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lunes, 1 de junio de 2020

La Capilla de Scalas, en la Catedral de Santa María de la Sede


     Por amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Capilla de Scalas, en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.     
     Hoy, 1 de junio (cincuenta días despúes del domingo de Resurrección), es la Solemnidad de Pentecostés, día en el que se concluyen los sagrados cincuenta días de la Pascua y se conmemoran, junto con la efusión del Espíritu Santo sobre los discípulos en Jerusalén, los orígnes de la Iglesia y el inicio de la misión apostólica a todas las tribus, lenguas, pueblos y naciones [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
      También se celebra hoy la Memoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, a quien Cristo encomendó sus discípulos para que, perseverando en la oración al Espíritu Santo, cooperaran en el anuncio del Evangelio [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
      Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la Capilla de Scalas, en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla, puesto que el retablo principal de la misma está dedicado a la Pentecostés.
   La Catedral de Santa María de la Sede  [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza del Triunfo, plaza Virgen de los Reyes, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.  
     En la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar la Capilla de Scalas [nº 062 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede]; La capilla de la "Consolación y los doce Apóstoles", recibe el nombre del título episcopal honorífico de su patrono; la misma advocación ha sido denominada de la "Venida del Espíritu Santo"; anteriormente fue de san Felipe y Santiago. Contiene hoy una "Virgen de la Granada", que estaba en la capilla de su nombre, en la aljama, situada probablemente por donde hoy está el altar del Sagrario. Es necesario advertir que esta advocación, "de la Granada", ha estado duplicada y quizás triplicada en el edificio (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
     La Capilla de Scalas es la situada en el lado norte de la Catedral, entre las de Santiago y San Antonio.
      Su advocación es la de Nuestra Señora de Consolación y doce Apóstoles; el nombre por el que es conocida se debe a D. Baltasar del Río, Obispo de Scalas, Arcediano de Niebla y canónigo de la catedral, cuyo cenotafio se halla en este lugar, por haberla dotado munificentemente.
      La estatuaria está distribuida dualmente; el retablo de Pentecostés y el mausoleo del Prelado.
      Sobre una tribuna, se alza dicho retablo marmoreo, compuesto de amplio banco o predella, cuerpo y ático. En el banco se sitúa en relieve la Multiplicación de los panes y los peces, finamente modelado y tallado. El cuerpo del retablo se compone de un gran altorrelieve, representando la escena de Pentecostés en el Cenáculo, interpretada en estancia de profunda perspectiva ricamente decorada, cobijada la Virgen en hornacina avenerada. Dos columnas corintias retalladas flanquean la composición, sosteniendo el entablamento y en sus pedestales se hallan pequeños relieves representando al Obispo genuflexo en oración, en un lado y en el otro, su escudo. El Padre Eterno ocupa el ático, en medio punto, con ángeles a sus lados.
      Bajo la tribuna, el rico catafalco del Obispo, también pétreo, donde yace revestido de Pontifical, con Casulla, Túnica, Tunicela, Mitra y báculo; las manos puestas oracionalmente. Los almohadones, mitra y tira de la casulla, están ornamentados. Bajo el mausoleo, angelitos con escudos. Detrás, en el fondo del paramento, un tondo, con media figura de la Virgen de Consolación con el Niño, en deífica actitud. A derecha e izquierda, San Pedro y San Pablo y unos balaustres.
      Se sabe que el conjunto se colocó en 1539 y aunque la inscripción dice "aquí yace D. Baltasar del Río Obispo de Scalas, Arcediano de Niebla y Canónigo de esta Santa Iglesia de Sevilla", consta que falleció en Roma dos años después, donde está sepultado, residiendo en ella largo tiempo al servicio de Julio II y León X.
      La obra tiene destacado carácter italiano, pudiendo relacionarse con talleres ligures y de los Gazini de Bissone, de los cuales hay espléndidos ejemplares en nuestra ciudad.
        En el muro opuesto encontramos a la Virgen de la Granada. Es un altorrelieve de barro cocido y policromado (azul cobalto el fondo, blanco lechoso las figuras), que representa a la Virgen y Santos, inscritos en un retablo.
      La Virgen, de figura completa, lleva el Niño, sedente en su pierna derecha, a quien ofrece una granada, símbolo de la Redención; y ambos muestran en sus rostros la gravedad propia de la melancolía de la Pasión. La Madonna recibe la corona portada por querubines. A derecha e izquierda, San Francisco de Asís y San Sebastián, en figuras completas, Santo Domingo de Guzmán? y Santa Casilda?.

