Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de Santa María de la Mota, en Marchena (Sevilla).
Hoy, sábado 19 de noviembre, como todos los sábados, se celebra la Sabatina, oficio propio del sábado dedicado a la Santísima Virgen María, siendo una palabra que etimológicamente proviene del latín sabbàtum, es decir sábado.
Y que mejor día que hoy para ExplicArte la Iglesia de Santa María de la Mota, en Marchena (Sevilla).
La Iglesia de Santa María de la Mota, se encuentra en el recinto del Palacio Ducal; en Marchena (Sevilla).
Presenta tres naves, separadas por pilares cuadrangulares y capilla mayor formada por dos tramos, el primero rectangular y el segundo ochavado. Las cubiertas de las naves son estructuras de madera, en forma de artesa en la central y de colgadizo en las laterales. El presbiterio se cubre con bóveda de nervaduras. A los pies, en alto y ocupando el último tramo, se levanta una tribuna con celosías de madera que comunicaba con el desaparecido palacio de los Duques de Arcos. Los muros interiores del templo se recubren con yeserías barrocas con temas de roleos. La iglesia tiene dos portadas, una lateral, realizada en ladrillo, y otra a los pies, ejecutada en sillería. Esta última, fechable a principios del XIV, presenta tres arquivoltas, la última de las cuales se decora con puntas de diamante. Remata la puerta un alero apoyado en canes de lóbulo, de tradición califal. A los pies de la iglesia, en el ángulo izquierdo, se levanta la torre, rematada por un campanario de tres cuerpos decrecientes decorados con azulejería, que fue diseñado por Hernán Ruiz II en 1567. Cosme de Sorribas realizó la cruz y el arpón que lo rematan.
El retablo mayor consta de tres calles y ático, y puede fecharse en el último cuarto del siglo XVII. En la calle central aparece un templete con columnas salomónicas bajo el que se encuentra la imagen de Santa María de la Mota, de fines del XVI. Las calles laterales las ocupan esculturas de San José con el Niño, San Joaquín, San Antonio de Padua y San Millán, apareciendo en el ático un relieve de la Asunción de la Virgen, del momento del retablo. La capilla mayor está decorada con pinturas murales ejecutadas en 1670. En sus muros laterales se disponen cuatro grandes lienzos del último tercio del XVII e inspirados en Rubens que representan la Anunciación, la Adoración de los Pastores, la Huida a Egipto y la Adoración de los Reyes. En la capilla colateral izquierda, dedicada a Nuestra Señora de la Soledad, se encuentran tres retablos. El frontal consta de banco, un cuerpo de tres calles compartimentadas por columnas salomónicas y ático. Es obra realizada por Juan del Castillo en 1699, que se doró en 1713. En las calles laterales aparecen esculturas de ángeles y en el ático un relieve de la Piedad, obra de Pedro Duque Cornejo. En el banco se sitúa una escultura de Cristo yacente ejecutado hacia 1575 por Jerónimo Hernández. La hornacina central la ocupa la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, realizada por Gaspar del Águila en 1570 y modificada en época barroca. En el muro izquierdo de esta capilla se sitúa un retablo de la segunda mitad del XVIII con escultura de la Inmaculada de hacia 1750. En el muro frontero se halla un retablo de igual fecha que el anterior con una escultura de Santa Teresa, del mismo momento. Dichos retablos fueron dorados en 1773 por Lorenzo Carreña. En esta capilla debe destacarse el zócalo de azulejos con motivos pasionarios del siglo XVIII y los restos de un frontal de azulejos de mediados del XVII.
En la cabecera de la nave derecha se dispone un retablo de la segunda mitad del XVIII con hornacina central entre estípites. En él aparecen las esculturas del Crucificado, la Virgen y San Juan, todas del XVI. A continuación se halla un retablo de hacia 1740 con una imagen de candelero de San Francisco de Borja, de principios del XVIII (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo II. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
Se trata de una iglesia de estilo gótico mudéjar, construida según Angulo, atendiendo a los elementos de la fachada principal y de la cabecera, en torno a 1356. Fue construida tras la conquista cristiana de la ciudad sobre los cimientos de un edificio islámico, junto al alcázar, con la función de servir de capilla a dicho alcázar, luego convertido en palacio de los Duques de Arcos, con el que estaba comunicado por una galería porticada pero con acceso directo al patio o plaza de armas que a su vez comunicaba directamente con la ciudad por el Arco del Tiro de Santa María.
