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lunes, 4 de noviembre de 2019

El Retablo de San Carlos Borromeo, en la Iglesia del Convento de San José del Carmen, vulgo de "Las Teresas"

 

    Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Retablo de San Carlos Borromeo, en la Iglesia del Convento de San José del Carmen, vulgo de "Las Teresas", de Sevilla.     
   Hoy, 4 de noviembre, Memoria de San Carlos Borromeo, obispo, que nombrado cardenal por su tío materno, el papa Pío IV, y elegido obispo de Milán, en Italia, fue en esta sede un verdadero pastor fiel preocupado por las necesidades de la Iglesia de su tiempo. Para la formación del clero convocó sínodos y erigió seminarios, visitó muchas veces toda su diócesis con el fin de fomentar las costumbres cristianas y dio muchas normas para bien de los fieles. Pasó a la patria celeste en la fecha de ayer (1584) [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
     Y que mejor día que hoy, para ExplicArte el Retablo de San Carlos Borromeo, en la Iglesia del Convento de San José del Carmen, vulgo de "Las Teresas", de Sevilla.
     El Convento de San José del Carmen (Las Teresas), se encuentra en la calle Santa Teresa, 5; en el Barrio de Santa Cruz, del Distrito Casco Antiguo.
     El Retablo de San Carlos Borromeo se halla situado en el lado de la Epístola, y tiene en su centro una escultura de bulto del Santo, rodeado por doce tablas con escenas de su vida.
     Su estructura arquitectónica deriva de la de los retablos manieristas de fines del siglo XVI, siendo la composición de la parte interna del arco y de sus intradós muy similar a la de algunos retablos de dicha época, tales como el de San Juan Evangelista del Convento de Madre de Dios de Sevilla, obra de Jerónimo Hernández: cuatro cuadros flanquean la hornacina principal, y sobre ésta hay otra escena rematada por un frontón triangular, cuyo vértice se halla partido por una cartela oval; también derivado de este retablo y de otros del momento, es la ménsula de cuarto de bocel que constituye uno de los elementos más característicos de su arquitectura, y se repite en las pilastras interiores, en los marcos de los cuadros interiores, en el banco, etc., elemento de profunda raíz manierista.
     Los primeros datos que sobre el mismo poseemos, se refieren a la venta por el Convento a Juan Castillo de la Hoz del arco y altar de San Carlos, así como el derecho de hacer una bóveda al pie del altar, como sepultura para él y para sus herederos, según escritura fechada el 18 de septiembre de 1627, junto a la que se incluye la licencia del Padre Provincial, Fray Luis de San Jerónimo, para que la comunidad pudiera realizar dicha venta.
     En esta escritura se dice que "la capilla y altar de San Carlos está en la iglesia, al lado del Evangelio del altar mayor", lugar que corresponde al Presbiterio, frente a la reja del Coro Bajo, donde actualmente se encuentra el retablo de la Transverberación de Santa Teresa, y es muy posible que al construirse éste, a finales del XVII, el de San Carlos fuera trasladado al lugar que hoy ocupa, en el segundo arco del muro de la Epístola.
     El hecho de que este retablo se hallase en sitio tan preferente de la iglesia puede relacionarse con la tradición a que ya hemos aludido, referente a que en el solar donde actualmente se levanta el convento existía una capilla dedicada a San Carlos, donada con la condición de que se tributase culto al Santo en un altar del templo que se edificare, tradición que no hemos podido refrendar documentalmente por lo que podría basarse sólo en la leyenda, ya que por otra parte en la época en que se adquirieron las casas para el convento solamente hacía dos años que había fallecido San Carlos. Al mismo tiempo, no podemos olvidar que el Santo italiano fue un gran propulsor de la reforma tridentina, lo que le relaciona con Santa Teresa y que, desde su canonización en 1610, se convirtió inmediatamente en uno de los santos más populares de la Contrarreforma, lo que podría ser otra explicación de la existencia de este retablo en el convento, que presenta los rasgos estilísticos más primitivos entre los de la iglesia.
