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lunes, 11 de noviembre de 2019

La Iglesia de San Martín


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Iglesia de San Martín, de Sevilla.  
   Hoy, 11 de noviembre, Memoria de San Martín, obispo, en el día de su sepultura. Nacido en Panonia, en la actual Hungría, de padres gentiles, siendo soldado en las Galias y aún catecúmeno, cubrió con su manto a Cristo en la persona de un pobre, y luego, recibido el bautismo, dejó las armas e hizo vida monástica en un cenobio fundado por él mismo en Ligugé, bajo la dirección de San Hilario de Poitiers. Después, ordenado sacerdote y elegido obispo de Tours, teniendo ante sus ojos el ejemplo del buen pastor, fundó en distintos pueblos otros monasterios y parroquias, adoctrinó y reconcilió al clero y evangelizó a los campesinos, hasta que fue al encuentro del Señor en Candes, población de Francia (397) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
   Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la Iglesia de San Martín, de Sevilla. 

    La Iglesia de San Martín [nº 47 en el plano oficial del Ayuntamiento; y nº 86 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la calle Divina Enfermera, 2 (aunque la entrada al templo se efectúa por la plaza de San Martín, 1); en el Barrio de la Feria, del Distrito Casco Antiguo.
   Cerca de la Alameda, en el barrio de la Europa se levanta el templo gótico dedicado a San Martín, el santo más popular de Occidente en la Alta Edad Media. Su historia se sitúa en el siglo IV, la de un soldado de Constancio y de Juliano el Apóstata, siendo su episodio más célebre el de la capa que compartió con un mendigo a la entrada de Amiens, hecho que motivó un sueño en el que Jesucristo narraba las escenas a los ángeles identificándose con el mendigo. Aunque la dedicación al santo medieval se produjo tras la reconquista de la ciudad, convirtiéndose en la cabeza de una de las 24 collaciones de Sevilla y reaprovechando probablemente una mezquita anterior, el edificio actual debe fecharse en época posterior, hacia 1400, presentando la singularidad de su única nave gótica. La tradición narra la aparición de una reliquia de la Santa Espina en la reconstrucción del nuevo templo, que debió terminarse hacia 1421. En los siglos XVI y XVII se enriqueció su interior notablemente por el patrocinio de diversas casas nobiliarias y por el acogimiento de numerosas hermandades, como la Sacramental, la de la Santa Espina, la de la Coronación, la de la Esperanza, la de la Resurrección o la de Ánimas. El terremoto de Lisboa (1755) afectó a la fábrica del edificio, lo que motivó diversas reformas que todavía se continuaban en 1805, tras los estragos causados por la epidemia de fiebre amarilla de 1800. Pasó el templo por la decadencia y el abandono al convertirse en centro de una zona marginal; sobrevivió a un intento de incendio en 1936 y fue parcialmente restaurado en 1980, una intervención polémica en la que se eliminó el revestimiento de sus muros interiores. Perdió el carácter parroquial en 1911, pasando su administración y usufructo a la hermandad de la Sagrada Lanzada en 1966, lo que revitalizó el mantenimiento de su patrimonio y de sus cultos.

   En su exterior presenta dos accesos: a la plaza de San Martín se abre la portada de zona de la Epístola, de estilo neoclásico, tras un pequeño compás con reja y con pilastras que sustentan un frontón triangular. Queda enmarcada por un retablo cerámico de Nuestra Señora de Guía, mientras que al final de este muro se sitúa el retablo cerámico del Cristo de la Lanzada. La otra portada se abre a la calle Divina Enfermera, la zona de los pies del templo. Es portada gótica en piedra, con sencillo arco apuntado en un muro que acoge el retablo cerámico de la Divina Enfermera, titular de la histórica hermandad de gloria. La torre sigue un procedimiento constructivo similar al de la parroquia de Omnium Sanctorum, sin los paños de sebka de decoración musulmana. En el primer cuerpo se abren saeteras, de arco apuntado y alfiz. El último cuerpo es el de campanas, con dos vanos de herradura en cada frente.
   El interior del templo es de una sola nave con cuatro tramos y presbiterio. El presbiterio es de planta cuadrada, con bóvedas de nervaduras sexpartitas góticas, iluminándose esta zona por medio de vidrieras de lacería. El hecho de ser un templo completamente diáfano, sin columnas o elementos sustentantes, le da un aspecto singular en la arquitectura sevillana. 

