Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Relicario de San Vicente, en la iglesia de San Vicente, de Sevilla.
Hoy, 22 de enero, Memoria de San Vicente, diácono de Zaragoza y mártir, que durante la persecución bajo el emperador Diocleciano sufrió cárcel, hambre, potro y hierros candentes, hasta que en Valencia, en la Hispania Cartaginense, voló al cielo a recoger el premio del martirio (304) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte el Relicario de San Vicente, en la iglesia de San Vicente, de Sevilla.
La Iglesia de San Vicente [nº 58 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 62 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle San Vicente, en el Barrio de San Vicente del Distrito Casco Antiguo, aunque la entrada habitual al templo suele ser por la calle Cardenal Cisneros, 8.
La iglesia de San Vicente, custodia un Relicario de su titular, pieza anónima del siglo XIX en metal dorado y cristal de roca, se levanta sobre una basa de sección circular decorada con cenefa de florecillas en la parte superior. El astil es de forma abalaustrada con hojas de acanto en el tercio inferior y lanceoladas en los dos tercios superiores. Se remata con capitel de hojas de acanto que sirve de asiento a la caja rectangular cerrada por hojas de cristal. Esta contiene una caja ovalada con las reliquias de San Vicente.
Conozcamos mejor la Leyenda, Culto e Iconografía de San Vicente, diácono y mártir;
LEYENDA
Diácono español nacido en Zaragoza, Aragón, quien habría sido martirizado en Valencia en el año 304, durante la persecución de Diocleciano.
Su Pasión, popularizada por san Agustín y por su compatriota el poeta español Prudencio, es sólo un tratamiento retórico desprovisto de todo fundamento documental, una trama de tópicos hagiográficos.
Para castigarlo por haber asumido la defensa de su obispo Valerio, el procónsul Daciano lo hizo flagelar sobre un potro de tormento, desgarrar con garfios de hierro sobre una cruz de san Andrés y por último asar sobre una parrilla, a la manera del diácono romano san Lorenzo, con este agravante: las barras de la parrilla eran hojas de sierra, y los verdugos espolvoreaban sal sobre las heridas del santo para que las quemaduras le doliesen más. De acuerdo con su panegirista Prudencio, san Vicente de Zaragoza tenía tal sed de martirio, que se lanzó él mismo sobre el lecho de hierro incandescente. Pero su cuerpo no se asó. De acuerdo con san Agustín, debía creerse que las llamas, en lugar de quemarlo, lo endurecían, a la manera en que una masa de arcilla se convierte en un ladrillo refractario.
En medio de sus tormentos, san Vicente desafiaba a su perseguidor: «Lo que te esfuerzas en destruir es un cacharro de arcilla destinado a ser roto; pero no desgarrarás nunca lo que tiene en su interior, el alma sólo sometida a Dios».
Est alter, est intrinsecus,
Violare quem nemo potest
Solique subjectus Deo.
De vuelto a la cárcel, los verdugos lo acostaron sobre un lecho de escombros de arcilla, para que no pudiese descansar.
En la hoguera, finalmente sucumbió. Pero su Passion prosiguió aún después de su muerte.
El cadáver de san Vicente, privado de los honores de la sepultura, fue arrojado a las bestias carroñeras, pero un cuervo gigantesco cegó a los lobos y aves de presa que se disponían a devorarlo.
Entonces Daciano lo hizo coser a una piel de buey y arrojar al mar, en la playa de Valencia, con una piedra de molino sujeta al cuello, para que lo devorasen los peces.
Pero el cuerpo permaneció en la superficie del agua, como si la piedra de molino se hubiese convertido en una boya de corcho, y pudo flotar hasta la orilla donde lo recogieron cristianos que le dieron sepultura.
El origen de todos estos detalles horripilantes o pictóricos es fácil de determinar: la parrilla es, evidentemente, una copia del arsenal empleado en el suplicio del diácono romano san Lorenzo; en cuanto a la muela que se niega a hundirse y a la protección de los despojos de un mártir por un ave, son temas corrientes de la hagiografía popular, donde pueden encontrarse otros ejemplos, como las leyendas de san Floriano de Lors, de san Antolín de Pamiers y de san Estanislao de Cracovia.
