Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la imagen de Santa Inés, en el Retablo Mayor de la Iglesia del Convento de San José del Carmen, "Las Teresas", de Sevilla.
Hoy, 21 de enero, Memoria de Santa Inés, virgen y mártir, que, siendo aún adolescente, ofreció en Roma el supremo testimonio de la fe y consagró con el martirio el título de la castidad. Victoriosa sobre su edad y sobre el tirano, suscitó una gran admiración ante el pueblo y adquirió una mayor gloria ante el Señor. Hoy se celebra el día de su sepultura [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la imagen de Santa Inés, en el Retablo Mayor de la Iglesia del Convento de San José del Carmen, "Las Teresas", de Sevilla.
El Convento de San José del Carmen (Las Teresas), se encuentra en la calle Santa Teresa, 5; en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
En el banco del Retablo Mayor, en las hornacinas situadas a ambos lados del Sagrario se encuentran las figuras de pequeño tamaño de Santa Inés y Santa Catalina; el primer cuerpo de la calle central está ocupado por la bellísima imagen de la Inmaculada Carmelitana, mientras que en las calles laterales se encuentran las imágenes de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, y el grupo escultórico de San José con el Niño ocupa el último cuerpo del retablo.
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la imagen de Santa Inés, en el Retablo Mayor de la Iglesia del Convento de San José del Carmen, "Las Teresas", de Sevilla.
El Convento de San José del Carmen (Las Teresas), se encuentra en la calle Santa Teresa, 5; en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
En el banco del Retablo Mayor, en las hornacinas situadas a ambos lados del Sagrario se encuentran las figuras de pequeño tamaño de Santa Inés y Santa Catalina; el primer cuerpo de la calle central está ocupado por la bellísima imagen de la Inmaculada Carmelitana, mientras que en las calles laterales se encuentran las imágenes de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, y el grupo escultórico de San José con el Niño ocupa el último cuerpo del retablo.
El Sagrario que actualmente vemos en el retablo parece corresponder al mismo estipulado en el contrato y su puerta posee un magnífico relieve del Cordero Místico sobre el libro de los Siete Sellos. En las hornacinas que lo flanquean se encuentran las imágenes de Santa Inés y Santa Catalina con sus atributos: la palma, símbolo de su martirio en la mano derecha, y el cordero o el libro en la izquierda, así como la corona que corresponde a la hija del rey de Alejandría. En ambas figuras el manto deja al descubierto el brazo derecho, cayendo por la espalda graciosos pliegues y se recoge con el otro brazo dando al conjunto una gran elegancia. Las cabezas descubiertas llevan los cabellos retirados de las sienes y recogidos en la nuca con un bello y artificioso peinado.
Es muy posible que la escritura notarial del retablo mayor se refiera a estas esculturas cuando al describir la custodia -el sagrario- y las hornacinas que han de ir a su lado, especifica que «la escultura que llevare esta custodia ha de ser del mejor oficial de Sevilla fuera de Juan Martínez Montañés». Por otro lado, la disposición del cabello, túnica y manto de la imagen de Santa Inés ofrece notables analogías con la de la misma Santa del retablo mayor del Convento de Santa Clara, obra de Montañés. En la fecha en que se hace la escritura del retablo ya se había producido el fallecimiento de Juan de Mesa, por lo que estas obras, de notable calidad pueden estar relacionadas con los escultores del momento, discípulos de Montañés y Mesa [María Luisa Cano Navas, El Convento de San José del Carmen de Sevilla. Estudio histórico-artístico. Universidad de Sevilla, 1984].