   El retablo mayor es de estilo tardorenacentista y fue proyectado por Vermondo Resta en 1606, siendo realizado por Diego López Bueno. Completaron la participación en la obra Juan y Diego Salcedo, autores del dorado y la policromía, encargo traspasado por la viuda de Gaspar de Ragis, con quien se contrató inicialmente la tarea. Consta de banco, dos cuerpos y ático, y en él se alternan tanto la escultura como la pintura. Las pinturas son obra del italiano Gerolamo Lucente de Corregio, mientras que las tallas son obra de Andrés de Ocampo. En el primer cuerpo aparece un lienzo con el tema de la Caridad de San Martín, una talla de San Pedro, y en la parte central del camarín, una imagen de la Virgen con el Niño. A su derecha se sitúan una notable imagen de San Pablo, con la espada que recuerda su martirio, y un lienzo con el Sueño de San Martín. En el segundo cuerpo, lienzo con la Resurrección de un neófito; después una imagen de la Virgen y un excelente San Juan lloroso flanquean al Crucificado del ático. En el centro se sitúan un santo "travestido", una talla original de la primera mitad del siglo XVII, identificada en su base como el obispo Andrés Corsino, que cumple la función de representar a San Martín, el titular de la iglesia. El cuerpo central del retablo fue labrado de nuevo por Fernando de Barahona en 1691, por encargo de la hermandad sacramental, realizándose también los camarines centrales y la nueva decoración barroca. Su dorado corrió a cargo de Antonio Gallardo. Junto al retablo, en el muro del Evangelio, se abre una puerta mudéjar de interesante decoración geométrica que da acceso a la, hoy cerrada, primitiva capilla sacramental. Se enmarca con una decoración epigráfica con una cita eucarística del Evangelio de San Juan.

   Dentro del presbiterio, en el muro izquierdo, hay dos retablos de gran interés. El altar de la Piedad es un soberbio altorrelieve con una representación del Entierro de Cristo rematado por el Calvario. Oscurecidos por el tiempo y la suciedad, se ha relacionado su estilo con el de Isidro de Villoldo, Jerónimo Hernández e, incluso, con el de Andrés de Ocampo. Perteneció a la familia Cervantes, algunos de cuyos miembros aparecen retratados en la zona del banco. Le sigue el notable retablo de San José, talla de hacia 1700 cercana al taller de Roldán y repolicromada con posterioridad, que tiene la particularidad de situarse en un retablo dieciochesco con decoración chinesca. En el muro de la derecha destaca el retablo de la Sagrada Familia de la Virgen, conocido popularmente como el Paseíto, con un grupo escultórico central atribuido al escultor Benito Hita del Castillo. Le sigue un retablo en mármoles, con notable talla central de San Antonio de Padua, del siglo XVII. Notables pinturas en estos muros son las que representan a Jesús Nazareno, encargada por la hermandad Sacramental en 1629, y la que muestra a la imagen de la Virgen de la Esperanza "Divina Enfermera", del siglo XVIII, lienzo que se colocaba en el altar de la Virgen cuando no estaba presidido por la talla escultórica.

