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miércoles, 23 de julio de 2025

La Facultad de Matemáticas, de Alejandro de la Sota Martínez, de la Universidad de Sevilla

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Facultad de Matemáticas, de Alejandro de la Sota Martínez, de la Universidad de Sevilla.  
     La Facultad de Matemáticas, se encuentra en la avenida la Reina Mercedes, s/n; en el el Barrio Sector Sur-La Palmera-Reina Mercedes, del Distrito Bellavista-La Palmera.
     El edificio se sitúa en el campus universitario de Reina Mercedes, en la esquina Suroeste del actual jardín central del mismo. Se trata de un volumen exento, de cuatro plantas de altura más una planta bajo rasante, de planta rectangular alargada dispuesta, en la línea marcada por los edificios precedentes (Escuelas de Arquitectura, Aparejadores e Ingenieros Industriales), perpendicular a la directriz de la avenida Reina Mercedes.
     Las fachadas del edificio son herméticas, construyéndose con paños continuos de ladrillo de tonalidad amarilla en los que se recortan ventanas alargadas, que quedan ocultas tras carpinterías de lamas horizontales de color blanco. Esta decisión de cerrar el edificio hacia el exterior se toma, según el propio arquitecto, ante la ausencia de referencias en el espacio abierto del jardín. Esto motiva que el edificio se abra completamente hacia el interior, a través de un espacio abierto en posición central, que actúa de elemento organizador a la manera de los patios de la arquitectura tradicional andaluza.
     El programa se organiza de manera pragmática y sencilla, al mismo tiempo que en su disposición busca intencionadamente ofrecer una respuesta tipológica compleja: un volumen central de cuatro plantas, que concentra las aulas en planta baja, y al que se añaden, a Este y Oeste, dos torres en las cuales las aulas se apilan unas sobre otras hasta un total de cuatro plantas. Este carácter independiente del volumen central y de las dos torres se evidencia también en la estructura, ya que es en su encuentro donde se resuelven las juntas de dilatación del edificio.
     El sistema estructural es clave para entender la organización funcional. El volumen central parte de una retícula ideal de 7 vanos en dirección Norte-Sur, y 12 vanos en dirección Este-Oeste. La planta baja del volumen central puede dividirse en tres bandas que la recorren de Este a Oeste, y que de Norte a Sur son las siguientes: biblioteca y administración (2 vanos de estructura), distribución (1 vano) y aulas (4 vanos). La banda de aulas agrupa los vanos de dos en dos en la dirección Este-Oeste, por lo que quedan seis vanos del doble de luz. En esta banda de aulas, los dos vanos extremos, a Este y Oeste, se ocupan con patios, mientras que los cuatro vanos centrales son ocupados por cuatro aulas yuxtapuestas. Estos patios sirven de acceso al edificio desde el Sur atravesando el espacio abierto, y conduciendo a la banda de distribución.
     En las tres plantas superiores, la organización por bandas cambia, repitiéndose las de biblioteca (2 vanos de estructura), y distribución (1 vano), mientras que los cuatro vanos de la banda de aulas se convierten en patio (2 vanos) y banda de despachos y seminarios (2 vanos), que conforma la fachada Sur. De esta manera, el espacio central abierto se aprecia en su verdadera magnitud, encontrándose su plano de referencia en las cubiertas de las aulas situadas en la planta baja, que se iluminan a través de claraboyas. Aunque inicialmente estas cubiertas contaron con ajardinamiento, en la actualidad se muestran completamente desnudas.
     En las tres plantas superiores, la banda de distribución se define como pasarelas en cada nivel, que quedan adosadas a la banda de biblioteca sin llegar a tocar la banda del patio, cambiando sus dimensiones para ofrecer una sección variable. Se abre de esta manera en esta banda un vacío de cuatro plantas de altura, que se cierra del patio a través de un rudimentario muro cortina. Desde estas pasarelas, se tienden puentes en dirección Sur, que alcanzan la banda de despachos y seminarios tras atravesar la banda del patio. Estos puentes, aunque inicialmente eran abiertos, han sido completamente cerrados, con lo que el patio se divide en cuatro, perdiendo su unicidad.
