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domingo, 27 de julio de 2025

Los principales monumentos (Ayuntamiento, Iglesia de San Bartolomé, y Casa de los Palcos) de la localidad de Montoro (I), en la provincia de Córdoba

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Córdoba, déjame ExplicArte los principales monumentos de la localidad de Montoro (I), en la provincia de Córdoba.
     Tiene merecida fama Montoro de ser el pueblo más pintoresco de la provincia; no hay más que asomarse al Realejo o remontar la carretera de Cardeña para comprobarlo. Un gran meandro del Guadalquivir ciñe el monte de oro sobre el que se escalonan las quebradas calles de casas blancas, vigilados desde arriba por una sólida y rojiza torre de San Bartolomé; un paisaje urbano que se duplica invertido, al mirarse sobre el espejo del río. Las calles radiales escalan el cerro y van a desembocar en la meseta o plaza de La Constitución, luminoso e irregular recinto al que se asoman el castillo, la parroquia y el ayuntamiento.
     Ciudad situada al este de la provincia cerca de la autovía de Andalucía.
     Distancia a Córdoba: 43 Km.
     Altitud: 195 m.
     Extensión: 581 Km2
     Habitantes: 9.690.
     Gentilicio: Montoreños.
     Mancomunidad: Alto Guadalquivir.
     Antecedente de la actual Montoro fue la población romana de Epora, que alcanzó el rango de municipio en época de Augusto. En el siglo IX los árabes edificaron un castillo en el lugar, citado en las crónicas como Hisn Muntur, alrededor del cual surgiría el núcleo de población. Fue conquistado en 1240 por Fernando III, que pocos años después entregó su jurisdicción al concejo de Córdoba, al que permaneció vinculado hasta 1633, en que compró su independencia; esta situación durará poco tiempo, pues en 1658 la villa pasa a la jurisdicción señorial del marqués de El Carpio. 
Oficina de Información Turística de Montoro
     Teléfono: +34 957 160 089
     Fax: +34 957 160 089
     E-Mail: turismo@montoro.es (Diputación Provincial de Córdoba).
     Junto a la antigua Epora surgió la medieval Montoro, en torno a un castillo musulmán. La villa fue reconquistada definitivamente en 1240 por Fernando III. Perteneció casi siempre a Córdoba, hasta que en 1658 pasó al marqués de El Carpio y luego a la Casa de Alba. De su patrimonio civil cabe destacar la torre de Villaverde, a pocos kilómetros, parte del antiguo sistema defensivo, y el puente sobre el Guadalquivir, realizado entre 1498 y 1550, con proyecto del maestro mayor Pedro López II. Igualmente las Casas Consistoriales, obra de los siglos XVI y XVIII, y el Museo Municipal, inaugurado en 1992, que guarda un interesante torso encorazado romano. El Museo del artista contemporáneo Antonio Rodríguez Luna (1910-1985) se encuentra instalado en la antigua ermita de San Jacinto, del siglo XVIII (Alberto Villar Movellán, María Teresa Dabrio González, y María Ángeles Raya Raya. Guía artística de Córdoba y su provincia. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
     La ciudad de Montoro está encuadrada en la Campiña cordobesa y se eleva sobre un promontorio, abrazado por un amplio meandro del Río Guadalquivir, hasta una altura de cerca de 60 metros sobre el nivel del puente, con mayores pendientes en la cara este. Sus altitudes más significativas son: Puente Río Guadalquivir, 159,0 m.; Plaza Constitución, 199,0 m.; Plaza del Charco, 197,0 m.; Borde Sur Casco, 225,0 m.
     El municipio de Montoro tiene forma sensiblemente triangular con las dimensiones máximas. Las características fundamentales de Montoro son su adaptación al movimiento del terreno en el que se asienta y que condiciona totalmente su estructura y expansión. El perfil más característico de la ciudad es su silueta sobre el río, con el puente y Barrio de Retamar en la otra margen y la torre de la Iglesia de San Bartolomé, emergiendo del conjunto, constituyendo un punto un punto de referencia constante en todas las vistas de la ciudad.
     Dentro de la ciudad de Montoro se distinguen varios sectores urbanos; El Sector Histórico, que es la zona más característica de Montoro en donde se concentra su historia a partir de la Edad Media y en el que se sitúan los monumentos más importantes. 
     El Barrio de Retamar, al otro lado del río, de trazado geométrico y arquitectura impersonal, y que actualmente está estancado en su proceso de expansión urbana. 
