Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero, para conmemorar los 800 años de la Torre del Oro

   Otra Experiencia con ExplicArte Sevilla :     La intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla" , presentado por Ch...

lunes, 25 de noviembre de 2019

La Iglesia de Santa Catalina


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de Santa Catalina, de Sevilla.  
   Hoy, 25 de noviembre, se conmemora a Santa Catalina, mártir, según la tradición, fue una virgen de Alejandría dotada tanto de agudo ingenio y sabiduría como de fortaleza de ánimo. Su cuerpo se venera piadosamente en el célebre monasterio del monte Sinaí, en el actual Egipto (s. inc.) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].   
   Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la Iglesia de Santa Catalina, de Sevilla.
    La Iglesia de Santa Catalina [nº 30 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 53 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle Alhóndiga, s/n (aunque también tiene portadas laterales por las calles Juan de Mesa, y barreduela Santa Catalina); en el Barrio de Santa Catalina, del Distrito Casco Antiguo
   Quizás la iglesia más musulmana de Sevilla. La que tiene un cuadro de una Virgen cuyo manto protege a los soldados de las balas enemigas. La tiene a muchas santas en su portada pero no a Santa Catalina; la que tiene la Fe triunfante más coronada, la de los capiteles romanos, la de la divina providencia de San Cayetano y la del Barroco más espectacular. Una joya fuera de las rutas turísticas de la ciudad. Quizás una de las iglesias más olvidadas.
   El templo debió realizarse en el siglo XIII y reconstruirse tras el terremoto de 1356, en una estética gótica mudéjar en la que se pudo reaprovechar (de forma real, no como en tantas leyendas que se cuentan de otras iglesias) el alminar de una antigua mezquita para ser convertido en torre campanario. Conoció intervenciones importantes en el siglo XVI, en el siglo XVIIII (momento en el que se reformó la capilla mayor y en el que se añadió la espectacular capilla Sacramental) y en el siglo XIX (cuando se reformó a torre y se derribaron algunas construcciones particulares adosadas a la iglesia). Sobrevivió a los planes de la revolución de 1868 (se pensó en su derribo para crear una amplia vía de acceso al centro) y a la Guerra Civil de 1936 (un templo que no sufrió daños en la contienda). Presenta tres naves, con una original portada de ladrillo de arcos polilobulados que se ven desde el exterior. Y es que en 1930, según recuerda una placa junto a la portada, se trasladó a su puerta principal la antigua portada de la iglesia parroquial de Santa Lucía. Una portada ojival de piedra, con arcos apuntados y abocinados que descansan sobre columnillas. En su parte superior se distribuyen cuatro deterioradas esculturas en piedra bajo doseletes góticos, es reconocible la figura de Santa Lucía con sus dos ojos portados en una bandeja, del resto apenas puede reconocerse una talla de la Virgen con el Niño en la parte central. En el exterior quedan las otras dos portadas, la izquierda de gran sencillez (quizás reformada en el XIX) y la del muro derecho, con un sencillo arco ojival realizado en ladrillo. Junto a ella se sitúa la torre campanario, con posible origen en la antigua mezquita del Adarvejo, cuyos sillares de piedra pueden ser los restos del antiguo lugar desde el que el muecín llamaba a la oración. El resto de la torre está realizado en ladrillo, es de época mudéjar, con decoración de paños de sebka (algunos lamentablemente eliminados en la restauración de 1881), arquillos ciegos polilobulados y cuatro grandes vanos en sus frentes con arcos de herradura. Se corona con merlones escalonados que también fueron rehechos en la restauración del siglo XIX. En el complejo espacio exterior de la iglesia se observan los añadidos de la capilla de la hermandad de la Exaltación (confundida en ocasiones con un antigua mihrab), la capilla sacramental con sus azulejos en la ventana alusivos a los símbolos del Rosario,  los curiosos absidiolos de ladrillo y arcos polilobulados cuya situación, junto a la puerta de acceso, sigue siendo difícil de explicar. En los muros exteriores también se distribuye una cruz de forja procedente del antiguo cementerio parroquial anejo a la iglesia, un retablo cerámico con la imagen de Santa Lucía, firmado por Antonio Kiernam y patrocinado, como no, por la ONCE, y un retablo neobarroco que enmarca el azulejo del Cristo de la Exaltación, obra de Cordero Oliva.

