Hoy, 18 de marzo, es el aniversario del nacimiento (18 de marzo de 1838) de Eduardo Temprado y Pérez, capitán del cuerpo de Artillería, a quien está dedicada esta vía, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la calle Temprado, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La calle Temprado, es en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en el Barrio del Arenal, del Casco Antiguo, y va de la calle Dos de Mayo, a la calle Santander.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
La vía, en este caso una calle, está dedicada al capitán del ejército, Eduardo Temprado y Pérez.
La vía, en este caso una calle, está dedicada al capitán del ejército, Eduardo Temprado y Pérez.
Corresponde a parte de un espacio más amplio que se conoció desde el s. XVI, como mínimo, por Resolana y luego Resolana de la Caridad. Al ocupar la Maestranza de Artillería el solar frontero a su fachada, , la plaza resultante ante las fachadas de la Caridad y de la Aduana se siguió denominando Resolana hasta fines del s. XIX, a pesar de que en el último tercio de éste ya existe un nombre oficial. Desde 1859 se rotula como plaza de las Atarazanas; sin embargo, en documentos, artículos de periódicos y libros se le conoce como de la Aduana entre 1868 y 1900, nombre que ya tenia otra plaza. Esporádicamente aparece como de la Caridad (1859). Hacia la década de l860 se debió de abrir esta calle entre la Maestranza de Artillería y sus instalaciones fronteras; durante cierto tiempo aparece cerrada en sus extremos y la circulación no es totalmente libre, al menos hasta 1873. En 1889 se la rotula oficialmente como Temprado, en recuerdo del capitán de artillería Claudio [Eduardo] Temprado Pérez, natural de Teruel, muerto en Castelfullit (1874) frente a los carlistas (en algunos documentos aparece, erróneamente, como general). En 1914, al construirse el último espacio que quedaba libre de la hasta entonces plaza de las Atarazanas, se prolongó la calle hasta la de Santander.
Por Resolana e conoció un espacio singularizado del Arenal, comprendido entre la muralla que unía la Torre del Oro a la ciudad y el barrio de la Carretería, aunque este topónimo aparece también referido (s. XVIII) a otros espacios más amplios. El primer dato de una ocupación permanente en esta zona corresponde a la capilla del Rosario, que ya aparece en el plano de Olavide (1771), así como a una cruz o humilladero. En el plano de 1848 se encuentra además un almacén en la línea de fachada del paseo junto al malecón que cierra la Resolana hacia el río. En la segunda mitad del s. XIX la Maestranza de Artillería acota un terreno delante de su fachada, dedicándolo a parque de almacenamiento y otras dependencias; a fines de la centuria se construye un edificio de fábrica, en el que se integra la capilla citada, quedando en la actualidad del mismo sólo la capilla. Para entonces ya e había abierto la calle Temprado, probablemente hacia 1863. De la década de 1840 se están llevando a cabo enajenaciones de terrenos a particulares. La Caridad adquiere uno, convertido en jardín en 1886, que queda separado de la Maestranza por una calle, la cual desaparecerá años más tarde. Se conocen varios proyectos de ocupación del espacio restante, pero hasta 1913 no tiene lugar la aparición de la manzana de viviendas frontera a la Aduana, culminándose entonces el proceso de ocupación de la Resolana y la formación de esta calle.
Las fachadas de la acera de los impares presentaron siempre una línea recta, por partir todas ellas del edificio singular de la Atarazanas. pero en la segunda mitad del s. XIX se añadieron unos edificios bajos, delante de la Maestranza de Artillería y un pequeño jardín. En los planos de estos años aparece arbolado delante de la Caridad; finalmente, acabarían instalándose unas verjas, acotando un espacio delante de todas las fachadas, tal y como hoy se encuentra. En la acera de los pares destacó hasta hace unos años la existencia de una zona central sin construir, integrada por el citado jardín de la Caridad y la calle Núñez de Balboa, entre sendos bloques de edificios en cada uno de los extremos, aspecto que hoy conserva. Tanto la Resolana como las calles que le sucedieron carecieron de infraestructura hasta el s. XX, en que se citan las primeras operaciones de pavimentación y acerado. Con anterioridad sólo existía la calzada que unía la Aduana con el puerto junto al río, la cual se mantendría en el paseo que aparece en planos del s. XIX, a través de la plaza, que se encuentra dotada de arbolado y con algún diseño de jardín. Sin embargo en 1891 se denuncia su estado de abandono, convertida en basurero y lugar de estacionamiento de carros.
