Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Convento del Hospital del Pozo Santo de Sevilla.
Hoy, 4 de febrero, se conmemora el aniversario de la consagración (4 de febrero de 1682) de la iglesia del Convento del Hospital del Pozo Santo, y que mejor día que hoy para Explicarte el Convento del Hospital del Pozo Santo, de Sevilla.
Hoy, 4 de febrero, se conmemora el aniversario de la consagración (4 de febrero de 1682) de la iglesia del Convento del Hospital del Pozo Santo, y que mejor día que hoy para Explicarte el Convento del Hospital del Pozo Santo, de Sevilla.
El Convento del Hospital del Pozo Santo [nº 87 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la plaza del Pozo Santo, 1; en el Barrio de la Encarnación-Regina, del Distrito Casco Antiguo.
"Había en la esquina de la plaza del Pozo Santo una casa de tiempos antiguos que fue pastelería y es botica. Había delante un pozo que servía agua al común y encima de la casa de la esquina estaba una muy devota y muy antigua imagen como que miraba al pozo dicho, a quien encendían luz los padres de un niño, y sucediéndole que un día cayese por desgracia el niño de la muy tierna edad de tres años en dicho pozo, sus padres lo echaron de menos tres días y lo encomendaron con muchas lágrimas a Nuestra Señora en aquella imagen que tenían cercana a su casa, y pudo tanto su humilde oración que levantándose milagrosamente las aguas lo subieron hasta el brocal de dicho pozo, salvo y sin peligro, con que sus padres lo recogieron". El suceso narrado en las adiciones al libro del Abad Gordillo se fecha en el año 1476 y sirvió para dar nombre a la plaza en cuyo centro se colocó una cruz que hoy se conserva en el vecino hospital de la Misericordia. En aquella plaza, cercana a la venera que se considera centro geográfico de Sevilla, fundaron en 1666 las venerables terciarias franciscanas Marta de Jesús Carrillo (1590-1669) de Priego (Córdoba) y la sevillana Beatriz Jerónima de la Concepción (1608-1696) el hospital del Santísimo Cristo de los Dolores de Sevilla, conocido popularmente como el Pozo Santo. Para ello compraron unas casas pertenecientes al monasterio de San Clemente en la entonces conocida como plaza del Conde de Bailén, lugar donde situaba Guerrero Lovillo el antiguo palacio musulmán de Al-Mukarrám. Allí crearían un hospital de acogida para "socorrer a pobres mujeres desamparadas, impedidas o incurables, asistiéndolas en su enfermedad y ayudándolas a bien morir".
Marta de Jesús y Beatríz Jerónima de la Concepción, ya viudas, y después de ejercer su labor caritativa en otros lugares, instalaron su primer beaterio en la casa de la calle Venera número 19, lugar que les cedió doña Ana de Trujillo, titulándose la nueva institución bajo la advocación del Buen Pastor. Orígenes ciertamente modestos, la nueva casa empezó a funcionar con las tres camas procedentes de una donación y los cincuenta reales de vellón que aportó don Melchor de la Escuda, obispo de Viserta. Anteriormente, durante el tiempo que no tuvieron casa en Sevilla vivieron de la caridad, en el palacio de la familia Tello de Guzmán. El 15 de octubre de 1667 doña Ana compró el solar donde hoy se alza el antiguo Hospital del Pozo Santo, con este nombre se ha conocido en Sevilla este hospital para enfermas e impedidas, que en 1679 se inscribe como propiedad de esta Orden de Terciarias. Ambas fallecieron en la ciudad de Sevilla, y los restos mortales hoy reposan en el muro lateral derecho de la capilla del hospital. Doña Ana de Trujillo trasladó el lienzo del Santísimo Cristo de los Dolores desde Madrid, para su devoción, y para que estuviese venerado, lo quería poner en un recogimiento de mujeres de esta ciudad. Fue el origen del nombre de la institución, que luego se recogería en la imagen titular de la iglesia. Junto al centro geográfico de la ciudad y la plaza con pozo y Virgen milagrosa que salvaba a los niños ahogados se abre una puerta símbolo del Barroco, cruz desnuda, calavera y serpiente. Vanitas Mundi. La cruz de Cristo y la calavera del primer hombre. Sevilla teatral y dual.
Las obras debieron comenzar pronto, ya que la iglesia se consagró el 4 de febrero de 1682, terminándose la zona noble del edificio pocos años después. Ésta se ordena en torno a un patio central de columnas toscanas que sostienen arcos de medio punto con una sencilla decoración barroca de tonos blancos y albero. Hoy sirve de acceso al museo conventual, una ejemplar intervención dirigida donde se concentran algunos de los tesoros artísticos del edificio y que completa la labor asistencial a los enfermos impedidos de las terciarias franciscanas que regentan el edificio.
Desde sus orígenes la institución fue recibiendo el favor y los donativos de numerosas casas nobiliarias y de bienhechores que la mantuvieron a lo largo de toda su historia. Entre ellas estuvieron los sucesivos duques de Medinaceli, que aportaron durante generaciones numerosos donativos en metálico o en especie como “las arrobas de jamón que recibió la madre en 1817”. Otro bienhechores del conjunto fueron Nicolás Bucarelli, el general nacido en el palacio de la calle Santa Clara; el arzobispo Luis Salcedo y Azcona, que en el siglo XVIII socorrió a la casa con una renta de mil ducados anuales, don Francisco de Campo y Arroyo, que fue primer capellán de la institución o el que fuera arzobispo de Sevilla Francisco Javier Cienfuegos. Muchos de ellos están retratados en una sala de bienhechores que se conserva en el interior de la edificación. La pujanza económica del edificio se vio acompañada a lo largo de los siglos por una pujanza espiritual manifestada en las numerosas indulgencias y prerrogativas que se concedieron a su iglesia. Entre ellas destaca la Bula de agregación a San Juan de Letrán concedida por el papa Clemente XII, la concesión del patronazgo de San Nicolás de Bari en 1792, el privilegio de ánimas del altar mayor, la indulgencia plenaria concedida en varias festividades o el jubileo de la porciúncula confirmado por varios papas a lo largo de su historia.
