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domingo, 20 de junio de 2021

Un paseo por la plaza Nuestro Padre Jesús de la Salud

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la plaza Nuestro Padre Jesús de la Salud, de Sevilla, dando un paseo por ella.
   Hoy, domingo 20 de junio, como todos los domingos, ha de considerarse como el día festivo primordial para la Iglesia. Es el primer día de cada semana, llamado día del Señor o domingo, en el que la Iglesia, según una tradición apostólica que tiene sus orígenes en el mismo día de la Resurrección de Cristo, celebra el Misterio Pascual.
      Y que mejor día que hoy para ExplicArte la plaza Nuestro Padre Jesús de la Salud, de Sevilla, dando un paseo por ella.
   La plaza Nuestro Padre Jesús de la Salud es, en el Callejero Sevillano, una plaza que se encuentra entre la plaza Ramón Ybarra Llosent, y las calles San José, Conde de Ibarra, y Vírgenes, en los Barrios de la Alfalfa, y de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo.
   La plaza responde a un tipo de espacio urbano más abierto, menos lineal, excepción hecha de jardines y parques. La tipología de las plazas, sólo las del casco histórico, es mucho más rica que la de los espacios lineales; baste indicar que su morfología se encuentra fuertemente condicionada, bien por su génesis, bien por su funcionalidad, cuando no por ambas simultáneamente. Con todo, hay elocuentes ejemplos que ponen de manifiesto que, a veces, la consideración de calle o plaza no es sino un convencionalismo, o una intuición popular, relacionada con las funciones de centralidad y relación que ese espacio posee para el vecindario, que dignifica así una calle elevándola a la categoría de la plaza, siendo considerada genéricamente el ensanche del viario.
   La vía, en este caso una plaza, está dedicada al titular cristífero de la Hermandad de La Candelaria, que se encuentra en la Iglesia de San Nicolás, sita en dicha plaza.
   La parroquia de San Nicolás de Bari es el elemento de referencia para citar esta plaza en los siglos XVI y XVII. En 1267 se conocía como Cabeza de Malos a la plazuela existente delante de  la iglesia de San Nicolás. En alguna ocasión se adjudica en el s. XVII el nombre del santo de Bari a la misma calle. 
   A comienzos del presente siglo fue aprobado un proyecto de alinea­ción y ensanche para la construcción de un eje de comunicación centro-este, pero no se llevó a efecto. 
   En los siglos XV y XVI estuvo enladrillada y hacia el final de éste último empedrada "de aguja", siendo varias veces empedrada en la centuria siguiente; a mediados del s. XIX fue nuevamente empedrada colocando "cajones formados de cuñas gruesas", dado que se encontraba en muy mal estado por el intenso tráfico de carruajes, y poco después fue adoquinada; en 1933 se experimentó un sistema de pavimentación de losetas asfálticas denominado "quarzmetal", que no debió dar resultados muy positivos pues en 1942 hubo de ser sustituido por un adoquinado "extrapequeño". Actualmente tiene aceras de losetas de cemento muy estrechas, que dificultan el paso de peatones, y adoquines en la calzada. En 1876 se construyó un ramal de cañería de agua que formaba parte del circuito principal de la ciudad. En 1858 se instaló la iluminación con gas; actualmente luce farolas tipo gas adosadas. 
   Históricamente ha sido vía de penetración al centro de la ciudad desde la Puerta de la Carne tanto peatonal como de vehículos, con un intenso tráfico hasta hace pocas décadas, pues son muy numerosas las noti­cias de reparación del pavimento. Actualmente se viste de fiesta con motivo de la entrada, el Martes Santo, de la Candelaria en la iglesia de San Nicolás, en donde se oye cantar saetas. 
   La plaza de San Nicolás, nombrada como tal desde el s. XV, pero sin duda usado como referencia toponímica desde la fundación de la parroquia de San Nicolás de Bari en el s. XIII. La zona inmediata a la iglesia era conocida en 1267 como Cabeza de Malos. Una de las plazuelas existente ante la parroquia era conocida por Montesinos en el s. XVI, y en el s. XVIII de la Botica.
