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sábado, 11 de octubre de 2025

Los edificios 22, 23, 24 y 29 "Fausto Elhuyar y de Suvisa" y sus jardines, de varios autores, en la Universidad Pablo de Olavide, en Dos Hermanas (Sevilla)

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte los edificios 22, 23, 24 y 29 "Fausto Elhuyar y de Suvisa" y sus jardines, de varios autores, en la Universidad Pablo de Olavide, en Dos Hermanas (Sevilla)
     Hoy, 11 de octubre, es el aniversario del nacimiento (11 de octubre de 1755) de Fausto d'Elhuyar y Lubice, así que hoy es el mejor día para ExplicArte los edificios 22, 23, 24 y 29 "Fausto Elhuyar y de Suvisa" y sus jardines, de varios autores, en la Universidad Pablo de Olavide, en Dos Hermanas (Sevilla).
     Conforman un conjunto de construcciones realizadas en diferentes momentos históricos. Actualmente conforman una unidad edilicia caracterizada por una planta poligonal, con tramos de diferentes alturas, conformando un patio verde al centro. Se percibe una diferenciación de tratamientos superficiales, marcado por el diseño de diferentes momentos de realización, aun cuando expresan un grado de unidad importante entre sí.
Edificio 22.- Conforma una construcción más elevada que las colindantes al contar con dos niveles. El tratamiento de fachada presenta una fuerte identidad con el mismo: se relaciona por texturas, materiales y disposición general de vanos. El edificio consta de dos cuerpos volumétricos, casi perpendiculares entre sí, destacando entre medio un espacio dedicado a las circulaciones verticales que opera como articulador entre ambos. El componente más largo de los dos, se ordena en base a un corredor o circulación horizontal al que se relacionan distintos despachos. El otro cuerpo, en cambio, está dedicado a las funciones de laboratorio. 
Edificio 23.- Materializado en el 2008, este componente volumétrico parece separarse del resto de los cuerpos edilicios del Fausto Elhuyar y de Suvisa por su planta y el tratamiento de fachada. Su disposición en planta le aporta la mayor singularidad dentro del conjunto, resolviendo la organización general de su espacio interior mediante un corredor o circulación horizontal que relaciona ámbitos ordenados de a pares y que se expresa hacia el exterior como una estructura en peine, muy ritmada. Si bien mantiene el ladrillo como materia opaca, introduce de forma contundente el uso de brisoleils metálico, color negro que exalta un potente contraste con la superficie roja del cerámico.
Edificio 24 y 29.- Una parte de este conjunto edilicio fue realizado por OTAISA (edificio 24) en 1956, pero fue intervenido posteriormente de manera sucesiva. El edificio 29 fue construido en el año 2007. El destino pedagógico y administrativo se deduce del tratamiento general de fachadas, determinadas por la presencia de vanos continuos y grandes paños fuertemente vidriados. El tratamiento general del conjunto sigue las lógicas de materialidad y textura del resto de los edificios universitarios. 
     En el interior, una organización de corredor central, al que se unen en formato de peine distintos espacios servidos, exponen la lógica funcional que caracteriza a otros edificios de la Universidad. La modulación estructural  permite una fuerte regularidad y homogeneidad de los espacios resultantes, destinados a aulas.
     El conjunto cuenta con un sótano, planta baja y dos niveles superiores. Las circulaciones verticales (escaleras) se distribuyen homogéneamente a través de diferentes tramos a lo largo de la planta, destacándose el cuerpo de la escalera principal, atípica por su posición y formato respecto de las demás (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
      El edificio Fausto Elhuyar y de Suvisa está compuesto por un conjunto de tres edificios conectados entre sí, que si se ven desde el aire, forman un rectángulo con un lado algo curvado. En este rectángulo, el edificio 24 se sitúa en lado sur, el edificio 22 en el lado oeste, y el edificio 23 ocupa los lados este y norte.
     En el espacio central definido por los edificios se localiza un jardín de grandes dimensiones con un estanque. Este jardín se encuentra dividido en varias secciones irregulares por diversos caminos estrechos que permiten pasear por él, y conectan con el acerado que lo rodea. Dispone también de merenderos y bancos donde los alumnos pueden pasar tiempo entre clases.