     La hornacina central esta ocupada por un busto de San Carlos Borromeo sobre una peana, en la que hay una reliquia de un trozo de lienzo. La entrada de esta escultura en el convento debió realizarse sobre el 15 de diciembre de 1614, fecha en la que se anoa "el aumento en la sacristía de un medio cuerpo de San Carlos Borromeo, con una reliquia suya en el pecho, una diadema de plata dorada y un libro de sus estampas".
     Esta escultura, de gran realismo y naturalismo, nos representa a San Carlos vestido con una muceta cardenalicia y con su característico rostro, de nariz larga y aguileña, frente alta, piel morena, tez pálida y con un poco de barba, rostro que se repetirá en todos los cuadros del retablo. La iconografía de este santo es internacional, y en todas su representaciones es figurado con un rostro de rasgos muy semejantes, sirviendo de ejemplo la comparación de esta imagen con otras, como la realizada por Juan de Mesa, en 1618, para el Hospital de Nuestra Señora de la Paz de Sevilla.
     Así pues, el busto de San Carlos estaba ya en el convento cuando se vendió el retablo, y al construirse éste se hizo una repisa en la hornacina central para la escultura. Quizá por ello, para evitar posteriores problemas relacionados con la propiedad de esta imagen, en la escritura de venta del retablo se especifica claramente: "que el adorno e santo e retablo que está en el dicho altar es del dicho Juan Castillo de la Hoz, el cual lo puso e costeó de sus propios bienes y haciendas sin que este convento contribuyese en ello cosa alguna".
     Flanqueando la hornacina de San Carlos, y en el intradós del arco, se encuentran los cuadros en que se representan minuciosamente los principales acontecimientos de su vida, teniendo la mayor parte de ellos una leyenda latina en su parte inferior, que se refiere a la escena descrita en la pintura.
     Cronológicamente comienzan por el situado en la parte inferior del lado derecho, con el acontecimiento milagroso que sucedió en el momento de su nacimiento, tal como indica el epígrafe: "SUPER NASCENTEM CAROLUM ADMIRABILE LUMEN APPARENT", refiriéndose a una brillante luz que surgió en el cielo en el momento de nacer Carlos, hijo de la ilustre familia de los Borromeos, hecho que tuvo lugar en el castillo de Arona, sobre el lago Majeur. La escena transcurre en el interior de una habitación, en la que dos mujeres proceden a lavar al recién nacido, mientras que un anciano personaje señala el resplandor, que procedente del cielo, penetra por la ventana. Al fondo, en un espacio superior, vemos el castillo y un grupo de asombrados soldados contemplando el prodigio.
     El cuadro superior lleva la leyenda: "AD HUC PUERULUS DIVINUS TOTUS EST DEDITUS", y representa a San Carlos en su infancia, rezando ante un altar, pues según narran sus biógrafos, siendo niño era muy aficionado a hacer altares, adornarlos y remedar las ceremonias de la Iglesia, demostrando desde corta edad su inclinación hacia el estado eclesiástico.
     Parece que, cronológicamente, el cuadro siguiente es el superior del lado izquierdo con el epígrafe "FOEMINARUM INSIDIAS IUVENIS PUDICUS PLURIES VITAT", que representa la escena en que el joven Carlos huye ante las insinuaciones de una mujer, mientras que un caballero trata de llevarlo hacia ella. Esta escena podría corresponder a la época que pasó en Pavía, donde fue enviado para acabar sus estudios, y a pesar de ser una ciudad donde reinaba el desorden, él supo mantener su pureza.