   Fue muy estrecha en su comienzo hasta la confluencia con Perla, en que se ensanchaba, para estrecharse de nuevo y volver a abrirse inmediatamente, formando dos plazuelas delante de cada una de las puertas de la parroquia de San Nicolás. El edificio más notable es la parroquia de San Nicolás de Bari, erigida en el s. XIII, aunque construida de nueva planta en el s. XVIII.
   La Virgen del Subterráneo, escultura en madera de fines del s. XV que recibió culto en un altar de la nave de la Epístola de San Nicolás, tuvo gran devoción y fue titular de una hermandad, y se la relaciona con un subterráneo que existía colindante con el convento de monjas de Madre de Dios. En la parroquia tiene su sede la Hermandad de la Candelaria, que en la madru­gada del Martes Santo agrupa a miles de personas en su entrada [Salvador Rodríguez Becerra, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993]. 
Conozcamos mejor la imagen a la que está dedicada la plaza Nuestro Padre Jesús de la Salud;
   La Imagen de Nuestro Padre Jesús de la Salud es una escultura barroca de talla completa, con túnica estofada y policromada, que representa a Jesús con la Cruz a cuestas camino del Calvario. Es la única en Sevilla que procesiona sin revestir entre las imágenes de Jesús Nazareno. Su tamaño es algo inferior al natural -1'30 m de altura- y pesa aproximadamente noventa kilogramos. Fue titular de la Hermandad de Nuestra Señora de la Antigua, Siete Dolores y Compasión, fundada en el siglo XVI y definitivamente extinguida en su Capilla del compás del Convento de San Pablo a principios del XIX. La Imagen del Nazareno llegó a la iglesia de San Nicolás en noviembre de 1880, según relata el historiador José Bermejo, para ocupar el lugar que hasta entonces había presidido Nuestro Padre Jesús de la Salud, Titular de la Hermandad de los Gitanos, que había decidido trasladarse a San Román; hereda pues su advocación y el fervor de los feligreses de San Nicolás. Cuarenta años después, en 1921, se fundaría la Hermandad de la Candelaria.
   Sobre la autoría de la talla la desconocemos con exactitud. Desde principios del siglo XVIII el pintor y tratadista Antonio Palomino atribuyó su ejecución al escultor Pedro Roldán (1624-1699), que la ejecutaría hacia 1650, y así se vino publicando hasta que a mediados de la década de 1980 el profesor Jorge Bernales Ballesteros atribuyó su posible autoría, por razones estilísticas, a Francisco de Ocampo y Felguera (1579-1639), hipótesis más convincente que fue asumida por la casi totalidad de los estudiosos de la imaginería sevillana. En época reciente el profesor Antonio Torrejón Díaz mantiene serias dudas sobre la inclusión del Nazareno en el catálogo de Ocampo y prefiere adjudicarlo como obra anónima claramente influenciada, como la mayor parte de la escultura que se realizó en estos años, por la estética montañesina.
   Parece clara su condición de Imagen concebida originariamente para ser ubicada en la hornacina de un retablo, no solo por sus dimensiones y altura, inferiores a lo normal en otras esculturas procesionales del barroco. Posteriormente cambió su uso, pasando de ser Imagen de culto interno a procesional. El segundo aspecto que llama la atención es sobre la posibilidad de que la imagen fuera concebida para portar la Cruz invertida.
   El traslado de la imagen desde la iglesia de la Magdalena tuvo lugar el 11 de noviembre de 1880. Por eso el nuevo Nazareno tomó la advocación de la Salud, en recuerdo del Cristo de los Gitanos, ocupando su puesto en el mismo altar de la nave de la Epístola. Allí permaneció recibiendo las oraciones de los feligreses durante cuarenta años, hasta que en 1921 se fundó la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Salud y María Santísima de la Candelaria, que lo tomó por Titular, volviendo a procesionar en la tarde del Martes Santo desde 1922.
