Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

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domingo, 8 de enero de 2023

Los principales monumentos (Palacio del Marqués; Parroquias de Ntra. Sra. de las Angustias, y de Ntro. Señor y Salvador; y Patio de la Jabonería) de la localidad de Ayamonte (y IV), en la provincia de Huelva

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Palacio del Marqués; Parroquias de Ntra. Sra. de las Angustias, y de Ntro. Señor y Salvador; y Patio de la Jabonería) de la localidad de Ayamonte (y IV), en la provincia de Huelva.

Palacio del Marqués
     Situado en la plaza de San Francisco, junto al convento, se dice que fue construido a principios del siglo XVII por el marqués de Ayamonte, Manuel Silvestre de Guzmán. Originariamente disponía su fachada frente al río Guadiana, pero la construcción de viviendas de marineros a principios del siglo XX convirtió la zona en plaza. En la actualidad, alberga el estudio del pintor aya­montino Florencio Aguilera.
     La fachada presenta un acentuado desarrollo horizontal y simétrico. En el eje central, se abre una portada adintelada, de piedra labrada conforme a los esquemas tardogóticos: sobre un breve basamento de perfil poligonal, formado por dos basas ochavadas, se elevan sendos baquetones, separados una moldura cóncava adornada por flores cuadrifolias, que son coronados por un capitel corrido, de sogas y hojas, que abraza dichos elementos; el entablamento resulta de la continuación de los baquetones y de las flores. Una amplísima balconada, sobre el mismo eje central, se cubre por un volado tejaroz, y denota el rango público de sus moradores, reforzado por los blasones que se situaban a derecha e izquierda del balcón, y de los que sólo se conservan las coronas de marqués. En la misma plata superior se abren dos ventanas enrejadas (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     El palacio está situado al norte del casco urbano de la población, entre la zona denominada "La Villa" núcleo desarrollado en torno al castillo y el sitio conocido como "La Ribera", lugar de desplazamiento y expansión urbanística de la localidad.
     El edificio está construido en una zona llana, con fachada hacia el río, situándose el huerto o jardín sobre la ladera de un cerro que se encuentra en la parte posterior de la casa.
     El inmueble presenta planta irregular, cuyas formas arquitectónicas muestran tres zonas claramente diferenciadas. La primera responde, por sus características constructivas, al tipo de casa señorial, de carácter rural, pudiéndose denominar a ésta, como la zona noble o vivienda del edificio. Consta de un amplio zaguán de acceso para carruajes, con ingreso a un patio interior, de planta cuadrada, en torno al cual se distribuyen las estancias que conforman la planta baja, y una escalera de acceso al piso superior ubicada en su lateral izquierdo. Las distintas dependencias del piso bajo presentan cubierta adintelada y las del superior estructura de madera a dos aguas.
     Las otras dos zonas la forman dos crujías dispuestas en "L", emplazadas a la izquierda de la casa descrita. La primera, consta de una nave muy alargada y situada perpendicularmente a la vivienda. Está compuesta de dos plantas: la baja, que se encuentra ocupada por diferentes locales comerciales, y la superior habilitada para estudio del pintor ayamontino Florencio Aguilera. Esta planta se organiza mediante salas rectangulares, divididas en varias habitaciones y cubiertas con armadura de madera, de par y nudillo con tirantes. La segunda dependencia, cuya situación es paralela a la casa es una nave rectangular cubierta a dos aguas, y dividida por pilares dispuestos longitudinalmente en el centro sobre los que cabalgan una arquería de medio punto. Este recinto da muestra visible de su función agrícola relacionada con los corrales y huerto situados en la parte trasera del inmueble.
     En el exterior, el edificio presenta una fachada compuesta de un alzado de dos pisos, encontrándose en el lateral derecho la portada del palacio. Esta se estructura en su planta baja con un vano de acceso adintelado enmarcado de piedra, compuesto de jambas con capiteles de decoración muy tosca y friso superior. Tanto las jambas como el friso muestra la misma decoración a base de dos baquetones paralelos en cuyo espacio interno se encuentran siete rosas.
     El primer piso o principal presenta un balcón, en eje con la puerta de entrada del piso interior. Consta de un vano adintelado y antepecho, realizado en hierro de forja, decorado con roleos y espirales en su parte centra, y apoyado en barras, que descasan sobre el muro de fachada. Este antepecho es el elemento más sobresaliente de la portada, por extenderse de forma horizontal abarcando gran parte de la fachada. A ambos lados del balcón se hallan dos grandes ventanales cubiertos de reja. Sobre el conjunto se encuentran dos coronas, dispuestas lateralmente bajo un amplio tejaroz que corona la portada.
      El palacio de los Marqueses de Ayamonte, está situado al Norte del casco urbano de la población, entre la zona denominada «La Villa», núcleo desarrollado en torno al castillo y el sitio conocido como «La Ribera», lugar de desplazamiento y expansión urbanística de la localidad.
     Se trata de uno de los inmuebles de mayor relevancia histórica, no sólo de Ayamonte, sino de un Condado tan importante como fue el de Niebla, cuyo señorío de los Guzmanes se extendía a gran parte de la provincia onubense y especialmente en su litoral occidental.
     Esta casa, cuyo sentido histórico va unido a uno de los miembros de la familia de Don Pedro de Zúñiga, primer Marqués de Ayamonte, ha sido a la vez que vivienda, centro de un estado nobiliario de la mayor importancia. Es por tanto, un inmueble que ha quedado como testigo de una época de esplendor, y que a pesar de las modificaciones que a lo largo del tiempo ha sufrido en su fábrica muestra actualmente en su fachada, una estructura sencilla, siendo este, el elemento que más destaca en su disposición arquitectónica.
     Construido a principios del siglo XVII por el Marqués de Ayamonte, D. Manuel Silvestre de Guzmán. Era una de los edificios más señoriales de la época que, junto al Convento de San Francisco, formaba un importante núcleo administrativo. Su disposición original situaba su fachada frente al Río Guadiana confiriéndole unas magnificas vistas, pero la construcción de viviendas de marineros a principios del siglo XX convirtió la zona en plaza.
     En la actualidad, alberga el estudio del pintor ayamontino Florencio Aguilera (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Parroquia de Nuestra Señora de Las Angustias
     El desarrollo de la población hacia la Ribera hizo que se erigiera una nueva parroquia en la parte baja del casco urbano, desmembrada de la parroquia matriz de El Salvador y dedicada a la Virgen de las Angustias, patrona de la población. Los libros bautismales se inician en 1539, por lo que es de suponer que ya en tales fechas dispondría de un primer templo. Aquella zona portuaria y marinera, más activa y comercial, vendría a contraponerse a la collación del Salvador, en la Villa, que, con el tiempo, fue empobreciéndose. Unos datos, ofrecidos por Diego Díaz Hierro, han contribuido a fijar la cronología de la construcción del templo actual. En primer lugar la venta de unas casas en 1593 a la Cofradía de la Virgen, lo que habla de la disposición del solar para la construcción del templo. En segundo lugar, la escritura, fechada en Huelva el 11 de enero de 1613, por la que se contrata el abastecimiento de siete mil ladrillos para la fábrica de la iglesia. Y, por último, la contratación de los carpinteros Juan García y Antón Ximénez, de Lepe, que tendría como objeto las armaduras del templo. Un dato aflorado recientemente nos dice que en 1618, el carpintero Antonio Rodríguez, de Sanlúcar de Barrameda, trabajaba en la techumbre del nuevo templo. Puede darse como fecha de finalización de las obras la del 20 de junio de 1623, fecha del acta del Cabildo Secular en que así consta.
     El templo parroquial de Ntra. Sra. de las Angustias es un imponente edificio mudéjar, organizado según el esquema basilical, de tres naves de desigual altura, acabadas en testero plano. Las altas naves quedan separadas por dos arquerías con arcos de medio punto enmarcados en alfiz. Los pilares, de sección rectangular, presentan los ángulos achaflanados. La nave central, siguiendo el esquema tradicional, es más ancha y alta que las laterales. La central se cubre con una armadura de par y nudillo, de tres paños y dos ver­tientes, sin limas, mientras que las laterales son de colgadizo. Destaca la gran luz de la nave central, que alcanza los nueve metros. El harneruelo está decorado por tres bandas de lacería, a base de peinazos, distribuidas en los extremos y en la zona central. Las cintas dibujan polígonos estrellados. Contrarrestan el empuje de la te­chumbre once pares de tirantes dobles, distribuidos regularmente.
     Se alterna la decoración: en unos figura un lazo central de ocho, y en otros se forman estrellas de diez. 
   Las tres naves desembocan en sendas capillas. La nave central, tras elegante arco triunfal del siglo XVII, queda encabezada por el presbiterio. El arco toral de la nave central, con capiteles clásicos, recibe una profusa decoración. Se enriquece con un bocel con ovas y el intradós con casetones que enmarcan sendas rosas. En la parte superior aparecen tres emblemas con cimeras, entre elementos vegetales y guirnaldas de flores y frutos. Al centro, en el interior de una cartela, surge el corazón de María, atravesado por las siete espadas de dolor, que alude a la titular del templo. En las enjutas figuran, a la izquierda, las armas de Guzmán, y a la derecha, las de Zúñiga y Sotomayor.
     La capilla mayor, separada del buque del templo mediante unas gradas, es de planta cuadrada. Acaba en testero plano y ostenta un artesonado ochavado sobre pechinas, el más interesante de cuantos existen de este tipo en la provincia de Huelva, tanto por su policromía como por su traza, aunque no exenta de  irregularidades, como ha señalado Ángel Luis Candelas. El arrocabe está compuesto por dos frisos, solera y estribo, cuyo único tema decorativo, casetones centrados por rosetas, invade hasta los cuadrantes. La armadura, apeinazada, presenta la típica labor de lacería. Pequeñas variantes distinguen el almizate de los ocho faldones. El harneruelo ostenta ruedas de ocho alfardones, y los paños, en cambio, de diez, formando en los vértices estrellas de cinco puntas.
     En la cubierta, totalmente policromada, se combinan el encintado mudéjar con los casetones renacentistas, disposición de elementos ornamentales frecuentes en la fecha en que se cubrió el templo, en la segunda década del siglo XVII. Las pechinas, en forma de triángulos planos, se resuelven con ruedas de dieciséis, incompletas, que desculatan en el centro en una rueda de ocho.
