Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la imagen "Virgen con el Niño", de Roque de Balduque, en la sala II del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
Hoy, sábado 28 de noviembre, como todos los sábados, se celebra la Sabatina, oficio propio del sábado dedicado a la Santísima Virgen María, siendo una palabra que etimológicamente proviene del latín sabbàtum, es decir sábado.
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la imagen "Virgen con el Niño", de Roque de Balduque, en la sala II del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala II del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la imagen "Virgen con el Niño", de Roque de Balduque (h. 1500 - 1561), siendo una imagen, de estilo renacentista, realizada h. 1550, con una altura de 1'45 m., y procedente de la donación de Dº Rafael González Abreu, en 1928.
Al realizar el análisis estilístico de esta escultura y su estudio comparativo con otras obras talladas por Balduque, se aprecian los grafismos propios de este escultor en la disposición de las vestimentas. Esta Virgen lleva un velo que le cubre la cabeza y le cae hacia delante. El manto también se dispone sobre la cabeza formando unos pliegues muy característicos, que se repiten en la mayoría de las imágenes marianas del artista. Por su derecha lo recoge envolviéndolo en el brazo creando con una serie de pliegues para luego caer verticalmente.
Si tenemos en cuenta la postura de la imagen con la pierna flexionada que rompe la frontalidad al igual que la posición del Niño y la disposición de las vestimentas con gran movimiento de los paños y acusados pliegues, se podría incluir esta obra dentro del segundo grupo que establece Hernández Díaz en relación a la producción mariana de Balduque, constituido por aquellas imágenes de composición más dinámica como por ejemplo la "Virgen de la Granada" de San Lorenzo o la desaparecida con la misma advocación de San Román.
La figura presenta otros rasgos estilísticos análogos a al producción del autor como son la forma ovalada de su rostro con los ojos almendrados, las cejas levemente curvadas, la nariz recta y la boca pequeña. Son rasgos faciales muy semejantes a los de la "Virgen de la Cabeza" y de la "Virgen de la Misericordia", que son de las pocas obras del escultor cuyos rostros no han sido transformados. También son parecidas las manos con dedos finos y alargados.
Por último señalar que que los estofados y los motivos decorativos son muy similares a los empleados en el grupo escultórico de "Santa Ana, la Virgen y el Niño" de Alcalá del Río, realizado por Balduque (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
Una vez más el retablo Mayor de la Catedral hispalense se convertirá en el señuelo para atraer, en el segundo tercio del siglo XVI, a Sevilla, a maestros escultores foráneos. Desde 1554 se encuentra documentado aquí el «entallador e imaxinero» Roque Balduque, nacido en Bois-le-Duc, capital del Bravante septentrional, convertido en el escultor de más fama en la Sevilla de esta etapa, en Andalucía occidental y en Extremadura, como ya demostraron Hernández Díaz, Bernales Ballesteros y Palomero Páramo, y activo, hasta su muerte en 1561, en dos frentes: la retablística y la imaginería.
Como autor de retablos comienza con su colaboración en el Mayor catedralicio, cuando proyecta su ampliación por los costados, obra que no vio terminada, para seguirse con el de San Juan Bautista de Chiclana, lamentablemente desaparecido; los de la Santa Cena y de la Asunción, en Medina Sicionia; el de San Lorenzo, en Sevilla; el de Santo Domingo, de Jerez de la Frontera, etc. Realizará también numerosos Tabernáculos, Relieves de altar, y colaboraciones para retablos de imaginería pictórica, teniendo especial significación la gran fábrica del retablo de Santa María de Cáceres, trabajado junto con Diego Guillén-Ferrant.
Pero, para la plástica sevillana, el mayor interés de Balduque reside en las hermosas versiones que talló de la Madre de Dios, monográficamente estudiados por Hernández Díaz en 1944, y que tan especial significación tuvieron para las representaciones marianas en la posterior plástica hispalense. Las imágenes más primitivas, muy verticales en sus vestiduras, de gran esbeltez, estarían representadas, entre otros, por la Virgen del Rosario, del Museo, mientras que las posteriores, más dotadas de movimiento, lo estarían por la de la Virgen del Amparo, de la parroquia de la Magdalena.
