Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

   Otra Experiencia con ExplicArte Sevilla :     La intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla" , presentado por Ch...

miércoles, 19 de noviembre de 2025

El desaparecido Postigo del Carbón

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el desaparecido Postigo del Carbón, de Sevilla.
     El desaparecido Postigo del Carbón, se encontraba en la confluencia de las calles Postigo del Carbón, Temprado, y Santander; en el Barrio del Arenal, del Distrito Casco Antiguo, de Sevilla.
     Estaba situada en la confluencia de las calles Santander -antigua calle del Carbón- y Temprado, donde todavía pueden observarse restos del lienzo contiguo.
     Este topónimo no aparece documentado en las fuentes musulmanas y ni siquiera en los documentos castellanos de los siglos XIII, XIV y XV, puesto que no se menciona hasta el siglo XVI.
     Esta puerta se ha identificado con la bab al-Qatai, y la bab al-Kuhl de las fuentes musulmanas.
     En cuanto al origen del topónimo, la historiografía sevillana coincide en atribuirlo a la presencia en la puerta del peso del carbón.
     Además, los historiadores sevillanos han aplicado a esta puerta otros tres topónimos, como son el de los Azacanes, nombre con el que se conocía a los aguadores de la cercana Aduana, el del Oro, debido a que por ella entraría en la ciudad en el siglo XVI el oro procedente de las Indias, y el de las Atarazanas, en virtud de su proximidad a las mismas, aunque hay quien reserva este último nombre para el postigo del Aceite.
     En este sentido, el primer topónimo que he documentado en relación a este postigo sería, en la primera mitad del XVI, el de los Azacanes. Sin embargo, ya en este mismo siglo, el postigo se conocía con los nombres del Carbón y del Oro, aunque a partir del siglo XVII será el del Carbón el que se imponga definitivamente.
     En lo que a su disposición se refiere, no he localizado dato alguno que permita intuir la primitiva estructura de esta puerta, puesto que todas la referencias literarias y los testimonios iconográficos coinciden en que se trataba de una simple abertura en la muralla. En este sentido, no sabemos a ciencia cierta cuándo se procedió a la apertura de este acceso, pues aunque Peraza lo considere contemporánea a la construcción de las Atarazanas durante el reinado de Alfonso X, ya hemos visto como hay investigadores que identifican el postigo del Carbón con topónimos de puertas islámicas o, al menos, lo consideran anterior a la conquista cristiana.
     En mi opinión, el postigo del Carbón debió abrirse cuando Alfonso X construyó las atarazanas, puesto que creo que la existencia de una puerta almo­rávide al comienzo de la calle Joaquín Hazaña, identificada con acierto por A. Jiménez con la bah al-Kuhl que las fuentes musulmanas citan en relación a a la construcción de las Atarazanas en 1184 y al emplazamiento del palacio de Abu Hafs, no haría lógica la existencia de dos puertas tan próximas.
     Por otra parte, también Hernán Ruiz se encargó de la reforma de este postigo, en la que sabemos que intervino como maestro de cantería Juan Cabello, y que según A. de la Banda habría consistido en "el al­zado de un arco nuevo".
     Estas obras se concluirían en 1566 con la colocación de una lápida con inscripción en castellano y conmemorativa de las obras.
     Además, tenemos constancia documental de que en 1573 se efectuó una nueva intervención, en la que se colocó un escudo con las armas reales, probablemente en sustitución de uno con las de la Ciudad que Hernán Ruíz habría puesto en 1566. En este documento se ordena "(...) que se quiten las armas y letras que están sobre el dicho postigo del Carbón, que siendo como es todo aquello de S. M., y de dichos Alcázares no se pongan allí memoria, y armas, que no sean de Su Magestad".
     Finalmente, Albardonedo ha documentado otra intervención entre 1585 y 1587, al mismo tiempo que la fachada de la nueva Aduana, según trazas de Asensio de Maeda. En el transcurso de la misma se trasladaría el postigo a la confluencia de las calles Santander y Temprado, donde todavía se conserva uno de sus machones.
     No he localizado noticia alguna del destino de la inscripción y del escudo, por lo que creo que desaparecieron cuando se procedió al derribo del postigo en 1867 (Daniel Jiménez Maqueda, Estudio histórico-arqueológico de las puertas medievales y postmedievales de las murallas de la ciudad de Sevilla. Guadalquivir Ediciones. Sevilla, 1999).
     No es la voluntad del hombre lo que da importancia a las cosas, sino las circunstancias; en ocasiones, la maldita casualidad. Nada en este mundo tiene garantizada la gloria de antemano. Tuvo la muralla de Sevilla un postigo por el que se empeñó la historia en pasar, aunque nadie se enteró.
