Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "San Millán", en la Sala IV del Conjunto Monumental de San Luis de los Franceses, de Sevilla.
Hoy, 12 de noviembre, en los montes de la región de la Cogolla, no lejos de la ciudad de Logroño, en España, Memoria de San Millán o Emiliano, presbítero, que después de llevar vida eremítica y clerical abrazó la monástica, y se hizo famoso por su generosidad para con los pobres y el don de profecía (574) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la pintura "San Millán", en la Sala IV del Conjunto Monumental de San Luis de los Franceses, de Sevilla.
El Conjunto Monumental de San Luis de los Franceses [nº 40 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 78 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle San Luis, 37; en el Barrio de la Feria, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala IV del Conjunto Monumental de San Luis de los Franceses podemos contemplar la pintura "San Millán", anónima, siendo un óleo sobre lienzo en estilo barroco de escuela sevillana, pintada en la primera mitad del siglo XVIII, y procedente de la Casa Cuna.
Esta obra anónima hay que relacionarla en su iconografía con la representación del Santiago Matamoros, tan clásico del mundo hispano, apareciendo el santo tras la batalla de Simancas, de avanzada edad, vestido con túnica negra llevando en una mano la bandera y el báculo y en otra una espada desenvainada, sobre los soldados sarracenos arrollados por el santo "matamoros", y un fondo de paisaje que sugiere el campo abierto de la contienda.
Hoy, 12 de noviembre, en los montes de la región de la Cogolla, no lejos de la ciudad de Logroño, en España, Memoria de San Millán o Emiliano, presbítero, que después de llevar vida eremítica y clerical abrazó la monástica, y se hizo famoso por su generosidad para con los pobres y el don de profecía (574) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la pintura "San Millán", en la Sala IV del Conjunto Monumental de San Luis de los Franceses, de Sevilla.
El Conjunto Monumental de San Luis de los Franceses [nº 40 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 78 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle San Luis, 37; en el Barrio de la Feria, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala IV del Conjunto Monumental de San Luis de los Franceses podemos contemplar la pintura "San Millán", anónima, siendo un óleo sobre lienzo en estilo barroco de escuela sevillana, pintada en la primera mitad del siglo XVIII, y procedente de la Casa Cuna.
Esta obra anónima hay que relacionarla en su iconografía con la representación del Santiago Matamoros, tan clásico del mundo hispano, apareciendo el santo tras la batalla de Simancas, de avanzada edad, vestido con túnica negra llevando en una mano la bandera y el báculo y en otra una espada desenvainada, sobre los soldados sarracenos arrollados por el santo "matamoros", y un fondo de paisaje que sugiere el campo abierto de la contienda.
Al pie de la pintura aparece el texto:
"RETRATO DEL SR. SN. MILLÁN, QVE FVE CLÉRIGO, Y DESPVÉS MONGE, DE SN. BENITO, CELEBRA LA YGLE-
SIA, SV FIESTA A LOS DOZE DE NOVIEMBRE Y ES ESPESIAL ABOGADO EN LAS BATALLAS TERCI-
ANAS. Y CALENTVRAS CON LOS QVE SON Y FVUEREN SUS DEBOTOS."
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Millán, presbítero;
Santo Español del siglo VI cuya Vita ha sido escrita por san Braulio, obispo de Zaragoza.
Nació hacia 474 en Logroño (Rioja), y habría muerto centenario en 574. Aragón y Castilla se disputan el honor de haber sido su cuna.
Antes de convertirse en ermitaño, en una montaña llamada Cuculle (Cogolla o Cogulla), porque se asemejaba a la cogulla de un hábito monástico, era un simple pastor. Mientras cuidaba el ganado tocaba el laúd para sobreponerse al sueño.
Se le atribuían numerosos milagros: bendijo una jarra que se llenó de vino; predijo la rendición de Cantabria; igual que el apóstol Santiago, habría combatido a caballo contra los moros; unos malhechores que pretendía incendiar su cama acabaron matándose; quienes robaron su caballo perdieron la vista; el aceite de la lámpara encendida ante su relicario curaba la ceguera.