Santa Inés, con unas medidas de 0,67 x 0,30 x 0,30 mts, realizada en 1630-32, en estilo barroco, aparece representada de pie, con la pierna derecha ligeramente flexionada. La mano derecha, separada del cuerpo, sostiene la palma de martirio y, en la izquierda, apoyado a su costado, una oveja. Viste túnica de cuello redondo y manto que le cubre el hombro izquierdo. Éste cae por la espalda y le cruza la cintura para ser recogido en el costado izquierdo, bajo la oveja. El pelo está tallado en mechones y ondulado. La cabeza, la inclina ligeramente hacia abajo, con la mirada baja (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
El retablo principal ha conocido diversos cambios en la colocación de sus imágenes aunque en los últimos años se ha vuelto a estructurar según su primitiva disposición. Fue concertado el 15 de febrero de 1630 con el ensamblador Jerónimo Velázquez, costando algo más de cuatro mil ducados. Junto al contrato del retablo se estipuló un dibujo en el que se perfilaban sus trazas, documento que no se conserva en la actualidad. Se estructura según los modelos tardomanieristas de Montañés y se inspira claramente en modelos como el de Alonso Cano en la parroquia de Lebrija y, de forma más lejana, en el retablo principal de la iglesia jesuita de la Anunciación. Alterna columnas estriadas con frontones rectos de corte clásico, pinturas y esculturas y una sencilla decoración geométrica que incluso fue repetida, en época más tardía, en otros conventos carmelitas como el de San José en Sanlúcar la Mayor. La fuente fundamental de alternancia del orden gigante de las columnas con espacios decorados con frontones aparece en los Libros de arquitectura del italiano Jacoppo Vignola. En el banco, flanqueado el sagrario, se sitúan las tallas de Santa Inés con el cordero que hace alusión a su nombre y Santa Catalina, con la rueda alusiva a su martirio. Ya en el primer cuerpo aparece el grupo de San José con el Niño, iconografía habitual de los conventos carmelitas, con una disposición en la que el Niño aparece de pie conduciendo a San José, forma de representación habitual en la primera mitad del siglo (en la segunda mitad del siglo el Niño será portado por su padre). Es obra de Juan de Mesa, con algunas dudas en su cronología, al parecer existía con anterioridad al retablo. Estilísticamente se acerca mucho a la plástica de Martínez Montañés y a las piezas del retablo mayor de San Isidoro del Campo, por lo que no sería imposible la participación conjunta del taller. Se acompaña por dos imágenes laterales, de autoría anónima, representan a Santa Teresa de Jesús y a San Juan de la Cruz, los creadores de la reforma del Carmelo. Todas las tallas fueron policromadas por el pintor de origen luxemburgués Pablo Legot en 1632 una vez finalizada la obra de talla del conjunto. En décadas pasadas se alteró la concepción de la Inmaculada de Juan de Mesa de un retablo lateral, situándose al grupo de San José en la parte superior. Completan el retablo dos lienzos de la primera mitad del siglo XVII representando al profeta Elías, considerado origen de la orden, vestido con pieles y con su espada de fuego, y San Juan de la Cruz, reformador de la orden, con hábito carmelita y capa blanca y en actitud de oración ante la aparición de Cristo llevando la Cruz. El cuerpo superior está presidido por un Calvario en su parte central y se flanquea por otras dos pinturas anónimas que representan dos apariciones milagrosas a Santa Teresa de Jesús, la de Cristo atado a la columna y la de la Virgen María (Manuel Jesús Roldán, Conventos de Sevilla, Almuzara, 2011).
Conozcamos mejor la Leyenda, Culto e Iconografía de Santa Inés, virgen y mártir;
LEYENDA
Virgen y mártir romana.
Su nombre se tomó del adjetivo griego agnê que al igual que Catalina (Katharos), significa «pura», «casta». Por otra parte, los romanos lo vincularon con el sustantivo latino agnus (cordero), aunque no haya relación etimológica alguna entre agnê y agnus. Como escribe san Agustín: «Agnes latine agnam significar, graece castam.»
De esta etimología popular deriva la leyenda de la santa, de quien se ha hecho un modelo de castidad y dulzura. La Leyenda Dorada no pierde la oportunidad de jugar con las semejanzas de Agnès y Agna: «Agnes dicta est agna, quia mitis et humilis tanque magna fuit.» Inés es la Agna Dei, es decir, la personificación femenina del Cordero de Dios.
