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jueves, 12 de marzo de 2020

La Capilla de San Gregorio en la Catedral de Santa María de la Sede


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Capilla de San Gregorio en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.        
   Hoy, 12 de marzo, en Roma, en la basílica de San Pedro, sepultura de San Gregorio I, papa, de sobrenombre "Magno", cuya memoria se celebra el día tres de septiembre, aniversario de su ordenación (604) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la Capilla de San Gregorio en la Catedral de Santa María de la Sede, de Sevilla.
    La Catedral de Santa María de la Sede  [nº 1 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 1 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la avenida de la Constitución, 13; con portadas secundarias a las calles Fray Ceferino González, plaza Virgen de los Reyes, y calle Alemanes (aunque la visita cultural se efectúa por la Puerta de San Cristóbal, o del Príncipe, en la calle Fray Ceferino González, s/n, siendo la salida por la Puerta del Perdón, en la calle Alemanes); en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.  
   En la Catedral de Santa María de la Sede, podemos contemplar la Capilla de San Gregorio [nº 018 en el plano oficial de la Catedral de Santa María de la Sede], en el lado del del Evangelio del exterior del Coro; ámbito que no ha sufrido modificaciones en su denominación (Alfonso Jiménez Martín, Cartografía de la Montaña hueca; Notas sobre los planos históricos de la catedral de Sevilla. Sevilla, 1997).
   El lado del evangelio del exterior del coro aparece formado por dos capillas con la fachada decorada con esculturas en alabastro (Santas Eulalia, Margarita, Casilda, Catalina de Alejandría, Bárbara, Úrsula, Águeda, Lucía, Justa, Rufina, María Magdalena y una santa mártir por identificar). Ambas presentan portadas constituidas por arcos carpaneles con las enjutas decoradas por tondos y que quedan separadas por un pilar de trazas góticas a modo de parteluz. En los extremos también figuran dos pilares con hornacinas y definidos por una típica decoración gótica a base de formas forales y doseletes, así como esculturas de apóstoles y evangelistas (Felipe, Santiago el Mayor, Judas Tadeo, Pablo, Tomás, Andrés, Bartolomé, Santiago el Menor, Pedro y Juan Evangelista). El conjunto remata en un pequeño friso ornamentado con hojarasca entrelazada con niños y animales de diferente composición.
   La Capilla la preside la imagen de San Gregorio Magno, talla de 1,85 x 0,93 x 0,70 m, realizada por Manuel García de Santiago en madera policromada, de cuerpo entero y posición frontal, aparece vestido con túnica decorada con motivos forales, alba de cierto movimiento lateral, estola y capa pluvial ornamentada con figuras de santos. La cabeza muestra los rasgos de un hombre joven que dirige la mirada al frente y tocado con tiara papal. Su brazo izquierdo elevado sujeta una pluma y el izquierdo, que recoge el vuelo de la capa, sostiene un libro abierto mientras que sobre su hombro derecho vuela el Espíritu Santo en forma de paloma (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

   Una de las cuatro capillas que se alojan en los costados del Coro, las llamadas de los Alabastros, está dedicada a San Gregorio Magno. Aunque tradicionalmente se le atribuyen a Diego de Riaño, no se construyeron en la misma época. La que nos ocupa, la Capilla de San Gregorio, junto a la de la Virgen de la Estrella se encuentra en el lado del Evangelio y es de estilo renacentista, siendo diseñadas ambas por Diego de Riaño en 1523, mientras que las de la Encarnación y de la Inmaculada Concepción (en el lado de la Epístola y de estilo gótico) se atribuyen a Juan Gil de Hontañón.
