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sábado, 7 de enero de 2023

La Capilla de Belén, en Lebrija (Sevilla)

     Por Amor al Arte
, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Capilla de Belén, en Lebrija (Sevilla).
     Hoy, sábado 7 de enero, como todos los sábados, se celebra la Sabatina, oficio propio del sábado dedicado a la Santísima Virgen María, siendo una palabra que etimológicamente proviene del latín sabbàtum, es decir sábado
        Y que mejor día que hoy para ExplicArte la Capilla de Belén, en Lebrija (Sevilla).
     La Capilla de Belén, se encuentra en la calle Andrés Sánchez de Alva, 98; en Lebrija (Sevilla).
     Iglesia de planta rectangular con una sola nave, fechable en el primer cuarto del siglo XVIII. El cuerpo de la nave se cubre con una artesa de madera de tres paños, de la época de construcción del edificio, y la capilla mayor con una bóveda de cañón.
     La portada, muy simple, se sitúa a los pies de la nave y está configurada por un arco de medio punto. Sobre el lado izquierdo de la fachada, rematada por un frontón triangular almenado, se sitúa una espadaña de un solo cuerpo construida en ladrillo.
     El retablo mayor consta de banco, un cuerpo de tres calles compartimentadas por columnas y ático. Fechable hacia 1780, constituye un claro ejemplo de la transición del rococó al neoclásico. En la hornacina central se sitúa un lienzo de la Virgen con el Niño; en el banco figuran las esculturas de Santo Tomás y San Buenaventura, y en los laterales y en el ático las de las virtudes teologales y cardinales y los relieves del ave fénix y el pelícano. A excepción del lienzo central, fechable en la primera mitad del siglo XVIII, las esculturas que lo integran son del momento del retablo.
     En el muro izquierdo se sitúa un retablo-hor­nacina sin dorar del primer tercio del siglo XVIII, en cuyo centro figura un lienzo de las Ánimas del Purgatorio de esa misma fecha. En el muro contrario se halla otro retablo-hornacina, asimismo sin dorar, de finales del siglo XVIII, en cuya hornacina central, flanqueada por columnas, se sitúa una imagen de candelero del siglo XVIII de Santa Bárbara (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
     Iglesia de planta rectangular con una sola nave, fechable en el primer cuarto del siglo XVIII. El cuerpo de la nave se cubre con una artesa de madera de tres paños, de la época de construcción del edificio, y la capilla mayor con una bóveda de cañón. La portada, muy simple, se sitúa a los pies de la nave, configurándola un arco de medio punto. Sobre el lado izquierdo de la fachada, rematada por frontón triangular almenado, se sitúa una espadaña construida en ladrillo, de un solo cuerpo.
     La primera noticia que tenemos sobre la ermita es la del 21 de Agosto de 1732. Por ella se conoce que Bartolomé Jiménez y su esposa Lucía López mandaron decir una misa en ella. Por las mismas fechas, José Rodríguez Lila dejó una misa rezada el día de la Santísima Trinidad y la impuso sobre una parte de la casa que tenía en la calle Nueva.
     En 1777, las dos Hermandades que allí tenían su sede, La de Nuestra Señora de Belén v la de Santa Bárbara, comenzaron un litigio a causa del estado ruinoso en el que la ermita se encontraba. Al año siguiente, tras la victoria de la Hermandad de Nuestra Señora de Belén, fue reparada la ermita y el Visitador Antonio José Montalvo ordenó que en las tarde de los días festivos se rezase el Rosario y se explicara la doctrina cristiana.
     En 1845, a petición de los vecinos, se encargó de la ermita José Muñoz, fraile exclaustrado.
     En 1983 fue trasladada a la ermita la cofradía de Nuestro Padres Jesús del Ecce-Homo y Nuestra Señora del Mayor Dolor.
     En 1989 ha sido restaurada gracias a los donativos y entrega de los vecinos (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Edificio de planta rectangular con una sola nave, fechable en el siglo XVIII. Hasta hace pocos años era un templo semiderruido, pero acogió al Ecce Homo local y ha generado un gran fervor entre los vecinos de Lebrija. Pero es la población gitana local la que se ha unido en esta iglesia, que cuenta con 700 penitentes y con un amplio programa cultural con actividades muy diversas, como la celebración de Ceferino Mártir, el primer beato gitano.
     Tiene tipología de ermita, con una sencilla fachada frontal con una espadaña superior y una estructura de única nave con techumbre a dos aguas de tejas árabes. En determinados lugares del edificio se notan los elementos mudéjares. La portada, muy simple, se sitúa a los pies de la nave. En su fachada hay un mosaico de la Virgen del Rocío.
     El retablo mayor, de la misma época del edificio, constituye un claro ejemplo de la transición del rococó al neoclásico. En el centro del retablo se sitúa un lienzo de la Virgen con el Niño. Hay algunas esculturas y retablos típicos del siglo XVIII.
     El Cristo de los Gitanos de la Hermandad del Ecce Homo tiene mucha capacidad expresiva, al igual que la Virgen del Mayor Dolor que también procesiona en Semana Santa (Turismo de la Provincia de Sevilla).