     El Sector Moderno, corresponde fundamentalmente a la expansión urbana acaecida con posterioridad a los años 40-50. 
     Obedece a la tipología de viviendas promovidas por iniciativa oficial, sin personalidad ni adaptación al medio. 
     Por último está el Sector Industrial que se desarrolla en conexión con la Carretera nacional IV y el ferrocarril, siendo muy reciente su expansión, aunque hay construcciones de la primera mitad de siglo.
     Las tipologías residenciales existentes en Montoro se pueden clasificar en cuatro tipos fundamentales: 
            - Mansiones urbanas de raigambre histórica.; son edificios desarrollados a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII y presentan fachada de piedra molinaza. Se ubican principalmente en el centro del sector histórico, ocupando solares de grandes dimensiones. 
            - Casas populares históricas; son casas patio, casas de vecinos, corrales. Constituyen la periferia del núcleo histórico. 
     Sus fachadas están generalmente enfoscadas a la cal, con techumbres de teja árabe y cierres o verjas de fundición. Esta tipología se desarrolla sobre el concepto de manzanas cerradas, siendo uno o dos el número de plantas.
    
        - Otra tipología son las casas populares del área de expansión; que son viviendas unifamiliares o plurifamiliares entre medianeras. En esta tipología se encuentran las edificaciones correspondientes al barrio de Retamar y zona Sur de la ciudad, cuya construcción puede centrarse a partir del siglo XVIII y sobre todo en la primera mitad del XX.
            - En último lugar están las viviendas en bloque o en línea de promoción oficial, que son modelos de edificaciones desarrolladas sin ninguna relación con la tradición arquitectónica de Montoro. Lo forman las casas de pisos principalmente.
     La altura más común de la edificación del casco urbano de Montoro es de dos plantas. La edificación de una planta aparece en zonas de borde, barrios de edificación más marginal y en el barrio de Retamar.  Los edificios de tres o más plantas se agrupan alrededor de la zona central de la Plaza Principal y de la calle Corredera de amplia utilización comercial. 
     En lo que respecta a las cubiertas cabe destacar la abundancia de la azotea plana a pesar de que la primera impresión recae en la generalidad de cubiertas de teja.
     Como material de fachada primordial está la piedra molinaza en las construcciones del Conjunto Urbano, no obstante el acabado de cal es el más numeroso, concentrándose en las zonas periféricas y de arquitectura más elemental.
     La forma de Montoro permanece prácticamente inalterable desde los años sesenta. Solamente algunos cambios en las proximidades de la estación y en construcciones aisladas en las salidas del pueblo en dirección a la Carretera Nacional IV.
     Las distintas zonas del continuo edificado se aprecian con nitidez, comenzando a apreciarse la Vaguada o Barranco de la Paloma como uno de los elementos claves en la posible formalización del Casco Histórico, a la búsqueda de una forma urbana más definida que garantice su persistencia y distinción clara de los crecimientos recientes y futuros (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Junto a la Autovía de Andalucía y la línea del ferrocarril Madrid-Cádiz, esta preciosa población. Conjunto Histórico Artístico desde 1969, se levanta sobre cinco empinadas colinas bordeadas en buena parte por un meandro del río Guadalquivir, situación que, en la distancia, confiere a su caserío un aspecto imponente. Dista de la capital 43 kilómetros. Su término se reparte entre la sierra, con el Parque Natural de Cardeña y Mon­toro, el valle del Guadalquivir y la Campiña.
Historia
     Excavaciones realizadas en el Llanete de los Moros, donde hoy se encuentra el Centro de Formación profesional, remontan el poblamiento de Montoro al Calcolítico, esto es, a unos 2.000 años a.C. En el periodo turdetano, el Llanete se había convertido ya en un importante núcleo de población.
     Durante el dominio romano, la ciudad se desarrolló, llegando hasta la orilla del río. Recibió entonces el nombre de Epora y fue, probablemente a partir de las campañas de Escipión contra los cartagineses, civitas foederata, alcanzando el estatuto municipal durante el reinado de Augusto. Todo ello -en la Bética sólo hubo tres civitates foederatas- pone de relieve la importancia del lugar.
     Esta importancia se diluye durante la dominación árabe, convirtiéndose, al parecer, Epora, en un castillo que recibía el nombre de Montoro, esto es, Monte Dorado, por el lugar que ocupaba. Algu­nos especialistas han querido ver en el lugar a la Bayyara, que al-Himyarí describe como medina situada junto al Guadalquivir, a unas diez millas de Porcuna.