     El cuadro inferior a éste, con la leyenda "IN PONTIFICI ANUNCULO IUVANDO CARDINALIS ET ARCHIEPUS SAPIENTISSIME SE GERIT", se refiere a que al ser elegido Papa su tío, el Cardenal de Médicis, con el nombre de Pío IV, llama a Carlos a Roma, donde a la edad de 23 años le nombra Arzobispo de Milán y lo eleva a la dignidad de Cardenal. Se representa el momento en que el Papa impone el capelo cardenalicio al Santo, que permanece arrodillado ante él, mientras algunos cardenales y obispos contemplan la escena.
     Pronto Carlos se convirtió en el tipo perfecto de obispo de la Contrarreforma, y en el rechazo viviente del protestantismo, procurando introducir en todas las partes la reforma tridentina. Los dos cuadros siguientes, situados en la jamba izquierda del arco, tratan de esta labor. Así, el inferior, con la leyenda "AD PIA LOCA RESQUES SACRAS VENERANDAS LABORIOSAS PEREGRINACIONES SUBIT", nos lo muestra predicando en las afueras de una ciudad, cuya arquitectura nos evoca el Renacimiento italiano, ante un grupo de personas que le escuchan atentamente.
     Igualmente el situado sobre éste, que le representa en el momento de escalar una montaña, y que lleva la leyenda: "PROPRIAS OVES PER MONTES ET VALLES UT BONUS PASTOR QUERIT VISCITAR PASCIT", refiriéndose a que, como Arzobispo de Milán tuvo que visitar Suiza en varias ocasiones, país en que poseía buena parte de su diócesis, y guiado por su celo apostólico llegaba hasta los pueblos más escondidos de las montañas.
     Los cuatro cuadros de la rosca del arco se refieren a escenas ocurridas durante la terrible peste que asoló Milán en el año 1575, y en la que San Carlos se distinguió por su humanitaria labor, ocupando el sitio del gobernador que había huido. Así, en uno de ellos vemos las procesiones que se organizaron por las calles de la ciudad para implorar el fin de la enfermedad, y en las que el Santo marchaba con los pies descalzos, una cuerda al cuello y un crucifijo en la mano. Otro cuadro nos lo representa de rodillas ante un altar, haciendo penitencia, y en los otros dos se le figura visitando a los enfermos postrados en cama a los que consuela y bendice.
     Este es el momento de su vida que el arte ha representado con mayor preferencia, ya que llegó a convertirse en el patrón más eficaz contra la peste, suplantando incluso a los santos abogados contra dicha epidemia más renombrados de la Edad Media, tales como San Sebastián y San Roque.
     En su afán reformista le surgieron muchos enemigos, que llegaron a tratar de asesinarlo, talo como vemos en el cuadro superior de la jamba izquierda, con la leyenda: "PERCUSSUS ORANS MANUARIO TORMENTO NIHIL LEDITUR", referente al episodio sufrido cuando trataba de reformar la Orden de los Humillados, encontrando numerosas oposiciones, contratándose incluso un asesino para quitarle la vida. Este entró en la capilla donde Carlos estaba rezando en unión de su familia y le disparó desde muy cerca, de manera que la bala atravesó sus vestidos, pero se detuvo al llegar a la piel, mientras que el cardenal, inmóvil y sereno, siguió rezando como si nada hubiera sucedido.
     El cuadro inferior a éste, con el epígrafe: "IN MONTE VARALLIO EXTREMOS VITAE DIES CUM LACHRIMIS IEUNIIS ET PRECIBUS TRADUCIT", se refiere a los últimos días de su vida, en que se retiró al Monte Varalio donde se dedicó a la oración y penitencia.
     Sintiéndose enfermo regresó a Milán, donde falleció en el año 1584, a los 47 años de edad, escena representada en el cuadro situado en la parte central del retablo, bajo el frontón triangular.
     A su muerte, la fama de su santidad era tan grande que el fervor popular lo canonizó años antes de que el Papa Paulo V lo hiciera de forma oficial el 1 de noviembre de 1610, de manera que ya en 1602 su vida era representada en los cuadros pintados para la Catedral de Milán y en los del colegio Borromeo de Pavía, pintados en 1604.
