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martes, 9 de febrero de 2021

La glorieta de los Hermanos Machado, en el Parque de María Luisa

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Glorieta de los Hermanos Machado, en el Parque de María Luisa, de Sevilla.  
     Hoy, 9 de febrero, es el aniversario (9 de febrero de 1926) del estreno de la obra teatral "Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel" por la compañía María Guerrero en el Teatro de la Princesa de Madrid, la primera obra conjunta de los Hermanos Antonio y Manuel Machado a quienes está dedicada la Glorieta existente en el Parque de María Luisa, así que hoy es el mejor día que hoy para ExplicArte la Glorieta de los Hermanos Machado, en el Parque de María Luisa, de Sevilla.
      El Parque de María Luisa [nº 64 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla], se encuentra en la glorieta de San Diego, s/n (entrada principal, aunque tiene entradas por el paseo de las Delicias y las avenida de María Luisa, y de la Borbolla), en el Barrio de El Prado-Parque de María Luisa, del Distrito Sur.
    En el Parque de María Luisa], se encuentra la Glorieta de los Hermanos Machado [nº 13 en el plano oficial del Parque de María Luisa]; y se sitúa entre la avenida de Don Pelayo, el Pabellón Real, y la Fuente de los Toreros.
   La glorieta, realizada en 1931, contiene una fuente central de mármol rosa sobre un mosaico, y tres bancos circulares con respaldos de hierro y asientos de la misma piedra con anaqueles para albergar libros. El contorno está delimitado por buganvillas y otras plantas trepadoras, elevándose alrededor tres magníficas araucarias australianas -Araucaria bidwillii- que abrazan el conjunto con sus espléndidas ramas, aunque un vetusto e inquietante cartel indique otra especie. Estos árboles de porte imponente pueden considerarse fósiles vivientes, pues formaban parte de extensos bosques meridionales hace millones de años, desarrollando piñas de varios kilos de peso con piñones consumidos antaño por aborígenes australianos; hermosas coníferas que, junto a un ejemplar enfrentado al Casino de la Exposición, dominan las alturas a la par que otras araucarias, eucaliptos y washingtonias, marcando desde su privilegiada posición la línea de cielo del parque y vigilando ensoñadoras puestas de sol... (Tomás García Rodríguez, en Diario de Sevilla).
Conozcamos mejor a los Hermanos Machado, quienes merecieron que se les dedicase una Glorieta con sus nombres en el Parque de María Luisa, de Sevilla;
   Manuel Machado y Ruiz (Sevilla, 29 de agosto de 1874 – Madrid, 19 de enero de 1947), Poeta y dramaturgo.
   Primogénito del matrimonio formado por Ana Ruiz y el folclorista Antonio Machado y Álvarez, Demófilo, y hermano de Antonio Machado. Tras la infancia sevillana, en 1883 se trasladó con su familia a Madrid porque al abuelo, Antonio Machado Núñez, le ofrecieron una cátedra en la Universidad Central. Machado fue instruido en los modernos métodos pedagógicos y en la moral laica de la Institución Libre de Enseñanza. En este tiempo, escribió sus primeros poemas y compartió con Antonio la atracción por el romancero y el teatro clásico español. En 1893, colaboró en el almanaque de Don Quijote, y, junto a Antonio y Enrique Paradas, en la revista La Caricatura, donde escribió poemas, un cuento y la crónica “La semana” junto a su hermano, con el seudónimo de Tablante de Ricamonte. Acudía a la tertulia de Fornos y a la de Eduardo Benot, quien, tras la muerte del padre (1893) y del abuelo (1895) de los Machado, ejerció un tutelaje sobre los jóvenes.
   Machado escribió un epílogo para el libro de Paradas Undulaciones (1893) y publicaron en común los poemarios Tristes y alegres (1894), con una contera de Salvador Rueda, y & Versos (1895), cuyas composiciones muestran la influencia de la poesía clásica española (romances, octavas reales, odas), de la posromántica (Campoamor, Bécquer, Núñez de Arce) y del cantar popular andaluz.
   En 1895 volvió a Sevilla, a casa de su tío Rafael Ruiz, para acabar el bachillerato e ingresar en la Universidad, donde se licenció en Filosofía y Letras.
   Allí escribía esporádicamente en el periódico El Porvenir. De regreso a Madrid, colaboró como secretario de redacción en el Diccionario de ideas afines y elementos de tecnología dirigido por Benot. En marzo de 1899 viajó a París para trabajar como traductor en la editorial Garnier. Allí permaneció hasta diciembre de 1900 (Antonio le siguió unos meses después, y regresó un poco antes), enviando algunas crónicas al diario madrileño El País. Enrique Gómez Carrillo lo introdujo en la vida bohemia y literaria, y conoció los restos del simbolismo y a escritores como Pío Baroja, Laurent Tailhade, Georges Courteline, Ernest Lajeunesse, Constantin Balmont, André Gide, Paul Fort y, sobre todo, al poeta Jean Moréas, que le causó viva impresión, así como un breve encuentro con Oscar Wilde.
   Durante los últimos meses, compartió piso con Gómez Carrillo, Rubén Darío y Amado Nervo. Su estancia parisina fue fundamental para su labor poética y en ella concibió su siguiente poemario. A su regreso a Madrid, entró en contacto con otros jóvenes modernistas, encabezados por Villaespesa y, cuando volvió de Francia, por Juan Ramón Jiménez; fue miembro fundador de las revistas Electra y Juventud, donde publicó poemas, traducciones, relatos, crónicas y artículos en defensa de la nueva estética. Su poemario Alma (1902) adaptaba, desde su mismo título, la poética simbolista, con gran intuición y excelente resultado, en un proceso modernista de síntesis creativa con la propia tradición, muy especialmente la popular. Cada poema se convirtió en un crisol cuya ascendencia romántica, parnasiana, simbolista o popular se mezclaba y conjugaba perfectamente. Machado exploró en Alma su interioridad anímica y su identidad lírica a través de distintos procedimientos irracionalistas, símbolos y motivos finiseculares (el malditismo, el dandismo, la decadencia, el orientalismo, la mujer fatal, el primitivismo y el medievalismo, el popularismo, lo onírico, lo fantástico-maravilloso, lo mítico-legendario, el wagnerismo, las fiestas galantes, la commedia del’arte...).
   “Antífona”, “Cantares”, “Castilla” o “Felipe IV” se convirtieron en poemas memorables, y “Adelfos”, en todo un himno modernista. El libro, por la cohesión y profundidad de su estructura y significado, es una obra fundamental de la tradición hispánica moderna. 
 Tras la publicación de Alma, volvió a París y viajó a Bélgica y Londres. Escribió en la prensa periódica madrileña y colaboró en Helios o Alma Española, adaptó, con su hermano Antonio y Villaespesa, Hernani de Victor Hugo, y escribió, con José Luis Montoto, la comedia en un acto Amor al vuelo, estrenada en Sevilla en 1904. En 1905 participó en la crisis de los intelectuales “revisionistas” (protesta contra Echegaray, contra el gobierno de Montero Ríos, suscripción de La Anarquía Literaria), tradujo El Aguilucho de Rostand con Luis de Oteyza (que no se estrenaría hasta 1919) y publicó el poemario Caprichos, libro heterogéneo y de apertura estética tras la primera eclosión modernista, que repitió y superó lo ensayado en Alma y abrió nuevas vías expresivas. Los poemas ganaban en sencillez, levedad y en un tono menor lúdico, al que hacía referencia el título. En la segunda parte del libro ensayó una poesía espiritualista y de recogimiento interior (“Vísperas”), otra de evocaciones históricas (“Cadencias de cadencias”) y, finalmente, otra prosaica, de la mala vida urbana (“El mal poema”); estas dos últimas secciones dieron lugar posteriormente a sendos libros independientes, y Caprichos sólo alcanzó forma definitiva en 1924. En 1906 apareció en la antología La Corte de los Poetas y publicó La Fiesta Nacional (Rojo y Negro), dedicado “Al maestro Antonio Fuentes”, poema dividido en siete secciones que reflejan las distintas etapas y suertes de una corrida taurina.
   Al año siguiente colaboró en Renacimiento —la nueva revista del modernismo triunfante—, publicó una recopilación de su obra hasta el momento, Alma. Museo. Los Cantares, con cubierta y ex-libris de Juan Gris y prólogo de Unamuno. En 1908, firmó la traducción de una antología lírica de Paul Verlaine, aunque parece ser que él sólo tradujo una pequeña parte del libro, y en 1909, tras pasar otra temporada en París trabajando para Garnier y vivir la Semana Trágica en Barcelona —donde había contratado la edición de dos antologías: Trofeos y Poesías escogidas—, apareció El mal poema. En este libro —el significado del título es antitético e irónico— rompió desde dentro y críticamente con la poética simbolista y modernista, ensayando una poesía moderna, urbana, prosaica, dialógica e incardinada en la —mala— experiencia vivida, con la que ajustaba cuentas. Transgredió expectativas tanto éticas —vitales y sociales— como estéticas: mezcló lo alto con lo bajo, lo literario con lo extraliterario, lo “poético” con lo cotidiano, lo elegíaco con lo prosaico, lo serio con lo paródico y lo irónico, el monólogo confesional con la destrucción de su identidad —y de su lenguaje—, lo retórico con lo coloquial, la palabra “pura” con la ajena —plurilingüismo—, lo escrito con lo oral —el argot, la frase hecha, el refrán, el giro conversacional, las muletillas léxicas—, el ritmo noble con la canción callejera, del cante y lo aflamencado, del cuplé y del café-cantante.
   Esta excepcional y renovadora vía poética fue recuperada por Jaime Gil de Biedma y por numerosos poetas de los años ochenta, algunos declarados “nietos de Manuel Machado”. El libro sufrirá diversas modificaciones hasta 1924.
   El 15 de junio de 1910, se casó con su prima Eulalia Cáceres en Sevilla. Establecidos en Madrid, participó en la Academia de la Poesía Española. Tres antologías se sucedieron: Alma (Ópera selecta) (1910), Trofeos (1911) y Poesías escogidas (1913). En 1911, dio a la imprenta Apolo. Teatro pictórico, colección de veinticinco sonetos que son transposición de diversas pinturas de la historia del arte, desde el Beato Angélico a John Singer Sargent, aunque la mejor representada es la escuela española —Zurbarán, El Greco, Velázquez, Murillo y Goya—. Al año siguiente apareció Cante hondo. Cantares, canciones y coplas, compuestas al estilo popular de Andalucía, que tuvo una segunda edición, “corregida y aumentada”, en 1916. Con ambos libros huyó Machado del descarnado enfrentamiento consigo mismo de El mal poema, refugiándose en una poesía de prestigio cultural y folclórico que ya había practicado antes, donde el yo lírico no se problematizaba, y que fue muy bien recibida. En 1913, aprobó las oposiciones al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y fue destinado a la biblioteca universitaria de Santiago de Compostela, aunque logró su traslado a Madrid, donde trabajó en la Biblioteca Nacional y en el Archivo Municipal del Ayuntamiento. Ese año apareció El Amor y la Muerte (Capítulos de novela), donde recopiló diversos relatos, y La guerra literaria (1898-1914), colección de crónicas y reseñas periodísticas encabezada por dos conferencias: “Los poetas de hoy” y “Génesis de un libro” (Apolo). Entre las “obras del autor” se anunciaba una traducción inédita de Los bandidos de Schiller y dos proyectos teatrales: Villamediana y El Poema del Cid.
   Durante la Primera Guerra Mundial escribió a favor de los aliados y se adhirió al manifiesto de la Liga Antigermanófila. En 1915, vio la luz Canciones y dedicatorias, recopilación con numerosos poemas de circunstancias. Al año siguiente fue contratado como crítico teatral en El Liberal, donde escribió, además, una columna de comentario político y social. Parte de estas crónicas fueron recopiladas en Día por día de mi calendario. Memorándum de la vida española en 1918 —en realidad, sólo su primer semestre— y Un año de teatro (Ensayos de crítica dramática), ambos de 1918, como su poemario Sevilla y otros poemas, todavía más inorgánico y circunstancial que el anterior.
   Tras la guerra fue enviado unos meses como corresponsal a París, y en 1919 participó en la fundación de La Libertad, diario de orientación socialista, donde fue cronista de actualidad, teatro y libros. En 1921 publicó Ars moriendi, libro confesional, de renunciamiento, expresión depurada y elegante tono elegíaco y meditativo, donde resurgía como auténtico poeta, que tuvo un caluroso recibimiento tanto por parte de la crítica más prestigiosa como de los jóvenes poetas.
   En la editorial Mundo Latino se recopiló su poesía completa en cinco volúmenes entre 1922 y 1924, año en que la Editora Internacional también publicó sus Poesías (Opera omnia lirica).
   En 1925, pasó a desempeñar el cargo de director de Investigaciones Históricas del Ayuntamiento, Biblioteca y Museo Municipal de Madrid, y escribió artículos eruditos, principalmente sobre Lope de Vega, en la Revista de la Biblioteca, Archivo y Museo. Tras la “retirada” de la poesía, pasó unos años de dedicación al teatro, en que, junto a Antonio Machado y José López, refundieron y estrenaron El condenado por desconfiado (1924) de Tirso de Molina, Hay verdades que en amor (1925), La niña de plata (1926) y El perro del hortelano (1931) de Lope de Vega, o Hernani (1925) de Victor Hugo. Permanecieron sin representar sus adaptaciones de El príncipe constante de Calderón de la Barca y La viuda valenciana de Lope de Vega. La buena acogida animó a los Machado a escribir obras originales, que fueron estrenadas con éxito: Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel (1926), Juan de Mañara (1927), Las adelfas (1928), La Lola se va a los puertos (1929), La prima Fernanda (Escenas del viejo régimen) (1931) —sátira del caos y la corrupción de los últimos días de la dictadura de Primo de Rivera—, y La duquesa de Benamejí (1932), que fueron editadas repetidas veces. Quedaron inéditas, sin terminar o en proyecto, La diosa razón, El loco amor y Las tardes de la Moncloa o Las brujas de Don Francisco.
   Machado compuso un “Himno rural a la República Española”, que fue musicado por Óscar Esplá y estrenado en el Ateneo de Madrid en abril de 1931.
   Al año siguiente Gerardo Diego lo incluyó en su Antología de la nueva poesía española, lo que supuso el reconocimiento por parte de la “joven literatura”. En 1934, firmó un manifiesto de intelectuales “Contra el terror nazi”, y poco después Manuel Altolaguirre lo convenció para que recopilase las composiciones dispersas que había ido publicando en la prensa. El resultado fue Phoenix. Nuevas canciones (1936). El comienzo de la Guerra Civil le sorprendió en Burgos, visitando a la hermana de su mujer, y ya no pudo regresar a Madrid. Acusado de desafecto y republicano, fue encarcelado y, como consecuencia, se declaró entusiasta del “alzamiento” y se puso al servicio de la Oficina de Prensa y Propaganda del Estado franquista.
   Fue elegido miembro de la Real Academia Española y en 1938 leyó su discurso de ingreso, Semipoesía y posibilidad, sobre su propia obra. El mismo año, Horas de oro. Devocionario poético, recogía las nuevas composiciones, propagandísticas y religiosas, junto a otras ya conocidas, pero reinterpretadas en el nuevo contexto de forma tradicionalista. Al conocer la muerte de su hermano, pidió permiso para viajar a Francia; en Collioure encontró también muerta a su madre. Acabada la guerra, volvió a Madrid y recuperó su puesto de funcionario. Se editó su Poesía (Opera Omnia Lyrica) en 1940. Al año siguiente se estrenó El hombre que murió en la guerra, escrita con Antonio antes de la contienda civil. Los poemas que había compuesto en ese tiempo, la mayoría de circunstancias, se recogieron en Cadencias de cadencias (Nuevas dedicatorias), de 1943. Al año siguiente estrenó El Pilar de la Victoria, poema lírico-religioso en dos actos, con música de Pablo Luna y Julio Gómez.
   Murió el 19 de enero de 1947, a los setenta y dos años, debido a una bronconeumonía crónica. En febrero se estrenó su adaptación de La malcasada de Lope de Vega, que acabó Pemán, y vio la luz Horario. Poemas religiosos, recopilación de composiciones ya conocidas (Rafael Alarcón Sierra, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
   Antonio Machado y Ruiz (Sevilla, 26 de julio de 1875 – Collioure (Francia), 22 de febrero de 1939), Poeta y pensador.
   Antonio Machado nació en el célebre palacio sevillano de Las Dueñas. Vivían allí varias familias en régimen de alquiler y el duque de Alba, su propietario, encargó la administración al padre del poeta. La infancia de Antonio Machado se desarrolló en un ámbito familiar ilustrado y progresista. Su abuelo, Antonio Machado Núñez, fue catedrático en Ciencias Naturales en las Universidades de Santiago y Sevilla y formó parte del primer grupo de investigadores de los estudios prehistóricos en España. Su padre, Antonio Machado y Álvarez, doctor en Letras y abogado, fue un prestigioso folclorista y publicó el Romancero General, recogiendo y editando numerosas letras populares en el Folklore andaluz, el Cante Flamenco y Cantos Populares. Publicó también la Biblioteca de las Tradiciones Populares, importante trabajo que, junto con artículos periodísticos (que firmó con el seudónimo de Demófilo), le dieron justa fama entre los folcloristas extranjeros, sobre todo en Inglaterra. Su hijo Antonio le describe así trabajando en su casa de Sevilla: “Mi padre en su despacho / la alta frente, / la breve mosca, y el bigote lacio”.
   El poeta guardará siempre una visión luminosa de su infancia sevillana: “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla. Y un huerto claro donde madura el limonero”. En 1883 su abuelo fue nombrado catedrático de la Universidad Central de Madrid y allí se trasladó toda la familia Machado, donde vivieron entre selectas amistades vinculadas en general a la Institución Libre de Enseñanza, a cuyo instituto-escuela asistieron los dos hermanos mayores: Antonio Machado, de ocho años de edad, y su hermano Manuel, de nueve años, hasta que comenzaron el bachillerato en los institutos de San Isidro y Cardenal Cisneros.
   Ante las necesidades de una familia ya numerosa, su padre se embarcó para Puerto Rico con el nombramiento de registrador de la Propiedad y la esperanza de volver mejorando su situación económica. Pero enfermó, y volvió en 1893 para morir en Sevilla, sin darle tiempo de llegar a Madrid junto a sus hijos, y en brazos de su esposa, Ana Ruiz, madre del poeta, que había ido a recibirle.
   Los primeros años juveniles de Manuel y Antonio, siempre unidos, se repartieron entre las tertulias en la casa de amigos, académicos y escritores, donde se recitaban versos, participando también en los estrenos teatrales y la bohemia de los cafés. En este ambiente cultural conocieron a Enrique Paradas, fundador en 1895 de La Caricatura, periódico en el que aparecieron las primeras colaboraciones de Manuel y Antonio de crítica teatral, poesía satírica y de humor. Tomaron partido por las innovaciones métricas que iban naciendo en los albores del modernismo y firmaban con los seudónimos de Polilla, Manuel, y Cabellera, Antonio. Ya comenzaron a escribir en colaboración bajo la firma caballeresca de Tablante de Ricamonte. Fue entonces cuando conocieron a Valle-Inclán, miembro destacado de la bohemia madrileña. Antonio Machado participó activamente también en la vida cultural del Ateneo de Madrid. Pero no todo fueron gozos. En 1895 murió el abuelo, cuando los dos nietos mayores tenían veintidós y veintiún años y hubieron de asumir, junto con la abuela y la madre, el sostén de la familia. Los dos hermanos colaboraron en el Diccionario de Ideas Afines, dirigido por Eduardo Benot. La influencia ideológica de éste y otros viejos amigos de la familia, como Giner, Costa o Cossío, les preparó para entender en toda su tragedia el acontecimiento generacional que se aproximaba: el desastre del 98.
   Manuel marchó a París en marzo de 1899 para trabajar en la editorial Garnier y en el mes de junio le siguió Antonio. Las tertulias literarias, el encuentro con grandes escritores del modernismo francés y con españoles como Baroja, la agitación de un país que saltó dividido en dos bandos irreductibles frente al caso Dreyfus, deslumbraron a los Machado. En octubre Antonio volvió a Madrid y dejó a Manuel un año más en París, donde vivió algún tiempo con Rubén Darío, Gómez Carrillo y Amado Nervo. En 1900 Antonio Machado trabajó como actor en la compañía de Fernando Díaz de Mendoza y en septiembre obtuvo el grado de bachiller. Madrid en esos años reunía a los rebeldes que empezaban a levantar con orgullo el nombre del modernismo como réplica descarada al mote despectivo con que les insultaban viejos escritores conformistas instalados en el poder. Estaban allí poetas como Villaespesa, Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Blasco Ibáñez, Benavente y también los Machado, y los que en 1912 bautizará Azorín con el nombre de Generación del 98: Valle-Inclán, Baroja, Maeztu y también los dos poetas y hermanos Machado.
   Todos admiraban por entonces a Unamuno y al viejo maestro Galdós.
   En la revista Electra aparecieron en 1901 los primeros poemas de Antonio Machado. En 1902 la Revista Ibérica, fundada por Villaespesa a la sombra de Rubén Darío, publicó en su segundo número poemas de los dos hermanos, como “Del Camino”, de Antonio.
   Los Machado volvieron a París, donde Gómez Carrillo proporcionó a Antonio Machado el puesto de canciller del consulado de Guatemala. Esta ausencia fue muy corta y a finales de año, pero con fecha de edición del año siguiente (1903), salió en Madrid el primer libro de Antonio Machado: Soledades, en la colección La Revista Ibérica. Su intimismo desde el acento modernista obtuvo un gran éxito y comentarios muy elogiosos. También volvió de Francia Juan Ramón Jiménez y comenzó la amistad y mutua admiración entre ambos poetas en el marco de la nueva poesía modernista y simbolista. El maestro Rubén Darío dedicó a Antonio Machado sus dos famosos poemas: “Misterioso y Silencioso” y “Ruego por Antonio a mis dioses”, que añaden puntos de gloria al joven poeta, además de demostrar el aprecio que por su poesía y persona comenzó a sentir el gran poeta nicaragüense. Al mismo tiempo, Antonio Machado preparó oposiciones a cátedra de Francés para instituto de segunda enseñanza y obtuvo la plaza del Instituto General y Técnico de Soria, a la que se incorporó en septiembre de 1907 previa su toma de posesión en el mes de mayo. En 1907 aparecieron en la editorial Pueyo la colección de los poemas machadianos titulados Soledades, galerías y otros poemas. Entre ellos estaba su primer poema soriano: “Orillas del Duero”. 
 En el curso de 1907-1908 a Antonio Machado le abrumaba el tedio, lejos de Madrid, donde quedaron sus intereses: familia, amigos, vida literaria. Soria era entonces una pequeña ciudad de provincias. El poeta de las conversaciones en los cafés madrileños se sentía al principio ajeno a la ciudad y mandó colaboraciones a la revista madrileña La Lectura, y escribía también para el periódico Tierra Soriana. Pero el poeta íntimo quedó prendido en los solitarios paseos por las callejuelas de Soria bajo la luz de la luna: “¡Soria fría! La campana / de la audiencia da la una / Soria, ciudad castellana / ¡tan bella! bajo la luna”.
   De pronto surgió lo inesperado: en la casa de huéspedes había una jovencita de quince años hija de la patrona. Leonor era una belleza frágil, rubia y de ojos azules. Antonio va a amarla desde entonces con toda la pasión del amor primero. El 30 de julio de 1909 contrajeron matrimonio en Santa María la Mayor Leonor Izquierdo Cuevas, de dieciséis años, y Antonio Machado Ruiz, de treinta y cuatro. El poeta estaba ahora en la apacible posesión del amor y fue cuando el paisaje de Soria penetró mágico y vigoroso en la poesía de Machado, comenzando la nueva etapa esplendorosa y sublime de su poesía: álamos del amor en la ribera del Duero, grises alcores, cárdenas roqueras.
   En el otoño de 1910 hizo una excursión con varios amigos a las cimas del Urbión y la Laguna Negra, escenario del futuro romance La tierra de Alvargonzález.
   En La Lectura publicó el poeta varios poemas que más tarde entregó a Gregorio Martínez Sierra para su posterior publicación en el libro Campos de Castilla.
   En noviembre fue nombrado miembro de número de la Academia de la Poesía Española y en diciembre le concedió la Junta para la Ampliación de Estudios la beca que había solicitado para seguir cursos de Filosofía Francesa en la Universidad de París.
   En enero de 1911, desde Soria, se trasladaron Leonor y Antonio a la capital francesa. El poeta asistió a las clases de Bedier y en el Colegio de Francia recibió el magisterio del filósofo Bergson, por el que sentía gran entusiasmo y que era la auténtica razón de su estancia en la Universidad. Allí, en los ratos que le dejaban libre las clases y los paseos con Leonor, escribió el largo romance de tierras altas que concibió en la desnudez de la Laguna Negra. Lo envió a Martínez Sierra para que lo incluyera en Campos de Castilla.
   Pero inesperadamente, el 14 de julio Leonor sufrió una hemotisis. Era la fiesta nacional francesa y Antonio recorrió París sin encontrar un solo médico. Al día siguiente ingresó la enferma en una clínica, donde permaneció hasta septiembre, fecha en que regresaron a Soria. Trece meses vivió aún Leonor bajo el cuidado amoroso del poeta, que alquiló una casa en el alto del Mirón. En mayo de 1912 salió a la luz pública en la editorial Renacimiento su obra cumbre, Campos de Castilla, en que Machado abandonó la lírica intimista y se inundó de un paisaje que rebosaba las más profundas sensaciones humanas y donde latía la vida de las personas. Esta obra, que marcó el cambio de rumbo de la poesía española, fue entusiásticamente acogida en todos los ambientes literarios y en la prensa: entre otros artículos, los encomiásticos de Unamuno, en La Nación de Buenos Aires, de Ortega en Los Lunes de El Imparcial, de Azorín en ABC, etc., con el reconocimiento de un poeta en la cima de la literatura. Las relaciones con Unamuno fueron intensas y de especial admiración mutua. Poco después, el 1 de agosto murió Leonor a los diecinueve años.
   Antonio abandonó la ciudad ocho días después, no pudiendo soportar la ausencia de Leonor: “Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería / Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar. / Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía / Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar”.
   El 15 de octubre recibió la confirmación de su nombramiento como catedrático de Lengua Francesa en el Instituto General y Técnico de Baeza y aquí, “en un pueblo húmedo y frío, destartalado y sombrío, entre andaluz y manchego”, encerró Antonio su soledad entre libros. Fue entonces cuando estudió la lengua griega para leer en su fuente a Platón y a Aristóteles.
   Profundizó en Descartes, en Kant, en Bergson.
   Todos los veranos se examinaba en la Universidad de Madrid ante Bartolomé Cossío o el joven profesor Ortega y Gasset, que empezaba entonces a tener gran fama. En 1916 obtuvo la licenciatura en Filosofía y Letras. Lo demás eran las clases en el instituto y sus paseos junto con las tertulias en la rebotica de Almazán, farmacéutico y profesor de Gramática. El recuerdo de Leonor le seguía y traía a sus versos la tierra de Soria, más entrañable ahora en la lejanía: “Allá en las tierras altas, / por donde traza el Duero / su curva de ballesta / en torno a Soria, entre plomizos cerros / y manchas de raídos encinares, / mi corazón está vagando en sueños...”.
   Antonio estaba ya siempre en las citas de todos los acontecimientos literarios, reflejando su personalidad poética y social. En carta a Miguel de Unamuno hizo un retrato de la comarca andaluza que era ahora su retiro: mendigos y señoritos, jugadores, emigración y pobreza: “Esa España inferior que ora y bosteza / vieja y tahúr, zaragatera y triste: / esa España inferior que ora y embiste, / cuando se digna usar de la cabeza”.
   Siguió escribiendo y publicando sus poemas en La Lectura. Su poesía iba haciéndose cada vez más meditativa, más condensada en la descripción del paisaje con olivos de Jaén: “Campo, campo, campo. / Entre los olivos. / Los cortijos blancos”.
   Ante la muerte en 1915 del gran maestro institucionista Francisco Giner de los Ríos, Antonio compuso su emocionada despedida, que se publicó en la revista España, de la que era colaborador asiduo: “¡Oh, sí!, llevad, amigos, / su cuerpo a la montaña, / a los azules montes / del ancho Guadarrama”.
   A finales de año le nombraron vicedirector del instituto de Baeza y no ocultó entre sus compañeros su adhesión en la Primera Guerra Mundial a la causa de los aliados, firmando el manifiesto de los intelectuales españoles. En 1916 murió el maestro Rubén Darío, el buen amigo y admirador de Antonio Machado, que recibió este canto póstumo del “silencioso y misterioso” Antonio, como un día Darío le llamara: “Rubén Darío ha muerto en su tierra de Oro, / esta nueva nos vino atravesando el mar. / Pongamos, españoles en un severo mármol / su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más...”. 
 En 1917 Machado publicó en la editorial Calleja Páginas Escogidas y en las publicaciones de la Residencia de Estudiantes la primera edición de sus Poesías Completas. En México se editó la antología Poemas de Antonio Machado y Manuel Machado.
   En Baeza conoció a un joven granadino de diecinueve años que formaba parte de una excursión, y así se encontraron por primera vez Antonio Machado y Federico García Lorca. El poeta, siempre comprometido socialmente, formó parte de la Comisión para la Reforma de la Segunda Enseñanza, en medio de una polémica que enfrentó a los diversos sectores del profesorado. En el otoño, consiguió lo que llevaba esperando desde hacía años: el traslado a otra ciudad que le acercase a Madrid. Segovia fue, por Real Orden de 30 de octubre, la sede de sus días lectivos, desde la que se trasladaba todos los sábados a Madrid. De nuevo estaban juntos Manuel y Antonio, en casa del primero o en las tertulias de los cafés de Madrid. Publicó entonces Antonio la segunda edición de Soledades, galerías y otros poemas, mientras siguió escribiendo los Complementarios.
   Durante doce años iba y venía en tren de su instituto de Segovia a las reuniones y calles de Madrid. La llegada del poeta fue saludada por los periódicos segovianos: el “vigoroso y culto poeta”. Una pensión de cinco pesetas con habitación independiente, aunque modesta, resolvió el problema de su alojamiento en la calle de los Desamparados. Comenzó a colaborar también en la revista La Pluma, en el diario El Sol y envió también artículos a Los Lunes del Imparcial y a La Lectura, continuando así sus colaboraciones en prensa desde su etapa de Soria. El poeta fue también uno de los propulsores de la creación de la Universidad Popular en Segovia, un proyecto avanzado de renovación cultural. Muy interesado en la transformación real de España, fue uno de los fundadores en 1922 de la Liga Provincial de los Derechos del Hombre.
   Continuó colaborando normalmente en La Voz de Soria y en Índice, revista recién fundada por Juan Ramón Jiménez, donde recibieron apoyo los nuevos gongorianos que más tarde se denominarán Generación del 27. Sus Proverbios y Cantares empezaron a aparecer desde el primer número de la Revista de Occidente, creada por Ortega y Gasset en 1923, y enviaba también colaboraciones a la revista España.
   Desde este año comenzaron los dos hermanos a escribir juntos para el teatro. Primero prepararon una versión de El condenado por desconfiado de Tirso de Molina, que se estrenó al año siguiente en Madrid.
   Hicieron también una traducción de Hernani de Victor Hugo y adaptaciones del teatro de Lope de Vega.
   Antonio gozaba del máximo prestigio en los ambientes poéticos. Formó parte del jurado que concedió a otro joven poeta, Rafael Alberti, el Premio Nacional de Literatura por su primer libro, Marinero en tierra, y a Gerardo Diego el segundo premio por Versos humanos.
   Manuel y Antonio publicaron en 1924 Ópera omnia lírica y Nuevas canciones, respectivamente. También en la revista Alfar de La Coruña aparecieron poemas de Antonio, quien en 1925 reeditó Páginas escogidas y publicó Reflexiones sobre la lírica en la Revista de Occidente.
   Este mismo año le nombraron miembro correspondiente de la Hispanic Society of America. Para los Machado 1926 fue el año de su intensa y larga colaboración teatral. El 9 de enero estrenaron la primera de la serie de obras de teatro originales escritas en colaboración, las Desdichas de la fortuna o Julianillo Valcárcel, y ambos recibieron el homenaje de la Institución Libre de Enseñanza con palabras emocionadas del institucionista y gran amigo de la familia Manuel Bartolomé Cossío. Hasta 1932 siguieron escribiendo y estrenando en Madrid: Juan de Mañara, Las adelfas, La Lola se va a los puertos, La prima Fernanda y La duquesa de Benamejí.
   Como hombre que vivía la actualidad política de su tiempo, el poeta firmó en 1926 el llamamiento de la coalición Alianza Republicana. Ese mismo año se publicó en la Revista de Occidente, El cancionero apócrifo de Abel Martín. En 1927 fue elegido miembro de la Real Academia Española, cargo que no llegó a ocupar, para el sillón que ocupó Echegaray. En 1928 el poeta publicó la segunda edición de sus Poesías Completas (1899-1925), colaboró en la revista Manantial de Segovia, en la Gaceta Literaria y en la Revista de Occidente, donde en 1929 se incluyeron las primeras Canciones a Guiomar, el nombre poético que Machado dio a Pilar Valderrama. Ella había querido conocer al famoso poeta el año anterior y se dirigió a Segovia llevando una carta de presentación de María Calvo, hermana del actor amigo de los Machado. Desde entonces aquel entusiasmo por el poeta generó una relación amorosa y sentimental que duró hasta su separación con motivo del inicio de la Guerra Civil en julio de 1936, amor que no llegó a transformarse en mayores vínculos físicos, pero que se trasluce literariamente en los poemas que Antonio le dedicó desde entonces. En 1930 escribió el poeta en El Imparcial un artículo sobre el libro Esencias, que Pilar Valderrama acababa de publicar. En abril de 1931 el poeta, con otros republicanos, izó la bandera republicana en los balcones del Ayuntamiento de Segovia y durante tres días se encargaron de mantener el orden en la ciudad. Al comienzo del curso académico 1931-1932 fue trasladado Antonio al instituto Calderón de la Barca de Madrid. Desde entonces hasta que la Guerra Civil le llevó hasta Valencia, se instaló en la casa de su hermano José, donde vivía también la madre. Los dos hermanos continuaron con su mutua admiración como poetas y su cariño fraternal, que llegó hasta el final de sus días.
   Como ha señalado la sobrina del poeta, Leonor Machado, Antonio tenía el aspecto de ir por el mundo sin verlo, distraído como consecuencia de abstraído.
   En la cabecera de su cama seguía el retrato ovalado de Leonor vestida con el mismo traje que en la fotografía de boda, porque su recuerdo nunca abandonó al poeta. En 1931 el Ayuntamiento de Sevilla nombró a los hermanos Manuel y Antonio Hijos Adoptivos de su ciudad natal. Mientras, el poeta era el centro de la actividad cultural de Madrid y de España. En 1932 la ciudad de Soria nombró a Antonio Hijo Adoptivo en agradecimiento a tantos poemas consagrados a la tierra soriana. También participó en el homenaje ofrecido a Valle-Inclán, al que asistieron también Unamuno, Juan Ramón Jiménez y Américo Castro, que se tenían entre sí una gran admiración.
   En 1933 apareció la tercera edición de las Poesías completas de Antonio y publicó los Últimos comentarios de Abel Martín. La Barraca, teatro universitario dirigido por García Lorca, escenificó La tierra de Alvar González. En este año el poeta formó parte del patronato de misiones pedagógicas. En 1935 empezó a publicar las Primeras prosas del Juan de Mairena, en el Diario de Madrid, con lúcidas observaciones sobre el momento político de la República, que continuaron también en El Sol. Este año le trasladaron al Instituto Cervantes de Madrid, recién creado, y le ofrecieron la presidencia del Comité Mundial de los escritores para la defensa de la cultura. En Madrid se fueron dando cita grandes intelectuales de todo el mundo, entre ellos Pablo Neruda, admirador del gran poeta español.
