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sábado, 22 de noviembre de 2025

La imagen de Santa Cecilia, atribuida a Cristóbal Ramos, situada entre el Trascoro y la Puerta principal de la Iglesia de Santa Ana

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la imagen de Santa Cecilia, atribuida a Cristóbal Ramos, situada entre el Trascoro y la Puerta principal de la Iglesia de Santa Ana, de Sevilla.
     Hoy, 22 de noviembre, Memoria de Santa Cecilia, virgen y mártir, que, según la tradición, consiguió la doble palma por amor a Jesucristo en el cementerio de Calixto, en la vía Apia de Roma. El título de una iglesia en el Transtíber romano lleva desde antiguo su nombre (s. inc.) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy para ExplicArte la imagen de Santa Cecilia, atribuida a Cristóbal Ramos, situada entre el Trascoro y la Puerta principal de la Iglesia de Santa Ana, de Sevilla.
     La Iglesia de Santa Ana [nº 86 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 29 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la plazuela de Santa Ana, s/n (también tiene acceso por las puertas laterales en las calles Párroco Don Eugenio -antigua Vázquez de Leca-, y Bernardo Guerra); en el Barrio de Triana Casco Antiguo, del Distrito Triana.
     En la zona entre el Trascoro y la Puerta principal de la Iglesia de Santa Ana podemos contemplar la imagen de Santa Cecilia, virgen y mártir.
     La capilla de música de la Real parroquia de Santa Ana de Triana descollaba por su prestigio en la Sevilla del siglo XVIII, tras las de la catedral y la colegial del Salvador. Eran los integrantes de dicho conjunto -mientras existió- quienes, según Matute, cuidaban del culto a Santa Cecilia, que tenía consagrado su propio altar junto a la capilla de las ánimas benditas del purgatorio, a los pies del muro de la epístola. Para ello se contaba con una imagen de la santa patrona de los músicos que no dudamos en atribuir al escultor Cristóbal Ramos, como lo delatan sus característica materiales y grafismos morfológicos y fisonómicos, que indefectiblemente remiten a los de sus creaciones femeninas, pudiendo datarse en el último cuarto del siglo XVIII.
     De mediano formato (mide 0,97 m), Santa Cecilia se nos muestra sedente en un áureo sitial, con el torso muy erguido y adelantando sus brazos en ademán de ir a posar sus manos en el teclado de un órgano portátil -con la caja jaspeada y profusos adornos de talla dorada- que aparece ante ella, como pieza independiente, sobre una mesa pintada de rojo, con sus patas cabriolé terminadas en garras con bolas. La música que interpreta esta mártir romana de finales del siglo II, cuya festividad se celebra el 22 de noviembre, es un canto de alabanza a Dios, por lo que es habitual en su iconografía, tal y como se reproduce en esta obra de Cristóbal Ramos, que su cabeza se eleve, con la mirada puesta en el cielo y el gesto complaciente de una amable sonrisa, como si ella misma estuviese inspirada por armonías celestiales. Según es recurrente en su producción escultórica, Ramos emplea el barro cocido y policromado para la cabeza y las manos, así como los lienzos encolados para las prendas indumentarias. En este caso, la testa de Santa Cecilia se toca con una diadema y velo, vistiendo una túnica blanca salpicada de flores multicolores y roleos dorados por la falda, y un amplio manto rojo, generosamente estofado, que envuelve por detrás su figura.
     El 13 de octubre de 1852, Manuel de Rojas y José Cubero, presbíteros y claveros de fábrica de Santa Ana, se dirigieron por escrito al visitador general del Arzobispado para expresarle "que siendo indispensable para mayor decoro y culto de esta Yglesia hacer gastos de consideración en la reparación de varios cuadros y colocación de los mismos, y la fundición de la campana mayor o destinada al toque de la Feria Mayores y también en la hechura de un Retablo pequeño destinado a Santa Cecilia Mártir", solicitaban su autorización para poder emprender tales tareas, la que obtuvieron tres días después, "procurando con la economía posible trabajar en el loable objeto de adornar la Yglesia del modo que manifiestan en su exposición, abonándoles al intento en visita las cantidades invertidas en dichos objetos". Ello debe ponerse en conexión con la construcción, a comienzos de 1853, de una capilla propia para Santa Cecilia en el mismo lugar donde hasta entonces se hallaba su altar, para lo cual necesitaron que la Hermandad de Ánimas cediera parte de la sacristía anexa a su capilla sin que ello le entrañara ningún gasto, porque todo correría por cuenta de la fábrica parroquial, la cual pagaría además a la corporación alguna cantidad compensatoria justipreciada por un maestro alarife, a lo que se accedió, dando comienzo las obras en el mes de marzo. Pocos años después, en 1868, este nuevo recinto pasaría a ser ocupado por el grupo escultórico de la Sexta Angustia procedente del extinto convento de los Remedios, y un siglo más tarde, tras la restauración de la parroquia por Rafael Manzano, se colocó allí la Divina Pastora de las Almas, donde permanece, mientras que la escultura de Santa Cecilia se encuentra depositada en la antigua capilla de San Cristóbal, en la nave del evangelio (José Roda Peña, Imágenes de devoción en la parroquia de Santa Ana, en Santa Ana de Triana: Aparato histórico-artístico. Real Parroquia de Santa Ana de Triana. Sevilla, 2016).