     En 1240, la ciudad cayó definitivamente en manos cristianas tras su conquista por Femando III, pasando a depender del concejo de Córdoba. Durante los siglos XIV y XV existieron en la población una aljama musulmana y una judería.
     El régimen de señorío se pone de manifiesto en el siglo XVII, cuando Montoro entró a formar parte del patrimonio jurisdiccional de Luis Méndez de Haro, Mar­qués de El Carpio.
     Montoro estuvo fuertemente implicada en la Guerra de la Independencia, ya que en 1810 albergó una guarnición del ejército francés que tenía su sede en el convento de las Carmelitas. Igualmente, participó activamente en la Revolución de 1868 que llevó al derrocamiento de Isabel II. 
     La conflictividad social, producto de las profundas desigualdades económi­cas que se producían entre la población, constituye un referente indeclinable a lo largo del siglo XIX y hasta la Guerra Civil de 1936.
Gastronomía
     El aceite que producen sus campos es pieza fundamental en la gastronomía montoreña. La abundante caza pone en su mesa platos de jabalí y de venado, de liebre, de conejo, de perdiz, de codornices y de zorzales.
     A la cocina popular pertenecen platos como las papas perras, patatas cocidas con bacalao aceite y pimentón, entre otros ingredientes y el ajo sopeao, un plato a base de bacalao desmigado. Desayuno antiguo es el de la tostada molinera, rebanada de pan tostado regada con aceite y el zumo de una naranja.
     El faisán es una seta que abunda en la serranía montoreña. Con ella se preparan fritos y tortillas de mucho predicamento. 
     Las tortas de manteca, forman parte tanto del desayuno como de la merienda.
     Pestiños y soplanos aparecen en los postres, junto con los maravillosos mazapanes de La Logroñesa, estos últimos a lo largo de la Navidad.
Artesanía
     Se sigue trabajando el cáñamo, el hierro forjado, los muebles de olivo y la cerámica popular. Pero la fama artesana le llega a Montoro a través de los trabajos en cuero que, tanto en guarnicionería como en zapatería, vienen realizando los hermanos Mohedo desde hace más de ciento cincuenta años.
Fiestas y tradiciones
     La Semana Santa*, declarada de interés turístico en 1998, reúne un par de peculiaridades que le confieren personalidad propia. Una de ellas la constituyen las carrerillas que los costaleros imprimen a los pasos en las empinadas calles de Montoro. La otra es el Imperio Romano, espectacular compañía de legionarios romanos que recorre incansablemente las calles durante toda la semana.
     Añádase la sinuosidad del recorrido que llevan a cabo las procesiones, junto a ceremonias tan vistosas como el Abrazo de los apóstoles, el Beso de Judas o el Prendimiento del Señor de la Humildad por el Imperio Romano en la plaza del Charco, el Jueves Santo, y se tendrá un espectáculo rebosante de colorido y de vistosidad.
     El último domingo de abril, denominado Domingo de Veleras, se celebra la Romería al santuario de la Virgen de la Fuensanta, a unos ocho kilómetros del pueblo por el camino de la Nava, en el valle del Corcomé. Aquí, los fieles beben los llamados meaos de la Virgen, agua de un manantial anexo con fama de curativa. 
     En los primeros días de mayo tienen lugar las Fiestas de la Cruz y, a continuación, una importante Feria del Olivo que se revaloriza año tras año.
     La Feria de Nuestra Señora del Rosario se celebra del 6 al 12 de octubre.
VISITA
     Las calles del pueblo suministran al visi­tante dos características que identifican a Montoro de forma inmediata: la llamada piedra molinaza, una piedra roja, propia del lugar, que aparece en la mayoría de las casas y en todos los edificios notables, y los poyatos, especie de terrazas levantadas en las aceras con el propósito de salvar las pendientes de las calles para acceder a las casas.
     La ciudad tiene una primera vista espectacular desde el alto del Realejo, el mejor camino de acceso desde la autovía E 5, con las casas superpuestas en distintos niveles y colgadas sobre el tajo; las hoces del rio; el puente de las Donadas, levantado en el siglo XV bajo proyecto de Enrique Egas y, finalmente, el barrio del Retamar al otro lado del rio.