     Las naves laterales están presididas asimismo por sendas capillas absidiales. La del lado del evangelio fue consagrada a la Inmaculada. La del lado de la epístola sirve de tránsito a la actual capilla sacramental. Ambas capillas tienen planta cuadrada y bóveda ochavada sobre trom­pas. Una y otra se iluminan lateralmente por un ojo de buey.
     En la nave del evangelio sólo existe una capilla lateral, dedicada a la Virgen de Fátima, que se cubre con bóveda de cañón transversal, y queda clausurado por una reja de madera. A la nave de la epístola se adosan la capilla del Descendi­miento, la de Padre Jesús de la Pasión, la capilla bautismal o de San Juan, y la antigua capilla sa­cramental.
     La capilla del Descendimiento es una estancia rectangular, cubierta con bóveda esquifada de cuatro paños inclinados y uno central plano. La capilla de Nuestro Padre Jesús de Pasión ocupó el espacio de la antigua capilla del Rosario, que en 1944 fue ampliada con terrenos de la vía pública, concedidos por el Ayuntamiento, y remodelada en 1958. Es de planta rectangular, y se cubre con armadura de madera a tres aguas.
     La capilla bautismal, acostada paralelamente a la anterior, abre también a la nave lateral izquierda. Está dedicada a San Juan Bautista, y, a tenor de la fecha del dorado de su retablo, 6 de febrero de 1696, hemos de inferir que debió construirse en las postrimerías del siglo XVII, aunque en 1704 todavía la antigua capilla bautismal se hallaba frontera a la capilla comulgatorio, en un espacio acotado mediante rejas de hierro al final de la nave del lado del evangelio. Tiene planta rectangular y se cubre con bóveda de cañón con lunetos, dividida en tres tramos, y decorada con pinturas alusivas al Precursor.
     La antigua capilla  sacramental puede datarse en el primer cuarto del siglo XVII. Ya figura en 1698 como situada a los pies de la nave de la epístola. Se trata de una nave con bóveda de cañón rebajada, dividida en cuatro tramos por arcos fajones y lunetos en cada franja y en la ca­becera y los pies. Los lunetos centrales cobijan sendos ventanales. Los del flanco derecho están ciegos. La decoración geométrica de la bóveda, de rancia estirpe clásica, está realizada a base de hexágonos, octógonos, cruces, etc., que recuerdan dibujos de Sebastián Serlio. En la clave del arco fajón de la cabecera hay una cartela con un pelícano, clara alusión eucarística, así como a los pies del recinto, en el interior de otra cartela, aparece el cáliz y la Sagrada Forma, de idéntico significado.
     La sacristía es un salón de planta rectangular cuya bóveda de cañón marca su arranque con una sencilla imposta. Al centro se halla una mesa de mármol típicamente dieciochesca.
     Al exterior observamos que las portadas han sido trazadas según los cánones clásicos, en los primeros años del siglo XVII. La puerta principal, situada a los pies del templo, presenta un vano rectangular, enmarcado en dobles pilastras de orden dórico-toscano estriadas, elevadas so­bre basamentos, y entablamento compuesto de triglifos y metopas, y cornisa volada sobre cane­cillos. Sobre ésta se elevan dos pilastras que en­marcan un segundo cuerpo, cerrado horizontal­mente por una cornisa que recorre las tres naves, y en el que destaca el gran óculo circular que ilumina el interior. Del ángulo izquierdo de la nave central surge el fuste de la torre. Los desarrollos verticales y horizontales crean una pantalla que enmascaran el perfil piramidal de las cubiertas. La portada lateral del evangelio queda enmar­cada por dos anchas pilastras planas, terminadas en unos incipientes extremos de un frontón partido, sobre los que descansan sendos pares de pináculos. El dintel parece sobreelevado de su altura primitiva, lo que explica que el frontón haya sido reducido a la mínima expresión. Las cornisas de las naves laterales descansan sobre canecillos en forma de dados.
     La torre se alza a la izquierda de puerta principal, a los pies del templo. La parte inferior de la caña queda oculta por el saliente central de la fachada que marca en el dintorno la distribución interior del templo y las proporciones de la nave mayor. La torre-campanario fue reconstruida a raíz del terremoto de Lisboa. Tan maltrecha quedó que se decidió derribarla y reconstruirla desde sus cimientos, obra de gran envergadura que fue sufragada en parte por la marquesa de Ayamonte, como patrona y perceptora de los diezmos, y en parte por el benefactor Manuel Rivero, Teniente Corregidor y Justicia Mayor del Cabildo. En 1757 se encargó a Mateo Pérez, alfarero de Sevilla, el suministro de veinte millares de ladrillos de gran tamaño, para la cimentación. Rivero, en 1758 encarga a su hijo Manuel, residente en Cádiz, que consulte a algún arquitecto de aquella ciudad. Finalmente, mientras se construía la bóveda de enterramiento de la familia, al pie del presbiterio, se acometieron las obras del campanario hasta su terminación, según las trazas dadas por uno de los maestros principales de Cádiz.
     Se levantó el fuste de la torre en piedra ostionera de Puerto Real. En el flanco oriental pre­senta una moldura circular, quizás con la intención de instalar en su interior el reloj. Más arriba se alza el cuerpo de campanas, que sigue un orden de dobles pilastras sobre pedestales. El entablamento continúa las líneas verticales de las pilastras y de la clave, para enlazar con la volada cornisa, por medio de moldurones túmidos, cóncavo-convexos, que encontramos también en la torre de Villablanca y en la espadaña del convento ayamontino de Santa Clara.
     La torre campanario está coronada por un chapitel facetado que se yergue sobre su correspon­diente banco octogonal. En el vértice superior se alza una cruz de cerrajería. La plataforma sobre la que se alza el chapitel se decora en sus ángulos con cuatro pedestales de planta estrellada.
     A pesar de los muchos y muy hermosos retablos y esculturas, son tan sólo una parte del rico ajuar litúrgico de la parroquial que existía antes de 1936. En aquella fatídica fecha, sólo en la iglesia de las Angustias fueron destrozados veinticuatro retablos de diferentes estilos y todos de gran valor artístico y de enorme riqueza ornamental.
     A los pies de la nave del evangelio se encuen­tra el retablo de San Diego de Alcalá. Tallado en madera sin policromar, de estilo rococó, de las postrimerías del siglo XVIII. En la hornacina central, recibe culto la imagen del patrono de la ciudad, San Diego de Alcalá, escultura en madera policromada, obra de Juan Martínez Montañés, contratada el 19 de julio de 1590. El santo, vestido con hábito franciscano, que cae en pliegues verticales, abraza la cruz con la mano izquierda, y se lleva al pecho la diestra. Inclina levemente la cabeza y eleva al cielo la mirada, transfigurando así el realismo con que es descrito el rostro. San Diego fue nombrado patrono de la ciudad el 12 de noviembre de 1603, con motivo de una epidemia de peste. Además, es copatrono de la ciudad, junto con la Virgen de las Angustias y San José, desde el día 11 de enero de 1756, tras el terremoto de Lisboa. En las repisas laterales hay una esculturilla de San Francisco de Asís, de madera policromada, y otra del Beato Vicente de San José. En el ático, un relieve de la Virgen Niña con Santa Ana Maestra y San Joaquín, en madera policromada, de la época del retablo.
     El retablo de la Virgen del Rosario, de madera dorada, corresponde a la primera mitad del siglo XVIII. Consta de un cuerpo central, con un nicho o templete adelantado, soportado por estípites, que alberga a la imagen titular. Las calles laterales se decoran con relieves enmarcados en óvalos, que representan a San Joaquín con el cordero, y a Santa Ana, con una palma.
     A continuación vemos el retablo en madera dorada y policromada, de mediados del siglo XVIII, que sirve de marco al simpecado de la Hermandad de la Virgen del Rocío. Albergado por un arco de medio punto ligeramente rehundido, se adelanta un cuerpo central coronado por voluminoso copete, con una nube que de­bería servir de fondo a la paloma del Espíritu Santo. Las paredes se decoran con paneles rec­tangulares, y el medio punto central con un cortinón apabellonado. Las pilastras se ornamentan con guirnaldas de flores y frutos colgantes. Pu­diera tratarse del retablo encargado por Ma­nuel Rivero para la imagen San José, de la iglesia de San Francisco, y labrado, posiblemente, por José Femando de Medinilla hacia  1752. El simpecado del Rocío, de 1978, es obra de Carrasquilla.
     Pasado el cancel de la puerta lateral, encontramos el retablo de Santa Ana. El retablo rehundido y abocinado debió ser labrado a fines del XVIII, a juzgar por los motivos  de rocallas que ornamentan la arquitectura. En el nicho central, Santa Ana, sentada, enseña a la Virgen Niña. La escultura de madera policromada, de taller valenciano, fechada en 1955, fue retallada por Antonio León Ortega el mismo año de su adquisición. En las repisas laterales vemos sendas pinturas en lienzo: en el lado del evangelio, San Joaquín lleva en brazos a la Virgen Niña; en el lado de la epístola, San Onofre penitente, recibe la comunión de un ángel.
     El retablo de San José debió construirse en los comienzos del siglo XIX, en estilo neoclásico, labrado en madera y policromado a imitación del veteado de los mármoles. En el nicho central se encuentra la figura de San José, vestido con movidos ropajes, que sostiene en su brazo izquierdo al Niño, desnudo e incorporado: talla en madera policromada, fines del s. XVIII o principios del XIX. En el ático, luce una pintura sobre lienzo de la Sagrada Familia, sedente: la Virgen con el Niño, San José y el Espíritu Santo, de escuela sevillana, de las mismas fechas que el retablo.
     En el tramo más próximo a la capilla mayor, se adosa una pequeña capilla, cubierta con bóveda de cañón, edificada en 1621 para el enterramiento de Vicente González Becerra y familia. Hoy está dedicada a la Virgen de Fátima. Se accede a través de una verja de madera. El retablo fue encargado por el Ayuntamiento al tallista y escultor ayamontino José Vázquez Sánchez, en l 948. Centrada en el suelo, una lauda sepulcral recuerda a los titulares de la capilla, Vicente González Romero y Leonor Becerra, año 1621. En el campo central, aparece una calavera entre dos tibias cruzadas, y sobre ella, una garza adiestrada, plegada y atrevida, que porta en el pico una cinta, que advierte: «Vigilate», «Vigilad». Debajo, el texto del Salmo 1 5, 9: «Caro mea reqviescet in spe. Ps 15.», «mi carne descansa esperanzada». La calavera y las tibias rotas son símbolo de la fragilidad de la existencia, aunque también es el punto de partida que conduce a la resurrección. Por su parte, la garza es símbolo de la pru­dencia en prevenir los peligros.