   Comenzando el recorrido por la iglesia, al pasar la puerta de acceso se observa un órgano neoclásico datable hacia 1805, época en la que se realizó una nueva sillería coral que hoy no se conserva. Debajo está la capilla de Nuestra Señora del Reposo, de planta rectangular, lugar donde descansan los restos mortales de Diego de Gallegos. Está recubierta con valiosos paños cerámicos atribuidos a Hernando de Valladares. Preside la estancia una excelente pintura de la Piedad obra de Juan Guy Romano, pintor de origen flamenco que se formó en Roma. En la misma capilla se sitúa un busto de un Ecce Homo que encargó la hermandad Sacramental en 1652 y que tuvo originalmente pelo natural.
   Al lado de esta capilla se alza un retablo neoclásico, con talla de finales del XVIII de San Francisco de Paula. Ya en la cabecera de esta nave se alza el altar de la Virgen de la Esperanza, titular de una histórica hermandad de gloria hoy fusionada con la penitencial. El altar, de columnas salomónicas, está fechado en 1667 y se atribuye a Francisco Dionisio de Ribas. La titular, conocida como la Divina Enfermera, es talla del siglo XVI, transformada en el XVIII para ser vestida, y en el siglo XX por Castillo Lastrucci. Procede del antiguo hospital de Nuestra Señora de la O, en la Correduría, y a sus pies se enterró el afamado historiador Ortiz de Zúñiga, que en el siglo XVII publicó los Anales de Sevilla.
   La cabecera de la nave izquierda presenta un retablo barroco presidido por la Inmaculada Concepción de Regina, labrada en barro cocido por Cristóbal Ramos en 1794, titular de la extinta corporación del Santo Crucifijo del Amor, cuyo crucificado se conserva hoy en una parroquia de El Viso del Alcor. Le sigue un magnífico retablo estilo rococó obra de Juan Calero (1784). Está presidido por la devota imagen de Nuestra Señora de la Europa, talla de Felipe Martínez (1686) repolicromada en época posterior, que tuvo su capilla propia en la contigua plazuela junto a la calle Amor de Dios. A media altura de esta nave izquierda se abre la Capilla del Sagrario, presidida por la imagen del Santísimo Cristo de la Lanzada, obra contemporánea de Antonio Illanes del año 1929, inspirada en el crucificado montañesino de la Clemencia. Está flanqueado por la Virgen de Guía, también de Illanes (1931), y San Juan  que es notable talla anónima del siglo XVII, cercana al estilo de Pedro Roldán. La capilla estuvo originalmente decorada con frescos de Antonio Mohedano, de la primera mitad del siglo XVII.

   La última capilla de la nave, antiguamente de la Santa Espina, está presidida por la otra titular de la hermandad de la Lanzada, la Virgen del Buen Fin, obra de Juan de Astorga de 1810. Larga historia tiene la Real, Antigua, Ilustre y Fervorosa Hermandad Sacramental, Concepción de Nuestra Señora, Santa Espina de Nuestro Señor Jesucristo, Ánimas Benditas, Nuestra Señora de la Esperanza Divina Enfermera y Cofradías de Nazarenos de la Sagrada Lanzada de Nuestro Señor Jesucristo, Nuestra Señora de Guía, San Juan Evangelista y María Santísima del Buen Fin. Se fundó en 1612 en San Nicolás, y sus primeras reglas fueron aprobadas en 1642. Quedó disuelta a comienzos del XVIII; se reorganizó en San Marcos y estuvo en San Francisco de Paula. En 1836 su capilla fue ocupada por el cuartel de artillería, por lo que los hermanos escondieron las antiguas imágenes en sus propias casas. Realiza su estación de penitencia cada Miércoles Santo, con una peculiar estética neogótica en sus enseres.
   Entre los secretos de una iglesia tan cargada de historia se encuentra la ubicación de la tumba del escultor Juan de Mesa, autor de la universal imagen del Gran Poder, que fue enterrado en la parroquia de cuya collación fue vecino (Manuel Jesús Roldán,  Iglesias de Sevilla. Almuzara, 2010).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Martín, obispo;
HISTORIA Y LEYENDA
   Apóstol de Las Galias y obispo de Tours, cuya historia, llena de elementos legendarios, fue contada por Sulpicio Severo en su Vita S. Martini, y por Gregorio de Tours en sus cuatro libros De Virtutibus S. Martini, y finalmente por Santiago de Vorágine en su Leyenda Dorada (Legenda aurea).
   Ese santo tan francés no nació en Las Galias sino en Panonia, es decir, en la actual Hungría, antes de la invasión de los magiares a ese país, a la sazón poblado por eslavos. Su origen quizá deba buscarse en el condado de Györ (Raab), en la actualidad, la ciudad de Szent Marton, o más bien, de acuerdo con recientes investigaciones, en Szombathely, la antigua Savaria, en el condado de Vas. Se ignora la fecha de su nacimiento, que según ciertos au­tores fue hacia 317 y según otros hacia 326.
   Criado en Pavía, se incorporó al ejército romano como hijo de un veterano, y durante muchos años fue soldado, primero en Italia y luego en Las Galias.
   Un día de invierno del año 337, cuando estaba en la guarnición de Amiens, vio a un pobre andrajoso que pedía la caridad de los transeúntes para combatir el frío. Sin vacilar cortó en dos su manto de caballero (paludamentum), con su espada, y dio la mitad al mendigo (según otra versión, mucho menos popular porque es más trivial, habría regalado al mendigo una moneda de plata).
   La siguiente Cristo se le apareció en sueños, vestido con el trozo de manto regalado al pobre, y dirigiéndose a los ángeles que le rodeaban dijo: "Martín, aunque simple catecúmeno, me ha cubierto con esta vestidura".

   Hacia 356, Martín abandonó el ejército, se hizo bautizar, y se dirigió a Poitiers, junto al obispo San Hilario, quien lo incorporó a su iglesia como exor­cista que era el grado más humilde de la jerarquía  eclesiástica . Realizó un corto viaje a su casa  natal, en Panonia, para convertir a sus padres y predi­car contra el arrianismo. Pero muy pronto se unió a san Hilario para fundar en los alrededores de Poitiers el monasterio de Ligugé .
   Su fama de taumaturgo se había difundido en toda la región, en 370 fue elegido mediante la vox populi  obispo de Tours, donde sucedió a san Gaciano y a San Lidorio.
   A partir de entonces, la historia de san Martín se confunde con la de su episcopado que duraría veintiséis años. A pesar de su nueva dignidad, quiso seguir viviendo como un monje y se instaló en las afueras de la ciudad, sobre la orilla derecha del Loira, en Marmoutier, en una simple celda que se convirtió en el nudo de un gran monasterio (Majus monasterium).
   Demolió templos paganos, taló árboles sagrados y  pudo conseguir conversiones masivas.
   Fundó numerosas parroquias rurales, especialmente en Candes, en la con­fluencia (Condate) del río Vienne con el Loira; y allí murió, en 397.
La leyenda de san Martín de Tours
   La Leyenda Dorada agregó numerosos ornamentos al relato de Sulpicio Severo que no puede considerarse tampoco un documento histórico fiable, sino que es, más bien, una compilación hagiográfica en la cual muchos detalles se copiaron de la vida de santos anteriores, como san Antonio abad .
   Allí se encuentra el relato de una segunda Caridad de san Martín. Como el santo había regalado su túnica, sin más, a un mendigo, celebró misa con unos harapos miserables que un archidiácono había comprado para el pobre. Un rayo de sol iluminó entonces su cabeza, muchos de los asistentes vieron salir de ella un globo de fuego. Como sus mangas eran demasiado cortas, los ángeles rodearon sus muñecas con piedras preciosas y le trajeron mangas tejidas con oro.
   A las puertas de Lutecia, curó a un leproso dándole un beso. Esta  anécdota, sin duda ha sido inventada  para formar pareja con la escena del mendigo a las puertas de Amiens.
   La leyenda de la sangre de san Mauricio y sus compañeros de la Legión te­bana, recogida en ampollas en Agaune, es también una invención tardía de la cual no se encuentra huella alguna ni en Sulpicio Severo ni en Gregorio de Tours. Fue forjada para acreditar la reliquia que se conserva en la catedral de Saint Maurice de Angers.
   Uno de los milagros más populares del apostolado de san Martín era la leyenda del   pino derribado. Se trataba de un árbol sagrado que los paganos veneraban. Éstos sólo aceptaban derribarlo si san Martín se ponía debajo para recibirlo en su caída. Como tenía fe en Dios, se dejó atar del lado en que el tronco caería, hizo una señal de la cruz, y el pino, que se echó hacia atrás, se derrumbó del lado opuesto. Este milagro habría sucedido en Turena, en un sitio llamado Arbrepinière.

    Además, se contaba que había  emprendido  una peregrinación  en compañía del obispo Maximino de Tréveris. Ambos peregrinos iban a pie, junto a un burro que transportaba su equipaje. En un camino de los Alpes un oso devoró al asno, y san Martín obligó a la fiera a cargar el equipaje sobre el lomo y llevarlo hasta Roma. De ahí los proverbios acerca del burro Martín y el oso Martín, es decir, de Martín, el nombre del santo funciona allí en genitivo, como Dios (Dieu) en la expresión Hôtel Dieu (hospital). Se trata sólo de un tópico hagiográfico, en Baviera se atribuye el mismo milagro a san Corbiniano, quien  también  empleó un oso como bestia de carga.
   El robo de los restos de san Martín, que los de Tours habrían sacado con nocturnidad de su celda de Candes haciéndolo pasar por la ventana, en las barbas de los de Poitou, quienes lo reclamaban para el monasterio de Ligugé, también carece de fundamentos históricos. Se trata de una invención de monjes del siglo VI, que disputaban por el cadáver de un santo para atraer a los peregrinos.
   La crítica moderna tiende a devaluar el papel histórico de san Martín. Se trataría de una creación de su hagiógrafo, Sulpicio Severo, y de su sucesor, Perpet, quien organizó el culto del santo en Tours. La leyenda habría agrandado desmesuradamente a un obispo que en vida parece haber sido muy cuestionado.
CULTO
   La popularidad de san Martín, a quien se llamaba el apóstol decimotercero y a quien el abad de Cluny califica de par Apostolis es un fenómeno excepcio­nal. Como ha dicho el poeta  Fortunat,  "en todos los sitios donde se conoce a Cristo se venera a Martín".
Principales lugares de culto   

   En Francia, aún en la actualidad, a pesar de los cambios de las advocaciones, existen quinientos pueblos y cerca de cuatro mil iglesias parroquiales que llevan el nombre Saint Martín.
   A las  toponimias  deben  agregarse  las  localidades  llamadas  Dammartin,  o Dommartin (Dominus Martinus), Martigny o Martelange.
   Como apellido tuvo tanto éxito como en las toponimias, y en Francia es, con gran ventaja, el patronímico más difundido.
   En  los tiempos de los merovingios y carolingios, san Martín se convirtió en el patrón de la monarquía francesa. Con la  dinastía  de los Capetas  conser­vó sus privilegios, a pesar de la competencia de san Dionisio, patrón  de París. La capa de san Martín, considerada por los reyes merovingios como la más preciosa de todas las reliquias, es un paladión  nacional, con el mismo título que la oriflama de san Dionisio. De ahí, de su capa (fr.: chape), procede la palabra chapelle (capilla), que originalmente designaba el sitio donde se guardaba la capa  de san Martín.
   La tumba de san Martín, en Tours, era el principal centro de peregrinación de los francos. La primera basílica fue destruida por los normandos . En el mismo sitio se edificó una nueva iglesia de estilo románico en 1008; luego, en el siglo XIII, una iglesia gótica que subsistió hasta la Revolución a pesar del vandalismo de los hugonotes. En 1797 las bóvedas se derrumbaron y en 1802 se la demolió: sólo se dejaron dos torres.
   Alrededor de la basílica  se agrupaban los edificios de una poderosa  abadía que  los reyes colmaron de privilegios: contaba con derecho de asilo, derecho de justicia y derecho a acuñar moneda. Enriquecida por numerosas donaciones, poseía un vasto patrimonio, hasta  en Italia  y Alemania.
   Durante toda  la Edad Media, la peregrinación a Saint Martín de Tours, la Gallicana peregrinatio, como la llama el concilio de Orleans, fue la gran peregrinación francesa, tan frecuentada como la de Santiago de Compostela. Desde Tours, el culto de san Martín conquistó el resto de Francia y luego a Europa entera.
   En Poitou y Turena se lo veneraba particularmente en las dos abadías de Ligugé y de Marmoutier que él fundara, y en Candes, donde murió. Tenía iglesias puestas bajo su advocación en  las provincias  vecinas de Anjou y de Berry, en Angers, Glanfeuil (Maine et Loire), Vic, y Thevet Saint Martín (Indre).

   En Amiens, donde tuviera  lugar el reparto del manto con el mendigo, cada año, el día de san Martín, los peleteros donaban al obispo una pelliza de cordero para vestir a un pobre o abrigar a un centinela. Se le dedicó una igle­sia bajo la advocación Saint Martin aux Jumeaux (San Martín de los Gemelos), en la época de san Gregorio de Tours. El Palacio de Justicia, construido sobre el antiguo emplazamiento  de la abadía, lleva una  incripción  en  dialecto picardo: Sainct Martin chy divisa son mantel (San Martín que dividió su manto).
   Uno de los prioratos parisinos más importantes de la orden de Cluny adoptó el nombre de Saint Martin des Champs. La iglesia de Montmorency, en la región parisina, también está puesta bajo la advocación de san Martín.
   Además, el obispo de Tours era titular de numerosas iglesias, tanto en el norte de Francia: Argentan  (Normandía),  Vendôme, Laon, Autun, Chablis, Clamency y Never, como en Colmar (Alemania). En el Rosellón, se lo veneraba en la abadía de Saint Martin du Canigou y en Saint Martin de Fenollar.
   Todos los países extranjeros rendían homenaje al apóstol de Las Galias, comenzando por Italia, Roma le dedicó hasta siete iglesias, la más célebre de las cuales es S. Martina ai Monti. En Rávena, la iglesia  de San Apolinar il Nuovo, originalmente estaba consagrada a san Martín bajo la advocación de Sanct Martinus in coelo aureo. Y es el santo quien, en el friso de mosaicos de fondo de oro de la nave, avanza vestido de púrpura en cabeza de los santos. Era  muy  popular en la Italia montañesa, en  una de cuyas ciudades, Pavía, fue recibido como catecúmeno. Tiene una  iglesia puesta  bajo su advocación en Chioggia, en la laguna de Venecia, y una capilla decorada por Simon Martini en la basílica de Asís. Su leyenda está ilustrada en las iglesias de San Martín (S. Martina) de Pisa y de Lucca; y la bahía  de Nápoles está dominada por la cartuja (it.: certosa ) di san Martina.
   España le ha dedicado numerosos santuarios en Santiago de Compostela, Orense, Valladolid, Segovia, Segorbe, Gerona y Valencia.
   En los Países Bajos se lo encuentra en Ypres y Hal, en tierra flamenca, y en Tournai y Lieja, en territorio valón. En Inglaterra, se lo venera en Canterbury y en York. Londres, al igual que París, posee la iglesia de Saint Martin des Champs, tiene una puesta bajo la advocación de St. Martin's in the Fields.
   El culto del gran santo francés también se difundió mucho en Europa central. En Alemania, donde la catedral de Maguncia le está dedicada, y donde una de las más bellas iglesias románicas  de Colonia lleva el nombre de­ Gran San Martín; en Hungría, su país natal, donde cerca de Martinsberg, una ciudad del Burgenland fue bautizada Kismarton (Pequeña San Martín). La ciudad de Presburgo, durante mucho tiempo húngara y llamada Poszony, luego checoslovaca con el nombre de Bratislava, también es uno de los feudos de san Martín de Tours.
Fiestas 

