Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el banco de la provincia de Lugo, en la Plaza de España, de Sevilla.
Hoy, 16 de febrero, es el Martes de Entroido en Lugo (el carnaval gallego, O Entroido -también llamado Antroido o Introido, entre otras denominaciones-, es además una celebración de larga tradición popular), donde es fiesta local, así que es hoy el mejor día para Explicarte el banco de la provincia de Lugo, en la Plaza de España, de Sevilla.
La Plaza de España [nº 62 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; nº 31 en el plano oficial de la Junta de Andalucía; nº 1 en el plano oficial del Parque de María Luisa; y nº 4 al 8 en el plano oficial de la Exposición Iberoamericana de 1929], se encuentra en el Parque de María Luisa [nº 64 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla]; en el Barrio de El Prado-Parque de María Luisa, del Distrito Sur.
Consta de cuatro tramos de catorce arcos cada uno, en cuya parte inferior se sitúan bancos de cerámica dedicados a cada provincia española. Flanquean el conjunto dos torres, denominadas Norte y Sur, intercalándose tres pabellones intermedios, que corresponden a la Puerta de Aragón, la Puerta de Castilla y la Puerta de Navarra. El central o Puerta de Castilla es de mayor envergadura y alberga la Capitanía General Militar.
La estructura de cada banco provincial consiste en un panel frontal representando un acontecimiento histórico representativo de la provincia en cuestión, incluyendo por lo general escenas con los monumentos más representativos de la ciudad o provincia. Flanquean el conjunto anaqueles de cerámica vidriada, destinados originalmente a contener publicaciones y folletos de la provincia en cuestión. Rematando el banco aparece un medallón cerámico en relieve con su escudo. En el suelo se reproduce en azulejos el plano de la provincia y sus localidades más destacadas. Entre los arcos figuran los bustos en relieve de los personajes más importantes de la historia de España. La ejecución- de la mayoría de los mismos corrió a cargo del escultor ceramista Pedro Navia Campos.
La Exposición Iberoamericana tuvo sus motivaciones políticas y propagandísticas, y éstas influyeron en algunos detalles. Respecto a las escenas históricas representadas en los bancos de las provincias, algunos de ellos fueron retirados precipitadamente en los meses previos a su inauguración por sus incorrecciones históricas o su inconveniencia política, ya que se consideró que no sintonizaban con la idea de unidad y paz que pretendía proyectar el recinto monumental.
En el banco de la provincia de Lugo, situado entre los de las provincias de Logroño (La Rioja) y Madrid, y entre las Puertas de (Capitanía General) y la de Navarra, la escena representada en su panel central es la Toma de Lugo por Alfonso I de Asturias. Año 755; a la izquierda de la escena histórica central figura una vista de la histórica ciudad gallega y a la derecha la Catedral de Santa María de Lugo (s. XII al XVIII), rematando los escudos nacional y de la ciudad, siendo el motivo central original de la fábrica de Cerámica de la Vda. de José Mensaque y Vera, donde también se ejecutaron los bancos y librerías. 1926. Restaurado in situ por la Escuela Taller de la Plaza de España, en la última fase de los trabajos finalizada en 2010.
Los azulejos retirados fueron restaurados por dicha Escuela y depositados en los almacenes del Patrimonio del Estado ubicado en los bajos del edificio de la Plaza de España, y en los extremos unos anaqueles, también cerámicos, donde se colocaron originalmente folletos de cada localidad. En la zona inferior encontramos otro panel cerámico con el mapa de la provincia y tres bancos en forma de "U" decorados con dibujos vegetales derivados de los típicos candelieri con angelotes, y cartelas con los nombres de algunos de los personajes históricos de la provincia lucense como son el Conde Osorio Gutiérrez, y el Obispo D. Fr. Francisco Izquierdo; algunas de las poblaciones más importantes de la provincia lucense como son Fonsagrada, Mondoñedo, Monforte, Rivadeo, Sarria, y Vivero; y, finalmente vistas de los más importantes monumentos lucenses, como son la Muralla de Lugo, la Puerta de Santiago, el Río Miño, y el Viaducto de A Chanca.
Sobre el balcón, encontramos una balaustrada centrada por el escudo, en forma de tondo, de la provincia, decorado con una especie de corona de laurel. En el arco que está sobre él, aparecen en sus enjutas los relieves con los bustos de Domenicos Theotocopoulos "El Greco", El Greco (1541 – 1614), pintor, escultor y arquitecto; y Lope de Vega Carpio, Lope de Vega (1562 – 1635), Dramaturgo, poeta y narrador, creador del teatro nacional (www.retabloceramico.net).
Conozcamos mejor el hecho histórico en el que se basa la escena representada en el panel principal del banco de la provincia de Lugo, la toma de la ciudad por el rey Alfonso I de Asturias en el año 755.
Para Sánchez -Albornoz, el reinado de Alfonso 1 (739-757) goza de "la gran coyuntura" en la España musulmana contemporánea del yerno de Pelayo: las discordias continuas que comienzan en 739-740 con el abandono de los bereberes del noroeste, a lo que ya se aludió, y que no cesan hasta que en 756 el primer Omeya, Abderrahmán I, deponga al último emir dependiente de Damasco, Yusuf al-Fihri. Por lo tanto, el reinado de Alfonso coincide con el mandato de los últimos emires y con los dos primeros años de Abderrahmán I (755-788).