Es pues la iglesia más antigua de la ciudad, correspondiendo a esta primera etapa constructiva la estructura básica de la edificación, planta, cabecera, pilares, cubiertas, portada principal y base de la torre.
En el siglo XVI, con el mayorazgo de D. Rodrigo Ponce de León, III Duque de Arcos, se construyó la tribuna, elemento imprescindible en cualquier capilla palatina. Se debió de construir en torno a 1577, según documentación aportada por Juan Luis Ravé. A finales del siglo XVI corresponden también las obras efectuadas en la portada lateral y el remate de la torre o campanario.
En 1623, parte del palacio, las estancias contiguas a la iglesia fueron ocupadas por un convento de clarisas que aún subsiste, conectado con la misma a través de las azoteas.
En 1670 se efectuaron importantes obras de reforma que afectaron fundamentalmente a la decoración interior, fue en tiempos de D. Francisco Ponce de León, el cual realizará la renovación del presbiterio y el retablo mayor. Por estas fechas se realizan también las yeserías de los muros y la construcción de la Capilla de la Soledad.
La iglesia se encuentra situada en el recinto de lo que fuera el alcázar islámico, una zona amurallada independiente de la ciudad y la más elevada, de ahí el nombre de la Mota.
Se trata de una iglesia de planta de tres naves y cabecera poligonal que responde con bastante exactitud al tipo parroquial sevillano de la segunda mitad del siglo XIV, de estilo gótico mudéjar. Las naves poseen cuatro tramos separados por pilares cruciformes que soportan arcos apuntados, se cubre con armadura de madera, de artesa la central y colgadizo las laterales, quedan originales solo algunos fragmentos de la nave derecha o de la Epístola. Los muros están decorados con yeserías barrocas del siglo XVII. El presbiterio es de cabecera poligonal y de dos tramos, uno rectangular y el otro ochavado, cubriéndose con bóvedas de nervaduras, está decorado con pintura mural del siglo XVII, el arco toral también es apuntado.
A los pies se encuentra una interesante tribuna de dos pisos construida hacia 1577. En el primer piso se conserva parte dela sillería del coro, del siglo XVII y en el muro derecho, una pintura mural de la Virgen del siglo XV, probablemente resto de la antigua decoración mural del templo o parte de la decoración de una tribuna anterior.
El templo, al exterior, presenta dos portadas, la situada a los pies, hoy cegada, corresponde a la primera etapa constructiva, está realizada en cantería con tres arquivoltas, conserva en toda su pureza, el alero de canes de baquetones de tipo califal. La fachada tiene tres óculos, los laterales más pequeños, de seis lóbulos sencillos y el superior tapiado. La portada lateral está muy alterada.
En la cabecera conserva el remate de merlones mudéjares, en el centro conserva un ventanal bíforo con tracería gótica hoy tapiado.
A los pies de la nave del Evangelio se encuentra la torre, compuesta de cuatro cuerpos decrecientes de cantería y ladrillo.
La zona inferior parece corresponder a otra de origen islámico. En ella destacan sus paneles de ajedrezados, bolas y espejos de tradición manierista estando relacionada con Hernán Ruiz el Joven. El campanario es de 1580.
Situada en la cabecera de la nave del Evangelio, se encuentra la Capilla de la Hermandad de la Soledad, estancia cuadrangular cubierta con una pequeña cúpula del siglo XVII, en la que caben destacar, el zócalo de azulejos en blanco y manganeso con el anagrama de María y cruz con sudario (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Santa María de la Mota es la Iglesia más antigua de Marchena, es la primera fundación Cristiano-Castellana, después del poderío musulmán, en la segunda mitad del Siglo XIV.
Fue construida dentro del Palacio Ducal, convirtiéndose en la capilla privada de los Duques en el interior de su residencia palaciega.
Presenta un estilo Mudéjar.
Este edificio posee tres naves, separadas por pilares cuadrangulares, la cubiertas de las naves son estructuras de madera.