      En el friso del retablo, cabecitas de ángeles alados y en el tímpano del curvo frontón, una Deesis, con el Cristo, Varón de dolores en el centro, la Virgen y San Juan en latréutica actitud.
      "Es obra admirable", según Guerrero, florentina y del taller cuatrocentista de Andrea della Robbia.
      Procede de la nave de la Granada, pasó a la cripta arzobispal en 1654 y en 1904 se instaló en el sitio actual (José Hernández Díaz,  Retablos y Esculturas, en La Catedral de Sevilla, Ediciones Guadalquivir, 1991).
      En cuanto al arte pictórico de la Capilla de Scalas, comenzaremos por la obra de Sebastián de Llanos Valdés, pintor secundario, pero interesante dentro de la pintura sevillana de la segunda mitad del siglo XVII. Se ignora la fecha de su nacimiento, que puede situarse hacia 1605, probablemente en Sevilla. Su estilo artístico muestra en sus comienzos derivaciones de arte de Zurbarán y posteriormente referencias de Herrera el Viejo, de quien fue discípulo. Su eclecticismo pictórico le llevó también a resumir en su arte referencia procedentes de Murillo y Valdés Leal. Llanos Valdés fue de condición hidalga y por ello dispuso de fortuna propia, por lo que su subsistencia no dependió de su actividad pictórica. Murió en Sevilla en 1677.
      En 1666 firma la Piedad que figura en la Capilla de Scalas, es una obra que puede situarse entre las mejores que realizó este artista. Las figuras están realizadas con un correcto dibujo y por otra parte muestra un sentimiento emocional perfectamente captado y que se refuerza con el tratamiento lumínico de carácter tenebrista que el pintor ha otorgado a la escena.
      También en los muros de la Capilla de Scalas se conserva una magnífica copia de mediados del siglo XVII, que representa a Salomé con la cabeza del Bautista, cuyo original de Rubens se conserva en el Museo de Edimburgo (Enrique Valdivieso González, La pintura en la Catedral de Sevilla. Siglos XVII al XX, en La Catedral de Sevilla, Ediciones Guadalquivir, 1991).
      En el siglo XIX la vidriera experimentó una valoración que determinó que se iniciase su estudio, se emprendieran restauraciones de los principales conjuntos y se volviesen a realizar nuevas obras. Frutos de esta nueva estimación son algunas vidrieras de carácter secundario de la catedral y la de La Venida del Espíritu Santo de la Capilla de Scalas, realizada en 1880 por la Casa Zettler de Munich, sobre un vano alargado, terminado en forma de arco apuntado con unas medidas de 7,00 x 3,25 mts.
      Sobre la Capilla de Scalas en la nave lateral del Evangelio, tenemos una vidriera realizada por Enrique Alemán en 1478, en la que se a un Apóstol?, Santiago el Mayor, San Felipe, Santiago el Menor? o San Judas Tadeo, en cuatro vanos alargados terminados en forma de arco lobulado con sus claraboyas con unas medidas de 7,75 x 3,25 mts. (Víctor Nieto Alcalde, Las vidrieras de la Catedral, en La Catedral de Sevilla, Ed. Guadalquivir. Sevilla, 1991).
      Importante ejemplo de la rejería renacentista en la catedral es la de la Capilla de Scalas, datada en 1564, destacando en ella las labores en chapa de sus coronamientos. Su remate ofrece, a la manera del Árbol de Jessé, la figura de la Virgen rodeada por los apóstoles (Alfredo J. Morales, Artes Aplicadas e Industriales en la Catedral de Sevilla, en La Catedral de Sevilla, Ediciones Guadalquivir, 1991).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de la Solemnidad de Pentecostés:
La Pentecostés 

