Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Argote de Molina, de Sevilla, dando un paseo por ella.
Hoy, 20 de octubre, es el aniversario del fallecimiento (20 de octubre de 1596) de Gonzalo Argote de Molina, por lo que hoy es el mejor día para ExplicArte la calle Argote de Molina, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La calle Argote de Molina es, en el Callejero Sevillano, es una vía que se encuentra en los Barrios de la Alfalfa, San Bartolomé, y Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo; y va de la calle Manuel Rojas Marcos, a la calle Conteros.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
El primer tramo, hasta Corral del Rey, pudo formar parte de la calle Alta (Manuel Rojas Marcos) y en el plano de Olavide (1771) figura rotulada como Estrella, aunque pudiera tratarse de un error; el segundo, hasta la confluencia de Estrella, recibía desde el s. XIV el nombre de calle del Marmolejo, o de los Marmolejos, por este linaje que tenía allí sus casas, y en 1662 es sustituido por el que hoy conserva en memoria de Gonzalo Argote de Molina (1548-1598), historiador y humanista sevillano; el siguiente tramo, hasta Placentines, es conocido a comienzos del s. XVI (1502) como calle de los Castellanos, quienes allí deberían estar establecidos, y también como calle de la Cadena; al menos desde 1631 es nombrada como calle del Horno de las Brujas, por uno que allí existía, en el mismo lugar que en el s. XV (1483) se encontraba el Horno del Águila; en 1863 se acordó rotularla del Monte Pío, según se dice, para evitar la confusión con la calle del Horno, frente a la iglesia de San Buenaventura, y en recuerdo de esta institución benéfica que tuvo sus oficinas en esta vía. El último tramo, recibía, al menos desde 1839, el nombre de calle del Ciprés, posiblemente por uno que allí habría. Finalmente, en 1868 todo ellos son unificados toponímicamente bajo la denominación de Argote de Molina.
Es una calle larga, de amplitud variable, trazado irregular, con frecuentes entrantes y salientes, en parte resultado de los proyectos de alineación a los que ha estado sometida (1863, 1899, 1911). Hasta la confluencia de Segovias es una vía muy estrecha, pero que ha soportado un intenso tráfico de carruajes, particularmente el de los que transportaban mercancías desde los muelles a la Alhóndiga, con las consiguientes quejas del vecindario, atropellos y peticiones de que se cerrara al tráfico rodado. Desde la confluencia de Segovias es sensiblemente más ancha y rectilínea, quizás relacionado con una temprana operación de ensanche realizada en la primera mitad del s. XVIII y a los proyectos de alineación ya mencionados. Conserva una estrecha barreduela entre los núms. 24 y 30, en cuyo fondo se encuentra instalado un típico restaurante, que podría ser la antigua barreduela del Águila. Confluyen, por los pares, Estrella, y por los impares, Corral del Rey y Segovias, y es cruzada por Bamberg y Placentines. Hay noticias de su empedrado en 1631 y 1640, reiteradas peticiones de que se embaldose a mediados del s. XIX, y se adoquina en la primera década de la presente centuria, procediéndose asimismo a la construcción de las aceras entre 1903 y 1912. Actualmente se conserva la calzada de adoquines a comienzos de la vía, en un tramo de escaso tránsito, y el resto ha sido cubierto con asfalto, posee aceras de losetas de cemento, de desigual anchura, en función de la amplitud de la calle y se ilumina mediante farolas sobre brazos de fundición adosados a las fachadas.
A. Palacio Valdés decía de ella que "... está habitada, en general, por familias bien acomodadas, a juzgar por los suntuosos patios que a derecha e izquierda se ven a través de las cancelas" (La hermana San Sulpicio). En buena medida continúan predominando en su caserío, sobre todo en el tramo más angosto, estas casas de patio sevillanas, habiéndose producido en unos pocos casos su sustitución por bloques de pisos de reciente construcción; en la zona más próxima a Placentines se levantan algunas casas de escalera de principios de esta centuria, varias de ellas deshabitadas. Son de destacar las casas núms. 13 y 22, ambas del s. XVIII, de dos plantas y ático con vanos de medio punto, bien conservadas, así como las núms. 17 y 30, también del XVIII, pero en lamentable estado de abandono y semirruina. Vía céntrica, ha cumplido de forma predominante una función residencial para clases acomodadas y ocasionalmente han tenido allí su establecimiento algunas instituciones, como el Monte de Piedad a mediados del siglo pasado, el vice-consulado de Honduras hacia 1873, o un colegio de los jesuitas en las mismas fechas. Actualmente, la distinta amplitud de uno y otro tramo de la vía condiciona su funcionalidad: el más estrecho cumple casi de forma exclusiva una función residencial, en cambio en el segundo se sitúan algunos comercios y bares, estos últimos particularmente animados en las horas nocturnas. En la esquina de Placentines estuvo durante mucho tiempo situado un comercio de alimentación, anunciado por una reproducción de grandes dimensiones de una pieza de bacalao, que dio origen a que se la conociera, aún después de desaparecer comercio y anuncio, como "la esquina del bacalao". Esta misma esquina cobra particular animación durante la Semana Santa al ser punto obligado de contemplación de muchas de las cofradías a su salida de la Catedral.
En la casa núm. 13 vivió el poeta Cortines Murube, la misma en la que en 1924 el Ateneo de Sevilla hizo colocar una lápida de azulejos en homenaje a Palacio Valdés, su novela La Hermana San Sulpicio y la protagonista de la misma que allí vivía. También allí situó Muñoz y Pabón el comercio del judío Isacar en el s. XV:
"Rico comerciante de sedas
Y perfume de la Arabia
En el Horno de las Brujas
Tiene Isacar vieja casa
Donde vende sus perfumes
Y de sedas tiene fábricas"
(Menudencias épicas, 1897) [Josefina Cruz Villalón, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Argote de Molina, 9. Casa de tres plantas, las dos superiores avitoladas, del siglo XVIII. La portada iba resaltada sobre medias pilastras toscanas, y sobre ella un balcón rematado por frontón recto.
Argote de Molina, 13. Casa de dos plantas y ático, del siglo XVIII.
Argote de Molina, 17. Casa situada en la esquina de calle Segovias, con fachada de dos plantas rematadas por el mirador del ángulo, con dos arcos sobre columnas en cada frente, enmarcados por pilastras pareadas. Una vez cruzado el apeadero, donde se conserva una puerta de casetones, se llega al patio con arquerías sobre columnas en ambas plantas, de arcos semicirculares la inferior y rebajados la superior, todos inscritos en alfices. Es interesante el capitel situado en el arranque de la escalera. Se conservan varios artesonados, entre ellos el de la galería del patio, el del escritorio y el de tirantas de la planta principal.
Argote de Molina, 22. Casa del siglo XVIII, de dos plantas y ático con vanos de medio punto separados por pilastras toscanas. La fachada del segundo cuerpo está avitolada.
Argote de Molina, 28. En este número hay que reseñar los azulejos de la escalera.
Argote de Molina, 30. Casa del siglo XVIII, de dos plantas y entresuelo en la crujía de fachada, que está dividida en calles por pilastras pareadas. En uno de los extremos se encuentra la portada, que consta de dos cuerpos, el inferior con pilastras toscanas de fuste avitolado y moldura quebrada, enmarcando el vano de la puerta; en la superior, pilastras jónicas y frontón triangular. El patio, con arquerías sobre columnas en las dos plantas, posee una interesante colección de capiteles [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Conozcamos mejor la Biografía de Gonzalo Argote de Molina, personaje a quien está dedicada esta vía;
Gonzalo Argote de Molina, Conde de Lanzarote. (Sevilla, c. 1551 – Las Palmas de Gran Canaria, Las Palmas, 20 de octubre de 1596). Genealogista, historiador, poeta y bibliófilo.
Fue hijo de Francisco de Molina, jurado de Sevilla, cuyos ascendientes por línea paterna se llamaron, según unas informaciones genealógicas, Castro y Argote, mientras que, según otras, habrían usado los apellidos de Zatico de Molina. El mismo biografiado, en las cartas dirigidas a Zurita que conserva la Real Academia de la Historia, firma en 1574 como Gonzalo Zatico de Molina, en 1575 como Gonzalo de Molina y, finalmente, en 1577, como Gonzalo Argote de Molina. Su madre, Isabel Ortiz, pertenecía también a una familia sevillana distinguida e hidalga, aunque no hay uniformidad en los apellidos de los padres de esta señora.
Diego Ortiz de Zúñiga, el autor de los conocidos Anales, les llama Juan Ortiz y Francisca Messía de Mendoza, pero en el testamento del mencionado Francisco de Molina aparecen como Juan Ortiz de Medinilla y Francisca Mejías y Carrillo.
Gonzalo fue el mayor de ocho hermanos, que se llamaron, según el testamento de su padre: Leonor de Molina, esposa del señor de Villanueva; Francisca Mejías, casada con Juan de Morales; María de Molina, mujer de Juan Domingo de Tudela; Rufina Argote de Molina, esposa del licenciado Hernán López de Cárdenas, cuyo hijo heredó y dejó perder la mayor parte de los manuscritos de su tío Gonzalo; Isabel; Jerónima y Juan Mejías, ciego, quizá de nacimiento.
Gonzalo Argote de Molina dejó escrito un epitafio autobiográfico, para que su hijo lo hiciese poner en la capilla que había restaurado en la iglesia sevillana de Santiago el Viejo, cuyo patronato adquirió en 1586.
En este texto, del que se guarda copia en la colección Salazar de la Real Academia de la Historia, después de asegurar que desciende por varón de “Hernán Martínez de Argote, señor de Lucena y Espejo, Alcaide de los Donceles”, relata los hechos de armas en que intervino en su más temprana juventud.
Dice que se halló en la conquista del Peñón de la Gomera, en 1564, “de edad de quince años”. De aquí dedujeron algunos que Gonzalo habría nacido a fines de 1548 o en 1549, pero Francisco Pacheco, el suegro de Velázquez, que le trató en Sevilla, escribe en 1599, en su Libro de descripción de verdaderos retratos, que Gonzalo tenía entonces trece años. Concuerda con una declaración del propio Argote ante la Inquisición de Canarias, que dice ser “de edad de cuarenta y dos años poco más o menos” en abril de 1593; y también con otra información practicada en 1569, en la que varios testigos declaran que su edad era de dieciocho años. La fecha de fines de 1551 (o principios de 1552) aparece, pues, como la más probable para el nacimiento de Gonzalo Argote de Molina, acaecido en la collación de Santiago y, según parece, en los edificios conocidos todavía como Corral del Conde.
Continúa escribiendo Argote en el mencionado epitafio que en el siguiente año, que sería el de 1565, le nombró el Rey alférez mayor de la milicia de Andalucía.
Con este cargo sirvió a las órdenes de don Juan de Austria en las galeras de la Liga contra el Turco y después, en 1569, bajo el mando de Sancho de Leyva y sin sueldo, en la vigilancia de las costas de Granada durante la sublevación de los moriscos, para impedir los desembarcos que se temían, como escribe Cabrera de Córdoba. Gonzalo Argote de Molina fue uno de los doce caballeros que eligió la ciudad de Sevilla, de la que era jurado su padre, para servir al Rey a su costa con veinte lanzas en la guerra de Navarra.
Por estos servicios, le nombró Felipe II, en 1578, provincial de la Santa Hermandad en Sevilla y su tierra, cargo que reportaba emolumentos importantes y voz y voto en el cabildo sevillano, por lo que éste se opuso inicialmente al nombramiento. Con las gentes de la Santa Hermandad limpió de malhechores las sierras de Jerez y Ronda, apresando a cuarenta y cinco “salteadores escopeteros”, según cuenta Argote en un memorial.
Al mismo tiempo que participaba en estas actividades de carácter militar, cultivaba con asiduidad y acierto sus inclinaciones a los libros y a las cosas bellas y curiosas, como otros espíritus selectos de su tiempo.
Cuenta Francisco Pacheco que logró reunir Argote en su casa de la sevillana calle de Francos “(con buena elección a mucha costa suya) un famoso museo, juntando raros i peregrinos libros de Istorias impresas y de mano, luzidos i extraordinarios Cavallos de linda raça i vario pelo i una gran copia de Armas Antiguas i Modernas, que entre diferentes cabeças de animales, i famosas pinturas de Fábulas i Retratos de insignes Ombres, de mano de Alonso Sánchez Coello, hazian maravillosa correspondencia”. Tal fama alcanzó, que acudió disfrazado a visitarlo Felipe II durante su estancia en Sevilla en el año 1570. Pero entonces no estaban allí todavía las obras de Alonso Sánchez Coello, pues fue el año siguiente cuando le encargó Argote quince retratos de reyes y reinas de Castilla.
En 1574 había terminado la primera de sus obras (impresas), la edición de El Conde Lucanor, que salió de las prensas en Sevilla en el siguiente año. El libro contiene además una Vida del excelentissimo principe Don Iuan Manuel y el primer trabajo genealógico de Argote, titulado Principio y succession de la real casa de los Manueles, donde describe la numerosa descendencia de los cinco hijos de don Juan Manuel por todas las líneas de varón y de hembra. Añade un Discurso sobre la poesía castellana y un glosario de términos antiguos con sus equivalencias.
Anterior parece ser, de 1572, su Aparato para la historia de Sevilla, del que se conservan varias copias manuscritas.
Probablemente se trata de un borrador o proyecto de obra que después llegaría a tener una redacción más amplia.
Desde estos años hasta el de 1585, cuando marcha a Canarias, transcurre la etapa más fecunda de la vida de Argote en cuanto a sus trabajos históricos y genealógicos.
Hubo de preparar por entonces sus obras más importantes y que requirieron mayor esfuerzo de investigación: Nobleza del Andalucía, Elogios de los conquistadores de Sevilla, además de las que aparecieron en 1582 y se cita más abajo. Para componer estas obras no se limitó Argote a estudiar los libros que poseía, sino que recogió noticias en muy diversos lugares con esfuerzo, perseverancia, inteligencia y espíritu crítico. Él mismo lo cuenta al comienzo de Nobleza del Andalucía: “Pues aviendo visto los archivos y sepulchros de casi toda España. Y aviendo veinte años que junto papeles. Y venido a mis manos todos los originales antiguos de estos Reynos, y particularmente los que su Magestad tiene en su real libreria de San Lorenço el Real [...]”. Y en una de las cartas dirigidas a Zurita escribe: “Yo fui a Úbeda y Baeza y Jaén y Andújar y me recibieron muy bien, y me mostraron los archivos; saqué traslado de todos los privilegios y cartas de los reyes y aún me entregaron algunos libros del cabildo, [...] donde he hallado cosas escogidísimas y muy nuevas”. Para estas búsquedas, había obtenido una orden de Felipe II para que se le franqueasen todos los archivos del reino de Jaén. Por esto, probablemente, dice al comienzo de Nobleza del Andalucía que había tomado a su cargo, con orden de Su Majestad, “escrevir el principio de la fundacion de las ciudades, villas y lugares del Andaluzia, y la sucession de los Linajes nobles, que las poblaron”.
Compuso también Argote algunas poesías; las que hoy se conocen son “elogios”, contenidos en sus obras, dedicados a sus amigos Pedro de Aguilar y el doctor Monardes, a sus maestros Ambrosio de Morales y Jerónimo de Chaves, a Fernando III el Santo y a Alfonso el Sabio.
Las acciones militares, las investigaciones genealógicas e históricas, las tareas literarias, la atención a su museo y biblioteca, todavía dejaban tiempo a Argote para transacciones comerciales. Se sabe, por ejemplo, que en 1582 era dueño del navío San Antonio y que efectuaba operaciones económicas diversas (obligaciones, compraventas, préstamos, comisiones...) con los condes de Lanzarote. Esta relación comercial dio origen a su casamiento.
En 1582 hizo imprimir Argote en Sevilla otra de sus ediciones de antiguos autores, con el título de Historia del gran Tamorlan e itinerario y enarracion del viage y relacion de la Embaxada que Ruy Gonçalez de Clavijo le hizo [...] Comprende el libro dos relatos de la vida del Gran Tamorlán, debidos a Pero Mexía y a Paulo Jovio. Añade Argote de su pluma un Discurso sobre el itinerario seguido por Clavijo.
En este mismo año dio a las prensas, igualmente en Sevilla, la tercera de estas ediciones, el Libro de la monteria que mando escrevir el muy alto y muy poderoso Rey Don Alonso de Castilla; aparte de una Egloga pastoril compuesta por Gómez de Tapia, incluye la edición un Discurso sobre la obra del que es autor Argote.
Hecho trascendental en la vida de Argote fue su matrimonio con Constanza de Herrera y Rojas, celebrado en Lanzarote, con singulares regocijos y fiestas públicas, el día de Santiago del año 1586. Era la novia hija natural legitimada de Agustín de Herrera y Rojas, primer conde de Lanzarote (1567) y primer marqués luego de la misma denominación (1584). No tenía éste descendencia legítima de su esposa, sino sólo dos hijas, habidas en Bernardina de Cabrera, dama casada con un genovés. De las dos, prefirió a la menor, Constanza, la esposa de Argote, “por ser hija más cierta”.
Todos los biógrafos concuerdan en atribuir este casamiento de Argote, ya de edad para entonces madura, a un deseo de ascenso social, deseo que dejan ver bien claramente los títulos que se atribuyó en diferentes etapas de su vida, algunos de escasa consistencia, como “señor de la Torre de Gil de Olid” (1579), “señor de la Torre de Don Jofre” o “señor de Daganzuelo” (1596). En el epitafio antes mencionado recoge, en cambio, otros honores y titulaciones más sólidas, como las de “veinticuatro” de Sevilla, nombre que se daba a los regidores perpetuos de designación real, y las de gentilhombre del rey de Polonia, copero del rey de Hungría y factor del rey de Portugal don Sebastián. Este último cargo hubo de reportarle importantes beneficios económicos, pues había de gestionar todas las compras destinadas a las plazas portuguesas del continente africano. La legítima aspiración de Argote al ascenso social concuerda perfectamente, por otra parte, con su dedicación al estudio de los linajes nobles y su aprecio de la excelencia y la belleza.
En 1585 Argote marcha a Canarias para preparar su boda, por lo que traspasó el cargo de Provincial de la Santa Hermandad en Sevilla, por un plazo de cinco años, a Pedro Rodríguez de Herrera, pariente quizá de los condes de Lanzarote. No se sabe cuál era la dote de Constanza; se ha dicho que su padre, ya marqués de Lanzarote, le habría dado el condado, con la jurisdicción alta y baja, oficios, rentas y territorios de este estado señorial. Ningún documento prueba la legalidad de tal donación, si es que existió, pero Gonzalo Argote de Molina se tituló efectivamente conde de Lanzarote, después de su casamiento, en numerosas ocasiones. Pensaba acaso que el título de conde no había cesado, sustituido por el de marqués, dos años antes, en 1584. El título aplicado a Argote aparece en el tratado que concluyó con el capitán general de Argel a poco de su boda, en las dedicatorias de la obra Nobleza del Andalucía, en el pie del retrato grabado por Matías de Arteaga que guarda la Biblioteca Nacional e incluso en documentos relativos a su hijo y hermanas, ya después de fallecido.
Si el título condal llenó las aspiraciones de Argote, muy pronto comenzaron las desdichas que este enlace le acarreó. Como él escribe en el epitafio tantas veces citado, “[l]uego que me case vino Moratarraez Visrrey de Argel con armada del gran Turco y del Xarife sobre aquella Isla”. El desembarco en Lanzarote tuvo lugar el día 30 de julio, cinco días después de la boda.
Argote hubo de organizar la defensa del castillo, resistiendo el ataque en la cueva de Haria, pero fueron hechas cautivas su esposa y la del marqués. Las capturas y las varias muertes por ambos lados no impedían la cortesía. Argote envió a Morath Arráez seis “turcos” que había hecho prisioneros después de matar a otro “vestidos con marlotas de tela de oro”. Por ello, Morath le hizo llegar con un cristiano una saeta de su propio arco como prenda de seguro. Acudió Argote solo a la galera del asaltante el 18 de agosto y concluyó un notable tratado el día 22, por el que rescataba a la marquesa, a la condesa y a veinte cristianos por el precio de 20.000 ducados, de los que 11.000 correspondían a la condesa y los veinte cristianos. Éstos los pagó al contado “en dinero y joyas de oro y preseas de su recamara y ruanes y otras cosas”, según se explica en el propio tratado de paz. Para el rescate de la marquesa anticipó Argote además 572.500 maravedís y por el resto dio el marqués en rehén a su hermano. Permaneció después algún tiempo en las islas, donde adquirió fincas y mucho ganado y regresó a Sevilla con el encargo de su suegro de tratar con unos mercaderes la financiación del importe del rescate del cautivo que quedaba.
En Sevilla, el día 20 de enero de 1588 se otorga la escritura que da por terminada y liquidada la cesión temporal del cargo de provincial de la Santa Hermandad.
Poco después se concluye la impresión de la primera parte de Nobleza del Andalucía; la dedicatoria, que firma “El conde de Lanzarote y Provincial”, lleva la fecha de 1 de abril. Ésta es la obra de Argote más importante y más divulgada. La edición comprende sólo la primera parte (cuatro libros) del plan previsto para la obra completa. A esta primera parte, dedicada al obispado de Jaén, habían de seguir otras, dedicadas a los de Córdoba y Sevilla, que nunca se dieron a la imprenta ni consta que Argote las terminase, al menos la última. De la edición dijo Montoto que “constituye un alarde de tipografía”, enriquecida con un mapa de Jaén y más de quinientos escudos de armas grabados en madera. Advierte Argote que los presenta “terciados a la Balona, imitando a los libros del cardenal Othon”. Se refiere a la obra en tres volúmenes dedicada al cardenal de Santa Balbina, obispo de Augsburgo, que pertenecieron a Felipe II y se guardan en el monasterio del Escorial, de los que poseía copia, según parece, en su biblioteca sevillana.
Pero este mismo año de 1588 preparaba su regreso a Canarias, pues solicita de Felipe II poder ejercer allí temporalmente el cargo de provincial a cambio de servirle en la armada contra Inglaterra con un barco de 200 toneladas equipado a su costa. En el siguiente año parte, en efecto, para Canarias, después de renunciar al cargo. Ya no volvió a la Península, lo que supuso la definitiva interrupción de sus trabajos literarios e históricos.
En Canarias tuvo graves enfrentamientos con su suegro por cuestiones económicas, por no haber cumplido el marqués ciertos ofrecimientos y lo estipulado sobre el pago de la cantidad de casi siete cuentos de maravedís que adeudaba a Argote. Las diferencias se agravaron por el fallecimiento de Constanza y el nacimiento de un hijo varón del segundo matrimonio del marqués. De 1591 a 1594 aparece en varios procesos de la Inquisición, en unos como acusado y en otros como testigo. Intervino en la defensa de las islas contra el corsario Drake en octubre de 1595 y murió el día 20 del mismo mes del año siguiente. Al otro día, el cabildo de la catedral de Las Palmas acordó dar sepultura en la capilla mayor “al provincial Argote de Molina, que falleció; conforme a la calidad de su persona, en el mejor lugar della”. Los tres hijos de Argote: Agustín de Herrera, Alonso de Saavedra e Isabel de Mendoza, volvieron a Sevilla junto a una de sus tías y murieron de corta edad “de una enfermedad pestilente” (Faustino Menéndez Pidal de Navascués, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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La calle Argote de Molina, en detalle:
Placa con escritura musulmana en fachada edificio calle Argote de Molina, 5
Edificio calle Argote de Molina, 9
Edificio calle Argote de Molina, 13
Placa conmemorativa Armando Palacio Valdés
Azulejo conmemorativo Armando Palacio Valdés
Azulejo Santas Justa y Rufina en fachada edificio calle Argote de Molina, 16
Edificio calle Argote de Molina, 22
Edificio calle Argote de Molina, 28
Placa con escudo de la ciudad de Sevilla
Azulejo Esperanza Macarena
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