Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Palos de la Frontera, de Sevilla, dando un paseo por ella.
Hoy, 3 de agosto, es el aniversario (3 de agosto de 1492), de la partida de Colón del puerto de Palos de la Frontera, en el viaje del Descubrimiento del Nuevo Mundo, así que hoy es el mejor día para Explicarte la calle Palos de la Frontera, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La calle Palos de la Frontera es, en el Callejero de Sevilla, una vía que se encuentra en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo, y va de la avenida de Roma, a la glorieta de San Diego.Conozcamos mejor el hecho histórico que se conmemora en el día de hoy:
El 23 de mayo de 1492 los vecinos de Palos de la Frontera escucharon en la iglesia de San José la orden de los reyes para que colaboraran, sin ambages, en la empresa colombina. Debían suministrar a sus expensas dos carabelas, que habían de servir o entregar a los reyes durante doce meses y, además, tenían que partir a las órdenes de Cristóbal Colón «...rumbo a ciertas regiones de la Mar Oceana». La orden dejó estupefactos a los «expertos marinos» habitantes de la villa marinera onubense, ya que se trataba de alcanzar Las Indias por Occidente, bajo el mando de un capitán prepotente, extraño y desconocido.
La cuestión se suavizó sobremanera cuando la principal familia marinera de la villa, la de los Pinzón, se sumó a la aventura con su jefe Martín Alonso Pinzón (tenía cerca de 50 años) a la cabeza, que también había concebido la idea de ir a Japón por Occidente; este hecho sería utilizado en 1515, por los testigos de los pleitos de los Colón con el Emperador Carlos V, para desmerecer a Cristóbal Colón enalteciendo a Martín Alonso Pinzón; Vicente Yáñez Pinzón, el hermano menor, también se enroló. En Moguer la familia de los Niños también aportó hombres (Juan, el cabeza de familia, con su carabela la Niña, y dos de sus hermanos) y los Quintero proporcionarían la Pinta. La nao Santa María fue alquilada a un patrón cántabro, de Santoña, Juan de la Cosa que también se embarcaría.
La cadena de mando en las naves hispanas del momento era piramidal. El capitán o máximo responsable, el maestre que solía ser el propietario del barco, mandaba a los marineros y dirigía todas las operaciones, y el piloto que como segundo en el mando de la marinería se encargaba de trazar la carta de navegación y la marcha de la nave; bajo sus órdenes se encontraba el contramaestre que tenía el control directo de las tareas que motivaban el buen orden a bordo de los barcos. Fueron 87 los hombres enrolados, marinos avezados, ni aventureros ni proscritos.
Colón mandaba la Santa María con Juan de la Cosa como maestre y era, además, el capitán general de la flota. Martín Alonso Pinzón (1440-1493) mandaba La Pinta con su hermano Francisco Pinzón como maestre, y su hijo Vicente Yáñez Pinzón La Niña con Juan Niño como maestre. Todos los marineros eran españoles salvo tres genoveses y un portugués, la mayoría andaluces del ducado de Niebla, pero había varios del norte o cántabros como el mencionado Juan de la Cosa y el contramaestre vizcaíno Chachu. Sólo había cuatro fugitivos de la justicia alistados, uno condenado a muerte por homicidio en una riña y sus tres cómplices. Nadie fue obligado a embarcarse y se pagaron 600 maravedís a los marineros noveles, 1.000 a los veteranos, 1.500 a los contramaestres y 2.000 para los pilotos; podían incrementar su salario cambiando su «pacotilla» con los indígenas. Luis de Torres, hebreo converso era el intérprete; Diego de Harana, primo de la amante de Cristóbal Colón, era el alguacil de la flota con carácter policial. Además iban un escribano para levantar actas de las tierras descubiertas, tres médicos y dos funcionarios regios: un «veedor real», agente fiscal para controlar los gastos y reservar la parte de la Corona (antiguamente era un funcionario público encargado de la inspección y control de las actividades de los gremios y sus establecimientos; a partir de las Cortes de Toledo de 1480, los Reyes Católicos le atribuyeron una jurisdicción por la que debería rendir una visita anual de control de los oficiales regios) y un «repostero de estrados del rey» sin misión específica y embarcado motu proprio. No había soldados a bordo, ya que la misión era de exploración. La Niña y La Pinta tenían 20 metros de eslora, 6´5 de manga y 3 de calado con una capacidad de 60 toneladas; la Santa María (llamada «La Gallega» y dedicada a Santa María la Grande, que es la patrona de los pontevedreses; texto del padre Sarmiento del siglo XVIII) poseía unos 25 metros de eslora, 8 de manga, 4 de calado y 100 toneladas de capacidad. Eran naves de altas bordas y redondeadas, con un velamen complejo de tres mástiles, capaces para soportar tempestades en alta mar, pero que por su calado reducido les era posible acercarse mucho a la costa, aún en aguas poco profundas. Su coste era escaso, dos millones de maravedís y un cuarto de millón al mes para el pago de la tripulación. La leyenda de la reina Isabel I La Católica de León y de Castilla empeñando sus joyas no tiene ningún fundamento.
