Hoy, 16 de agosto, es el aniversario de la inauguración del monumento a la Infanta María Luisa (16 de agosto de 1929), así que hoy es el mejor día para ExplicArte la glorieta de la Infanta María Luisa, en el Parque de María Luisa, de Sevilla.
La Glorieta de la Infanta María Luisa [nº 33 en el plano oficial del Parque de María Luisa], se encuentra en el Parque de María Luisa [nº 64 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla]; en el Barrio de El Prado-Parque de María Luisa, del Distrito Sur.
La glorieta de la Infanta María Luisa se encuentra en el Parque de María Luisa, y se sitúa entre la avenida del Conde de Urbina, la glorieta de Gabriela Ortega, la avenida del Conde de Colombí y el Estanque de los Lotos.
Como agradecimiento por la cesión de los terrenos del Palacio de San Telmo a Sevilla, su Ayuntamiento acordó denominar al futuro parque urbano "Infanta María Luisa Fernanda" (ese sonoro nombre propio debió reducirlo al más breve de María Luisa una corriente de cariño de los sevillanos hacia su persona), y erigir una estatua que conmemorase el hecho. Encargada a Antonio Susillo el 23 de marzo de 1893, este escultor presentó a la corporación sevillana un proyecto, firmado de su puño y letra, el 17 de diciembre del mismo año. El escultor Antonio Susillo (1857-1896), que era sevillano, modeló muchos de los monumentos públicos de la ciudad, como también lo hizo para otras ciudades de España y para La Habana.
La glorieta de la Infanta María Luisa se encuentra en el Parque de María Luisa, y se sitúa entre la avenida del Conde de Urbina, la glorieta de Gabriela Ortega, la avenida del Conde de Colombí y el Estanque de los Lotos.
El referido acuerdo conmemorativo no se cumplió hasta el 16 de agosto de 1929. En ese año, en el eje central del parque y a la orilla de la avenida de Rodríguez Casso, se colocó una estatua de piedra de la Infanta, obra de Enrique Pérez Comendador. Trasladada esa estatua a un parque de Sanlúcar de Barrameda, la sustituye otra igual fundida en bronce y del mismo autor. Esta nueva estatua fue situada en el extremo superior de dicho eje, un poco más arriba del estanque de los Lotos.
Este gran recuerdo podía haber sido más sentido y más completo si la figura de la Infanta se hubiera acompañado por la de su hija, la reina María de las Mercedes cuando era niña, cuya memoria se simboliza (como se cree) por la flor que mantiene, en su mano derecha, la figura de bronce erigida sobre un gran pedestal blanco. Al lado de ese monumento hay un magnífico ejemplar de árbol de la bella sombra (Phytolacca dioica).
Nacido en Hervás (Cáceres) en 1900 y fallecido en Madrid en 1981, Enrique Pérez Comendador llegó a Sevilla con su familia cuando tenía siete años. Ahí fue alumno de la Escuela de Industria y Bellas Artes –donde se tituló de aparejador–, y aprendió dibujo con Virgilio Mattoni, disciplina que completó asistiendo también a las clases de Dibujo del Natural del Círculo de Bellas Artes y de la Escuela de Artes y Oficios Artísticos. En 1919, viajó a Madrid y estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. En las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes celebradas en Madrid obtuvo varias medallas en distintas ediciones. El Premio Nacional de Escultura se le concedió en 1975.
La morera blanca, Morus alba, es un árbol de hoja caduca, originario de China. Su fruto es la mora que es dulce y comestible. El ombú, zapote o árbol de la bella sombra es un árbol originario de Sudamérica de tronco grueso y copa muy ramificada, que se ensancha en la base como la mayor parte de los árboles subtropicales. Debido a la densidad de su follaje proporciona una gran sombra de ahí uno de sus nombres. Florece durante la primavera y el otoño, dando grandes racimos de flores blancas. En ambientes cálidos como los de su origen, se comporta como perenne; aquí pierde la casi totalidad de sus hojas de forma similar a como lo hace la jacaranda. La designación de la especie: “dioica” indica que hay individuos masculinos y femeninos separadamente. El que aquí se encuentra es femenino.