     En cuanto a su composición, estos doce cuadros presentan una serie de rasgos comunes: las escenas interiores transcurren en una habitación en la que las arquitecturas y los pesados cortinajes de grandes pliegues forman el escenario donde se desarrolla la acción, y al fondo se abre una ventana o puerta donde puede verse otra escena a escala más reducida. Esta composición espacial llamada por Gállego "escena bipartita" o "composición de pisos" deriva de la pintura italiana renacentista, siendo muy utilizada por los pintores españoles del XVII y no constituyendo sólo un hallazgo meramente estético, sino una clave para leer los acontecimientos de la historia contada. Al mismo tiempo, la abertura del fondo crea una sensación de profundidad a la que contribuyen las líneas de las baldosas, alfombras, altares, etc. En la mayor parte de los cuadros estas perspectivas están muy mal conseguidas, como vemos por ejemplo en la escena en que el Santo niño reza ante un altar, hallándose la figura del niño en un plano completamente diferente al del altar y la alfombra.
     Este y otros detalles de los cuadros parecen indicar que el pintor debía ser un artista de segunda categoría, y probablemente inspirándose en alguna de las numerosas series de grabados sobre la Vida de San Carlos, cometía numerosas imperfecciones técnicas al tratar de reproducir las escenas conocidas.
     En los cuadros cuya acción transcurre en el exterior, los personajes principales se hallen en un primer plano, viéndose al fondo un paisaje o una ciudad amurallada con sus cúpulas y torres, que parece representar alguna ciudad italiana.
     Se trata de una pintura narrativa y descriptiva, en la que todos los detalles de los diferentes acontecimientos están tratados con una gran minuciosidad y detallismo, estando los personajes vestidos a la moda del siglo XVII, dato que junto a las fechas que conocemos relacionadas con este retablo y los rasgos estilísticos de las pinturas y arquitectura del mismo, permiten situar este conjunto en los primeros años del siglo XVII [María Luisa Cano Navas, El Convento de San José del Carmen de Sevilla. Estudio histórico-artístico. Universidad de Sevilla, 1984].
    Los primeros datos que se poseen, se refieren a la venta por el Convento a Juan Castillo de la Hoz, del arco y altar de San Carlos, así como del derecho de hacer una bóveda al pie del altar para él y sus herederos, según escritura del 18 de septiembre de 1627. En ella se especifica que se construya, en el presbiterio junto a la reja del coro bajo. Lugar que hoy ocupa el Retablo de la Transverberación de Santa Teresa y que al construirse éste, a finales del siglo XVII, el de San Carlos fuera al lugar que hoy ocupa.
   Según la tradición, el lugar que actualmente ocupa el Convento, fue originariamente una capilla dedicada a San Carlos, donada con la condición que se le dedicara culto en una capilla. También es posible que su culto se deba a la popularidad que este santo tuvo en la reforma tridentina y canonizado en 1610, fue uno de los santos más populares en la Contrarreforma.
   El retablo es una obra anónima barroca, fechable en el 1º 1/4 del siglo XVII, se apoya sobre una mesa de altar. Está formado por un arco de medio punto flanqueado por pilastras dobles muy estrechas que sostienen el entablamento, decoradas con molduras. A continuación, un frontón partido que alberga una pintura enmarcada y rematada con un frontón triangular. En el intradós del arco se encuentran varias pinturas, una circular al centro, a continuación dos mixtilíneas y por último dos rectangulares. Se remata por un frontón partido con una cartela oval al centro con inscripción latina, rematada por un pináculo y sostenida por dos angelotes.
   Preside en el centro un busto de la imagen titular de san Carlos Borromeo, rodeado por doce tablas con escenas de su vida. Son pinturas narrativas y descriptivas que con toda clase de detalles muestran escenas de su vida, a la vez que los personajes con gran rigurosidad visten a la moda del siglo XVII.
