Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el Pabellón de las Provincias Vascongadas, de Diego de Basterra y Berastegui, para la Exposición Iberoamericana de 1929 (actual sede del Hospital Duques del Infantado), de Sevilla.
Hoy, 12 de mayo, es el aniversario (12 de mayo de 1929) de la visita oficial de los Reyes de España al Pabellón de las Provincias Vascongadas, para la Exposición Iberoamericana de 1929, así que hoy es el mejor día para ExplicArte el Pabellón de las Provincias Vascongadas, para la Exposición Iberoamericana de 1929, de Sevilla.
El Pabellón de las Provincias Vascongadas para la Exposición Iberoamericana de 1929 (actual sede del Hospital Duques del Infantado) [nº 79 en el plano oficial de la Exposición Iberoamericana de 1929], se encuentra en la calle Sor Gregoria de Santa Teresa, 18; en el Barrio de Sector Sur-La Palmera-Reina Mercedes, del Distrito Bellavista-La Palmera.
Para la Exposición Iberoamericana, las Diputaciones Provinciales edificaron sus respectivos pabellones representativos y, en el caso de la región andaluza, cada una de las provincias construyó un edificio propio. Como ya estaba previsto en Emplazamiento General de 1925, estos pabellones se levantaron en el Sector Sur, distribuyéndose en torno a la Plaza de los Conquistadores, que realizara José Granados de la Vega. Tan sólo quedaban aislados del conjunto el de Extremadura, que se localizó en el Prado de San Sebastián, y el de Sevilla, hoy Teatro Lope de Vega y Casino de la Exposición, que lo hizo en la Avenida de María Luisa, en terrenos de los antiguos Jardines de San Telmo.
Todos desaparecieron, salvo la parte permanente del Pabellón Vasco (hoy Centro de Oncología - Hospital Duques del Infantado), con frente a la actual calle Sor Gregoria de Santa Teresa, y la torre del cordobés, situado junto a las pistas deportivas de la Escuela Universitaria de Arquitectura Técnica. Así pues, ambos constituyen lo único que se conserva de la participación regional en el Certamen Iberoamericano.
La asistencia de las regiones españolas ya quedaba prevista en el Plan General del Certamen, elaborado por Aníbal González en 1911, pues aunque la idea de la muestra había nacido con carácter esencialmente ultramarino (de hecho, Rodríguez Caso proyectaba una Exposición Internacional Hispano Ultramarina o Exposición Internacional España en Sevilla), las regiones españolas también concurrieron.
En su proyecto, el Arquitecto General distinguía cinco partes:
1.) Exposición Nacional de Bellas Artes, 2) Exposición de los Estados Americanos, 3) Instalaciones regionales españolas, etnografía y arqueología, 4.) Sevilla histórica y tradicional, 5.) Parque de Atracciones.
Sin embargo, la participación regional, como sucedió con la internacional, se dejó a un lado. Fue necesario un cambio de ritmo en la evolución de la empresa, para que la concurrencia española se viera estimulada. Este cambio, que vino dado por Primo de Rivera, sobre todo a partir de 1925, no se refirió únicamente a la asistencia internacional. Además de pretender solucionar los problemas de política exterior mediante la participación americana, deseaba el dictador mostrar al exterior la imagen de una España unida, sobre todo en aquellos momentos, en que era tan amenazante el peligro regionalista.
Por ello, en Marzo de 1925, se aceleraron las gestiones para la participación de las distintas regiones españolas. Se las invitaba, a colaborar concurriendo con pabellones representativos, donde expusieran su propia cultura aportando "todas sus características típicas: viviendas, costumbres, indumentarias, cantes, bailes, productos manuales y naturales... El Comité encomendó la difusión del Certamen a la Comisión de Regiones, cuyo presidente, Rodríguez Caso, organizó tres viajes de propaganda ese mismo año. Con ellos se intentaba formar en cada provincia una junta en pro de la muestra, que se encargase de la edificación de un pabellón. El primero de ellos fue a Castilla (Mayo), el segundo a las Provincias del Norte (Navarra, Álava, Guipúzcoa, Vizcaya, Santander, Asturias, Segovia, Logroño, Burgos y León, en Agosto) y el último a Galicia. Castilla la Vieja, Salamanca y Extremadura (Noviembre). Pero estos viajes propagandísticos resultaban demasiado caros y hubo que suspenderlos. Fue entonces cuando se decidió encomendar la participación a cada Diputación Provincial.