En el siglo XV, tras el descubrimiento de América, se trae a España atribuyéndose a Hernando Colón el haber plantado el ejemplar existente en la puerta del Monasterio de Nuestra Señora de las Cuevas en la Isla de la Cartuja. Son notables los ejemplares plantados en el Paseo de las Delicias junto al que fuera Pabellón de Guatemala durante la Exposición de 1929. Recientemente con motivo de la Exposición de 1992, se han plantado un buen número de ejemplares en los alrededores del “World Trade Centre” en la Isla de la Cartuja (www.sevilla.org).
Conozcamos mejor la Biografía de la Infanta María Luisa, personaje reseñado en esta glorieta del Parque de María Luisa;
María Luisa Fernanda de Borbón y Borbón, Duquesa de Montpensier, en Francia. Madrid, (30 de enero de 1832 – Sevilla, 2 de febrero de 1897). Infanta de España.
Segunda y última hija de Fernando VII y de la princesa María Cristina de las Dos Sicilias, nacida en el Palacio Real de Madrid el 30 de enero de 1832. Tras el temprano fallecimiento de su padre, en septiembre de 1833, y el acceso al trono de su única hermana, la reina Isabel II, Luisa Fernanda pasó a ser heredera del trono, aunque nunca llegó a ser proclamada princesa de Asturias. Pasó su primera infancia junto a su hermana en un entorno de intrigas palatinas durante la regencia de su madre y en el contexto de la Primera Guerra Carlista. Su educación fue pobre, escasa y poco acorde con los nuevos tiempos de liberalismo y progreso, y estuvo marcada por el segundo matrimonio de su madre con Fernando Muñoz y por la expulsión de ésta de España. Durante la regencia del general Espartero su formación corrió a cargo de la condesa de Espoz y Mina, de adscripción liberal, quedando las regias huérfanas a merced de las distintas facciones políticas de la Corte que, finalmente, darían al traste con la regencia del general. Fruto de ello fue la proclamación de la joven Isabel como reina con solamente catorce años. De ojos oscuros y facciones más finas que las de su hermana Isabel, y de carácter tímido, retraído y asustadizo, desde fechas muy tempranas los futuros matrimonios de doña Luisa Fernanda, y el de su hermana la Reina, fueron objeto de los mayores enfrentamientos en todas las chancillerías europeas, por considerarse un asunto de capital importancia para el futuro de España. Tras barajarse varios pretendientes para ambas —afines a los intereses de Francia e Inglaterra—, su madre María Cristina y el rey Luis Felipe de los franceses convinieron en que doña Isabel contraería matrimonio con su primo hermano el infante español don Francisco de Asís —considerado incapaz de concebir hijos—, y doña Luisa Fernanda con el hijo menor del monarca galo. Las fastuosas dobles bodas tuvieron lugar en el Palacio Real de Madrid el 10 de octubre de 1846, y con sólo catorce años doña Luisa Fernanda se vio abocada al matrimonio con el apuesto príncipe Antonio de Orleans, que a la sazón era duque de Montpensier y, probablemente, el más inteligente de entre todos los hijos del rey francés, a quien permanecería fiel y leal el resto de su vida.
Tras su matrimonio, la infanta, considerada heredera del trono español, se instaló junto a su esposo en la Corte francesa residiendo entre el palacio de las Tullerías y el castillo de Vincennes, lugares a los que vino a sumarse el bello castillo de Randán, en Auvernia, propiedad de don Antonio. En la Corte francesa, doña Luisa Fernanda gozó de prerrogativas especiales en su calidad de heredera del Trono español y fue reconocida por su alegría y su vivacidad.