     Las secciones tienen base de hierba, a excepción de una zona de umbría, donde la base es de tierra; en ellas pueden encontrarse distintas especies de árboles, arbustos, así como plantas acuáticas y terrestres.
     En el estanque y la zona más próxima a este, se pueden ver plantas como el Lirio amarillo (Iris pseudoacorus), el Nenúfar blanco (Nymphaea alba), el Junco churrero (Scirpus holoschoenus) o la Espadaña (Typha domingensis), y arbustos como la Adelfa (Nerium oleander), la Alfalfa arbórea (Medicago arborea) y la Jara blanca (Cistus albidus).
     El lirio amarillo es una especie herbácea perenne rizomatosa; sus hojas son planas, estrechas y que parten del mismo rizoma. Las flores son grandes, de color amarillo brillante y los frutos tienen forma de cápsula alargada, guardando en su interior gran cantidad de semilla. 
     El Nenúfar blanco es una hierba acuática perenne que también tiene las raíces en forma de rizoma, pero sumergido; las hojas son redondeadas, verdes oscuras en el haz y de gran tamaño. Sus flores son blancas, de buen tamaño, flotantes y con pétalos numerosos. Se observan también otras variedades de nenúfares, con las flores rosas, que no pueden identificarse ya que son híbridos de jardinería, y fueron donados por un particular.
     El Junco churrero es una especie perenne rizomatosa con tallos simples, duros y que pueden llegar a medir 150 centímetros de altura. Las flores aparecen en agrupaciones compactas situadas en un lateral del tallo, en forma de cabezuelas de hasta 12 milímetros de diámetro. Los frutos tienen forma de cápsula y son de color pardo.
     La Espadaña es una planta herbácea, acuática y perenne, que puede alcanzar los 2,5 metros de altura. Las hojas son asimétricas e igualan o superan dicha altura; presentan glándulas de color oscuro en la parte central, lo que hace que las hojas sean convexas en la parte baja y planas en el ápice. Su inflorescencia es de color pardo claro y presenta flores masculinas y femeninas, separadas entre sí unos 5 centímetros. El fruto en forma de huso, con unos 2 milímetros de largo. 
     La Adelfa presenta hojas simples y lanceoladas de color verde, con frutos pardo-rojizos, las flores están agrupadas y normalmente son de color rosa, aunque también las hay blancas, rojas y amarillas; se trata de una planta muy tóxica, cuya ingesta produce la muerte.
     La Alfalfa arbórea por su parte, puede crecer entre 1-2 metros, presenta hojas compuestas, trifoliadas, de color verde grisáceo: las flores crecen en racimos y son de color amarillo; el fruto es una legumbre enrollada en espiral.
     La Jara blanca es una especie perenne, que puede llegar a los 2 metros de altura. Sus hojas son grisáceas, de forma ovalada y recubierta de pelitos blanquecinos. Sus flores son de color morado, con estambres amarillos, de corta duración y con unos 4 centímetros de diámetro. 
     En el resto del jardín se distinguen otras especies de arbustos como el Jaguarzo (Cistus monspeliensis), el Romero (Rosmarinus officinalis), la Salvia amarga (Teucrium fruticans), la Retama (Retama sphaerocarpa), la Barbadija o Durillo (Viburnum tinus) y el Madroño (Arbutus unedo). 
     El Jaguarzo puede alcanzar 1,5 metros de altura; es de color verde intenso, con hojas lineares, estrechas y largas, con el haz rugoso y el envés gris-pubescente. Sus flores son blancas, con 5 pétalos y un diámetro de 2,5 centímetros. Los frutos tienen forma de cápsula.
     El Romero llega a medir 2 metros de altura, las flores son de color azul o violáceo pálido con estambres que sobresalen de los pétalos, y el fruto es seco, con pequeñas semillas.
     La Salvia amarga tiene una forma redondeada y compacta, con hojas de ovadas a lanceoladas; sus flores varían de color azul a lila y se disponen en grupos al final de las ramas.