     Las murallas de Sevilla tuvieron puertas principales, secundarias, de tercera categoría y hasta de atrás. Algunos cronistas aseguran que incluso las tuvo secretas, lo cual es lógico, puesto que si la función de las murallas era defender la integridad de quienes se refugiaban tras ellas, también debían garantizarles un último recurso: la huida. Salir antes de que el enemigo entrara.
     Recurso del que, sin embargo, no necesitaron valerse quienes construyeron las murallas hispalenses, pues quien los derrotó fue un rey magnánimo y hasta cierto punto compasivo que los dejaría marchar indemnes a condición de que no tocasen ni un ladrillo de sus edificios principales, a saber, la mezquita mayor y su torre (la Giralda, o sea). Una condición que se impuso al conocer la intención de derribarlos que tenían los derrotados para evitar su profanación por los infieles cristianos. Una intención que puede resultar com­prensible y que probablemente habría sido la misma en caso de que los acontecimientos hubieran ocurrido al revés. Probablemente los cristianos también habrían querido destruir sus iglesias antes de que los musulmanes las convirtieran en mezquitas.
     Lo cierto es que con aquella intransigente exigencia, Fernando III el Santo se destaparía como el primer conservacionista de la historia de Sevilla. Claro que como suele pasar a estos, se acaba­ría llevando un disgusto, en su caso póstumo, cuando no muchos siglos después, la novelería de unos canónigos que decían querer ser tomados por locos, aunque lo que en realidad querían era pasar a la historia, hizo demoler la mezquita, contraviniendo las rigurosas disposiciones dadas en su día por el Rey conquistador; para entonces, un cadáver, incorrupto, pero un cadáver al fin y al cabo.
     Volvamos, empero, a noviembre de 1248. Tras negociarse los tér­minos de la capitulación, según Ortiz de Zúñiga, el Rey Axafat salió de la ciudad para escenificar su rendición a través de una puerta que no fue ni secreta ni principal, sino, vamos a llamarla, de servicio: el Postigo del Carbón. El dato, sin embargo, no está del todo claro, pues el autor de los Anales ubica ese postigo de un modo algo equívoco, por lo que también pudo ser que Axafat saliera por el Postigo del Aceite. Cualquiera sabe. El caso es que salió, que es lo que históricamente importa, para coger el camino de la Punta del Verde y las islas fluviales del Guadalquivir, desde donde partirían hacia su definitivo destierro norteafricano. Allá se fueron los moros que no se quisieron ir, a los que les cantaría Fernando Villalón siete siglos después.
     El historiador Jacinto Boch Vilá, experto en la Sevilla islámica, identifica el Postigo del Carbón con la Bah Al Qatai o Puerta de las Naves, de la que hablan las crónicas islámicas que describen la muralla almohade. Una puerta que, como vimos en anterior capítulo, algunos identifican con el primitivo Postigo del Aceite, soterrado luego bajo las Atarazanas. Lo que sí está comprobado es que, fuera cual fuese el nombre que llevaba antes de la conquista castellana, poco después de esta, el postigo pasó a ser llamado Puerta del Alcázar, porque eso es lo que era en realidad, una puerta del Alcázar, pues al recinto de este pertenecía en aquella época la zona donde luego se levantaría la vecina Casa de la Moneda. El Postigo del Carbón no tardaría, sin embargo, en ser rebautizado con otro nombre, el de Puerta de los Azacanes, como entonces se llamaba a la gente en general menesterosa que se ganaba la vida como bracero acarreando mercancías, muy en particular, agua. Cabe argüir, por eso, que los azacanes en cuestión tuvieran acceso al Alcázar a través de esta puerta por ser de entidad menor, digamos, de servicio. Lo de Postigo del Carbón vendría años más tarde, cuando la calle que partía de él en dirección al río, cuyas casas apoyaban su fachada trasera sobre el lienzo de la muralla coracha que unía la cerca de la ciudad con la Torre del Oro (lienzo en medio del cual estaba y está la Torre de la Plata) se llenase de carbonerías que surtían la ciudad del negro mineral para dar lumbre y calor a los hogares y del que a buen seguro también se proveerían los barcos que desde Sevilla se hacían a la mar.