     Las torres de aulas anexas al Este y al Oeste cuentan con un aula por planta, de las mismas dimensiones que las del volumen principal. Ambas se retranquean una distancia de un módulo estructural y medio respecto a la alineación de la fachada Norte. La torre Oeste ofrece el acceso a los profesores desde el aparcamiento, y conecta las cuatro plantas a través de una escalera independiente.
     A la torre Este se anexa un volumen de dos plantas que ofrece la cara más pública del edificio, albergando en la planta baja, rehundida respecto a la cota del terreno, el servicio de comedor y cafetería que originalmente pretendía centralizar esta dotación en el campus. Sobre este comedor se sitúa el salón de actos del edificio, y esta superposición provoca un cambio de sección en planta baja, que procura mayor altura hacia el espacio abierto.
     El encuentro de este volumen de dos plantas con la fachada Norte del volumen principal sirve de acceso principal al edificio desde el jardín del campus, a través de un porche que constituye el único gesto evidente de apertura de toda la composición.
     El hermetismo del edificio hacia el exterior contrasta con su absoluta diafanidad interior. Ésta se consigue especialmente gracias al empleo de la estructura de acero, que minimiza las secciones y queda vista, evidenciando las cualidades de ligereza que caracterizan a la arquitectura moderna. Estas cualidades son especialmente en la banda de distribución y en la banda de patios, así como en el sistema de pasarelas que a ambas relaciona (Teodoro Falcón Márquez, en Universidad de Sevilla).
     El edificio se sitúa en el campus universitario de Reina Mercedes, en la esquina suroeste del jardín central. Se trata de un volumen exento, de cuatro plantas de altura más una planta bajo rasante, con planta rectangular alargada. 
     Las fachadas del edificio son herméticas, con paños continuos de ladrillo de tonalidad amarilla en los que se recortan ventanas alargadas, que quedan ocultas tras carpinterías de lamas horizontales de color blanco. La decisión de cerrar el edificio hacia el exterior ante la ausencia de referencias en el espacio del jardín que motiva que se abra completamente hacia el interior a través de un patio central. La diafanidad interior se consigue gracias al empleo de la estructura de acero, que minimiza las secciones y queda vista. 
     El programa se organiza en cuatro plantas con un volumen central, que concentra las aulas en planta baja, al que se añaden, a este y oeste, dos torres.
     El sistema estructural del edificio principal es una retícula de siete vanos en dirección norte sur y doce en dirección este-oeste. La planta baja del volumen central se organiza en tres bandas: biblioteca y administración (dos vanos), distribución (uno) y aulas (cuatro). La banda de seis aulas agrupa los vanos de dos en dos en la dirección este-oeste. En las tres plantas superiores los cuatro vanos de aulas se convierten en patio y banda de despachos y seminarios (dos y dos vanos) al sur.
     En las tres plantas superiores, la banda de distribución genera pasarelas que se adosan a la biblioteca sin tocar al patio, abriendo un vacío de cuatro plantas de altura cerrado mediante muro cortina. Desde estas se tienden puentes que atraviesan el patio, inicialmente abiertos aunque han sido cerrados, fragmentando el patio. 
     Las torres al este y al oeste cuentan con un aula por planta. A la este se anexa un volumen de dos plantas albergando, en la planta baja, comedor y cafetería y en la alta el salón de actos, provocando un cambio de sección. El encuentro de este volumen con la fachada norte sirve de acceso principal al edificio a través de un porche (Plácido González, en DOCOMOMO).