Como es natural, se ha creído que semejante nombre podía ser un símbolo (virgo casta) antes que una persona real, tanto más por cuanto la existencia histórica de santa Inés resulta dudosa.
El documento más antiguo que la concierne es el Cronógrafo del año 354, según el cual, el 21 de enero se celebraba la fiesta de Agnê (la Casta) en la catacumba de la Vía Nomentana.
Al principio existían dos tradiciones distintas que se referían a dos mártires homónimas, que luego resultaron confundidas.
Según san Ambrosio y san Dámaso, Inés sería una niña martirizada a los doce años de edad, no por decapitación sino por degüello. Su martirio habría ocurrido hacia 305, durante la persecución de Diocleciano.
La tradición griega, diferente, concierne a una virgen adulta. Según el Menologio de Basilio, Inés, que se había negado a ofrecer sacrificios a los dioses, fue conducida a un prostíbulo. Un joven libertino quiso aprovechar la situación violándola, pero cayó sin conocimiento. El prefecto la hizo comparecer ante su tribunal y le preguntó qué sortilegio había empleado para matar a ese hombre. Ella respondió que un ángel vestido de blanco le había servido de guardaespaldas para preservarla de todo ultraje. «Si quieres que te creamos -respondió el prefecto- invoca a tu Dios y resucita a este joven.» Inés oró y el muerto resucitó enseguida.
El episodio del prostíbulo es un tópico en los relatos de la vida de las santas. La violación ritual era una costumbre entre los romanos porque la ley prohibía condenar a muerte a una virgen, de manera que se hacía violar a las vírgenes antes de enviarlas al suplicio, aunque todavía no fuesen núbiles.
Tertuliano habla de cristianas condenadas «ad lenonem potius quam ad leonem», juego de palabras de bastante mal gusto para subrayar que antes de ser expuestas a los leones del anfiteatro, las mártires solían ser encerradas en lugares de mala fama. Las dos tradiciones, latina y griega, no demoraron en fundirse y enriquecerse con nuevos rasgos legendarios, entre otros, el milagro de los cabellos y el manto blanco que entregara un ángel, que fue popularizado en el siglo V por las Gesta, y en el XIII por la Leyenda Dorada (Legenda aurea).
El hijo del prefecto se enamoró de Inés que se dirigía a la escuela en compañía de su nodriza, y le ofreció joyas. Ella rechazó el regalo con desdén, diciendo que ya tenía un novio que le había ofrecido adornos más bellos: "Ha adornado mi mano con una pulsera inestimable, ha puesto en mi cuello un collar de piedras preciosas, ha puesto en mis orejas perlas de infinito precio". Rechazado por la joven virgen, el pretendiente cayó enfermo de pena. Su padre, el prefecto, citó a la rebelde ante su tribunal, y al no poder obligarla a casarse con su hijo, la dejó elegir entre un sacrificio a los dioses o el deshonor.
Al negarse a abjurar de su fe, fue conducida por las calles de Roma desnuda, al «fornix» (lenocinio). Pero sus cabellos se alargaron al instante para cubrir su desnudez con un sedoso vestido. El joven que la siguió para satisfacer su pasión, fue estrangulado por el demonio, ella lo resucitó.
Condenada a la hoguera como maga, las llamas se alejaron de ella y se echaron sobre los verdugos. Entonces fue degollada.
La Leyenda Dorada agrega detalles más precisos a esta novela llena de tópicos hagiográficos. El prefecto, que se llamaba Sempronio (Symphronius) dijo a Inés que si quería seguir virgen debía consagrarse a Vesta, de otra manera, la entregaría a los excesos de un prostíbulo. Ella respondió: «Tengo conmigo un ángel de Dios que guardará mi cuerpo de toda mancha.» El prefecto la hizo desnudar y conducir al burdel; pero de inmediato sus cabellos cayeron como una cortina para convertirse en un velo impermeable a las miradas. Como si esa melena no bastase, un ángel la envolvió en un manto luminoso de blancura deslumbrante. El joven que la deseaba resultó cegado y cayó de espaldas.
Se advierte el progresivo enriquecimiento de la leyenda: al milagro de los cabellos, tomado de santa María Egipcíaca, se sumó el milagro del manto angélico: doble defensa que protege contra las codicias carnales el cuerpo incontaminado de Inés, «la casta».
La leyenda no se detuvo, como es natural, en la muerte de la santa, degollada después de la extinción de la hoguera. Se la enterró en la Vía Nomentana. Los fieles que asistían a las exequias fueron asaltados por los paganos que les arrojaron piedras. Todos huyeron, salvo Emerenciana, pretendida hermana de leche de santa Inés, que se quedó en su sitio con valentía y fue lapidada. Los asesinos fueron tragados por un seísmo.
La hija del emperador Constantino, Constantina o santa Constancia, enferma de úlceras que le cubrían el cuerpo, pasó toda una noche en oración cerca de la tumba de Inés. Cuando se durmió tuvo una visión: la santa le decía que creyese en Cristo que la curaría. Y así fue, al despertar, Constancia se encontró purificada de la lepra. En reconocimiento, hizo edificar una basílica a santa Inés. Esta leyenda no es más que una duplicación de la de Constantino, curado de la lepra por el papa san Silvestre.
CULTO
Roma, cuna del culto de santa Inés, consagró a ésta dos iglesias. La primera , la de S. Agnese in Agone, en la Plaza Navona, señala, de acuerdo con los Mirabilia Romae, el emplazamiento del prostíbulo (fornices) donde su castidad fue salvaguardada por un milagro; la segunda, la basílica extramuros de S. Agnese fuori le mura se edificó sobre su tumba. El día de su fiesta (21 de enero), se celebraba allí la de la bendición de los corderos cuya lana, hilada por las monjas, servía para la confección de las pallia (mantos griegos) que entregaba el papa a los arzobispos.
En Milán, era la patrona de los Visconti.
Su culto pasó desde Italia a Francia, los Países Bajos y Alemania.
Tres templos de Francia, las catedrales de Amiens y de Cambrai y la iglesia abacial de Saint Ouen, pretendían poseer la «chief sainte Agnes» (cabeza de santa Inés). Si se cree en la tradición, sus reliquias, ocultas por el temor a los piratas normandos, habrían sido confiadas en 965 a Baldric, obispo de Utrecht, quien las depositó en el tesoro de su catedral. La iglesia de Saint Eustache de París estuvo en su origen puesta bajo la advocación de santa Inés que siguió como patrona secundaria.
En Alemania, el asiento principal de la devoción a santa Inés era Colonia, que en su iglesia de San Pantaleón creía conservar uno de sus brazos y uno de sus dedos.
El culto de la joven mártir romana recibió los beneficios de la fundación de la orden de los trinitarios que habiendo sido aprobada por el papa el día de la octava de su fiesta, la adoptó como patrona. Su martirio se representaba en la mayoría de las iglesias de la orden.
Era la patrona de las vírgenes romanas, de las novias porque eligió a Cristo como novio y de los jardineros porque la virginidad está simbolizada por un jardín cercado o cerrado (hortus conclusus).
ICONOGRAFÍA
En los mosaicos bizantinos, santa Inés está representada como orante, adornada con ricos vestidos, una diadema de perlas en la cabeza y una larga estola de oro sobre los hombros: así se habría aparecido ocho días después de su muerte.
En las realizaciones posteriores, sólo está vestida por su larga cabellera.
Aunque los Padres de la Iglesia latina la hacen morir a los doce años, los pintores la representan adulta.
La joven mártir romana es la primera santa que haya sido dotada con un atributo (siglo VI).