   La cesión de la imagen del Señor a la iglesia de San Nicolás en 1880 se efectuó en calidad de depósito, siendo párroco de San Nicolás D. José María Mirete Sánchez. Más de cien años después, con fecha 12 de septiembre 1995, el Arzobispado de Sevilla otorgó documento de cesión a perpetuidad a la Hermandad de la Candelaria, ocupando la sede Monseñor Fray Carlos Amigo Vallejo (web oficial de la Hermandad de la Candelaria).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de la imagen a quien se dedica esta plaza, Nuestro Padre Jesús de la Salud, que representa a Cristo camino del Calvario
   De la misma manera que solía ordenarse a los condenados a muerte cavar su propia tumba antes de la ejecución, en la crucifixión debían llevar ellos mismos su cruz hasta el lugar del suplicio.
El tema según la Biblia
   Los Evangelios ofrecen dos versiones diferentes de El Camino del Calvario.
   Según los sinópticos  (Mateo, 27: 31; Marcos, 15: 21; Lucas, 23: 26),  un tal Simón de Cirene (África), fue requerido por los soldados romanos para ayudar a Jesús, agotado por la Flagelación, a llevar la cruz hasta la cima del Gólgota.
   De acuerdo con Juan (19: 16), que desconoce a Simón de Cirene, fue Cristo solo quien llevó la cruz hasta el final.
   Los exégetas, comenzando por Orígenes, han intentado conciliar la versión de Juan con los sinópticos. Jesús habría comenzado por llevar su cruz de la misma manera que Isaac había llevado la madera de su sacrificio. Luego, al verlo en el límite de sus fuerzas, los soldados habrían requerido la ayuda de alguien que pasaba. Jesús y Simón se habrían relevado.
   Los racionalistas cuestionan la realidad del episodio de Simón. Extraen un primer argumento del silencio de Juan. Agregan que en el derecho romano, los condenados al suplicio de la cruz debían llevar el patibulum ellos mismos, que el requerimiento a Simón de Cirene habría sido ilegal, y que no se conocen ejemplos de soldados que obligaran a un testigo ocasional a llevar la cruz de un condenado. 
   La escena habría sido imaginada para ilustrar la palabra de Jesús: «El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.» (Mateo, 16: 24; Marcos, 8: 34).
   Muchos de esos argumentos no se sostienen, puesto que es posible que después de la Flagelación Jesús haya estado físicamente imposibilitado de llevar el patibulum hasta el final, y una requisitoria ilegal no podía detener a Pilato.
   Los artistas optaron ya por la versión de los sinópticos, ya por la de Juan. El arte bizantino adoptó la primera: Simón lleva solo la cruz, adelante de Cristo que le sigue con la cuerda al cuello. El arte de Occidente, que tiene un sentido dramático más desarrollado, representa a Cristo sufriendo en solitario bajo el peso de la cruz o ayudado por Simón el cireneo.
Las prefiguraciones
   Los teólogos, naturalmente, han buscado -y encontrado- en el Antiguo Testamento las prefiguraciones que enmarcan a Cristo con la cruz a cuestas en las miniaturas y en las vidrieras. Son éstas:
   1. Isaac llevando sobre los hombros la madera del sacrificio.
   2. Aarón marcando con la tau cruciforme el dintel de las casas de los israel.
   3. El patriarca Jacob bendiciendo con las manos entrecruzadas a sus nietos Efraím y Manasés.
   4. La viuda de Sarepta que lleva al profeta Elías dos leños dispuestos en forma de cruz.
La iconografía primitiva
   En las realizaciones más antiguas, la iconografía de Cristo con la cruz a cuestas es muy simple.