     Situado en el ámbito territorial urbano de la ciudad de Sevilla, el Edificio de Aulas y Seminarios se ubica en el sector sur, conformado con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929, en la Avenida de Reina Mercedes (espacio intermedio entre el eje principal de la muestra, la Avenida de la Palmera y las instalaciones de la Avenida de la Raza), vía singular por la diferencia de edificaciones que conforman su trazado Este y Oeste: frente a la sucesión de viviendas plurifamiliares de notable altura y muy escasa cualificación arquitectónica, se sitúa el campus universitario de Reina Mercedes, en el que destaca la calidad del Edificio de Aulas y Seminarios, inserto en un espacio actualmente rodeado por la Facultad de Informática y Estadística, las Facultades de Química, Biología, Física y la antigua Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales.
     La proximidad a edificios docentes que iban a levantarse en poco tiempo, y a los que debía dar servicio, pero cuyas referencias formales desconocía, sugirió a De la Sota la necesidad de buscar cierto aislamiento, ensimismando la construcción, cerrándola al exterior con muros de ladrillo y persianas, y creando un importante juego de patios habitables al interior, en la tradición popular andaluza que permite adaptar la construcción al clima y su entorno, en una búsqueda que le lleva igualmente a poder abrir al exterior aquella parte del edificio que se desvincula de la función docente, la cafetería, que incorpora al exterior con terraza propia.
     El edificio desde su construcción ha servido para la actividad universitaria que lo motivó, si bien la primera función de edificio de apoyo a diferentes facultades se transformó como Facultad de Ciencias Exactas, posteriormente denominada Facultad de Matemáticas, conllevando una alteración notable en su funcionalidad que necesitó alteraciones en la distribución del edificio, necesitándose espacios de despachos y administración del centro, de profesores y departamentos.
     El edificio está constituido por una parte principal con semisótano y cuatro plantas para aulas y seminarios, y otra edificación adosada de dos plantas destinado a cafetería y Aula Magna.
     El edificio busca la ubicación de las aulas de mayor uso (para 200 alumnos) en la planta baja asociada en grupos horizontales (con iluminación y ventilación cenital), situando las restantes en una interesante disposición en grupos verticales por las esquinas de las tres plantas restantes (con iluminación perimetral). Los patios permiten el aislamiento de los seminarios respecto a las aulas, conectándose por las ligeras pasarelas de vidrio y metal, creando una precisa y expresiva espacialidad, plena de movimiento, aire y luz.
     Los patios tamizan el sol y la intensidad de la luz por una gran celosía horizontal, orientable. El juego de cristaleras que establece, y la espacialidad que permiten pasarelas y balcones, le posibilita entender todo el conjunto como un gran patio cubierto, en el que no existen circulaciones ocultas.
     Los seminarios buscan abrirse igualmente a este patio, en relaciones que han sido paulatinamente menguadas con el uso del edificio, y que tan gratas se imaginan en la planimetría original del proyecto de Sota.
     El cuerpo en el que se construyen cafetería y Aula Magna se sitúa ligeramente maclado a la construcción principal, intercambiando accesos y servicios.
     El proyecto, riguroso como es norma habitual en la producción de Alejandro de la Sota, utiliza la retícula de 1,20 metros, que se parte a la mitad en las aulas de 200 alumnos.
     Las superficies construidas que constan en proyecto son:
     edificio principal:
     semisótano: 2.853,58 m2; primera, 2.456,82 m2; segunda, 2.186,40 m2; tercera, 2.186,40 m2; cuarta, 2.117,76 m2, totalizando 11.830,96 m2.
     edificio anexo: planta baja, 384,12 m2; planta primera, 367,32 m2, con un total de 751, 44 m2
      Con lo que la superficie construida total del conjunto es de 12.582,40 m2.
      Al disponer de muy corto plazo para la ejecución del edificio adoptó una estructura de pilares y jácenas de hierro vistos y pintados en blanco, forjados Stalton con bovedillas cerámicas y capa de compresión de hormigón.