   Se recogen cuatro cuadros en la rosca del arco, que tratan de la terrible epidemia de peste que asoló Milán en 1575 y en la que San Carlos se distinguió por su gran labor, ocupando el sitio del gobernador que había huido y convirtiéndose en el más eficaz patrón de esta epidemia. Se representan con gran detalle los acontecimientos más importantes de su vida, muchos de ellos conservan leyenda latina en la parte inferior alusiva a la escena presentada, como son: El nacimiento del santo, el santo orando, recibiendo el capelo cardenalicio, las tentaciones, su muerte, el retiro al Monte Varallo, orando en una capilla, orando ante un crucificado, visitando a un enfermo, Procesión, visitando enfermos, con los pastores, de peregrino (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de San Carlos Borromeo, obispo;
   Nacido en 1538 en Arona, a orillas del lago Mayor, y en la noble familia de los Borromeo, estudió derecho en la universidad de Pavía, luego fue llamado a Roma por su tío, el papa Pío IV que a la edad de 23 años lo nombró ar­zobispo de Milán y lo promovió a la dignidad de cardenal.
   Durante la peste de Milán, en 1575, se ocupó personalmente de curar a los apestados. Descalzo y con la cuerda en el cuello seguía las procesiones penitenciales del Santo Clavo para implorar el final de la plaga. Organizó la­zaretos, y movilizó a los sacerdotes y monjes como enfermeros. La epidemia acabó después de cobrarse, se dice, unas veinte mil víctimas.
   Ch. Lebrun lo representó arrodillado ante un crucifijo. Uno de los sacerdotes que lo acompañan levanta la cola de su manto cardenalicio y muestra sus pies ensangrentados. Murió en Milán en 1584.
CULTO
   Canonizado en 1612 por el papa Pablo V, inmediatamente se convirtió en uno de los santos más populares de la Contrarreforma. Se lo glorificó como el ideal de obispo defensor de la ciudad, y al mismo tiempo, como el patrón más eficaz contra la peste. Ya este título reemplazó a los santos antipesto­sos más afamados de la Edad Media, como san Sebastián y san Roque.
   Patrón de Milán, también fue adoptado por Roma. Al día siguiente de su canonización, en dicha ciudad se levantaron tres iglesias en su honor: San Carlo al Corso, iglesia de los lombardos que conserva su corazón; San Carlo ai Catinari (de los alfareros) y San Carlo alle quatro Fontane (de las cuatro Fuentes).
   En Florencia, los milaneses bautizaron su iglesia San Carlo dei Lombardi. Su culto se implantó también en la ciudad austriaca de Salzburgo, porque el arzobispo Wolf Dietrich estaba emparentado con la familia de los Borromeo (por ello se hizo de san Carlos el protector de la universidad de Salzburgo, fundada en 1625); y en Viena, porque era el patrón del emperador Carlos VI, quien después de la peste de 1713 le dedicó la magnífica iglesia con cimborrio de San Carlos (Karlskirche), obra maestra del arquitecto Fischer von Erlach. Las dos columnas historiadas que enmarcan el pórtico, desarrollan en espiral los principales acontecimientos de su vida. La iglesia de los jesuitas de Amberes, decorada por Rubens en 1620 estaba puesta bajo su advocación (Sint Carolus Borromeus).
ICONOGRAFÍA
   Sus características son una larga nariz aguileña, vestiduras litúrgicas de arzobispo o el capelo cardenalicio. Sus atributos son un crucifijo, una calavera, a veces una cuerda de penitente al cuello (aroperoundhisneck), que el san­to llevaba en las procesiones durante las epidemias de peste.
   El episodio más frecuentemente conmemorado de su vida es su caridad hacia los apestados. De ahí que suela estar representado en las capillas de los hospitales.
   Su iconografía, que pertenece al arte barroco de los siglos XVII y XVIII, es internacional: italiana, austriaca, flamenca y francesa (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).   
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