde Burgos con su “mandamiento” en el que toma a la letra el “poder” que le han otorgado sus sobrinos-nietos, los reyes navarros para solucionar la situación creada:
“Y visto que el dicho duque de Alba (...) ha asentado
con el dicho rey nuestro sobrino
en nombre del y de la dicha Reyna nuestra sobrina
una capitulacion en la qual en sustancia se contiene que
toda la empresa, causa e negocio que
el dicho nuestro capitan general prosseguia
contra los dichos Rey e Reyna nuestros sobrinos e su Reyno,
los dichos Rey e Reyna la remiten enteramente a nuestra voluntad y dispusición
para que nos podamos disponer y ordenar
según meior nos paresciere
y que aquello se cumplira e terna por los dichos Rey e Reyna nuestros sobrinos
sin contravenimiento alguno.
El Católico entre sus razones para dar una apariencia de legitimación a su conquista recordará esta “entrega voluntaria” de los reyes navarros. En este documento aduce los motivos para legitimar la ocupación haciendo alusión a un párrafo firmado en la Santa Liga:
“Item, que si algún rey, príncipe o potentado, pueblo o cualquiera otro
se opusiese a esta liga y alianza para que nuestro santísimo padre
no pueda recuperar a Bolonia y su condado y distrito y otras ciudades (...)
en tal caso todos los confederados quedan estrictamente obligados a proceder,
por derecho de esta liga y alianza,
contra el que así se oponga y resista,
con todas sus fuerzas y en guerra abierta,
para apoderarse de todas las ciudades, tierras, fortalezas y lugares, estados y dominios
que en Italia tuviese el que así se oponga (...)
pueda dicho confederado, si las recuperase, retenerlas y poseerlas lícitamente (...)”
“(...) y en la capitulacion de la dicha nuestra santissima liga
fue firmado por su santidad
por ser assi necesario paral remedio de la Yglesia y de la Christiandad
que por lo que alguno de nos los dichos confederados fuesse tomado fuera de Italia
de los que en cualquier manera se opusiessen
a la empresa dela dicha santissima liga
ahunque fuessen Reyes
El “poder” tan amplio que habían otorgado los reyes navarros indica que confiaban en la rectitud del monarca Católico.
Pero tomando éste ventaja por disponer de mejor y más reciente información que los navarros sobre los aconteceres en Italia, hace ahora - con engaño - alusión a “recuperar Bolonia”, pero ésta ya había sido reconquistada para entonces por el Papa, el general francés La Palice ya había abandonado el 28 de junio el territorio italiano con todo su ejército, el Conciliábulo de Pisa ya había fracasado y el Papa, exultante de alegría en Roma, se estaba mostrando generoso con sus enemigos. En esa situación, esboza el Católico el 31 de julio una situación que correspondía más bien a la fecha de constitución de la Santa Liga. No a la situación que se daba tras la victoria del Papa. El argumento usado por Fernando de que la invasión se justificaba por la citada cláusula de la Santa Liga, ya no tenía entonces justificación. Los jurados de Pamplona no lo sabían y por no yncurrir en las penas e censuras por su Santidad contra los rebeldes a la sancta madre yglesia” entregaron las llaves de la ciudad.
Poco después, al llegar la bula "pastor ille celestis" a Castilla y proclamarse el 22 de agosto en Calahorra, don Fernando constata que todo ha resultado mejor y más fácil de lo que esperaba. Francia no ha reaccionado para defender a sus aliados de Blois, los navarros no presentaron lucha y los Reyes, abandonando el Reyno, habían puesto la solución en sus manos. Y ahora se encuentran ya en Sauveterre de Bearn, junto a la frontera de la Baja Navarra, quedando el Reyno a su disposición sin mayor oposición. Le había bastado prometer mantener los fueros, usos y costumbres y los privilegios tenidos por cada villa para obtener de los navarros los juramentos de lealtad.
Tiene ahora a su favor lo civil, lo canónico, lo militar, lo político. Da entonces un cambio drástico sin miramientos y se intitula rey de Navarra. Había declarado que se posesionaría del Reyno de Navarra solamente hasta terminar la empresa de Guyenne y que lo devolvería luego, aunque decidiendo él cuando, la forma y la manera. Se intitulaba al principio de la conquista:
“depositario de la corona de Navarra
y del Reino,
y del señorío
y mando del”
La anunciada temporalidad de su conquista se ha desvanecido ahora que todo resultó tan fácil. Los reyes navarros dejan por ello de confiar en él y sabrán desde entonces que la recuperación del Reymo no podrá hacerse por una negociación con el Católico, sino por vía armada. con armas y ayuda del rey de Francia.