      Puede parecer ilógico a primera vista incluir la Venida del Espíritu Santo en el cielo de la Glorificación de Cristo, puesto que Cristo está ausente en esta escena, y los Apóstoles se reúnen alrededor de la Virgen.
      Pero es Cristo resucitado quien envía el Espíritu Santo a los apóstoles, y la Virgen, a pesar del lugar que se le atribuye en el centro del grupo, sólo tiene un papel secundario en esta escena de glosolalia, donde ella es la única que se mantiene en silencio. El protagonista invisible es Cristo, quien infunde el Espíritu Santo en los apóstoles, para permitirles hablar todas las lenguas necesarias para la predicación del Evangelio entre los gentiles, aunque no las hayan estudiado nunca.
   Por otra parte, basta leer el Evangelio de san Juan para comprender cuál era el pensamiento de los apóstoles. Jesús les promete que una vez desaparecido de esta tierra, no los dejará huérfanos, sino que les enviará de parte del Padre otro consolador, el Paracleto o el Espíritu de verdad, que estará con ellos eternamente (Juan, 14: 16 y 15: 26). Y en otra conversación que se sitúa después de la Resurrección (20: 21 - 22), vuelve aún más explícitamente acerca de esta  misión: «Como me envió mi Padre, así os envío yo. Diciendo esto, sopló y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.» La misma idea está expresada en el Evangelio de Mateo, a propósito de la predicación de San Juan Bautista  (3: 11): «Yo, cierto, os bautizo en agua con vistas a la penitencia; pero en pos de mí viene otro más fuerte que yo ( ...) él os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego.»
   De manera que es Cristo quien en verdad otorga el Espíritu Santo, y el principal personaje de la Pentecostés; pero no aparece en la escena. Salvo raras excepciones está, como los muertos, presente e invisible.

La Misión encomendada a los apóstoles
   Es por un error de interpretación, en efecto, que Émile Mâle creyó reconocer la Pentecostés en el célebre tímpano del nártex de Vézelay, donde un Cristo gigantesco extiende los brazos y muestra las palmas agujereadas de las que irradia luz que ilumina a los apóstoles.
   No es el único ejemplo del tema en el arte francés del siglo XII. Aparece por primera vez en Borgoña, hacia el 1100, en una miniatura del Leccionario de Cluny (B.N., París) que ha podido inspirar al escultor de Vézelay. Pero no es particular de esa región, puesto que en la misma época se lo encuentra en una miniatura del Sacramentario de Limoges (B.N., París) y en un fresco de la iglesia de Saint Gilles de Montoire (Loir et Cher), donde pueden verse claramente los rayos rojos que brotan de las llagas sangrantes de Cristo, que se fijan sobre las cabezas de los apóstoles.
   El tema representado no es en absoluto la escena que tiene lugar en el cenáculo cincuenta días después de la Pascua, y que es la única que merece, estrictamente, el nombre de Pentecostés; se trata de la Aparición de Cristo resucitado a los apóstoles, quienes reciben de su Señor la misión de evangelizar el mundo.
   La fuente no es el relato de los Hechos de los Apóstoles, sino un pasaje del Evangelio según San Mateo (28: 19), reproducido en el suplemento del Evangelio de Marcos (16: 15), donde Cristo dice a sus discípulos: «Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura (Ite et docete omnes gentes).»