Las tres Diputaciones Vascas no podían ser menos. Concurrían olvidando la rivalidad que había surgido entre Sevilla y Bilbao por la celebración de la Exposición en 1910.
Como el resto de los pabellones regionales, se construyó entre 1928 y 1929, subvencionándolo las tres Diputaciones Provinciales. En principio -concretamente a partir del impulso dado en 1925 a la participación española- estaba previsto que los financiara la junta creada en las provincias vascas en pro de la muestra. Pero finalmente, como las formadas en otras ciudades, ésta decayó de tal forma que el Comité, al igual que hizo con las restantes, hubo de contactar con esta Diputación y encargarle la ejecución del edificio.
Desconocemos el coste total del proyecto. Encarnación Lemus aporta el dato de 400.000 ptas. Sin embargo, según aparece en la prensa de la época, tal cantidad, que debió verse superada en mucho, no se refiere al conjunto del edificio, sino tan sólo a los gastos del pabellón provisional. El edificio se emplazó sobre un solar de 20 x 50 m., con una superficie de 610 m2. Así. pues, se la extensión, que, a un año del Certamen, se había solicitado al Comité. Cuando, a mediados de 1928, las provincias vascas, como el resto de las regiones españolas, se interesaron por terrenos donde levantar sus pabellones, no se pidieron más que 800 m2 que quedaban libres a continuación del solicitado por Santander.
El pabellón, situado en el lado Norte de la Plaza de los Conquistadores, no tenía frente a ésta sino al Pabellón de Castilla la Nueva, que lo enmarcaba por el Sur. Por el Este, lo hacían los de Castilla la Vieja y Granada y, por el Oeste, el edificio catalán. La distribución no obedecía, pues, a ningún criterio preestablecido, sino que -con el objeto de una mejor ordenación de los terrenos y para evitar problemas similares a los originados por la concurrencia ultramarina- los solares se fueron otorgando según la categoría del proyecto presentado.
Constaba de dos instalaciones separadas: un edificio que se denominó Palacio Museo y el Pabellón de la Industria Vasca, en el que, financiado por las Cámaras de Comercio, concurrieron con sus entidades oficiales la industria, el comercio y la navegación. La ejecución de ambos fue bastante rápida, ya que las obras se activaron sobre todo a partir de Enero de 1929, finalizándose en Marzo de ese mismo año.
El Palacio Museo fue realizado por Diego de Basterra Erástegui, Arquitecto Provincial de Vizcaya. El autor siguió las bases que fijara a fines de 1928, junto con sus homólogos en las otras provincias vascas, Apraiz y Cortázar. Es este edificio permanente, construido en hormigón armado, la única parte hoy conservada. Además, constaba de otra provisional. Aunque entre los fondos de la Exposición Iberoamericana, que se conservan en la Hemeroteca Municipal de Sevilla, no hay mucha documentación escrita sobre el pabellón -ni siquiera una memoria del proyecto- conocemos, cómo era la parte provisional el edificio por los planos que allí se guardan.
Las instalaciones vascas, como las de otras provincias, se realizaron en estilo regionalista. Para el Palacio-Museo, Diego de Basterra copió una gran casona vasca. El pabellón resultante -muy semejante al asturiano por su carácter solariego- sintetizaba elementos de la arquitectura aristocrática y de la rural. Hecho curioso éste, en momentos en que la inspiración neopopular cobraba un gran impulso, como demuestran los pabellones presentados a la Exposición por las Diputaciones de Cataluña, Valencia y Aragón.
