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domingo, 17 de diciembre de 2023

La Ópera "La Estrella de Sevilla", ambientada en Sevilla, de Hippolyte Lucas, y Michael William Balfe

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la ópera "La Estrella de Sevilla", ambientada en Sevilla, de Hippolyte Lucas, y Michael William Balfe.
     Hoy, 17 de diciembre, es el aniversario del estreno (17 de diciembre de 1845) de la ópera "La Estrella de Sevilla", en el Teatro de la Ópera, de París (Francia), así que hoy es el mejor día para ExplicArte la ópera "La Estrella de Sevilla", ambientada en Sevilla, con libreto de Hyppolyte Lucas, y música de Michael William Balfe.
     Michael William Balfe (Dublín, 1808 - Rowney Abbey, Hertfordshire, 1870) es un compositor que merece ser recuperado en las programaciones de cualquier teatro o festival de ópera. Comienza su formación musical en violín y piano de manos de su padre. De joven amplía estudios como barítono en Italia. Siguiendo la moda de la época, así como la necesidad de proyectar su trabajo en París, capital europea de la Música en el siglo XIX, se traslada a dicha ciudad, donde es presentado a Rossini. Después del éxito de su ópera The Bohemian Girl (1843), que conoció más de cien representaciones en la época de su estreno en Londres, Balfe escoge la lengua francesa para una obra que marca su aportación a la grand-opéra. A partir de un libreto de Hippolyte Lucas, escribe L’Étoile de Séville. Esta ópera trata un tema histórico español que adquiere trascendencia literaria desde el siglo XVII hasta el XIX con La Estrella de Sevilla de Andrés de Claramonte, Sancho Ortiz de las Roelas de Cándido María Trigueros y La Estrella de Sevilla de Juan Eugenio Hartzenbusch; además, Adelardo López de Ayala escribió un libreto para la zarzuela La Estrella de Madrid, con música de Emilio Arrieta. El tema trasciende fronteras y llega a Francia con Pierre Lebrun y Le Cid d’Andalousie; de ahí pasó a la ópera de Balfe y Lucas.
     Un primer acercamiento a la partitura y al libreto de L’Étoile de Séville (1845) sirve para situar la obra como una proyección de la grand-opéra, según el modelo de Meyerbeer, en la segunda mitad del siglo. Estas son sus características generales:
        - La temática es histórica: se presenta la figura del rey Sancho IV El Bravo, hijo del rey Alfonso X El Sabio;
        - Su protagonista es un personaje heroico: Sancho Ortiz de las Roelas, llamado El Cid de Andalucía;
        - Trata un tema universal y trágico: el abuso de poder;
        - Tiene una base literaria: la tragedia La Estrella de Sevilla, de Andrés de Claramonte;
        - Se organiza en torno a diversas situaciones: la de la pareja protagonista (Sancho y Estrella) y su contrapunto (el rey), la de una pareja secundaria (Zaïda y Pedro), y la de Bustos Tavera, víctima inocente de los ardides del rey tirano para conseguir los favores de Estrelle, supuesta hija de Bustos;
        - Presenta intervenciones corales no muy numerosas, pero sí amplias, y en general de gran impacto sonoro y dramático;
        - Incorpora un largo ballet en los actos I y III, que no parece tener demasiada justificación escénica.
     El tratamiento de la melodía vocal resulta sorprendente: encontramos ecos del refinamiento que caracteriza a la mélodie o canción francesa de concierto en algunos cromatismos y giros melódicos junto a un estilo que, en líneas generales, se acerca al belcantismo italiano, conocido por Balfe desde su doble faceta de cantante (barítono) y compositor. Estos temas, caracterizados por su elegancia y fluidez melódica, se encuentran en pasajes vocales y orquestales. La romanza de Sancho «Desde hace dos años,
cerca de Estrella», inserta en el dúo con Bustos del primer acto, es un ejemplo.
     En el segundo acto tenemos la exótica canción morisca que entona Zaïda, la dama de compañía y esclava morisca de Estrella: «Soy una joven mora». Por su perfil melódico-rítmico se asemeja a la mélodie francesa.    
              La romanza de Estrella «Ya sabes qué tormento, qué disgustos levanta» es una muestra del estilo belcantista. La melodía muestra también algunos saltos, como sextas (mayores y menores) y quintas, con evidente función expresiva.
     Está escrita en re bemol mayor y en matiz piano, detalles que sugieren la atmósfera gris que envuelve a Estrella. La indicación Larghetto cantabile y el sutil y fluido acompañamiento orquestal apoyan la presencia del estilo belcantista. Este mismo tema se escucha en el momento final de la ópera, con indicaciones de tempo, dinámica y carácter bien distintas: Allegro moderato grandioso en matiz forte. Lo interpretan los solistas y el coro en la tonalidad de mi bemol mayor (un color más luminoso, para subrayar el final feliz): «¡Sí, el cielo escuchará al fin la plegaria y sobre nosotros bajará el perdón de un padre!».
     Volvemos a la romanza de Estrella. Su breve cabaletta «¡Pero apareces tú!… ¡y ya no hay temor!» contiene algunos arabescos que enriquecen el perfil melódico.
     La cavatina «¡Oh, dulce cuna de mi infancia!», perteneciente al primer acto, también cumple los requisitos que hemos mencionado. Es una melodía elegante y de amplio aliento, interpretada por el rey como un canto de amor a su ciudad natal, que lo recibe con alegría. Según estas características, no parece posible calificar a este personaje como villano.
     El tema A de la obertura también está escrito en estilo belcantista. Después de una introducción, se presenta este tema y su desarrollo sobre un sencillo acompañamiento.
     Este mismo tema se escucha en el dúo final de Estrella y Sancho con tempo y carácter distintos: un Allegro moderato grandioso. Ella presenta la frase «¡Tu mano en la mía! ¡Tu corazón en el mío!» y después lo interpretan ambos al unísono.
     Vamos a comentar la presencia del recitativo. No es algo nuevo; se había utilizado en el Barroco, en el Clasicismo y a principios del siglo XIX con Rossini. Generalmente precedía a un aria. Si bien en un primer momento se acompañaba con el clave como único elemento de soporte armónico (recitativo secco), en L’Étoile de Séville (y en otras óperas románticas) aparece tratado orquestalmente (recitativo accompagnato), subrayando algunos momentos a solo y también como marco de algunos pasajes dialogados. Balfe combina el tradicional acompañamiento acórdico junto con pasajes melodramáticos que introducen o subrayan situaciones. Esta idea será recogida por compositores como Gounod en su Faust. El elemento melodramático, presente en obras anteriores de Balfe como The Bohemian Girl, es una característica interesante dentro de la construcción musical de la obra. L’Étoile de Séville presenta recitativos con largas introducciones orquestales, que se asocian a situaciones en el contexto dramático, además de los entreactos en los actos II y IV.
     El coro no destaca por su constante presencia en escena. Sus intervenciones ponen de relieve la importancia que adquiere dentro del proceso dramático. Enmarca la acción en el acto primero, ya que aparece al principio y al final del mismo. Un brillante número inicial, «Bella Sevilla», de gran efecto por su ritmo vivo y su intensidad, presenta la alegría del pueblo sevillano ante la inminente llegada del rey.
     El coro se presenta en diversas ocasiones en función concertante: en las escenas finales de los actos I y III (nº 7 y nº 18) y en dos escenas del acto IV: el sexteto con coro (nº 20) y una breve intervención en la escena final de la ópera.
     En el número que abre el acto tercero, «Nunca una fiesta igual», interviene en función de comentarista, como en la tragedia griega, y también participa de la acción. Asume una función concertante al final del acto: «¡A seguiros estamos dispuestos!», en el que se involucra en la acción dramática en el momento culminante de la ópera: la muerte de Bustos.
     Después de unas breves intervenciones en la segunda escena del cuarto acto, una vez más forma parte de un concertante: «A su extremo dolor». La parte coral presenta, en líneas generales, sonoridades impactantes que compensan, por su carácter y personalidad, el escaso número de intervenciones a lo largo de la obra. En diversas ocasiones debe subir a la región aguda. Por estas características musicales y por la teatralidad de algunas intervenciones corales nos encontramos con un elemento importante en el conjunto de la ópera.
     En el aspecto formal contamos con algunos números vocales exentos; en muchas ocasiones están unidos a otros, lo que le da continuidad dramática a la obra, o bien insertos en números más largos. Anotamos algunos ejemplos:
     Nº 3 - Recitativo y Dúo de Bustos y Sancho: en el dúo se inserta una romanza (así se recoge en el libreto y figura separada en la partitura) que, en realidad, forma parte del dúo. Consta de tres secciones: las dos primeras son interpretadas por Sancho y la tercera por Bustos. Enlaza con un pasaje a dúo.
      Nº 5-6 - Pas de trois (5) / Escena en medio del ballet - final del divertimento (6): breve escena recitativo entre el rey y Arias inserto en el ballet.
        Nº 9 - Dúo de Estrella y Sancho: Estrelle entona su romanza en medio del dúo, y entre sus dos secciones encontramos un recitativo de Sancho.
     Abundan las formas binaria (AB) y ternaria (ABA, ABC); también aparece la forma estrófica (AA). Balfe estructura los diferentes números basándose en el contraste de temas y combinando parámetros como el tempo, el compás, la tonalidad y el carácter de la música. Gracias a ello consigue variedad sin perder el criterio de unidad estructural.
     Aunque la ópera está dividida en cuatro actos, al ver la partitura comprobamos que no es así.
     Los actos impares tienen su colofón en sendos concertantes que se enlazan con entreactos orquestales (situados al principio de los actos pares) y sugieren continuidad; más allá de un corte o pausa, que restaría intensidad dramática a la ópera. De esta manera, Balfe propone la división del espectáculo en dos partes, con lo que se acorta y aligera la duración del mismo. Esta práctica es habitual en las producciones de ópera en nuestros días; independientemente del número de actos, con los medios
técnicos actuales resulta cómodo y práctico realizar los cambios de escena con rapidez, incluso a la vista del público, por lo que se suele realizar un solo descanso. De esta manera, la duración del espectáculo es mucho menor y se mantiene la tensión dramática.
     Como teatro que es, no debemos olvidar la estructura escénica de la ópera. Siguiendo la tradicional construcción tripartita del proceso dramático, dividido en exposición, nudo y desenlace, observamos que L’Étoile de Séville cumple con la preceptiva clásica. Resulta sencillo comprobarlo si comparamos la estructura interna de la acción dramática con la estructura externa de la obra (división en actos):
            Exposición: Actos I y II - Presentación de los personajes y de la tragedia
            Elementos temáticos: Rey (pasión), Sancho (honor)
            Acto I: Plaza principal de Sevilla, preparada para la entrada del rey (cuatro escenas)
            Acto II, primera parte: Habitación de Estrella (dos escenas)
            Acto II, segunda parte: Jardín del castillo de Busto (tres escenas)
            Pausa
            Nudo o punto culminante: Acto III - Acciones que conducen al hecho trágico: Muerte de Bustos
            Acto III, primera parte: Gran sala de baile en el palacio del rey (tres escenas)
            Acto III, segunda parte: Paisaje a orillas del Guadalquivir,
            Pórtico de una capilla (cuatro escenas)
            Desenlace: Acto IV - Tragedia mitigada (anagnórisis de Estrella) y final feliz: unión de los amantes
            Acto IV: Sala en el palacio del rey
            Al fondo, una balaustrada que da a un precipicio (cuatro escenas)
     A la luz del esquema anterior vemos la conexión entre ambas estructuras y comprendemos la continuidad dramática del espectáculo. Los actos I y II presentan a los personajes y, al mismo tiempo, sirven para ordenar los elementos temáticos sobre los que articula esta ópera: en primer lugar, el rey es víctima de una pasión (el deseo carnal por Estrella); en segundo lugar, Sancho es víctima de su sentido del honor, ya que debe hacer lo que le ordena el rey: debe matar a Bustos, que le ha impedido acceder a la alcoba de Estrella. A lo largo del acto III caminamos hacia el nudo. La muerte de Bustos es un hecho trágico que inicialmente condiciona el desenlace, presentado en el acto IV: no es posible la unión entre Sancho y Estrella. Ante una situación límite, –el suicidio de los amantes como posibilidad de unión en la otra vida– aparece una solución inesperada: el rey desvela el auténtico origen de Estrella. No es hija de Bustos, sino del rey Alfonso, fruto de un amor prohibido, con lo que se hace posible la unión de los amantes. De esta manera, la tragedia se ve mitigada y la figura del rey no queda tan envilecida. La fatalidad del rey Alfonso se proyecta en su hijo, pero solventa el amor entre Sancho y Estrella.
     Observamos también una simetría en la construcción del libreto y su relación con los espacios escénicos. Mientras que los actos extremos tienen lugar en un solo escenario, los centrales presentan una división bipartita. Lucas, de esta manera, ofrece una organización lógica del proceso dramático, al conseguir acelerar la presentación del héroe y el villano en el primer acto, así como la solución de la tragedia en el acto cuarto, ambos divididos en cuatro escenas. Los actos centrales (presentación de la protagonista femenina y de la tragedia, tensión creciente hacia el clímax de la obra con la muerte de Bustos) aparecen más desarrollados; ambos están divididos en dos partes o cuadros (según el lenguaje operístico) y contienen, respectivamente, cinco y siete escenas.
     L’Étoile de Séville recoge influencias del belcantismo italiano, pero también aporta muchas de las características que definen a la grand-opéra francesa. Puede considerarse un producto suavizado si lo comparamos con las óperas paradigmáticas (cuatro actos en lugar de cinco, ausencia de efectos escénicos, presencia moderada del coro). Con estas matizaciones, es posible afirmar que la ópera de Balfe y Lucas pertenece al subgénero de la grand-opéra francesa. Surge en la década de los cuarenta del siglo XIX, en la llamada Primera Edad de Oro del género.
     En el aspecto estructural, los autores unifican la idea de dividir la ópera en cuatro actos con la clásica construcción tripartita (exposición, nudo y desenlace); al mismo tiempo, con la ubicación de sendos entreactos al principio de los actos pares y la consiguiente articulación del espectáculo músico-teatral en dos partes, proponen una concepción nueva del espectáculo operístico, con lo que se demuestra que la división externa de la ópera y la preceptiva clásica no están reñidas con una visión moderna, que tiene su proyección en producciones actuales de óperas de repertorio.
     Por último, con la composición de L’Étoile de Séville, Balfe y Lucas contribuyen al desarrollo de la ópera como espectáculo, aportando elementos como la continuidad del discurso teatral. Balfe, por su parte, se sirve de diversos fragmentos orquestales con función melodramática, lo que ayuda a la imbricación del elemento musical en el espectáculo teatral en sí. Ambos detalles permiten que el género evolucione hacia lo que sería la creación del drama wagneriano (Julián José Pérez Fernández, L’Étoile de Séville de Michael William Balfe: una grand-opéra en la Francia decimonónica).
Personajes:
    Don Sancho, “Cid de Andalucía”, tenor.
    Doña Estrella, hija de don Bustos, mezzosoprano.
    Zaida, esclava morisca, sirviente de Estrella y amante de Pedro, soprano.
    El rey Sancho IV El Bravo, barítono.
    Pedro, amante de Zaida, tenor.
    Don Arias, confidente del rey, bajo.
    Don Bustos, padre de Estrella y regidor de Sevilla, tenor.
    Gómez, confidente de Bustos, bajo.
    Alcaldes, pajes del rey, valido de don Bustos, cortesanos, soldados, pueblo.
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