     En la cabecera de la nave del evangelio, se en­cuentra una capilla, que se cubre con bóveda esquifada de ocho paños, sobre trompas vaídas, sin aristas. Queda presidido por el retablo de la Inmaculada, de estilo neoclásico, del siglo XIX. La imagen mariana viste los colores inmaculistas, con caída a ambos lados, que dan lugar a pliegues centrales en uve, composición que denota una fecha de composición situada en la primera mitad del siglo XVI. Se alza sobre una pequeña nube con dos querubines, atravesada por la me­dia luna, cuyas puntas se hallan recubiertas con chapa de plata. En 1863 sufrió una importante reforma, a cargo del escultor sevillano, de origen genovés, Leoncio Baglietto, y que consistió en modificar la cabeza y la nube, se adornó la media luna con las puntas de plata, realizadas por Manuel Palomino López. Fue restaurada por el tallista ayamontino José Sanjuán Navarro en 1937. En el ático, un lienzo al óleo representa a la Santísima Trinidad, del s. XIX.
     La Capilla mayor cubierta con un espléndido artesonado de ocho paños, policromado y cua­jado de lacería, queda presidida por el retablo mayor, y, en el centro, por la Virgen de las Angustias Coronada, titular del templo y patrona de la ciudad, en su camarín.
     El retablo mayor, dorado y policromado, fue contratado el 11 de octubre de 1644, con el escultor sevillano Matías Fernández Cardoso, para su ejecución en el plazo de un año. El mayordomo de fábrica se obligaba a entregar gratuitamente a Fernández Cardoso seis trozos de madera de cedro que estaban en dicha iglesia, y pagar la parte de albañilería. El retablo se fue pagando con limosnas de la feligresía, de los viajeros a Indias, y con la limosna de Francisco Suá­rez Salgado, cura beneficiado de Santo Domin­go de Olmo (Perú). Matías Fernández ejecutó la parte a la que se había comprometido, es decir, el primer cuerpo del retablo. En 1652 se contrató la continuación del retablo con el maestro ensamblador de Sanlúcar de Barrameda, Andrés Díaz, quien se obligaba a hacerlo siguiendo la traza diseñada por Fernández Cardoso, con los mismos materiales -cedro y borne-, y en el plazo de un año. En 1658 el tallista ya había fallecido, y su viuda, casada de segundas nupcias, reclama­ba se le pagara la deuda por la construcción del retablo. El dorado no se llevó a cabo hasta 1690, en que se pudo reunir los 28.600 reales que costó. El trabajo fue encomendado al maestro do­rador de Sevilla Antonio Gallardo, una vez que el escultor Domingo de la Torre repuso algunas piezas que faltaban.
     Al iniciarse el proceso de restauración del re­tablo, elegido como pieza singular para la celebración del año de «Andalucía Barroca 2007», se ha comprobado la existencia de relieves por el dorso de las tablas, lo que coincide con el ofrecimiento que hizo el mayordomo a Matías Fernán­dez, de servirse de ciertos tableros de cedro que existían en la parroquia.
     El retablo consta de tres cuerpos superpuestos, que se dividen, mediante columnas pareadas de fuste estriado, en tres calles. Los espacios del cuerpo inferior se cierran con arco de medio punto, mientras que los del segundo y tercero son adintelados. Sobre las columnas corre el en­tablamento y la cornisa, que se interrumpen al centro por sendos frontones partidos; el inferior, partido y curvo, con dos virtudes recostadas, y el superior, triangular. Sus elementos ornamen­tales más destacados son roleos, guirnaldas de flores y frutos, cartelas, frontones curvos y triangulares partidos, querubines, etc.
      El programa iconográfico relata escenas de la Pasión de Cristo, y viene a ofrecernos el contexto de las angustias sufridas por la Madre Dolorosa. En el primer cuerpo, la Oración del Huerto y el Prendimiento, escena de la que destaca en primer término a San Pedro cortando la oreja a Malco. En el centro, se abre el camarín de la imagen titular. Las escenas del segundo cuerpo, obras de Andrés Díaz, nos muestras la Coronación de Espinas y la Flagelación, que flanquean a la escena central: la Soledad de María, al pie de la cruz vacía, acompañada de San Juan y de la Magdalena; aún permanecen en sus cruces los dos ladrones. Finalmente, en el tercer cuerpo se representa el Escarnio o Ecce Homo, y el Cami­no del Calvario; al centro, el Padre Eterno.
     En el camarín central recibe culto la Virgen de las Angustias, titular del templo y patrona de la ciudad. La Patrona de la ciudad era un altorrelieve. Pero, gracias al generoso comerciante ayamontino, Manuel Rivero, la imagen se completó de bulto redondo y se fabricó el espléndido ca­marín. La estancia con planta semicircular se en­cuentra profusamente decorada al estilo rococó, eón tallas de madera dorada y policromada, cor­ nucopias, espejos y medallones en relieve, distri­ buidos en franjas o cascos que parten del suelo y se cierran en el vértice del arco, que hace de embocadura del retablo. En diversos medallones aparecen símbolos pasionistas: el martillo y las tenazas, y la columna con el gallo, en uno; los tres clavos y la corona de espinas, y los flagelos y la jofaina, en la otro. El absidiolo se decora los bustos en relieve de los cuatro Evangelistas en los ángulos, y, en el centro, los de San Pedro y de Santa María Magdalena, ambos penitentes. A la espalda de la imagen titular, se abre un nicho, previsto en principio por su donante para una imagen de Santa Teresa de Jesús, entre dos grandes espejos enmarcados en rocallas. En la parte superior, el sol y la luna, entre nubarrones, con rostro antropomorfo y gesto doliente. Manuel Rivero, ya en 1752, tenía intención de construir un camarín para la Patrona de la ciudad. Recibe licencia en 1759, y tras la terminación de la obra de albañilería, accesos y demás, contrató en Cádiz a los artistas que habrían de revestir la estan­cia. Los trabajos fueron dirigidos por el maestro Quintana, y la talla en madera fue obra de José Salgado y los oficiales de su taller, realizados a lo largo del año 1760. Fue dorado en 1763 y en años siguientes. El espléndido camarín fue destrozado en 1936, y restaurado en 1938.
     La imagen titular del templo y patrona de la ciudad, la Virgen de las Angustias, ocupa el centro del camarín, elevada sobre pedestal rococó, muy movido. Se trata de una escultura en madera policromada, obra anónima de hacia 1535. La Madre Dolorosa, de rodillas, cubierta con amplio manto azul sobre traje rojo, sostiene la cabeza de su Hijo y hace ademán de enjugar con su toca unas lágrimas que resbalan por sus meji­llas. Ciñe sus sienes con corona. A su alrededor resplandece una ráfaga. Las numerosas modifi­caciones que ha sufrido la imagen, apenas dejan entrever el arcaísmo de su factura, presente en la angulosidad de los paños. Efectivamente, fue restaurada en 1742 por Juan Antonio del Bos­que, en Sevilla; y en 1888 por el escultor sevillano Emilio Pizarro y Cruz, según consta en la peana. Destrozada en 1936, con los fragmentos que se pudieron encontrar fue rehecha en 1937 por el escultor  de Oporto, José da Silva, proveyéndole de una nueva mascarilla.
     La Virgen, titular de la parroquia, goza de una piadosa leyenda que relata su aparición. Refiere que unos hermanos, apodados los Coritos, echaban sus redes en el estero de San Bartolomé, en aguas portuguesas, próximas a Castro Marín, cuando advirtieron con sorpresa que habían capturado una caja de enorme peso. Ma­yor aún fue su admiración cuando en ella en­contraron una bellísima imagen de María con Cristo en los brazos. Dieron cuenta inmediata­mente a las autoridades religiosas y civiles de la ciudad, quienes acordaron colocarla  en una estrecha capilla, situada en lo que luego fue Baluarte de las Angustias, donde se inició la construcción de una nueva parroquia. Mientras tanto, la imagen recibió culto en el Hospital de la Piedad. Sigue narrando la leyenda que un prodigio rodeó la culminación de las obras, pues no hallando maderas de anchura suficiente para cubrir aquellas amplias naves, las encontraron en un barco que arribó al puerto ayamon­tino para refugiarse de un temporal. Mientras tanto, los portugueses reclamaban la propiedad de la imagen, por haber aparecido en sus aguas, y así les fue reconocido por la Santa Sede. No obstante, la entrega de la venerada efigie, que había sido fijada en medio de la ría, fue impedida en repetidas ocasiones por las inclemencias del tiempo, cosa que se interpretó como un deseo de María Santísima de las Angustias de recibir culto en Ayamonte. La imagen fue coronada canónicamente el 25 de julio de 1992, en el marco de las celebraciones del V Centenario del Descubrimiento y Evangelización de América. 
     Sobre la solería de la capilla mayor una lápida sepulcral de 1760 señala el lugar de enterramiento de los marqueses de Ayamonte, patronos del templo parroquial. Otra lápida recuerda la sepultura del Alcaide del castillo y Justicia Ma­yor de Ayamonte, Manuel Rivero, y de su esposa, del año 1760.
     Pasando a la cabecera de la nave del lado de la epístola, encontramos, en primer lugar, la Capilla de la Hermandad del Santo Entierro, Descendimiento de la Cruz y Nuestra Señora del Mayor Dolor: una estancia rectangular cubierta con bóveda esquifada de cuatro paños inclinados y uno horizontal, decorados con originales pinturas al temple de Lola Martín y de Ramón Delgado Martín. En ellos se representa al Padre Eterno, en actitud paternal y providente; la Tempestad calmada; una cena de Cristo; la Resurrección de Cristo; y la Asunción de María.
     Al entrar una hornacina, con marco dorado, acoge la imagen de la Virgen del Mayor Dolor del valenciano Salvador Castillejos, 1942. Frente a la entrada se sitúa el retablo principal, obra del tallista local Francisco Domínguez. En él se ex­ponen las figuras centrales del grupo escultórico del Descendimiento, obra del escultor murciano y académico de Bellas Artes, José Planes Peñalver, realizado en 1950. Cristo es desclavado de la cruz y descendido por Nicodemo y por José de Arimatea, ambos montados en escaleras; a sus pies, la Virgen y San Juan, y, arrodillada, María Magdalena. Por la figura de San Juan, Planes obtuvo aquel año la medalla de oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid. En un lóculo, se encuentra el Cristo yacente, obra de Antonio León Ortega, 1946.