     En proyecto consta la cimentación a -3,40 metros con zapatas de hormigón atadas con correas. Los cerramientos se realizan con muros de medio pie de ladrillo macizo cara vista, llevando tabique aislante Ytong por el interior. La carpintería exterior está formada por ventanales de corredera horizontal con un módulo de 2,40 metros, con perfiles de chapa galvanizada.
     El Edificio de Aulas y Seminarios ha sido relacionado con las corrientes brutalistas europeas, con referentes en las escuelas de Hungstanton de Alison y Peter Smithson por la expresividad que se confía a la técnica y los materiales en la conformación de la imagen final del edificio.
     Resulta evidente la necesidad de recuperar en el edificio la mirada originaria al patio como espacio que relaciona edificio exterior, actualmente tan perdida.
     La necesaria posibilidad de transformación que se reclama a este tipo de edificios, alcanza en este proyecto uno de sus aspectos más destacados, cumpliendo lo expresado por De la Sota en la memoria del proyecto: "Existe un funcionalismo inmediato que es de buen uso, por buena disposición del edificio. Existe otra más importante y duradera que es que el nuevo edificio lleve en sí la posibilidad de cambios, cambios que, inevitablemente, se le han de exigir y más en épocas que se caracterizan precisamente por sus cambios. Esta adaptabilidad en el tiempo exige en primer lugar un concepto claro del edificio, modulación rígida aunque flexible, amplitud interior, estructura diáfana, tabiquería que admite el cambio con facilidad, continuidad con pavimentación, cerramientos, iluminación, servicios, etc. Esta es la funcionalidad en el tiempo, la auténticamente importante como inversión".
     El anuncio del Concurso público entre empresas nacionales se publica en el B.O.E. el 10 de enero de 1.972. 
     La empresa Casa Gargallo oferta la realización del edificio por 55.996.946 ptas., obtenidos de un Presupuesto de Ejecución Material de 46.801.526,00 ptas, un Presupuesto de Contrata de 53.821.755,00, con honorarios de 1.210.990,00 ptas, y urbanización de 942.984 ptas. (marzo de 1972).
     El encargo se firma el 14 de marzo de 1972, visándose el proyecto el 19 de mayo de 1972.
     El plazo de ejecución se fijó en cinco meses desde la firma del contrato.
     La dirección de obra la llevaron directamente facultativos de la Unidad Técnica de Sevilla, dependiente de la Dirección Técnica de Construcción del Ministerio de Educación y Ciencia.
     Alejandro de la Sota Martínez (Pontevedra 20.10.1913- titulado 1941- Madrid 14.02.1996) fue galardonado por este edificio con el Premio Nacional de Arquitectura y con el Premio Concursos Nacionales de Bellas Artes: Arquitectura (1975). Es uno de los mejores arquitectos españoles del siglo XX, que tras un breve periodo docente en la Escuela de Arquitectura de Madrid, se centra en su carrera profesional, que atraviesa diversos facetas expresivas, caracterizándose siempre por una obra en la que brilla la sencillez de sus planteamientos, la economía de medios con las que se resuelven sus edificios, en los que brilla fundamentalmente el estudio de los detalles ("la arquitectura está en los encuentros" gustaba decir De la Sota), que lo sitúan cercano a los planteamientos de Mies van der Rohe.
     Fue uno de los promotores en España de la industrialización en la construcción, con la incorporación de elementos industriales en la obra, combinando en sus edificios un gran rigor geométrico, con líneas precisas, claras y rectas, con estructuras audaces.
     Sus obras han ejercido una enorme influencia en generaciones completas de arquitectos españoles, que han venerado esa forma lógica que presentan sus proyectos. El Gimnasio del Colegio Maravillas de Madrid (1961) y el Gobierno Civil de Tarragona (1963) son algunas de las obras más conocidas de la arquitectura española del XX.