     El Postigo del Carbón fue uno de los que en 1566 serían renova­dos por el asistente Francisco Castilla, aunque en su caso lo hizo sin poner demasiado empeño en ello. Siguió siendo un arco sin más importancia ni adorno, digamos funcional. En su interior había una capilla con un dibujo de la Virgen del Rosario y sus puertas, al no ser principales, permanecían cerradas de noche. Nadie a esas alturas parecía acordarse de que la historia se había empeñado en pasar continuamente bajo su humilde vano. Lo hizo cuando el rey Axafat se encaminó a través de él para salir de la ciudad y firmar una capitulación que supuso un giro drástico en el curso de los acontecimientos, el principio del fin del Islam en Europa occiden­tal. Y lo fue también cuando Sevilla se convirtió en el punto del mapa donde confluían el Viejo y el Nuevo Mundo. Todo el oro y la plata que desde allí venía, pasaba junto al Postigo del Carbón. Y junto al Postigo del Carbón se levantó la Casa de la Moneda, y junto al Postigo del Carbón, y sobre los restos de parte de las Atarazanas, se edificó más tarde el edificio de la Aduana, por el que seguían yendo y viniendo los azacanes.
     ¿Bah al Qatai?, la Puerta del Alcázar, el Postigo de las Atarazanas, el Postigo de los Azacanes, el Postigo del Carbón. Esa fue la secuencia histórica de su nombre. Secuencia que terminó en 1868, cuando, junto a muchas otras puertas y la mayor parte de la muralla, el Postigo del Carbón fue derruido por las autoridades revolucionarias y modernas de la época; que ya ven que en Sevilla, como en casi todo el mundo, ser revolucionario y moderno siempre ha significado lo mismo: destruir aquello que, según un veleidoso, discutible y probablemente sectario, criterio no lo es.
     Desaparecido el Postigo del Carbón y, tras él, las carbonerías, no tardaría también en hacerlo su recuerdo, sobre todo cuando la calle a la que había dado nombre fue rotulada con el de Santander, lo cual fue una suerte de invocación que llenó su entorno de pin­torescas tabernas alfombradas de serrín. Hace ya unos años, el Ayuntamiento decidió devolverle la denominación histórica, al tiempo que unos derribos, no demasiado afortunados, dejaban al descubierto un pequeño fragmento de una de las jambas de la puerta, lo cual vino a ser como una suerte de exhumación del desaparecido postigo, del que apenas quedaban ya unos huesos. Para entonces, nada era ya igual a su alrededor. La historia había seguido pasando y, como aquella primera vez, cuando Axafat salió por allí para firmar una rendición, la mayor parte de las veces fue también para certificar derrotas. Así, la Casa de la Moneda cerró, la Aduana fue demolida, erigiéndose en su lugar el edificio de Hacienda; hasta la aseguradora que labró al final de la calle un edificio que descubrió la muralla que, en torno a la Torre de la Plata había permanecido oculta, dejó de ser, como se pregonaba, andaluza cien por cien. Por cerrar, cerraron hasta las tabernas que abrieron los montañeses y justificaron el nuevo nombre que se dio a la calle. El Bar Santander, que estaba en la Avenida, La Moneda, Blanco Cerrillo... Cierto que allí luego abrieron otras glorias hosteleras sevillanas, eso sí, con algo de más elaboración en el género que dispensan, como el Casablanca del Kiki. Establecimiento que no deja de ser una metá­fora de lo acontecido, pues su mismo nombre ya da a entender que los tiempos negros del carbón acabaron para siempre en esta esquina por la que la historia salió un día dejando la puerta abierta (Juan Miguel Vega, Veintitantas maneras de entrar en Sevilla. El Paseo. Sevilla, 2024). 
     Estuvo en la actual esquina de las calles Postigo del Carbón y Tomás de Ibarra. No fue una de las puertas principales de la ciudad, pero sí protagonizó un hecho fundamental de su historia, pues a través de él salió de la ciudad en 1248 el rey Axa­fat para firmar la capitulación ante Fernando III de Castilla, cerrándose así los más de cinco siglos que duró la etapa islámica de la ciudad. Fue reconstruido el año 1566, "con bastante forma", según afirma el autor de los Anales de Sevilla, Ortiz de Zúñiga. Su ubicación, junto a las Reales Atarazanas y la Aduana, hizo que también fuera llamado Postigo de las Atarazanas y Postigo de los Azacanes, denominación que se daba a los mozos de cuerda que se apostaban junto a la Aduana para ofrecer sus servicios. Asimismo, recibió la denominación de Postigo del Oro, pues a través de él era conducido hasta la Casa de la Moneda el metal precioso que se traía de América. El nombre del Carbón le venía por las muchas carbonerías que existían en esta zona de la ciudad, desde la que se surtía al vecindario un producto que entonces era fundamental para la cocina y la calefacción. Su derribo se acometió el año 1868 durante la llamada "Revolución Gloriosa" (Exposición Puertas de Sevilla, ayer y hoy. Sevilla, 2014).
      Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el desaparecido Postigo del Carbón, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Más sobre el Recinto Amurallado de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.

Más sobre la calle Postigo del Carbón, en ExplicArte Sevilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario