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miércoles, 5 de agosto de 2020

El Retablo de la Virgen de las Nieves, de Juan de Oviedo, en el Convento de Santa María de Jesús


      Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Retablo de la Virgen de las Nieves, de Juan de Oviedo, en el Convento de Santa María de Jesús, de Sevilla.    
      Hoy, 5 de agosto, Dedicación de la basílica de Santa María, en Roma, construida en el monte Esquilino y ofrecida por el papa Sixto III al pueblo de Dios como recuerdo del Concilio de Éfeso, en el que la Virgen María fue proclamada Madre de Dios (c. 434) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II]
      Y que mejor día que hoy para ExplicArte el Retablo de la Virgen de las Nieves, de Juan de Oviedo, en el Convento de Santa María de Jesús, de Sevilla.
     El Convento de Santa María de Jesús, se encuentra en la calle Águilas, 22; en el Barrio de San Bartolomé, del Distrito Casco Antiguo.
      En la clausura del Convento de Santa María de Jesús podemos contemplar el Retablo de la Virgen de las Nieves, retablo recompuesto formado por un medio punto con molduras decoradas con dentellones, con unas medidas de 2'80 x 1'73 x 0'40 mts., y fechable en el siglo XVII. El intradós del arco está decorado en las jambas con dos relieves de santos (San Francisco de Asís, representado de perfil, mirando hacia el lado derecho donde debía sostener una cruz ahora rota. La túnica está ricamente estofada con motivos florales; San José con el Niño Jesús, sobre una sencilla peana decorada con gallones y enmarcado por un medio punto con clave e impostas resaltadas, figura el santo llevando de la mano a Jesús. La mano izquierda la apoya en el pecho, recogiendo al mismo tiempo el manto. Inclina ligeramente la cabeza hacia el lado izquierdo, mientras el Niño agacha la cabeza. Ambos llevan túnicas y mantos ricamente estofados; San Juan Bautista, representado con el cuerpo ligeramente girado a la izquierda. Mira al frente. En la mano izquierda sostiene el banderín, apareciendo a sus pies el carnero. El manto que cruza por delante, le cubre la cabeza, cayéndole por el hombro izquierdo; y, San Pedro, figurando de pie con barba cana y vestido con manto rojo que recoge sobre el brazo izquierdo. En la mano derecha levanta la llave y en la izquierda sostiene un libro abierto, todos ellos obra de Juan de Oviedo, llamado "El Mozo", en 1593-94) y la rosca con cinco registros rectangulares en los que se alternan motivos circulares y rectangulares decorados con motivos forales y roleos vegetales pintados. 

   Preside el retablo la Virgen de las Nieves (de gran monumentalidad, se apoya sobre media luna y dos cabezas de querubines entre nubes. Sostiene al Niño en el brazo derecho, mientras que con la mano izquierda se recoge el manto azul decorado con una orla de motivos vegetales en el borde. El pelo largo le cae sobre los hombros y tiene la mirada baja. El Niño en actitud de bendecir, lleva en la mano izquierda un pajarito. Apoya sobre media luna y dos cabezas de querubines entre nubes. Presidía el retablo mayor de la iglesia, y es obra también de Juan de Oviedo, llamado "El Mozo", en 1593-94. Porta corona de plata formada por un aro ancho decorado con motivos vegetales y querubines. De aquel parten unas pletinas, también decoradas con motivos vegetales que se unen al centro y se rematan por una cruz. Rodeando todo ello, una ráfaga). El retablo posee motivos del siglo XVIII, probable fecha en la que fue recompuesto.
   La mesa de altar tiene perfil abombado, estando decorada con aplicaciones de talla en forma de roleos vegetales y temas forales que conforman en el centro una cartela que alberga el anagrama de Jesús. Los roleos se extienden hacia los ángulos y a la parte de atrás de la mesa. Esta pieza, de estilo neoclásico se fecha en el último cuarto del siglo XVIII (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
   La Virgen de las Nieves es una de las piezas artísticas más interesante que guarda el monasterio. Es una imagen de bulto redondo de talla completa  (1,70 mts. de alto x 0,73 mts. en ancho). La Virgen sostiene con su mano derecha al Niño sentado sobre su pecho y con la mano izquierda le sostiene los pies, forma poco usual de influencia hispano-flamenca. El Niño (0,53 mts.) -sentado- mira casi de frente, desnudo, tiene un peinado de rizos, presenta una buena factura en la anatomía, que recuerda los modelos de Jerónimo Hernández. En la mano izquierda sostiene un pajarito, símbolo de protección a la infancia por el hecho de que estas aves se comen los insectos, y también símbolo del alma fiel.