     La plaza de España, arriba de la del Charco por Corredera, constituye el cen­tro de la población, espacio de alta calidad artística y gran salón público en el que confluyen todos los caminos. Aquí se encuentra el notable edificio del Ayuntamiento, antigua casa de los Duques de Alba, edificado en el siglo XVI, con una bella portada plateresca y, en el interior, tres hermosísimos artesonados mudéjares.
     Aquí también, junto al Ayuntamiento, está la iglesia de San Bartolomé, la mejor de la población, obra iniciada en 1483 siguiendo las pautas del gótico humanista y demorada a lo largo del tiempo, hasta el punto de que la torre no se terminó hasta 1817. En la construcción intervinieron, entre otros, Hernán Ruiz I y su hijo Hernán Ruiz II. Algo más abajo, en la plaza de Santa María, se sitúa la iglesia de Santa María de la Mota, obra del siglo XIII, actualmente Museo Arqueológico.
     En la plaza del Charco, ya mencionada, se localiza la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, edificio barroco levantado en las postrimerías del siglo XVII. Prácticamente al lado de esta iglesia, en la misma plaza, se sitúa el Museo del pintor Antonio Rodríguez Luna. Instalado en la antigua ermita de San Jacinto, reúne quince importantes lienzos del pintor referidos a su última época (Rafael Arjona. Guía Total, Córdoba. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2009).
     Esta hermosa ciudad se levanta a orillas del Guadalquivir, sobre un elevado ribazo rodeado de olivos, al sur del Parque Natural de las sierras de Montoro y Cardeña.
Historia
     Poblada desde la más remota antigüedad, los griegos la llamaron Aipora, que viene a significar "mirador de cielo elevado". En su época fue una de las tres ciudades de la Bética confederadas con Roma.
     Los árabes la ocuparon en el año 712 y en ella permanecieron hasta su conquista por Fer­nando III en 1240. En 1480, rota la comuni­cación entre Castilla y Andalucía por la destrucción del puente que cruzaba el Guadalquivir, la ciudad se propuso la construcción de uno nuevo con participación de todos los vecinos. Fue llamado este puente, que aún pervive, de las Donadas, debido a que hasta las mujeres aportaron sus joyas. En 1658, Felipe IV le concedió el título de ducado, cediéndoselo al conde-duque de Olivares. Las tropas napoleónicas no consiguieron entrar en ella, a pesar de intentarlo repetidamente. En 1808 alcanzó el título de Noble, Leal y Patriótica.
Gastronomía
     La cocina montoreña utiliza por igual los productos del campo y de la caza. Platos muy tradicionales son el ajo sopeao, una sopa de ajo propia del pueblo, y la tortilla de faisanes, variedad de setas que se encuentra entre los abundantes jarales de los montes de los alrededores. Los zorzales y las perdices se preparan de muy diversas formas y se encuentran con gran frecuencia durante la temporada en las mesas de la ciudad.
Artesanía
     Desde antiguo se han practicado el hilado del cáñamo a mano y la forja artística del hierro. Recientemente está adquiriendo impor­tancia la fabricación artesanal de calzado de campo.
Fiestas
     La Semana Santa* resulta sumamente lla­mativa, debido en gran parte a la accidentada orografía de los recorridos que reali­zan las procesiones. El 15 de mayo, cada dos años, se celebra la Fiesta del Olivo y el 24 de agosto, la Velada de San Bartolomé, su patrón.
VISITA
     Montoro fue declarada Conjunto Histórico Artístico en 1969. Desde el alto del Realejo, el mejor camino para acceder a la población desde la autovía E 5, la vista es impresionante. Al frente, la ciudad colgada sobre el tajo, con sus casas de cal y molinaza, la piedra roja propia del lugar, superpuestas y recortadas como en un gran lienzo cubista y abajo, en el llano, la amplia hoz del río que se desliza bajo el puente de las Donadas.
     Dentro del pueblo saltan a la vista los poyatos, elevaciones escalonadas en las aceras para salvar las fuertes pendientes de las calles, estrechas en general y laberínticas. La plaza de España es el centro administrativo de la villa. En ella se encuentran el Ayuntamiento, notable edificio, antigua sede de la casa ducal, que posee una hermosa portada plateresca y artesonados mudéjares, y, a su costado, la iglesia de San Bartolomé, con portada gótico mudéjar.