Sus armas parlantes son el cordero blanco (o más bien la cordera), símbolo de su pureza. El animal está acostado a sus pies o apoya contra ella los remos delanteros, a menos que esté acurrucado, minúsculo, en el hueco de su mano. El cordero no es sólo una alusión a su nombre. Es también un recuerdo de la visión de sus padres, quienes, ocho días después de su muerte, vieron aparecer a su hija con un cordero a su derecha: ella los exhortó a no entristecerse sino a alegrarse con ella. Por otra parte, el cordero místico del Apocalipsis, símbolo de Cristo, está considerado como el novio celestial de Inés. Se la reconoce también por la hoguera encendida cuyas llamas se alejan sin tocarla siquiera, por la espada, instrumento del suplicio, y por la palma del martirio.
Escenas
Los Desposorios místicos de Santa Inés
El Niño Jesús le coloca un anillo de oro en el dedo, igual que a Santa Catalina. Tema muy infrecuente, inspirado por un párrafo de la Leyenda Dorada. Al hablar de su novio celestial, ella dice: me ha puesto el anillo en el dedo.
El Milagro de Santa Inés
Sus cabellos rubios se alargaron milagrosamente y la recubrieron con un manto opaco como una coraza. Por añadidura, un ángel la cubrió con una blanca vestidura.
El diablo torció el cuello al hijo del prefecto que se acercó para violarla; ella lo resucitó.
El Martirio de Santa Inés
Las llamas se alejan de ella. El verdugo la degüella sobre la hoguera apagada (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la imagen de Santa Inés, en el Retablo Mayor de la Iglesia del Convento de San José del Carmen, "Las Teresas", de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.
LEYENDA
Virgen y mártir romana.
Su nombre se tomó del adjetivo griego agnê que al igual que Catalina (Katharos), significa «pura», «casta». Por otra parte, los romanos lo vincularon con el sustantivo latino agnus (cordero), aunque no haya relación etimológica alguna entre agnê y agnus. Como escribe san Agustín: «Agnes latine agnam significar, graece castam.»
De esta etimología popular deriva la leyenda de la santa, de quien se ha hecho un modelo de castidad y dulzura. La Leyenda Dorada no pierde la oportunidad de jugar con las semejanzas de Agnès y Agna: «Agnes dicta est agna, quia mitis et humilis tanque magna fuit.» Inés es la Agna Dei, es decir, la personificación femenina del Cordero de Dios.
Como es natural, se ha creído que semejante nombre podía ser un símbolo (virgo casta) antes que una persona real, tanto más por cuanto la existencia histórica de santa Inés resulta dudosa.
El documento más antiguo que la concierne es el Cronógrafo del año 354, según el cual, el 21 de enero se celebraba la fiesta de Agnê (la Casta) en la catacumba de la Vía Nomentana.
Al principio existían dos tradiciones distintas que se referían a dos mártires homónimas, que luego resultaron confundidas.
Según san Ambrosio y san Dámaso, Inés sería una niña martirizada a los doce años de edad, no por decapitación sino por degüello. Su martirio habría ocurrido hacia 305, durante la persecución de Diocleciano.
La tradición griega, diferente, concierne a una virgen adulta. Según el Menologio de Basilio, Inés, que se había negado a ofrecer sacrificios a los dioses, fue conducida a un prostíbulo. Un joven libertino quiso aprovechar la situación violándola, pero cayó sin conocimiento. El prefecto la hizo comparecer ante su tribunal y le preguntó qué sortilegio había empleado para matar a ese hombre. Ella respondió que un ángel vestido de blanco le había servido de guardaespaldas para preservarla de todo ultraje. «Si quieres que te creamos -respondió el prefecto- invoca a tu Dios y resucita a este joven.» Inés oró y el muerto resucitó enseguida.
