Por Amor al Arte, déjame ExplicArte la provincia de Sevilla, déjame ExplicArte el monumento "Triunfo de la Virgen del Valle y San Pablo", anónimo, en Écija (Sevilla).
Hoy, 8 de septiembre, es la Fiesta de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María, de la estirpe de Abrahán, nacida de la tribu de Judá y de la progenie del rey David, de la cual nació el Hijo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo, para liberar a la humanidad de la antigua servidumbre del pecado [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].
Y que mejor día que hoy para ExplicArte el monumento "Triunfo de la Virgen del Valle y San Pablo", anónimo, en Écija (Sevilla).
El monumento "Triunfo a la Virgen del Valle y San Pablo", se encuentra en la plaza de Santa María, s/n; en Écija (Sevilla).
Se conoce como el Triunfo de la Virgen del Valle y San Pablo de Écija a un monumento, levantado en el año 1766, erigido en honor a esta virgen, situado en la Plaza de Santa María, justo enfrente de la fachada principal de la iglesia del mismo nombre.
Es este un monumento que se alza aislado sobre una plataforma elevada de planta cuadrada, con columnas adosadas en su perímetro y rematada por balaustrada de piedra.
Sobre ella un segundo cuerpo de planta triangular y formas barrocas alberga una hornacina con la imagen de San Pablo sobre la que asienta una nube de ángeles que sirve de base a la de la patrona de la ciudad, la Virgen del Valle.
El Triunfo de la Virgen del Valle y San Pablo está situado en la Plazuela de Santa María, y fue erigido en 1766, por la devoción del Coronel de Caballería D. Francisco Reinoso y Espinosa.
En 1868, y al hilo de las medidas desacralizadoras de la vía pública llevadas a cabo por la Junta Revolucionaria de écija, nacida con la Gloriosa y tras el derrocamiento de la Monarquía, se instruye un expediente de derribo del monumento, a petición del Alcalde segundo D. José Morales y González, basándose en que dicho monumento amenazaba ruina, considerándolo un obstáculo para personas y carruajes, además de servir de muladar a las casas vecinas y conservarse en muy mal estado, ya que se habían dejado crecer unas higueras que introducían sus raíces en las juntas de las piedras, y porque se perpetraban impúdicas, escandalosas e inmundas escenas a sus pies.
La Junta Revolucionaria hizo pública la decisión de demoler el triunfo, por si alguien reclamaba su propiedad, con fecha 20 de octubre del mismo año, acordando también que el derribo se ejecutase con la moderación y cordura que reclaman los objetos sagrados, dejando la efigie a disposición del Sr. Arcipreste Vicario Eclesiástico de la Ciudad, para que dispusiera de su traslado al lugar que considerase oportuno. En Cabildo Ordinario celebrado el 7 de Noviembre de 1868, se dio cuenta de una solicitud del cura de la Parroquia de Santa María, D. José María de Ostos y Espada, quien en representación de varios feligreses ofrecía costear la restauración de dicho triunfo, y que se cediera la propiedad del mismo a la Parroquia, solicitud que fue denegada. Poco después, el 1 de Diciembre del mismo año, la Condesa viuda de Valverde propuso al Ayuntamiento correr con los gastos de su restauración, incluyendo también la colocación de cuatro faroles para la iluminación nocturna, a lo que accedió el Cabildo.
Los motivos expuestos por el Ayuntamiento Revolucionario para derribar el monumento, se basaban sobre todo en el abandono público en el que estaba envuelto el triunfo, algo incierto ya que la parroquia de Santa María abonó en 1846 a don José María Barros, maestro albañil, la cantidad de 11 reales "...por una composición hecha / en el triunfo que está en la Pla / za de esta Iglesia", por lo que suponemos que esta fábrica destinó a lo largo del siglo XIX pequeñas partidas para componer y adecentar el monumento.
Garay y Conde nos lo describe de la siguiente forma: "... la base o primer cuerpo es cuadrilátero, con columnas apilastradas, un antepecho balaustrado sobre su cornisa y en su centro el blasón o escudo de armas del fundador; en los cuatro ángulos tiene toscos remates para colocar el alumbrado, el segundo, bastante más elevado, es de forma triangular y en el frente que da a la Plaza Mayor hay un nicho en que está la efigie de nuestro Santo tutelar en posición de demandar perdón, sosteniendo su espada un ángel que está en el lado derecho; en dicho frente hay labores bastante ordinarias, las andas de Écija bajo un dosel con coronas, y en dos óvalos una torre y un ciprés; el último cuerpo es una gran nube sostenida por ángeles de cuerpo entero que sirve de trono a nuestra amada Patrona ...". Tras la descripción deja patente el gusto neoclásico imperante en el siglo XIX con estas palabras: "... si el dibujante fue poquísimo feliz en su invención, el que manejó el cincel no estuvo más aventajado ...".
En 1992 y por iniciativa municipal, se procedió a la limpieza y consolidación del monumento, colocándole un nuevo alumbrado público así como enmarcando su perímetro con marmolillos unidos con cadenas, inspirados en fotografías históricas del siglo pasado (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de la Fiesta de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María;
Se ignora no sólo la fecha, fijada arbitrariamente el 8 de septiembre (El Sol, explican los teólogos, en esta fecha entra en el signo e Virgo, así como Cristo entrará en el vientre de María), sino también el lugar de nacimiento de la Virgen: unos opinan que fue en Jerusalén, otros en Nazaret o Belén.
A causa de la ausencia de detalles tópicos, los artistas copiaron la Natividad de la Virgen de la Natividad de Cristo.
Santa Ana está acostada o sentada en su cama, asistida por dos mujeres que vierten agua con un aguamanil sobre sus manos. En Dafni, una de ellas, de pie detrás de la cabecera de la cama, agita un matamoscas encima de su cabeza.
Es posible que esas tres mujeres sean una supervivencia de las tres Parcas de la mitología griega, siempre presentes cuando un niño abre los ojos a la luz.
Como en la Natividad de Jesús, el motivo bizantino del Baño de la niña persistíó a lo largo tiempo. Las comadronas bañan a la pequeña María en una cuba, jofaina o pila con forma de copa.
En la pintura realista del siglo XV, esta nota de intimidad y esta búsqueda de lo pictórico se exageran a expensas del sentimiento religioso. Las vecinas acuden para visitar a la parturienta, charlar con ella y llevarle regalos. Calientan el agua del baño y sacan pañales del arcón. La Natividad de la Virgen se convirtió en una escena de género.
A partir del siglo XVI se puso de manifiesto una reacción contra esta concepción burguesa y prosaica de la leyenda mariana. Altdorfer transportó el lugar de la escena de una habitación de parturienta a la nave de una iglesia. Regresó a tradición popular según la cual los ángeles habrían descendido del cielo para celebrar el nacimiento de su futura Reina. Éstos vuelan hacia su cuna, describen una alegre ronda encima de su cabeza y cantan en su honor.
En el siglo XVII, en la iconografía inspirada por el concilio de Trento casi siempre se ven ángeles afanados alrededor de la Virgen recién nacida, como para elevar su nacimiento al mundo divino. Sin embargo este motivo es muy anterior al concilio, puesto que ya aparece hacia 1520 en la Ronda de los ángeles de Altdorfer (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la Solemnidad de la Natividad de la Bienaventurada Virgen María;
Primera fiesta relativa a la infancia de María, con unos orígenes bastante oscuros. Debió surgir como conmemoración en la basílica levantada en su honor en Jerusalén junto a la piscina probática, que está atestiguada a partir del siglo V y confirmada por la arqueología, en el lugar que el apócrifo Protoevangelio de Santiago señala su nacimiento, sobre esta época. Los cruzados levantaron allí la Basílica de Santa Ana. La fecha del ocho de septiembre debió fijarse porque al ser el principio de la Obra de la Redención, era oportuno colocarla al principio del año eclesiástico, según el Menologium Basilianum. Condicionó posteriormente la del ocho de diciembre de la Inmaculada. Existe un himno escrito por Romano el Meloda hacia el 550 en honor de la Natividad de la Virgen María, pero se duda de que fuera compuesto para la liturgia, aunque habla de la celebración de la fiesta. En Oriente adquirió pronto notorio auge, y ya en el periodo justinianeo se la atestigua en Bizancio.
En el siglo VII fue introducida en Occidente. Aparece en el calendario de Sonnacio, Obispo de Reims (614-631). Sergio I (+701) prescribe en Roma letanías en esta fiesta, como en las demás marianas, con procesión que partía desde San Adriano (edificio de la Curia en el Foro Romano) hasta Santa María la Mayor. Los antiguos sacramentarios, excepto el Leoniano, ofrecen ya formularios para una fiesta del nacimiento de la Virgen. Fue dotada de octava por Inocencio IV Fieschi en 1243, como cumplimiento de un voto hecho por los cardenales en el cónclave de 1241, cuando estuvieron presos tres meses del Emperador Federico II. Gregorio XI Beaufort ha hizo preceder de vigilia en 1378. Declarada fiesta de precepto, perdió este carácter en la reforma de San Pío X Sarto, y actualmente tiene el rango litúrgico de fiesta. En cuanto a la elección del día, hay quien opina que se impuso esta fecha porque, al considerar el nacimiento de María el principio de la culminación de la Obra de la Redención, se impuso septiembre por ser el comienzo del año litúrgico de los griegos. No obstante, otras fechas se registran para la fiesta: el antiguo calendario jeronimiano le señala el diez de agosto; los coptos la celebraban el veintiséis de abril y ahora el uno de mayo; los abisinios la conmemoraban durante treinta y tres días seguidos bajo el título de Semilla de Jacob. La consolidación y generalización de la fecha del ocho de septiembre parece deberse a que, instituida la de la Inmaculada Concepción el ocho de diciembre por ella, al retrotraerse nueve meses de gestación, al popularizarse, incidió reflejamente en la de la Natividad (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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