Ello no ha de extrañarnos si, como señala Alberto Villar, consideramos que por esta líneas iban las experiencias anteriores del regionalismo euskera. Por ejemplo, recuérdese que cuando, en 1908, se realizó en nuestra ciudad la fiesta De España en Sevilla, la caseta que instalaran los vascos residentes en la ciudad la Feria de Abril también había imitado una casa solariega. Además, valgan las palabras del arquitecto Pedro Guimón, recogidas en la revista Arquitectura, cuando al referirse al caserío vasco, define la vivienda como símbolo del espíritu y la esencia nacional.
"La casa considerada como envolvente de la familia, vaciado ingenioso de la agrupación de individuos unidos por vínculos de sangre, que hacen vida común, análoga o compleja, ha sido siempre un reflejo característico de personalidad, un signo esencial de manifestación de raza, un distintivo de patria, de nacionalidad."
El mismo autor indicaba:
"La confusión del caserío con la casa solariega es tan frecuente porque hasta no lejana época y desde muy antiguo, la nobleza no se desdeñaba de ser campesina, prefiriendo, por el contrario, el monte a la villa, sin dejar de producir por eso grandes guerreros, navegantes, industriales y exploradores."
Tampoco faltaba en el pabellón la alusión a la arquitectura pública. Así, el edificio, levantado sobre un gran basamento de piedra, llevaba a la entrada un pórtico con cinco arcos de medio punto sobre pilares, característico de los ayuntamientos o casas consistoriales del País Vasco. Sobre solana y un balcón con tres ventanas, molduradas en todo su contorno, a eje de los arcos impares el pórtico. Remataba el central el escudo de las Diputaciones Vascas. Sobre el ático, un gran alero volado.
Las fachadas laterales en el piso primero se abrían con cinco arcos medio punto sobre pilares, a modo de gran galería solana. Bajo ellos, en el primer cuerpo de la fachada, aparecía la siguiente inscripción:
OTR FI DIXERON : QUE HABÍAN POR FUERO. 8. LEY, AMN NAPOL IIIP APSO INAC TÍTULO IV.
El exterior del pabellón se pensó decorar con una pintura mural en la que se recordarían hechos en los que los vascos tomaron parte principal como aporte al avance de la cultura mundial.
Ante la fachada principal del edificio se abría un atrio delimitado por una verja sobre podio y con una portada de piedra, reproducción del monumento religioso de Kunutzlaga.
La planta del pabellón tenía 20 m. en su fachada principal y 34 m. de baja, pisos primero y segundo. El bajo, base principal de la distribución general, tenía -tras el pórtico de ingreso- un "hall" central cubierto que, alcanzando la altura total del edificio, estaría iluminado cenitalmente para conseguir así una mejor difusión de la luz interior. Alrededor de éste se situaba el espacio libre destinado a salas de exposición, formadas con separaciones móviles. Tras él quedaba la escalera imperial, de tres tramos. Flanqueándola, dos pequeñas salas cuadradas para informes y ventas. Al fondo, el almacén.
Lo misma estructura se mantenía en el piso primero, donde, sobre el pórtico, se ubicó el Gran Salón de las Corporaciones o Exposición Selecta de Arte Moderno del País Vasco con sus tres huecos al balcón de la fachada principal. A ambos lados e la escalera de ascenso, a este piso alto, había dos salas, una para servicios administrativos y la otra para reproducir la cocina vasca, "que ha sido la pieza familiar, rindiendo obligado homenaje al caserío, que va muriendo victima de la vida moderna". No era, pues, casual la ubicación de la cocina. Aunque en un caserío vasco ésta también pueda situarse en planta baja, si lo hace en la principal -como en este caso- irá en el centro o al fondo, nunca en la fachada, donde correspondería la sala (aquí llamada de las Corporaciones).
La superficie del piso segundo se aprovechaba exclusivamente para dormitorios y servicios sanitarios del personal. En el sótano del pabellón se instaló una taberna vasca. No faltaban, pues, los elementos básicos de la casa solariega: cocina y taberna.