Su condición de espacio abierto delante de las Atarazanas la vinculó a las funciones relacionadas con el movimiento del puerto. Desde los siglos medievales se ubican en ella toneleros y carreteros, comerciantes de la madera y, posteriormente, incluso panaderos. Se levantan chozas y sombrajos de todo tipo para defensa de las mercancías allí almacenadas, siendo el de maderas y el ya citado estacionamiento de carros las dos actividades con mayor continuidad, ésta última hasta la desaparición de la plaza a principios de siglo. A fines del s. XIX se proyectan la instalación de un mercado de abastos (de Balbino Marrón) y almacenes de mercancías, en relación con el establecimiento del ferrocarril, sin que llegaran a cuajar. Además de las funciones económicas también se dieron las festivas; en el s. XV se corrían toros; a comienzos del s. XX se cita un café-cantante y se alude en la prensa, peyorativamente, a los bailes que se celebran. En 1902 se levanta el monumento a Mañara, en el jardín de la Caridad, obra de Antonio Susillo.
Esta calle se singulariza por sus edificios. Las Atarazanas, que ocuparon todo el frente de los impares, fueron construidas por Alfonso X para fabricar navíos con destino a la armada real. A fines del s. XV las naves próximas al Postigo del Aceite se destinan a pescadería, y a lo largo del s. XVI el edificio va perdiendo su función primitiva, ubicándose en él diversas actividades. Parte se arrienda a mercaderes; en 1885 se habilitan unas naves para Aduana, que es reedificada en 1792, tras un incendio; junto a ella el almacén del Azogue; una y otro serían destruidos para construirse, en 1942, la actual Delegación de Hacienda. En el s. XVII, a partir de una capilla dedicada a San Jorge, se construye el Hospital de la Caridad, con la decisiva intervención de Miguel de Mañara, ejemplo del barroco sevillano, obra de Pedro Sánchez Falconete y de Leonardo de Figueroa. Finalmente, las naves próximas a la calle Dos de Mayo se destinan a Maestranza de Artillería, cuya fachada corresponde a reformas del s. XVIII. En ésta y en el vecino hospital se conservan algunas de las naves góticas de las primitivas Atarazanas. En el solar del antiguo parque de la citada Maestranza se levanta el Palacio de Cultura, o Teatro de la Maestranza, obra de Luis Marín de Terán y Aurelio del Pozo (1991). Estos edificios y su ubicación han hecho que la calle, hoy relativamente tranquila y paseada por turistas, esté marcada por la historia y la leyenda, éstas relacionadas, fundamentalmente, con el Hospital de la Caridad, como la de la pila de agua a su puerta para apagar la sed de los perros, atribuida a una decisión de Mañara. Por tanto, la Resolana y sus edificios son aludidos o son marcos de la ficción en obras de José Mas, Romero Murube, Alfonso Grosso, Manuel Ferrand y Camilo José Cela, entre otros. [Antonio Collantes de Terán Sánchez, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Temprado, 1: MAESTRANZA DE ARTILLERÍA. Está instalada en cinco de las naves de las Atarazanas construidas por orden de Alfonso X. Dicha instalación se inicia en tiempos de Felipe II, pero será en el siglo XVIII cuando se efectúe de forma definitiva, construyéndose entonces, 1786, la fachada, que carece de interés. Frente a este edificio existe otro conjunto con fachada al paseo Colón, dependiente de dicha Maestranza. Entre ellos una pequeña capilla, con acceso por calle Dos de Mayor, donde se venera una imagen de la Virgen bajo la advocación del Rosario. Este conjunto de edificios se construye en el siglo XVIII.
Temprado, 3: HOSPITAL DE LA CARIDAD. Como el anterior edificio, se levanta sobre algunas de las naves de las Atarazanas y sobre una ermita dedicada a San Jorge. Fue obra del arquitecto Bernardo Simón de Pineda (1664), siendo de destacar los patios gemelos con fuentes, que existen a la entrada [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Conozcamos mejor a Eduardo Temprado y Pérez, a quien está dedicada esta calle;
Eduardo Temprado y Pérez (Teruel, 18 de marzo de 1838 – Castellfullit de la Roca (Gerona), 14 de marzo de 1874), capitán del Cuerpo de Artillería, caballero Laureado de San Fernando.