     En el periodo 1941-1947 trabaja para el Instituto Nacional de Colonización, para el que proyecta el célebre Poblado de Esquivel. En 1960 se convierte en funcionario de la Dirección General de Correos, donde permanece hasta 1964, labor que reinicia en 1972 hasta su jubilación. Vuelve a la Escuela de Madrid (1956-1963, Departamento de Proyectos, 1964-1972 Profesor de Elementos de Composición). Había trabajado también para Aviaco e Iberia.
     Entre sus distinciones destacan 3 Premios Nacionales de Arquitectura (1963, 1973, 1974), un Premio Nacional de Artes Plásticas (1973); fue Medalla de Oro al Mérito en las Telecomunicaciones, Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, Medalla de Oro de la Arquitectura del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, Medalla de Oro de Arquitectura del Colegio de Arquitectos de Cataluña, Premio Pinat y Premio Antonio Camuñas de Arquitectura (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Biografía de Alejandro de la Sota Martínez, autor de la obra reseñada;
     Alejandro de la Sota Martínez, (Pontevedra, 20 de octubre de 1913 – Madrid, 14 de febrero de 1996). Arquitecto.
     Hijo de un ingeniero militar y topógrafo de origen cántabro, Alejandro de la Sota crece en su Pontevedra natal en un entorno familiar acomodado y culto.
     Comienza sus estudios de Ciencias Exactas en la Universidade de Santiago de Compostela —un requisito necesario por entonces para acceder a las carreras técnicas— y se traslada a Madrid para estudiar en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM). Sus estudios se interrumpen por la irrupción de la Guerra Civil española en 1936 y no obtiene su título de arquitecto hasta 1941. Desde entonces, establece su residencia en Madrid, pero siempre conserva los lazos con su Galicia natal, donde su padre, presidente de la Diputación de Pontevedra durante bastantes años, y sus contactos familiares y sociales le facilitan muchos de sus primeros clientes. En 1952 se casa con Sara Rius, con quien tendrá siete hijos.
     Entre 1941 y 1947 gana la plaza de arquitecto del Instituto Nacional de Colonización (INC) —organismo creado para la planificación de asentamientos rurales en zonas de nuevos regadíos en un país devastado por la Guerra Civil— para el que construye la escuela de capataces de Bastiagueiro (1945) y la de Gimenells (1945). De esta época datan sus primeras obras, como la casa Ramón de Dios (1945), casa Sr. Pareja (1945), camisería Denís (1945) o el proyecto de ocho viviendas en Ronda (1946), obras muy representativas del acentuado aislamiento cultural que por entonces sufría el país, y se adscriben a las corrientes dominantes del confuso panorama ecléctico madrileño de la posguerra en un tímido intento por reintroducir la arquitectura moderna, con ciertas influencias de la arquitectura popular, tras el paréntesis que supuso la Guerra Civil española. A partir del trabajo en el Instituto Nacional de Colonización recibe numerosos encargos de poblados de colonización y de absorción: La Bazana (1952), Esquivel (1952- 1956) y Valuengo (1954). Estos primeros proyectos de envergadura, realizados tras numerosos viajes de estudio por toda la geografía española con el fin de visitar la rica arquitectura popular del país, reflejan la consideración de lo popular como una defensa, como una huida a las consignas del régimen franquista, emprendiendo así un aprendizaje que le permitiera verificar las relaciones de lo construido con su voluntad de construir. Tras este período de acercamiento a lo popular se sucederá un corto período de vacilación en el que Alejandro de la Sota mira atentamente al desarrollo de la arquitectura europea. Sus obras reflejan cierto expresionismo formal (muy en la línea del alemán Erich Mendelsohn o el finlandés Alvar Aalto), como puede contemplarse en la central lechera de Santander (1951), la casa del señor Arvesú (1955) o en el poblado de absorción Fuencarral B (1955-1956), estas dos últimas situadas en Madrid.
