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jueves, 6 de noviembre de 2025

El desaparecido Postigo del Jabón

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el desaparecido Postigo del Jabón, de Sevilla.
      El Postigo del Jabón, se encontraba en la calle Tintes; en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo, de Sevilla.
     En el barrio de San Bartolomé, acaso el más misterioso de Sevilla, la parte más oculta de su vieja judería, habita, entre otros muchos fantasmas, el de la puerta menos conocida que tuvieron las murallas de la ciudad. Existió, ciertamente, de eso no cabe duda. Pero nadie sabe dónde estuvo ni cómo era. Y nadie ha podido, ni puede que nadie pueda ya, saberlo. Un enigma solo lo es de verdad si no se puede descifrar.
     Una extraña paz reina en estas calles donde las horas y la luz parecen de otro tiempo, muy lejano. Al declinar sobre el silencioso y mortecino paisaje de sus apagadas casas y desiertas plazuelas, el atardecer se antoja no el mismo que acontece en el resto de la ciudad, sino otro distinto, el de un día de hace ya muchos años. Porque este día que en todos los demás barrios se apresta a morir, tardará aún muchos siglos en amanecer aquí, en este rincón dimensionalmente apartado de la ciudad, pues a pesar de hallarse en el centro mismo de ella, es como si estuviera a la distancia de esos sitios donde ir es imposible, pues no hay ningún camino que lleve hasta ellos; y si lo hubiera, todo el tiempo del mundo no sería suficiente para poder recorrerlo. Su existencia se antoja, por eso, un misterio, un milagro, un prodigio, un enigma. Tal si las horas de otro tiempo hubieran formado una burbuja junto al corazón mismo de Sevilla, cuyo interior resulta ajeno y opaco a esta. Una pompa de aquel viejo y artesanal jabón verde que hace mucho se fabricaba en algún lugar cerca de estos solitarios callejones, dentro de la cual la realidad discurre cual si fuera la realidad de otro universo. El caminante lo va percibiendo a través de sutiles sensaciones, de ecos casi imperceptibles, de esas presencias silenciosas e invisibles que abarrotan la soledad del barrio de San Bartolomé, donde nunca se tiene la entera certeza de estar solo aunque no se vea a nadie más andando por la calle.
     Entre Santa María la Blanca y San Esteban se extiende esta colla­ción ectoplásmica, cuya puerta fue cegada por el olvido, cerrando de ese modo para siempre cualquier posibilidad de conexión con el exterior, es decir, con la realidad; una puerta que al cerrarse sin remisión dejó atrapado para siempre en el interior de las calles a las que daba acceso un tiempo que no pudo seguir pasando, que se vio obligado a reiterarse, repitiendo eternamente aquel viejo atardecer cuyos testigos hace ya siglos que pasaron a mejor vida. Tal hicieron quienes, sin embargo, continúan habitando las casas de este barrio sin puerta. Como aquel fantasma de la calle Verde al que una noche vieron filtrarse por una pared camino de no se sabe dónde. Muertos que aquí aún siguen vivos. Porque algo nos dice al aventurarnos a través del umbrío desfiladero de esa calle que él, el fantasma de la calle Verde, sigue allí, oculto tras las enredaderas y las sombras; o caminando junto a nosotros sin que notemos su presencia, y junto a él y nosotros, muchos otros seres espectrales, invisibles a nuestros ojos, que también van y vienen, deslizándose sobre el pavimento, pues según dicen los fantasmas carecen de pies; tal vez por eso no oigamos sus pasos. Aunque en realidad tal vez sea que, estremecidos y conscientes de su presencia, no que­ ramos oírlos.
     El Postigo del Jabón estuvo "en algún lugar de la calle Tintes", dicen textualmente las crónicas, de nuevo lacónicas, como en el caso del Postigo de la Basura que estaba al final de la calle Feria, que nos hablan, siempre sucintamente, de su existencia. Tampoco hay ninguna referencia sobre el Postigo del Jabón en el plano de Olavide, donde sí están representadas todas las demás -salvo el postigo de la calle Feria- puertas de la muralla. ¿Se habría cegado ya para aquel entonces, año de Nuestro Señor de 1771? Nadie probablemente lo sabrá jamás. O quizás sí, que en algún polvoriento archivo seguramente habrá un legajo que cuente su historia, aunque otra cosa bien distinta será dar con él.
     La calle Tintes, antiguamente llamada de los Tintes y aun antes del Postigo del Jabón, lleva, también a través de un rectilíneo, estrecho y umbrío pasillo, desde la Puerta de Carmona hasta la oculta plaza de los Curtidores, uno de esos rincones secretos de la ciudad cuyo descubrimiento causa una extraña mezcla de asombro y desconcierto. ¿Fue en esta plaza tal vez donde alguna vez estuvo el Postigo del Jabón, y de ahí la razón de su existencia? De nuevo estamos ante un enigma sobre el que solo cabe hacer conjeturas. No hay certezas. Debemos remitirnos, pues, a la única referencia que tenemos: el Postigo del Jabón estaba en algún lugar de la calle Tintes. Hoy en día, sin embargo, resulta imposible averiguar cuál pudo ser teniendo en cuenta la fisonomía de esta. Nada en ella delata la presencia de una puerta de la muralla; nada tiene que ver la trama urbana aquí surgida con la existente en aquellos lugares donde sí hay conciencia y noticia fehaciente de la existencia de una de las antiguas puertas de la cerca que envolvía Sevilla. Todo es silencio, oscuridad, nada. Como la nada que se extendía más allá de la enigmática puerta por fuera de la muralla, un páramo de huertas, nada.
     También resulta misteriosa la historia de esos oficios de los que tomaron sus nombres bastantes de las calles y plazas del barrio de San Bartolomé: Refinadores, Zurradores, Curtidores, Vidrio, Tintes... nombres, el mismo del Postigo del Jabón, que hablan de una collación habitada por artesanos, trabajadores, burgueses. Gente que vino a ocupar el sitio dejado por sus primigenios habitantes, aquellos judíos que fueron masacrados o expulsados de la ciudad. Hebreos que, sin embargo, no se fueron del todo, pues sus espíritus, como también los de aquellos artesanos que dieron nombre a las calles, han continuado aquí, en este barrio del que por irse, se fueron hasta las cofradías; dos llegó a haber en su parroquia, mas ninguna quiso quedarse.
     Habita no donde, sino tras el olvido. Detrás de una puerta cegada que nadie sabe dónde estuvo, más allá de caminos que no llevan a ninguna parte. El tiempo duerme en el barrio fantasma, un lugar de ensueño. Ningún lugar mejor para tomar conciencia de estar vivos que allá donde aún viven los muertos. No hay puerta que lleve a él, pero bienvenidos sean a San Bartolomé (Juan Miguel Vega, Veintitantas maneras de entrar en Sevilla. El Paseo. Sevilla, 2024). 
        Se trata de otra puerta menor de la que, como su­ cedió con su "antónima" de la "Basura", tampoco se ocupan las crónicas. Sin embargo, no hay dudas sobre su existencia. Estuvo en algún lugar de la calle Tintes, también fue pues puerta de la antigua Judería de Sevilla, dando paso a una collación ocupada por artesanos dedicados en gran parte al cuidado y la reparación de la ropa (Exposición Puertas de Sevilla, ayer y hoy. Sevilla, 2014).
      Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el desaparecido Postigo del Jabón, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Más sobre el Recinto Amurallado de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.

Más sobre la calle Tintes, en ExplicArte Sevilla.

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