En cualquier caso, otra importante faceta hay que tener en cuenta al estudiar la figura de Roque Balduque: la de los colaboradores y seguidores. Su discípulo más directo será otro flamenco, Juan Giralte, que analizamos más adelante, pero tendrá un grupo de colaboradores que trabajan con él y que producen un conjunto artístico en el que es muy difícil, por ahora, separar las autorías. Conocemos los nombres de Francisco y Bernardino Ortega, Pedro de Heredia, Andrés López del Castillo, Juan de Villalba, etc., maestros menores todos, pero que supieron mantener en alto el pabellón plástico hispalense hasta la llegada de los maestros Villoldo, Vázquez, Hernández, etc., que renovarían, con su manierismo, el arte sevillano.
A este círculo de escultores se atribuye este alto-relieve de la Purificación de la Virgen, de nuestro Museo, fechado hacia 1550, desmembrado de algún retablo, compuesto por cinco figuras de composición cerrada y ascendente, de amplios mantos e inexpresivos rostros, con perfiles clásicos y profusión de oros, todo lo cual lo acerca a los relieves de los laterales del retablo Mayor de la Catedral sevillana (Enrique Pareja López, Escultura, en El Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo I. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la sobre el Significado y la Iconografía de la Virgen con el Niño;
Tal como ocurre en el arte bizantino, que suministró a Occidente los prototipos, las representaciones de la Virgen con el Niño se reparten en dos series: las Vírgenes de Majestad y las Vírgenes de Ternura.
La Virgen de Majestad
Este tema iconográfico, que desde el siglo IV aparecía en la escena de la Adoración de los Magos, se caracteriza por la actitud rigurosamente frontal de la Virgen sentada sobre un trono, con el Niño Jesús sobre las rodillas; y por su expresión grave, solemne, casi hierática.
En el arte francés, los ejemplos más antiguos de Vírgenes de Majestad son las estatuas relicarios de Auvernia, que datan de los siglos X u XI. Antiguamente, en la catedral de Clermont había una Virgen de oro que se mencionaba con el nombre de Majesté de sainte Marie, acerca de la cual puede dar una idea la Majestad de sainte Foy, que se conserva en el tesoro de la abadía de Conques.
Este tipo deriva de un icono bizantino que el obispo de Clermont hizo emplear como modelo para la ejecución, en 946, de esta Virgen de oro macizo destinada a guardar las reliquias en su interior.
Las Vírgenes de Majestad esculpidas sobre los tímpanos de la portada Real de Chartres (hacia 1150), la portada Sainte Anne de Notre Dame de París (hacia 1170) y la nave norte de la catedral de Reims (hacia 1175) se parecen a aquellas estatuas relicarios de Auvernia, a causa de un origen común antes que por influencia directa. Casi todas están rematadas por un baldaquino que no es, como se ha creído, la imitación de un dosel procesional, sino el símbolo de la Jerusalén celeste en forma de iglesia de cúpula rodeada de torres.
Siempre bajo las mismas influencias bizantinas, la Virgen de Majestad aparece más tarde con el nombre de Maestà, en la pintura italiana del Trecento, transportada sobre un trono por ángeles.
Basta recordar la Madonna de Cimabue, la Maestà pintada por Duccio para el altar mayor de la catedral de Siena y el fresco de Simone Martini en el Palacio Comunal de Siena.
En la escultura francesa del siglo XII, los pies desnudos del Niño Jesús a quien la Virgen lleva en brazos, están sostenidos por dos pequeños ángeles arrodillados. La estatua de madera llamada La Diège (Dei genitrix), en la iglesia de Jouy en Jozas, es un ejemplo de este tipo.
El trono de Salomón
Una variante interesante de la Virgen de Majestad o Sedes Sapientiae, es la Virgen sentada sobre el trono con los leones de Salomón, rodeada de figuras alegóricas en forma de mujeres coronadas, que simbolizan sus virtudes en el momento de la Encarnación del Redentor.
Son la Soledad (Solitudo), porque el ángel Gabriel encontró a la Virgen sola en el oratorio, la Modestia (Verecundia), porque se espantó al oír la salutación angélica, la Prudencia (Prudentia), porque se preguntó como se realizaría esa promesa, la Virginidad (Virginitas), porque respondió: No conocí hombre alguno (Virum non cognosco), la Humildad (Humilitas), porque agregó: Soy la sierva del Señor (Ecce ancilla Domini) y finalmente la Obediencia (Obedientia), porque dijo: Que se haga según tu palabra (Secundum verbum tuum).