     Esta corta etapa de preocupaciones plásticas viene seguida de una profunda reflexión sobre su propia obra que coincide con el inicio de su actividad académica como profesor de Elementos de Composición de la ETSAM (1956) y un viaje a Berlín donde entra en contacto con la última arquitectura europea visitando el Hansaviertel y la Unité d’Habitation de Le Corbusier; a finales de la década se presenta a las oposiciones de la Dirección General de Correos, obteniendo la plaza de funcionario en 1960. A partir de entonces Alejandro de la Sota inicia uno de los períodos más fructíferos de su carrera acumulando en pocos años gran parte de sus grandes obras —Gobierno Civil de Tarragona (1956-1963), talleres aeronáuticos TABSA (1957-1958), residencia infantil en Miraflores de la Sierra (con José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún, 1957), la central lechera CLESA (1960- 1963) y el gimnasio del colegio Maravillas (1960- 1962)—, donde adopta una conciencia experimental al asumir la racionalidad como sistema para rectificar códigos, aprovechar logros y reconducir caminos inconclusos de maestros modernos como Mies van der Rohe, Adolf Loos, Walter Gropius o Richard Neutra.
     Su interés en una investigación propia sobre el lenguaje con el fin de penetrar profundamente en las leyes propias de la disciplina proyectual le mantuvieron ajeno a las contaminaciones estilísticas tan en boga por entonces entre sus contemporáneos. Su particular tarea renovadora consistió en abordar las leyes de la modernidad con unas estrategias renovadas, sin que ello significara cambiar sus bases metodológicas, llevando a sus últimas consecuencias la aplicación de la técnica o los materiales en el proyecto.
     Su temprano contacto con el mundo de la tecnología, ya presente en los talleres TABSA, se desarrolla entendiendo ésta como coartada, como conclusión experimental a la que conduce determinada experiencia racionalista. Por entonces, su contacto con ingenieros le lleva a operar con nuevos sistemas constructivos y materiales que le permiten que éstos adquieran nuevos e inesperados significados para así reformular los proyectos. Dar la vuelta a una cercha para que pueda albergar unas aulas, utilizar su cara plana superior como azotea para campo de juegos y conseguir la altura necesaria en el gimnasio del colegio Maravillas eleva el dogma moderno casi a la categoría de invención. Estas premisas, junto a la depuración y renuncia de los gestos personales (“La arquitectura no requiere que recurramos a ella; ella aparecerá por sí sola”) definirán a partir de entonces el resto de sus obras.
     Tras este intenso período de actividad le siguen nuevos encargos: viviendas en la calle Prior de Salamanca (1963) y un conjunto de naves de investigación para el CENIM (1963) en Madrid, tras los cuales pide la excedencia como funcionario de la Dirección General de Correos en 1964 para dedicarse plenamente a su despacho y a su tesis doctoral, trabajo que presenta en la ETSAM en 1965. En un clima de optimismo social y tecnológico, continúa con sus experimentos con estructuras metálicas de grandes luces —como el pabellón deportivo de Pontevedra (1966)— e inicia una exploración personal de la prefabricación en hormigón, que consigue llevar a cabo en la casa Varela (1964) y que intenta extender a desarrollos residenciales a modo de tapiz en urbanizaciones en Murcia y Málaga (ambos de 1965), el proyecto del colegio-residencia de Orense y en las viviendas escalonadas en Santander (ambos de 1967).