Sin embargo, la revolución que dio al traste con la monarquía francesa en febrero de 1848, llevó a los duques de Montpensier a Gran Bretaña desde donde —considerados personas non gratas— partieron hacia Holanda camino de España. De regreso a la corte de Madrid, ese mismo año de 1848, el gobierno español prefirió que no se quedasen a residir allí, hecho que llevó a don Antonio y a doña Luisa Fernanda a buscar un establecimiento en Andalucía donde poder encontrar acomodo acorde a su rango, gracias a la más que notable herencia que la infanta recibió al resolverse la testamentaría de su padre el rey. Pensaron en primer lugar en Granada, donde pretendieron adquirir el palacio de Carlos V, para finalmente asentarse en la ciudad de Sevilla, donde adquirieron el palacio de San Telmo, a orillas del Guadalquivir, que decoraron lujosamente generando una corte paralela de artistas y literatos, que refulgía con brillo particular y competía con la corte de Madrid. También en Andalucía adquirieron numerosas propiedades en las provincias de Sevilla y Cádiz, como la casa-palacio de Hernán Cortés en Castilleja de la Cuesta, fincas en San Isidoro del Campo, el palacio de los marqueses de Villamanrique, o terrenos en Sanlúcar de Barrameda donde edificaron el palacio Orleans, de estilo neomudéjar.
En San Telmo nacieron sus nueve hijos, cuatro de los cuales murieron en la infancia para mayor tragedia de la piadosa Luisa Fernanda, que desde fechas muy tempranas adoptó como suyos los lutos propios de aquellos tiempos. Tras el nacimiento de su sobrina Isabel, hija primogénita de la reina Isabel II, en 1851, la infanta quedó desplazada de la sucesión inmediata al trono español, comenzando entonces el largo período de notorias intrigas políticas de su esposo para hacerse con la corona de España. Corrían años políticamente tormentosos para Isabel II y en ese contexto la duquesa de Montpensier dio vía libre a las intrigas de su esposo, a quien siempre dio apoyo y comprensión.
Con la monarquía en grave peligro, en el otoño de 1866 doña Luisa Fernanda viajó a Madrid para entrevistarse con su hermana Isabel II, en un intento de aconsejarla sobre los graves asuntos de la política del reino. El encuentro fue tormentoso y oficializó un alejamiento entre ambas hermanas, que no haría sino agrandarse con la expulsión de los Montpensier de territorio español en mayo de 1868. Los duques se instalaron primero en Lisboa y posteriormente en París, mientras en verano la Revolución terminaba con la monarquía española y con el turbulento reinado de doña Isabel.
A comienzos de 1870 don Antonio, doña Luisa Fernanda y sus hijos regresaron a España, donde el duque vio fracasadas sus esperanzas de convertirse en nuevo rey al salir elegido para el trono el príncipe italiano Amadeo de Saboya. Siguió un nuevo exilio en Francia, durante el cual los duques llegaron a un acuerdo dinástico con la reina Isabel por el que reconocieron como nuevo pretendiente al trono al hijo de ésta, el príncipe de Asturias, don Alfonso. Juntas, ambas familias trabajaron por la restauración de la monarquía en España que, materializada en 1875, se selló con el matrimonio del nuevo rey Alfonso XII con la hija de los duques, la infanta María de las Mercedes, que se celebró en 1878. Para entonces doña Luisa Fernanda se había convertido en una mujer ajada por los sufrimientos y totalmente entregada a la práctica religiosa y a sus muy numerosas caridades, tanto en Sevilla como en otros lugares de Andalucía. Afecta a las tradiciones locales, ella y sus hijos no faltaban a las romerías locales siendo ella especialmente devota de las Vírgenes de Regla, en Chipiona, y del Rocío, en Almonte. En el otoño de 1876 los Montpensier ya estaban instalados de forma definitiva en Sevilla, pero dos años más tarde doña Luisa Fernanda tuvo que asistir al fallecimiento de su hija la reina Mercedes, que fue seguido del de otra de sus hijas, María Cristina, unos meses más tarde. Así, hacia 1880, la vida de la infanta estaba totalmente marcada por los lutos y las desgracias personales, quedándole solamente dos hijos vivos: doña Isabel, esposa del conde de París, y don Antonio. Entregada a obras pías y a devociones, su vida quedó completamente alejada del ámbito mundano y circunscrita al ámbito religioso.