Pueden citarse algunos ejemplos de este tema en las miniaturas francesas del siglo XIII, que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia. Pero sobre todo ha inspirado esculturas y pinturas monumentales en los países de lengua alemana.
La Virgen de Ternura
A la Virgen de Majestad, que dominó el arte del siglo XII, sucedió un tipo de Virgen más humana que no se contenta más con servir de trono al Niño divino y presentarlo a la adoración de los fieles, sino que es una verdadera madre relacionada con su hijo por todas las fibras de su carne, como si -contrariamente a lo que postula la doctrina de la Iglesia- lo hubiese concebido en la voluptuosidad y parido con dolor.
La expresión de ternura maternal comporta matices infinitamente más variados que la gravedad sacerdotal. Las actitudes son también más libres e imprevistas, naturalmente. Una Virgen de Majestad siempre está sentada en su trono; por el contrario, las Vírgenes de Ternura pueden estar indistintamente sentadas o de pie, acostadas o de rodillas. Por ello, no puede estudiárselas en conjunto y necesariamente deben introducir en su clasificación numerosas subdivisiones.
El tipo más común es la Virgen nodriza. Pero se la representa también sobre su lecho de parturienta o participando en los juegos del Niño.
El niño Jesús acariciando la barbilla de su madre
Entre las innumerables representaciones de la Virgen madre, las más frecuentes no son aquellas donde amamanta al Niño sino esas otras donde, a veces sola, a veces con santa Ana y san José, tiene al Niño en brazos, lo acaricia tiernamente, juega con él. Esas maternidades sonrientes, flores exquisitas del arte cristiano, son ciertamente, junto a las Maternidades dolorosas llamadas Vírgenes de Piedad, las imágenes que más han contribuido a acercar a la Santísima Virgen al corazón de los fieles.
A decir verdad, las Vírgenes pintadas o esculpidas de la Edad Media están menos sonrientes de lo que se cree: la expresión de María es generalmente grave e incluso preocupada, como si previera los dolores que le deparará el futuro, la espada que le atravesará el corazón. Sucede con frecuencia que ni siquiera mire al Niño que tiene en los brazos, y es raro que participe en sus juegos. Es el Niño quien acaricia el mentón y la mejilla de su madre, quien sonríe y le tiende los brazos, como si quisiera alegrarla, arrancarla de sus sombríos pensamientos.
Los frutos, los pájaros que sirven de juguetes y sonajeros al Niño Jesús tenían, al menos en su origen, un significado simbólico que explica esta expresión de inquieta gravedad. El pájaro es el símbolo del alma salvada; la manzana y el racimo de uvas, aluden al pecado de Adán redimido por la sangre del Redentor.
A veces, el Niño está representado durante el sueño que la Virgen vela. Ella impone silencio a su compañero de juego, el pequeño san Juan Bautista, llevando un dedo a la boca.
Ella le enseña a escribir, es la que se llama Virgen del tintero (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la historia de la Sabatina como culto mariano;
Semanalmente tenemos un culto sabatino mariano. Como dice el Directorio de Piedad Popular y Liturgia, en el nº 188: “Entre los días dedicados a la Virgen Santísima destaca el sábado, que tiene la categoría de memoria de santa María. Esta memoria se remonta a la época carolingia (siglo IX), pero no se conocen los motivos que llevaron a elegir el sábado como día de santa María. Posteriormente se dieron numerosas explicaciones que no acaban de satisfacer del todo a los estudiosos de la historia de la piedad”. En el ritmo semanal cristiano de la Iglesia primitiva, el domingo, día de la Resurrección del Señor, se constituye en su ápice como conmemoración del misterio pascual. Pronto se añadió en el viernes el recuerdo de la muerte de Cristo en la cruz, que se consolida en día de ayuno junto al miércoles, día de la traición de Judas. Al sábado, al principio no se le quiso subrayar con ninguna práctica especial para alejarse del judaísmo, pero ya en el siglo III en las Iglesias de Alejandría y de Roma era un tercer día de ayuno en recuerdo del reposo de Cristo en el sepulcro, mientras que en Oriente cae en la órbita del domingo y se le considera media fiesta, así como se hace sufragio por los difuntos al hacerse memoria del descenso de Cristo al Limbo para librar las almas de los justos.