   La Virgen viste túnica jacinto, color que representa la pureza, -anterior a Murillo que utilizaba el blanco para sus Inmaculadas-, y manto azul con cenefas de flores en oro, trabajado en amplios pliegues ondulosos, acentuándose más en el quiebro que forma el brazo derecho. Expresión serena, ojos velados y tallados, pelo de talla largo y rizado pegado a la cabeza con grandes ondas que caen sobre los hombros. Velo muy pegado a la cabeza. La labra de la Virgen presenta volumen y pesadez de formas, se apoya en una media luna en la que aparecen dos cabezas de querubines. En la espalda a la altura del hombro tiene una marca ilegible.
   La iconografía de esta imagen es un trasunto de las Vírgenes Odegetrías de la Edad Media. Esta imagen fue la titular del retablo realizado por Juan de Oviedo en 1588. En el intradós del arco donde estaba ubicada se presentan los relieves de San José y San Pedro, en el lado izquierdo, y de San Francisco de Asís y San Juan Bautista en el lado derecho. Fechable en el siglo XVI, y atribuida a Juan de Oviedo (Gloria Centeno, Monasterio de Santa María de Jesús. Ediciones Guadalquivir, Sevilla, 1996).
     Majestuosa escultura policromada, en el recinto llamado Enfermería Baja, de la Clausura del Convento de Santa María de Jesús de la calle Águilas, de gran empaque y belleza, que es una de las piezas artísticas más notables de este monasterio, cuyo retablo principal presidió en otro tiempo. Se muestra de pie, enmarcada por un fragmento arquitectónico de la antigua hornacina realizada por Juan de Oviedo y de la Bandera en 1588, al cual también hay que adjudicar la imagen. Ésta lleva al Niño en su lado derecho, en contra de la norma habitual. Los ropajes son ampulosos, envolventes, de rotunda volumetría. El rostro de la Señora, amplio y noble, con mirada baja, recuerda vagamente a la Virgen del Buen Aire. Una media luna con cabecitas de querubines (de abolengo concepcionista) le sirve como escabel (Juan Martínez Alcalde. Sevilla Mariana, Repertorio Iconográfico. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1997).
Conozcamos mejor la Biografía de Juan de Oviedo y de la Bandera, autor de la obra reseñada;
     Juan de Oviedo y de la Bandera, (Sevilla, 21 de mayo de 1565 – Bahía, Brasil, 25 de marzo 1625). Ingeniero militar, arquitecto, matemático y escultor.
     Se formó posiblemente con su padre, Juan de Oviedo y Fernández, y con el prestigioso imaginero Miguel Adán en Sevilla. Autor de los retablos de Azuaga (Badajoz, en 1588), Cazalla de la Sierra (1592) y el de la iglesia del Salvador en Sevilla, en 1601. Fue maestro mayor de construcciones y arquitectura en la provincia de León y posteriormente en Sevilla. Como arquitecto, llevó a cabo en esta última ciudad una amplia labor constructiva, realizando en la misma, entre otros, los templos San Benito, donde recurre a las columnas pareadas ya empleadas por el arquitecto milanés Vermondo Resta, y San Leandro, y los conventos de la Asunción (1615) y de la Encarnación de Belén. 
     Su obra más emblemática es la iglesia y el convento de Nuestra Señora de la Merced, actual Museo de Bellas Artes de Sevilla, comenzada en 1606 y terminada, en su parte más importante, en 1612. A él se debe, igualmente, el túmulo erigido en 1598, en la catedral sevillana al rey Felipe II (obra de las denominadas efímeras), elogiado por Cervantes, y en la que colaboró el famoso imaginero Martínez Montañés y más adelante, el correspondiente a la reina Margarita de Austria en 1611.
     Como ingeniero civil llevó a cabo las obras del encauzamiento del río Guadalquivir, estableciendo, para prevenir las riadas, un sistema de desagüe por husillos, obras para el abastecimiento de agua, y para la restauración de edificios, entre los que se encuentra el del propio ayuntamiento de la ciudad. 
   El contacto directo con personajes como el duque de Alcalá o el conde-duque de Olivares, le promocionan en la Corte, como ingeniero militar de la corona de España. Parece que era nombrado en 1600 Ingeniero del Rey, y en 1604 se encontraba en Sevilla, donde recibía instrucciones del ingeniero Tiburcio Spannochi (ingeniero mayor de las fortificaciones de los reinos de España). También a principios de siglo, era enviado a Almería para que estudiara sus fortificaciones. Resultaba que la ciudad había desbordado el perímetro defensivo construido a finales del siglo anterior, incluso la catedral se había construido fuera del recinto. Oviedo, para solucionar el problema, realizaba unas trazas e iniciaba las obras de unas nuevas murallas que englobaban las zonas extrarradio, e incorporaban a la vez las fortificaciones ya materializadas anteriormente.
     En el sur de España realizó numerosas obras de fortificación, fundamentalmente las torres vigías del litoral, de las que terminó o construyó cuarenta, poniendo en “estado de defensa” toda la costa de la baja Andalucía, así como los castillos de Puerto Real, el Puntal y Matagorda. Realizaciones determinas por el concejo sevillano, el cual, por intereses defensivos, le había encargado la dotación de construcciones militares y equipos de artillería en localizaciones estratégicas de la costa andaluza.
     En 1614, la corona le ordenaba la recuperación, restauración y fortificación de la plaza africana de La Marmora (Túnez) tras el ataque turco. Por otro lado, la actuación de Oviedo en Málaga no es fácil de concretar, pudiendo haber intervenido en las torres costeras y las defensas del muelle de Málaga preparando la visita de Felipe III. Su intervención en el antiguo reino de Granada sí está documentada. Más tarde, en 1621 visitaba la costa de Almería, informando al Consejo de Guerra de la necesidad de reparar la torre llamada de “La Garrucha”, en la citada costa.
     En marzo de 1621 presentaba un proyecto para la reparación de los daños sufridos en la costa almeriense, tras el ataque de los turcos, ofreciendo soluciones de mejora alternativas en sus informes. Posteriormente, reparaba y fortificaba el lienzo de muralla de la ciudad de Almería, para el que tuvo que trazar un tramo abaluartado completamente nuevo. Tanto el proyecto citado, como los informes, estaban relacionados con el Informe sobre la visita de Íñigo Briceño de la Cueva (capitán general de la costa del reino de Granada) a las fortificaciones de la costa del Reyno de Granada, fechado en Almería en marzo de 1621. Briceño iba acompañado de Juan de Oviedo, y en él mismo señala que “la planta del reducto y murallas desta ciudad de Almería ymbió a V.M. hecha por mandato del Jurado Juan de Oviedo […]”. También y con respecto a Níjar, señala Briceño que “El Casillo de Rodalquilar … de Don Fadrique de Bargas Manrique, … el qual tiene obligación a su reparo, como V.M. mandará ver, por la relación del Jurado Juan de Oviedo […]”. 
   Fuera de las fronteras andaluzas, de nuevo a las órdenes de Tiburcio Spanoqui, trabajaba en las fortificaciones de la cornisa cantábrica y de la frontera con Francia.
     En 1625, era nombrado ingeniero militar de la Armada de Felipe IV y asignado con 40 ducados a la flota del capital general don Fadrique Álvarez de Toledo Osorio, que partió hacia Brasil para recuperar Salvador de Bahía, ocupada por los holandeses. Oviedo partía con la misión de reconstruir y acrecentar las fortificaciones de Bahía una vez recuperada, pero murió antes de que se tomara. Cuando replanteaba una batería en el puesto de vanguardia de San Benito, recibió un cañonazo que le voló la pierna y murió desangrado en muy poco tiempo, a la edad de sesenta años.
     Trabajó también, como Cristóbal de Rojas, en la fortificación de Gibraltar y en la de Cádiz.
     Era caballero del Hábito de Montesa (1617), maestro mayor de Sevilla y “familiar” de la Inquisición (Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
Conozcamos mejor la Historia de la Festividad de Santa María de las Nieves o la Blanca;
   Fiesta conocida popularmente por Santa María de las Nieves o la Blanca por la leyenda de la fundación de la basílica de Santa María la Mayor de Roma: el patricio romano Juan tuvo una visión de la Virgen en el 358 que le ordenaba edificar una iglesia en un solar que encontraría cubierto de nieve, lo que comunicó al Papa Liberio, que trazó el plano del nuevo templo en la cumbre del Esquilino, nevada prodigiosamente, por lo que se la conoce como Basílica Liberiana.  Se la encuentra ya registrada en el calendario jeronimiano, pero por ser una celebración local romana, no aparece en los sacramentarios. Hasta el siglo XIV fue una fiesta exclusiva de la basílica, en que se extendió a todas las iglesias de Roma y a otras diócesis. Fue extendida definitivamente a la Iglesia Latina en 1570 por San Pío V Ghislieri, que determinó incluso sepultarse allí, y Clemente VIII Aldobrandini (+1605) la elevó a doble mayor. En el calendario de 1969 fue incluida memoria libre. 

   Aparte de la historicidad de la leyenda, el conmemorar la dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor de Roma nos invita a reflexionar que María es imagen y tipo de la Iglesia, su origen como la primera creyente del nuevo orden salvífico y su representación en el Calvario y ante el sepulcro, así como la esperanza escatológica eclesial de la futura glorificación consumada en su Asunción. El templo material de María, que alberga a Jesús Eucaristía es signo del cristiano, templo vivo del Espíritu Santo (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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Más sobre el Convento de Santa María de Jesús, en ExplicArte Sevilla.

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