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jueves, 27 de febrero de 2020

El Pabellón de la República Dominicana, de Martín Gallarty Canti, para la Exposición Iberoamericana de 1929


     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Pabellón de la República Dominicana, de Martín Gallarty Canti, de la Exposición Iberoamericana de 1929, de Sevilla.
     Hoy, 27 de febrero, se celebra en la República Dominicana el día de la Independencia (proclamada el 27 de febrero de 1844), así que hoy es el mejor día para ExplicArte el Pabellón de la República Dominicana para la Exposición Iberoamericana de 1929, de Sevilla.
   El Pabellón de la República Dominicana para la Exposición Iberoamericana de 1929 [nº 88 en el plano oficial de la Exposición Iberoamericana de 1929], se encuentra en la avenida de La Palmera, 26; en el Barrio Sector Sur-La Palmera-Reina Mercedes, del Distrito Bellavista-La Palmera.
EL PABELLÓN DE LA REPÚBLICA DOMINICANA
   La República Dominicana concurrió a la Exposición Iberoamericana con un edificio permanente, ubicado en la Avenida Reina Victoria, colindante con el pabellón cubano y el desaparecido de Agricultura. Por carecer de una arquitectura nacional característica, su autor, Martín Gallarty Canti, optó por fusionar en él elementos de algunas obras arquitectónicas características del país.
Gestiones hacia la concurrencia
   A pesar de que en junio de 1925 el Gobierno de la República Dominicana ya se había interesado por participar, solicitando terrenos para su pabellón, éste no se decidiría a concurrir hasta dos años más tarde, evitándose las dilataciones del trámite gracias al empeño de su Presidente, Horacio Vázquez, quien, ante las insistencias del Comité, decidió que el país asistiría con un pabellón permanente que luego sería Consulado y centro de exhibición de productos nacionales.
   El 2 de diciembre se publicó en la Gaceta Oficial una ley autorizando a disponer 50.000 pesos oro nacional, correspondientes a unas 300.000 ptas. para los gastos de participación, cantidad que en abril de 1928 se vería ampliada a un monto que ignoramos pero que debió al menos duplicarse pues consta que en la edificación se emplearon 500.000 ptas., a las que habría que añadir otros gastos de participación. Inmediatamente, se eligió una Comisión que, dirigida por Máximo Coiscou R. Enríquez de Carvajal, Cónsul de la República Dominicana y Agente Fiscal de su Gobierno en la Exposición, habría de determinar la forma de asistir y las secciones en que se dividiría la participación. La integraban, además, el ingeniero F. Alfredo Ginebra, Director General de Obras Públicas y Delegado General en la Exposición, Calixto M. Guerra, Mario F. Cabral, Manuel M. Sanabria y Máximo Vázquez Gautier.
   A finales de año dicha Comisión se interesó por los terrenos para el pabellón y los jardines complementarios a éste. Cuando los trámites se iniciaron, todos los solares estaban ya destinados, quedando tan sólo el que finalmente se asignó, que por sus dimensiones sólo sería apropiado para un pequeño pabellón. Dicho solar resultó menor al que, a poco de anunciase la concurrencia se había ofrecido al Cónsul dominicano Valentín L. Lavín en su visita al recinto exposicional: los números 1 y 3 del plano general, próximos al pabellón de Sevilla, y otro sin numerar junto al elegido por Bolivia. Por la despreocupación y la lentitud de este Gobierno americano y, sobre todo, el aumento de peticiones y compromisos adquiridos por el Comité, el pabellón de la República Dominicana, había quedado relegado a un emplazamiento secundario, próximo a las instalaciones provisionales del sector Sur. Además, las proporciones del edificio estuvieron determinadas por la lentitud en las gestiones del Gobierno.
   Para solucionar el problema, en abril de 1928 vinieron a Sevilla los dos miembros de la Comisión Técnica Dominicana que habían de dirigir las obras del pabellón, Martín Gallart y Canti, autor del proyecto, y Alfredo Ginebra, intendente y Director de Obras Públicas del país, respectivamente. Se acordó entregar a la República un solar de 1.500 m2 de extensión, aproximadamente, en disfrute temporal hasta el 31 de diciembre de 1930 o, a más tardar, en caso de un aplazamiento oficial de la celebración del Certamen, seis meses después de quedar clausurada la Exposición. La suscripción del documento de asignación de los terrenos tuvo lugar el 18 de abril de 1928, por parte de José Cruz Conde y Máximo Coiscou, Subdelegado General en la Exposición y Cónsul en Sevilla.
   Con posterioridad, por resultar exigua la parcela, el Cónsul solicitaría 20 m2 adicionales de fondo. Al ser preciso dejar 15 m2 entre el frente del solar y la fachada anterior y teniendo el pabellón trece metros de fondo, de los treinta del solar sólo restaban 3 m. libres en la parte posterior para jardines. Por ello, la extensión solicitada era indispensable para disponer la monumental fachada posterior de la construcción. Además, permitirían ubicar en torno al edificio los jardines que rodeaban la Casa de Diego Colón, primer palacio virreinal de América. Con estos 20 m2. solicitados, la parcela sería de 50 x 50 m. Sin embargo, dadas las formas y dimensiones del proyecto, la Comisión permanente consideraría suficiente 2.150  m2 (50 m  de ancho x 43 de fondo) correspondientes a 15 m. delante del pabellón, 143 m. ocupados por la planta y otros 15 m. detrás. Esta medida fue aprobada en sesión permanente del Comité el 1 de mayo de 1928.
   El incremento de las gestiones para la concurrencia de la República Dominicana, habidas durante la Presidencia de Horacio Vázquez, coincide con la emisión por parte de su Gobierno de una convocatoria de un concurso de proyectos para arquitectos y escultores de un faro conmemorativo de Colón, que, con un presupuesto de 56.000 $, financiado por veintinueve Repúblicas americanas, se construiría en Santo Domingo en el sitio preciso donde se estableció la primera factoría española en el Nuevo Mundo. El monumento sería obra del arquitecto inglés Joseph Lea Gleade (1907-1965).
   El 6 de noviembre de 1929 comenzó la semana nacional. Durante la Exposición el Ministro del país en España fue Julio M. Cestero, el Comisario Especial -Francisco Ricart- y el Cónsul General, Moya.
Análisis arquitectónico
   En diciembre de 1927, la Dirección General de Obras Públicas, perteneciente a la Secretaría de Estado de Fomento y Comunicación, encargó al Intendente General de Obras Públicas, Martín Gallarty Canti, la realización del proyecto de pabellón de la República Dominicana, con un presupuesto de 500.000 pesetas. El proyecto data de finales de 1927, fue aprobado por el Comité en sesión permanente del 11 de mayo de 1928.
   Por carecer la República Dominicana de un nacionalismo arquitectónico, el edificio diseñado para Sevilla resultó una obra ecléctica, que yuxtaponía elementos de construcciones representativas de la capital. Así, a propuesta del Presidente del Gobierno, Horacio Vázquez, en líneas generales el pabellón reproducía a escala 1:3 el histórico Palacio del Almirante Diego Colón, hijo del Descubridor y su heredero del Almirantazgo y el Virreinato, monumento que por aquellas fechas iba a ser restaurado para dedicarlo a Museo Nacional de Historia, ya que había grandes destrozos en la fábrica por el maltrato que se le dio durante la invasión de los haitianos. El Alcázar de Diego Colón, que, además tenía un valor emblemático, era por sus dimensiones la principal residencia histórica privada del país. Construido en la margen Occidental del río Ozama, cerca de su desembocadura, había sido iniciado en 1510 para ubicar en él la Fundición, pasando a propiedad de Diego Colón por mandato real, fechado en Sevilla el 24 de mayo de 1511, un año después de haberse iniciado.
   El edificio tenía de frente 30 m. y 14 de fondo en la superficie cubierta y 11 m. de alto. En su composición general, guardaba gran semejanza con el Alcázar de Diego Colón. Realizado en ladrillo, sus muros iban revocados, simulando la fábrica pétrea del modelo. El pabellón constaba de sendas dobles loggias o galerías en las fachadas Este y Oeste y cuatro cubos en los ángulos, en los que, de forma desordenada, se abrían pequeños vanos adintelados y rebajados y una puerta en el lado Este. Tenía dos plantas, cada una de ellas con un amplio salón de exhibiciones; también las dos galerías superiores de cada fachada podían utilizarse con este fin. En los extremos de estos salones irían las dependencias de oficina, cocinas, comedores y servicios del pabellón.
   En él, como en el Alcázar, la fachada Este que correspondía a la Avenida Reina Victoria, tenía cinco arcos y siete en la trasera u Oeste, la que daba a la de Santo Domingo. Los soportes eran columnas de proporciones poco estilizadas. Leves variaciones se permitió el arquitecto del proyecto. Por ejemplo, rompió la excesiva horizontalidad del edificio con un remate escalonado donde colocó el escudo nacional; sustituyó la balaustrada de la galería superior por un antepecho corrido y las pomas que decoraban la cornisa de transición al segundo piso por el friso goticista labrado que en el Alcázar remataba la arquería superior. Además, Martín Gallarty no proyectó los arcos de la galería alta escarzanos sino carpaneles.
