Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Cristóbal Morales, de Sevilla, dando un paseo por ella.
Hoy, 14 de octubre, es el aniversario del fallecimiento (14 de octubre de 1553) de Cristóbal de Morales, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la calle Cristóbal Morales, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La calle Cristóbal Morales es, en el Callejero Sevillano, una calle que se encuentra en el Barrio del Arenal, en el Distrito Casco Antiguo; y va de la confluencia de las calles Zaragoza, con Carlos Cañal, a la calle Santas Patronas.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta.
También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
En su mayor parte es una calle abierta en lo años 50 de nuestro siglo, con excepción del primer tramo, que en el pasado formó parte de la actual Adolfo Cuéllar y que por consiguiente recibió de modo sucesivo los diferentes nombres que aquélla tuvo: Rosa (plano de Olavide, 1771), Rositas, Miguel Moya (entre 1921 y 1938), en honor del periodista madrileño así llamado, y de nuevo Rositas (actual Adolfo Cuéllar). En 1953 se rotuló con el actual, en homenaje al gran músico sevillano Cristóbal de Morales (n. en 1512), maestro de la polifonía renacentista. Bajo este nombre se integraron el mencionado primer tramo de Adolfo Cuéllar y el nuevo pasaje abierto en la década de 1950, que facilitó la comunicación entre la zona del Arenal y la Plaza Nueva. Es una calle rectilínea, con dos tramos bien diferenciados: el primero más estrecho (hasta Adolfo Cuéllar) y el segundo algo más espacioso y configurado a manera de pasaje con accesos cubiertos. Esto le da apariencia de calle particular, carácter acentuado por su pavimento de cemento, en mal estado. y sus casas unifamiliares y uniformes, de dos plantas, construidas en los años de apertura de la calle. Se ilumina con farolas sobre brazos de fundición adosados a las fachadas. Es un espacio peatonal, exclusivamente residencial y por consiguiente muy tranquilo [Rogelio Reyes Cano, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Conozcamos mejor la Biografía de Cristóbal de Morales, personaje a quien está dedicada esta vía;
Cristóbal de Morales, (Sevilla, c. 1500 – ¿Marchena (Sevilla)?, 4 de septiembre de 1553 - 14 de octubre de 1553). Maestro de capilla, cantor y prolífico compositor.
Sobre la fecha de su nacimiento sólo caben conjeturas. En cambio, Sevilla fue ciertamente su lugar de origen.
Nada se sabe de sus padres y de su familia, salvo la existencia de una hermana a la que asistió en la celebración de sus nupcias por ser huérfana de padres.
Por declaración propia en la carta dedicatoria al duque Cosme de Médicis en su primer libro de misas (Roma, 1544), se sabe que empezó a cultivar la música desde la niñez y que se formó en la disciplina del Quadrivium.
Si su infancia y adolescencia transcurrió en Sevilla, no se tiene constancia de haber prestado algún servicio sea como seise, mozo de coro o adulto cantor. Sevilla era un verdadero emporio de ilustres músicos. Cabe suponer que Morales pudo presenciar el 10 de abril de 1526, los desposorios de Isabel de Portugal y el emperador Carlos I, cuya capilla compuesta por cantores flamencos al frente de su maestro Nicolás Gombert cuidó de la parte musical. Ocasión propicia para un inicio amistoso entre Morales y Gombert, avalado en adelante por una reiterada y personal relación de los dos compositores que publicaron sus obras en consorcio en más de una edición, amén de algunas misas parodias.
Morales no sería un desconocido cuando, el 8 de julio de 1526, fue elegido para el magisterio de Ávila.
Su estancia en ella, sin embargo, duró apenas dos años por haberse trasladado a Plasencia (Cáceres) a inicios de 1528, para ocupar igual cargo. Sin conocer la causa o motivos (enfermedad, temperamento, deudas) la inestabilidad de Morales en las capillas musicales es una constante que se observa en el curso de toda su vida, salvo el decenio que estuvo en la capilla pontificia.
El cambio de Ávila por Plasencia puede suponerse dado el clima más benigno de este lugar y sobre todo por el florecimiento puntual de la música que se vivía, merced al impulso del obispo Gutierre Vargas de Carvajal, mecenas del arte en todas sus manifestaciones, con el regalo añadido de un trato económico más sustancioso. De todo lo acontecido durante su magisterio en Plasencia cabe suponer que Morales dejaría el cargo a últimos de 1535. De su estancia no se conserva composición alguna, hecho que no resulta sintomático si se tiene en cuenta la pérdida en aquella sede de sus códices musicales.