     Ya en la nave, contemplamos un relieve de la Santa Faz, sobre marco castellano y doselete. Le sigue la capilla de la Hermandad del Santísimo Cristo de la Victoria, Nuestro Padre Jesús de la Pasión y María Santísima de la Paz. Al centro se sitúa la figura del Nazareno, obra de Antonio León Ortega, de 1942, bajo un templete neobarroco circular, obra de José Vázquez Sánchez, realizado en 1953. En hornacinas laterales, el Cristo de la Victoria, en la escena del Beso de Judas, adquirido en Olot en 1941, y la Virgen de la Paz, de León Ortega, de 1944. Decora el frontis interior de la entrada a la capilla un lienzo de Manuel Feu, de 1954, que representa la Deposi­ción de Cristo en el sepulcro.
     De nuevo en la nave, pasamos al altar de Ánimas, pintado por Joaquín González-Sáenz en 1939, que sustituye al realizado por Miguel Güelles en el año 1620, de cuya obra se conserva el retablo marco original. El cuadro fue encargado en 1939 por Manuel Vázquez Gómez y de su esposa, Laura Berrones Obando. El lienzo se di­vide en dos zonas: el medio punto del arco lo ocupa el rompimiento de gloria, mientras que el rectángulo restante está dedicado a San Miguel, y a las ánimas. En la parte del cielo, Jesucristo resucitado y glorioso, semienvuelto en un manto rojo, sobre el orbe que le sirve de escabel, pro­nuncia sentencia como juez universal, destacan­do sobre un fondo dorado de nubes. A derecha e izquierda, la corte de los santos, en dos grupos, encabezado uno por la Virgen María y otro por San Juan Bautista. Bajo ellos, dos ángeles tocan las trompetas del juicio final. El color negro define la angustia de la humanidad ante el dies irae. San Miguel, al centro, ocupando el primer plano, desempeña el papel de ejecutor de la separación entre las almas condenadas, a su izquierda, y las que han de ser purificadas temporalmente, a su derecha. Con un pie, pisa un demonio de ore­jas puntiagudos y alas de murciélago. El infierno está definido como lugar de tinieblas, mientras que el purgatorio queda caracterizado por el fue­go purificado del que sobresalen algunos rostros, con intención retratística, en los primeros términos.
El altar de San Antonio de Padua fue encargado en 1760 por Manuel Rivero, quien deseaba dedicarlo conjuntamente al santo lisboeta y a San Juan Nepomuceno. Es un sencillo retablo en forma de arco rehundido, en madera de color oscuro, con elementos de rocalla que nos permiten situarlo en la segunda mitad del siglo XVIII. La importante escultura de San Antonio fue tallada en Sevilla, en 1767, por Blas Molner, y po­licromada por Juan de Espinal.
     Pasada la puerta lateral, sigue el retablo dedicado a la Virgen del Pilar obra barroca portuguesa de las primeras décadas del XVIII. Tiene forma de arco de triunfo. La embocadura está formada por sendas pilastras laterales sostienen el arranque del arco y bóveda de medio punto, y el entablamento superior, rematado en crestería. En el interior del arco rehundido se disponen cuatro columnas de orden salomónico, que divide un camarín central de las dos calles laterales. El medio punto presenta un rectángulo central, apoyado por grandes volutas. Llama la atención la decoración menuda y efectista, a base de tallos, hojas y perlas, y los elementos figurativos, como cabezas de querubines, ángeles que sostienen roleos vegetales, ángeles tenantes, aves con las alas enhiestas, etc. Lameira atribuye su autoría a un taller del Algarve portugués, del entorno del maestro Gaspar Martins, que trabajaba en Faro. En un lado, la escultura  de Santa Ángela de la Cruz, escultura de Antonio León Ortega, de 1984.
     La Capilla Bautismal se inserta ortogonalmente en la nave de la epístola, y queda cubierta por bóveda cañón con lunetos. Está presidida por un retablo dedicado a San Juan Bautista, en madera dorada, del último decenio del siglo XVII. El retablo, que ocupa todo el testero frontal de la capilla, está estructurado en banco, cuerpo único de tres calles separadas por columnas salomónicas, entablamento y ático semicircular. En las calles laterales, se disponen cuatro relieves, que plasman los momentos finales del martirio del Bautista. En los dos inferiores vemos un soldado sosteniendo la cabeza de Juan, y Salomé con la cabeza en una gran bandeja. En los superiores, el cuerpo decapitado, por el suelo, y dos discí­pulos que recogen el cuerpo para darle sepultura. En el relieve del ático, vemos el Bautismo de Cristo en el Jordán, flanqueado por enormes volutas vegetales. Los fondos del banco y del entablamento se adornan con eses contrapuestas, a modo de tupida red. Del retablo sabemos que fue dorado por maestros portugueses: Juan Gómez Camacho, vecino de Ferreira, y Manuel Alfonso Guerrero, vecino de Tavira, quienes contrataron el trabajo con el mayordomo de la cofradía del Bautista, Lorenzo de Acevedo, el 6 de febrero de 1696.
     Ante el retablo se alza la primitiva pila bautismal, abalaustrada, de mármol gris oscuro, del siglo XVII. En la misma capilla se encuentran las imágenes de la Hermandad de Nuestro Señor Triunfante en su Entrada en Jerusalén, Cristo del Amor y Nuestra Señora de la Salud. El Señor montado en la pollina es del valenciano Salvador Castillejos, de 1943. En el grupo escultórico procesional, el Señor es acompañado por una mujer hebrea, restaurada por Francisco Zamudio en 1992; dos varones hebreos, del escultor local Francisco Gómez, de 1943; y un niño hebreo, de David Valenciano, de 1998.
     En el flanco de la epístola de la capilla, un retablo marco del siglo XVII acoge la figura de Nuestra Señora de la Salud, imagen de candelero, obra de Salvador Castillejos, de 1943. El retablo tiene un cuerpo principal con tres calles, divididas por simples pilastras con capitel jónico, y ático semicircular. Las calles laterales están ocupadas por sendos lienzos de San José con el Niño en brazos, y de San Nicolás de Mira o de Bari, con las tres bolas sobre el libro. Ambos lienzos reproducen el marco arquitectónico de un arco de medio punto. Pueden catalogarse como obras sevillanas de la segunda mitad del XVII.
     Sobre un dosel de damasco rojo, es venerado el Santísimo Cristo del Amor, escultura de Cristo crucificado, de tres clavos, realizado en made­ra policromada, de autor anónimo sevillano del primer tercio del siglo XVII, y adaptado por Antonio León Ortega, en 1946.
     La capilla  siguiente, dedicada primitivamente a la reserva y adoración de la Eucaristía, se cierra con una verja de hierro. Preside un retablo, realizado por Diego de Zamora, en 1751. Éste, carpintero de lo blanco, era vecino de Huelva, y firmó contrato con el presbítero José Romero de Morales y con Pedro Carlier para la realización de un retablo que ocupara el testero de la capilla propia de la Siempre Ilustre Hermandad y Esclavitud del Santísimo Sacramento. El retablo consta de podio y mesa de altar, predella, un cuerpo principal dividido en tres calles por medio de estípites, y ático en forma de arco apuntado. En una repisa lateral, es venerado el Niño Jesús, conocido como de la Uvita, sobre nube de querubines, obra de José Mirina Sativa, de 1903. En sendos medallones, vemos los evangelistas San Marcos y San Lucas, pintura sobre lienzo. En el ático, una gran cartela muestra un ostensorio eucarístico, adorado por ángeles, y en las cartelas laterales, los evangelistas San Mateo y San Juan. La decoración del cuerpo principal mantiene los esquemas del barroco del estípite, de hojarasca y veneras, mientras que la del copete introduce ya las formas del rococó.
     En la capilla reciben culto las imágenes de la Real Hermandad de Jesús Resucitado y María Santísima de la Victoria, fundada en 1990. Jesús Resucitado es una escultura en madera poli­cromada, obra del escultor isleño Francisco Zamudio, realizada en 1991. María Santísima de la Victoria, imagen de candelero para vestir, es obra del escultor sevillano Antonio J. Dubé de Luque, bendecida  en  1997.
     Finalmente, a los pies de la nave, se encuen­tra el retablo de la Virgen del Carmen, obra de factura neoclásica. Destaca un cuerpo avanzado y achaflanado, que forma un templete cubierto con frontón triangular partido. El conjunto se decora con fondos jaspeados polícromos y mol­duras doradas. La imagen titular es de taller va­lenciano.
     Del interior del templo, hemos de reseñar las dos pilas de agua bendita, de  mármol blanco, con taza negra, del siglo XVII. Y las vidrieras, del segundo tercio del siglo XX.
     La sacristía es un espacio rectangular cubierto con bóveda de cañón, que arranca de una sencilla cornisa. Al centro se sitúa una mesa de már­mol rojo, del siglo XVIII. Desde la sacristía se accede, por una escalera, al camarín de la Virgen de las Angustias.
     En este espacio encontramos diversos bienes muebles, que decoran sus paramentos. Un rostrillo de Cristo dolorido, relieve en madera, en­ marcado sobre tela roja, resto de una imagen die­ciochesca, Cuadro de la Anunciación, popular, s. XIX. Cuadro de Cristo en el monte Calvario, en el momento de ser despojado de sus vestiduras para ser clavado en la cruz; obra de la primera mitad del siglo XX, del pintor ayamontino Franco. La Virgen de Guadalupe, copia mejicana de la Virgen del Tepeyac, posiblemente donada por Francisco de Aguilera, por su testamento de 24 de enero de 1735.