   Las naciones cuya evangelización constituye la misión de los apóstoles, están evocadas de manera pintoresca en el dintel y en los marcos del tímpano de Vézelay, y en las obras similares del siglo XII que son seudos Pentecostés.
   También debe procurarse no confundir con la Pentecostés el Descenso del Espíritu Santo sobre los fieles, tema muy infrecuente, cuyo ejemplo más conocido es una página del Libro de Horas de Étienne Chevalier, de Jean Fouquet.
La Pentecostés propiamente dicha
1. Fuentes e Interpretación
   A diferencia de los temas precedentes, el relato del milagro no está en los Evangelios sino en los Hechos de los Apóstoles (2: 1 - 41).
   «Al cumplirse el día de Pentecostés, estando todos juntos en el lugar, se produjo de repente un ruido proveniente del cielo como el de un viento que sopla impetuosamente, que invadió toda la casa en que residían. Aparecieron, como divididas, lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo; y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según que el Espíritu les otorgaba expresarse.»
   Estupefactos al oír a esos galileos hablar tantos idiomas que les resultaban incomprensibles, los judíos supusieron en principio que se habían embriagado, y que esa súbita glosolalia era el efecto de la borrachera. Pero Pedro replicó que a las nueve de la mañana era demasiado temprano para estar ebrios, y explicó que ese milagro realizaba la profecía de Joel (2: 28): «( ....) derramaré mi espíritu sobre toda carne ( ...)»
   Así, en el origen de la Pentecostés encontramos la consumación de una profecía del Antiguo Testamento. Pero la manifestación del Espíritu en forma de soplo, e incluso de tormenta acompañada de relámpagos, es en verdad una creencia común a todas las sectas espiritistas de la antigüedad y de los tiempos modernos. La llama del relámpago en la lengua hebrea se compara con una lengua de fuego, de allí procede la idea de que el Espíritu Santo se había manifestado por el don de lenguas, y que así había dotado a los apóstoles con las habilidades políglotas indispensables para la evangelización de los gentiles.

   La Pentecostés aparece como la continuación necesaria de la Misión de los apóstoles y el preludio de su acción, que sin ese milagro les habría resultado imposible. Por ello, esta escena inicia lógicamente el relato de los Hechos de los Apóstoles. Por una curiosa inversión de ideas, la Confusión de las lenguas, que en el Génesis se presenta como un castigo del orgullo humano, aquí se convierte en una gracia concedida por el Espíritu Santo.
   En la interpretación prefigurativa de la Biblia, la Venida del Espíritu Santo, que confiere el don de lenguas a los apóstoles, se compara con la Confusión de las lenguas que detiene la construcción de la Torre de Babel.
   El don de lenguas acordado a los apóstoles debe reunir a aquellos a quienes la «torre de la confusión» volviera extranjeros. Por sus esfuerzos se elevará un edificio que sin presunción ni locura podrá pretender subir hasta el cielo, y en lugar de desafiar al Señor, aportará la reconciliación del mundo con su Creador. La nueva torre espiritual de la Gracia ya no será construida, como la de Babel, símbolo de la desmesura y el orgullo humanos, con piedras o ladrillos, sino con las virtudes de Cristo Redentor (non lapidibus, sed de virtutibus Christi).
2. Culto
   La Pentecostés estaba considerada la fiesta colectiva de los apóstoles. Y se celebraba muy especialmente en Saint Sernin de Toulouse, que se jactaba de poseer reliquias del colegio apostólico.
   Además, señalaba la fecha de nacimiento de la Iglesia cristiana (Natale della Chiesa).
   En la Edad Media, en Notre Dame de París y en Saint Jacques la Boucherie, se reconstruía el milagro haciendo descender desde lo alto de la bóveda una paloma y trozos de estopa encendida.
3. Iconografía
   Se distinguen tres tipos principales, con y sin la Virgen.
l. La Pentecostés con la Virgen
   Bizantinos y occidentales coinciden en atribuir a la Virgen el lugar central, aunque no el papel principal.