Hijo de Antonio Temprado y Villa y de Vicenta Pérez y Fonte, Eduardo Temprado nació en Teruel en 1838. Cursó los estudios de primera y segunda enseñanza en la provincia de Castellón. Desde el 9 de agosto de 1855 hasta el 7 de enero de 1861, ingresó y permaneció estudiando en el Colegio de Artillería de Segovia, donde sirvió de cadete y subrigadier. Por tanto, el cadete Temprado perteneció a las últimas promociones de artilleros que salieron del Alcázar segoviano, pues el 6 de marzo de 1862 se declaró un pavoroso incendio que obligó al traslado del centro de enseñanza al Convento de San Francisco de Segovia, donde continúa en la actualidad.
Históricamente, sus comienzos en el Ejército español están a caballo entre el bienio progresista (1854-1856) y el segundo período moderado (1856-1868).
La primera etapa señalada se originó a partir de un conflicto parlamentario entre el Senado y el Gobierno de San Luis, pronto seguido de un pronunciamiento protagonizado por el general O’Donnell en Vicálvaro conocido popularmente con el nombre de “Vicalvarada”, para desembocar, finalmente, en unos movimientos populares que darían el poder a Espartero.
El segundo período moderado se inició en julio de 1856, momento en el que O’Donnell asumió el poder, procedió a la disolución de las Cortes y restableció la Constitución de 1845, anulando la dispuesta por los progresistas en el año 1856 y por tanto dando continuidad a la tendencia moderada que marcó gran parte del siglo XIX español.
En este contexto —según se refleja en su Hoja de Servicios que se conserva en el Archivo General Militar de Segovia— desde comienzos de 1862, Temprado prestó servicio de teniente en el 2.º Regimiento a pie, siendo más tarde destinado al Primer Regimiento Montado, en Valencia. A continuación, en mayo del mismo año, marchó a Barcelona con su compañía para relevar a la que allí se hallaba destacada, cerrando 1862 en aquel destino. Tras regresar nuevamente a Valencia, un año más tarde, fue trasladado a Vicálvaro (Madrid) en octubre de 1863.
A finales de marzo de 1864 fue dado de baja en el 5.º Regimiento de Montaña, donde estuvo desde enero de ese mismo año, para ser destinado a la Brigada de Cadetes del Colegio del Arma. Allí permaneció hasta finales de enero de 1865 en que por Real Orden fue destinado nuevamente al 5.º Regimiento Montado de Valencia, hasta el 3 de septiembre, momento en el que solicitó una licencia de cuatro meses por asuntos propios y con la prestación de medio sueldo, que le fue concedida por la superioridad.
Tras esta ausencia temporal, incorporado de nuevo a filas, estuvo de batallón en Valencia hasta que el 25 de junio de 1866 se trasladó a Almería como comandante en comisión de quintos con el objeto de reclutar y formar a los jóvenes que habían cumplido la mayoría de edad, y que de debían prestar servicio en el Ejército español. Los últimos años del segundo período moderado los pasó Miguel Temprado destinado nuevamente en Valencia, con un breve intervalo en la plaza de Barcelona donde permaneció hasta abril de 1868.
La volubilidad de Isabel II, la dureza de los moderados —reflejada en la brutal represión del levantamiento del Cuartel de San Gil en el verano de 1866—, y el descontento popular ante una clase política inoperante y viciada en su forma de entender y ejercer el poder, unen a progresistas, unionistas y demócratas en una revolución antidinástica, conocida como la “Gloriosa”, dirigida por militares liberales y que iba a concluir con el pronunciamiento de Prim y el almirante Topete, en septiembre de 1868.
Así pues, con la victoria de los sublevados en la batalla del Puente de Alcolea (Córdoba) y el exilio a Francia de la Reina, se iba a constituir un nuevo Gobierno Provisional (1868-1869), presidido en un primer momento por Serrano y cuya principal expresión iba a ser la Constitución de 1869, en la que se reafirma el principio monárquico con la búsqueda de un nuevo candidato al Trono español.
Durante los primeros sucesos, Temprado se encontraba en Valencia, hasta el 26 de septiembre que marchó junto a su compañía, siendo 2.º cabo del distrito de Valencia, hacia Alcoy (Alicante) con el fin de atacar y ocupar dicha localidad que se hallaba sublevada.