Conozcamos mejor el Significado y la Iconografía de la Virgen con el Niño;
   Tal como ocurre en el arte bizantino, que suministró a Occidente los prototipos, las representaciones de la Virgen con el Niño se reparten en dos series: las Vírgenes de Majestad y las Vírgenes de Ternura.
La Virgen de Majestad
   Este tema iconográfico, que desde el siglo IV aparecía en la escena de la Adoración de los Magos, se caracteriza por la actitud rigurosamente frontal de la Virgen sentada sobre un trono, con el Niño Jesús sobre las rodillas; y por su expresión grave, solemne, casi hierática.
   En el arte francés, los ejemplos más antiguos de Vírgenes de Majestad son las estatuas relicarios de Auvernia, que datan de los siglos X u XI. Antiguamente, en la catedral de Clermont había una Virgen de oro que se mencionaba con el nom­bre de Majesté de sainte Marie, acerca de la cual puede dar una idea la Majestad de sainte Foy, que se conserva en el tesoro de la abadía de Conques.
   Este tipo deriva de un icono bizantino que el obispo de Clermont hizo emplear como modelo para la ejecución, en 946, de esta Virgen de oro macizo destinada a guardar las reliquias en su interior.
   Las Vírgenes de Majestad esculpidas sobre los tímpanos de la portada Real de Chartres (hacia 1150), la portada Sainte Anne de Notre Dame de París (hacia 1170) y la nave norte de la catedral de Reims (hacia 1175) se parecen a aquellas estatuas relicarios de Auvernia, a causa de un origen común antes que por influencia directa. Casi todas están rematadas por un baldaquino que no es, como se ha creído, la imitación de un dosel procesional, sino el símbolo de la Jerusalén celeste en forma de iglesia de cúpula rodeada de torres.
   Siempre bajo las mismas influencias bizantinas, la Virgen de Majestad aparece más tarde con el nombre de Maestà, en la pintura italiana del Trecento, transportada sobre un trono por ángeles.
   Basta recordar la Madonna de Cimabue, la Maestà pintada por Duccio para el altar mayor de la catedral de Siena y el fresco de Simone Martini en el Palacio Comunal de Siena.
   En la escultura francesa del siglo XII, los pies desnudos del Niño Jesús a quien la Virgen lleva en brazos, están sostenidos por dos pequeños ángeles arrodillados. La estatua de madera llamada La Diège (Dei genitrix), en la iglesia de Jouy en Jozas, es un ejemplo de este tipo.
El trono de Salomón
   Una variante interesante de la Virgen de Majestad o Sedes Sapientiae, es la Virgen sentada sobre el trono con los leones de Salomón, rodeada de figuras alegóricas en forma de mujeres coronadas, que simbolizan sus virtudes en el momento de la Encarnación del Redentor.
   Son la Soledad (Solitudo), porque el ángel Gabriel encontró a la Virgen sola en el oratorio, la Modestia (Verecundia), porque se espantó al oír la salutación angélica, la Prudencia (Prudentia), porque se preguntó como se realizaría esa promesa, la Virginidad (Virginitas), porque respondió: No conocí hombre alguno (Virum non cognosco), la Humildad (Humilitas), porque agregó: Soy la sierva del Señor (Ecce ancilla Domini) y finalmente la Obediencia (Obedientia), porque dijo: Que se haga según tu palabra (Secundum verbum tuum).
   Pueden citarse algunos ejemplos de este tema en las miniaturas francesas del siglo XIII, que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia. Pero sobre todo ha inspirado esculturas y pinturas monumentales en los países de lengua alemana.
La Virgen de Ternura
   A la Virgen de Majestad, que dominó el arte del siglo XII, sucedió un tipo de Virgen más humana que no se contenta más con servir de trono al Niño divino y presentarlo a la adoración de los fieles, sino que es una verdadera madre relacionada con su hijo por todas las fibras de su carne, como si -contrariamente a lo que postula la doctrina de la Iglesia- lo hubiese concebido en la voluptuosidad y parido con dolor.
   La expresión de ternura maternal comporta matices infinitamente más variados que la gravedad sacerdotal. Las actitudes son también más libres e imprevistas, naturalmente. Una Virgen de Majestad siempre está sentada en su trono; por el contrario, las Vírgenes de Ternura pueden estar indistintamente sentadas o de pie, acostadas o  de rodillas. Por ello, no puede estudiárselas en conjunto y necesariamente deben introducir en su clasificación numerosas subdivisiones.
   El tipo más común es la Virgen nodriza. Pero se la representa también sobre su lecho de parturienta o participando en los juegos del Niño.
El niño Jesús acariciando la barbilla de su madre
   Entre las innumerables representaciones de la Virgen madre, las más frecuentes no son aquellas donde amamanta al Niño sino esas otras donde, a veces sola, a veces con santa Ana y san José, tiene al Niño en brazos, lo acaricia tiernamente, juega con él. Esas maternidades sonrientes, flores exquisitas del arte cristiano, son ciertamente, junto a las Maternidades dolorosas llamadas Vírgenes de Piedad, las imágenes que más han contribuido a acercar a la Santísima Virgen al corazón de los fieles.
