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martes, 30 de marzo de 2021

El Patio de los Óleos, en la Catedral de Santa María de la Sede

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Patio de los Óleos, en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
     Hoy, 30 de marzo, Martes Santo, es la fecha tradicional escogida por la Diócesis de Sevilla para celebrar la Misa Crismal, en la que presidida por el obispo y concelebrada con los sacerdotes de la diócesis, es la celebración en la que se consagra el Santo Crisma (de aquí el nombre de misa crismal) y bendice además los restantes óleos o aceites (para los enfermos y los que se van a bautizar).
       Y que mejor día que hoy, para ExplicArte el Patio de los Óleos, de la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
     La Catedral de Santa María de la Sede  [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza Virgen de los Reyes, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.  
     En la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar el Patio de los Óleos [nº 104 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede]; esta zona carece de toda referencia documental publicada; la primera mención inequívoca es de 1635, cuando se le llama "patio donde se guarda la plata", función en la que aún continuaba en 1845; consta que ha servido hasta 1987 para conservar y repartir el óleo crismal (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
     El Patio de los Óleos, es obra de Diego de Riaño y Martín de Gaínza, realizado entre 1529 y 1537.
     El plan ideado por Riaño era enormemente ambicioso. En el mismo se incorporaba, a lo efectuado por sus predecesores en la Sacristía de los Cálices, lo nuevamente proyectado, dando a todo el conjunto una fachada uniforme. Este deseo de regularización es, en definitiva, una prueba de la racionalidad de la nueva arquitectura de Riaño. Tras este muro, auténtica envoltura de carácter renacentista, se dispondría un organismo tripartito del que sería eje la Sacristía Mayor. Flanqueándola se repetiría el dispositivo sala-patio, que en un lado estaría formado por la Sacristía de los Cálices y el Patio de le Oleos, mientras en el flanco contrario lo sería por la Sala de Cabildos y otro patio. Desgraciadamente el esquema se vio parcialmente alterado, pues este último conjunto no se llegó a construir según los proyectos de Riaño. Sus sucesores introdujeron algunos cambios en el mismo, disponiéndose en su lugar el Antecabildo al Patio del Mariscal, que, no obstante y aunque sin repetir las proporciones del conjunto occidental, si reproducen el esquema sala-patio. De haberse completado el proyecto de Riaño se habrían creado tres ámbitos longitudinales, las dos sacristías y el Cabildo, comunicados entre sí trasversalmente mediante las puertas que desde la Sacristía Mayor llevarían hasta los dos patios. Todas estas dependencias se proyectaron con muros comunes, lo que obligó a construirlas a un mismo tiempo. Esta circunstancia, auténtica esencia del proyecto de Riaño, explica la lentitud de las obras, lo que impidió que aquel se completara en todos sus aspectos.
     La construcción seguiría un plan unitario, abarcando por igual a la Sacristía de los Cálices, al Patio de los Oleos, al muro de cerramiento, a la Sacristía Mayor y al Cabildo.
     A la muerte del arquitecto Diego de Riaño (1534), aunque es seguro que, con respecto a la Sacristía Mayor se había determinado su planta y acceso, su estructura y ornamentación. Por su parte en la Sacristía de los Cálices estaban construidas las trompas angulares, las dos capillas del testero, la ventana del muro oeste y el arranque de las bóvedas de los tres tramos. Lógicamente, en el paredaño Patio de los Oleos se había cubierto el primer piso y se estaría trabajando en la planta alta. Del mismo modo, dado el sentido unitario de la construcción, el muro exterior casi alcanzaría la altura de la cornisa. En resumen, estaban marcadas las líneas fundamentales de la obra, de tal modo que el sucesor de Riaño sólo tenía que continuarlas para llevar a buen fin la construcción.
     A mediados de 1537 (bajo la dirección de Martín de Gaínza) se abovedaba la Sacristía de los Cálices, se procedía a cubrir las capillas de la cabecera de la Sacristía Mayor y se trabajaba en el piso alto del Patio de los Óleos.
     Diego de Riaño, se adaptó a lo ya realizado por sus predecesores, por lo que mantuvo lo ya ejecutado y añadió otro muro. Es significativo que el muro ofrezca su máximo espesor en el sector correspondiente a la sacristía y que al llegar a la zona del Patio de los Óleos los tres metros aproximados de anchura se reduzcan casi a la mitad, sirviendo el espacio restante para alojar el último tramo de la escalera de dicho patio. Si Riaño no hubiese engrosado la pared ya levantada se hubiese producido un quiebro en la línea de demarcación externa del conjunto, puesto que la caja de la escalera y el resto de las edificaciones sobresaldrían con respecto a aquella. Este hecho, el deseo de regularizar, de mantener un ritmo, de lograr una armonía, señala, por un lado, la profundidad del replanteamiento efectuado por Riaño sobre la obra preexistente, por otro muestra su habilidad como adaptador y articulador de organismos y, por último, evidencia el carácter renacentista de su arquitectura, algo que siempre se le había negado.
     La adopción de este sistema de cubierta (bóvedas vaídas con nervios) es verdaderamente interesante, pues como ha señalado Chueca, marca la transición entre el último gótico y el renaci­miento. Así pues, esta bóveda de la Sacristía (de los Cálices) está iniciando el camino hacia las grandes conquistas estructurales de la arquitectura andaluza del siglo XV una de cuyas características es el empleo habitual de tramos de bóvedas vaídas en vez de cañón seguido. Sin ir más lejos esta bóveda de la Sacristía de los Cálices es el primer paso, la primera experiencia, que desembocará en la sencillez estructural de las vaídas del piso alto del Patio de los Óleos, obra completada por Gaínza siguiendo los proyectos de Riaño.
     Mucho menos complicada (que en las Sacristías) debió ser la actuación de Gaínza en el Patio de los Óleos. Este es de proporcio­nes cuadradas. Presenta una doble galería en tres de sus frentes, formándose el cuarto lado con el muro de fachada. Los arcos apoyan en columnas sin éntasis, de original basa, que en lugar de capiteles presentan un cimacio. Las arquerías que arrancan de los muros lo hacen desde capiteles-péndolas. En las galerías bajas las bóvedas son vaídas casetonadas. En las superiores se utilizan también vaídas pero sin reticular. Unas balaustradas aparecen entre las columnas del piso alto. En este existen tres cámaras a diferentes niveles -determinados por las alturas de las dependencias sobre las que se ubican-, que presentan bóvedas de cañón.
     Fue precisamente en este piso en donde se centró la intervención de Gainza, siendo, por el contrario la planta baja obra de Diego de Riaño, como lo demuestra el tipo de bóvedas utilizado, habituales en su obra. La actuación de Gainza supuso la eliminación de todo elemento que no tuviera carácter estructural. Por eso se suprimieron las retículas de las bóvedas vaídas y se simplificaron los capiteles-péndola. Los elementos de mayor plasticidad son los balaustres de los antepechos, relacionados con los que coronan el muro envolvente de las sacristías y demás construcciones anejas. El hue­co de patio viene a ser casi el único foco luminoso del recinto, puesto que las ventanas de las dependencias de su entorno -algunas casi saeteras-, apenas si dejan pasar la luz. Debido a ello el conjunto acentúa su verticalidad.
     Con estas operaciones se avanzó enormemente en la construcción del cuerpo agregado en el sector sur de la catedral. No obstante aún faltaban por edificarse de­ pendencias fundamentales. Este es el caso de la Sala Capitular y demás construcciones del costado oriental de la Sacristía Mayor, cuyas obras se habían paralizado en 1533 (Alfredo J. Morales, La arquitectura de la catedral de Sevilla en los siglos XVI, XVII y XVIII, en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor el significado de la Misa Crismal y los Santos Óleos;
     La misa crismal, presidida por el obispo y concelebrada con los sacerdotes de la diócesis, es la celebración en la que se consagra el Santo Crisma (de aquí el nombre de misa crismal) y bendice además los restantes óleos o aceites (para los enfermos y los que se van a bautizar).
     La palabra crisma proviene de latín chrisma, que significa unción. El crisma es la materia sacramental con la cual son ungidos los nuevos bautizados, son signados los que reciben la confirmación y son ordenados los obispos y sacerdotes, entre otras funciones.
     La consagración del crisma y la bendición de los otros dos aceites ha de ser considerada como una de las principales manifestaciones de la plenitud sacerdotal del obispo.
     Ordinariamente esta misa se celebra en la catedral de cada diócesis el Jueves Santo; pero, por razones de conveniencia pastoral, se puede adelantar a uno de los días de la Semana Santa.
     Haberla fijado el Jueves Santo no se debe al hecho de que ese sea el día de la institución de la eucaristía, sino sobre todo, a una razón práctica: poder disponer de los santos óleos, sobre todo del óleo de los catecúmenos y del Santo Crisma, para la celebración de los sacramentos de la iniciación cristiana durante la Vigilia Pascual.
     Así pues el Santo Crisma, es decir, el óleo perfumado que representa al mismo Espíritu Santo, nos es dado junto con sus carismas el día de nuestro bautizo y de nuestra confirmación y en la ordenación de los sacerdotes y obispos.
     La materia apta para el sacramento debe ser aceite de oliva. El crisma se hace con óleo y aromas o materia olorosa.
     Es conveniente recordar que no es lo mismo el Santo Crisma que el óleo de los catecúmenos y de los enfermos (que sólo son bendecidos, como se ha dicho más arriba, y pueden hacerlo otros ministros en algunos casos).
     El rito de esta misa, de la misa crismal, incluye la renovación de las promesas sacerdotales. Tras la homilía, el obispo invita a sus sacerdotes a renovar su consagración y dedicación a Cristo y a la Iglesia.
     Juntos prometen solemnemente unirse más de cerca a Cristo, ser sus fieles ministros, enseñar y ofrecer el santo sacrificio en su nombre y conducir a otros a él.
     Por tanto otro tema importante de la misa crismal es el sacerdocio. Al entregar el misterio de la eucaristía a la Iglesia, Cristo instituyó también el sacerdocio.
     Los textos de la misa presentan un conjunto catequético no solamente acerca del sacerdocio ministerial, sino también relativo al sacerdocio general de los fieles: en la antífona de entrada, la asamblea aclama: «Jesucristo nos ha convertido en un reino, y hecho sacerdotes de Dios, su Padre».
     En esta misa crismal no se dice el Credo. Tras la renovación de las promesas sacerdotales se llevan en procesión los óleos al altar donde el obispo los puede preparar, si no lo están ya.
     En último lugar se lleva el Santo Crisma, portado por un diácono o un sacerdote. Tras ellos se acercan al altar los portadores del pan, el vino y el agua para la eucaristía.
     Después del Sanctus se bendicen el óleo de los enfermos y tras la oración después de la comunión se bendice el óleo de los catecúmenos y se consagra el Santo Crisma (www.aleteia.org).
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