En 1885, todavía asistió a la muerte de su sobrino y yerno, el rey Alfonso XII, y en 1890 perdió finalmente a su esposo, don Antonio, de quien fue devota compañera durante toda su vida. Ya viuda, se enterró en el duelo y el luto más profundos, entregándose a misas y plegarias. De ahí que sus últimos años estén cubiertos de un cierto oscurantismo teñido de religiosidad. Permaneció en sus propiedades andaluzas, especialmente los palacios de San Telmo y Villamanrique, con ocasionales visitas a Inglaterra y otros lugares de Europa. Gran amiga de la escritora Fernán Caballero y de edad ya avanzada, doña Luisa Fernanda enfermó gravemente en enero de 1897 y falleció en su palacio sevillano el 2 de febrero de ese año, siendo su cadáver conducido al Panteón de Infantes del monasterio de El Escorial. Por expreso deseo suyo no fue embalsamada y fue amortajada descalza con el hábito de San Francisco. En su testamento dejó a la ciudad de Sevilla el parque de San Telmo, hoy conocido como Parque de María Luisa, legando el palacio a la Iglesia con el fin de que se convirtiese en seminario (Ricardo Mateos Sáinz de Medranos, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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Más sobre el Parque de María Luisa, en ExplicArte Sevilla.
Segunda y última hija de Fernando VII y de la princesa María Cristina de las Dos Sicilias, nacida en el Palacio Real de Madrid el 30 de enero de 1832. Tras el temprano fallecimiento de su padre, en septiembre de 1833, y el acceso al trono de su única hermana, la reina Isabel II, Luisa Fernanda pasó a ser heredera del trono, aunque nunca llegó a ser proclamada princesa de Asturias. Pasó su primera infancia junto a su hermana en un entorno de intrigas palatinas durante la regencia de su madre y en el contexto de la Primera Guerra Carlista. Su educación fue pobre, escasa y poco acorde con los nuevos tiempos de liberalismo y progreso, y estuvo marcada por el segundo matrimonio de su madre con Fernando Muñoz y por la expulsión de ésta de España. Durante la regencia del general Espartero su formación corrió a cargo de la condesa de Espoz y Mina, de adscripción liberal, quedando las regias huérfanas a merced de las distintas facciones políticas de la Corte que, finalmente, darían al traste con la regencia del general. Fruto de ello fue la proclamación de la joven Isabel como reina con solamente catorce años. De ojos oscuros y facciones más finas que las de su hermana Isabel, y de carácter tímido, retraído y asustadizo, desde fechas muy tempranas los futuros matrimonios de doña Luisa Fernanda, y el de su hermana la Reina, fueron objeto de los mayores enfrentamientos en todas las chancillerías europeas, por considerarse un asunto de capital importancia para el futuro de España. Tras barajarse varios pretendientes para ambas —afines a los intereses de Francia e Inglaterra—, su madre María Cristina y el rey Luis Felipe de los franceses convinieron en que doña Isabel contraería matrimonio con su primo hermano el infante español don Francisco de Asís —considerado incapaz de concebir hijos—, y doña Luisa Fernanda con el hijo menor del monarca galo. Las fastuosas dobles bodas tuvieron lugar en el Palacio Real de Madrid el 10 de octubre de 1846, y con sólo catorce años doña Luisa Fernanda se vio abocada al matrimonio con el apuesto príncipe Antonio de Orleans, que a la sazón era duque de Montpensier y, probablemente, el más inteligente de entre todos los hijos del rey francés, a quien permanecería fiel y leal el resto de su vida.
Sin embargo, la revolución que dio al traste con la monarquía francesa en febrero de 1848, llevó a los duques de Montpensier a Gran Bretaña desde donde —considerados personas non gratas— partieron hacia Holanda camino de España. De regreso a la corte de Madrid, ese mismo año de 1848, el gobierno español prefirió que no se quedasen a residir allí, hecho que llevó a don Antonio y a doña Luisa Fernanda a buscar un establecimiento en Andalucía donde poder encontrar acomodo acorde a su rango, gracias a la más que notable herencia que la infanta recibió al resolverse la testamentaría de su padre el rey. Pensaron en primer lugar en Granada, donde pretendieron adquirir el palacio de Carlos V, para finalmente asentarse en la ciudad de Sevilla, donde adquirieron el palacio de San Telmo, a orillas del Guadalquivir, que decoraron lujosamente generando una corte paralela de artistas y literatos, que refulgía con brillo particular y competía con la corte de Madrid. También en Andalucía adquirieron numerosas propiedades en las provincias de Sevilla y Cádiz, como la casa-palacio de Hernán Cortés en Castilleja de la Cuesta, fincas en San Isidoro del Campo, el palacio de los marqueses de Villamanrique, o terrenos en Sanlúcar de Barrameda donde edificaron el palacio Orleans, de estilo neomudéjar.