     Algo más arriba, por la calle Camacho, en el que fuera recinto del castillo de la Mota, se localiza la iglesia de Santa María de la Mota, construida en el siglo XIII, por lo que es una de las más antiguas de la provincia. Posee unos capiteles románicos únicos en toda Andalucía. Subiendo por la calle Corredera, arteria comer­cial de la ciudad, se alcanza la plaza del Charco, hoy de las Hermanas de la Caridad, junto a la cual se levanta la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, edificio de piedra roja como los anteriores, construido en el siglo XVII siguiendo las pautas del barroco (Rafael Arjona. Guía Total, Andalucía. Editorial Anaya Touring. Madrid, 2005).


Ayuntamiento.-
     Se encuentra situado en la Plaza Mayor de la localidad, creando un conjunto armonioso con la Iglesia parroquial de San Bartolomé y otros inmuebles del entorno.
     El edificio, realizado en piedra molinaza, presenta una estructura muy horizontal, propia del renacimiento, dividiéndose en dos cuerpos claramente diferenciados por un entablamento sobre el que cabalga un balcón corrido que recorre la fachada en sus dos frentes.
     En el primer cuerpo, la portada se articula mediante un gran vano de medio punto, decorado en su clave, flanqueado por pares de columnas de fustes estriados y capiteles compuestos, apoyadas sobre altos podios.
     El cuerpo superior, de aires manieristas, parte del balcón corrido, estructurándose mediante la alternancia de pilastras con tres vanos adintelados, enmarcados por molduras con orejeras en sus ángulos. Destaca el cuerpo central, realizado en piedra blanca, siendo el vano de mayores dimensiones, sobre el que se sitúa el escudo de la casa de los Austrias. El conjunto se encuentra rematado por un antepecho muy movido coronado por copetes y bolas.
     Del conjunto destaca el espacioso zaguán cubierto por techumbre plana en el siglo XVII y su escalera, así como la planta alta del Salón de Sesiones con artesonado mudéjar. El Archivo sirvió de capilla y sacristía de la Casa Real.
     El edificio contiguo fue concebido para albergar la antigua cárcel de la localidad. Ésta fue trasladada a una parte del Convento de los Carmelitas para habilitarlo y poder ampliar el consistorio municipal, obras de adaptación que se efectuaron en 1845.
     El ducado de Montoro fue concedido en 1660 a don Luis Méndez de Haro, V Marqués de Carpio y de Eliche, V Conde Duque de Olivares, generalísimo de las Armas, primer ministro de Felipe IV y gran caudillo mayor de las Indias. El edificio está considerado como antiguo palacio de los Duques de Alba y Montoro. Para algunos este edificio fue construido en el siglo XVI por Hernán Ruiz I, con reformas posteriores como las que indican una inscripción que se ubica bajo el escudo real: Reinando don Felipe V se hizo esta obra siendo diputado don Pedro Díaz, alcalde ordinario don Manuel Cantero regidor, año de 1702. Gracias a esta inscripción, el segundo cuerpo de la fachada se ha relacionado directamente con la obra de Francisco Hurtado Izquierdo, maestro se encontraba realizando otras obras en la ciudad en estos momentos.
     En el siglo XIX se observó la necesidad de ampliar el edificio para que siguiese cumpliendo su función administrativa en el gobierno local. La solución se tomó reubicando la Cárcel Real en el exclaustrado Convento de Jesús, incorporando el edificio para establecer las oficinas más necesarias en la época. Las obras se realizaron en 1845, siendo alcalde D. Eugenio de Isla y Vinuesa (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).

Iglesia de San Bartolomé.-
     La parroquialidad de Santa María del Castillo de la Mota, se trasladó a esta iglesia de la plaza en tiempos del obispo Íñigo Manrique (1486-1496), cuyas armas figuran en varios lugares del templo. La fábrica, iniciada entonces, se terminó bien entrado el siglo XVI, considerándose la portada obra del círculo de Hernán Ruiz el Viejo. Casi todo el patrimonio parroquial se perdió en los sucesos de 1936.
     Tiene el edificio planta basilical de tradición mudéjar con tres naves. La central tiene la cabecera poligonal con crucería gótica y el cuerpo techado con rico alfarje de lazo. Preside el Cristo de la Misericordia, traído de Madrid en 1939. En la parte superior se ven pinturas murales de posguerra y en los lados, dos tablas de la Dolorosa y la Magdalena. La pequeña imagen del Cru­cificado del púlpito, del siglo XVIII, está muy bien anatomizada. Los pilares tienen ocho esculturas de Amadeo Ruiz Olmos, que representan a los arcángeles y profetas mayores. En el coro hay dos lienzos del XVII, con Jesús Nazareno y la Virgen con el Niño.
