Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "David proclamado rey", de Abraham Willaerts, en el Palacio Arzobispal, de Sevilla.
Hoy, 29 de diciembre, Fiesta de la Sagrada Familia (domingo que cae entre la Octava de Navidad -25 de diciembre al 1 de enero-, o el 30 de diciembre, si no hay un domingo entre estos dos días), Jesús, María y José, desde la que se proponen santísimos ejemplos a las familias cristianas y se invocan los auxilios oportunos, y también la Conmemoración de San David, rey y profeta, hijo de Jesé betlehemita, que encontró gracia ante Dios y fue ungido con el santo óleo por el profeta Samuel para regir el pueblo de Israel. Trasladó a la ciudad de Jerusalén el carca del señor, y Dios le juró que su descendencia permanecería para siempre, porque de él nacería Jesucristo según la carne [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy para ExplicArte la pintura "David proclamado rey", de Abraham Willaerts, en el Palacio Arzobispal, de Sevilla.
Y que mejor día que hoy para ExplicArte la pintura "David proclamado rey", de Abraham Willaerts, en el Palacio Arzobispal, de Sevilla.
El Palacio Arzobispal [nº 5 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 5 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la plaza de la Virgen de los Reyes, 1, en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
En una de sus estancias, encontramos este óleo sobre lienzo, obra barroca de Abraham Willaerts en 1661, con unas medidas de 2,64 x 2,24 m. Es una obra pictórica en la que se representa un episodio de la vida de David, basada en el pasaje del segundo libro de Samuel 5,1, en el cual las tribus de Israel aclaman a David como rey.
La composición la centra la figura de David sobre un caballo blanco. Viste armadura con casco, le acompañan otras figuras también montadas a caballo, que se encuentran de espaldas al espectador en un magnífico escorzo. Alrededor de los caballeros aparece una multitud de personas aclamándoles, entre los que destacan los que se sitúan en un primer plano, que se arrodillan ante David extendiendo sus brazos hacia él. Son figuras de dibujo muy marcado, donde las expresiones son algo monótonas y con falta de identidad. Al fondo se desarrolla un paisaje de ruinas arquitectónicas que da una mayor profundidad a la escena. Se utiliza una paleta monócroma y oscura centrándose la intensidad lumínica sobre la figura del protagonista.
Se trata de una obra que sigue la corriente ecléctica y academicista que siguieron algunos pintores holandeses durante la segunda mitad del siglo XVII (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
La composición la centra la figura de David sobre un caballo blanco. Viste armadura con casco, le acompañan otras figuras también montadas a caballo, que se encuentran de espaldas al espectador en un magnífico escorzo. Alrededor de los caballeros aparece una multitud de personas aclamándoles, entre los que destacan los que se sitúan en un primer plano, que se arrodillan ante David extendiendo sus brazos hacia él. Son figuras de dibujo muy marcado, donde las expresiones son algo monótonas y con falta de identidad. Al fondo se desarrolla un paisaje de ruinas arquitectónicas que da una mayor profundidad a la escena. Se utiliza una paleta monócroma y oscura centrándose la intensidad lumínica sobre la figura del protagonista.
Se trata de una obra que sigue la corriente ecléctica y academicista que siguieron algunos pintores holandeses durante la segunda mitad del siglo XVII (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Leyenda, Culto e Iconografía del rey David;
Sus atributos son la honda que usó para dejar sin sentido a Goliat, la espada que empleó para decapitarlo y el arpa que tañía para calmar los ataques de nervios de Saúl. Es patrón de los músicos .
La iconografía de David, segundo rey de Israel, es excepcionalmente rica y resulta fácil comprender por qué.
Hemos visto que todo en la Biblia está «referido» a Cristo. En la medida en que los personajes del Antiguo Testamento anuncian al Mesías, interesan a los teólogos y en consecuencia a los artistas cristianos.
Ahora bien, David, desde este punto de vista, es un privilegiado. No es sólo una de las prefiguraciones del Salvador, como Sansón, sino también su antepasado directo.