     La Retama es un arbusto de tallos muy ramificados, con ramas que salen directamente del suelo, pudiendo alcanzar los 2 metros de altura. Sus hojas son simples, de lineares a lanceoladas. Las flores, agrupadas en racimos, son de color amarillo y pequeño tamaño. El fruto tiene forma de legumbre, con una única semilla en su interior. 
     La Barbadija o Durillo es una especie perenne, con hojas opuestas de unos 10 centímetros, coriáceas, enteras y de un color verde brillante, presentando además pelitos en los nervios del envés. Puede alcanzar los 5 metros de altura. Sus flores son pequeñas, de color blanco y dispuestas en una cima convexa, que puede llegar a los 10 centímetros de diámetro. El fruto tiene forma de drupa y es de color negro. 
     El Madroño se caracteriza por tener una corteza parda rojiza, agrietada y que se desprende en tiras. Sus hojas son verde brillante por el haz y algo más pálidas por el envés, alternas, ovales u ovadas, y dentadas. Las flores son de color blanco o con tintes rosados, tienen forma de urna y se disponen en espigas colgantes. Los frutos son comestibles, tienen forma de baya, unos 2 centímetros de diámetro y de color rojo brillante cuando maduran.
     Otra de las especies presentes es el Palmito (Chamaerops humilis), una palmera de porte arbustivo  que puede alcanzar los 3 o 4 metros de altura. Las hojas tienen forma de abanico, de color verde o azulado, las flores pueden ser unisexuales o hermafroditas, de pequeño tamaño y color amarillo, y el fruto es redondeado, carnoso y amarillo o rojizo. El cogollo es comestible.
     En la zona de sombra se disponen varios ejemplares de Acanto (Acanthus mollis), una planta herbácea perenne que puede llegar a medir un metro de altura. Las hojas son simples, muy grandes y lobuladas, de color verde oscuro. Las flores son blancas, con brácteas moradas y dispuestas en espiga, que puede alcanzar el metro de altura.
     En cuanto a los árboles se distinguen ejemplares de Álamo temblón (Populus tremula), Pino piñonero (Pinus pinea) y Ciprés (Cupressus sempervirens).
     El Álamo temblón puede medir 30 metros de altura. Tiene la corteza grisácea, y sus hojas son ovado-triangulares, acorazonadas en la base y algo dentadas, de color verde por ambas caras. El fruto es una cápsula bivalva, ovada y granulosa.
     El Ciprés es una conífera que puede alcanzar los 30 metros de altura, con porte compacto y estrecho. Presenta hojas escamiformes, delgadas, aplanadas, de color verde oscuro y sin glándulas resiníferas.
     El Pino piñonero es una especie autóctona, que puede superar los 25 metros de altura. Su corteza está dividida en grandes placas gruesas y rojizas. Hojas en forma de acículas, en grupos de dos, de unos 10-15 centímetros de largo, si bien pueden llegar a los 20 cm. Presenta grandes piñas globosas, de 8-15 centímetros de largo por 7-10 centímetros de ancho, que albergan piñones en su interior.
     El otro jardín de este conjunto se encuentra en la cara sur del edificio 24 y se configura en distintos espacios independientes, con diverso tamaño y disposición, rodeados por el acerado.
     Por un lado, se distinguen varios taludes dispuestos desde el nivel de la calle hasta el acerado que da acceso a la planta sótano del edificio. Los taludes están divididos en tres alturas o terrazas, la base es mayoritariamente de tierra y en sus laterales se encuentran las escaleras y las rampas para minusválidos que dan acceso al nivel inferior del edificio; el resto de perímetro se delimita con una línea de adoquines. 
     En cuanto a las especies presentes, se distinguen ejemplares jóvenes de Algarrobo (Ceratonia siliqua) y de Pino piñonero (Pinus pinea).
     El Algarrobo es una especie perenne que puede alcanzar los 10 metros de altura, con hojas paripinnadas; foliolos de color verde oscuro brillantes por el haz y más claro por el envés; presenta flores masculinas y femeninas; los frutos tienen forma de legumbre y color chocolate.
     Por otro lado, y al nivel de la calle, se distinguen tres grandes espacios rectangulares separados entre sí por el acerado y cuyo perímetro se delimita con una línea de adoquines. Su base es de hierba, y en ellos se localizan especies como el Olivo (Olea europaea), el Palmito (Chamaerops humilis), la Casia (Cassia didymobotrya) o el Falso pimentero (Shinus molle).