   La fiesta de san Martín (11 de noviembre), que conmemora su deposición, es decir, sus exequias, era muy popular. Y señalaba el comienzo del invierno. Ese día se comía la oca de san Martín, se bebía el vino nuevo llamado el vino de San Martín y se encendían fuegos de fiesta, como el día de san Juan. En algunos pueblos también era una jornada de grandes ferias en las cuales se inauguraba el nuevo año con las contrataciones de peones rurales y el pago de arrendamientos y aparcerías. En estas costumbres populares hay vestigios­ de festividades paganas que la Iglesia cristianizó con gran habilidad. Quizá la oca haya sido asociada con el culto de san Martín porque en Roma estaba consagrada al dios Marte, pero es aún más probable que los campesinos pagasen sus impuestos por la crianza de aves en la fiesta de San Martín.
Patronazgos
   La popularidad de san Martín todavía está probada por el número excepcional de sus patronazgos.
   Es el patrón de los soldados y sobre todo de los jinetes, porque el santo había servido en la caballería romana. Pero lo era también de los sastres, peleteros y vendedores de paño, y también de los mendigos, a causa del reparto de su capa o manto con un pobre; de los curtidores, porque el joven oficial lle­vaba su humildad hasta el punto de lustrar las botas de su ordenanza; de los cantineros y posaderos que enriquecían su fiesta, y muchos de los cuales usaban como lema: " Con el gran san Martín"; de los bebedores y de los borrachos, porque había convertido el agua en vino.
   No era un santo curador. No obstante, según dice Gregorio de Tours, el polvo de su tumba, tomado en infusión, era el remedio supremo contra la disentería y los cólicos infantiles.
   Su protección se extendía a los animales. Era  el amigo de los caballos porque estaba representado como jinete, y también el de las ocas.
   Todos sus patronazgos se conservaron  largo tiempo en  la cristiandad, salvo en la Alemania protestante, donde a partir del siglo XVI fue suplantado por otro Martín, un anti Martín que se apellidaba Lutero. En la iglesia de San Pedro, en Hamburgo, se ve un retrato de Lutero fechado en 1603, donde el Reformador tiene como atributo la oca de san Martín.

ICONOGRAFÍA
   La riqueza de su iconografía está en relación directa con su extraordinaria popularidad.
   A san Martín se lo representa ya como legionario romano, y en tal caso, está a pie o montado en un caballo blanco; ya como obispo, dignificado con la mitra y el báculo.
   A título de curiosidad señalemos que en el monumento que se le dedicó en la catedral -a la sazón húngara- de Presburgo, el legionario está disfrazado de oficial de húsares, cubierto con un dormán (chaqueta militar adornada con alamares y vueltas de piel).
   Además del mendigo con quien reparte su manto, a veces tiene como atributo una oca silvestre, que es una alusión al paso de dichas aves migratorias que coincide con la fiesta de san Martín, cuando comienzan los primeros fríos invernales. Pero este atributo apareció a finales del siglo XV, y  principalmente en la Alta  Baviera.
   La copa medieval es atributo infrecuente y tardío (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
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Horario de apertura de la Iglesia de San Martín:
            Toda la semana, excepto Martes y Domingos: de 11:00 a 13:00, y de 19:00 a 21:00

Horario de Misas de la Iglesia de San Martín:
            Miércoles y Sábados: 20:30

Página web oficial de la Iglesia de San Martín: No tiene.

La Iglesia de San Martín, al detalle:

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