De acuerdo con la genealogía consignada al principio del Evangelio de Mateo, es, en efecto, hijo de Jesé (lsaí), raíz viva del árbol genealógico cuya rama más alta lleva como florón a la Virgen y a Cristo.
Numerosos episodios de su historia se han puesto en paralelo con la vida de Jesús. Sus victorias contra el león y contra Goliat anuncian la victoria de Cristo contra Satán.
«Así como David ha sido sacado de su condición de pastor para recibir el reino -escribe Hugo de San Víctor-, Cristo ha salido de su hogar judío para reinar sobre las naciones. Como David ha matado al filisteo Goliat, Cristo ha vencido a Satán.» Su regreso triunfal presagia la Entrada en Jerusalén; su lapidación por Simei, el Escarnio. Los tres guerreros que le llevan agua de la cisterna de Belén prefigurarán la Adoración de los Magos.
Agreguemos que David, el rey arpista, es el presunto autor del Libro de los Salmos (Tehillim). Se le ha atribuido esta colección de cánticos de la Sinagoga porque tenía reputación de poeta músico. A ese título, su lugar está subrayado en las ilustraciones de todos los Salterios. Patrón de los músicos y de los cantores, se lo representa de buena gana sobre los postigos y paneles de órgano. Su vida, llena de incidentes novelescos que no siempre resultan edificantes, interesa tanto al arte narrativo como al figurativo, y por ello ha seguido inspirando al arte cristiano después de la Edad Media, cuando el punto de vista pictórico y humano reemplazó al didáctico y apologético.
Los artistas de la Edad Media y del Renacimiento concibieron a David con dos características muy diferentes. El primer tipo es el juvenil e imberbe: el joven pastor vencedor de Goliat. El segundo tipo es el del rey salmista, provecto y barbudo, que toca el arpa o la cítara. Además, David aparece también como profeta y como valeroso (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
La iconografía de David, segundo rey de Israel, es excepcionalmente rica y resulta fácil comprender por qué.
Hemos visto que todo en la Biblia está «referido» a Cristo. En la medida en que los personajes del Antiguo Testamento anuncian al Mesías, interesan a los teólogos y en consecuencia a los artistas cristianos.
Ahora bien, David, desde este punto de vista, es un privilegiado. No es sólo una de las prefiguraciones del Salvador, como Sansón, sino también su antepasado directo.
De acuerdo con la genealogía consignada al principio del Evangelio de Mateo, es, en efecto, hijo de Jesé (lsaí), raíz viva del árbol genealógico cuya rama más alta lleva como florón a la Virgen y a Cristo.
Numerosos episodios de su historia se han puesto en paralelo con la vida de Jesús. Sus victorias contra el león y contra Goliat anuncian la victoria de Cristo contra Satán.
«Así como David ha sido sacado de su condición de pastor para recibir el reino -escribe Hugo de San Víctor-, Cristo ha salido de su hogar judío para reinar sobre las naciones. Como David ha matado al filisteo Goliat, Cristo ha vencido a Satán.» Su regreso triunfal presagia la Entrada en Jerusalén; su lapidación por Simei, el Escarnio. Los tres guerreros que le llevan agua de la cisterna de Belén prefigurarán la Adoración de los Magos.
Agreguemos que David, el rey arpista, es el presunto autor del Libro de los Salmos (Tehillim). Se le ha atribuido esta colección de cánticos de la Sinagoga porque tenía reputación de poeta músico. A ese título, su lugar está subrayado en las ilustraciones de todos los Salterios. Patrón de los músicos y de los cantores, se lo representa de buena gana sobre los postigos y paneles de órgano. Su vida, llena de incidentes novelescos que no siempre resultan edificantes, interesa tanto al arte narrativo como al figurativo, y por ello ha seguido inspirando al arte cristiano después de la Edad Media, cuando el punto de vista pictórico y humano reemplazó al didáctico y apologético.
Los artistas de la Edad Media y del Renacimiento concibieron a David con dos características muy diferentes. El primer tipo es el juvenil e imberbe: el joven pastor vencedor de Goliat. El segundo tipo es el del rey salmista, provecto y barbudo, que toca el arpa o la cítara. Además, David aparece también como profeta y como valeroso (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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