Con la monarquía en grave peligro, en el otoño de 1866 doña Luisa Fernanda viajó a Madrid para entrevistarse con su hermana Isabel II, en un intento de aconsejarla sobre los graves asuntos de la política del reino. El encuentro fue tormentoso y oficializó un alejamiento entre ambas hermanas, que no haría sino agrandarse con la expulsión de los Montpensier de territorio español en mayo de 1868. Los duques se instalaron primero en Lisboa y posteriormente en París, mientras en verano la Revolución terminaba con la monarquía española y con el turbulento reinado de doña Isabel.
A comienzos de 1870 don Antonio, doña Luisa Fernanda y sus hijos regresaron a España, donde el duque vio fracasadas sus esperanzas de convertirse en nuevo rey al salir elegido para el trono el príncipe italiano Amadeo de Saboya. Siguió un nuevo exilio en Francia, durante el cual los duques llegaron a un acuerdo dinástico con la reina Isabel por el que reconocieron como nuevo pretendiente al trono al hijo de ésta, el príncipe de Asturias, don Alfonso. Juntas, ambas familias trabajaron por la restauración de la monarquía en España que, materializada en 1875, se selló con el matrimonio del nuevo rey Alfonso XII con la hija de los duques, la infanta María de las Mercedes, que se celebró en 1878. Para entonces doña Luisa Fernanda se había convertido en una mujer ajada por los sufrimientos y totalmente entregada a la práctica religiosa y a sus muy numerosas caridades, tanto en Sevilla como en otros lugares de Andalucía. Afecta a las tradiciones locales, ella y sus hijos no faltaban a las romerías locales siendo ella especialmente devota de las Vírgenes de Regla, en Chipiona, y del Rocío, en Almonte. En el otoño de 1876 los Montpensier ya estaban instalados de forma definitiva en Sevilla, pero dos años más tarde doña Luisa Fernanda tuvo que asistir al fallecimiento de su hija la reina Mercedes, que fue seguido del de otra de sus hijas, María Cristina, unos meses más tarde. Así, hacia 1880, la vida de la infanta estaba totalmente marcada por los lutos y las desgracias personales, quedándole solamente dos hijos vivos: doña Isabel, esposa del conde de París, y don Antonio. Entregada a obras pías y a devociones, su vida quedó completamente alejada del ámbito mundano y circunscrita al ámbito religioso.
En 1885, todavía asistió a la muerte de su sobrino y yerno, el rey Alfonso XII, y en 1890 perdió finalmente a su esposo, don Antonio, de quien fue devota compañera durante toda su vida. Ya viuda, se enterró en el duelo y el luto más profundos, entregándose a misas y plegarias. De ahí que sus últimos años estén cubiertos de un cierto oscurantismo teñido de religiosidad. Permaneció en sus propiedades andaluzas, especialmente los palacios de San Telmo y Villamanrique, con ocasionales visitas a Inglaterra y otros lugares de Europa. Gran amiga de la escritora Fernán Caballero y de edad ya avanzada, doña Luisa Fernanda enfermó gravemente en enero de 1897 y falleció en su palacio sevillano el 2 de febrero de ese año, siendo su cadáver conducido al Panteón de Infantes del monasterio de El Escorial. Por expreso deseo suyo no fue embalsamada y fue amortajada descalza con el hábito de San Francisco. En su testamento dejó a la ciudad de Sevilla el parque de San Telmo, hoy conocido como Parque de María Luisa, legando el palacio a la Iglesia con el fin de que se convirtiese en seminario (Ricardo Mateos Sáinz de Medranos, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la glorieta de la Infanta María Luisa, en el Parque de María Luisa, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.
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