El episodio del prostíbulo es un tópico en los relatos de la vida de las santas. La violación ritual era una costumbre entre los romanos porque la ley prohibía condenar a muerte a una virgen, de manera que se hacía violar a las vírgenes antes de enviarlas al suplicio, aunque todavía no fuesen núbiles.
Tertuliano habla de cristianas condenadas «ad lenonem potius quam ad leonem», juego de palabras de bastante mal gusto para subrayar que antes de ser expuestas a los leones del anfiteatro, las mártires solían ser encerradas en lugares de mala fama. Las dos tradiciones, latina y griega, no demoraron en fundirse y enriquecerse con nuevos rasgos legendarios, entre otros, el milagro de los cabellos y el manto blanco que entregara un ángel, que fue popularizado en el siglo V por las Gesta, y en el XIII por la Leyenda Dorada (Legenda aurea).
El hijo del prefecto se enamoró de Inés que se dirigía a la escuela en compañía de su nodriza, y le ofreció joyas. Ella rechazó el regalo con desdén, diciendo que ya tenía un novio que le había ofrecido adornos más bellos: "Ha adornado mi mano con una pulsera inestimable, ha puesto en mi cuello un collar de piedras preciosas, ha puesto en mis orejas perlas de infinito precio". Rechazado por la joven virgen, el pretendiente cayó enfermo de pena. Su padre, el prefecto, citó a la rebelde ante su tribunal, y al no poder obligarla a casarse con su hijo, la dejó elegir entre un sacrificio a los dioses o el deshonor.
Al negarse a abjurar de su fe, fue conducida por las calles de Roma desnuda, al «fornix» (lenocinio). Pero sus cabellos se alargaron al instante para cubrir su desnudez con un sedoso vestido. El joven que la siguió para satisfacer su pasión, fue estrangulado por el demonio, ella lo resucitó.
Condenada a la hoguera como maga, las llamas se alejaron de ella y se echaron sobre los verdugos. Entonces fue degollada.
La Leyenda Dorada agrega detalles más precisos a esta novela llena de tópicos hagiográficos. El prefecto, que se llamaba Sempronio (Symphronius) dijo a Inés que si quería seguir virgen debía consagrarse a Vesta, de otra manera, la entregaría a los excesos de un prostíbulo. Ella respondió: «Tengo conmigo un ángel de Dios que guardará mi cuerpo de toda mancha.» El prefecto la hizo desnudar y conducir al burdel; pero de inmediato sus cabellos cayeron como una cortina para convertirse en un velo impermeable a las miradas. Como si esa melena no bastase, un ángel la envolvió en un manto luminoso de blancura deslumbrante. El joven que la deseaba resultó cegado y cayó de espaldas.
Se advierte el progresivo enriquecimiento de la leyenda: al milagro de los cabellos, tomado de santa María Egipcíaca, se sumó el milagro del manto angélico: doble defensa que protege contra las codicias carnales el cuerpo incontaminado de Inés, «la casta».
La leyenda no se detuvo, como es natural, en la muerte de la santa, degollada después de la extinción de la hoguera. Se la enterró en la Vía Nomentana. Los fieles que asistían a las exequias fueron asaltados por los paganos que les arrojaron piedras. Todos huyeron, salvo Emerenciana, pretendida hermana de leche de santa Inés, que se quedó en su sitio con valentía y fue lapidada. Los asesinos fueron tragados por un seísmo.
La hija del emperador Constantino, Constantina o santa Constancia, enferma de úlceras que le cubrían el cuerpo, pasó toda una noche en oración cerca de la tumba de Inés. Cuando se durmió tuvo una visión: la santa le decía que creyese en Cristo que la curaría. Y así fue, al despertar, Constancia se encontró purificada de la lepra. En reconocimiento, hizo edificar una basílica a santa Inés. Esta leyenda no es más que una duplicación de la de Constantino, curado de la lepra por el papa san Silvestre.