     Vemos también cinco óleos sobre lienzo de otros tantos apóstoles, de finales del siglo XVII: Santo Tomás, San Matías, Santiago el Menor, San Judas Tadeo y San Pablo. Formarían parte de un Apostolado, con otros lienzos desaparecidos. En el capítulo de orfebrería, reseñaremos la arqueta eucarística, de maderas nobles, adornada con cantoneras, patas y apliques de plata, e incrustaciones de nácar, del siglo XVII. Dos atriles de plata, de hacia 1700, de estructura rígida y arcaizante, que presentan como principal decoración sendos óvalos con el corazón traspa­sado y el relieve de la Piedad. Dos cálices de plata sobredorada, de  hacia  1700,  ornamentados con tallos, roleos, flores de carnosos pétalos y querubines. Cáliz de plata sobredorada, de estilo barroco mejicano de la segunda mitad del siglo XVIII, que, además del repertorio de hojas, flores roleos y querubines, presenta como nota característica el astil y nudo bulbosos de sección poligonal y la subcopa calada. Un cáliz de plata, rococó, de la segunda mitad del siglo XVIII, presenta estilizado esquema, base lobulada y astil muy esbelto, con decoración muy movida de rocallas entorchadas. Cáliz de plata de estilo neoclásico, de hacia 1800: tiene elevada peana decorada con grandes óvalos, en los que apare­ce los emblemas eucarísticos: pelícano, león de Judá, ave fénix y agnus dei; el nudo periforme de sección triangular y la subcopa son adornados con óvalos grabados a buril con temas pasionales; presenta los punzones de García, 10 y NO8DO. Dos ciriales de plata, del siglo XIX, de estilo neoclásico, decorado con gallones, parejas de querubines y acantos. Copón de plata sobre­ dorada, de la primera mitad del siglo XVIII, de esquema arcaizante y decoración de cabezas de querubines enlazados por guirnaldas. Cruz parroquial, de plata, del siglo XVIII. Diadema de plata, en forma de media luna, con decoración rococó, de fines del XVIII. Naveta de plata so­bredorada, en forma de galeón, con mascarón animal en la proa y balaustrada en el castillete de popa; el maderamen y clavazón de la nao son grabados a buril. Otra naveta, de similares ca­racterísticas, con decoración vegetal de roleos enlazados. Ambas obras pueden ser de principios del siglo XVII. Anotemos, finalmente, los cobres flamencos de la Adoración de los Pastores y la Adoración de los Reyes, de autor anónimo flamenco del círculo de Franz Francken II, hacia 1630-1640, que se exhiben en depósito en la Casa Grande (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     La iglesia y el baluarte de las Angustias de Ayamonte (Huelva) se encuentran situados en uno de los dos grandes sectores que conforman la localidad, en la zona llana denominada "La Ribera", a escasos metros del río Guadiana, sector portuario y marinero que desde la Baja Edad Media se convirtió en el centro económico de la población, por su actividad y comercio.
     La iglesia tiene planta basilical, de tres naves de cinco tramos y testero plano, separadas mediante vanos de medio punto enmarcados por alfiz, que apean en pilares rectangulares de ángulos achaflanados. La nave central, más alta y ancha que las laterales, está cubierta con armadura de par y nudillo, de tres paños y dos vertientes, sin limas, mientras que las laterales son de colgadizo. El harneruelo se encuentra decorado por tres bandas de lacería, a base de peinazos, distribuidas en los extremos y en la zona central. Contrarresta el empuje de la techumbre once pares de tirantes dobles, distribuidos regularmente, que alternan la decoración; en unos con lazo central de ocho, y otros forman estrellas de diez.
     La nave central, tras elegante arco triunfal del siglo XVII, queda encabezada por el presbiterio. El citado arco descansa sobre capiteles clásicos y está decorada por profusa decoración. Se enriquece con un bocel con ovas y el intradós con casetones que enmarcan sendas rosas. En la zona superior muestra tres emblemas con cimeras, entre elementos vegetales y guirnaldas de flores y frutos. En el centro, en el interior de una cartela, se encuentra el corazón de María y en las enjutas figuran a la izquierda las armas de Guzmán y a la derecha las de Zúñiga y Sotomayor.
     La capilla mayor, separada del buque de la iglesia mediante gradas, es de planta ligeramente rectangular y está cubierta con armadura ochavada sobre pechinas. Presenta el arrocabe compuesto por dos frisos, solera y estribo, cuyo único tema decorativo, casetones centrados por rosetas, invade hasta los cuadrantes. La armadura, apeinazada, presenta labor de lacería. Pequeñas variantes distinguen el almizate de los ocho faldones. El harneruelo ostenta ruedas de ocho alfardones y los paños de diez forman en los vértices estrellas de cinco puntas. En la cubierta totalmente policromada se combina el encintado mudéjar con los casetones renacentistas, disposición de elementos ornamentales frecuentes en la fecha en que se cubrió el templo, en la segunda década del siglo XVII. Las pechinas, en forma de triángulos planos, se resuelven con ruedas de dieciséis, incompletas, que desculatan en el centro en una rueda de ocho.
     Cubre el testero de la capilla mayor el retablo renacentista con tendencia protobarroca, contratado en 1644 por Matías Fernández Cardoso, quien ejecutó el primer cuerpo. En 1652 el maestro ensamblador Andrés Díaz continuó el retablo siguiendo las mismas trazas que Fernández Cardoso. Posteriormente, en 1690 el dorado se llevó a cabo por el maestro dorador Antonio Gallardo, una vez que el escultor Domingo de la Torre repuso algunas piezas que aún faltaban.
     El coro alto se ubica a los pies de la nave central, consta de un pequeño recinto abovedado a modo de hornacina, que se abre hacia la nave mediante un vano de medio punto cubierto con antepecho de balaustres.
     Las naves laterales presentan en su cabecera sendas capillas absidiales, de planta cuadrada cubiertas con bóveda ochavada sobre trompas. La capilla del lado del Evangelio, que da paso a la sacristía, alberga en su muro frontal el retablo de la Inmaculada Concepción, de estilo neoclásico y realizado en el siglo XIX en madera y piedra.
     En el quinto tramo de la nave del Evangelio se abre la capilla de Nuestra Señora de Fátima, anterior capilla de San Vicente Ferrer.
     A los pies de la misma nave se encuentra el retablo de San Diego de Alcalá. Es de estilo rococó, data de la segunda mitad del siglo XVIII y está realizado en madera de caoba tallada y sin policromar. La imagen de San Diego es una escultura de bulto redondo realizada en 1590 por Juan Martínez Montañés.
     Entre el primer y segundo tramo de la nave del Evangelio, se encuentra el retablo barroco de la Virgen del Rosario, realizado en la primera mitad del siglo XVIII en madera tallada, dorada y policromada.
     En la misma nave, entre el segundo y tercer tramo, se halla el retablo que sirve de marco al simpecado de la Virgen del Rocío. Se trata de un retablo barroco realizado en la primera mitad del siglo XVIII en madera dorada y policromada.
     El retablo de Santa Ana y la Virgen Niña se ubica en el cuarto tramo de la nave del Evangelio. Es de estilo rococó y data de la segunda mitad del siglo XVIII. Se trata de un retablo rehundido y abocinado, cuya estructura presenta un cuerpo de tres calles y ático superior de forma semicircular.
     Entre el cuarto y quinto tramo de la misma nave se encuentra el retablo de San José. Data de comienzos del siglo XIX en estilo neoclásico y está realizado en madera y policromado a imitación del mármol.
     La capilla de la cabecera que preside la nave de la Epístola sirve de tránsito a la capilla de la Hermandad del Santo Entierro, Descendimiento de la Cruz y Nuestra Señora del Mayor Dolor. Es una estancia rectangular cubierta con bóveda esquifada, decorada con originales pinturas al temple, cuya representación muestra al Padre Eterno, la Tempestad calmada, la Resurrección de Cristo y la Asunción de María.
     En la nave de la Epístola se abren tres capillas; en el quinto tramo la capilla de Nuestro Padre Jesús de la Pasión tiene planta rectangular cubierta con armadura de madera a tres aguas. En el segundo tramo la capilla Bautismal, construida en las postrimerías del siglo XVII, con planta rectangular cubierta de bóveda de cañón con lunetos, dividida en tres tramos decorados con pinturas. Cubre el testero frontal de la misma el retablo dedicado a San Juan Bautista, actualmente de San Nicolás, realizado en el último decenio del siglo XVII en madera tallada y dorada.
     Ante el retablo se alza la primitiva pila bautismal, abalaustrada, de mármol gris oscuro, realizada en el siglo XVII.
     La antigua capilla Sacramental, abierta en el primer tramo de la misma nave, se cierra con una verja de hierro forjado.
     Data del primer cuarto del siglo XVII y estuvo dedicada originariamente a la reserva y adoración de la Eucaristía. Se compone de una nave cubierta con bóveda de cañón rebajada y lunetos que cobijan sendos ventanales, dividida en cuatro tramos por arcos fajones. La decoración geométrica de la bóveda, de rancia estirpe clásica, está realizada a base de hexágonos, octógonos, y cruces, que recuerdan dibujos de Sebastián Serlio. En la clave del arco fajón de la cabecera se encuentra una cartela con un pelícano, clara alusión eucarística, así como a los pies del recinto, en el interior de otra cartela, aparece un cáliz y la Sagrada Forma.
     Entre el segundo y tercer tramo de la nave de la Epístola se ubica el retablo de la Virgen del Pilar, obra barroca de escuela portuguesa de las primeras décadas del siglo XVIII. Presenta en un plano anterior un amplio arco de triunfo de medio punto cuya embocadura está formada por sendas pilastras laterales que sostienen el arranque del arco y entablamento superior rematado con crestería. En el interior del arco y en un plano posterior se estructura el cuerpo del retablo dispuesto con cuatro columnas de orden salomónico, que separa las tres calles.
     También en esta nave se ubican en el cuarto tramo el retablo de San Antonio de Padua y el altar de Ánimas. El primero es un sencillo retablo en forma de arco rehundido, en madera de color oscuro, decorado con elementos de rocalla que permite datarlo en la segunda mitad del siglo XVIII. La imagen de San Antonio es una escultura de bulto redondo, tallada en 1767 por Blas Molner y policromada por Juan de Espinel.
     El altar de Ánimas, actualmente pintado por Joaquín González-Sáenz en 1939, sustituye al realizado por Miguel Güelles en el año 1620, de cuya obra se conserva el retablo-marco original.
     A los pies de la nave se encuentra el retablo de la Virgen del Carmen, obra de factura neoclásica. Destaca su cuerpo avanzado y achaflanado, que forma un templete cubierto con frontón partido. El conjunto se decora con fondos jaspeados policromos y molduras doradas.
     También del interior del templo hay que reseñar las dos pilas de agua bendita, de mármol blanco con taza negra del siglo XVII y las vidrieras del segundo tercio del XIX.
     La sacristía se halla en el costado izquierdo de la cabecera de la iglesia. Es un espacio rectangular cubierto con bóveda de cañón que arranca de una sencilla cornisa. En el centro se encuentra una mesa de mármol rojo veteado en blanco, con pie central abalaustrado que se fija al suelo mediante base cuadrangular, realizada en el siglo XVIII. Desde la sacristía se accede a través de una escalera al camarín de la Virgen de las Angustias.