Colón aportó la octava parte prestada por el duque de Medinaceli y el resto fue aportado por Luis de Santangel con fondos de la Santa Hermandad, cofradía armada que se encargaba de mantener el orden público en los reinos de León y de Castilla. Se embarcaron víveres para un año y en diez semanas todo estuvo aparejado. Al amanecer del 3 de agosto de 1492 la flota se hizo a la mar. «Vuestras Altezas como católicos cristianos y príncipes amadores de la Santa Fe Cristiana y acrecentadores de ella y enemigos de la secta de Mahoma y de todas las idolatrías y herejías, pensaron en enviarme a mí, Cristóbal Colón a las dichas partidas de India para ver los dichos príncipes y los pueblos y las tierras y la disposición de ellas y de todo, y la manera que se pudiera tener para la conversión de ellos a nuestra fe.» (José María Manuel García-Osuna y Rodríguez, Anales críticos sobre Cristóbal Colón, el Gran Almirante de la Mar Océana).
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Hoy, 3 de agosto, es el aniversario (3 de agosto de 1492), de la partida de Colón del puerto de Palos de la Frontera, en el viaje del Descubrimiento del Nuevo Mundo, así que hoy es el mejor día para Explicarte la calle Palos de la Frontera, de Sevilla, dando un paseo por ella.
La calle Palos de la Frontera es, en el Callejero de Sevilla, una vía que se encuentra en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo, y va de la avenida de Roma, a la glorieta de San Diego.
La calle, desde el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en la población histórica y en los sectores urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las edificaciones colindantes entre si. En cambio, en los sectores de periferia donde predomina la edificación abierta, constituida por bloques exentos, la calle, como ámbito lineal de relación, se pierde, y el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer.
Aunque los planos históricos no dan nombre a este camino, es posible que se usara como término de referencia el convento de San Diego, establecido allí a finales del s. XVI. A comienzos del s. XX ya hay alusiones al arrecife del Foso por el que bordea el lado sur de la Fábrica de Tabacos. En 1928 se rotula como Palos de Moguer, por ser el nombre más usual al referirse en la época a Palos de la Frontera, villa desde donde partió Colón en 1492 y en clara relación con la Exposición Iberoamericana. En 1966 por iniciativa del ayuntamiento de esa localidad se rectificó, dándole su actual denominación.
Desde la Edad Media existió un camino que, antes de la construcción de los jardines de la Eslava sobre los que se edificó el Hotel Alfonso XIII, en el último tercio del s. XIX, cruzaba diagonalmente desde la Puerta de Jerez a la esquina del foso junto a San Telmo. Con la construcción en 1592 del convento de San Diego, en 1682 de la Universidad de Mareantes (Palacio de San Telmo) y en 1728 de la Fábrica de Tabacos, queda conformado casi en su totalidad el camino o arrecife que tras salir alineado con la fachada principal de San Telmo, gira en ángulo recto antes de alcanzar este edificio y continuar paralelo junto al foso hasta alcanzar la fachada del convento.
Es ancha y describe dos curvas muy pronunciadas. Las aceras son también amplias y están embaldosadas con losetas de cemento. El tramo de acera contigua al parque se ensancha, dando lugar a una amplia franja de albero sobre la que se sitúan dos hileras de castaños de Indias. La presencia de arboles a ambos lados del antiguo camino o arrecife será una constante a través de los siglos. Ya en 1614 los franciscanos de San Diego fueron autorizados a plantarlos en el camino que conducía desde el convento a la Puerta de Jerez. Confluyen Doña María de Padilla por la izquierda y La Rábida por la derecha. Es una vía muy singular, pues está delimitada por las verjas de los tres únicos edificios que la conforman: un tramo de los jardines de San Telmo, conocidos popularmente como la Madrina; parte del foso de la antigua Fábrica de Tabacos (hoy Universidad), y un lienzo de pared de los jardines del palacio de San Telmo. Este edificio ofrece en su fachada norte doce esculturas de sevillanos ilustres realizadas en 1895 por Antonio Susillo (v. Avenida de Roma). La Fábrica de Tabacos, obra de Sebastián Van der Borcht, terminada en 1771, y el Hotel Alfonso XIII, obra del arquitecto José Espiau (1928), ofrecen sus fachadas posteriores a esta calle junto con un tramo del foso que bordea a la Universidad y que fue el último en ser terminado. En los años sesenta se construyó un puente sobre el mismo que da acceso a la que fue Facultad de Ciencias, hoy de Filología. Frente a este edificio y rodeado de frondosa arboleda se encuentra un sencillo pabellón conocido corno de la Madrina, que fue colegio de niñas ciegas y posteriormente Hemeroteca Municipal, hasta el traslado a su actual sede en Almirante Apodaca.
Hay referencias en 1726 de autorizaciones para depositar escombros en esta zona a los cargadores que salieran por la Puerta de Jerez y los postigos del Aceite y del Carbón y noticias de arreglos en el arrecife en el s. XIX. En 1830 fue pavimentada de piedra, adoquinada en 1904 y readoquinada en los años setenta. Es una de las pocas avenidas de la ciudad que no ha sido cubierta de asfalto. El alumbrado sobre farolas de báculo fue sustituido en 1975 por farolas fernandinas de fundición con tres brazos. Esta vía que originalmente no era sino el comienzo del camino a Jerez, adquirirá su carácter de vía urbana en función de la reforma del viario con motivo dela Exposición Iberoamericana de 1929. Con anterioridad, en el último tercio del s. XIX, fue terminal de una de las líneas de tranvías que partía de la calle Hernando Colón y atravesaba la Puerta de Jerez. Hasta 1946 formó parte de la cañada del Juncal que hasta esa fecha pasaba por San Fernando. Desde la década de los setenta soporta un intenso tráfico, proveniente del centro y oeste de la ciudad, en una sola dirección. La doble curva y el exceso de velocidad ha provocado en ocasiones la caída al foso de la Universidad de vehículos [Salvador Rodríguez Becerra, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Palos de la Frontera, s/n. HOTEL ALFONSO XIII. Obra del arquitecto José Espiau Muñoz, dentro del llamado "estilo sevillano". Utiliza los materiales típicos de la región, como ladrillo en limpio, azulejos, zócalos y otros elementos decorativos de azulejos y patio de columnas.
Palos de la Frontera, 2. PALACIO DE SAN TELMO. Fue construido para Colegio de Mareantes; en el siglo XIX lo adquirieron los Duques de Montpensier para su residencia y, finalmente, por donación de la infanta Luisa, destinado a Seminario.
Su construcción se inicia a fines del siglo XVII y se continúa en el siguiente con algunas detenciones. Las obras de reforma y adaptación continuaron hasta este siglo. La fisonomía actual se la da en el siglo XVIII el arquitecto Leonardo de Figueroa. La fachada principal se inspira en la del Archivo de Indias, y destaca en ella la gran portada de tres cuerpos. La fachada norte se corona por una galería de estatuas de figuras de sevillanos, obra de Antonio Susillo.
Palos de la Frontera, s/n. FÁBRICA DE TABACOS. Se inicia su construcción en 1726 por el ingeniero militar Ignacio Salas, al que sucedió el coronel Diego Bordick, y encargándose del proyecto, en 1750, Sebastián van der Borch; terminó la obra, en 1766, Juan Vicente Catalán. Los cuatro remates de las esquinas fueron labrados por Cayetano Acosta, así como la portada principal. Esta consta de dos cuerpos con columnas corintias y está rematada por la Fama. El amplio vestíbulo, la hermosa escalera y los más bellos lucernarios de las azoteas son obras de Van der Borch, y el patio primero, así como la torre del reloj se deben a Lucas Cintora. En la actualidad este edificio está destinado a Universidad, para lo cual ha sufrido importantes transformaciones internas [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
El 23 de mayo de 1492 los vecinos de Palos de la Frontera escucharon en la iglesia de San José la orden de los reyes para que colaboraran, sin ambages, en la empresa colombina. Debían suministrar a sus expensas dos carabelas, que habían de servir o entregar a los reyes durante doce meses y, además, tenían que partir a las órdenes de Cristóbal Colón «...rumbo a ciertas regiones de la Mar Oceana». La orden dejó estupefactos a los «expertos marinos» habitantes de la villa marinera onubense, ya que se trataba de alcanzar Las Indias por Occidente, bajo el mando de un capitán prepotente, extraño y desconocido.
La cuestión se suavizó sobremanera cuando la principal familia marinera de la villa, la de los Pinzón, se sumó a la aventura con su jefe Martín Alonso Pinzón (tenía cerca de 50 años) a la cabeza, que también había concebido la idea de ir a Japón por Occidente; este hecho sería utilizado en 1515, por los testigos de los pleitos de los Colón con el Emperador Carlos V, para desmerecer a Cristóbal Colón enalteciendo a Martín Alonso Pinzón; Vicente Yáñez Pinzón, el hermano menor, también se enroló. En Moguer la familia de los Niños también aportó hombres (Juan, el cabeza de familia, con su carabela la Niña, y dos de sus hermanos) y los Quintero proporcionarían la Pinta. La nao Santa María fue alquilada a un patrón cántabro, de Santoña, Juan de la Cosa que también se embarcaría.
La cadena de mando en las naves hispanas del momento era piramidal. El capitán o máximo responsable, el maestre que solía ser el propietario del barco, mandaba a los marineros y dirigía todas las operaciones, y el piloto que como segundo en el mando de la marinería se encargaba de trazar la carta de navegación y la marcha de la nave; bajo sus órdenes se encontraba el contramaestre que tenía el control directo de las tareas que motivaban el buen orden a bordo de los barcos. Fueron 87 los hombres enrolados, marinos avezados, ni aventureros ni proscritos.
Colón mandaba la Santa María con Juan de la Cosa como maestre y era, además, el capitán general de la flota. Martín Alonso Pinzón (1440-1493) mandaba La Pinta con su hermano Francisco Pinzón como maestre, y su hijo Vicente Yáñez Pinzón La Niña con Juan Niño como maestre. Todos los marineros eran españoles salvo tres genoveses y un portugués, la mayoría andaluces del ducado de Niebla, pero había varios del norte o cántabros como el mencionado Juan de la Cosa y el contramaestre vizcaíno Chachu. Sólo había cuatro fugitivos de la justicia alistados, uno condenado a muerte por homicidio en una riña y sus tres cómplices. Nadie fue obligado a embarcarse y se pagaron 600 maravedís a los marineros noveles, 1.000 a los veteranos, 1.500 a los contramaestres y 2.000 para los pilotos; podían incrementar su salario cambiando su «pacotilla» con los indígenas. Luis de Torres, hebreo converso era el intérprete; Diego de Harana, primo de la amante de Cristóbal Colón, era el alguacil de la flota con carácter policial. Además iban un escribano para levantar actas de las tierras descubiertas, tres médicos y dos funcionarios regios: un «veedor real», agente fiscal para controlar los gastos y reservar la parte de la Corona (antiguamente era un funcionario público encargado de la inspección y control de las actividades de los gremios y sus establecimientos; a partir de las Cortes de Toledo de 1480, los Reyes Católicos le atribuyeron una jurisdicción por la que debería rendir una visita anual de control de los oficiales regios) y un «repostero de estrados del rey» sin misión específica y embarcado motu proprio. No había soldados a bordo, ya que la misión era de exploración. La Niña y La Pinta tenían 20 metros de eslora, 6´5 de manga y 3 de calado con una capacidad de 60 toneladas; la Santa María (llamada «La Gallega» y dedicada a Santa María la Grande, que es la patrona de los pontevedreses; texto del padre Sarmiento del siglo XVIII) poseía unos 25 metros de eslora, 8 de manga, 4 de calado y 100 toneladas de capacidad. Eran naves de altas bordas y redondeadas, con un velamen complejo de tres mástiles, capaces para soportar tempestades en alta mar, pero que por su calado reducido les era posible acercarse mucho a la costa, aún en aguas poco profundas. Su coste era escaso, dos millones de maravedís y un cuarto de millón al mes para el pago de la tripulación. La leyenda de la reina Isabel I La Católica de León y de Castilla empeñando sus joyas no tiene ningún fundamento.
Colón aportó la octava parte prestada por el duque de Medinaceli y el resto fue aportado por Luis de Santangel con fondos de la Santa Hermandad, cofradía armada que se encargaba de mantener el orden público en los reinos de León y de Castilla. Se embarcaron víveres para un año y en diez semanas todo estuvo aparejado. Al amanecer del 3 de agosto de 1492 la flota se hizo a la mar. «Vuestras Altezas como católicos cristianos y príncipes amadores de la Santa Fe Cristiana y acrecentadores de ella y enemigos de la secta de Mahoma y de todas las idolatrías y herejías, pensaron en enviarme a mí, Cristóbal Colón a las dichas partidas de India para ver los dichos príncipes y los pueblos y las tierras y la disposición de ellas y de todo, y la manera que se pudiera tener para la conversión de ellos a nuestra fe.» (José María Manuel García-Osuna y Rodríguez, Anales críticos sobre Cristóbal Colón, el Gran Almirante de la Mar Océana).
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La calle Palos de la Frontera, al detalle:
Hotel Alfonso XIII
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