   A decir verdad, las Vírgenes pintadas o esculpidas de la Edad Media están menos sonrientes de lo que se cree: la expresión de María es generalmente grave e incluso preocupada, como si previera los dolores que le deparará el futuro, la espada que le atravesará el corazón. Sucede con frecuencia que ni siquiera mire al Niño que tiene en los brazos, y es raro que participe en sus juegos. Es el Niño quien aca­ricia el mentón y la mejilla de su madre, quien sonríe y le tiende los brazos, como si quisiera alegrarla, arrancarla de sus sombríos pensamientos.
   Los frutos, los pájaros que sirven de juguetes y sonajeros al Niño Jesús tenían, al menos en su origen, un significado simbólico que explica esta expresión de inquieta gravedad. El pájaro es el símbolo del alma salvada; la manzana y el racimo de uvas, aluden al pecado de Adán redimido por la sangre del Redentor.
   A veces, el Niño está representado durante el sueño que la Virgen vela. Ella impone silencio a su compañero de juego, el pequeño san Juan Bautista, llevando un dedo a la boca.
   Ella le enseña a escribir, es la que se llama Virgen del tintero (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la historia de la Sabatina como culto mariano
    Semanalmente tenemos un culto sabatino mariano. Como dice el Directorio de Piedad Popular y Liturgia, en el nº 188: “Entre los días dedicados a la Virgen Santísima destaca el sábado, que tiene la categoría de memoria de santa María. Esta memoria se remonta a la época carolingia (siglo IX), pero no se conocen los motivos que llevaron a elegir el sábado como día de santa María. Posteriormente se dieron numerosas explicaciones que no acaban de satisfacer del todo a los estudiosos de la historia de la piedad”. En el ritmo semanal cristiano de la Iglesia primitiva, el domingo, día de la Resurrección del Señor, se constituye en su ápice como conmemoración del misterio pascual.  Pronto se añadió en el viernes el recuerdo de la muerte de Cristo en la cruz, que se consolida en día de ayuno junto al miércoles, día de la traición de Judas. Al sábado, al principio no se le quiso subrayar con ninguna práctica especial para alejarse del judaísmo, pero ya en el siglo III en las Iglesias de Alejandría y de Roma era un tercer día de ayuno en recuerdo del reposo de Cristo en el sepulcro, mientras que en Oriente cae en la órbita del domingo y se le considera media fiesta, así como se hace sufragio por los difuntos al hacerse memoria del descenso de Cristo al Limbo para librar las almas de los justos.  
     En Occidente en la Alta Edad Media se empieza a dedicar el sábado a la Virgen. El benedictino anglosajón Alcuino de York (+804), consejero del Emperador Carlomagno y uno de los agentes principales de la reforma litúrgica carolingia, en el suplemento al sacramentario carolingio compiló siete misas votivas para los días de la semana sin conmemoración especial; el sábado, señaló la Santa María, que pasará también al Oficio. Al principio lo más significativo del Oficio mariano, desde Pascua a Adviento, era tres breves lecturas, como ocurría con la conmemoración de la Cruz el viernes, hasta que llegó a asumir la estructura del Oficio principal. Al principio, este Oficio podía sustituir al del día fuera de cuaresma y de fiestas, para luego en muchos casos pasar a ser añadido. En el X, en el monasterio suizo de Einsiedeln, encontramos ya un Oficio de Beata suplementario, con los textos eucológicos que Urbano II de Chantillon aprobó en el Concilio de Clermont (1095), para atraer sobre la I Cruzada la intercesión mariana.
     De éste surgió el llamado Oficio Parvo, autónomo y completo, devoción mariana que se extendió no sólo entre el clero sino también entre los fieles, que ya se rezaba en tiempos de Berengario de Verdún (+962), y que se muestra como práctica extendida en el siglo XI. San Pedro Damián (+1072) fue un gran divulgador de esta devoción sabatina, mientras que Bernoldo de Constanza (+ca. 1100), poco después, señalaba esta misa votiva de la Virgen extendida por casi todas partes, y ya desde el siglo XIII es práctica general en los sábados no impedidos. Comienza a partir de aquí una tradición devocional incontestada y continua de dedicación a la Virgen del sábado, día en que María vivió probada en el crisol de la soledad ante el sepulcro, traspasada por la espada del dolor, el misterio de la fe.  
      El sábado se constituye en el día de la conmemoración de los dolores de la Madre como el viernes lo es del sacrificio de su Hijo. En la Iglesia Oriental es, sin embargo, el miércoles el día dedicado a la Virgen. San Pío V, en la reforma litúrgica postridentina avaló tanto el Oficio de Santa María en sábado, a combinar con el Oficio del día, como el Oficio Parvo, aunque los hizo potestativos. De aquí surgió el Común de Santa María, al que, para la eucaristía, ha venido a sumarse la Colección de misas de Santa María Virgen, publicada en 1989 bajo el pontificado de San Juan Pablo II Wojtyla (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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Más sobre la localidad de Lebrija (Sevilla), en ExplicArte Sevilla.

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