CULTO
La universal popularidad de este diácono aragonés, quien habría podido permanecer como un santo local, y que compite con otros dos diáconos del martirologio: san Esteban y san Lorenzo, tiene con qué sorprender. En primer lugar, tal popularidad se explica por la virtud de su nombre de pila, interpretado como símbolo de victoria; y también por las traslaciones de sus reliquias (o de las pertenecientes a sus numerosos homónimos).
Para san Agustín y el poeta Prudencia, Vincentius es sinómino de vencedor, de victorioso: «Ha vencido en medio de los tormentos; ha vencido cuando estaba muerto, antes y después de su defunción». Los hagiógrafos han encontrado argumentos para desarrollar el fácil tema de «Vicente el Invencible».
Lugares de culto
San Vicente había sido inhumado en Valencia. Pero allí fue eclipsado más tarde por otro homónimo, san Vicente Ferrer, quizá porque sus reliquias estaban en otros lugares. Se creía poseer su cuerpo, del cual había tres ejemplares: uno en Gaeta (o Cortona), Italia, el segundo en la abadía francesa de Saint Benoît de Castres, a donde la traslación tuvo lugar en 855, y el tercero en Lisboa, Portugal, a donde las reliquias del santo habrían sido trasladadas en el siglo XII, en 1173.
Para acreditar esta tercera traslación, se contaba que el cuerpo de san Vicente, amenazado por la aproximación de los moros, fue embarcado en Valencia en un navío que zozobró al sur de Portugal, cerca del sagrado promontorio del Algarve, que luego se llamó cabo San Vicente, y que los cuervos, graznando de aflicción, acompañaron los restos del santo, hasta la catedral de Lisboa. Después de este acontecimiento la ciudad de Lisboa adoptó como blasón un navío que lleva en el mástil la imagen de san Vicente con dos cuervos posados, uno en proa, otro en popa. La capital portuguesa mantuvo a dos cuervos, igual que Roma una loba y Berna un oso.
Además de los tres cuerpos enteros de Gaeta, Castres y Lisboa, se consideraba que diversos fragmentos de reliquias del santo diácono pertenecían a otros santuarios. En 542, el rey Childeberto, después de arrebatar la ciudad de Zaragoza a los visigodos, llevó a París el brazo derecho y la estola de san Vicente, y para proteger dichas reliquias hizo edificar un monasterio que más tarde adoptó el nombre de Saint Germain des Prés. El corazón del santo, conservado en un relicario en Dun le Roi, en Berry, fue incinerado por los hugonotes en 1562.
Así se explica la extensión del culto de san Vicente, cuyos principales centros estaban en España: Zaragoza, Valencia y Ávila; en Portugal: Lisboa; en Italia: Milán, y Gaeta (o Cortona); en Suiza: la catedral de Basilea y la colegiata de Berna.
En Francia, además de Castres y París, las abadías benedictinas de Laon, Senlis y Metz, las catedrales de Maçon, Chalon sur Saône, Agen, Grenoble y Viviers, más una iglesia parroquial de Ruán se reclamaban puestas bajo la advocación de san Vicente.
Patronazgos
Si san Vicente es el patrón de los navegantes en Portugal. en Francia está especializado en la protección de los viticultores, a quienes se suman los comerciantes en vinos y los vinagreros. Nada en la leyenda del santo justifica este patronazgo, al que han intentado procurarse diversas explicaciones: si la fecha de su fiesta, fijada el 22 de enero, no corresponde al tiempo de vendimia, sin embargo corresponde a un momento crítico en el cultivo de la vid. Dom Guéranger ofrece una explicación litúrgica: el diácono de Zaragoza habría sido elegido patrón por los viticultore s a causa «del papel que el diácono asume en el sacrificio de la misa: es él quien vierte el vino que pronto se convertirá en sangre de Cristo».
La interpretación, más naturalista, del erudito jesuita Cahier tiene mayores posibilidades de resultar la verdadera: se trataría de un juego de palabras con el nombre Vicente cuya primera sílaba es vino' y su segunda sang (sangre).