     Se trata de un bellísimo y original conjunto escultórico en el que se representa a Santa Cecilia acompañada de un instrumento musical siguiendo su iconografía habitual, realizada entre 1746 y 1755, en estilo rococó, y con unas medidas de 1,02 x 0,98 x 0,38 mts, y atribuida a Cristóbal Ramos.
     La santa aparece sentada en un gran asiento de madera frente al órgano en actitud de tocar éste instrumento. Se encuentra ataviada de forma muy elegante con una larga túnica ceñida a la cintura y muy decorada con motivos vegetales estilizados en los que se incluye la rocalla como elemento decorativo del momento. Sobre ésta una capa de color rojo intenso ornamentada por motivos decorativos dorados. Cubre su cabeza con un tocado dorado que se adapta perfectamente al recogido de su cabello. Con la cabeza altiva, muestra un rostro de mirada sonriente con una actitud muy elegante y serena. Van a destacar sus manos de dedos alargados que se encuentran en actitud de tocar el órgano. Dicho instrumento se sitúa sobre una pequeña mesa de madera con patas en forma de garras, en el que destaca el detallismo en la talla de las diferentes partes de las que consta éste instrumento.
      Se trata por tanto de un elegante conjunto escultórico de formas bellas y delicadas, con ricos detalles en la ornamentación muy propio de la estética rococó (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santa Cecilia, virgen y mártir;
LEYENDA

     Joven patricia procedente de la familia romana Caecilia, cuyo nombre derivaría de caecus, ciego. Con santa Inés, santa Cecilia es la más popular de las mártires romanas.
     En verdad, su Passio, que se remonta a finales del siglo V, es sólo una novela edificante, y su patronazgo sobre la música, que apareció a finales del siglo XV, se funda en un despropósito.
     La mayoría de los rasgos de sus leyenda se copiaron de la Historia de la persecución vándala, de Bernardo de Vite, escrita hacia 486.
     Forzada por sus padres a casarse con Valeriano, en la habitación nupcial ella convirtió a su marido al ideal de la castidad cristiana: el joven se hizo bautizar por el papa san Urbano junto a su hermano Tiburcio, y ambos fueron condenados a muerte.
     Como se negó a ofrecer sacrificios a los dioses, fue condenada a morir aho­gada por el vapor en un caldario (caldarium: sala para tomar baños de vapor) sobrecalentado, pero un rocío celestial la refrescó.
     Entonces un lictor recibió la orden de cortarle la cabeza. Emocionado o torpe, éste le asestó tres mandobles en la nuca sin conseguir que la cabeza se separara del tronco. Como la ley romana prohibía al verdugo seguir golpeando al condenado después de dar tres golpes sin haber terminado con su vida, la santa sobrevivió tres días con el cuello cortado a medias, extendida en la sala de las Termas. Expiró en presencia del papa Urbano y fue sepultada en el cementerio de Calixto.
CULTO
1. Lugares de culto

     El principal centro del culto de santa Cecilia era Roma, naturalmente. Desde el cementerio de San Calixto sus reliquias fueron transferidas en el siglo IX (821) a la basílica de Santa Cecilia del Trastevere, que se edificó sobre el palacio donde ella vivía.
     Su culto se difundió en el norte de Italia: en Bolonia, donde la capilla puesta bajo su advocación en la iglesia de San Giovanni in Monte estaba decorada con el célebre cuadro de altar de Rafael; en Parma, en Verona y en Padua. En Francia, el santuario más célebre de la santa es la catedral de Albi, puesta bajo su advocación, que conservaba en su tesoro un brazo relicario (scrinium S. Caeciliae) donado por el papa Pablo II. Debe admitirse que la dedicatoria no está en armonía con la arquitectura militar de esta iglesia fortaleza, que resultaría más apropiada para san Jorge.
     París, Beauvais y Tours se disputaban la posesión de la cabeza de santa Cecilia. Y puesto que ya había otras dos en Roma, la santa habría tenido al menos cinco cabezas. En la catedral de Cambrai se mostraba su anillo nupcial.
     En el siglo XVI, Carlos de Lorena, obispo de Metz, que era cardenal con el título de Santa Cecilia, difundió su culto en Lorena.
     En Montserrat y Urgell, Cataluña, había conventos puestos bajo la advocación de Santa Cecilia.
     Por último, Alemania también participó en el culto de la mártir romana. Colonia le dedicó una de sus iglesias. La catedral de Hildesheim estaba puesta bajo la advocación de santa Cecilia y sus dos compañeros, Valeriana y Tiburcio. Esta devoción se extendió hasta Mecklemburgo, a orillas del Báltico, y está probada en Güstrow por un relicario de plata y un retablo.