En Occidente en la Alta Edad Media se empieza a dedicar el sábado a la Virgen. El benedictino anglosajón Alcuino de York (+804), consejero del Emperador Carlomagno y uno de los agentes principales de la reforma litúrgica carolingia, en el suplemento al sacramentario carolingio compiló siete misas votivas para los días de la semana sin conmemoración especial; el sábado, señaló la Santa María, que pasará también al Oficio. Al principio lo más significativo del Oficio mariano, desde Pascua a Adviento, era tres breves lecturas, como ocurría con la conmemoración de la Cruz el viernes, hasta que llegó a asumir la estructura del Oficio principal. Al principio, este Oficio podía sustituir al del día fuera de cuaresma y de fiestas, para luego en muchos casos pasar a ser añadido. En el X, en el monasterio suizo de Einsiedeln, encontramos ya un Oficio de Beata suplementario, con los textos eucológicos que Urbano II de Chantillon aprobó en el Concilio de Clermont (1095), para atraer sobre la I Cruzada la intercesión mariana.
De éste surgió el llamado Oficio Parvo, autónomo y completo, devoción mariana que se extendió no sólo entre el clero sino también entre los fieles, que ya se rezaba en tiempos de Berengario de Verdún (+962), y que se muestra como práctica extendida en el siglo XI. San Pedro Damián (+1072) fue un gran divulgador de esta devoción sabatina, mientras que Bernoldo de Constanza (+ca. 1100), poco después, señalaba esta misa votiva de la Virgen extendida por casi todas partes, y ya desde el siglo XIII es práctica general en los sábados no impedidos. Comienza a partir de aquí una tradición devocional incontestada y continua de dedicación a la Virgen del sábado, día en que María vivió probada en el crisol de la soledad ante el sepulcro, traspasada por la espada del dolor, el misterio de la fe.
El sábado se constituye en el día de la conmemoración de los dolores de la Madre como el viernes lo es del sacrificio de su Hijo. En la Iglesia Oriental es, sin embargo, el miércoles el día dedicado a la Virgen. San Pío V, en la reforma litúrgica postridentina avaló tanto el Oficio de Santa María en sábado, a combinar con el Oficio del día, como el Oficio Parvo, aunque los hizo potestativos. De aquí surgió el Común de Santa María, al que, para la eucaristía, ha venido a sumarse la Colección de misas de Santa María Virgen, publicada en 1989 bajo el pontificado de San Juan Pablo II Wojtyla (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
Conozcamos mejor la Biografía de Roque de Balduque, autor de la obra reseñada;
Roque Balduque, (?, p. s. XVI – Sevilla, 13 de marzo de 1561). Escultor y entallador.
Artista flamenco, oriundo de la ciudad holandesa de Bois-le Duc, capital del Bravante septentrional. En 1534 aparece documentado en Sevilla, donde se casa con Francisca de Olivares; bautiza en 1545 a su hija Isabel y en 1550 a su esclava Beatriz. Comenzó tallando la piedra, pero, concluida la decoración del Ayuntamiento hispalense, se especializó en la construcción de retablos e imágenes de madera, elaborando también modelos para piezas de platería litúrgica. Atendió a la clientela sevillana, onubense y gaditana, y surtió al mercado americano a través de las flotas de Indias. Su prestigio le condujo ocasionalmente a otras regiones y, entre 1547 y 1551, realizó varios viajes a Extremadura, dejando obras en Cáceres y Arroyomolinos de Montánchez. En 1561 otorgaba testamento, acordándose de su hermano Andrés de Odebelse, que residía en Cambray. La cartera de pedidos que, al morir, obraba en el taller fue entregada por su colaborador, el holandés Juan Giralte, que concluye el retablo de la Concepción para la parroquia de Santa María, de Guernica (Vizcaya). En cambio, los trabajos pendientes en el retablo mayor de la catedral de Sevilla fueron confiados por el cabildo a Juan Bautista Vázquez, el Viejo, que ultima el relieve de la Huida a Egipto. Su estilo se mueve entre el primitivismo gótico y las novedades del Quattrocento italiano. En su catálogo destaca la espléndida serie de “Vírgenes erguidas con el Niño en brazos” que, en atención a su crecido número y popularidad, el profesor Hernández Díaz otorgó a Balduque el calificativo de “imaginero renacentista de la Madre de Dios” (Jesús Miguel Palomero Páramo, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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