Estas insurrecciones, junto a otras que se produjeron en Barcelona y sus proximidades a lo largo de 1869 —en las que también estuvo presente este artillero—, respondían a la insatisfacción generalizada ante la solución monárquica dada al proceso de institucionalización de la revolución de septiembre, así como la frustración de las reivindicaciones populares que reclamaban la abolición de quintas y del impuesto de consumo.
En el último período señalado, a finales de 1868 y por Real Orden de 11 de diciembre, Miguel Temprado fue ascendido al empleo de capitán y destinado al 2.º Regimiento a pie. Un año después, en septiembre de 1869, prestó juramento a la Constitución de 1869. Una vez resuelta la cuestión sucesoria y dinástica con la llegada de Amadeo I de Saboya (1869-1873), este militar desempeñó la comisión de fiscal del Consejo de Guerra permanente en la plaza de Barcelona, desde principios de octubre de 1869 y hasta finales de enero de 1871. Desde el verano de ese mismo año, habiendo jurado fidelidad al Monarca, asumió el cargo de cajero del Primer Batallón, que desempeñó hasta finales del mes de julio de 1872 en que cesó, encargándose a continuación de su Compañía y prestando servicio de su clase en Barcelona hasta finales de noviembre.
A partir de ese momento pasó a hacerse cargo de la primera sección del 1.er Regimiento de Montaña que se hallaba en operaciones de Campaña en la provincia de Barcelona, en la columna mandada por el teniente coronel Catalán, en la que sirvió hasta el 7 de diciembre que regresó a estandartes, finalizando el año de batallón en la ciudad de Barcelona. La consolidación de Amadeo I de Saboya en el Trono español se vio imposibilitada desde el comienzo del reinado, ya que el asesinato de Prim —su principal valedor— coincidió con su llegada a España. Aunque respaldado en un primer momento por las fuerzas que posibilitaron la “Gloriosa” —progresistas, unionistas y demócratas— este apoyo se fue diluyendo con el paso del tiempo como consecuencia del fraccionamiento interno de estos partidos y de los consecuentes gobiernos formados.
Además, esta situación fue aprovechada por los partidarios de la restauración borbónica que veían en la figura del príncipe Alfonso, tras abdicar en él su madre Isabel II en el año 1870, una nueva oportunidad para la dinastía borbónica en España. Este cúmulo de adversidades propició, el 11 de febrero de 1873, la abdicación del monarca italiano y la inauguración de una nueva etapa histórica marcada por la proclamación de la Primera República (1873-1874).
Tras el advenimiento de la República —cuya presidencia ejecutiva asumió en un primer momento Estanislao Figueras manteniendo vigente la Constitución de 1869— los carlistas aprovecharon la situación de indisciplina y desconcierto por la que atravesaba el ejército gubernamental para dar un fuerte impulso a su campaña. Así pues, en el marco de la Tercera Guerra Carlista (1872-1876), que enfrentó a los partidarios de don Carlos —duque de Madrid y pretendiente al Trono español con el nombre de Carlos (VII)— y a los sucesivos gobiernos que se formaron desde el reinado de Amadeo I hasta el de Alfonso XII, Miguel Temprado iba a vivir uno de los períodos más intensos de su carrera militar.
Esta guerra se inició en abril de 1872 cuando, desde Ginebra, el pretendiente lanzó la proclama en la que ordenaba “que el día 21 del corriente, se haga el alzamiento a los gritos de Abajo el extranjero y Viva España”. Los principales escenarios de la contienda fueron Navarra y las provincias vascas y las tropas allí destinadas estuvieron bajo el mando del general carlista Joaquín Elío. La restauración de los Fueros por don Carlos de Borbón en julio de 1872, abolidos por los decretos de Nueva Planta durante el reinado de Felipe V, influyó en la fuerza del levantamiento en Cataluña y, en menor medida, en Valencia y Aragón.
De igual forma, las pretensiones carlistas se vieron favorecidas por el apoyo de muchos monárquicos isabelinos, que, tras la proclamación de la República, apoyaron al bando carlista.