    El hecho no deja de ser sorprendente, puesto que María, al haber recibido en su persona el Espíritu Santo, el día de la Anunciación, no necesitaba recibirlo una segunda vez, tanto más por cuanto no participaba del apostolado. Además, su presencia no se menciona explícitamente en los Hechos de los Apóstoles.
   La única justificación de esta tradición iconográfica es un pasaje del capítulo que precede al relato de la Pentecostés (Hechos, 1: 13), donde se dice que los apóstoles reunidos en Jerusalén, en el piso alto, es decir, en la habitación principal de la casa, «perseveraban unánimes en la oración con algunas mujeres, con María, la madre de Jesús...». De ello no debe deducirse en modo alguno que la Virgen estuviese con ellos el día de la Pentecostés. Su presencia es una simple suposición que los teólogos admitieron, y que luego se impuso a los artistas, tanto más fácilmente por cuanto éstos tenían la costumbre de representarla en medio de los apóstoles en la escena de la Ascensión.
   Madre adoptiva de San Juan y Reina del cielo, fue considerada muy pronto la reina y la madre espiritual de los doce apóstoles (regina et mater Apostolorum). También puede admitirse que la Virgen sea aquí, como en la escena de la Ascensión, sólo el símbolo de la Iglesia.
   Los apóstoles forman un círculo alrededor de la Virgen que preside la asamblea sin participar en el milagro. Encima de las cabezas planea la paloma del Espíritu Santo, que deja caer sobre ellos una lluvia de pavesas o de lenguas de fuego.
   De inmediato los doce comienzan a hablar todos a la vez, y gesticulan, convirtiendo el cenáculo en una pequeña torre de Babel. Tienen el gesto de alocución, para indicar que están en condiciones de conversar en diversos idiomas.
2. La Pentecostés con los apóstoles solos
   Existen representaciones de la Pentecostés donde los doce apóstoles reunidos en la habitación alta y sobrevolados por la paloma del Espíritu Santo están representados sin la Virgen, cuya presencia no está clara mente señalada en los Hechos de los Apóstoles.

   Además del grupo de los apóstoles deben tenerse en cuenta dos elementos iconográficos importantes: la irradiación del Espíritu Santo y la representación del Mundo, que los apóstoles, convertidos súbitamente en políglotas,  podrán evangelizar.
     1. La irradiación o el don de lenguas
   En las representaciones de la Pentecostés se han empleado, como es natural, los motivos solares o planetarios que ya hemos visto en la iconografía de los Siete Dones del Espíritu Santo.
   El Libro de los Perícopes de la Biblioteca de Munich (siglo XI), simboliza la efusión del Espíritu Santo mediante una rueda inflamada en torno a la cual se agrupan los apóstoles. En la Biblia de Floreffe (siglo XII), los apóstoles están sentados en las molduras inferiores de un enorme disco, y reciben los rayos emitidos por las siete palomas del Espíritu Santo.
   A veces la paloma emisora está reemplazada por la Mano de Dios cuyos dedos separados irradian.
   La inspiración divina generalmente está simbolizada por una lluvia de lenguas de fuego. Muchas veces, esas lenguas inflamadas toman la forma de cintas o cuerdas que descienden sobre la cabeza de cada uno de los apóstoles (Capitel de la Daurade, en Toulouse).

   En ciertas miniaturas bizantinas (Homilías de San Gregorio Nacianceno, B.N., París) se advertirá que el Espíritu Santo no desciende directamente sobre los apóstoles, sino sobre el Trono Venerable (Vacua Sedes, Trono vacío del Juicio Final), donde reposa el libro del Evangelio, y es allí donde rebrotan o rebotan los rayos.
     2. El Cosmos
   Lo que caracteriza a las representaciones bizantinas de la Pentecostés es que los diferentes pueblos que serán evangelizados en sus respectivas lenguas, están personificados colectivamente por la figura del Cosmos, es decir, del mundo con el aspecto de un rey coronado de pie ante la puerta del cenáculo, que tiene en las manos un lienzo con los doce rollos, que corresponden a las predicaciones de los doce misioneros. Esta alegoría del Cosmos, que traduce el pasaje de las Escrituras acerca del Espíritu de Dios llenando el mundo (Spiritus Domini replevit Orbem terrarum), ha permanecido extraña a la iconografía occidental.
   Por error se había creído que ese misterioso personaje representaba al rey David, e incluso al profeta Joel, que hace decir a Yavé (2: 28): «Después de esto derramaré mi espíritu sobre toda carne».
     Catálogo
   Las representaciones de la Pentecostés son numerosas, tanto en el arte paleocristiano (miniaturas y mosaicos) como en el románico y el gótico; pero se multiplicaron sobre todo a finales de la Edad Media, a consecuencia de la fundación de las cofradías del Espíritu Santo, y luego, en el siglo XVI, a causa de la institución de la orden del Espíritu Santo por Enrique III (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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