     El testero de la izquierda tiene el altar de Nuestra Señora de la Cabeza; el cuadro de la Aparición de la Virgen es de 1946. A continuación se encuentra, bajo un dosel, la imagen de Jesús de la Humildad, obra del valenciano Vicente Salvador, de 1951. La capilla del Sagrario luce pinturas de Antonio Castillo Ariza e imágenes devocionales. El retablo neobarroco, de 1998, lo diseñó el párroco Rafael Rabasco. De nuevo en la nave, destaca el bello cuadro de la Asunción, del XVIII, procedente de Santiago de Córdoba y restaurado en 200l. A los pies de la misma están el Ecce Homo, de serie, y la Virgen de los Afligidos, realizada por Martínez Cerrillo en 1941.
     En la nave derecha destacan dos grandes lienzos de comienzos del siglo XVIII, con los temas del Martirio de San Bartolomé y San Bartolomé y los hijos del rey de Armenia. Pertenecieron a esta iglesia hasta 1936 y se han recuperado en 2003. En la capilla del Bautismo se han agrupado varias imágenes de devoción. Al pie de la nave se encuentra el misterio de la Oración del Huerto, con el Señor, de Martínez Cerrillo, de 1952, el ángel, de Pío Mollar y los apóstoles durmientes, de María Teresa Tubau, de 1958.
     Por la cabecera de la nave derecha se pasa al despacho parroquial, que ocupa el pie de la torre, y a la sacristía, adornada con pinturas murales, del Padre Eterno y los Padres de la Iglesia, que son obra del XVII. En el primero hay una serie de pinturas sobre cuero, del XIX, con los misterios dolorosos del Rosario, inspirado en modelos barrocos. En la segunda se ven diferentes cuadros del siglo XVIII entre los que destaca la Virgen de Guadalupe, de hacia 1700. Notables son igualmente una tabla flamenca con San Jerónimo Penitente, del primer tercio del XVI, y un bellísimo relieve en mármol de la Virgen con el Niño y santo, obra renacentista italiana del XVI. Recientemente ha incorporado la parroquia una bella custodia de plata, de hacia 1770, punzonada por Damián de Castro, procedente del Hospital de Jesús Nazareno (Alberto Villar Movellán, María Teresa Dabrio González, y María Ángeles Raya Raya. Guía artística de Córdoba y su provincia. Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2005).
      Se encuentra situada en la plaza mayor de la ciudad configurando un espacio arquitectónico de gran monumentalidad junto a otros edificios administrativos y privados. 
     La Iglesia parroquial de San Bartolomé es un templo de planta basilical de tradición gótico-mudéjar, realizado casi en su totalidad con piedra molinaza. Adosados al muro de la Epístola, donde está la entrada principal, se encuentran, desde los pies, el coro en la nave central, el baptisterio, la sacristía y la torre campanario que comunica con unas dependencias en esviaje con respecto al eje central. Hacia el centro de la nave del Evangelio se ubica una capilla, de grandes dimensiones, conocida popularmente como capilla de Nuestra Señora del Rosario.
     Cuenta con tres naves, la central más alta. La cabecera del templo es triple, cubierta con bóvedas de terceletes con ligaduras. Destaca la Capilla Mayor por su profundidad y disposición poligonal, frente a las laterales de disposición cuadrangular. La nave central se cubre con artesonado con labores de estrellas de lazo y piñas de mocárabes, labor que se complementa con tirantas decoradas. Las naves laterales con bóvedas de arista separadas por arcos fajones, mientras que el presbiterio lo hace con bóveda de crucería gótica. Las naves, divididas en cuatro tramos, se encuentran separadas por pilares de sección cruciforme que soportan arcos apuntados y doblados con rosca cuadrangular y sencilla. La diferencia en altura entre la nave central y las laterales es aprovechada para abrir grupos de tres vanos apuntados, que se corresponden con cada uno de los tramos en los que se dividen las naves.
     Al final de la nave central se encuentra el coro, con dos órdenes de sillería, de nogal, cerrado por una sencilla verja de hierro. La portada situada a los pies del templo desapareció al construirse el coro, quedando como testigo de la existencia de la misma un simple brocatel.