Por último, a título de curiosidad nos referiremos a las piezas expuestas en el pabellón de lo que tenemos conocimiento a través de la prensa de la época. La planta baja y el piso primero se destinaron a exhibición. No ocurrió así con el alto, como ya referimos. En una de las salas de la planta baja se exponían biografías de los fundadores de Montevideo y Buenos Aires, aludiendo a la influencia que tuvo Vizcaya en la Conquista de América. Otras obras que allí se expusieron fueron: cuadros de Zuloaga; el San Ignacio de Salaverría; una maqueta de la Torre de Háriz (en que nació fray Juan de Zumárraga, primer obispo de Méjico); otra de la Torre de Muncháriz (de la abadía de la que procedía aquél); una reproducción de la casa solar de Loyola; otra de la nao "Victoria", en que emprendió Magallanes la vuelta al mundo... También se expusieron valiosos documentos cedidos por el Ayuntamiento de Oñate, entre ellos un incunable que es una crónica de Nuremberg del año 1493.
La exposición continuaba en torno al "hall" alto. La parte alta se destinaba a los progresos en comunicaciones, enseñanza, sanidad, y también a la participación vasca en la historia de América. Había estadísticas, muestras de cereales y otros productos regionales. En una de las pequeñas salas se exponían además pequeñas figuras representativas de las costumbres vascas. En la cocina se ofrecían al visitante, gratuitamente, chacolíes vizcaínos, vinos alaveses, sidras guipuzcoanas... La taberna vasca del sótano está servida por personal con indumentarias típicas.
Como nota anecdótica, señalaremos que fue muy significativa la parada que, en su visita al Pabellón Industrial Vasco, el Rey Alfonso XIII realizara en el "stand" de Fournier, donde se le explicó el significado de la baraja histórica. En ella se representaba a los personajes que más sobresalieron en el descubrimiento y colonización de América, evitando cualquier anacronismo, al representar las monedas, armas, trajes, vasos, mazas, etc... En su reverso aparecía el escudo de Carlos I, rodeado de los de Portugal y las veintidós repúblicas americanas.
Un aspecto fundamental de la colaboración vasca en la muestra fue la presencia del orfeón, que cantó el himno de la Iberoamericana el día de la inauguración. También se dieron muchos conciertos, como uno de música sagrada en el Patio de los Naranjos de la Catedral (Amparo Leal Graciani. El Pabellón Vasco en la Exposición Iberoamericana. Aparejadores, 1991).
Pabellón de las Provincias Vascongadas.
Autor, Diego de Basterra Berástegui. Parte efímera y otra permanente con hormigón armado. Se erige como una casa aristocrática vasca de estilo barroco. Actual Instituto de Cancerología (Hoy, Hospital Duques del Infantado).
Pabellón de las Diputaciones Vascas.
Tenía un salón denominado de Juan Sebastián Elcano. Estaba presidido por un cuadro del navegante hecho por Zuloaga y había también esculturas de Legazpi y Urdaneta, una reproducción en miniatura de la nao Victoria que dio la primera vuelta al mundo y otros objetos relacionados con la epopeya.
Otra sala se dedicaba a San Ignacio de Loyola , con cuadros que representaban momentos importantes de su vida e imágenes de su veneración.
La Sección Etnográfica exponía muestras de danzas, juegos y costumbres del país y la reproducción de un hogar típico campesino vasco. La de Turismo enseñaba fotografías de lugares pintorescos, la de Comunicaciones mapas de carreteras y de las redes telefónicas y la de Estadística gráficos y datos económicos. También había varias muestras industriales, entre las que se encontraban las de la cerrajería de Mondragón, la Papelera de Rentería y la de boinas de Tolosa. Por último existía también una Sección histórica que mostraba documentos antiguos, cartas pueblas e incunables.
Había también una exposición de pinturas de artistas vascos (Eduardo Rodríguez Bernal, Historia de la Exposición Ibero-Americana de Sevilla de 1929. Sevilla, 1994).
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