A los pies del templo se levanta una tribuna con celosías de madera que comunicaba con el desaparecido palacio.
Los muros interiores se recubren con yeserías barrocas.
La Iglesia tiene dos portadas, una lateral realizada en ladrillo y otra a los pies, ejecutada en sillería, con residuos del estilo románico en su ornamentación.
Junto a esta puerta, en el ángulo izquierdo, se levanta la torre, rematada por tres cuerpos decrecientes decorados con azulejería.
El primer cuerpo pudo ser un minarete almohade.
Es la torre que simboliza la imagen de Marchena.
En el retablo mayor se encuentra la imagen de Nuestra Señora de la Mota, del finales del Siglo XVI.
También son importantes una escultura de Cristo yacente del del escultor Jerónimo Hernández de 1575 y una imagen de candelero de la Virgen de la Soledad de Gaspar de Águila de 1570.
Ambos son los titulares de la hermandad del Sto. Entierro de Cristo que tiene su sede en este templo y que sale en procesión el Sábado Santo ( teniendo lugar a partir de las 12 de la noche, las llamadas "Molederas" en las que acompañan a la Virgen todo el pueblo, cantándole multitud de saetas, entre las que destacan sus típicas "Carceleras") (Ayuntamiento de Marchena).
La iglesia de Santa María de la Mota se encuentra situada en el recinto del antiguo alcázar islámico de Marchena, una zona amurallada segregada de la ciudad. Es la más elevada, de ahí el nombre de la Mota. Fue construida en torno a 1356, tras la concesión a Fernando Ponce de León del señorío de Marchena realizada por el rey Fernando IV de Castilla el 18 de diciembre de 1309.
Es la iglesia más antigua de la ciudad, de tres naves y cabecera poligonal de estilo gótico mudéjar. Fue concebida como capilla del Alcázar, tras la reconversión de éste en residencia habitual de los Ponce de León y, posteriormente, del palacio de los duques de Arcos, con el que estaba comunicado por una galería porticada. A los pies de la nave del Evangelio se eleva la torre, de cuatro cuerpos decrecientes de cantería y ladrillo, en la que destacan sus paneles de ajedrezados, bolas y espejos, de tradición manierista. El campanario es de 1580. En el retablo mayor se encuentra la imagen de Ntra. Sra. de la Bondad de finales del siglo XVI.
En 1623 parte del palacio, las estancias contiguas a la iglesia, fueron ocupadas por un convento de clarisas que aún subsiste, conectado con la misma a través de las azoteas.
En 1670 se efectuaron importantes reformas en la decoración interior, renovación del presbiterio y el retablo mayor. También se realizan las yeserías de los muros y la construcción de la capilla de la Soledad (Turismo de la Provincia de Sevilla).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de la Virgen con el Niño;
Tal como ocurre en el arte bizantino, que suministró a Occidente los prototipos, las representaciones de la Virgen con el Niño se reparten en dos series: las Vírgenes de Majestad y las Vírgenes de Ternura.
La Virgen de Majestad
Este tema iconográfico, que desde el siglo IV aparecía en la escena de la Adoración de los Magos, se caracteriza por la actitud rigurosamente frontal de la Virgen sentada sobre un trono, con el Niño Jesús sobre las rodillas; y por su expresión grave, solemne, casi hierática.
En el arte francés, los ejemplos más antiguos de Vírgenes de Majestad son las estatuas relicarios de Auvernia, que datan de los siglos X u XI. Antiguamente, en la catedral de Clermont había una Virgen de oro que se mencionaba con el nombre de Majesté de sainte Marie, acerca de la cual puede dar una idea la Majestad de sainte Foy, que se conserva en el tesoro de la abadía de Conques.
Este tipo deriva de un icono bizantino que el obispo de Clermont hizo emplear como modelo para la ejecución, en 946, de esta Virgen de oro macizo destinada a guardar las reliquias en su interior.
Las Vírgenes de Majestad esculpidas sobre los tímpanos de la portada Real de Chartres (hacia 1150), la portada Sainte Anne de Notre Dame de París (hacia 1170) y la nave norte de la catedral de Reims (hacia 1175) se parecen a aquellas estatuas relicarios de Auvernia, a causa de un origen común antes que por influencia directa. Casi todas están rematadas por un baldaquino que no es, como se ha creído, la imitación de un dosel procesional, sino el símbolo de la Jerusalén celeste en forma de iglesia de cúpula rodeada de torres.
Siempre bajo las mismas influencias bizantinas, la Virgen de Majestad aparece más tarde con el nombre de Maestà, en la pintura italiana del Trecento, transportada sobre un trono por ángeles.
Basta recordar la Madonna de Cimabue, la Maestà pintada por Duccio para el altar mayor de la catedral de Siena y el fresco de Simone Martini en el Palacio Comunal de Siena.
En la escultura francesa del siglo XII, los pies desnudos del Niño Jesús a quien la Virgen lleva en brazos, están sostenidos por dos pequeños ángeles arrodillados. La estatua de madera llamada La Diège (Dei genitrix), en la iglesia de Jouy en Jozas, es un ejemplo de este tipo.
El trono de Salomón
Una variante interesante de la Virgen de Majestad o Sedes Sapientiae, es la Virgen sentada sobre el trono con los leones de Salomón, rodeada de figuras alegóricas en forma de mujeres coronadas, que simbolizan sus virtudes en el momento de la Encarnación del Redentor.
Son la Soledad (Solitudo), porque el ángel Gabriel encontró a la Virgen sola en el oratorio, la Modestia (Verecundia), porque se espantó al oír la salutación angélica, la Prudencia (Prudentia), porque se preguntó como se realizaría esa promesa, la Virginidad (Virginitas), porque respondió: No conocí hombre alguno (Virum non cognosco), la Humildad (Humilitas), porque agregó: Soy la sierva del Señor (Ecce ancilla Domini) y finalmente la Obediencia (Obedientia), porque dijo: Que se haga según tu palabra (Secundum verbum tuum).
Pueden citarse algunos ejemplos de este tema en las miniaturas francesas del siglo XIII, que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia. Pero sobre todo ha inspirado esculturas y pinturas monumentales en los países de lengua alemana.
La Virgen de Ternura
A la Virgen de Majestad, que dominó el arte del siglo XII, sucedió un tipo de Virgen más humana que no se contenta más con servir de trono al Niño divino y presentarlo a la adoración de los fieles, sino que es una verdadera madre relacionada con su hijo por todas las fibras de su carne, como si -contrariamente a lo que postula la doctrina de la Iglesia- lo hubiese concebido en la voluptuosidad y parido con dolor.
La expresión de ternura maternal comporta matices infinitamente más variados que la gravedad sacerdotal. Las actitudes son también más libres e imprevistas, naturalmente. Una Virgen de Majestad siempre está sentada en su trono; por el contrario, las Vírgenes de Ternura pueden estar indistintamente sentadas o de pie, acostadas o de rodillas. Por ello, no puede estudiárselas en conjunto y necesariamente deben introducir en su clasificación numerosas subdivisiones.
El tipo más común es la Virgen nodriza. Pero se la representa también sobre su lecho de parturienta o participando en los juegos del Niño.
El niño Jesús acariciando la barbilla de su madre
Entre las innumerables representaciones de la Virgen madre, las más frecuentes no son aquellas donde amamanta al Niño sino esas otras donde, a veces sola, a veces con santa Ana y san José, tiene al Niño en brazos, lo acaricia tiernamente, juega con él. Esas maternidades sonrientes, flores exquisitas del arte cristiano, son ciertamente, junto a las Maternidades dolorosas llamadas Vírgenes de Piedad, las imágenes que más han contribuido a acercar a la Santísima Virgen al corazón de los fieles.
A decir verdad, las Vírgenes pintadas o esculpidas de la Edad Media están menos sonrientes de lo que se cree: la expresión de María es generalmente grave e incluso preocupada, como si previera los dolores que le deparará el futuro, la espada que le atravesará el corazón. Sucede con frecuencia que ni siquiera mire al Niño que tiene en los brazos, y es raro que participe en sus juegos. Es el Niño quien acaricia el mentón y la mejilla de su madre, quien sonríe y le tiende los brazos, como si quisiera alegrarla, arrancarla de sus sombríos pensamientos.