   En ellas pueden establecerse dos fases constructivas. La primera puede atribuirse a Juan Gil de Hontañón, habida cuenta de la estrecha relación que presentan con las capillas de la nave contraria. La segunda se debe a Diego de Riaño, quien replanteó en profundidad la obra de su predecesor. A Juan Gil corresponden las embocaduras y muros adyacentes de las capillas, cuyos elementos estructurales y decorativos son plenamente góticos. A Riaño se debe la articulación y ornamentación interior, de naturaleza renacentista. Confirmación del cambio efectuado por este último arquitecto sobre lo proyectado por su antecesor parece ser el acuerdo capitular de 4 de julio  de 1529, en que se decidió que las capillas "començadas a fazer de alabastro que se acaben de alabastro... e (se) siga el pareçer de Riaño maestro mayor". Para continuar la construcción de las mismas el arquitecto se trasladó a las canteras jiennenses de Torre del Campo, en donde, en compañía del cantero Juan Picardo, localizó la veta adecuada y concertó con los canteros la cantidad y el precio de la piedra necesaria. Para tratar de los asuntos relativos a la traída del alabastro, el Cabildo acordó, en su reunión de 9 de junio de 1529, comisionar al licenciado Diego de Ribera y al obispo de Scalas, don Baltasar del Río. Estos no debían estar seguros del material procedente de Jaén y aconsejaron surtirse del extraído en Tortosa, sobre el que ya se tenía confianza, por haberse empleado en las capillas de la nave de la epístola. Su informe se presentó en la reunión del 5 de julio de 1530 y tras su aceptación recibieron del Cabildo plenos poderes en lo referente a los gastos que la obra ocasionase. Dos meses más tarde el obispo de Scalas entabló negociaciones con el mercader Pedro Forcadel para que se encargase del alabastro, entregándole 150 ducados. Mientras que el cargamento procedente de Tortosa llegaba a la obra, las capillas se continuaron con el alabastro extraído de las canteras de Torre del Campo. Tarea importante fue en este momento la construcción de la escalera que, paredaña con la Capilla de la Virgen de la Estrella, permitía el acceso desde el trascoro a las tribunas de los órganos.
   A finales de noviembre empezaron a cargar en el puerto de Tortosa las naves que traerían el alabastro hasta Sevilla. Ante la posibilidad de que tan preciado cargamento no llegase a su destino por el peligro "que ay en los mares así de moros como de turcos e otras personas", el canónigo Diego de Ribera propuso hacerle un seguro. Sin embargo, los capitulares sevillano no creyeron necesarias tales medidas precautorias, señalando que sería suficiente encomendarse "a Dios e a su gloria Madre". Lamentablemente tan piadosa actitud no fue suficiente y, como se verá, originaría inesperados y cuantiosos gastos al Cabildo.

   En los primeros meses de 1531 el ritmo de la obra y el material acumulado para la misma era considerable. Se precisaba ya de un personal cualificado para labrarlo. Por lo que parece, Sevilla carecía de él. Debido a ello el maestro mayor Diego de Riaño envió a dos peones de la obra a "Salamanca y Valladolid y Segovia, Peñafiel y Granada y Córdoba" a buscar maestros que viniesen a labrar el alabastro para las capillas. La búsqueda por estas localidades fue provechosa. Procedente de Granada llegó el entallador de origen francés Nicolás de León, quien debió comenzar su tarea de inmediato, pues el 30 de junio del citado año 1531 se acordó entregarle 24 ducados como primer tercio de su trabajo. Este se concretó en la realización "delas ymagines de las virgines", es decir, santas mártires, que en número de doce decoran el intradós de los arcos de ingreso a las citadas capillas.
   Mientras se labraban dichas imágenes un lamentable suceso vino a enturbiar el hasta entonces feliz proceso de construcción. Uno de los barcos que transportaba el alabastro encalló en uno arrecifes próximos a Rota. Tras recibir la noticia del naufragio, el Cabildo envió al lugar del accidente el aparejador Martín de Gainza, con el fin de estudiar las condiciones en que se había producido y la posibilidad de salvar algo del alabastro. Afortunadamente una parte de la carga pudo ser rescatada, trasladándose con posterioridad a Sevilla.