     El Olivo es un árbol que no suele superar los 10 metros de altura, sus hojas son verde oscuro en el haz y blanquecinas en el envés, las flores son blancas y se agrupan en racimos, y su fruto son las aceitunas.
     La Casia puede crecer entre 2-4 metros de altura; de porte redondeado, presenta hojas largas  con 8-18 pares de foliolos de elípticos-oblongos a obovados-oblongos; las flores son amarillas, presentan brácteas negruzcas antes de abrirse y se agrupan en espigas erectas; fruto en forma de legumbre.
     El Falso pimentero es un árbol llorón, perenne, con hojas divididas en gran cantidad de foliolos estrechos y lanceolados, de borde aserrado y color verde. Las flores pequeñas, unisexuales o hermafroditas. Futo en drupa esférica de tono rojizo.
     En esta misma zona también se pueden ver parterres individuales, con base de tierra, ocupados por dos especies de árboles, el Almez (Celtis australis) y el Ciruelo Pissard (Prunus pissardii).
      El Ciruelo Pissard es un árbol muy apreciado en jardinería por el tono rojo-burdeos de sus hojas; se trata de una especie caduca, de hojas simples con la base angulosa o redondeada y los márgenes dentados. Las flores son blancas y aparecen antes que las hojas. Sus frutos son lisos, globosos y de color rojo o amarillento.
     El Almez es un árbol que puede crecer hasta los 20 metros de altura, con la corteza lisa, grisácea y ramas erectas; las hojas son ovales, acuminadas y con márgenes dentados, de color verde glauco y con pelos el haz, mientras que el envés es más claro. Frutos en forma de drupa, de color negro, al final de un pedúnculo.
     En el lateral oeste del conjunto de edificios, se observa un pinar de gran extensión. Este espacio está atravesado por dos caminos, construidos para facilitar el paso de alumnos y profesores. En cuanto a las especies presentes, este espacio está formado casi en exclusiva por ejemplares de Pino piñonero (Pinus pinea), descrito anteriormente, aunque también pueden verse algunos individuos de Pino canario (Pinus canariensis).
     El Pino canario es una especie que puede alcanzar los 40 metros de altura, presenta una copa densa y la corteza es de color pardo-rojiza. Hojas en forma de acículas, flexibles y de color verde claro, se presentan en grupos de tres y tienen unos 20-30 centímetros de largo. Sus piñas son ovoides, con poco pedúnculo y una longitud de unos 15-20 centímetros.
     En los laterales este y norte del conjunto, rodeando el edificio 23 por el exterior, se distingue un gran espacio en forma de ele. Este espacio es atravesado por varias rampas y escaleras de acceso a la entrada posterior del edificio, y cuenta con ejemplares de diversas especies. 
     Pueden verse ejemplares de Tipuana (Tipuana tipu), Algarrobo (Ceratonia siliqua), Ciprés (Cupressus sempervirens), Pino piñonero (Pinus pinea), Taraje (Tamarix gallica), Plátano oriental (Platanus orientalis) y Álamo temblón (Populus tremula).
       La Tipuana es un árbol de tamaño medio, con flores amarillas y frutos con forma de legumbre alargada.
     El Taraje se encuentra aquí en forma de arbusto, es de hoja caduca y tiene aspecto plumoso; ramas flexibles, algo péndulas y de color pardo rojizo. Hojas escamiformes y flores rosadas o blancas de pequeño tamaño que se presentan en espigas. El fruto es una cápsula piramidal con 3 valvas y varias semillas con penacho plumoso.
     El Plátano oriental es un árbol caducifolio con una altura de 25-30 metros. Sus hojas son palmatipartidas, simples, alternas y de color verde, pudiendo alcanzar los 25 centímetros de longitud. Inflorescencias reunidas en grupos de 3-7 esferas globosas.
     Las Oficinas Técnicas de Arquitectura e Ingeniería S.A. (OTAISA), recibieron el encargo de construir la Universidad Laboral de Sevilla en 1949.