   Cristo avanza, vestido con una túnica roja, la frente ceñida por la corona de espinas, a veces precedido por los dos ladrones. No padece por la carga de la cruz porque ella es pequeña, más emblemática que real. A finales de la Edad Media la cruz se vuelve desmesuradamente pesada, su carga es cada vez más aplastante, para apiadar a los fieles con los sufrimientos del Redentor.
El enriquecimiento del tema por los Evangelios apócrifos y el teatro religioso: la Virgen y santa Verónica
   Los artistas no se contentaron con la Biblia y los comentarios teológicos. Los Evangelios apócrifos y la puesta en escena del teatro de los Misterios les sugirieron numerosos agregados al tema inicial. Los más populares son el Desmayo de la Virgen y el Encuentro de santa Verónica.
El desmayo de la Virgen
   El Evangelio de Lucas indica que "Le seguía una gran muchedumbre del pueblo y de mujeres, que se herían y lamentaban por Él». Pero los Evangelios apócrifos están mejor informados: saben que la Virgen conducida y sostenida por el apóstol Juan, se detuvo ante el paso del cortejo y que al ver a su Hijo doblegado bajo la carga de la cruz, se desmayó.
   Esta escena accesoria, que tiene el inconveniente de crear un segundo centro de interés en detrimento de la escena principal, poco a poco fue adquiriendo tal importancia en la composición, que Cristo con la cruz a cuestas a veces se denomina Spassimo della Vergine o Pâmoison de la Vierge. Tal es el caso de un célebre cuadro de Rafael o de su escuela, procedente de un convento de olivetanos de Sicilia, que se llama Lo Spasimo di Sicilia. Un altorrelieve de Laurana en la iglesia de Saint Didier de Aviñón, se llamaba Notre-Dame du Spasme.
La Verónica 
   Por la influencia del teatro de los Misterios, hacia finales del siglo XV apareció una santa imaginaria, Verónica, que conmovida de piedad seca con un velo el sudor que corría por el rostro de Cristo: en recompensa por ese gesto piadoso, ella recogió en el sudario la impresión de la Santa Faz. De esta verdadera  imagen (vera icona)  procede el nombre Verónica.
   También a la puesta en escena de los Misterios deben atribuirse sin duda los detalles realistas que invadieron el arte de finales de la Edad Media. Cristo tiene un ronzal en el cuello, como una bestia conducida al matadero; niños despiadados le lanzan una lluvia de piedras. A veces va precedido por un heraldo que hace sonar una trompeta.
   En resumen, en Cristo con la cruz a cuestas pueden distinguirse tres episodios:
   l. Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la  cruz (Gesù aiutato da Simone il Cirineo).
   2. El Desmayo de la Virgen. (Il Spasimo della Virgine.)
   3. Verónica seca el sudor de su rostro (Gesù asciugato dalla Veronica).
El Camino del Calvario
   La transformación  más importante que se opera a finales de la Edad Media en la iconografía de Cristo con la cruz a cuestas se debe a la aparición de una nueva devoción instituida y difundida por los franciscanos que habían recibido la guarda o «custodia» de los Santos Lugares, es lo que se denomina el Camino del Calvario.
   Es fácil reconstruir la génesis de esta devoción. Por el hecho de que Simón de Cirene había sido requerido para ayudar a Jesús a llevar su cruz, se concluyó que Cristo debió caer bajo la carga que superaba sus fuerzas no una sino muchas veces, que había sido obligado a detenerse para recuperar el aliento. La dolorosa Ascensión del Calvario habría sido medida por Estaciones, que los místicos, como el Pseudo Buenaventura y santa Brígida, se esforzaron en reconstruir por medio de la imaginación, como si hubiesen sido testigos.
   Esos altos o estaciones fueron puestos en escena por los autos sacramentales del teatro de los Misterios. Los artistas fijaron finalmente esos «cuadros vivos» en innumerables Caminos del Calvario que jalonaron las naves de todas las iglesias, o en Calvarios (Sacro Monte, Kalvarienberg), dispuestos sobre la pendiente de una colina, que los peregrinos ascendían a veces de rodillas, como era el caso en la Scala Santa de Letrán, entonando sus oraciones en cada «Caída de Cristo».