Es esta "gran coyuntura" la que permite al rey asturiano llevar a cabo sus campañas por casi toda la mitad norte de España, campañas de unos veinte años de duración, y que empiezan precisamente por Lugo y Tuy, ya que los bereberes, asentados en Galicia, fueron los primeros en abandonar sus tierras para dirigirse al sur. La reconquista e incorporación al naciente reino asturiano de Lugo propicia la repoblación de la ciudad por Odoario. Como Alfonso I no podía ocupar tantas ciudades como menciona la crónica, creó, aunque quizá no de forma preconcebida, el llamado desierto estratégico del Duero que separó, desde entonces, Asturias de la España musulmana.
Vació las ciudades que cita la crónica y con sus habitantes repobló las tierras norteñas de Asturias, Cantabria, Vizcaya, Bardulia o Castilla y el norte de Galicia . Esta despoblación de la meseta del Duero fue crucial para el devenir de la historia hispana, ya que propició la posterior reconquista y repoblación hecha por las gentes del norte que convierten las nuevas tierras, ahora reocupadas, en un oasis de libertad, en una "isla" de hombres libres, en una Europa que se encamina a pasos agigantados hacia la feudalización. Todo ello explica la "inmadurez" del feudalismo hispánico y la originalidad del caso histórico español si se le compara con lo que ocurre allende los Pirineos.
Para Barbero y Vigil, cabe poner en duda la historicidad de las campañas del primer Alfonso por tan amplios territorios al norte y al sur del Duero. Ambos autores se inclinan por conceder más crédito a la Crónica Albeldense, que no entra en tantos detalles, y se limita a decir que Alfonso I asoló los Campos Góticos hasta el Duero. Las campañas de Alfonso I no son, para Vigil y Barbero, el comienzo de la "Reconquista", sino el fin del secular enfrentamiento de los pueblos poco romanizados y no sometidos a los godos del norte peninsular, con romanos, primero, germanos después y musulmanes, por último. Las campañas de Alfonso van dirigidas contra la frontera o limes que, desde el Bajo Imperio hasta época musulmana, separó a los rebeldes norteños, inveterados "indígenas", con los sucesivos poderes que, desde el siglo IV al VIII-IX, se sucedieron en el resto de España. La teoría de Sánchez-Albornoz de la despoblación-repoblación de la meseta fue puesta en entredicho en los años 60 por don Ramón Menéndez Pidal, para quien "repoblar" significaba únicamente organizar política y administrativamente territorios desorganizados y, en consecuencia, no existió la despoblación en sentido literal que defendió Sánchez-Albornoz.
Más matizadas fueron las críticas de Salvador de Moxó, para quien la despoblación no fue total y afectó sobre todo a las minorías dirigentes de las ciudades, nobles y clérigos, que las abandonaron tras el Guadalete. Hubo, pues, en el Duero una ruralización general y un vacío político que, además, no fue uniforme en toda la zona, siendo más fuerte cuanto más al este nos encontremos.
Así pues, tenemos a Lugo despoblado, tras la campaña de Alfonso I, y repoblado por Odoario que encuentra desierta la ciudad (Sánchez Albornoz y Salvador de Moxó).
Lugo fue fortaleza del limes que, desde tiempos bajorromanos y hasta los altomedievales, enfrentó a norteños con romanos, primero, con godos después, y con musulmanes más tarde. No hubo despoblación -repoblación en el sentido que dio a esas expresiones Sánchez-Albornoz (Barbero y Vigil). Hay que añadir que Barbero-Vigil son defensores de las ideas de Menéndez Pidal en este extremo.
Si las teorías de Sánchez-Albornoz no han sido desmontadas hasta la fecha, como más arriba se dijo, las de Barbero-Vigil no pueden sostenerse, pese a contar todavía con adeptos. No puede entrarse aquí en detalles sobre un asunto que requeriría muchas páginas, pero ni existió el limes norteño, ni los pueblos del norte fueron los "indígenas" eternamente insumisos que ambos autores pretendieron. Alfonso I atacó ciudades, no las plazas de un limes inexistente, y cada vez está más claro que la romanización de las tierras septentrionales, que después fueron las del reino de Asturias, fue mucho más intensa de lo que se supuso. Al mismo tiempo, y como sostuvo la historiografía tradicional, el reino astur hunde gran parte de sus raíces en el pasado visigodo. Es posible, por otra parte, que la radical despoblación de Don Claudio haya de ser matizada; de hecho, ya lo ha sido.
Sánchez- Albornoz insistió en el hecho de que las crónicas musulmanas son acordes con las cristianas al tratar de las campañas de Alfonso I. Pues bien, dos de estas fuentes, Ibn al-Atir, en un pasaje tomado, al parecer, de Ahmad- al Razi, e Ibn Jaldun, que parece seguir a Ibn Hayyan, coinciden en atribuir la conquista de Lugo no a Alfonso I, sino a su sucesor Fruela I (757-768). Puede explicarse ello por una confusión de ambos cronistas entre Fruela, hermano de Alfonso I, que acompañó al rey en sus campañas militares, con el hijo y sucesor de Alfonso, del mismo nombre, es decir, Fruela I. Pudo ocurrir también que Fruela I continuase las campañas de su padre (J. Miguel Novo Güisán, Lugo en los tiempos oscuros. Las menciones literarias de la ciudad entre los siglos V y X).
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