     En el exterior se marcan claramente los volúmenes de las naves y de la cabecera, aunque la adición en la segunda mitad del siglo XVIII de las portadas neoclásicas impide reconocer externamente que nos encontramos ante una fábrica mudéjar. El inmueble presenta gran uniformidad en sus acabados, estando enfoscados y encalados todos los paramentos, excepto en las tres portadas cuyos elementos decorativos están pintados en color ocre. La cubierta es en su totalidad de teja cerámica curva.
     El templo se encuentra elevado en relación a las edificaciones que conforman su entorno, salvándose la diferencia de altura a través de amplias escalinatas que permiten el acceso al inmueble por sus portadas de los pies y de la Epístola.
     Delante del templo se abre un pequeño espacio urbano, parte ocupado por las escalinatas de acceso a la iglesia, que le da mayor prestancia a la fachada principal y la torre.
     La fachada principal es de gran sencillez. Destaca en ella su portada, trazada según los cánones clásicos en los primeros años del siglo XVII. Consta de un alzado de dos cuerpos cuyo centro se adelanta en línea de fachada sobre los muros que cierran las naves laterales. Se compone en planta baja de un vano adintelado flanqueado por dobles columnas de orden dórico-toscano, con fustes estriados que apean sobre altos pedestales y entablamento superior dispuesto con triglifos, metopas y cornisa volada sobre canecillos de evidente raigambre clásica, que separa el cuerpo inferior del superior. Éste se ordena en torno a un óculo central moldurado, cubierto con vidriera policromada alusiva a la Virgen titular, flanqueada por dos pilastras adosadas al muro sobre elevados pedestales que terminan en una amplia cornisa que recorre toda la fachada. La portada se encuentra pintada de blanco a excepción de los elementos sustentantes; columnas y pedestales, cornisa del entablamento y moldura que circunda al óculo, los cuales están pintados de color ocre. En el lateral izquierdo de la portada se abren pequeños vanos cuadrados dispuestos en eje. Asimismo, en la zona alta de los laterales de la fachada se abren vanos adintelados, rectangulares y abocinados cubiertos de cristal.
     La torre fue construida en la segunda mitad del siglo XVIII sobre otra torre anterior. Se levanta en el lateral derecho de la portada principal. Tiene planta cuadrada y alzado de tres cuerpos. El primero queda confundido con la portada y termina al igual que la fachada en una amplia cornisa. El segundo cuerpo, que sobresale de la fachada de la Iglesia, está construido con piedra ostionera. Su paramento cerrado presenta en el flanco oriental una moldura circular, terminando con una amplia cornisa. El tercero o cuerpo de campanas presenta en cada lado un vano de medio punto flanqueado por dobles pilastras toscanas sobre pedestales. El entablamento continúa las líneas verticales de las pilastras y de la clave, para enlazar con la volada cornisa por medio de moldurones túmidos, cóncavo-convexos. La torre está coronada por un chapitel facetado sobre banco octogonal. La plataforma sobre la que se alza el chapitel se decora en los ángulos con cuatro pedestales de planta estrellada y el vértice superior se remata con una cruz de cerrajería.
     Las dos portadas laterales son adinteladas y presentan sendas pilastras flanqueando el acceso al interior del templo, estando la del lado del Evangelio acanalada en su mitad superior y la de la Epístola elevada sobre altos pedestales. La portada del lado del Evangelio se culmina con un frontón triangular partido prácticamente desde su comienzo, rematado por sendos pares de elementos piramidales que recuerdan a los merlones de los recintos defensivos amurallados.
     La portada del lado de la Epístola presenta en la zona superior un sencillo entablamento coronado en el centro por un pináculo. Se accede a dicha portada a través de un callejón o patio alargado con acceso desde la fachada principal, a través de una portada cerrada con una cancela de forja. Dicha portada tiene un vano adintelado flanqueado por columnas de orden dórico-toscano sobre el que aparece la inscripción de Ave María, bajo una cornisa. En dicho callejón o patio se sitúa un pozo ubicado al pie de la escalera de acceso al lado de la Epístola. Dicho pozo consta de un brocal de mampuesto en su exterior con forma hexagonal, que actualmente está encalado, y un arco de forja que lo corona, posiblemente de la segunda mitad del siglo XVIII, contemporáneo al pozo, con algún probable añadido decorativo posterior en la tarea de forja.
     La iglesia de las Angustias, dedicada a la Virgen de las Angustias, es un imponente edificio mudéjar de la primera mitad del siglo XVI, que se erigió como una nueva parroquia en la parte baja del casco urbano, situada en el que era el nuevo y mercantil barrio de la Ribera. Su auge cobro fuerza como consecuencia del aumento de la población, el asentamiento decidido de la misma en la ribera del río y la distancia, ya considerable, a la que quedaba la parroquia matriz de El Salvador, en la Villa.
     Destaca el gran valor del artesonado mudéjar de la capilla mayor, del siglo XVI y uno de los más bellos de la provincia de Huelva, y el retablo mayor, de traza diseñada por Matías Fernández Cardoso y realizado el primer cuerpo del retablo por Matías Fernández Cardoso y el resto por el maestro ensamblador de Sanlúcar de Barrameda Andrés Díaz.
     La iglesia alberga en su capilla mayor a la imagen de Nuestra Señora de las Angustias, titular del templo y patrona de Ayamonte desde el 11 de enero de 1756, en agradecimiento por haber intercedido en los escasos daños sufridos en la población con el terremoto de Lisboa de 1 de noviembre del año anterior. Ésta es una imagen de gran devoción entre los ayamontinos. También recibe culto San Diego de Alcalá, escultura en madera policromada, obra de Juan Martínez Montañés, copatrono de la ciudad junto con la Virgen de las Angustias y San José. El templo adquiere un enorme protagonismo durante la Semana Santa ayamontina, pues desde ella hacen estación de penitencia cuatro de las nueve hermandades que procesionan por las calles de la ciudad.
     Junto a este templo se construyó un baluarte artillado en el siglo XVII y que formaba parte de las defensas de la Ciudad.
     Actualmente se conserva un lienzo de este baluarte que forma parte de una recoleta plaza. El terremoto de Lisboa (1.755) destruyó parte de la fachada de la Iglesia (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Parroquia de Nuestro Señor y Salvador
     El edificio se encuentra situado en la parte más alta de la ciudad, por el norte. Orientado litúrgicamente de occidente a oriente, se abre a la población, al sur, por medio de un amplia plaza, con su porche y escalinatas.
     De planta basilical, la iglesia del Salvador sigue el modelo parroquial sevillano del siglo XV, de iglesias de arcadas con alfiz. Consta de tres naves, la central, más alta y más ancha que las laterales. Tiene cubierta de armadura de madera, de 1641. La nave central se cubre a dos aguas, con armadura del tipo de par y nudillo, en forma de artesa con dobles tirantes, decorados con lazos, y apoyados en canes de rollos. El arrocabe se compone de tres frisos, que cubren la sole­ra y el estribo, y se decora con relieves tallados con motivos alternados de arquillos y de diseños geométricos biselados. La cubierta descansa sobre la arquería divisoria de naves, de cinco ar­cos apuntados, enmarcados en alfices y apoyados por sencillas impostas en pilares cuadrados, con las aristas levemente achaflanadas. Las cubier­tas de las naves laterales son de colgadizo, a un agua, de par e hilera, entrevigado con correas y entablado, sin decoración.
     La nave central se articula con la cabecera por un arco toral de medio punto, ornamentado con yeserías que reproducen el escudo del marquesado. La capilla mayor tiene planta cuadrada, y se cubre con bóveda de naranja sobre pechinas, que, a su vez, es protegida por una  armadura de madera a cuatro aguas y teja árabe. La configuración actual se debe a una reforma de 1688. Tras el retablo puede verse un arco apuntado de gran anchura y escasa flecha. A ella se adosan sendas capillas en las cabeceras de las naves laterales, también de planta cuadrada, con bóvedas de cuatro paños, generadas por arcos apuntados, y recubiertas con yeserías del siglo XVII, que abren a sus respectivas naves por arcos de medio punto. La del lado del evangelio, que se trasdosa al exterior, pertenecía al patronato de Juan Pérez Villegas, y fue terminada en 1611. La del lado de la epístola fue edificada por los patronos de la capellanía de Fernando Martín Olivos en 1631. En el lado del evangelio sobresale notablemente la planta de la Capilla de San José, hoy de la Hermandad del Jueves Santo, de tres tramos, cubierta con bóveda de cañón con arcos fajones y lunetos, y decorada con motivos rectangulares de yesería, construida en 1759 para la capellanía de Cristóbal Rivero. Finalmente, señalemos que la torre, de planta cuadrada, se apoya en los muros de la fachada principal, en el lado del evangelio. El acceso al templo se verifica por la portada sur, abierta al porche y a la plaza, y por la de los pies, al poniente. La portada meridional es de estilo renacentista, labrada en el siglo XVI en piedra. Presenta arco de medio punto, enmarcado en dos pilares cilíndricos muy esbeltos, coronados por capiteles de sencillas acana­laduras. Tras el entablamento jónico y el volado cornisón, los extremos se rematan en flameros, mientras que sendas tornapuntas vegetales se unen en el centro para recibir el orbe, coronado por la cruz, símbolo de Cristo Salvador. En las albanegas, pueden verse los medallones circulares con las cabezas en relieve de los apóstoles San Pedro y San Pablo. Reclama nuestra atención la aldaba de hierro forjado en forma de cabezas de équidos.
     La portada de poniente, construida en 1757, como puede leerse en su frontis, presenta un vano rectangular adintelado, flanqueado por pilastras muy planas que sostienen un entablamento decorado con triglifos y metopas.
     La torre, de planta cuadrada, consta de tres cuerpos diferenciados. El primero es un prisma simple, sin ornamentación, y tan sólo horadado por dos saeteras en el lado norte. Fue manda­do levantar por Francisco Galdames en 1660, con cierta cantidad de dinero que envió desde Perú. El segundo cuerpo, presenta arcos de me­dio punto en sus cuatro frentes, enmarcados con pilastras con basa y capitel, y cornisa de amplio friso que lo separa del cuerpo superior. El último cuerpo, de planta octogonal, presenta rica ornamentación mixtilínea y polícroma, con recubrimientos de estuco decorados con dibujos geométricos. La transición del cuadrado al octógono se suaviza por medio de estribos en forma de grandes volutas en las esquinas. Se divide a su vez en tres cuerpos decrecientes, el primero de los cuales alberga las campanas.
     Comenzamos el recorrido de los actuales bienes muebles por los pies de la nave del evangelio. Allí han sido colocadas las dovelas de un arco de medio punto angrelado y decorado con bolas, que aparecieron en el subsuelo, cerca de la puerta en 1995.
     El altar de la Virgen del Pilar tiene forma de arco carpanel rehundido, en cuyo intradós y en el fondo de la hornacina aparecieron, en la restauración de 1991-1997, unas pinturas murales, realizadas al fresco, con motivos y colores pompeyanos propios del Renacimiento. La Capilla de San José, levantada entre 1751 y 1756 y hoy destinada a la Hermandad del Jueves Santo, abre a la nave por medio de una sencilla porta­da formada por un arco de medio punto entre dos pilastras y frontón triangular. El arco de acceso queda cerrado por una cancela, en la que puede leerse el nombre de los patronos, Cristóbal Rivero González y Teresa Aguilar Obando. Figuraba la fecha, hoy perdida, de 1759. En el interior de la capilla, preside un retablo dorado, del círculo de José Fernando de Medinilla. El conjunto se decora con rocallas, cuyo estilo concuerda con la fecha de construcción de la capilla. En 1761, Francisca González, viuda del fundador, contrató el dorado del retablo. En la hornacina central, preside la Virgen de la Amargura, imagen de vestir, obra del ayamontino José Vázquez Sánchez, realizada en 1944. En las hornacinas laterales, son venerados el Cristo de las Tres Caídas, de serie, restaurado por Antonio León Ortega en 1944, y el Señor de la Oración en el Huerto, obra del mismo León Ortega, del año 1967, tallada junto con el Ángel de la Confortación en la misma fecha.
     A continuación se repite una portada como la de la capilla anterior. En el arco rehundido se encuentra una escul­tura de Santa Teresa de Jesús, que se puede adscribir al círculo de Martínez Montañés, de mediados del siglo XVII.
     La actual Capilla Bautismal, que preside la  nave del evangelio, fue levantada para el patronato y capellanía de Juan Pérez de Villegas, en 1611. Sobre el arco de acceso a la capilla, hay un marco de yesería de traza manierista. Se corona con frontón curvo partido, con bolas en los ejes, y cruz sobre podio central. En el interior de la capilla, la bóveda está decorada con motivos curvilíneos en yesería recortada, y óvalos con querubines o virtudes, y máscaras o vicios, entre hojarascas, flores y frutas, etc. La fuente bautismal es de mármol rojo jaspeado, del s. XVIII, a juego con las pilas de agua bendita de los pilares de las entradas.
     La Capilla Mayor, de planta cuadrada, conserva el arco apuntado de su primitiva estructura, que cobijaba el magnífico retablo de pinturas en tabla, dedicado a Cristo Salvador, obra de Jan Sanders van Hemessen, hoy depositado  en  la sala de exposiciones de la Casa Grande ayamontina. Actualmente la capilla se cubre con bóveda semiesférica, y está presidida por el retablo barroco, obra de José Fernando y Francisco José de Medinilla, contratado el año 1740. Tallado en madera dorada, presenta una estructura arquitectónica de líneas muy claras y armónicas, de tres calles separadas por estípites y ático se­micircular. La decoración se efectúa a base de guirnaldas verticales y hojas. En el contrato se especificaba: «que llene todo el güeco que ai desde el suelo del arco al techo de dicha capilla». Tiene banco con cuatro basamentos y otras tantas ménsulas, donde se apoyan los estípites divi­sorios de calles en el cuerpo principal. En el eje de las calles laterales se sitúan las portezuelas, las hornacinas de las imágenes, los óvalos, y, tras el respectivo entablamento, se cierran con frontones curvos partidos. El conjunto se corona con ático semicircular. En la calle central se disponen el camarín central, con la figura del titular, sobre fondo de sol radiante, un expositor eucarístico a la altura del entablamento, y, entre las pilastras y el frontón partido del ático, un gran moldurón que enmarca el relieve de la Inmaculada.
     En la hornacina principal, preside la escultura del Divino Salvador, en madera dorada y policromada. En lugar de los relieves previstos, se tallaron los bustos de los cuatro Evangelistas, y, sobre las pilastras del camarín central, dos ángeles portan velas y dirigen sus rostros al Santísimo, que esta­ría situado en el manifestador, en actitud de adoración. Las esculturas originales podrían vincularse a Bartolomé o Manuel García de Santiago, colaboradores asiduos de los retablos de Medinilla. El retablo fue financiado por los comerciantes ayamontinos Manuel Rivero, Alonso Brioso Romero y Alonso Magro, por medio de operaciones de compra venta de encajes españoles y de grana de Oaxaca. El dinero para el dorado del retablo pudo reunirse en 1779, fecha en que se encarga la tarea al dorador de Tavira, Diego Mangino.
     Sobre una peana, en el presbiterio, se conserva una cabeza de San Pedro, con tiara pontificia, fragmento de la escultura que debía presidir el retablo que mandó hacer Manuel Rivero poco antes de 1752, para la cofradía a la que él pertenecía.
     Adosados a las jambas del arco triunfal, hay dos púlpitos de hierro forjado, con antepecho circular, decorado con eses contrapuestas.
     El del evangelio tiene elegante tornavoz de madera tallada y dorada sobre fondo gris. En su interior vuela la paloma del Espíritu Santo. Podría ser obra de José Fernando de Medinilla, de hacia 1738.
     La capilla que encabeza la nave de la epístola es similar a la de la nave del evangelio, también de planta cuadrada. En el lado de la epístola de la Capilla Mayor apareció una hornacina de arco conopial, enmarcado en otro rebajado y festoneado, y el todo en una gran rectángulo. En su interior una imagencita de la Dolorosa, del siglo XIX. La capilla fue levantada por los patronos de la capellanía de Fernando Martín Olivos. Durante el siglo XVIII estuvo dedicada a Ntra. Sra. de la Granada o de los Remedios, pero en el XIX se conocía como la capilla de la Concepción. La bóveda esquifada se recubre con cartelas y motivos geométri­cos mixtilíneos en yesería recortada. Preside un retablo de madera dorada, de la segunda mitad del siglo XVIII. Consta de un solo cuerpo con tres calles de desigual anchura, separadas por estípites, y copete superior. Llama la atención las quebradas líneas y la profusa decoración de rocallas.
     Todo el conjunto queda cobijado por un gran cortinón apabellonado, estofado con vistosos motivos geométricos y florales, propios de la decoración textil. Un sol radiante corona el vértice. La capilla que encabeza la nave de la epístola es similar a la de la nave del evangelio, también de planta cuadrada. En el lado de la epístola diadema de azahar; imagen que se dice proceder de América. En la base del altar unas inscripciones recuerdan la dedicación de la capilla a la Inmaculada, y la restauración llevada a cabo en 1891 por Antonio Camero Montaño y María Bella Ál­varez. Finalmente, sobre el suelo de la capilla, hay una lápida que recuerda su origen funerario, con la inscripción: «Mori lvcrvm», «es ganancia el morir», tomada de Filip. 1, 21.
     Ya en la nave de la epístola encontramos un retablito del último tercio del s. XVIII, dorado, con decoración de rocallas, dedicado a San An­tonio de Padua. Pasado el cancel de la puerta meridional, se encuentra la Virgen del Carmen, escultura en madera policromada, posiblemente la que Manuel Rivero hizo traer desde Puebla de los Ángeles, en 1750, y policromada por el pintor poblano Miguel del Castillo.
     En la jamba derecha del arco central de la arquería del lado de la epístola, puede admirarse una pintura mural de la Inmaculada Apocalíptica, enmarcada por bandas florales y geométricas. La Virgen viste túnica jacinto y manto azul, y se ve rodeada por una ráfaga de rayos agudos y llameantes alternados. Sobre su cabeza, de espléndida cabellera ondulante, luce la corona real y las doce estrellas. En torno a la Virgen están los símbolos bíblicos: el sol, la luna, la escala de Jacob, el espejo, el ciprés, la palmera y el lirio. Debajo se hace constar en un letrero que fue des­cubierta el 24 de febrero de 1886. Una nota manuscrita anónima, fechada en 1867, deja constancia de que en el lado del evangelio, en el pilar contrario a éste, también existía una pintura mural que representaba el Árbol de Jesé.
     De los objetos litúrgicos de orfebrería, destaca el monumental ostensorio peruano, de hacia 1690-1700, donado por el capitán Domingo Romero Soriano. Está labrado en plata dorada, bronce dorado y esmaltes. Se asienta sobre basamento cuadrado, apoyado en garras y bolas. La peana, subdividida por cuatro lesenas adornadas con tornapuntas, se eleva en pabellón, corona­do por ancho platillo. El astil se compone de un cilindro en el arranque y un nudo ovoide de jarrón, que soporta un estilizado elemento tron­copiramidal. El viril, en forma de sol, presenta catorce rayos rectos, mas el radio central sobre el que se eleva la cruz, todo profusamente decora­do con tornapuntas caladas, con efecto de crestería. La cruz de oro, con siete esmeraldas grandes en el anverso y cartelas bajo-renacentistas esmaltadas en el reverso, de fines del siglo XVI, fue donada por doña Juana García, viuda de don Alonso Zamora, y añadida a la pieza en el siglo XVIII. Todo el conjunto se exorna con palmetas, querubines y tornapuntas doradas. Los espacios de fondo se recubren con esmaltes polícromos de formas trapezoidales, ovales y rectangulares que confieren a la pieza un gran efecto cromático. Heredia, Palomero y Sanz Serrano coinciden en situar la precedencia de esta obra en los talleres limeños de finales del siglo XVII. Citemos, además, tres cálices de plata de hacia 1600-1625; un cáliz con copa de plata y astil y base de bronce dorados, de fines del siglo XVIII, y dos cálices de plata, lisos, del siglo XIX. Sobre la cajonera de la sacristía hay un Crucificado del siglo XVIII (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).
     El edificio se encuentra situado en la parte más alta de la ciudad coincidiendo con la zona Norte. Se orienta litúrgicamente de occidente a oriente, abriéndose a la población, al Sur, por medio de una amplia plaza, con porche y escalinatas. Está construida sobre un amplio altozano junto al antiguo castillo árabe, en el barrio más antiguo de la ciudad conocido como "La Villa", al parecer se ubica sobre las ruinas de un templo anterior dedicado a San Mateo. Por su situación se encuentra cercana al Parador nacional, y acierta distancia del Ayuntamiento y plaza mayor de la localidad.
     La iglesia de El Salvador, responde a las características del templo mudéjar sevillano de planta rectangular con tres naves y cabecera plana, a la cual se han adosado otras dependencias para completar el programa iconográfico y funcional del templo. Las naves están separadas mediante cinco arcos apuntados con alfiz e impostas resaltadas, elevados sobre pilares rectangulares. La nave central, más alta y ancha que las laterales, presenta una cubierta a dos aguas con una armadura de madera de par y nudillo con dobles tirantes y decoración de lazo, apoyada sobre canes o modillones de rollos. Las naves laterales presentan una armadura simple a un agua con tablazón y vigas de madera, formada por pares que descansan sobre canes.
     La capilla mayor destaca del resto del templo por su situación elevada sobre gradas y un gran arco toral de medio punto que la precede, en el que se inscribe el escudo del marquesado de Ayamonte, realizado en yeso. En las jambas del arco se conservan dos púlpitos de hierro forjado con antepecho circular y decorados con eses contrapuestas. El presbiterio, de planta cuadrada y testero plano, se cubre con bóveda de media naranja sobre pechinas.
     Detrás del presbiterio y paralela al muro de cierre del edificio se encuentra la sacristía, de planta rectangular, que se comunica con la antigua residencia del párroco. A ambos lados del presbiterio, en las naves laterales y abiertas por arcos de medio punto, se desarrollan dos interesantes capillas, la capilla de la nave del Evangelio, fundada en 1611 por Juan de Palacios con la donación de su tío Juan Pérez Villegas, y la del lado de la Epístola, fundada en 1631 por el presbítero Fernando Martín Olivos; ambas se cubren con bóveda esquifada.
     En la nave del Evangelio nos encontramos con un importante conjunto de elementos que completan el programa iconográfico y decorativo del templo, en el cuarto tramo, se encuentra la única capilla del templo, conocida como la capilla de San José, hoy de la Hermandad del Jueves Santo, fundada en 1759 por don Cristóbal Rivero González y doña Teresa de Aguilar Ovando. La capilla conecta con la nave a través de una sencilla portada conformada por un arco de medio punto flanqueado por pilastras y un frontón triangular cerrado por una cancela en la que se lee el nombre de los patronos. El interior de la capilla, de planta cuadrada, se cubre con bóveda de cañón con arcos fajones y lunetos, y decorada con motivos rectangulares de yeserías.
     La capilla bautismal, en la cabecera de la nave del Evangelio, fue construida en 1611 para el patronazgo y capellanía de Juan Pérez de Villegas. Se accede a través de un arco sobre el que se dispone un arco de yeserías de estilo manierista, coronado por un frontón curvo partido. El interior de la capilla, cubierto por una bóveda con decoración de yesería de motivos curvos, óvalos con querubines y máscaras entre diversos elementos vegetales, alberga la pila bautismal realizada en mármol rojo jaspeado en el siglo XVIII.
     La capilla de la cabecera de la nave de la Epístola, similar a la del lado del Evangelio, estuvo dedicada durante el siglo XVIII a Nuestra Señora de la Granada o de los Remedios, pero en el siglo XIX pasó a denominarse Capilla de la Concepción.
     En el exterior, la iglesia presenta cuatro fachadas con escasa decoración. Los únicos elementos que rompen la monotonía del conjunto son los vanos rectangulares que favorecen la iluminación interior, y dos portadas, la principal abierta en los pies del templo y una secundaria en el lado de la Epístola.
     La portada principal, realizada en el siglo XVII, consta de un vano rectangular enmarcado por dos pilastras dóricas superpuestas que parten de pedestales, sobre las que discurre un entablamento decorado con triglifos y metopas, y rematado por cornisa moldurada con dos pirámides terminadas en bolas en cada una de las esquinas y entre las cuales se abre una ventana rectangular con orejeras, que aporta luz al interior de la fábrica.
     La segunda portada, abierta en el muro de la Epístola, es de estilo renacentista realizada en piedra. Se estructura por un arco de medio punto decorado con molduras e impostas resaltadas, enmarcado por dos columnillas que soportan un entablamento con una cornisa volada. En las enjutas del arco se insertan dos medallones con los bustos de San Pedro y San Pablo. En el centro de la portada, sobre la cornisa, hay dos contracostas con motivos vegetales que fingen soportar el mundo coronado por una cruz, símbolo del Salvador, y en los extremos dos remates piramidales terminados en bola.
     Junto a la portada de los pies de la iglesia, en el lado del Evangelio, y adelantada respecto al volumen general del edificio, se levanta la torre de planta cuadrada. Consta de tres cuerpos correspondientes, cada uno de ellos, a las diferentes etapas constructivas del templo. El primer cuerpo se corresponde con la caña o fuste, procede de la primera etapa constructiva del edificio. Es de planta cuadrada, y se encuentra elevada sobre un pedestal que salva el desnivel del terreno. Se presenta sin decoración, solo el ladrillo visto, mostrando en su parte frontal tres vanos rectangulares alargados que aportan luz a la caja de escaleras. Este cuerpo se separa del siguiente mediante una cornisa. El segundo piso, añadido en el siglo XV se estructura a modo de arco cuadrifonte, un arco de medio punto, en cada uno de sus lados, flanqueados por pilastras sobre las que se desarrolla un friso rematado por una destacada cornisa que lo separa del cuerpo superior. El tercer cuerpo, de planta octogonal, es el más ornamentado de los tres presentando rica ornamentación mixtilínea y polícroma, con recubrimientos de estuco decorados con dibujos geométricos. La transición del cuadrado al octógono se suaviza por medio de estribos en forma de grandes volutas en las esquinas. Se divide a su vez en tres cuerpos decrecientes. El primero de ellos llamado cuerpo de campanas, se estructura por medio de un vano escarzano en cada uno de sus frentes flanqueados por medias columnas estilizadas sobre las que se asienta un entablamento movido y profusamente decorado, sirviendo la cornisa como elemento separador del siguiente cuerpo también ochavado y de similares características al anterior aunque con un entablamento más sobrio. Finalmente, el cuerpo de la torre se remata por un tambor octogonal con un pequeño vano en cada uno de sus lados, sobre el que se despliega una bóveda gallonada coronada por una veleta y cruz de forja.
     Los paramentos del fuste, al igual que la portada de los pies de la iglesia, se presentan en ladrillo visto, mientas que los del resto de los cuerpos se presentan pintados en color crema, resaltando los elementos estructurales horizontales y verticales que se pintan en rojo almagra, produciendo esta bicromía una acentuación de los juegos de luces. Los muros de las distintas fachadas del edificio se encuentran encalados en blanco.
     El primitivo núcleo urbano de la ciudad se desarrolló en la zona más alta conocida con el nombre de La Villa, dando respuesta a las necesidades defensivas de la comarca. Este lugar estaba coronado por el antiguo castillo, junto al cual se mandó levantar la iglesia de El Salvador.
     Tras la caída de Mértola en manos de los cristianos, se fragmentaba el poder musulmán en el suroeste de la península.
     En pocos años son reconquistadas las zonas de Alájar, Ayamonte, Huelva y el Algarbe iniciándose así la rivalidad fronteriza en los nuevos territorios entre los reinos de León y Portugal. Ayamonte será cedida, en un principio, a los caballeros de la Orden de Santiago y, tras una serie de acontecimientos, pasará a los Pérez de Guzmán, que se titularán condes de Ayamonte. Ya en el tiempo de los Reyes Católicos, Pedro de Zúñiga y Guzmán obtendrá el título de marqués de Ayamonte. Parece ser que la población de Ayamonte, tras la reconquista, comenzó a crecer, extendiéndose por los alrededores del castillo. Ello ocasionará que a fines del siglo XIV y principios del XV se cree una nueva parroquia fuera del recinto del castillo con la advocación de El Salvador. 
     Dicho templo será el núcleo de la población actual. Según la tradición, la iglesia de El Salvador vino a sustituir a una más antigua denominada de San Mateo, que se encontraba en ruinas. Aquella fue realizada en estilo mudéjar, siguiendo las características propias de las iglesias parroquiales sevillana, conservándose esta primitiva construcción la fábrica del templo y el primer cuerpo de la torre.
     Durante el siglo XVI tuvieron que efectuarse una serie de remodelaciones en el templo. De ellas, como testimonio han quedado la portada que se abre en el muro de la epístola y el segundo cuerpo de la torre.
     El 16 de agosto de 1702, el monasterio de la Cartuja de Sevilla otorga una carta de pago al patronato fundado por Juan Pérez de Villegas en la iglesia de El Salvador, en concepto de reparaciones unas casas que el patronato tenía en la ciudad de Sevilla.
     El 10 de julio de 1735, Antonio Díaz Montaño pide en su testamento ser enterrado al pie del Altar de la Virgen del Carmen.
      La Capilla de San José, fue construida entre 1751 y 1756.
     Durante el terremoto de 1755 se tuvo que desplomar la parte superior de la torre, siendo sustituida, algunos años más tarde, por los dos cuerpos barrocos que hoy presenta.
     En 1804 fueron vendidas por el gobierno gran parte de las tierras que pertenecieron a la iglesia de El Salvador. A mediados del siglo XIX fueron trasladados los restos de Fray Gregorio de la Cruz, obispo de Calabria, a la capilla del lado del evangelio del templo, al desaparecer el convento de San Juan de Letrán, que el obispo había fundado en Ayamonte, en 1540 (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Patio de la Jabonería
Originalmente constituyó el patio de caballe­ rías del palacio del marqués de Ayamonte. Debe su nombre al hecho de que durante los siglos XIX y principios del XX alojó una fábrica de ja­ bón. Tras una intensa restauración, desempeña las funciones de auditorio, para acoger el Fes­ tival Internacional de Música «Ciudad de Aya- monte» (Manuel Jesús Carrasco Terriza, Juan Miguel González Gómez, Alberto Oliver Carlos, Alfonso Pleguezuelo Hernández, y José María Sánchez Sánchez. Guía artística de Huelva y su provincia. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2006).

     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Huelva, déjame ExplicArte los principales monumentos (Palacio del Marqués; Parroquias de Ntra. Sra. de las Angustias, y de Ntro. Señor y Salvador; y Patio de la Jabonería) de la localidad de Ayamonte (y IV), en la provincia de Huelva. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la provincia onubense.

Más sobre la provincia de Huelva, en ExplicArte Sevilla.

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