   El interior de la iglesia muestra el característico modelo de tres naves separadas por pilares con sección en forma de cruz, teniendo una profunda cabecera dividida en dos tramos, uno poligonal y otro rectangular. Siguiendo las formas del mudéjar sevillano, el cubrimiento de piedra, en forma de bóveda de nervadura gótica, se sitúa obre la zona del presbiterio. Las bóvedas se cubren con artesonado de madera, de tres paños en la nave central (par y nudillo), y a un agua en las laterales (de colgadizo). La zona del presbiterio está ocupada por el retablo mayor, obra de Diego López Bueno (1624-29), reformado en la restauración que realizó el arquitecto José Tirado, maestro mayor de obras de la Catedral que había comenzado como albañil en las obras del Hospital de los Venerables. El retablo presenta diferentes escenas pictóricas de la vida de Santa Catalina, presidiendo la zona central una talla de la titular de comienzos del siglo XVIII, dentro de un camarín realizado en la reforma de 1701. Se completa la iconografía del retablo con tallas de San Pedro y San Pablo en el primer cuerpo, situándose San Juan Evangelista y San Sebastián en el segundo. Si comenzamos el recorrido por el muro del Evangelio, junto a un cuadro del Bautismo de Cristo de Francisco García de la Vega (1689), se sitúa la capilla de la Virgen del Rosario, imagen del siglo XVIII que aparece escoltada por San Félix de Cantalicio y San Benito, en un retablo del siglo XVII. La imagen de la Virgen fue originalmente de talla completa y en fecha posterior fue transformada en imagen de vestir. Tuvo hermandad propia; en torno a la poco habitual situación del Niño en sus brazos (lo sostiene con el brazo derecho) se conocen algunas leyendas que hablan de un suceso milagroso por el que la Virgen se cambió de posición para convencer a un cura incrédulo. Su hermandad se fusionó hace pocos años con la hermandad del Carmen. Le sigue el retablo neoclásico que aloja al grupo de San Cayetano y la aparición milagrosa de la Virgen que le entrega al Niño. Es obra de gran interés de Cristóbal Ramos, de mediados del siglo XVIII, y tuvo en épocas pasadas gran devoción al ser objeto de culto como símbolo de la Divina Providencia.

 En la cabecera de este muro se abre la capilla sacramental, una de las microarquitecturas más espectaculares de la ciudad. Diseñada por el arquitecto Leonardo de Figueroa a comienzos del siglo XVIII, es de planta rectangular, tiene airosa linterna octogonal que recuerda las formas de Borromini y se remata al exterior por una imagen de la Fe realizada por Miguel Quintero (1724). El interior es un barroco compendio de tallas, pinturas y yeserías que se caracteriza por su horror vacui: no queda el más mínimo rincón sin decoración. Su cabecera la ocupa un espectacular retablo de Felipe Fernández del Castillo y Benito Hita del Castillo, terminado en 1753. Lo preside una dinámica talla de la Inmaculada, en un recargado conjunto donde aparecen ángeles atlantes, ménsulas, rocallas, volutas y todo tipo de elementos ornamentales. En el primer cuerpo aparecen las imágenes del dominico Santo Tomás de Aquino y de San Juan Nepomuceno. El ático superior cobija una hornacina con talla de San Sebastián flanqueada por las patronas de la ciudad, las Santas Justa y Rufina. Se completa con una escenografía habitual en los retablos de la época, unos ángeles que abren un gran cortinaje y unas pinturas que aumentan el efecto ilusorio, obra de José García (1730). El amplio programa pictórico de la capilla, iniciado por Pedro Tortolero y continuado por Vicente Alanís, son escenas alusivas a la Eucaristía. Completan la decoración unos óvalos realizados por Duque Cornejo, que enmarcan pinturas de Domingo Martínez. En el lado izquierdo se sitúa una pintura de enorme interés, una tabla del Cristo del Perdón, estilizada pintura del flamenco Pedro de Campaña fechada en 1546. Se enmarca en otro abigarrado retablo de Felipe Fernández del Castillo (1756). La decoración de la capilla se completa con unas vitrinas que acogen escenas con figuras realizadas en barro cocido. Representan a Jesús con los discípulos de Emaús, la Cena Pascual, la Comida en casa de Simón y la Última Cena, todas alusivas al sentido comunitario de la Eucaristía.

   En el muro derecho del presbiterio se abre la antigua capilla de los Carranza, fundada en el siglo XVI, con un retablo de la Asunción de la Virgen ya del siglo XVII. Superado el presbiterio, la cabecera de la nave derecha acoge un retablo del siglo XVIII donde se sitúa una talla de la Virgen del Carmen, obra de candelero realizada en 1867 por Gutiérrez Cano. Tiene hermandad propia, siendo la única imagen de gloria de la Virgen que procesiona bajo palio en la ciudad. Le sigue la interesante capilla de la Exaltación, edificación del siglo XV que sigue el modelo de las capillas qubbas, con planta cuadrada y excelente bóveda sobre paños decorada con azulejos del siglo XVII. Es sede de la histórica hermandad de la Exaltación, popularmente conocida como "los caballos", en alusión a su barroco paso de misterio. Su titular preside el recinto, un crucificado de Pedro Roldán del año 1687. A sus pies se sitúa la imagen de la Virgen de las Lágrimas, talla anónima del siglo XVIII. De gran calidad son los ángeles pasionistas que completan el retablo, obra de Luisa Roldán, que también realizó las imágenes de los dos ladrones que se sitúan  en las andas procesionales de la hermandad cada Jueves Santo.  

   Ya en el muro de la nave se sitúa un retablo cercano al estilo de Barahona, de la segunda mitad del siglo XVII, con un grupo de Santa Ana y la Virgen Niña de comienzos del siglo XVIII. Ya junto a los pies de la nave, el retablo de Santa Lucía está presidido por una interesante talla del siglo XVIII procedente del convento de las Mínimas, que sustituyó a la original procedente de Santa Lucía. Tiene hermandad propia (que estuvo radicada anteriormente en San Julián) y celebra solemne procesión en el día de su festividad. Junto al retablo se sitúan numerosos exvotos, especialmente ojos de latón que hacen alusión a sanaciones milagrosas, y que dan un aspecto popular a una iglesia que compendia buena parte de la historia del arte sevillano (Manuel Jesús Roldán, Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010). 
   Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de Santa Catalina de Alejandría, virgen y mártir
LEYENDA
   No se puede hablar de una historia de Santa Catalina puesto que su vida, que se contó por primera vez en el Menologio de Basilio, y fue popularizada en Occidente por la Leyenda Dorada, es del todo fabulosa. Su nombre no figu­ra en texto alguno de la Antigüedad cristiana, ni litúrgico ni literario.
   Tal vez su leyenda haya sido influida por su nombre, derivado del griego katharos, que significa puro. Se contaba que la virgen de Alejandría, como muchas otras santas, era de «alto linaje», e incluso hija de rey, porque estaba representada con la corona del martirio en la cabeza. Como Alejandría te­nía fama de ser un centro de la ciencia, se supuso que se había abocado al estudio de la filosofía, y se la convirtió en una suerte de Palas cristiana, o, como decían peyorativamente los protestantes, de «Palas de los papistas». Sin duda, los cristianos la asimilaron a la célebre filósofa pagana Hipatia. Un ermitaño la convirtió proponiéndole a Jesús, cuya imagen le mostró, como único novio digno de su cuna, belleza y precoz sabiduría. De ahí nació la tardía leyenda de sus Desposorios místicos, que no se encuentra en la primera re­dacción de la Leyenda Dorada, y que aparece por primera vez en el siglo XV, en la traducción inglesa redactada en 1438 por F. Jean de Bungay.

   Esta historia, llamada a una popularidad tal que ha inspirado tanto a los ar­tistas primitivos de finales de la Edad Media como a los pintores del Renacimiento, se incorporó a la tradición que asegura que Catalina habría respondido al emperador Maximiano, que quería casarse con ella, que era novia de Cristo. El clérigo inglés habría tomado de manera literal esta expresión, corriente en la literatura hagiográfica. También es posible que la fuente de esta leyenda sea, como suele suceder, un despropósito «Óptico» derivado de las imágenes en que la santa era representada con una rueda, instrumento de su martirio. Esa rueda, a veces minúscula, habría sido confundida con un anillo de compromiso a causa de sus pequeñas dimensio­nes.
   Entre el anillo de los Desposorios místicos y la rueda del suplicio se sitúa un episodio de la leyenda no menos popular: el torneo filosófico. En él, la virgen muy pura, asistida por un ángel, desafió a cincuenta doctores de Alejandría cuyos argumentos refutó victoriosamente. Los cincuenta doctores expia­ron su derrota con crueldad: convertidos al cristianismo por su joven adversaria, fueron condenados a morir en la hoguera.
   Ese auto de fe sirve de preludio al martirio de la santa. El tirano la hizo azotar con vergajos, y luego encerrar en la cárcel, donde ella convirtió a la emperatriz. Entonces llegó el suplicio de la rueda o, más bien, de las ruedas dentadas. Pero las dos ruedas erizadas de hojas afiladas, que debían despedazarla, fueron milagrosamente partidas por un rayo que cegó a los verdugos. Al no saber cómo acabar con ella, su perseguidor la hizo decapitar, y de su heri­da, en vez de sangre manó leche.
   Los ángeles habrían transportado a la cima del monte Sinaí, por aire, pero separadamente, su cabeza y cuerpo. Este último detalle, de origen monás­tico, fue inventado por los monjes del monasterio local que pretendían ha­ber encontrado sus huesos, y que así querían atraer la atención de mayor número de peregrinos hacia el monte ya santificado por la aparición de Yavé a Moisés.
   La leyenda se funde así con el culto, cuyo apoyo y alimentación constitu­yen su objetivo.
CULTO
Lugares de culto
   Aunque vinculada por su nacimiento y martirio a la ciudad de Alejandría, santa Catalina era reinvindicada en Oriente por la isla de Chipre, de la cual su padre habría sido rey. Por esa razón es la patrona de la célebre patricia veneciana Catarina Cornaro, que fue reina de Chipre.
   El centro principal del culto de santa Catalina en Oriente ha sido el monasterio del Sinaí, que se puso bajo su advocación en el siglo IX, después de la invención de sus reliquias. Reemplazó a Moisés y la Zarza ardiendo en el mon­te sagrado.   

   Desde el Sinaí y Alejandría, en la época de las cruzadas el culto se difundió en Italia, sobre todo en Venecia, donde sin duda resultó favorecido por la devoción a otro santo de Alejandría, el evangelista san Marcos.
   De allí pasó a Francia. El monasterio benedictino de La Trinité au Mont, próximo a Ruán, habría recibido fragmentos de sus reliquias a partir del siglo XI. En el siglo XIV, París puso bajo su advocación la iglesia hoy desaparecida de Sainte Catherine de la Couture o du Valdes Écoliers. La peregrinación de santa Catalina de Fierbois, en Turena, era muy frecuentada por Juana de Arco, ésta la habría visto aparecerse junto a santa Margarita y el arcángel san Miguel.
   Alemania le ha reservado un lugar entre santa Margarita y santa Bárbara, en el grupo de los Catorce Intercesores y la triada de las Vírgenes capitales que se llaman die drei heiligen Madeln.
Fundamentos de la devoción a santa Catalina
   ¿Cómo se explica la excepcional popularidad de esta santa fabulosa de Egipto y del Sinaí?
   La intercesión de santa Catalina en la Edad Media se consideraba particularmente eficaz por varias razones.
   1. En principio, a título de novia mística de Cristo, Jesús no podía negarse a satisfacer las plegarias de su novia, al igual que las de su madre. La influencia que se le atribuía venía inmediatamente después de la de Nuestra Señora.
   2. Además, se confiaba en su habilidad como abogada, ya que su dialéctica se había impuesto a cincuenta doctores de Alejandría elegidos entre los más sa­bios.
   3. Por último, la Leyenda Dorada reforzó aún más la popularidad de santa Catalina, asociándola a santa Bárbara como protectora de los moribundos.
   «Mientras se la conducía al suplicio, con los ojos dirigidos al cielo, ella dijo: Esperanza y salvación de los creyentes, Jesús, mi buen maestro, satisface mi plegaria. Haz que toda persona que me invoque en horas de peligro sea so­corrida, en memoria de mi martirio.»
   «Y desde lo alto del cielo una voz respondió: Ven mi querida novia, las puertas del cielo están abiertas ante ti. Y a quienes veneren piadosamente tu memoria les prometo el socorro que pidan.»
   Tales son las bases de la devoción a santa Catalina, que se hizo popular hasta el punto de sustituir a las patronas de los nombres de pila. En la portada de la cartuja de Champmol les Dijon, es ella y no santa Margarita quien presenta a la duquesa Margarita de Borgoña ante la Virgen adosada al entrepaño.
Patronazgos
   Si bien la «clientela» de santa Catalina procedía de todas las clases sociales, se la consideraba protectora de ciertas categorías de fieles en particular.
   Sus múltiples patronazgos, cuyas relaciones son tan interesantes para estudiar como el desarrollo semántico de los significados de una palabra, se explican por los episodios principales de su leyenda: los Desposorios místicos, la Disputa con los doctores de Alejandría y el Suplicio que le aplicaron con las ruedas dentadas.
   1. Como novia de Cristo, es la patrona de las jóvenes casaderas. A ellas estaba reservado el privilegio de tocar la cabeza de la estatua de santa Catalina con una corona de flores. Una vez casadas, perdían ese derecho. Por ello, la expresión tocar a santa Catalina adquirió el sentido de quedarse solterona.