CULTO
Roma, cuna del culto de santa Inés, consagró a ésta dos iglesias. La primera , la de S. Agnese in Agone, en la Plaza Navona, señala, de acuerdo con los Mirabilia Romae, el emplazamiento del prostíbulo (fornices) donde su castidad fue salvaguardada por un milagro; la segunda, la basílica extramuros de S. Agnese fuori le mura se edificó sobre su tumba. El día de su fiesta (21 de enero), se celebraba allí la de la bendición de los corderos cuya lana, hilada por las monjas, servía para la confección de las pallia (mantos griegos) que entregaba el papa a los arzobispos.
En Milán, era la patrona de los Visconti.
Su culto pasó desde Italia a Francia, los Países Bajos y Alemania.
Tres templos de Francia, las catedrales de Amiens y de Cambrai y la iglesia abacial de Saint Ouen, pretendían poseer la «chief sainte Agnes» (cabeza de santa Inés). Si se cree en la tradición, sus reliquias, ocultas por el temor a los piratas normandos, habrían sido confiadas en 965 a Baldric, obispo de Utrecht, quien las depositó en el tesoro de su catedral. La iglesia de Saint Eustache de París estuvo en su origen puesta bajo la advocación de santa Inés que siguió como patrona secundaria.
En Alemania, el asiento principal de la devoción a santa Inés era Colonia, que en su iglesia de San Pantaleón creía conservar uno de sus brazos y uno de sus dedos.
El culto de la joven mártir romana recibió los beneficios de la fundación de la orden de los trinitarios que habiendo sido aprobada por el papa el día de la octava de su fiesta, la adoptó como patrona. Su martirio se representaba en la mayoría de las iglesias de la orden.
Era la patrona de las vírgenes romanas, de las novias porque eligió a Cristo como novio y de los jardineros porque la virginidad está simbolizada por un jardín cercado o cerrado (hortus conclusus).
ICONOGRAFÍA
En los mosaicos bizantinos, santa Inés está representada como orante, adornada con ricos vestidos, una diadema de perlas en la cabeza y una larga estola de oro sobre los hombros: así se habría aparecido ocho días después de su muerte.
En las realizaciones posteriores, sólo está vestida por su larga cabellera.
Aunque los Padres de la Iglesia latina la hacen morir a los doce años, los pintores la representan adulta.
La joven mártir romana es la primera santa que haya sido dotada con un atributo (siglo VI).
Sus armas parlantes son el cordero blanco (o más bien la cordera), símbolo de su pureza. El animal está acostado a sus pies o apoya contra ella los remos delanteros, a menos que esté acurrucado, minúsculo, en el hueco de su mano. El cordero no es sólo una alusión a su nombre. Es también un recuerdo de la visión de sus padres, quienes, ocho días después de su muerte, vieron aparecer a su hija con un cordero a su derecha: ella los exhortó a no entristecerse sino a alegrarse con ella. Por otra parte, el cordero místico del Apocalipsis, símbolo de Cristo, está considerado como el novio celestial de Inés. Se la reconoce también por la hoguera encendida cuyas llamas se alejan sin tocarla siquiera, por la espada, instrumento del suplicio, y por la palma del martirio.
Escenas
Los Desposorios místicos de Santa Inés
El Niño Jesús le coloca un anillo de oro en el dedo, igual que a Santa Catalina. Tema muy infrecuente, inspirado por un párrafo de la Leyenda Dorada. Al hablar de su novio celestial, ella dice: me ha puesto el anillo en el dedo.
El Milagro de Santa Inés
Sus cabellos rubios se alargaron milagrosamente y la recubrieron con un manto opaco como una coraza. Por añadidura, un ángel la cubrió con una blanca vestidura.
El diablo torció el cuello al hijo del prefecto que se acercó para violarla; ella lo resucitó.
El Martirio de Santa Inés
Las llamas se alejan de ella. El verdugo la degüella sobre la hoguera apagada (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la imagen de Santa Inés, en el Retablo Mayor de la Iglesia del Convento de San José del Carmen, "Las Teresas", de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.
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