Entre 1984 y 1998 se sometió todo el edificio a un profundo proceso de rehabilitación y reforma que siguió el proyecto del arquitecto Alberto Donaire Rodríguez. Junto a la restauración de los elementos históricos se procedió a la necesaria modernización de las instalaciones hospitalarias. A ello se sumó la redacción de un proyecto museográfico a cargo del profesor Roda Peña, que ordenó el rico patrimonio artístico de la comunidad y lo expuso con un criterio científico y museográfico que muestra el camino a seguir por otras comunidades religiosas de la ciudad.
En la actualidad el hospital del Pozo Santo acoge un amplio equipo humano junto a las hermanas terciarias, grupo que incluye trabajadores sociales, médicos, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas, etc., con una metodología de trabajo interdisciplinar que sabe conjugar a la perfección la historia del edificio y de la congregación y las necesidades asistenciales a los mayores del siglo XXI. Hoy la congregación terciaria franciscana cuenta con otras casas abiertas: Pozo Santo, Residencia de Santa Teresa (Espartinas) y Residencia de San José (Villanueva del Ariscal), en la provincia de Sevilla, todas ellas dedicadas a ancianas enfermas e impedidas; y el Hogar Franciscano de Teror (Canarias), de protección de menores.
El edificio se sitúa en una irregular manzana con tres fachadas diferentes, teniendo planta muy alargada y especialmente orientada hacia la plaza del Pozo Santo. Las otras dos fachadas dan hacia la calle Atienza y hacia la calle Angostillo, aunque esta última es fruto de una reedificación que se realizó en el año 1888 por el maestro José Solares. La fachada principal su estructura mediante grandes pilastras toscanas que enmarcan la puerta de entrada a la zona hospitalaria. Es una disposición que cambia en la parte derecha de la portada, donde se dibujan tres cuerpos de altura, el último a modo de ático con arcos de medio punto entre pilastras rematadas por ménsulas. En este extremo del edificio se levanta un airoso mirador que sigue estructuras arquitectónicas del italiano Sebastiano Serlio, con óculos y vanos enmarcados por pilastras, un ejemplo de la pervivencia de la arquitectura italiana del Renacimiento en la Sevilla del siglo XVII.
Tras el tránsito a través de la simbólica portada ornada con la cruz y la calavera, de acceso lateral, se puede contemplar la única nave de la iglesia, de planta rectangular y dividida en cuatro tramos. Sirve de transición un artístico cancel de finales del siglo XVIII, labrado en caoba y con una singular decoración de pájaros exóticos y flores rojas de inspiración oriental en una de sus puertas. Está coronada por una bóveda de cañón, arcos fajones y lunetos con vidrieras. Los costados laterales de la iglesia aparecen ornamentados por una ancha cornisa sostenida por ménsulas. Toda la atención del fiel se encuentra en el retablo mayor, atribuido a Julián Jiménez e Hita del Castillo, y fechable en torno a 1760. La atribución se suele realizar por su parecido con el retablo del Cristo atado a la columna de la parroquia de Santa María de Mesa de Utrera o con el de la Divina Pastora de Cádiz, obras documentadas de ambos autores. Llama la atención su abigarrado diseño de líneas, la suntuosidad de los estípites que lo van conformando, la gran calidad de su talla y el hecho de estar conservado en el color natural de la madera. Parte de un basamento sobre el que se destacan cuatro grandes estípites entre los que se sitúan las figuras de los dos Santos Juanes. En el exterior se sitúan San Francisco de Asís y San Juan Nepomuceno, coronados por dos relieves de Santa Clara con el ostensorio y de Santa Bárbara con la torre de su martirio como símbolo iconográfico. La parte central del retablo, la única dorada, se sustenta sobre un amplio banco sostenido por ángeles entre los que se sitúan las figuras del franciscano San Pascual Bailón y Josafat. En la hornacina central del retablo, concebida como un semibaldaquino, se cobija la excepcional imagen del Cristo Varón de Dolores, titular del templo atribuible al taller de Pedro Roldán en torno a 1680. La muerte vence a la muerte. Cristo redime del pecado original. Una curiosa iconografía: Cristo con los signos de la Pasión pisando la calavera de la muerte y la cruz triunfal en sus manos, una simbología del Barroco escasamente representada en la ciudad. Tradicionalmente se atribuyó a Pedro Roldán, datándose hacia 1680, aunque la fundación del hospital años antes aporta dudas sobre su cronología y su autoría. En el año 2003 fue restaurado por el profesor Pedro Manzano, que señaló sus semejanzas con obras del maestro como las de la parroquia del Sagrario o del Hospital de la Caridad. Se realizó una limpieza total de la policromía de la imagen, cubierta por una capa de suciedad que ocultaba su rica policromía primitiva, sin muestras de repintes posteriores. Se pudo identificar un añadido en el paño de pureza, realizado a base de telas encoladas en un tono distinto al primitivo, que era rojizo, algo usual en esta iconografía del Varón de Dolores. Un trozo de periódico empleado por el autor del añadido permitió datar la intervención en 1872, por lo que se podría atribuir a José Ordóñez o a Gutiérrez Cano. En dicha restauración se eliminó el añadido y se recuperó el color primitivo del sudario.