     Además de las edificaciones destinadas a acoger a los alumnos, los arquitectos encargados del proyecto tuvieron en cuenta la importancia de los jardines en un campus como este, creando diferentes composiciones. Con el paso del tiempo los espacios se han ido modernizando, añadiendo nuevas construcciones pero sin olvidar el papel esencial que tienen los jardines en esta universidad.
     Actualmente todos estos jardines forman parte de la Universidad Pablo de Olavide, que se asienta en los terrenos de la Antigua Universidad Laboral (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Biografía de Fausto d'Elhuyar y Lubice, personaje que da nombre a la obra reseñada;
     Fausto d'Elhuyar y Lubice. (Logroño, La Rioja, 11 de octubre de 1755 – Madrid, 6 de enero de 1833). Químico, minero, metalurgista, profesor, gestor y teórico de la ciencia.
     Los hermanos Elhuyar nacen en Logroño, de familia vasco-francesa, admitiendo sus apellidos muy diversas grafías: d’Elhuyar, Delhuyar, de Luyar, Elhuyart, Subice, Suvisa, Lubice, o bien Zubice. Fue enviado Fausto por su padre a estudiar a París, junto con su hermano Juan José, y permaneció allí entre 1772 y 1777 estudiando Química con Hilaire-Marin Rouelle. En esta fecha regresaron de Francia y fueron admitidos en la Sociedad Bascongada de Amigos del País, donde en 1778 fue nombrado Fausto profesor de Mineralogía y Metalurgia. Los hermanos fueron enviados a estudiar a la escuela de minería de Freiberg (Sajonia), donde conocieron a Abraham Gottlob Werner, que influyó de forma decisiva en su futuro científico y técnico. Allí Fausto tuvo amistad con Thaddeus von Nordenflicht cuyo nombramiento al frente de la misión minera en Perú recomendó, también conoció en Viena a Ignaz von Born. Tras estudiar las novedades de la minería europea, Fausto ocupó la cátedra en 1781, si bien dimitió en 1785 por escaso interés de los alumnos. Ayudó a su hermano en el aislamiento del wolframio y trabajó con François Chabaneau sobre la platina.
     La comunicación en que presentan el análisis del nuevo metal fue dada a conocer por los dos hermanos como socios de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País en Vitoria el 28 de septiembre de 1783 y apareció publicada en los Extractos de las Juntas Generales en la sección de las Comisiones Segundas de Ciencias y Artes útiles con el número 1, páginas 46- 88. Por separado fue también publicado en Vitoria por el impresor de la sociedad Gregorio Marcos de Robles y Revilla. Se tradujo de inmediato a varias lenguas europeas. Procedieron en sus análisis a una cuidadosa revisión bibliográfica, a ensayos por vía seca y por vía húmeda y a cuidadas conclusiones cualitativas y cuantitativas, siguiendo las novedades de la química de la época. Al fin, por medio del calor en crisol obtuvieron un botón gris que se redujo a polvo entre los dedos, con lente observaron un conjunto de globos metálicos, algunos del tamaño de una cabeza de alfiler, con fractura metálica y color del acero.
     Son interesantes las demás publicaciones que Fausto presentó en diversas revistas de la época, que dan a conocer sus actividades, tal como ha recogido Francisco Aguilar Piñal. Se señalan las presentadas a la Sociedad Bascongada, sobre diversos minerales y metales. Se debe destacar la propuesta de hacer una colección mineralógica de las Vascongadas, que llevaría a un mapa geológico basado en los de Tomás López. También su proyecto de mejora de las minas de Somorrostro, que estudia desde puntos de vista muy distintos, mineralógicos, sociales, administrativos y técnicos. Recomienda una adecuada organización de las minas, con un control administrativo y técnico que será un comienzo de sus futuras ideas sobre la minería americana y española.
     Pero en febrero de 1786 el ministro Gálvez lo envió a París y Viena a conocer el método de Born y fue acompañado por tres estudiantes, entre ellos Andrés Manuel del Río. El conocimiento de estas novedades se acompañó de su nombramiento al frente de la minería mexicana y del envío de las dos expediciones de mineros a México y Perú dirigidas por Sonneschmidt y por Nordenflicht. Sin duda quiso publicar su trabajo como Disertaciones metalúrgicas, pero no aparecieron impresas hasta la edición de 1941 de J. Guzmán. En ellas elogiaba y prefería el método de Born, que analiza de forma química. Para ello se ocupó de la calcinación de los metales, la acción de los ácidos y el azufre sobre el oro y la plata, y formuló la teoría de la amalgamación. Estudió con detalle el ácido cloroargéntico. De todas formas comprendió que el método de Born fue un perfeccionamiento del método de Barba, tal como lo reconoció ya en carta a Gómez Ortega de 1786 y, más tarde, verificará en Nueva España. Por fortuna Luis Proust publicó en 1791 un resumen de estos trabajos en los Anales del laboratorio de Segovia. Han quedado, sin embargo, inéditos muchos manuscritos epistolares, administrativos, científicos y técnicos escritos a lo largo de su larga vida.
     Se considera a Fausto de Elhuyar autor de la mejora de la minería en Nueva España. Sin embargo, los autores discuten sobre su papel en estos cambios. Mientras algunos consideran que fue decisiva la mejora técnica, otros creen que fueron reformas de carácter administrativo y económico las responsables del aumento de la producción de la plata. También se discute si fue llevada una gran innovación por Elhuyar y los mineros europeos, o bien se trata de una revalidación del método tradicional hispano. Sin duda, influyeron en las novedades tanto la tradición de Bartolomé de Medina y de Álvaro Alonso Barba como la minera mexicana reciente. Así la “Representación de los mineros en 1774”, presentada por Juan Lucas de Lassaga y Joaquín Velázquez de León, fue uno de los motores de las mejoras. También la visita de Gálvez, futuro ministro de Indias, fue decisiva, pues supo ver los problemas de la minería colonial. Se promulgaron las ordenanzas de 1783, con un cuerpo de mineros, un tribunal y un banco, así como una escuela de minería. Los citados fueron nombrados administrador y director del Cuerpo, pero murieron en 1786.
     Escribió el marqués de la Sonora a Fausto de Elhuyar, el 18 de julio de 1786, para comunicar su nombramiento como director general del Cuerpo de Minas. El 4 de septiembre de 1788 llegó al puerto de Veracruz en la fragata Venus. Tomó posesión de su puesto al frente del Cuerpo y del Tribunal el 13 de enero de 1789, recibiendo del diputado minero más antiguo el bastón de autoridad y jurisdicción. El Banco de Avíos fracasó, pero en enero de 1790 propuso planes de reforma del tribunal y colegio. Recogió para éste tanto la tradición mexicana como la europea de Vergara y Freiberg, quedando organizada su enseñanza de la siguiente manera. En el primer curso se enseñaría matemáticas puras, en el segundo geometría práctica, en el tercero química, en el cuarto física subterránea o teoría de las montañas. La química fue poco atendida, pero hubo buenos profesores para matemáticas y mineralogía, así Rodríguez, Bataller y Del Río. El dibujo necesario se aprendía en Bellas Artes, insistiendo Elhuyar en que fuese éste más aplicado a planos de minas y técnica minera. El cuadro se completaba con otras materias, como lógica, latín y castellano, la enseñanza se impartía en esta lengua. Hubo gabinetes de máquinas y de instrumentos, otro de química y otro de mineralogía, así como visitas a los yacimientos mineros de interés. Había exámenes por curso, y al terminar algunos eran públicos con gran rigor. Al final de los estudios salían a los principales yacimientos mineros, luego eran examinados por un tribunal formado por todos los profesores y entonces se les daba el título. Salieron los primeros practicantes a los reales de minas en 1798, con su visita se quería confeccionar un mapa minero, mejorar la técnica en las minas, y proporcionarles una adecuada formación práctica, que les sería útil en el futuro laboreo de esos yacimientos que considerarán como propios. Ese mismo año se les mandó que fueran a los distintos territorios del imperio, para quedar al frente de estas actividades.
     Andrés Manuel del Río llegó a fines de 1794 a México cargado de libros e instrumentos, pues la enseñanza por manuales y la práctica eran esenciales en la formación de los técnicos mineros. Se tradujeron algunos libros, se trajeron otros de Europa, introduciendo la ciencia moderna. Tanto Werner como Lavoisier fueron conocidos pronto, éste se tradujo de forma rápida. Para física se usó a Sigaud de La Fond, para matemáticas se sucedieron Benito Bails, Juan Justo García y José Mariano Vallejo. Se escribieron textos de gran interés, entre los que destaca la Oritognosia de Andrés Manuel del Río. Los instrumentos se compraron al principio, así se consiguieron colecciones, o bien se encargaron en Europa, en lo que ayudó Alexander von Humboldt, e incluso más tarde se fabricaron llevando instrumentistas franceses que introdujeron en México estas habilidades. En 1797 Manuel Tolsá presentó los planos del maravilloso edificio neoclásico para el Colegio de Minería.
     A la vuelta a España en 1821, tras la independencia mexicana, sirvió al rey Fernando como director general de minas a través del secretario de despacho de Hacienda López Ballesteros. Formó parte en 1824 de la Junta de Fomento de la Riqueza del Reino, recibió el nombramiento de director general de Minas en el siguiente año. Visitó las principales minas, aprovechando su experiencia para mejorar la enseñanza en Almadén. Su acción mejoró la extracción minera, cambiando la legislación en la Ley de Minas de 1825 e innovando la enseñanza y el ejercicio de la minería, estando en el origen de los ingenieros de minas españoles.
     En ese mismo año publicó su interesante Memoria sobre el influjo de la Minería dedicada al Soberano. Salió en defensa de esta actividad, fundamental en la historia colonial del imperio español. Alexander von Humboldt había criticado la obsesión española por la obtención de metales preciosos, con el descuido de otros ramos de la economía. Elhuyar reconoció que se trataba de una actividad considerada extraña, penosa y arriesgada, pero considera que era necesaria para las demás actividades, que animaba y fomentaba. Los reyes españoles habían protegido esta producción, quitando estorbos y facilitando su cultivo, con acuerdos de hacienda, de ciencia y de técnica.
     En su texto se muestra partidario de la moderna economía, citando a Adam Smith con veneración. Sigue, si bien forzándolo de acuerdo con sus propias ideas, el libro de Jacques Peuchet titulado Dictionnaire universel de la géographie commerçante, editado en París en seis volúmenes en el año VII (1799-1800).
     Afirma que cada pueblo tiene sus peculiaridades, que lo hacen apto para unas producciones, en las que debe hacerse fuerte. El clima y la geografía, la complexión física y moral, la constitución política y civil deben ser tenidos en cuenta. Peuchet se remonta a Polibio, pero sin duda Montesquieu está presente. Pero el francés considera buena la salida de metales tan sólo si el comercio está equilibrado en cantidad y calidad. Se muestra además reticente tanto respecto a la minería, como de los países que reciben metales preciosos en exceso.
     Pero Elhuyar consideraba que la colonización española fue ejemplar, pues los colonos no podían tomar otro camino en territorios salvajes y agrestes. La minería fomentaba la agricultura y la ganadería, las artes y la industria, el comercio y el trabajo. Promovía la actividad y el sosiego público, a la vez que enriquecía el real erario. Recomendaba la producción de oro y plata, pero también de cobre, estaño, hierro y plomo. Era necesario el libre comercio, siguiendo los elogios de Peuchet a la libertad, que destruye los perjuicios que pueda ocasionar.
     Discutía las acusaciones contra España, en su colonización no hay la barbarie que sus enemigos pretendían, con los siglos se habían arreglado las crueldades del comienzo de la colonia, gracias al trabajo mejor y libre y a la acción de la Corona. Los indios eran vagos, lo que propició una eficaz dureza. Los metales tampoco caen en la condena eclesiástica a la usura, el ocio, la avaricia, ni de los arbitristas que defienden la industria, pues la minería es su motor. No le preocupaba la pérdida ni la acumulación de metales, la “balanza de comercio” estaba siempre equilibrada. Era necesaria la moneda, sean los metales preciosos, sea el futuro papel, o los metales que los químicos acertaran a encontrar (Miguel Ángel Puig-Samper Mulero, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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Más sobre la localidad de Dos Hermanas (Sevilla), en ExplicArte Sevilla.

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