El culto de San Millán de la Cogolla, que se difundió mucho en el norte de la península ibérica, tiene dos centros principales: el monasterio de San Millán de la Cogolla (o de la Cogulla) en La Rioja, y la localidad de Torrelapala en la provincia de Zaragoza.
ICONOGRAFÍA
Las principales obras de arte donde aparece representado, proceden del monasterio de San Millán (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de San Millán de Cogolla, presbítero;
San Millán de la Cogolla, Emiliano (Berceo, La Rioja, c. 470-473 – San Millán de la Cogolla, La Rioja, 12 de noviembre de 574). Sacerdote, eremita, santo.
La vida de este santo ermitaño es conocida únicamente por un relato hagiográfico, la Vita Sancti Emiliani, compuesta por Braulio, obispo de Zaragoza, hacia el año 640. En realidad, la Vita se compone de dos partes bien diferenciadas; la primera es una carta de Braulio a su hermano Fronimiano, en la que explica las vicisitudes por las que pasó para componer la obrilla.
Según dicha carta, Braulio supo del eremita a través de sus hermanos Juan y Fronimiano. Éste le envió un memorial donde testificaban el abad Citonato, los presbíteros Sofronio y Geroncio y la virgen Potamia acerca de la vida de Millán. Con este material, Braulio puso manos a la obra, pero al poco perdió las notas y no pudo continuar su trabajo. La casualidad quiso que tiempo después, hojeando un códice, tropezara con ellas y así dio remate a la Vita con la intención de que pudiera ser usada en los divinos oficios del que ya era venerado como santo. Sin embargo, no contento con su trabajo, pidió a Fronimiano que corrigiera la obra y la mostrara a Citonato y Geroncio, que aún vivían, para que comprobaran su exactitud.
La Vita propiamente dicha es una biografía de san Millán intercalada, como era lo propio del género hagiográfico, con reflexiones piadosas y relatos milagrosos efectuados durante su vida y post mortem. Millán (Emilianus en latín) era un pastor que, a los veinte años de edad, decidió dejarlo todo y ponerse bajo la dirección de un venerado ermitaño, de nombre Félix, que vivía in castellum Bilibium. Convenientemente informado de la vida solitaria, se retiró a un lugar no lejos de su villa natal, villa Vergegio, pero pronto la gran afluencia de devotos le obligó a adentrarse en lo más profundo del monte, ad remotiora Dircetii montis secreta, donde consumió en la soledad casi cuarenta años de su vida. La fama de su santidad llegó finalmente al obispo Dídimo de Tarazona, en cuya diócesis se encontraba, y fue ordenado obispo, encargado de la parroquia de Vergegio. Movido por su radicalidad evangélica distribuyó los bienes de la iglesia entre los pobres, por lo que fue denunciado al obispo por los otros clérigos y desprovisto de su parroquia, acusado de dilapidar sus riquezas. Se retiró entonces de nuevo a la soledad, pero esta vez a un lugar no muy lejano, viéndose pronto rodeado de hermanos y hermanas deseosos de llevar su misma forma de vida.
Cuidado por ellos murió ya centenario, no sin antes haber profetizado la destrucción de la ciudad de Cantabria, que llevaría a cabo Leovigildo.
San Millán fue enterrado en su propio oratorio, germen de lo que posteriormente fue el célebre monasterio que lleva su nombre. Sin embargo, la topografía de la Vita plantea problemas de difícil solución ya que si, por un lado, exige un ambiente riojano, por otro la dependencia de este territorio del obispo de Tarazona, y no del de Calahorra, como hubiera sido lo más lógico, está lejos de resolverse, aunque todo parece indicar que, inexplicablemente, Braulio cometió un error de atribución de jurisdicción eclesiástica.
Las reliquias de san Millán permanecieron en su oratorio hasta el año 1076, en que fueron trasladadas al Monasterio de San Millán de Yuso. La magnífica arca de oro, marfil y piedras preciosas, fabricada en 1067, fue destruida por las tropas francesas en 1809, aunque muchos de sus marfiles pudieron ser recuperados.
El culto a san Millán se generalizó ya en época visigoda, convirtiendo posteriormente su sepulcro en un concurrido lugar de peregrinación (Miguel C. Vivancos Gómez, OSB, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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