La parte superior del retablo está coronado por una Inmaculada con ráfaga y corona de plata, a su lado están las imágenes de San Agustín con la maqueta de la Iglesia y Santa Teresa de Jesús con el hábito de doctora de la Iglesia, todas del siglo XVIII. En el remate, un relieve del padre Eterno. Los muros laterales del presbiterio se decoran con pinturas de la segunda mitad del XVIII, apareciendo el fundador de los dominicos, Santo Domingo de Guzmán; las dos patronas de Sevilla, Santa Justa y Santa Rufina; el franciscano San Antonio de Padua y San Cayetano, abogado de la Divina Providencia.
Destacan en la iglesia otros cuatro retablos de estilo rococó probablemente del mismo maestro, datables en torno a 1770. Se enmarcan con pinturas murales de carácter ilusionista que imitan una arquitectura rodeada de vegetación y que parecen prolongar sus límites. En el lado izquierdo, el más cercano al retablo mayor cobija un lienzo con la historia franciscana del jubileo de la porciúncula, estando la Virgen del Tránsito a sus pies. A continuación se sitúa otro retablo que cobija a un crucificado dieciochesco y a una dolorosa a sus pies. En su mesa del altar aparecen (igual que en muchos rincones del templo) pequeñas imágenes de San Juan y la Magdalena, de fines del XVII. También se coloca en esta mesa una pequeña imagen de un Ecce Homo que, según la tradición oral de la comunidad, parece provenir de la fundación del edificio. Tiene especial devoción ya que antaño fue utilizado como imagen limosnera que se trasladaba, tomando con el tiempo carácter de milagrosa la capa o esclavina de la imagen, ya que se le atribuían poderes para conseguir embarazos o para propiciar un buen parto a las embarazadas. Junto a este retablo está colgado un lienzo con el Niño Jesús vestido al estilo de la corte de finales del siglo XVII, teniendo un buen marco barroco. Conserva la iglesia en este sector el antiguo púlpito de forja del siglo XVII.
En el muro derecho aparecen los otros retablos, el primero con una imagen de candelero para vestir de la Virgen del Rosario, con un gran lienzo con San José y el Niño pintado hacia 1760 por algún discípulo de Domingo Martínez. El siguiente retablo, de la misma época, enmarca un gran lienzo de San Nicolás de Bari, de finales del siglo XVII, mostrando al santo italiano y unas escenas laterales en las que se recuerda su intervención milagrosa para salvar a unos niños que habían caído en un pozo. En este muro se abre una ventana cerrada por una artística reja de forja, es el mirador hacia la iglesia del antiguo noviciado. Todos los retablos señalados aparecen pintados en tonos verdes y dorados. Numerosas esculturas de pequeño tamaño (como un Niño Jesús montañesino) y algunas pinturas (como la de la Expectación de la Virgen) completan la decoración de la iglesia.
La gran escenografía barroca se sigue haciendo presente en la novena a la Virgen del Tránsito cada 15 de agosto: la Virgen dormida es colocada a los pies del retablo mayor en una espectacular arquitectura efímera de velas, flores, imágenes y un sinfín de elementos decorativos. Se reinterpreta así una iconografía bizantina de la koimesis o dormitio, por la cual la Virgen entró en un estado de de tránsito como paso previo a la Asunción.
El acceso al edificio hospitalario se hace por la puerta contigua, enmarcada por un sencillo apilastrado. Se atraviesa un zaguán en el que destaca una talla de vestir de San Nicolás de Bari, el copatrono de la institución, talla de finales del siglo XVIII que están situada ahora en una antigua ventana. En el tránsito al patio se sitúan diversas lápidas alusivas a patrones y bienhechores del hospital, así como un curioso registro de la ronda que representa una torre laureada en bronce a finales del siglo XIX o una bomba fundida a finales del siglo XIX para extraer agua del milagroso pozo que dio título a la plaza. El patio principal es de planta cuadrangular, debió ser realizado en la década de 1680 y presenta un cuerpo inferior de columnas toscanas que sostienen arcos de medio punto y un cuerpo superior cerrado que se abre hacia el patio mediante balcones. Al centro se sitúa una elegante fuente de formas mixtilíneas, ya del siglo XVIII, con una taza superior coronada por un surtidor en forma de pájaro.
El acceso al museo situado en la planta alta se realiza por una escalera monumental construida en 1676 por el maestro cantero Miguel Lasso de la Vega; en sus muros cuelga un buen lienzo barroco que representa a la Virgen de la Antigua, pintura mural de la Catedral que fue una de las grandes devociones sevillanas en la Edad Moderna.