   2. Su duelo filosófico contra cincuenta doctores le habría valido el homenaje de toda la clerecía: teólogos y filósofos, estudiantes y escolares, y en consecuencia las universidades, la más célebre de las cuales era la de París. Por ello, la imagen de santa Catalina formaba parte del sello de la Sorbona.
   3. Sus otros patronazgos se explican casi todos por la rueda que fuera el instrumento de su martirio. Por esa razón era reivindicada no sólo por el tribunal eclesiástico de la Rota, sino además por todos los oficios -y son nu­merosos- que se servían de ruedas: carreteros, molineros,  torneros, alfareros, afiladores. A ellos deben sumarse las hilanderas que hacen girar el torno, y los barberos, puesto que las ruedas que debían desgarrar a santa Catalina estaban erizadas de láminas afiladas como navajas de afeitar.
   Según una tradición popular muy difundida, las ruedas de madera de sus estatuas permitían descubrir los cuerpos de los ahogados: se las arrojaba al río y se detenían sobre el cadáver que sólo debía sacarse del agua. Se atri­buían las mismas virtudes a la rueda de san Donaciano de Brujas, que se di­ferencia de la de santa Catalina por cinco cirios encendidos.
   4. Debe señalarse, por último, que aunque virgen, es patrona de las nodrizas, porque de su cabeza cortada no brotó sangre sino leche.
ICONOGRAFÍA
   Se ha intentado resumir la iconografía de santa Catalina en dos versos mnemotécnicos de la oración que le dirigían los fieles:
          O Katherina, tyrannum superans,
          Doctos docens et rotas lacerans
   Es cierto que está representada como princesa real, con la corona en la cabeza, pisoteando al emperador Maximiano, su perseguidor; el libro que tie­ne en la mano alude a su ciencia; las ruedas quebradas por el rayo recuerdan el suplicio fallido. Pero esta enumeración de sus atributos es incompleta: fal­ta en ella el anillo de sus desposorios místicos, la espada de la decapitación y la palma del martirio.
   Según la mayoría de los iconógrafos, el anillo derivaría de la rueda que a su vez provendría de una esfera celestial, emblema de su ciencia filosófica. Se tra­taría de una  catarata de despropósitos y errores iconográficos. La esfera celestial, tomada por una rueda, habría engendrado la leyenda del suplido con ruedas dentadas; la ruedecilla tomada por un anillo habría dado nacimiento a la leyenda de los Desposorios místicos con el Niño Jesús.   

   Sea como fuere, de esta filiación de atributos lo que debe subrayarse es que la rueda se presenta con formas muy variadas: a veces es única, otras es doble, ya lisa, ya erizada de puntas, entera o rota, pequeña o gigante. En ocasiones, está ingeniosamente combinada con la espada, como en una pintura de Joos van Cleve, donde santa Catalina ensarta el eje de la rueda con la punta de la espada.
   Ciertos artistas primitivos, como por ejemplo el Maestro de Brujas de la Leyenda de santa Lucía, cubre a santa Catalina con una túnica constelada de ruedas. Está representada como cefalófora sólo de manera excepcional (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
       Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de Santa Catalina, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Horario de apertura de la Iglesia de Santa Catalina:
    Todos los días: de 10:00 a 13:00, y de 18:00 a 20:00

Horario de Misas de la Iglesia de Santa Catalina:
          Todos los días: 20:00
           Domingos y Festivos: 10:00 y 20:00

Página web oficial de la Iglesia de Santa Catalina: www.iglesiasantacatalina.com

La Iglesia de Santa Catalina, al detalle:
Retablo de San Cayetano de Thiene

No hay comentarios:

Publicar un comentario