   Los pisos del pabellón iban solados en mármol y los zócalos alicatados con azulejería trianera. Los techos imitaban artesonados antiguos, falseando las vigas con forros de madera. La decoración del edificio se reducía a enmarques con cardinas goticistas en las puertas principal y lateral, esta última, hoy cegada, que reproducía la llamada Puerta de San Diego, hoy del Mar, del Alcázar de los Colón. Sobre la puerta principal del pabellón aparecía el blasón de la familia, que tenía en el primer cuartel el castillo de Castilla, en el segundo, el león rampante de León, en el tercero varias islas sobre fondo de aguas y en el cuarto cinco áncoras en souter.
   Aludiendo a la historia y a la arquitectura de la zona, se añadieron escaraguaitas defensivas, con aplacados de piedra, en los cuatro ángulos del edificio que eran como las caribeñas, circulares y colgadas sobre el paramento. Se escogía un elemento característico de la arquitectura militar del país que además refería uno de los pasajes históricos vinculados al edificio; que el Tesorero Real de La Española, Miguel de Pasamonte, protegido el Obispo Fonseca, gran enemigo de los Colón, divulgó que Diego había levantado una fortaleza para usurpar el mando de la isla, por lo que fue preciso que Amador Laei, comisionado para infomar sobre el caso, declarase que el edificio sería sólo su mansión oficial.
   Delante del pabellón, en su par­te Norte, se construyó una fuente similar a la de la Plaza de la Independencia de Santo Domingo. Constaba de un templete circular cupulado y hexástilo, de columnas toscanas, rodeado por una balaus­trada.
   La construcción del pabellón fue realizada por una empresa se­villana, la compañía de los ingenieros Pérez González y Távora de los Reyes, con obreros y materiales de la ciudad. Martín Gallart, autor del proyecto, y Alfredo Ginebra, Director General de Obras Públicas, fueron los dos miembros de la Comisión Técnica a la que se encargó la dirección de la obra.
   El edificio debería empezarse en la primera semana de junio para ser entregado provisionalmente el 31 de enero de 1929, es decir, duraría la construcción 8 meses. Transcurridos cuatro meses desde la terminación de las obras, tendría lugar la entrega definitiva. En agosto de 1928, vino a Sevilla el Ministro de la República, Félix E. Mejía, para inspeccionar la construcción del pabellón. La ejecución fue bastante rápida; como en noviembre de 1928 sólo faltaban detalles mínimos de ornamentación y se estaba terminando de construir la fuente, la entrega se adelantó a mediados de diciembre. En febrero de 1929, cuando aún no habían transcurrido los cuatro meses desde la terminación de la obra, plazo señalado para la entrega definitiva, tuvo lugar la entrega provisional del pabellón al Vicecónsul honorario de la República Dominicana, Francisco Ayala. El costo de ejecución fue un 67% sobre lo inicialmente previsto en el proyecto original.
   Aunque existió una sección de arte, en el programa de participación de la República Dominicana se prestó poca atención a este aspecto. Las fuentes de la época refieren por su valor artístico el mobiliario de caoba que se realizó para el pabellón reproduciendo las vitrinas del hospital de San Nicolás, primer edificio de mampostería que hicieron los españoles.
Conclusiones sobre el Pabellón de la República Dominicana
   Más que de un nacionalismo arquitectónico y un pensamiento estético definido, el pabellón de la República Dominicana en Sevilla es, al modo de las exposiciones decimonónicas, el resultado ecléctico de la fusión de elementos característicos de la Historia o el Arte del país, concretamente el Alcázar de Diego Colón en Santo Domingo, las escaraguaitas caribeñas y la Fuente de la Independencia de la capital.
   El papel propagandístico que el Presidente del Gobierno, Horacio Vázquez, dio a la Exposición, se manifiesta en la aceleración de los trámites para la participación durante su mandato y su propuesta de tener como modelo el Alcázar de Colón, precisamente un edificio emblemático que durante su mandato iba a ser restaurado.
   Actualmente alberga la sede de la Dirección General de Educación y Edificios Municipales del Ayuntamiento de Sevilla (Amparo Graciani García, La participación internacional y colonial en la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. Ayuntamiento de Sevilla, 2010).
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