En el espíritu de los iletrados el nombre del santo de Zaragoza no evocaba la idea de victoria sino la de vino, la sangre de la vid.
No hizo falta más para que los viticultores de Borgoña y Champaña lo considerasen uno de los suyos. En Chablis existía una cofradía de san Vicente (saint Vincent). Según los refranes populares, cuando el sol brilla el día de su fiesta, que era el elegido para la poda de invierno de los vidueños (corte de los sarmientos), se llegaba a la conclusión que la vendimia de ese año sería abundante.
A la Saint Vincent
Le vin monte au sarment
(En SanVicente, / Al sarmiento el vino asciende)
Saint Vincent clair et beau
Met du vin au tonneau.
(San Vicente guapo y fiel / Ponme vino en el tonel).
E incluso:
Prens garde au jour de Saint Vincent.
Car si ce jour tu vois et sens
Que le soleil est clair et beau,
Nous aurons plus de vin que d'eau
(Atención al día de San Vicente: / Si en esa fecha puedes ver y sientes / Que hay cielo soleado y cristalino, / Tendremos, antes que agua, mucho vino).
Cuando iban a ofrecer un panecillo dorado, una brioche, a su santo patrón, acompañado por una ampolla de vino, los viticultores de Seine et Marne acostumbraban cantar:
Saint Vincent, notre patron,
Protégez nos burgeons
Des brouillards et des glaçons.
(San Vicente, patrón nuestro, / Protege los brotes tiernos / De la niebla y del hielo).
El mártir también era reivindicado por la corporación de los fabricantes de tejas y techadores, porque lo habrían acostado sobre un lecho de cascos de cerámica.
ICONOGRAFÍA
San Vicente está representado como un joven diácono o «levita», de igual manera que san Esteban y san Lorenzo. Está vestido con una dalmática.
Sus atributos son una muela de molino y una parrilla, instrumentos de su Pasión. La parrilla de san Vicente se diferencia de la de san Lorenzo, porque la del primero está erizada de puntas de clavos. La piedra de molino es un atributo que comparte con san Quirino, san Víctor de Marsella y santa Cristina. El cuervo que defiende su cadáver contra las bestias salvajes también está representado en su escudo de armas.
En su calidad de santo patrón de los navegantes, sostiene la maqueta de un barco. A título de patrón de los viticultores, sostiene un racimo de uvas.
En la imaginería popular se lo ve enseñar a los viticultores el arte de cultivar la vid, desde la labranza, poda, floración, hasta la vendimia. «He aquí -les dice- la manera de poder llenar vuestras bodegas.» A veces sostiene unas tijeras o una podadera. Su mano protectora se apoya sobre un cuévano repleto de racimos o sobre un tonel de vino (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Biografía de San Vicente, diácono y mártir;
San Vicente (?, f. s. III – Valencia, p. t. s. IV). Diácono, mártir, santo.
La figura de este santo, diácono del obispo Valero, es conocida por una passio compuesta a finales del siglo IV, pero que, a pesar de su antigüedad, no tiene un gran valor histórico. De estas actas depende el quinto himno del Peristephanon del poeta Prudencio, compuesto entre los años 398-405. En resumen, estos escritos presentan a Vicente como diácono del obispo Valero de Zaragoza, detenido junto con él en la persecución de Diocleciano, el año 303. Llevado con su obispo a Valencia, es cruelmente torturado por el gobernador Daciano, muriendo en la cárcel a consecuencia de los tormentos. Reelaboraciones y amplificaciones posteriores de estos datos lo harán natural de Huesca.
La figura del mártir gozó pronto de una extraordinaria popularidad, debida sin duda al valor literario, que no histórico, de la passio. San Agustín de Hipona (354-430) lo recuerda en varios de sus sermones y por las mismas fechas lo ensalza san Paulino de Nola.
Muchas iglesias, que se disputaban sus reliquias, fueron dedicadas a este santo. Su fiesta se celebra el 22 de enero (Miguel C. Vivancos Gómez, OSB, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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