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martes, 16 de julio de 2019

El Conservatorio Superior de Música (antiguos Convento y Cuartel del Carmen)


   Por Amor a Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Conservatorio Superior de Música (antiguos Convento y Cuartel del Carmen) de Sevilla.          
   Hoy, 16 de julio, es la Memoria de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, monte en el que Elías consiguió que el pueblo de Israel volviese a dar culto al Dios vivo y al que, más tarde, algunos, buscando la soledad, se retiraron para hacer vida eremítica, y dieron origen, con el correr de los tiempos, a una orden religiosa de vida contemplativa, que tiene como patrona y protectora a la Madre de Dios [según el Martirologio Romano reformado por mandato del Sacrosanto Concilio Ecuménico Vaticano II y promulgado con la autoridad del papa Juan Pablo II].    
   Y que mejor día que hoy, para ExplicArte el Conservatorio Superior de Música (antiguos Convento y Cuartel del Carmen), de Sevilla.
   El Conservatorio Superior de Música (antiguos Convento y Cuartel del Carmen), se encuentra en la calle Baños, 52; en el Barrio de San Vicente, del Distrito Casco Antiguo.
   Perteneciente inicialmente al denominado Convento de Carmelitas Calzados, fundado en 1358, pasando el siglo pasado a convertirse en cuartel hasta fechas muy recientes. El Cuartel del Carmen, se ubica en la manzana delimitada por las calles Baños, San Vicente, Pascual de Gayangos y Goles. Su poderosa presencia arquitectónica lo ha convertido en un elemento fundamental en la trama urbana del barrio de San Vicente en el cual se asienta, siendo uno de los conjuntos arquitectónicos más significativos de la capital andaluza. El inmueble es de grandes dimensiones y sus elementos más importantes son la fachada, la iglesia y el claustro principal. Otros elementos significativos son la crujía de fachada, muy reformada en el siglo pasado, la escalera que arranca desde el claustro, y un patio de menores dimensiones que el principal.

   El edificio es en esencia de planta rectangular, conformada por dos aportaciones básicas, por un lado, la del Convento de Carmelitas de finales del siglo XVI y principios del XVII (basada tipológicamente en un esquema tradicional que se generó en Cluny a partir del siglo X), y por otro el cuartel, surgido a raíz de las reformas realizadas en el siglo XVIII y sobre todo en el XIX, que trajo consigo la apertura de un eje longitudinal que recorre todo el edificio.
   Desde su conversión en cuartel, el inmueble se articula sobre la base de los siguientes elementos: edificación de acceso y paso (fachada y portada a la calle Baños), antigua iglesia, torre y claustro con dependencias anejas. Tras la primera crujía, que acusa en planta las múltiples e irregulares divisiones que el uso como cuartel determinó, se encuentra la antigua iglesia conventual. La estructura de ésta es de finales del siglo XVI y principios del XVII, de planta rectangular, con cabecera cuadrangular muy acusada y gran cúpula sobre el presbiterio. El sistema de sustentación, a base de pilares cruciformes, se resuelve con bóvedas de cañón. Éstas se manifiestan al exterior con cubierta a dos aguas, salvo el espacio de la cúpula, que se realiza a cuatro aguas. En el siglo XVIII, la cúpula sufrió modificaciones ornamentales, al serle añadidos yeserías y moldurajes. La transformación más profunda de la iglesia, se produjo en el siglo XIX. Ésta consistió en la demolición de una parte sustancial del templo, y su sustitución por un conjunto de dependencias que tiene como elemento central el nuevo eje establecido. En el ángulo sureste, entre la iglesia y el claustro principal, se levanta la torre, ahora desmochada. Ésta puede datarse por su tipología en el siglo XVII, aunque sufrió reformas en su decoración durante el siglo XVIII. 

   El claustro principal, obra del siglo XVI y principios del XVII, es de planta cuadrada. Consta de dos alturas en cada uno de sus lados. El cuerpo bajo se estructura por medio de pilares de planta rectangular, decorados con pilastras de orden toscano y sobre ellos un entablamento clásico. Entre los pilares se abren vanos de medio punto, con dovelas y jambas remarcadas. El piso superior se articula a base de pilastras sobre pedestales y escueto entablamento, que enmarcan ventanales de cuidado diseño, con frontón partido de carácter manierista. Las galerías se cubren con bóvedas de arista, refinadamente decoradas por yeserías de relieve plano, y diseño geométrico, basado en los tratados de arquitectura tardorrenacentista. Las dependencias que se encuentran en las galerías del Claustro fueron adaptadas a las necesidades de la nueva ocupación como cuartel.
   En el ángulo sureste de este claustro se encuentra la escalera principal. El acceso a ella se formaliza por medio de dos arcos de medio punto, que apean sobre cuatro columnas de pedestal corrido. La escalera se plantea con arranque único y dos elementos de desembarco paralelos al mismo. Su construcción es evidentemente posterior a la edificación del claustro y responde al modelo imperial español.

   A continuación del claustro principal existe otro patio, de menores dimensiones, con fachada trasera a la calle Pascual de Gayangos. Sus dos primeros pisos presentan arcos de medio punto sobre columnas toscanas, enjutas decoradas y ménsulas en las claves. Ambos fueron muy transformados durante el uso como cuartel, época ésta en la que se cegaron los intercolumnios. También por estos años fue añadido un tercer piso, de menor relevancia arquitectónica, y cuyo diseño se limita a la aparición de ventanas entre pilastras.
   La fachada principal, edificada con motivo de las reformas del siglo XIX, vino a sustituir la antigua tapia y portalón del primitivo recinto conventual. En dicha fachada es especialmente significativa la portada, que se diseña según los modelos academicistas propios de la época; sobre el gran portalón de entrada se sitúa un balcón con baranda de fundición y dos vanos rectangulares entre pilastras pareadas; todo ello se encuentra coronado por un entablamento clásico rematado por un frontón triangular.   

   El Convento se fundó en 1358 y el edificio actual se comenzó a edificar en 1428, aunque la labor principal es de 1609. Ha sabido de usos muy distintos, desde el conventual, que conoció su esplendor en los siglos XVI y XVII, hasta su utilización como cuartel de infantería en los siglos XIX y XX. El conjunto primitivo, con la iglesia y los claustros, nos ofrece una información importantísima sobre la arquitectura conventual andaluza de los siglos XVI y XVII. Por su parte, las reformas decimonónicas nos hablan, no sólo de las nuevas formas academicistas, sino de las grandes transformaciones urbanas que tuvieron lugar en el siglo pasado. Actualmente tras haber sido restaurado se ubica en él el Conservatorio de Música (Guía digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
     La  fundación  del  convento de  Carmelitas Descalzos se realiza en 1358. El edificio actual sustituye a otro anterior, el primitivo convento, que utilizó unas casas principales de don Álvaro Suárez y un solar contiguo propiedad de doña Mencía Tello. En ellos comenzaron las obras hacia 1428, en que se labra la cimentación de la iglesia antigua, ampliación de la primitiva capilla del Rey Don Pedro. Lo que en su día fue compás -que hoy corresponde a las edificaciones y primer patio- es otra parcela cedida posteriormente por un escribano. La iglesia se inaugura hacia 1609. Fue convento hasta 1810, en que los franceses desalojan a los carmelitas, convirtiendo la iglesia en caballerizas y sufriendo grandes destrozos. Regresan de nuevo los monjes en 1815 para ser nuevamente desalojados en 1835 por la desamortización de Mendizábal, quedando el convento, a excepción de la iglesia, que sigue abierta al culto, convertido en cuartel de Infantería. Funciona como cuartel hasta 1978. A partir de esta fecha el edificio permanece vacío y sin uso determinado (actualmente Conservatorio Superior de Música).
     La construcción actual corresponde básicamente a la obra de fines del XVI. Las transforma­ciones realizadas por los miliares afectaron fundamentalmente a la iglesia y al primitivo compás. Modifican la tradicional entrada acodada desde éste al claustro, con la apertura de un eje longitudinal que recorre todo el edificio; se construye un cuerpo de edificación que permite ofrecer una fachada a la calle Baños, sustituyen­do la tapia y el portalón de acceso por una portada significativa de concepción neoclásica. Se trata de una operación que trajo consigo el enrarecimiento espacial de la iglesia a través de intervenciones que supusieron la demolición de parte de ésta y la construcción de otros elemen­tos que alteraron significativamente su estructura primitiva.
     El claustro, de grandes dimensiones, consta de dos plantas de altura, de arquerías en la baja con arcos semicirculares sobre pilares rectangulares decorados con pilastras y con ventanas con recercado de pilastras rematadas por una frontón curvo partido en la alta. Las galerías, cubiertas con  bóvedas de aristas, se decoran profusamente con yeserías. En uno de los ángulos del patio una doble arquería formaliza el arranque de la escalera principal, construida según el modelo imperial netamente español y probablemente de época posterior al claustro. A continuación del claustro existe otro gran patio, de menores dimensiones que aquél, de tres cuerpos, los dos primeros de arcos semicirculares sobre columnas toscanas, con enjutas decoradas y ménsulas en las claves de los ar­cos, y un tercero, construido ya en la época de los militares (probablemente entre 1841 y 1875), de inferior relevancia, con ventanas entre pilastras.
     En cuanto a la implantación del convento, parece que se trata de la construcción de un modelo que responde con absoluto rigor al esquema tipológico benedictino que se consolida en Cluny a partir del siglo X.
     El edificio ocupa en planta baja una superficie aproximada de 5.800 m2, estimándose una superficie total construida, excluyendo patios (l.000 m2), de 9.500 m2 (Guillermo Vázquez Consuegra, Cien edificios de Sevilla: susceptibles de reutilización para usos institucionales. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Sevilla, 1988).
Baños, 46, 4. CUARTEL DEL CARMEN
. Este edificio fue antiguamente convento de Carmelitas Calzados y,  tras de su ex­claustración, transformado en cuartel. Conserva restos importantes del edificio conventual, en su mayor parte obra del siglo XVII, en especial los grandes patios. El primero con arquerías sobre pilares, decorados con pilastras en la planta inferior, y ventanas con frontones partidos en la superior. Las galerías se cu­bren con bóvedas de arista y rica decoración de yesería. En uno de los ángulos del patio una doble arquería da paso a la escalera.
     A continuación de este patio existe otro, algo más pequeño, de tres cuerpos, los dos primeros con arcos semicirculares sobre columnas toscanas, y ventanas en el último.
     Restos de su antigua grandeza se conservan en otros salones, como parte de la iglesia [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana, Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Conozcamos mejor la Festividad de la Virgen del Carmen;
La conmemoración de la Virgen del Carmen tiene su origen en la Orden homónima. Ésta remonta sus orígenes míticos a los hijos de los profetas que habitaron el Monte Carmelo en Tierra Santa. En época de la cruzadas fueron estableciéndose allí un grupo de anacoretas que levantaron un templo a la Virgen María en la cumbre del monte Carmelo, que veían prefigurada la maternidad divina en la nube que desde allí viera Elías, anunciando el fin de la sequía. Estos religiosos se llamaron Hermanos de Santa María del Monte Carmelo, a los que San Alberto de Vercelli, también conocido por su nombre secular, Alberto Avogadro (+1214), Patriarca de Jerusalén, escribió una normativa de vida entre 1206 y 1214. Pasaron a Europa en el siglo XIII, aprobando su regla Inocencio IV Fieschi en 1245, bajo el sexto Prior General de la Orden, San Simón Stock (+1265), que los adaptó a la vida mendicante. Este papa es el primero que los llama, en 1252, Hermanos Ermitaños de la Orden de Santa María del Monte Carmelo. Viendo éste en peligro el futuro de la Orden en Occidente, cuenta la tradición que el dieciséis de julio de 1251, según la versión oficial fijada en el siglo XVII, la Virgen María se le apareció en Cambridge y le entregó el hábito que había de ser su signo distintivo, cuya versión reducida es el escapulario marrón, y le prometió: “Este será el privilegio para ti y todos los carmelitas; quien muriere con él no padecerá el fuego eterno, es decir, el que con él muriere se salvará”. Desde Inglaterra se extendió esta devoción a toda la Orden y, por su labor, a todo el mundo.  Al principio los carmelitas celebraban a la Virgen en las fiestas del calendario general, sobre todo, en el siglo XIII, la Anunciación, que cedió su lugar, a partir de 1306, a la Inmaculada Concepción, que se convirtió en la fiesta mariana oficial de la Orden. Sin embargo, a comienzos del siglo XV, parece que los carmelitas intentaron buscar una celebración mariana propia acomodada a su  carisma. Esta parece que tiene su origen en el rito jerosolimitano primitivo de la Orden, que a una conmemoración solemne de la Resurrección del Señor semanal había unido una de la Virgen María, especialmente solemnizada la del Adviento, que naturalmente se identificaba con su Asunción como glorificación plena de María. Por primera vez encontramos esta fiesta celebrada en Oxford en 1387 y en un calendario astronómico de Nicolás de Lynn. Poco a poco va apareciendo en diferentes misales (Londres, 1387-93) y breviarios (Oxford 1375-93) y extendiéndose muy lentamente por el continente. Pero con la difusión del escapulario, catapultada por la famosa Bula del privilegio sabatino, en algunas partes, sobre todo en Inglaterra, se relacionó esta commemoratio solemnis, a partir de la celebración de los beneficios recibidos de su Patrona, -con tal devoción, dando lugar a la solemne conmemoración de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo. Su fijación en julio parece depender de la fecha de la última sesión del II Concilio de Lyon, celebrada el diecisiete de julio de 1274, en que se decretó que las órdenes carmelitana y agustina, que corrían peligro de ser suprimidas, permanecieran en su estado mientras no se decretara otra cosa, aunque la aprobación definitiva no llegaría hasta 1298 con Bonifacio VIII Gaetani en 1298.
   Esta fiesta de acción de gracias a la Virgen se adelantó en el siglo XV al dieciséis de julio. Sixto V Peretti aprobó la fiesta del dieciséis de julio en 1587, y en el Capítulo General carmelitano del 1609, habiéndose preguntado a todos los capitulares qué festividad debía tenerse como titular o patronal de la Orden, todos unánimemente contestaron que ésta, sin duda alguna. A pesar de haberse dictado algunos decretos restringiéndola, esta fiesta, que ya se había difundido por Inglaterra, Italia, España y América, se fue propagando rápidamente en el siglo XVII por el resto de Europa y algunas zonas de Oriente. España fue la primera nación en obtener del papa Clemente X Rezzonico, en 1674, el permiso para celebrar esta festividad en todos los dominios del Rey Católico.  A esta petición siguieron otras muchas, hasta que el veinticuatro de septiembre 1726 Benedicto XIII Orsini, tras haberla impuesto el año antes en los Estados Pontificios, la extendía a toda la cristiandad con rito doble mayor y con la misma oración y lecciones para el segundo nocturno que desde el siglo anterior rezaban ya los religiosos carmelitas. En la reforma del Beato Juan XXIII Roncalli de 1960 fue reducida a simple conmemoración, y en el calendario del uso ordinario es memoria libre. También fue introducida en los ritos ambrosiano,  caldeo, maronita, mozárabe y greco-albanés (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
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