     A pesar de haber construido algunas importantes obras —casa Guzmán (1972), edificio de la Universidad de Sevilla (1972), por el que le otorgarán el Premio Nacional de Arquitectura en 1974, o el Colegio Mayor César Carlos (1976)—, la década de 1970 marcará una inflexión en su carrera tras recibir un par de reveses: dos importantes concursos de grandes edificios de oficinas —sede de Bankunión (1970) y Aviaco (1975)— que, a pesar del esfuerzo e intensidad que puso en ellos, no consigue ganar y la pérdida por desavenencias políticas internas del concurso a la Cátedra de Proyectos Arquitectónicos de la ETSAM, fracaso que le apartará de la docencia para siempre y le hará volver a su plaza de funcionario de Correos, plaza que conservará hasta su jubilación. Su retiro de comienzos de la década se anuncia en su famoso texto “La grande y honrosa orfandad” (1969) y se amplía y resume en “Por una arquitectura lógica” (1982), donde establece las bases para una arquitectura acultural que cobra significado justo allí donde está a punto de desaparecer: “haciendo arquitectura para saber qué es” o “Hacer arquitectura sin dar sentido”, dicho en su palabras.
     Recluido en su estudio, alejado de la publicación de su obra en las revistas y de los ámbitos académicos, en esta última etapa Alejandro de la Sota se concentra en su última obsesión: “la caja que funciona”. Las investigaciones sobre los nuevos materiales disponibles en aquella España que tímidamente se abría al comercio exterior se centran en los paneles de chapa metálica y las nuevas posibilidades del vidrio. La depuración tanto de la forma como de una técnica que se despoja de cualquier retórica, le lleva a formular dos de sus proyectos más significativos, los citados concursos fallidos para las sedes de Bankunión y Aviaco en Madrid, donde se adelantan temas desarrollados muy posteriormente por arquitectos de todo el mundo, y que él mismo se encargaría de continuar en su primer proyecto para el Museo Provincial de León (1984), donde el palacio arzobispal de la ciudad (siglo XVII) se desmembra para alojar un volumen puro ensimismado ajeno a su entorno. Gracias a su colaboración con la Dirección General de Correos tiene la oportunidad de construir dos “cajas que funcionan” en el centro de cálculo de la Caja Postal en Madrid (1972-1977) y el edificio de Correos de León (1981- 1984) utilizando un material reservado hasta entonces a la construcción industrial o comercial, la chapa Robertson, pero, como en el caso de León, transgrediendo su mera función para que, al aparejarla y doblarla en fachada crear un grosor, con cualidades pétreas, para alojar armarios e instalaciones en fachada, tomara una dignidad inusitada. Otra obra significativa de este período lo constituye la casa Domínguez (1976), donde no sólo ensaya con la chapa metálica, sino que disloca la clásica división bicéfala de funciones (zona de día y zona de noche) en dos volúmenes independientes, uno subterráneo y otro aéreo, con una zona intermedia de acceso y comunicación.
     En sus últimos años de vida construye tres importantes edificios (la ampliación de los juzgados de Zaragoza, la Embajada de España en París y la ampliación del Cabildo Insular de Las Palmas de Gran Canaria) y recibe el reconocimiento público con premios como la Medalla de Oro al Mérito en las Telecomunicaciones (1984), la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes (1986), la Medalla de Oro de Arquitectura del Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España (1988), el Premio PINAT (1988), el Premio de la Fundación Antonio Camuñas (1993) y la póstuma Medalla de Oro de la Arquitectura del Colegio de Arquitectos de Cataluña (1996). Su obra recibe el reconocimiento internacional y se recoge en exposiciones en Harvard University, la Architectural Association de Londres, o exposiciones itinerantes por Alemania, Suiza y España. Su obra y su actitud vital han dejado una profunda impronta en arquitectos españoles de varias generaciones que lo consideran uno de los grandes maestros modernos, junto al catalán José Antonio Coderch. Poco antes de morir el día de san Valentín de 1996, Alejandro de la Sota firma su último trabajo que cierra un bucle homenaje en su obra: la restauración y ampliación del gimnasio del Colegio Maravillas en Madrid (Moisés Puente Rodríguez, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Facultad de Matemáticas, de Alejandro de la Sota Martínez, de la Universidad de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Más sobre la avenida de la Reina Mercedes, en ExplicArte Sevilla.

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