2. Patronazgo de los músicos
     Santa Cecilia está muy lejos de ser tan rica como santa Bárbara en patronazgos corporativos; pero la protección a la música que se le atribuye, en especial a la música religiosa (Música sacra), basta para asegurarle una gran popularidad.
     Además de los músicos, cantores y organistas, es patrona de los fabricantes de órganos e instrumentos de cuerda.
     Aunque lo cierto es que se trata de un patronazgo tardío, puesto que no apareció hasta finales del siglo XV, en las postrimerías del arte de la Edad Media. Y además, tal como lo demostrara en 1732 el abad Lebeuf, y como lo probaron, después de él, el presbítero Delelaye y Dom Quentin, dicho patronazgo reposa en uno o varios despropósitos.
     En la Passio legendaria de santa Cecilia se leía, efectivamente, la siguiente frase: «Cantantibus organis, Caecilia in corde suo soli Domino decantabat, dicens: Fiat cor et corpus meum immaculatum!». Es decir,  mientras se conducía a Cecilia a la casa de su novio el día de su boda, «al son de los instrumentos musicales, ella invocaba en su corazón sólo a Dios, para pedirle la gracia de conservar inmaculados su corazón y su cuerpo».
     Así, si se interpreta correctamente ese fragmento, Cecilia no es músico, no toca el órgano ni otro instrumento cualquiera, sino que cierra los oídos a la marcha nupcial ejecutada en su honor, para concentrar el pensamiento sólo en Dios, e implorar la salvaguarda de su virginidad. Ella habría sido antes melófoba que melómana.
     ¿Cómo es posible que en tales circunstancias se la haya tomado por una amiga de la música? Sin duda porque en la antífona extraída de su Passio, al suprimir las palabras cantatibus organis, y eliminar in corde suo se desnaturalizó el sentido de la frase. Y se acabó por comprender que Cecilia cantaba al son de su instrumento, e incluso que se acompañaba con el órgano. En verdad organa no significa órgano y decantabat debe leerse en sentido figurado. Por lo tanto, la fábula de santa Cecilia músico, y su patronazgo usurpado de la música religiosa tendrían un origen litúrgico. 
   Nunca se la representa entre las santas curadoras, como santa Águeda o santa Apolonia. Sorprende, teniendo en cuenta la desmedida afición de los clérigos a los juegos etimológicos, que no se le haya atribuido, como a santa Clara y santa Lucía, el patronazgo de los ciegos (caeci) y la curación de la ceguera.
3. La renovación del culto de santa Cecilia
     En el último año del siglo XVI se produjo un acontecimiento que dio un nuevo impulso al culto de la santa y que renovó su iconografía.
     Al abrir el féretro donde el papa Pascual I había guardado en 821 las reliquias de santa Cecilia para transportarlas desde el cementerio de Calixto a la basílica del Trastévere, se recuperó intacto el cuerpo de la santa, acosta­da sobre el lado derecho, con la cabeza cortada a medias.
     El papa Clemente VIII quiso que una estatua perpetuase el recuerdo de la macabra visión, y encargó al escultor Stefano Maderno que reprodujese fielmente el espectáculo al que asistiera.
ICONOGRAFÍA
     En su origen, santa Cecilia, como la mayoría de las mártires, no lleva ningún atributo identificatorio. En la catacumba de san Calixto, en Roma, está representada en Orante. Sobre los frisos en mosaico de Rávena, nada la diferencia de las otras santas que avanzan en procesión sosteniendo todas una corona.
     Fue a finales del siglo XV cuando la convirtieron por error en patrona de los músicos, que recibió como atributo un instrumento musical.
     Dicho instrumento es un órgano portátil (Handorgel) o fijo, a causa del texto de la Passio y de la antífona litúrgica: Cantatibus organis que ha sido comprendida de manera disparatada, puesto que organa en latín, significa instrumentos musicales de toda clase.
     Es un órgano lo que le atribuye Rafael en su célebre cuadro de Bolonia pintado en 1516. Pero su ejemplo está muy lejos de haber sido seguido por cuantos le sucedieron, que han puesto en sus manos los más diversos instrumentos: clave (Rubens), arpa (Mignard), laúd (Gentileschi), violín (Cavallino), violoncelo (Dominichino).
     Por otra parte, Cecilia suele olvidar la ejecución de su instrumento para oír la música celestial, con los ojos elevados al cielo, como arrebatada en éxtasis.
     Con frecuencia es un ángel músico quien, sentado a sus pies, ejecuta en su lugar sobre el teclado del órgano, o tañe las cuerdas de un laúd. El angelito algunas veces sirve de pupitre y presenta a la santa un cuaderno de música.
     A falta de instrumento musical, santa Cecilia se caracteriza por la herida que lleva en el cuello, y por una corona de rosas y lirios.
     Su iconografía es mayoritaria y casi exclusivamente italiana (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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