Sigue un período de cuatro años, vacío de datos personales o actividades hasta el 1 de septiembre de 1535 en que Morales se da por aceptado como cantor en la capilla pontificia, después de haber superado el severo examen a que eran sometidos los candidatos. Morales, por sus dotes excepcionales superó todas las pruebas con el aplauso unánime de los examinadores. Por varios supuestos se considera el lustro que transcurre de Plasencia a Roma, Morales lo pasaría en Italia, y más en concreto en Nápoles, sede de artistas y músicos españoles servidores en la Corte del virrey Pedro Álvarez de Toledo, marqués de Villafranca y padre de Leonor de Toledo, casada con el duque Cosme de Médicis, al cual dedicó su primer libro de misas (Roma, 1544). Sobre este particular, conviene retraer que durante todo el siglo xvi con frecuencia los cantores y músicos más famosos de la casa de Nápoles pasaron al servicio del Pontífice o de los Cabildos de las basílicas romanas.
Afianzado Morales en el cargo de cantor pontificio y en activo por el tiempo de dos lustros vivió la experiencia musical más importante y fecunda, sin duda la más provechosa. Precisamente es el período más rico en publicaciones suyas en Europa. En efecto, los editores de música más importantes no cesaron de interesarse por sus obras. Sus motetes aparecen en diversas colecciones, asimismo sus misas en ediciones romanas, venecianas y francesas. Su actuación como cantor va unida a las actividades múltiples del colegio pontificio siempre al servicio exclusivo del Pontífice.
Tales cantores eran conocidos en todo el orbe, seleccionados entre los mejores de Italia, Francia y España; formaban grupos según el timbre de voz a fin de asegurar la sustitución por ausencia. Morales pertenecía al grupo de contraltos y tenores. Entre sus compañeros eran destacados compositores Costanzo Festa, Jacob Arcadelt, Johannes Bonnevin, Carolus d’Argentilly, Ghisiliunus Dankerts y sus connacionales Juan Escribano, Blas Núñez, Juan Sánchez de Tineo, Antonio Calasanz, Pablo Bursano, Bartolomé Escobedo, Pedro Ordóñez y Francisco Montalvo.
Además de los actos culturales cotidianos, destacan las variadas celebraciones que tenían lugar en Roma presididas por el Pontífice. Se recuerda en particular la entrada triunfal y estancia del emperador Carlos V en aquella capital, después de la conquista de Túnez.
Coincidió en los días de Semana Santa, actos en los que el Emperador tomó parte activa, de modo que sus músicos pudieron intercambiar habilidades con los del Papa.
Pablo III en el curso del mencionado decenio (1535-1545) realizó varios viajes fuera de Roma; en ellos siempre iba acompañado de su capilla musical.
Morales estuvo presente por lo menos en tres: el primero fue a Niza (1538) con el fin de lograr la conciliación del Emperador con Francisco I de Francia y preparar el próximo concilio. En tal evento cupo a Morales ser elegido entre tantos distinguidos compositores de las tres capillas para componer la cantata celebrativa Iubilate Deo omnis terra a seis voces. El encuentro de los tres magnates fue en Aigües Mortes, del 4 al 16 de julio, pero la fiesta como tal tuvo lugar en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, el 5 de agosto de 1538, precedida de un triduo de procesiones y cánticos. El segundo fue a Loreto, el 10 de agosto de 1539, sin nada especial que destacar. El tercero a Bolonia-Buseto en marzo de 1543, a fin de reunirse nuevamente con el Emperador.
Los consistorios públicos para la recepción de nuevos cardenales también dieron motivo a fastuosas fiestas públicas con sesiones musicales muy variadas. Uno de ellos fue cuando el duque Alejandro de Médicis, el 20 de diciembre de 1535, recibió el capello; fue acompañado por el embajador de Carlos V, conde de Cifuentes, y de numerosos españoles residentes en Roma.