   A comienzos de 1532 la construcción de las capillas debía estar casi finalizada. Por un acuerdo capitular de 9 de marzo se encomendó a varios canónigos que viesen las imágenes que faltaban en los nichos de las mismas para encargarlas al maestro. Estas y otras tareas de menos envergadura debían estar concluidas en septiembre, pues el día 10 de este mes se ordenó solar las capillas y atender a los retablos que podían construirse. Asimismo se acordó investigar quienes habían estado enterrados en las capillas paras devolverlos a sus antiguos enterramientos.
   En junio de 1533 el canónigo Herrera solicitó al Cabildo que le fuese entregada una de las capillas de alabastro, a cambio de una renta de 5.000 maravedís, de la dotación de una capellanía y de la realización de una reja, retablo y ornamentos pertinentes. La petición fue estudiada en la sesión del 12 de julio e informada negativamente, en tanto que las capillas no se hubiesen puesto "enperfeción". Esta última cita indica que la obra estaba aun falta de algunos detalles. los cuales posiblemente se concluirían en el mismo año, es decir, en vida de Diego de Riaño.
   La obra efectuada por este arquitecto en el interior de las mencionadas capillas contrasta fuertemente con el aspecto externo de las mismas, debido a Juan Gil. Así mientras uno es claramente renacentista, el otro corresponde plenamente a la estética gótica. Naturaleza clásica poseen el orden de balaustres que articula los paramentos interiores y los motivos de grutescos que recubren algunos elementos estructurales. Origen gótico presentan, por el contrario, los pilares, baquetones, cresterías y ornamentos de los muros exteriores. A mitad de camino entre los dos hay que situar las bóvedas nervadas, pues aunque aparentemente corresponden a una solución típicamente gótica, la verdad es que estructural y mecánicamente obedecen a una obra renacentista. De hecho, los nervios carecen de razón de ser, funcionando ambas bóvedas como auténticas vaídas, en las que dichos elementos tienen el mismo carácter ornamental que los serafines y florones que figuran en la plementería. En realidad, el abovedamiento de estas capillas es un paso más en el proceso de transformaciones que sufrió el modo de concebir y estructurar la cubierta de los edificios españoles desde finales del siglo XV.
   De gran interés es la presencia de las trompas aveneradas en que se apoyan las bóvedas de estas capillas. Generalmente aquellas se utilizan como elemento de transición entre la planta cuadrada y la ochavada o circular. Sin embargo, en el caso presente, se trata de un espacio rectangular en el que no es posible efectuar una transición de tales características. Por consiguiente, hay que considerar la presencia de tales elementos desde otra perspectiva, atribuyéndoles bien un afán decorativista o un sentido experimentador. De ambas posibilidades la más acertada parece la segunda, pues tales elementos se repiten en la Sacristía de los Cálices y en la Sacristía Mayor. Por ello deben considerarse estas trompas como un precedente, a la vez que un ensayo, de las incorporadas al abovedamiento de dichas sacristías. Tal vez si el arquitecto no hubiese estado limitado en su actuación por la obra previa de Juan Gil y si no existiesen las tribunas de órganos podría haber proyectado un tipo de cubierta más claramente renacentista. Es interesante resaltar que uniendo ambas capillas por sus embocaduras el espacio resultante es un cuadrado, en el que las trompas ocuparían los ángulos, lo que permitiría efectuar la transición al círculo. Es decir, se estaría en condiciones de ofrecer la solución adoptada en la Sacristía Mayor.

   Con respecto a ciertos elementos estructurales y decorativos del interior de las capillas hay que señalar su semejanza con otras obras de Riaño. Así, los querubines y ménsulas que ocupan el friso son repetición de los que figuran en el dintel de las puertas del Apeadero y Antecabildo del Ayuntamiento sevillano. De igual forma, los esquemas compositivos de las credencias y alacenas que se abren en los muros de ambas capillas son similares a los que configuran las ventanas del citado Apeadero. Asimismo, los querubines y florones que decoran la plementería de las bóvedas coinciden con los empleados en el abovedamiento de las mencionadas salas de las Casas Capitulares. Se comprueba con ello la gran unidad estilística de las obras de Diego de Riaño (Teodoro Falcón Márquez, El edificio gótico; Alfredo J. Morales, La Arquitectura en los siglos XVI, XVII y XVIII en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, Sevilla. 1991).