   ¿Cuántas eran esas Estaciones? El Camino del Calvario comportaba, en su origen, siete Estaciones: siete es un número sagrado. Tal es el número de los bajorrelieves de Adam Kraft en el Camino del Calvario del cementerio de San Juan, en Nuremberg. De acuerdo con su temperamento, los artistas han representado esas Caídas de Cristo durante el ascenso al Calvario con un realismo más o menos brutal, más o menos patético.
   Ya Jesús cae de rodillas (Andrea Sacchi), ya se derrumba de cara en toda su estatura, con las manos hacia adelante.
   (Dominichino): ese es el momento que eligió Verónica para secarle el sudor que le corría por la frente.
   En el siglo XVII, por la iniciativa de los franciscanos, y especialmente la del predicador italiano Leonardo de Porto Maurizio, el número de las Estaciones se duplicó, para llegar a catorce. Aunque esa cifra sea completamente arbitraria, se la mantuvo.
   La devoción del Camino del Calvario, que es una de las creaciones más populares de la orden de los franciscanos, nació del deseo de multiplicar el beneficio espiritual y material de una peregrinación a la colina del Gólgota, enclavada en la igle­sia del Santo Sepulcro.
Representaciones de Cristo con la cruz a cuestas, caído
   Después del Renacimiento, los pintores de la Contrarreforma y de la época romántica renovaron este tema conmovedor. En su Cristo ascendiendo al Calvario (Museo de Metz), Delacroix se inspiró, evidentemente, en el Cristo con la cruz a cuestas de Rubens, que había visto en el Museo de Bruselas. Pero le dio un carácter del todo diferente. La ascensión triunfal imaginada por el maestro flamenco se convierte en un avance lento y doloroso del condenado, a punto de desfallecer a cada paso, que se arrastra penosamente hasta el lugar del suplicio.
   En el arte popular polaco cuyas tradiciones perduran en nuestros días, el motivo patético de Cristo caído, sucumbiendo bajo el peso de la cruz, resume con frecuencia la tragedia del Camino del Calvario.
Versiones alegóricas y colectivas de Cristo con la cruz a cuestas
   Cristo con la cruz a cuestas no siempre ha sido concebido y representado como una escena histórica. Hacia finales de la Edad Media se multiplicaron las versiones alegóricas.
   No es sólo la Virgen quien, siguiendo el ejemplo de Simón de Cirene, levanta uno de los brazos de la cruz para aliviar la carga de su Hijo. Es la Iglesia, a la cual simboliza, y hasta la cristiandad entera, quien acude en su auxilio. Papa, cardenales, sacerdotes, laicos, quieren su parte en la carga, con la esperanza de asegurarse la vida eterna a causa de esta asistencia simbólica.
   Hay frescos de los siglos XV y XVI que ilustran este Cristo con la cruz a cuestas co­lectivo. En un manuscrito franciscano de la Biblioteca de Perusa, Jesús va seguido por una procesión de hermanos menores, stauróforos, que llevan una selva de cruces sobre los hombros.
   Según parece, en Francia, al menos en la capilla del castillo de Montriu, en Saint Aubin des Ponts de Cé, en Lion de Angers, y en Notre Dame de Chavigny en Poitou, este tema fue tomado de una endecha del rey Renato, donde éste asocia la humanidad entera con la Pasión de Jesucristo, desarrollando estas palabras del Redentor: «Qui vult venire post me, tollat crucero suam et sequatur me.» Mendigos, ladrones, enfermos, presos, peregrinos, campesinos, viudas, huérfanos, mal casados..., en suma, todos los desheredados de la tierra, acuden a su hora para ayudar a Cristo a llevar su cruz, más pesada que las suyas (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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La plaza Nuestro Padre Jesús de la Salud, al detalle:

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