   Antonio publicó a comienzos del año 1936 la cuarta edición de Poesías completas y Juan de Mairena.
   Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo, ambos en la editorial Espasa Calpe de Madrid.
   Los acontecimientos literarios y políticos se acumularon en los primeros meses de ese año. En enero había muerto Valle-Inclán y en el homenaje popular a su memoria Alberti leyó unas cuartillas de Antonio Machado. Pocos días antes éste había sido uno de los que firmaron una convocatoria en honor de Alberti, recién llegado de Rusia. Las elecciones de febrero dieron el triunfo al Frente Popular y a finales de mes se firmó el Manifiesto de la Unión Universal por la Paz.
   El poeta fue uno de los firmantes como vocal del comité español.
   Al comenzar la guerra, el 18 de julio, Machado estaba en Madrid con su madre, hermanos y sobrinos.
   Manuel había partido para Burgos el 15 del mismo mes a visitar a una hermana de su esposa, religiosa en un convento burgalés. Así quedaron separados los dos hermanos para siempre. También la guerra separó a Guiomar y a Antonio. Ella en Galicia y él en Madrid. El poeta, fiel republicano, prestó su apoyo al Gobierno agredido por la sublevación franquista escribiendo en El Sol, Madrid y en Cuadernos de la casa de la cultura, de cuyo patronato era presidente. El 17 de octubre de 1936 publicó en el semanario Ayuda la elegía a Federico García Lorca, asesinado en agosto: “El crimen fue en Granada”. Preocupados por la seguridad del poeta, Alberti y León Felipe le aconsejaron que se trasladase de Madrid a Valencia con su familia.
   Año y medio vivieron en Rocafort, un pueblecito cercano a la capital. El poeta tenía buen ánimo, pero la salud muy resentida. Desde Valencia Antonio Machado escribió asiduamente en Hora de España lo que será el tomo segundo de Juan de Mairena y numerosos artículos para otras revistas y periódicos. Colaboró también en el Servicio Español de Información y publicó su último libro, La guerra, con ilustraciones de José Machado. En 1937, ante las juventudes socialistas unificadas, pronunció el discurso del 1 de mayo y otro en la clausura del II Congreso Internacional de Escritores que organizó en Madrid y Valencia la Alianza de Intelectuales Antifascistas.
   A comienzos de marzo de 1938 se trasladaron a Barcelona el poeta, su madre y José, con María, su esposa, y sus sobrinas. Allí siguió colaborando con prosa y verso en las mismas publicaciones y escribía asiduamente en La Vanguardia de Barcelona y en periódicos de Soria y Madrid. Contribuyó también, para ser radiados, con otros trabajos consagrados a la buena causa para la República. Prologó, además, la edición de La Corte de los Milagros de Valle-Inclán. Ante el avance de las tropas franquistas, comenzó en Barcelona el éxodo de la población. Antonio Machado y su familia fueron evacuados por la Universidad de Barcelona el día 22 de enero de 1939 junto con otros intelectuales, como Carles Riba, Corpus Barga, Tomás Navarro Tomás, etc., iniciando una penosísima travesía hasta llegar a Collioure, pequeño puerto francés del Mediterráneo, tan próximo a España. Durante el penosísimo camino el poeta tuvo que abandonar su equipaje y así se perdieron los papeles que llevaba.
   A su llegada a Collioure se dirigió al pequeño hotel de Buñol-Quintana. Corpus Barga llevó a la madre, Ana, en brazos, mientras que José ayudó a Antonio, que apenas podía andar. Al final llegaron al hotel y fueron recibidos por madame Quintana. Éste iba a ser el último refugio del poeta y de su madre. Antes de un mes ambos habían muerto de tantas penalidades. Los dos terminaron acostados en una pequeña habitación, una cama junto a la otra. En dos días agonizó el hijo al lado de la madre, él consciente, ella sin apercibirse de nada. Murió el gran poeta el 22 de febrero a las tres y media de la tarde. Tres días después moría ella.
   El día 23 enterraron al poeta rodeado de exiliados españoles y de la población de Collioure y de otras muchas personas llegadas al pueblecito mediterráneo.
   Las autoridades españolas en el exilio y las francesas también estaban presentes. El féretro, cubierto por la bandera republicana, lo llevaban a hombros españoles, entre ellos varios oficiales. En el gabán del poeta encontró su hermano José sus últimos versos, “Estos días azules y este sol de la infancia”. Se cumplía lo que había escrito: “Y cuando llegue el día de mi último viaje / y esté al partir la nave que nunca ha de tornar, / me encontraréis a bordo, ligero de equipaje, / casi desnudo, como los hijos de la mar”.
   La madre y el poeta están enterrados en el pequeño cementerio marino de Collioure. Las obras del poeta están presentes y traducidas en las principales lenguas del mundo. El reconocimiento universal de Antonio Machado fue formalmente declarado por la UNESCO, a petición de la Fundación Antonio Machado, en reunión celebrada en París en 1989, “Poeta de valores universales” (Manuel Núñez Encabo, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
       Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Glorieta de los Hermanos Machado, en el Parque de María Luisa, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

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