La sala I se dedica a las madres fundadoras, cuyos retratos se exhiben junto a un lienzo del Cristo de los Dolores flanqueado por San Francisco y Santa Teresa, una obra madrileña del siglo XVII que podemos identificar como el lienzo que aportó doña Ana Trujillo en los años fundacionales del edificio. Junto a diversos objetos personales y documentos de las fundadoras, destaca por su iconografía un lienzo anónimo que representa la epidemia de peste que asoló Sevilla en 1649. Permite contemplar la fachada del Hospital de la Sangre, los enterramientos en fosas comunes y el clima de terror que se vivió con una epidemia que dejó varias decenas de miles de muertos en la ciudad. Completan la estancia una talla de pequeño formato que representa la iconografía de Cristo Varón de Dolores, copia de la imagen que preside el retablo mayor de la iglesia atribuible a Pedro Roldán, y el llamado Niño Jesús de las Lágrimas, atribuido a Francisco Antonio Gijón. La sala II muestra diversas advocaciones procedentes del exterior como la italiana Virgen de Trapani, escultura de alabastro del siglo XVII, un lienzo mexicano que representa a la Virgen de Guadalupe o la Virgen Niño hilando, pintura que parece provenir de la escuela cuzqueña. También destacan dos marfiles, el que representa a un Crucificado (siglo XVII) y el Buen Pastor Niño, también barroco. Se puede entender sala III como la principal del museo, por sus proporciones y por sus contenidos. Recibe el nombre de sala de los Arcángeles por la serie de pinturas de un anónimo seguidor de Zurbarán que representan a Uriel, Alamiel, San Miguel, San Rafael, San Gabriel, Ariel, Eliel, Esriel, Oziel y Hadriel. Son datables hacia 1660, siendo por sus proporciones, su calidad y su número unos de los conjuntos completos de pintura más interesantes de la ciudad. Otros lienzos se reparten por la sala como una Inmaculada de algún seguidor de Alonso Cano, una Virgen de la O de escuela castellana, la Virgen de los Desamparados pintada por el seguidor de Murillo, Francisco Meneses Osorio y otros dos lienzos con la iconografía de San Miguel Arcángel, uno de la segunda mitad del siglo XVII y otro cercano a Juan del Espinal (siglo XVIII).
La sala IV se estructura fundamentalmente en torno a una galería llena de fanales con imágenes habituales entre las devociones conventuales. En ellos se sitúan piezas diversas como un grupo escultórico de San José con el Niño, un San Juanito del siglo XVII, una Divina Pastora del estilo de Cristóbal Ramos (siglo XVIII), un Niño Jesús dormido del siglo XIX, un relicario del Lignum Crucis o una curiosa maqueta del antiguo monumento eucarístico de la Catedral realizada en marquetería por Emigdio Mariani. Se completa con una vitrina en la que acumulan diversas piezas de orfebrería de los siglos XVI y XVII. La sala V se dedica al importante ajuar de la Virgen del Tránsito, venerada en la iglesia, y con solemne festividad el 15 de agosto. Se pueden contemplar algunos de sus vestidos, su corona de plata repujada por Tomás de Pedrajas en el siglo XVIII, la soberbia cama barroca donde se coloca durante sus cultos y las cuatro imágenes de Niño Jesús que se colocan a sus pies (tres de ellas son piezas de plomo). Otras piezas de interés son la cruz de altar y los candeleros cincelados en plata por Miguel Gargallo en 1787 y diversos cálices y copones de variada factura. Dos urnas acogen una Virgen del Amparo del siglo XIV y una Divina Pastora del siglo XVIII. La sala VI se sitúa en el coro alto de la iglesia, permitiendo una espléndida visión de la nave y del retablo mayor a través de unas celosías en la madera. Es una zona dedicada a la meditación en torno a la Pasión a través del Arte. Entre las imágenes destacan un Nazareno de barro cocido de finales del siglo XIX titulado del Gran Poder, un Crucificado de la segunda mitad del siglo XVI sobre la celosía de la tribuna, o una Dolorosa arrodillada con las manos entrelazadas (siglo XVIII) que sigue los modelos habituales de Cristóbal Ramos. Destacan en los muros dos pinturas de posible origen napolitano que representan las Lágrimas de San Pedro y Santa María Magdalena, piezas que se completan con un lienzo de un Ecce Homo de escuela local y fechable a finales del siglo XVII. Finaliza la visita en la sala VII, a la que se accede tras salir del coro alto. Expone una selección de los ricos fondos bibliográficos del hospital como una edición de 1635 de las Cartas de Santa Teresa de Jesús, la Mística Ciudad de Dios de sor María de Ágreda (Amberes, 1705), los sermones panegíricos de fray Diego José de Cádiz (Madrid 1796) o dos misales romanos, uno publicado en Amberes en 1605 y otro fechado en Madrid en 1808. Otras piezas de la sala son un lienzo de la Adoración de los Pastores, de mediados del siglo XVII, dos tablas de indulgencias y obligaciones del año 1723 y un ostensorio de plata sobredorada marcado por José Alexandre y Ezquerra en 1776.
A la salida del museo, la cercana venera que colocó José Gestoso nos recordará el centro geográfico de Sevilla, el inicio de la numeración de sus calles y plazas. Uno de sus centros devocionales y artísticos sigue siendo el Hospital del Pozo Santo (Manuel Jesús Roldán, Conventos de Sevilla, Almuzara, 2011).
"Había en la esquina de la plaza del Pozo Santo una casa de tiempos antiguos que fue pastelería y es botica. Había delante un pozo que servía agua al común y encima de la casa de la esquina estaba una muy devota y muy antigua imagen como que miraba al pozo dicho, a quien encendían luz los padres de un niño, y sucediéndole que un día cayese por desgracia el niño de la muy tierna edad de tres años en dicho pozo, sus padres lo echaron de menos tres días y lo encomendaron con muchas lágrimas a Nuestra Señora en aquella imagen que tenían cercana a su casa, y pudo tanto su humilde oración que levantándose milagrosamente las aguas lo subieron hasta el brocal de dicho pozo, salvo y sin peligro, con que sus padres lo recogieron". El suceso narrado en las adiciones al libro del Abad Gordillo se fecha en el año 1476 y sirvió para dar nombre a la plaza en cuyo centro se colocó una cruz que hoy se conserva en el vecino hospital de la Misericordia. En aquella plaza, cercana a la venera que se considera centro geográfico de Sevilla, fundaron en 1666 las venerables terciarias franciscanas Marta de Jesús Carrillo (1590-1669) de Priego (Córdoba) y la sevillana Beatriz Jerónima de la Concepción (1608-1696) el hospital del Santísimo Cristo de los Dolores de Sevilla, conocido popularmente como el Pozo Santo. Para ello compraron unas casas pertenecientes al monasterio de San Clemente en la entonces conocida como plaza del Conde de Bailén, lugar donde situaba Guerrero Lovillo el antiguo palacio musulmán de Al-Mukarrám. Allí crearían un hospital de acogida para "socorrer a pobres mujeres desamparadas, impedidas o incurables, asistiéndolas en su enfermedad y ayudándolas a bien morir".
Marta de Jesús y Beatríz Jerónima de la Concepción, ya viudas, y después de ejercer su labor caritativa en otros lugares, instalaron su primer beaterio en la casa de la calle Venera número 19, lugar que les cedió doña Ana de Trujillo, titulándose la nueva institución bajo la advocación del Buen Pastor. Orígenes ciertamente modestos, la nueva casa empezó a funcionar con las tres camas procedentes de una donación y los cincuenta reales de vellón que aportó don Melchor de la Escuda, obispo de Viserta. Anteriormente, durante el tiempo que no tuvieron casa en Sevilla vivieron de la caridad, en el palacio de la familia Tello de Guzmán. El 15 de octubre de 1667 doña Ana compró el solar donde hoy se alza el antiguo Hospital del Pozo Santo, con este nombre se ha conocido en Sevilla este hospital para enfermas e impedidas, que en 1679 se inscribe como propiedad de esta Orden de Terciarias. Ambas fallecieron en la ciudad de Sevilla, y los restos mortales hoy reposan en el muro lateral derecho de la capilla del hospital. Doña Ana de Trujillo trasladó el lienzo del Santísimo Cristo de los Dolores desde Madrid, para su devoción, y para que estuviese venerado, lo quería poner en un recogimiento de mujeres de esta ciudad. Fue el origen del nombre de la institución, que luego se recogería en la imagen titular de la iglesia. Junto al centro geográfico de la ciudad y la plaza con pozo y Virgen milagrosa que salvaba a los niños ahogados se abre una puerta símbolo del Barroco, cruz desnuda, calavera y serpiente. Vanitas Mundi. La cruz de Cristo y la calavera del primer hombre. Sevilla teatral y dual.
Desde sus orígenes la institución fue recibiendo el favor y los donativos de numerosas casas nobiliarias y de bienhechores que la mantuvieron a lo largo de toda su historia. Entre ellas estuvieron los sucesivos duques de Medinaceli, que aportaron durante generaciones numerosos donativos en metálico o en especie como “las arrobas de jamón que recibió la madre en 1817”. Otro bienhechores del conjunto fueron Nicolás Bucarelli, el general nacido en el palacio de la calle Santa Clara; el arzobispo Luis Salcedo y Azcona, que en el siglo XVIII socorrió a la casa con una renta de mil ducados anuales, don Francisco de Campo y Arroyo, que fue primer capellán de la institución o el que fuera arzobispo de Sevilla Francisco Javier Cienfuegos. Muchos de ellos están retratados en una sala de bienhechores que se conserva en el interior de la edificación. La pujanza económica del edificio se vio acompañada a lo largo de los siglos por una pujanza espiritual manifestada en las numerosas indulgencias y prerrogativas que se concedieron a su iglesia. Entre ellas destaca la Bula de agregación a San Juan de Letrán concedida por el papa Clemente XII, la concesión del patronazgo de San Nicolás de Bari en 1792, el privilegio de ánimas del altar mayor, la indulgencia plenaria concedida en varias festividades o el jubileo de la porciúncula confirmado por varios papas a lo largo de su historia.
Entre 1984 y 1998 se sometió todo el edificio a un profundo proceso de rehabilitación y reforma que siguió el proyecto del arquitecto Alberto Donaire Rodríguez. Junto a la restauración de los elementos históricos se procedió a la necesaria modernización de las instalaciones hospitalarias. A ello se sumó la redacción de un proyecto museográfico a cargo del profesor Roda Peña, que ordenó el rico patrimonio artístico de la comunidad y lo expuso con un criterio científico y museográfico que muestra el camino a seguir por otras comunidades religiosas de la ciudad.
En la actualidad el hospital del Pozo Santo acoge un amplio equipo humano junto a las hermanas terciarias, grupo que incluye trabajadores sociales, médicos, terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas, etc., con una metodología de trabajo interdisciplinar que sabe conjugar a la perfección la historia del edificio y de la congregación y las necesidades asistenciales a los mayores del siglo XXI. Hoy la congregación terciaria franciscana cuenta con otras casas abiertas: Pozo Santo, Residencia de Santa Teresa (Espartinas) y Residencia de San José (Villanueva del Ariscal), en la provincia de Sevilla, todas ellas dedicadas a ancianas enfermas e impedidas; y el Hogar Franciscano de Teror (Canarias), de protección de menores.
Tras el tránsito a través de la simbólica portada ornada con la cruz y la calavera, de acceso lateral, se puede contemplar la única nave de la iglesia, de planta rectangular y dividida en cuatro tramos. Sirve de transición un artístico cancel de finales del siglo XVIII, labrado en caoba y con una singular decoración de pájaros exóticos y flores rojas de inspiración oriental en una de sus puertas. Está coronada por una bóveda de cañón, arcos fajones y lunetos con vidrieras. Los costados laterales de la iglesia aparecen ornamentados por una ancha cornisa sostenida por ménsulas. Toda la atención del fiel se encuentra en el retablo mayor, atribuido a Julián Jiménez e Hita del Castillo, y fechable en torno a 1760. La atribución se suele realizar por su parecido con el retablo del Cristo atado a la columna de la parroquia de Santa María de Mesa de Utrera o con el de la Divina Pastora de Cádiz, obras documentadas de ambos autores. Llama la atención su abigarrado diseño de líneas, la suntuosidad de los estípites que lo van conformando, la gran calidad de su talla y el hecho de estar conservado en el color natural de la madera. Parte de un basamento sobre el que se destacan cuatro grandes estípites entre los que se sitúan las figuras de los dos Santos Juanes. En el exterior se sitúan San Francisco de Asís y San Juan Nepomuceno, coronados por dos relieves de Santa Clara con el ostensorio y de Santa Bárbara con la torre de su martirio como símbolo iconográfico. La parte central del retablo, la única dorada, se sustenta sobre un amplio banco sostenido por ángeles entre los que se sitúan las figuras del franciscano San Pascual Bailón y Josafat. En la hornacina central del retablo, concebida como un semibaldaquino, se cobija la excepcional imagen del Cristo Varón de Dolores, titular del templo atribuible al taller de Pedro Roldán en torno a 1680. La muerte vence a la muerte. Cristo redime del pecado original. Una curiosa iconografía: Cristo con los signos de la Pasión pisando la calavera de la muerte y la cruz triunfal en sus manos, una simbología del Barroco escasamente representada en la ciudad. Tradicionalmente se atribuyó a Pedro Roldán, datándose hacia 1680, aunque la fundación del hospital años antes aporta dudas sobre su cronología y su autoría. En el año 2003 fue restaurado por el profesor Pedro Manzano, que señaló sus semejanzas con obras del maestro como las de la parroquia del Sagrario o del Hospital de la Caridad. Se realizó una limpieza total de la policromía de la imagen, cubierta por una capa de suciedad que ocultaba su rica policromía primitiva, sin muestras de repintes posteriores. Se pudo identificar un añadido en el paño de pureza, realizado a base de telas encoladas en un tono distinto al primitivo, que era rojizo, algo usual en esta iconografía del Varón de Dolores. Un trozo de periódico empleado por el autor del añadido permitió datar la intervención en 1872, por lo que se podría atribuir a José Ordóñez o a Gutiérrez Cano. En dicha restauración se eliminó el añadido y se recuperó el color primitivo del sudario.
Destacan en la iglesia otros cuatro retablos de estilo rococó probablemente del mismo maestro, datables en torno a 1770. Se enmarcan con pinturas murales de carácter ilusionista que imitan una arquitectura rodeada de vegetación y que parecen prolongar sus límites. En el lado izquierdo, el más cercano al retablo mayor cobija un lienzo con la historia franciscana del jubileo de la porciúncula, estando la Virgen del Tránsito a sus pies. A continuación se sitúa otro retablo que cobija a un crucificado dieciochesco y a una dolorosa a sus pies. En su mesa del altar aparecen (igual que en muchos rincones del templo) pequeñas imágenes de San Juan y la Magdalena, de fines del XVII. También se coloca en esta mesa una pequeña imagen de un Ecce Homo que, según la tradición oral de la comunidad, parece provenir de la fundación del edificio. Tiene especial devoción ya que antaño fue utilizado como imagen limosnera que se trasladaba, tomando con el tiempo carácter de milagrosa la capa o esclavina de la imagen, ya que se le atribuían poderes para conseguir embarazos o para propiciar un buen parto a las embarazadas. Junto a este retablo está colgado un lienzo con el Niño Jesús vestido al estilo de la corte de finales del siglo XVII, teniendo un buen marco barroco. Conserva la iglesia en este sector el antiguo púlpito de forja del siglo XVII.
En el muro derecho aparecen los otros retablos, el primero con una imagen de candelero para vestir de la Virgen del Rosario, con un gran lienzo con San José y el Niño pintado hacia 1760 por algún discípulo de Domingo Martínez. El siguiente retablo, de la misma época, enmarca un gran lienzo de San Nicolás de Bari, de finales del siglo XVII, mostrando al santo italiano y unas escenas laterales en las que se recuerda su intervención milagrosa para salvar a unos niños que habían caído en un pozo. En este muro se abre una ventana cerrada por una artística reja de forja, es el mirador hacia la iglesia del antiguo noviciado. Todos los retablos señalados aparecen pintados en tonos verdes y dorados. Numerosas esculturas de pequeño tamaño (como un Niño Jesús montañesino) y algunas pinturas (como la de la Expectación de la Virgen) completan la decoración de la iglesia.
El acceso al edificio hospitalario se hace por la puerta contigua, enmarcada por un sencillo apilastrado. Se atraviesa un zaguán en el que destaca una talla de vestir de San Nicolás de Bari, el copatrono de la institución, talla de finales del siglo XVIII que están situada ahora en una antigua ventana. En el tránsito al patio se sitúan diversas lápidas alusivas a patrones y bienhechores del hospital, así como un curioso registro de la ronda que representa una torre laureada en bronce a finales del siglo XIX o una bomba fundida a finales del siglo XIX para extraer agua del milagroso pozo que dio título a la plaza. El patio principal es de planta cuadrangular, debió ser realizado en la década de 1680 y presenta un cuerpo inferior de columnas toscanas que sostienen arcos de medio punto y un cuerpo superior cerrado que se abre hacia el patio mediante balcones. Al centro se sitúa una elegante fuente de formas mixtilíneas, ya del siglo XVIII, con una taza superior coronada por un surtidor en forma de pájaro.
El acceso al museo situado en la planta alta se realiza por una escalera monumental construida en 1676 por el maestro cantero Miguel Lasso de la Vega; en sus muros cuelga un buen lienzo barroco que representa a la Virgen de la Antigua, pintura mural de la Catedral que fue una de las grandes devociones sevillanas en la Edad Moderna.
La sala I se dedica a las madres fundadoras, cuyos retratos se exhiben junto a un lienzo del Cristo de los Dolores flanqueado por San Francisco y Santa Teresa, una obra madrileña del siglo XVII que podemos identificar como el lienzo que aportó doña Ana Trujillo en los años fundacionales del edificio. Junto a diversos objetos personales y documentos de las fundadoras, destaca por su iconografía un lienzo anónimo que representa la epidemia de peste que asoló Sevilla en 1649. Permite contemplar la fachada del Hospital de la Sangre, los enterramientos en fosas comunes y el clima de terror que se vivió con una epidemia que dejó varias decenas de miles de muertos en la ciudad. Completan la estancia una talla de pequeño formato que representa la iconografía de Cristo Varón de Dolores, copia de la imagen que preside el retablo mayor de la iglesia atribuible a Pedro Roldán, y el llamado Niño Jesús de las Lágrimas, atribuido a Francisco Antonio Gijón. La sala II muestra diversas advocaciones procedentes del exterior como la italiana Virgen de Trapani, escultura de alabastro del siglo XVII, un lienzo mexicano que representa a la Virgen de Guadalupe o la Virgen Niño hilando, pintura que parece provenir de la escuela cuzqueña. También destacan dos marfiles, el que representa a un Crucificado (siglo XVII) y el Buen Pastor Niño, también barroco. Se puede entender sala III como la principal del museo, por sus proporciones y por sus contenidos. Recibe el nombre de sala de los Arcángeles por la serie de pinturas de un anónimo seguidor de Zurbarán que representan a Uriel, Alamiel, San Miguel, San Rafael, San Gabriel, Ariel, Eliel, Esriel, Oziel y Hadriel. Son datables hacia 1660, siendo por sus proporciones, su calidad y su número unos de los conjuntos completos de pintura más interesantes de la ciudad. Otros lienzos se reparten por la sala como una Inmaculada de algún seguidor de Alonso Cano, una Virgen de la O de escuela castellana, la Virgen de los Desamparados pintada por el seguidor de Murillo, Francisco Meneses Osorio y otros dos lienzos con la iconografía de San Miguel Arcángel, uno de la segunda mitad del siglo XVII y otro cercano a Juan del Espinal (siglo XVIII).
A la salida del museo, la cercana venera que colocó José Gestoso nos recordará el centro geográfico de Sevilla, el inicio de la numeración de sus calles y plazas. Uno de sus centros devocionales y artísticos sigue siendo el Hospital del Pozo Santo (Manuel Jesús Roldán, Conventos de Sevilla, Almuzara, 2011).
El Hospital del Santísimo Cristo de los Dolores, conocido como Hospital del Pozo Santo, se fundó en 1667. La iglesia se edificó entre 1669 y 1682, consagrándose el 4 de febrero de este último año. Consta de una sola nave de planta rectangular compartimentada en cuatro tramos, cubriéndose con una bóveda de medio cañón con arcos fajones y lunetos. El coro se sitúa en alto, a los pies de la nave, presentando el sotocoro una techumbre de madera decorada con casetones, del momento de la construcción del templo. De la misma época es la portada, situada en el muro izquierdo de la nave. Construida en ladrillo, se articula en torno a un vano adintelado flanqueado por pilastras toscanas y rematado por un entablamento liso sobre el que se sitúa un frontón recto y roto en cuyo centro aparece una hornacina.
A la derecha del templo se alza el edificio del hospital, inaugurado en su primera fase en 1683 y posteriormente ampliado en 1842 y 1879, habiendo sido remodelado en los últimos años. La fachada la configuran dos módulos de diferente altura. El más cercano al templo se articula por medio de pilastras, y se divide en dos cuerpos. En el inferior aparece la portada, adintelada y enmarcada por simples molduras, y en el superior se sitúa un balcón. El módulo contiguo se ordena asimismo por medio de pilastras, elevándose en el extremo derecho un torreón.
El retablo mayor de la iglesia, atribuido a Julián Jiménez, está sin dorar y consta de banco, un cuerpo de tres calles, compartimentadas por estípites, y ático, fechándose hacia 1760. En la hornacina central, la única parte del conjunto que se doró, se sitúa el Cristo de los Dolores, imagen de hacia 1680 próxima a Pedro Roldán. En las calles laterales del primer cuerpo aparecen esculturas de santos y santas de la misma época que el retablo, destacando entre ellas las de San Juan Bautista y San Juan Evangelista, situadas a ambos lados de la hornacina central. En el centro del ático se sitúa una escultura de la Inmaculada del último tercio del XVII y en los laterales aparecen las de San Agustín y Santa Teresa, de hacia 1780. Los muros laterales del presbiterio están decorados con pinturas murales de la misma época, apareciendo en el lado izquierdo dos medallones con Santo Domingo de Guzmán y Santa Justa y Rufina y, en el lado derecho, otros dos medallones con San Antonio de Padua y San Cayetano.
En el arranque del muro izquierdo se sitúa un retablo del segundo tercio del siglo XVIII en cuya hornacina central aparecen las esculturas del Crucificado y la Dolorosa, de la misma época que el retablo, y las de San Juan Evangelista y la Magdalena, de finales del XVIII. A continuación se halla un púlpito de forja y un lienzo del Niño Jesús, los dos del último tercio del siglo XVII. A su lado se encuentra un retablo de hacia 1780, en cuyo banco se sitúa, en una urna contemporánea del retablo, la imagen de la Virgen del Tránsito, obra del primer tercio del siglo XVIII. En la hornacina central de este altar aparece un lienzo de la Estigmatización de San Francisco de principios del XIX y en el ático se encuentra un relieve de San Joaquín del momento del retablo. Junto al cancel se encuentra una escultura en plomo del Niño Jesús que sigue los modelos montañesinos. En el inicio del muro derecho se encuentra un retablo de estípites de mediados del siglo XVIII. En el banco aparece una vitrina con una imagen de candelero de la Virgen del Rosario de fines del XVIII y en la hornacina central se sitúa un lienzo de San José con el Niño pintado hacia 1760 por un seguidor de Domingo Martínez. A continuación se halla otro retablo de la misma fecha que el anterior en el que figura un lienzo de San Nicolás de Bari de finales del siglo XVII. En el muro de los pies se encuentran tres pinturas. La central es de mediados del XVIII y representa a la Virgen de la Expectación y las laterales muestran a dos Arcángeles de la segunda mitad del siglo XVII. A los' pies del muro derecho se abre una pequeña capilla de reciente construcción que alberga un retablo de tipo neoclásico en el que figura una escultura de San José con el Niño, fechable en torno a 1750, y dos lienzos de San Pedro y la Magdalena del XVIII.
El hospital se articula en torno a un patio central de hacia 1680. Presenta dos plantas, la inferior formada por arcos de medio punto que apean sobre columnas de mármol de orden toscano con dados de entablamento, y la superior, apoyada sobre una cornisa de ménsulas, presenta dos balcones flanqueados por pilastras en cada uno de sus lados.
En una de las salas que se abre al patio central se ha instalado recientemente un pequeño museo, en el que se han reunido parte de los objetos artísticos antes distribuidos por varias dependencias. Gran interés posee la colección de pinturas. Entre ellas destacan siete Arcángeles pintados en la segunda mitad del siglo XVII, que se atribuyen a Bernabé de Ayala; una Inmaculada de la misma época que la obra anterior, que sigue los modelos de Alonso Cano y una Adoración de los Pastores de mediados del XVII que es réplica del cuadro de igual composición que se conserva en la Galería Nacional de Londres. También hay una Asunción de la Virgen, vinculable con Lucas Valdés y una Sagrada Familia de escuela sevillana del último tercio del XVII. El lienzo de la Virgen de los Desamparados es obra de Francisco Meneses Osorio en 1701.
El hospital posee bastantes aderezos de plata pertenecientes a las imágenes, destacando entre ellos los que pertenecen al Niño Jesús de las Lágrimas, que se compone de una cruz, una corona, las potencias y un canastito en el que lleva los atributos de la Pasión. El canastillo se decora con piedras verdes y lleva una inscripción que lo fecha en 1748.
En cuanto a los objetos de culto, destaca una gran bandeja circular de metal blanco con representación en su centro del transporte del racimo bíblico. Es obra flamenca o alemana de las llamadas de «dinanderie». Muy hermoso es un gran copón recubierto de decoración vegetal barroca, y muy original es una naveta cuyo núcleo lo configura una concha de molusco sujeta por estructura de plata, que puede fecharse como el copón anterior. Finalmente destacaremos la puerta del sagrario, que contiene un magnífico relieve del Buen Pastor, obra del platero sevillano Juan Guerrero, cuyo punzón ostenta (Alfredo J. Morales, María Jesús Sanz, Juan Miguel Serrera y Enrique Valdivieso. Guía artística de Sevilla y su provincia. Tomo I. Diputación Provincial y Fundación José Manuel Lara. Sevilla, 2004).
Fue fundado en 1667 por Terciarias Franciscanas bajo la advocación del Santísimo Cristo de los Dolores. El edificio es largo y estrecho configurando una crujía a la que abren cinco patios que iluminan las crujías interiores. Las dependencias del hospital se desarrollan a lo largo de aquella crujía correspondiente a la fachada de la calle Atienza, la más peculiar del conjunto. La portada principal abre a la plaza del Pozo Santo donde se encuentra también la iglesia, una nave dividida en cuatro tramos, cubiertos por bóveda de cañón, con arcos fajones y lunetos es decir el tipo de iglesia de cajón.
La portada de la iglesia es adintelada flanqueada por columnas toscanas y rematadas por frontón partido en el que apea una hornacina donde se aloja una cruz. El primer patio abre a la portada de la plaza del Pozo Santo y es de dos plantas con arcos de medio punto sobre columnas toscanas resultando el más interesantes de todos ellos. La fachada principal aparece dividida por pilastras y es de tres plantas que se convierten en cuatro y ático de arcos semicirculares entre pilastras en la fachada de la calla Atienza, configurando un torreón en su esquina (Guía Digital del Patrimonio Cultural de Andalucía).
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Horario de apertura del Convento del Hospital del Pozo Santo:
Todos los días (previa cita): De 11:00 a 13:00, y de 17:00 a 19:00
Página web oficial del Convento del Hospital del Pozo Santo: No tiene.
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