No con menor solemnidad se celebraron los aniversarios de la coronación del papa Pablo III; el cuarto de ellos (1538) coincidió con la unión matrimonial de su sobrino Octavio Farnesio con Margarita de Parma, hija natural del Emperador, que se celebró con muchos actos fastuosos coronados por un espléndido banquete armonizado con variedad de músicas a cargo de las capillas apostólica y privada del Papa.
El Pontífice obsequiaba frecuentemente con regalos a los miembros de sus capillas; Morales no fue una excepción en más de cinco ocasiones. Además, obtuvo beneficios en varias diócesis españolas, y apenas transcurrido un año de su ingreso en el colegio de cantores, octubre de 1536, Morales recibió les insignias de “Conde del Sacro Palacio y San Juan de Letrán, notario familiar del pontífice”.
Junto a los motetes de tema histórico, Iubilate Deo omnis terra para celebrar la paz de Niza y Gaude et laetare Ferrariensis civitas para solemnizar la elevación a la púrpura cardenalicia de Hipólito d’Este, hijo de Alfonso I de Ferrara y de Lucrecia Borgia está la cantata inédita Tu es vas electionis a seis voces dedicada a Pablo III.
Durante su estancia en Roma, Morales publicó el segundo libro de misas por los hermanos Valerio y Ludovico Dorico. En la carta dedicatoria a Pablo III escribió que el motivo de dedicarle la obra podía favorecer la benevolencia de los buenos y detectar la maldad de los envidiosos, sus rivales que acostumbrados al gusto flamenco o al uso de temas profanos en las composiciones litúrgicas, consideraban exagerado el criterio de su estética musical.
Morales, después del 1 de mayo de 1545, partió de Roma hacia España con un permiso de diez meses, al término del cual ya no regresó. La actuación personal de Morales en Roma fuera del ambiente pontificio sigue siendo desconocida; no figura en los actos de la comunidad española ni en otros, por todo ello y otros datos se confirma en él un temperamento misántropo, acusado de dolencias desconocidas; salud endeble a tenor de las frecuentes ausencias del coro por enfermedad.
Al llegar a España, su lugar de destino no fue Sevilla, su ciudad natal, sino Toledo, por aceptación del magisterio que el Cabildo le había ofrecido, sin previo examen, ni oposiciones al respecto en atención a su fama. En consecuencia, Morales tomó posesión el 1 de septiembre de 1545. Siguieron dos años hasta el 9 de agosto de 1547 en que se advierte que la plaza quedaba vacante por dejación de Morales. Durante este bienio no hubo novedades a destacar, salvo el cuidado especial que Morales el maestro dispensó al joven discípulo Francisco Guerrero, en su perfeccionamiento musical.
A partir de entonces surgen todavía más lagunas en la biografía de Morales. A últimos de 1547, se le sitúa al servicio del duque de Arcos en Sevilla y en Marchena.
Allí convivió con fray Juan Bermudo, ferviente admirador suyo, a tenor de los elogios que le dedica.
El 27 de noviembre de 1551, previa oposición, aparece como maestro de la Catedral de Málaga, cuando por diversas circunstancias vivía un ambiente de tensión entre el Cabildo y la capilla. Nuevamente insatisfecho encontró ocasión propicia para cambiar el puesto por el de Toledo, vacante por dimisión de Andrés de Torrentes. Pero mientras estaba cumpliendo diligencias para ello le sobrevino la muerte. De ello sirve como única referencia el Acta capitular de Málaga de 14 de octubre de 1553, según la cual se sacaba a subasta la casa de Morales “por su fin y muerte”.
Esta lacónica información de la muerte de un maestro de capilla tan insigne y universalmente elogiado —el que más de todos los españoles del siglo— y a la vez ante los permisos obtenidos a tenor de las Actas capitulares: el 13 de junio de 1552, “para ir a su tierra”, y el 14 de junio de 1553, “para ir un poco de camino por necesidad que a ello le forzaba”, conocido el estado enfermizo del maestro que se sentía obligado a cambiar de lugar y de ambiente, dan pie a suponer que la muerte pudiera haberle acontecido fuera de la ciudad de Málaga, sin haber abandonado el magisterio de aquella catedral.
Morales más allá de la técnica que se practicaba en la escuela neerlandesa nunca dejó a un lado la concentración que requiere un texto, a la vez que toma posesión de la intencionalidad de la palabra a fin de imponer su significado. La génesis de su arte hay que buscarla en la austeridad y los principios estéticos de la tradición española. Sus sonoridades son arcaicas en su esencia pero audaces en su proceder. Fue de los primeros en renunciar a la composición de misas sobre melodías cívicas anticipándose a las disposiciones del Concilio de Trento. Morales es un autor de personalidad inconfundible; su principal característica es la claridad y concisión de la forma, auténtico paladín del Renacimiento. En cuanto a la inspiración, es indudable que ninguno de sus contemporáneos logró elevarse a tan alta cumbre de fervor religioso, de piedad conmovedora y de dramatismo desgarrador.
Su talento fue altamente valorado por quienes le conocieron y por los críticos que le han estudiado, en particular Higinio Anglés y Samuel Rubio, cuyos escritos deben consultarse. Basta tener en cuenta el éxito editorial de sus obras y las declaraciones de los teóricos e historiadores de todos los tiempos. Su producción se difundió con rapidez y en el espacio de veinte años vieron la luz unas cuarenta ediciones con obras suyas en diversas ciudades de Italia, España, Alemania, Francia y Países Bajos, éxito que se prolongó muchos años después de su muerte. Como hecho singular por ningún otro igualado es el gran número de veces que sus obras entraron a formar parte de las colecciones antológicas en consorcio con los más famosos del momento. En los “Prólogos” a los volúmenes de sus Opera Omnia a cura de H. Anglés se hace una detallada descripción de todas las publicaciones del maestro compositor, indicando además los lugares donde perviven.
Con referencia a las formas musicales tratadas, en síntesis se observa cómo Morales en las misas sirve de enlace entre el arte flamenco (Josquin) y el romano (Palestrina). Es un excelente referente en la variedad de técnicas que representa. Son en número de veintiuna, dos de las cuales son Pro defunctis. De ellas, once son a cuatro voces, ocho a cinco y dos a seis. Los motetes conocidos y que perviven son noventa y uno, de los cuales tres son a tres voces, cincuenta y uno a cuatro, veinticinco a cinco, once a seis y uno a ocho.
Todos ocupan un lugar en “collectaneas” o sea colecciones de diversos autores. Es en los motetes donde Morales mejor expresa su fervor religioso. Pero la joya más valiosa de toda su producción se descubre en los Magnificat. El éxito que tuvieron tanto en vida del autor como después de su muerte es un hecho insólito, trece son las ediciones impresas entre 1543 a 1619 que se anotan con certeza, amén de otras tres dudosas.
Su razón principal estriba en el intenso gregorianismo que lo impregnan. En realidad la edición maestra de la que se han servido los editores y copistas posteriores es la de Antonio Gardano (Venecia, 1545).
Se acrecientan los enigmas cuando el centro de interés abarca el complejo de las lamentaciones propias de Semana Santa, también de los himnos, que sólo se conservan en copias manuscritas y en libros de tablatura por ser muy codiciados por los vihuelistas españoles del momento. Unas y otros siguen pendientes de publicación.
Resulta prolijo enumerar todas las ediciones y códices manuscritos que perviven en la Península y en el extranjero con obras de Morales.
Prueba de la universalidad de su nombre es el gran número de veces que sus obras entran a formar parte en las colecciones antológicas, no sujetas a patrocinio alguno, en las que figuran los compositores más famosos de entonces, francoflamencos principalmente, como Charles, Jachet, Ruffo, Divitis, Fevin, Galliculus, De la Rue, Piéton, Pipelare, Reiner, Richafort, Verdelot, Gombert, Conseil, Crecquillon, Hesdin, Josquin, Sermisy, Susato, Senfl, Finck, Lupus, Clemens non papa, Manchicourt, Payen, De la Fage y todavía más. En centros tan distintos como Amberes, Augsburgo, Lyon, Milán, Nuremberg, París, Roma, Salamanca, Valladolid, Venecia y Wittenberg. Se recuerda además, la amplia dispersión de copias manuscritas de la música de Morales por España, Italia y México, hecho que demuestra la expansión geográfica de su reputación.
Las primeras composiciones impresas de Morales aparecieron en 1539, dos de ellas en Lyon y una en Venecia (Josep Maria Llorens Cisteró, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Cristóbal Morales, de Sevilla, dando un paseo por ella. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.
Más sobre el Callejero de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario