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miércoles, 28 de junio de 2023

La pintura "Carro de la Común Alegría", de Domingo Martínez, en la sala XI del Museo de Bellas Artes

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Carro de la Común Alegría", de Domingo Martínez, en la sala XI del Museo de Bellas Artes.      
   Hoy, 28 de junio, es el aniversario (28 de junio de 1747) de la exaltación al trono de Fernando VI y Bárbara de Braganza, como reyes de España, acontecimiento festejado en la celebración representada en la pintura reseñada, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la pintura "Carro de la Común Alegría", de Domingo Martínez, en la sala XI del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
   El Museo de Bellas Artes, antiguo Convento de la Merced Calzada [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
    En la sala XI del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "Carro de la Común Alegría", de Domingo Martínez (1688-1749), siendo un óleo sobre lienzo en estilo barroco de la escuela sevillana, realizado hacia 1748-49, con unas medidas de 1,35 x 2,92 m., y procedente de la Real Fábrica de Tabacos, de Sevilla, mediante la donación del Estado, en 1896.
     Es el primero de los cuadros que figura en la Máscara compuesta por seis carros, que recorrió las calles de Sevilla el 28 de junio de 1747. representa este triunfo el "Culto y Obsequio de la Común Alegría", que ofrece el trofeo de la tristeza y de las tres Parcas, a las que sujeta a rendida esclavitud.
     Abre el cortejo una escuadra de soldados Cuantiosos espada en mano, con los que marchan Eipia y el Capricho. Tras ellos una alada ninfa sobre un caballo blanco, seguida de clarineros y timbales y cuatro volantes que representan a cada uno de los cuatro elementos. Componen el acompañamiento una serie de variados personajes entre los que se encuentran seis alabarderos, un jorobado, cuatro ciegos, un sastre, un relojero, un maestro de escuela con sus niños, un aguardentero, un tratante de gamuzas, y otros de alfajores vendiendo sus géneros, un castañero, cuatro mujeres, cuatro hombres y cuatro muchachos danzando, abogados, peluqueros, tenderos, escribanos, músicos. Van también diez sátiros seguidos de Sileno coronado de flores y rodeado de satirillos.
     El hermoso carro va tirado por seis mulas con mantas y cabezas bordadas y dirigidas por dos cocheros vestidos de arlequines. Las ruedas van adornadas de racimos y vides en relieve sobre fondo de plata. Sobre éstas, una gran urna ocupa la parte superior del carro, rodeada de una bella balaustrada y todo cubierto de flores y en los lisos que éstas dejan se representan historias bacanales y danzas pastoriles. La parte trasera del carro se eleva del resto mediante tres gradas sobre las cuales hay una construcción recreativa adornada de instrumentos musicales que figuran como Trono de la alegría, y a cuya puerta va sentada la Común Alegría un instrumento musical a base de palillos. En las gradas van sentados cuatro sátiros tocando unos instrumentos compuestos a base de cascabeles. En el centro del Carro va Pan tocando una flauta de siete cañas y la ninfa Syringa, vestida de villana tocando unas sonajas. En la parte delantera del Carro se figura un jardín con arcos encontrados y adornado de hojas de parra y flores, en el centro del cual va el dios Baco sobre un tonel, casi desnudo, con una piel de lobo terciada por el hombro y coronado de flores con un racimo de uvas en la mano. En suelo, a su alrededor, hay vasos, botellas, etc...
     La Común Alegría significa lo que reina en los corazones de todos con motivo de la exaltación al trono del nuevo monarca, sin distinción de clases. Tras el Carro, como prisioneros cautivos atados con cadenas van los enemigos de la alegría: La Tristeza y las tres Parcas.
     El cuadro tiene como fondo el Palacio Arzobispal, en cuyo balcón central aparece D. Gabriel Torres de Navarra, electo arzobispo de Melitene. en los demás balcones están los individuos más cualificados de las diversas ordenes monásticas, y en las ventanas bajas multitud de damas y caballeros lujosamente ataviados. Junto al Palacio Arzobispal podemos ver dos grandes arcos desiguales que enlazaban éste con el primitivo cerramiento que tuvo el vestíbulo de la catedral por la parte de la Giralda (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).   
     Fue este artista la personalidad dominante dentro del panorama de la pintura sevillana en la primera mitad del siglo XVIII, merced a su estilo amable y elegante de fondo y forma. Había nacido en Sevilla en 1688 y se formó con Juan Antonio Osorio y Lucas Valdés. De sus características personales sabemos que fue hombre de buen temperamento y de agudo talento, virtudes que le permitieron tener permanente trabajo y abundante clientela a lo largo de toda su vida, que fue tranquila y holgada.
     En la definición de su estilo pictórico se advierte primero una buena asimilación del espíritu artístico de Murillo y posteriormente una intuitiva adaptación a su estilo de la estética de la pintura francesa de su época, que pudo asimilar durante la estancia de la corte de Felipe V en Sevilla entre 1729 y 1733. En estos años trató a los pintores franceses que acompañaban al rey especialmente a Jean Ranc, con el que intimó notablemente hasta el punto que éste le propuso integrarse como pintor del Rey cuanto la corte retornó a Madrid. Martínez rehusó tal proposición, permaneciendo en Sevilla el resto de su vida, que se prolongó hasta 1749, año en el que falleció.
     Uno de los conjuntos decorativos más interesantes realizados en España en el siglo XVIII lo constituyen sin duda las ocho pinturas que representan los carros alegóricos que desfilaron por las calles de Sevilla en 1747 con motivo de la exaltación al trono de España de Fernando VI y Bárbara de Braganza. Estos carros y las numerosas comparsas que los acompañaban participaron en una mascarada que patrocinó la Real Fábrica de Tabacos sevillana. Su paso por las calles de la ciudad constituyó un desbordante éxito de público, por lo que para dejar testimonio de tan particular acontecimiento se decidió imprimir un libro donde todo el festejo se describió de forma pormenorizada y exacta y también se encargó la realización de un conjunto de seis pinturas que perpetuasen tan excepcional acontecimiento. 
     En efecto, en 1748 se publicó dicho libro, cuyo texto fue realizado por Ramón Casino Casafonda, quien alude sin mencionar a su autor a la ejecución de las pinturas que quedaron en propiedad de la Fábrica de Tabacos. La autoría de Domingo Martínez de estas pinturas es evidente, aunque hay que señalar que, dada la premura de tiempo con que se efectuó el encargo, debió de intervenir como ayudante de ellas Andrés Rubira, quien fue frecuente colaborador de Martínez.
     Los carros desfilaron siguiendo un orden muy preciso, figurando en primer lugar el denominado carro del pregón de la máscara, que iba acompañado de un séquito de funcionarios de la Real Fábrica de Tabacos, al frente de los cuales marchaba Don José Antonio de Losada, director de esta Institución. En segundo lugar figuraba el carro de la común alegría dedicado a Baco y Pan. Tercero era el carro del fuego, presidido por Vulcano y el cuarto el carro del aire, con Eolo a su frente. 
     En quinto lugar iba el carro del agua con Neptuno, seguido por el sexto carro dedicado a la tierra, presidido por la diosa Ceres. El séptimo lugar estaba ocupado por el carro homenaje de Apolo y las tres nobles artes a los nuevos monarcas, mientras que en último lugar se describía la entrega de los retratos de los nuevos monarcas al Ayuntamiento (Enrique Valdivieso González, Pintura, en Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo II. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Biografía de Domingo Martínez, autor de la obra reseñada;
     Domingo Martínez, (Sevilla, 1688 – 1749). Pintor.
     Fue este artista la personalidad dominante dentro del ámbito de la pintura sevillana a lo largo de la primera mitad del siglo XVIII; fueron sus maestros Lucas Valdés y Juan Antonio Osorio. Las escasas noticias biográficas que de él se poseen lo presentan como hombre de buen temperamento, ingenioso y emprendedor al tiempo que culto y estudioso, poseedor de una amplia biblioteca. Tuvo numerosos discípulos, entre los que sobresalieron Juan de Espinal, Andrés de Rubira y Pedro Tortolero.
     La labor pictórica de Martínez le revela como uno de los mejores pintores hispanos en la época en que le correspondió vivir, circunstancia que le fue reconocida en su propia existencia. En efecto, en 1733 cuando la Corte de Felipe V e Isabel de Farnesio dio por concluida en Sevilla una estancia que se había iniciado en 1729, Martínez fue invitado a viajar a Madrid para trabajar allí como pintor real. Esta propuesta debió de estar motivada por la estrecha amistad que Martínez mantuvo en Sevilla con el pintor francés Jean Ranc, quien debió de realizarle la oferta de trabajar en Madrid. Sin embargo, el artista sevillano declinó esta proposición y optó por continuar su actividad artística en su ciudad natal.
   El estilo artístico de Domingo Martínez presenta características perfectamente definidas y en ellas se constata en primer lugar una base fundamental que se apoya en la pervivencia en él del influjo de Murillo, que es general en todos los pintores sevillanos activos en el primer cuarto del siglo XVIII. En segundo lugar, Martínez, a partir de 1729, fue receptivo a los efluvios estilísticos que emanan de la pintura francesa con la cual conectó durante los años en que la Corte residió en Sevilla; su amistad con Ranc, con quien convivió estrechamente durante cinco años, fue fundamental en este sentido. Finalmente, en la época postrera de su vida, a partir de 1745, Martínez asimiló en su arte referencias estilísticas procedentes del estilo Rococó, que en aquellos momentos comenzaba a difundirse por España.
     Como artista prolífico que fue, se advierte en la producción de Domingo Martínez una gran diferencia entre las pinturas realizadas por él personalmente y las que ejecutó contando con la colaboración de los discípulos y ayudantes que trabajaban en su obrador. 
   En las creaciones efectuadas mayoritariamente por él mismo se constata una gran facilidad compositiva, un dibujo fácil y virtuoso y un marcado dominio del color, estando todos estos factores puestos al servicio de un arte amable, vistoso y decorativo que plasma un gusto totalmente coincidente con el espíritu de su época. Dominó, además, el arte de la perspectiva, aspecto que le permitió dedicarse con éxito a la pintura mural, modalidad en la que realizó excelentes creaciones.
     La amplitud del repertorio de obras conocidas de Domingo Martínez evidencia que fue un artista prolífico, ampliamente solicitado por la clientela civil y eclesiástica sevillana y también demandado por foráneos que llevaron las obras adquiridas a lugares tan alejados de Sevilla como Madrid, Jaén, Burgos, Soria y Cuenca.
     Entre sus realizaciones artísticas más importantes destaca en primer lugar su participación en 1718, con Gregorio Espinal, en la decoración mural de la capilla sacramental de la iglesia de San Lorenzo de Sevilla, donde ejecutó obras de simbología eucarística que han llegado muy mal conservadas hasta hoy. Posteriormente, en 1724 llevó a cabo el amplio conjunto pictórico que decora el interior de la capilla del colegio de San Telmo de Sevilla, entidad dedicada a educar a niños que en el futuro serían marinos de la flota española. Allí pintó, por lo tanto, un repertorio de lienzos donde los niños son protagonistas, como La presentación del Niño en el templo, Cristo discutiendo con los doctores en el templo, Cristo bendiciendo a los niños y Cristo entrando en Jerusalén. 
   En 1727, Martínez aparece realizando la decoración al temple de la bóveda del presbiterio de la iglesia de la Merced de Sevilla, con personajes bíblicos y escenas alegóricas de la misión redentora de los mercedarios.
     También hacia 1727 decoró con dos grandes lienzos el presbiterio de la iglesia del convento de Santa Paula de Sevilla en los que se representa La partida de santa Paula a Oriente y La muerte de santa Paula y hacia 1733 ejecutó los treinta y dos pequeños lienzos que se integran en el retablo de la iglesia del Buen Suceso de Sevilla y también las pinturas que se encontraban en los altares laterales de la nave de la iglesia. De 1733 es también la hermosa Inmaculada que se conserva en la iglesia de San Lesmes de Burgos, y en torno a esta fecha realizaría también La Sagrada Familia con san Francisco y santo Domingo que fue adquirida por la reina Isabel de Farnesio, quien la donó después al convento de Santa Isabel de Madrid.
     En torno a 1735, al servicio del arzobispo de Sevilla, Luis de Salcedo y Azcona, ejecutó para la iglesia parroquial de Umbrete dos pinturas de excelente calidad y de gran formato en las que representó a Santa Bárbara y a San Juan Bautista. Al servicio también del mismo arzobispo, Martínez decoró también con lienzos de gran formato la capilla de la Virgen de la Antigua de la catedral de Sevilla, narrando los principales milagros que dicha Virgen había realizado durante la conquista de Sevilla por san Fernando. La vinculación de Martínez con el arzobispo Salcedo culminó con la realización por parte del artista del magnífico Retrato que representa a dicho prelado y que se conserva actualmente en el palacio arzobispal de Sevilla.
     Otras obras importantes de Martínez son La apoteosis de la Inmaculada, que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, obra que puede fecharse en torno a 1735. De 1740 es la representación de La Virgen de los Reyes con san Hermenegildo y san Fernando, que se conserva en la capilla del Alcázar de Sevilla; en torno a esta misma fecha puede situarse El nacimiento del profeta Elías, que pertenece al Banco Bilbao Vizcaya Argentaria en Madrid. También obras importantes de esta época son la representación de San Ignacio en la cueva de Manresa, que pertenece al convento de Santa Isabel de Sevilla y La Coronación de la Virgen, que se conserva en la iglesia de la Hermandad de las Cigarreras de esta misma ciudad. Hacia 1675 finalizó en Sevilla el proceso decorativo llevado a cabo en los muros de la iglesia de San Luis de los Franceses, donde se representa una Apoteosis de la Orden jesuítica y de estos mismos años debe de ser la pintura de La Divina Pastora que se guarda en el convento de los capuchinos de Sevilla.
     Obras realizadas para Jaén hacia 1745, son La Transfixión de la Virgen, conservada en la catedral de dicha ciudad y El Niño Jesús pasionario que figura en la portezuela de un sagrario en la parroquia de San Mateo de Baños de la Encina.
     Importante es también el conjunto pictórico realizado por Martínez para decorar la iglesia del Antiguo Hospital de Mujeres de Cádiz, obra ejecutada hacia 1748 y que es, por lo tanto, una de las últimas realizaciones artísticas de este pintor.
     Fue también Martínez excelente intérprete de temas profanos, como reflejo de la existencia en Sevilla en el segundo tercio del siglo XVIII de un intenso ambiente cultural que proporciona a los artistas referencias literarias o mitológicas; así lo constata el precioso conjunto de cuatro pinturas que representan las estaciones del año y que se conservan en una colección particular de Vigo, o El Niño pastor flautista, que pertenece a una colección de Hamilton (Canadá). Sin embargo, la obra culminante de asunto profano de Martínez fue la realización de ocho pinturas en las que se representan otros tantos Carros alegóricos que la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla le encargó para que sirvieran de testimonio y recuerdo de las fiestas y desfiles celebradas en esta ciudad con motivo de la exaltación al trono de España de los reyes Fernando VI y Bárbara de Braganza. Constituyen estas pinturas una extraordinaria aportación para el conocimiento del ambiente urbano de la Sevilla de aquella época y también de la fisonomía de las distintas clases sociales que participaron o contemplaron los citados festejos (Enrique Valdivieso González, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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