Los frutos, los pájaros que sirven de juguetes y sonajeros al Niño Jesús tenían, al menos en su origen, un significado simbólico que explica esta expresión de inquieta gravedad. El pájaro es el símbolo del alma salvada; la manzana y el racimo de uvas, aluden al pecado de Adán redimido por la sangre del Redentor.
A veces, el Niño está representado durante el sueño que la Virgen vela. Ella impone silencio a su compañero de juego, el pequeño san Juan Bautista, llevando un dedo a la boca.
Ella le enseña a escribir, es la que se llama Virgen del tintero (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Semanalmente tenemos un culto sabatino mariano. Como dice el Directorio de Piedad Popular y Liturgia, en el nº 188: “Entre los días dedicados a la Virgen Santísima destaca el sábado, que tiene la categoría de memoria de santa María. Esta memoria se remonta a la época carolingia (siglo IX), pero no se conocen los motivos que llevaron a elegir el sábado como día de santa María. Posteriormente se dieron numerosas explicaciones que no acaban de satisfacer del todo a los estudiosos de la historia de la piedad”. En el ritmo semanal cristiano de la Iglesia primitiva, el domingo, día de la Resurrección del Señor, se constituye en su ápice como conmemoración del misterio pascual. Pronto se añadió en el viernes el recuerdo de la muerte de Cristo en la cruz, que se consolida en día de ayuno junto al miércoles, día de la traición de Judas. Al sábado, al principio no se le quiso subrayar con ninguna práctica especial para alejarse del judaísmo, pero ya en el siglo III en las Iglesias de Alejandría y de Roma era un tercer día de ayuno en recuerdo del reposo de Cristo en el sepulcro, mientras que en Oriente cae en la órbita del domingo y se le considera media fiesta, así como se hace sufragio por los difuntos al hacerse memoria del descenso de Cristo al Limbo para librar las almas de los justos.
En Occidente en la Alta Edad Media se empieza a dedicar el sábado a la Virgen. El benedictino anglosajón Alcuino de York (+804), consejero del Emperador Carlomagno y uno de los agentes principales de la reforma litúrgica carolingia, en el suplemento al sacramentario carolingio compiló siete misas votivas para los días de la semana sin conmemoración especial; el sábado, señaló la Santa María, que pasará también al Oficio. Al principio lo más significativo del Oficio mariano, desde Pascua a Adviento, era tres breves lecturas, como ocurría con la conmemoración de la Cruz el viernes, hasta que llegó a asumir la estructura del Oficio principal. Al principio, este Oficio podía sustituir al del día fuera de cuaresma y de fiestas, para luego en muchos casos pasar a ser añadido. En el X, en el monasterio suizo de Einsiedeln, encontramos ya un Oficio de Beata suplementario, con los textos eucológicos que Urbano II de Chantillon aprobó en el Concilio de Clermont (1095), para atraer sobre la I Cruzada la intercesión mariana.
De éste surgió el llamado Oficio Parvo, autónomo y completo, devoción mariana que se extendió no sólo entre el clero sino también entre los fieles, que ya se rezaba en tiempos de Berengario de Verdún (+962), y que se muestra como práctica extendida en el siglo XI. San Pedro Damián (+1072) fue un gran divulgador de esta devoción sabatina, mientras que Bernoldo de Constanza (+ca. 1100), poco después, señalaba esta misa votiva de la Virgen extendida por casi todas partes, y ya desde el siglo XIII es práctica general en los sábados no impedidos. Comienza a partir de aquí una tradición devocional incontestada y continua de dedicación a la Virgen del sábado, día en que María vivió probada en el crisol de la soledad ante el sepulcro, traspasada por la espada del dolor, el misterio de la fe.
El sábado se constituye en el día de la conmemoración de los dolores de la Madre como el viernes lo es del sacrificio de su Hijo. En la Iglesia Oriental es, sin embargo, el miércoles el día dedicado a la Virgen. San Pío V, en la reforma litúrgica postridentina avaló tanto el Oficio de Santa María en sábado, a combinar con el Oficio del día, como el Oficio Parvo, aunque los hizo potestativos. De aquí surgió el Común de Santa María, al que, para la eucaristía, ha venido a sumarse la Colección de misas de Santa María Virgen, publicada en 1989 bajo el pontificado de San Juan Pablo II Wojtyla (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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