     La Capilla del Sagrario, llamada también de Nuestra Señora del Rosario, se sitúa en el tercer tramo de la nave del Evangelio. Se trata de un recinto cuadrangular, con tres altares, cubierto por cúpula de media naranja sobre pechinas, ricamente decorada con molduras barrocas quebradas y superpuestas, que agudizan la sensación de movimiento. 
     Pilastras escalonadas en los ángulos sustentan esta cúpula sobre pechinas rematada por linterna, profusamente decorada con yeserías policromas de motivos florales, de hojarasca y escudos.
     La Sacristía se sitúa entre la portada principal y la Torre. Se accede a ella mediante una portada conformada por un frontón triangular sobre ménsulas, coronándose el conjunto por jarrones. El interior alberga un blasón con los símbolos de Santiago y San Bartolomé. El recinto es de forma cuadrangular y está cubierto por bóveda baída. En 1612 se construyó la nueva sacristía, quedando la anterior como antesacristía. Las obras fueron costeadas por el obispo de Córdoba Dº Pablo de Laguna, cuyo escudo se observa en la decoración exterior de una ventana a la plaza. La construcción fue realizada por Pedro García, Melchor de Osuna, maestros canteros y Martín Gómez de Lara, cantero y albañil. Es de planta cuadrangular, cubierto por bóveda ovalada sobre pechinas que descansa en cuatro arcos de medio punto.
     El baptisterio está fechado en 1760. Consta de un estancia cubierta por bóveda de arista rebajada a la que se accede por un vano en forma de arco de medio punto. Sobre el baptisterio está instalado el Archivo cuya documentación se remonta al siglo XVI.
     Al exterior, destaca del conjunto de la fábrica realizada en piedra molinaza, tan característica de esta zona, la portada principal se encuentra tallada en piedra blanca. La portada principal, situada en la nave de la Epístola se presenta retranqueada respecto al conjunto del edificio. En ella se muestra la fusión del gótico tardío con el renacimiento, todo ello de finales del siglo XV y comienzos del XVI. Ésta se estructura en dos cuerpos; el primero, adintelado, con el marco achaflanado decorado con de motivos de galleta, flanqueado por sendas columnas adosadas y superpuestas, cuyos capiteles decorados con motivos de cardinas sirven de base a las esculturas de San Bartolomé y Santiago. Sobre el dintel de la puerta arranca el segundo cuerpo, formado por un gran friso, a modo de dintel, con decoración de tetralóbulos que se van combinando con cuadrados de lados curvilíneos, de cuyos extremos parte un arco de medio punto sobre el que campea otro arco conopial que en su parte central sirve de soporte a una escultura de la Virgen del Rosario. Ambos arcos se encuentran decorados con elementos de hojarasca gótica, todo ello enmarcado por un gran alfiz que llega hasta la cornisa, en la que destacan modillones de rollo con decoración de bolas. El tímpano alberga una sencilla ventana flanqueada por dos escudos insertos en coronas de laurel, que se corresponderían con el de la parroquia y el del obispo 
don Iñigo Manrique.
      Junto a la portada de acceso se sitúa la Torre de tres cuerpos rematados con cúpula. Su edificación comenzó en 1548, siendo atribuida a Hernán Ruiz II. El primer cuerpo albergó la sacristía, ascendiéndose a ella a través de una escalera de caracol, según trazas de Juan de Ochoa, maestro mayor de la Catedral de Córdoba, obra que fue realizada por Pedro García, maestro cantero vecino de Montoro, entre 1587 y 1590. Ante la falta de fondo la inconclusa torre fue cubierta por un tejado de tejas, bajo la cual se colocaron dos campanas. No será hasta 1807 cuando, el Obispo D. Pedro Antonio de Trevilla, decida finalizar su construcción, rehaciendo los dos últimos cuerpos; obra que duró hasta 1817.
     El fuste y el primer cuerpo de campanas son de planta cuadrada, mientras que el segundo cuerpo y el remate cupulado son de planta octogonal. El fuste carece de vanos y decoración con la salvedad de un pequeño edículo sustentado por columnas toscanas rematado por una imagen de la Asunción, tras el cual se abre una ventana con el escudo del obispo de Córdoba D. Leopoldo de Austria, situado en el frente de la plaza mayor. El segundo cuerpo parte de una cornisa que sustenta una balaustrada con remates en sus esquinas. Éste se estructura mediante vanos de medio punto, con campanas, flanqueado por grandes pilastras que se elevan hasta un entablamento que sirve de apoyo al tercer cuerpo. 
     Sobre el vano que da a la plaza se sitúa la esfera del reloj que marca las horas de la ciudad, colocado en 1821. Sobre la cornisa, de nuevo, un antepecho macizo con decoración de copetes en sus esquinas da paso al tercer cuerpo octogonal rematado en cúpula. En sus cuatro frentes principales los vanos de medio punto alojan campanas, en sus cuatro frentes menores se disponen remates piramidales sobre pedestales. Los vanos de campanas se encuentran flanqueados por pilastras que se elevan hasta el entablamento sobre el que cabalga la cúpula, rodeada de copetes sobre pedestales unidos por balaustrada y un remate central a modo de copete coronado por una cruz y veleta de forja, lo que aporta 
verticalidad al conjunto.
     La iglesia comenzó a edificarse a principios del siglo XV, bajo el episcopado de D. Iñigo de Manrique, quien, en 1439, trasladó a esta iglesia la de Santa María de la Mota, que fue la primera parroquia que tuvo Montoro. Ésta se encontraba ubicada junto al Castillo que por estas fechas se había quedado pequeña, por ello fue trasladada a este nuevo lugar que con el tiempo se convertiría en el centro neurálgico de la población.
     La construcción de la iglesia se comenzó por la cabecera y tras su finalización se observó que era insuficiente para albergar a al población en los ritos litúrgicos. En 1579 el visitador general apuntó la necesidad de que el edificio fuese agrandado. Con este motivo, en 1581 es llamado Hernán Ruiz II, maestro mayor, para que diseñase la traza al objeto de añadirle una nueva nave. Pero estas obras no llegaron a realizarse ya que en 1590 se vuelve a insistir sobre su pequeñez. 
     Será a partir de este momento cuando se le comiencen a añadir capillas y nuevas construcciones a los largo del siglo XVII, XVIII e incluso en el XIX con la culminación de la torre.
     Esta iglesia sufrió los avatares de 1936, siendo incendiada, por lo que tras finalizar la Guerra Civil fue restaurada por Regiones Devastadas, obra que no fue muy afortunada (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     Por la calle Corredera penetramos en la plaza de España, centro urbano y monumental, que domina la Parroquia de San Bartolomé, un templo gótico-renacentista iniciado a finales del siglo XV y completado a lo largo del XVI.
     Consta de tres naves separadas por apuntados arcos que se apoyan en sólidos pilares de piedra; un artesonado de tradición mudéjar cubre la nave central, en cuya cabecera se abre la capilla mayor con bóveda de nervios. Entre las capillas laterales destaca la del Rosario de mediados del XVIII.
     El aspecto actual del templo obedece a la restauración llevada a cabo en la postguerra, época a la que corresponden sus pinturas murales.
     En la sacristía guarda algunas de las pocas obras de arte que escaparon a la destrucción bélica, como un delicado relieve oval del siglo XVI labrado en mármol.
     Al exterior muestra una bella portada adintelada de estilo gótico tardío atribuida a Hernán Ruiz I, mientras que a su hijo Hernán Ruiz II se le asigna el primer cuerpo de la torre -que incorpora una hermosa ventana precedida de un monumento a San Rafael-, comenzada en 1548 y acabada en 1807, época a la que corresponde el campanario neoclásico (Diputación Provincial de Córdoba).

Casa de los Palcos.-
     El edificio se describía como estrecho de fondo pero con un amplio palco delantero por donde se disponía el material para su venta y demás transacciones. Las altas chimeneas que se tratan serían para ahumar el pescado que se conservaba en su interior procedente del Guadalquivir.
     Los cuatro escudos no son de época medieval sino de época moderna fechándose algunos en el siglo XVII, aunque pocos se corresponden con los linajes que residían en su interior, pues más que uso de vivienda estuvo dedicada al alquiler a familias nobles que acudían hasta los palcos de las balconadas para ver corridas de toros, espectáculos públicos, ejecuciones o Semana Santa.
     Durante algún tiempo, y siguiendo los testimonios de personas muy longevas, se habla que también se usaron como servicios públicos de ahí, que en casa una de sus puertas de entrada, se halle la efigie de una mujer y de un hombre con sombrero de copa, aunque esto parece más bien corresponderse al lugar por donde debía de entrar cada uno para su disposición en el balcón con objeto, según la moral de la época, de no cruzarse en el camino ambos sexos al subir las escaleras (Cronistas Oficiales).

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