Precisamente, en el frente catalán —a diferencia de la Segunda Guerra Civil o “Guerra de los Matiners”— el empleo de la artillería sería decisiva, aunque en principio, ninguno de los dos contendientes desplegase un número importante de piezas. A comienzos de 1873, el capitán Eduardo Temprado se encontraba de guarnición en Barcelona hasta que salió de operaciones de campaña con la 2.ª sección de su compañía asistiendo al encuentro de Vallgorguina (Barcelona). En el otoño de ese mismo año participó —junto a la columna del brigadier José de los Reyes— en las acciones de San Celoni, el 8 de noviembre, y en las de Reudellots y Bañolas, el 29 del dicho mes e igualmente en territorio gerundense. Así pues, a finales de 1873, parecía que la situación comenzaba a cambiar. Estas derrotas carlistas, junto a las propiciadas en noviembre en Ares del Maestre (Castellón), gracias a la brillante actuación de dos baterías montadas al mando del comandante Félix León, y en Bocairente (Valencia), donde Weyler venció a Santés en diciembre, sirvieron para subir la decaída moral de la República.
Sin embargo, Vic cayó el 10 de enero de 1874, a pesar de la valiente defensa efectuada por un destacamento del 5.º Montado, cuyo jefe, el teniente Juan Cochera, murió heroicamente en la acción, en la que los legitimistas se apoderan de dos cañones Krupp y abundante munición. Más tarde, el ejército republicano sería sorprendido por las fuerzas carlistas de Savalls y derrotado el 14 de marzo de 1874 en Castellfullit, cuando acudía en auxilio de la sitiada plaza de Olot, ya bajo el mando superior de Rafael Izquierdo.
En esta acción, y bajo las órdenes del general Nouvillas, el capitán Eduardo Temprado escribiría una de las páginas más gloriosas de la Artillería en la campaña.
Aquel combate se abrió con la derrota de la columna liberal, a pesar de lo cual, el capitán Eduardo Temprano, del 1.er Regimiento de Montaña, continuó dirigiendo serenamente el fuego de las cuatro piezas de su batería, demostrando constantemente en su actitud y sus palabras, su resolución llegar hasta el final sacrificando hasta su vida si era preciso, en aras del deber y del honor. Y así fue, pues murió en el cumplimiento de su misión aquel 14 de marzo de 1874. En un contexto desfavorable y en medio del pánico general, dispersas o rendidas ya las tropas, continuó impertérrito el fuego, y hasta el último momento cargó personalmente las piezas de su batería mientras pudo.
Pero cuando ya herido, se quedó sin artilleros, trató de inutilizarlas, consiguiendo clavar dos, cayendo exhausto sobre el tercer cañón al que se abrazó, sin escuchar las intimaciones de los carlistas para que se rindiera. El sargento Blas Gámez, no quiso separarse de su lado, y murió allí heroicamente con su capitán.
Eduardo Temprado y Pérez fue recompensado a lo largo de su vida militar, según Real Orden de 21 de octubre de 1867, con la Cruz de 1.ª Clase del Mérito Militar para premiar “servicios especiales”. También le fue concedida, por orden del regente del Reino de 16 de mayo de 1870, la Cruz de 1.ª Clase del Mérito de Guerra como reconocimiento a los servicios de guerra por los sucesos republicanos de Barcelona y Gracia ocurridos del 4 al 9 de abril de ese mismo año.
Y, por último, cabe destacar que fue condecorado por su actuación en Castellfullit con la Cruz Laureada de San Fernando de 2.ª Clase por Real Orden de 8 de julio de 1876, por tanto, a título póstumo.
Temprado ha merecido el reconocimiento y recuerdo del Arma de Artillería por la acción en que perdió la vida. Como consecuencia de su heroico y meritorio comportamiento, recibió también el reconocimiento por parte del director general de Artillería, quien dispuso que se colocase en el Museo del Arma un cuadro de honor con la copia de la Orden, su retrato y su espada. De igual forma, otros recuerdos similares fueron dispuestos en el Colegio y en el Cuadro de Estandartes del 1.er Regimiento de Artillería al que perteneció este militar. Aún hoy su nombre aparece destacado en el cuadro dedicado a Castellfullit en el pasillo de honor de la Academia de Artillería de Segovia.
Sin duda, el capitán Temprado es uno de los artilleros que jugaron un destacado papel en esta etapa de la historia de España, en la que el Cuerpo de Artillería tuvo un importante protagonismo, no sólo militar, sino también en el desarrollo tecnológico e industrial, y en las turbulencias de la política interior de la época. Como colectivo, el Arma de Artillería fue —como acertadamente expresó Jorge Vigón en el título de una de sus obras— “un personaje español del siglo XIX” (María Dolores Herrero Fernández-Quesada, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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La calle Temprado, al detalle:
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