Así, tan pronto como muere el rey Fernando el 23 de enero de 1516, intentarán recuperar el trono navarro por las armas, habiendo sido nombrado regente el cardenal Cisneros hasta la llegada de Carlos V procedente de Flandes.
Tras la capitulación de Pamplona, Juan de Albret ya se ha reunido en Sauveterre con Catalina de Foix y numerosos caballeros navarros que les han acompañado. El duque de Alba se dirige también al otro lado de los Pirineos para someter los territorios de Ultrapuertos, mientras sus lugartenientes van rindiendo de este lado de los Pirineos otras villas navarras. El 11 de agosto sucumbe Sangüesa, el 18 Viana, el 3 de septiembre el valle del Roncal, el 9 se rinde Tudela al constatar que no llegan los refuerzos repetidamente prometidos por la reina Catalina desde Sauveterre de Bearn. En cada villa se suceden numerosos juramentos de fidelidad a don Fernando (villas, concejos, alcaldes, jurados, vecinos de los valles, universidades, procuradores, síndicos, prior de la Orden de San Juan de Jerusalén, etc), normalmente seguidos de juramento en nombre del Católico de guardar sus fueros y privilegios.
La toma de la ciudad de Estella había sido llevada a cabo por tropas alavesas conducidas por el Diputado General y Capitán, Diego Martínez de Álava. Las Juntas de Álava habían solicitado a Fernando el Católico el honor de participar en la toma de Estella. El 6 de octubre Fernando hizo saber a Diego López de Álava que en reconocimiento de los deseos marciales de esa Provincia les acordaba la autorización de conquistar con sus gentes la fortaleza de Estella.
Y el 14 de octubre les concedía la exclusiva de participar en la conquista ya que desde el primer momento había sido “nuestra intencion” que la empresa de Estella perteneciera a las gentes de la dicha Provincia, sin que se entrometieran gentes de otros lugares. El 27 de octubre se reúne en Vitoria la Asamblea de Álava y organiza una movilización general reclutando “tanto padres como hijos” bajo pena de muerte. Y la Asamblea da instrucciones que todos se presenten con toda urgencia en Estella con armas preparadas para disparar y con avituallas para al menos ocho días. Los que no vinieran sería privados de todos sus bienes y de su vida ya que había que cumplir este servicio para “su Alteza”.
En Estella resiste Juan Ramírez de Baquedano, señor de San Martín de Améscoa y no se rinde hasta el 30 de octubre.
En algunos casos, como el de Tudela, representantes de las villas marcharon a Burgos para otorgarse los juramentos en presencia del rey Católico.
En otros casos, como ocurrió con los de Pamplona en el convento de San Francisco, el duque de Alba tras dar argumentos sacros para justificar la conquista pedía a los jurados:
“os ruego y encargo que jureis
por vuestro rey y señor natural
al Rey nuestro Señor
y de le ser leales vasallos”
a lo que pidieron tres días para pensarlo y respondieron luego que:
“estaban prestos de le tomar por rey e señor,
mas que rey natural no podian,
en quanto el otro era vivo,
a quien tenian jurada naturaleza...
que ser subditos estaban prestos para lo jurar,
mas que vasallos no podian ni lo debian jurar”.
El 20 de septiembre el duque de Alba toma finalmente posesión de San Juan de Pié de Puerto. Los reyes se habían alejado de Sauveterre y se encontraban entonces en Orthez. El rey Juan de Albret no quiere permanecer en un silencio comprometedor y dirige un manifiesto y exorto el 30 de septiembre de 1512 elevando su protesta a los castellanos:
al Condestable, duques, marqueses, condes, vizcondes, barones, caballeros y fijosdalgo, alcaides, justicias, jurados de las ciudades, villas, etc de Castilla:
“No ignorais cómo a todos vos es notorio e público
la grande sinrazón e tiranía que a Nos e a la Reina
nuestra muy cara e muy amada mujer
ha seído fecha por el rey don Fernando, nuestro tío,
en habernos usurpado e tomado por fuerza
este nuestro reino de Navarra (...)”
“(...) a menos que jamás por Nos le haya seído dada nenguna causa
ni ocasión para ello
ni fecho ningunos cumplimientos
que para en tal caso se requieren de Rey a Rey (...)”
“(...) no ha parado fasta nos haber usurpado todo el dicho nuestro reino,
en grant cargo y confusión suya y escándalo de la Cristiandat
y porque mediante Dios somos en él (...)”
La reina Catalina reprochó a su marido la pasividad que había mostrado en las adversas circunstancias:
«Dom Jean, si nous fussions nés,
vous Catherine et moi Dom Jean,
nous n'aurions jamais perdu
la Navarre» (Carlos Sánchez-Marco, en Historia Medieval del Reyno de Navarra).
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