   San Gregorio es la imagen titular de su Capilla, en la parte septentrional del coro, en la zona del Alabastro.
   La imagen, revestida de pontifical, con Tiara y Pluvial, es obra de Manuel García de Santiago y su fecha, el comedio del siglo XVIII (José Hernández Díaz, Retablos y esculturas de la Catedral de Sevilla en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, Sevilla. 1991).
   Cierra la Capilla una reja del siglo XVII, realizada en 1650 por Marcos de la Cruz. Sus elementos estructurales son un trasunto de la paredaña de la Virgen de la Estrella, realizada en 1568, e incluso las figuras de ángeles sobre la puerta y en el coronamiento intentan imitar las de la Capilla de la Estrella. Sin embargo, es notorio que que la obra de Marcos de la Cruz es algo más torpe (Alfredo J. Morales, Artes aplicadas e Industriales en la Catedral en La Catedral de Sevilla. Ediciones Guadalquivir, Sevilla. 1991).
Conozcamos mejor la Vida, Culto e Iconografía de San Gregorio "Magno"
   La biografía de de Gregorio Magno fue escrita en el siglo VIII por Pablo Diácono, y la popularizó Santiago de Vorágine en el siglo XIII, en la Leyenda Dorada. La suya, que repite la de Edipo (se habría casado con su madre), fue narrada en la Edad Media por el poeta alemán Hartmann von Aue, de acuerdo con un modelo francés, y en nuestros días por el novelista alemán Thomas Mann (El elegido).
   Nació en Roma hacia 540 y era hijo de Santa Silvia. Se retiró de la vida mundana después de la muerte de su madre, y transformó el palacio de su familia, sobre el monte Coelius, en un monasterio benedictino, donde profesó y del cual llegó a ser abad. Elegido papa contra su voluntad, en 590, murió en 604.
   Escribió numerosas obras, las Homilías sobre Ezequiel, el Liber regulae pastoralis o Pastoral, los Libri morales o Moralia (Expositio in librum beati Job), los Diálogos que tuvieron tanto éxito que los griegos, para diferenciar al papa Gregorio de sus numerosos homónimos, lo motejaron el Díalogos. Por último, codificó las oraciones y los cánticos de la misa en el Sacramentario y el Antifonario.
CULTO
   San Gregorio fue enterrado en la Basílica Vaticana. Más tarde, se le dedicó en Roma la basílica de San Gregorio Magno.
   Su cabeza fue transportada por San Gebardo a la abadía de Petershausen, cerca de Constanza.
   En 1831, el papa Gregorio XVI instituyó la orden de San Gregorio Magno. Es patrón de los sabios a causa de su erudición; de los músicos, de los chantres y de los niños de coro a causa del canto gregoriano.
   Se lo invocaba contra la peste que padeció Roma en 590, cuando fue elegido papa, y a la cual habría puesto fin con sus plegarias. También se lo creía curador de la gota. 
  Pero su popularidad se debe sobre todo a que le atribuía la virtud de aliviar el sufrimiento de las almas del Purgatorio mediante la plegaria. Dicho culto se basaba en la leyenda del emperador Trajano a quien el santo habría arrancado de las llamas del Purgatorio para recompensarlo por su justicia, y también se debía a la historia de un monje excomulgado a quien habría salvado celebrando treinta misas seguidas. Tal es el origen de la treintena gregoriana para el reposo del alma de los difuntos. Después del concilio de Trento, se convirtió en el patrón de las cofradías piadosas consagradas al alivio de las almas del Purgatorio.
ICONOGRAFÍA
   Su iconografía no tiene para nada en cuenta su corpulencia, de la cual él mismo habla en una de sus epístolas.
   Siempre se lo representa imberbe, como papa tocado con la tiara, y con la cruz pontificia de tres travesaños (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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