Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la pintura "Virgen de la Sopa", anónima, del taller de Gerard David, en la sala II del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
Hoy, sábado 29 de mayo, como todos los sábados, se celebra la Sabatina, oficio propio del sábado dedicado a la Santísima Virgen María, siendo una palabra que etimológicamente proviene del latín sabbàtum, es decir sábado.
Y que mejor día que hoy, para ExplicArte la pintura "Virgen de la Sopa", anónima, del taller de Gerard David, en la sala II del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
En la sala II del Museo de Bellas Artes podemos contemplar la pintura "Virgen de la Sopa", anónima, del taller de Gerard David, siendo un óleo sobre tabla, en estilo renacentista de la escuela flamenca, realizada h. 1500-10, con unas medidas de 0'31 x 0'26 mts., y procedente del Convento de las Clarisas de la Purísima Concepción, de Marchena, Sevilla, y adquirido por el Estado en 1971.
En esta bella composición, de carácter intimista desarrollada en un interior doméstico, aparece la Virgen alimentando al Niño tomando con una cuchara la sopa de un recipiente. La Virgen aparece vestida con traje oscuro tocada con un velo translúcido que permite visualizar sus cabellos. El Niño en su regazo y vestido con fina túnica clara se dispone a recibir el alimento. Al fondo de la estancia se abre una ventana en la que aparece un paisaje típicamente flamenco.
La tabla sigue el modelo creado por Gerard David de otra conservada en el Palazzo Bianco de Génova y que se creó a la vez que el cuadro conservado en el Aurora Trust de Nueva York o incluso puede provenir de él.
De estas dos obras proceden varios cuadros de dimensiones semejantes que fueron producidas en serie según patrones y cartones perforados para el estarcido (web oficial del Museo de Bellas Artes de Sevilla).
Sevilla, ciudad puente entre Europa y América, fue lugar de tránsito de múltiples mercancías entre las cuales las artísticas fueron copiosas y de variada condición. Muchas de estas mercancías recalaban en la propia ciudad y otras se reembarcaban hacia el mercado americano. Entre estas obras de arte vinieron numerosas pinturas flamencas adquiridas o donadas para mansiones particulares e iglesias y conventos. La causa de la llegada de estas pinturas radica en la presencia en los Países Bajos de numerosos sevillanos vinculados a la tarea de gobierno que adquirieron allí obras de calidad para traerlas a sus residencias o para donarlas a edificios religiosos. Ello explica la presencia de este tipo de obras en la ciudad, algunas espléndidas, que pasaron al Museo después de la Desamortización. Otras muchas lamentablemente pasaron de forma ilegal a manos particulares y fueron vendidas al extranjero. Este es el caso de un magnífico tríptico que poseía el convento de la Merced Calzada, actual edificio del Museo, obra de Frans Floris que actualmente se encuentra en el Museo de Bruselas, donde ingresó en 1897 y que de no haber sido vendido fraudulentamente figuraría hoy en este Museo.
El mismo camino siguieron otras muchas tablas flamencas que por su reducido tamaño fueron adquiridas por particulares a aquellos que precisamente tenían la obligación de custodiar el tesoro artístico, que en torno a 1836, pasó de manos eclesiásticas a poder del Estado.
A pesar de todo las obras de esta escuela y período en el Museo constituyen un digno grupo entre los que no faltan obras de gran calidad. En su mayor parte proceden de la Desamortización y otras, las menos, han ingresado como consecuencia de donaciones particulares. En conjunto estas obras forman un decoroso testimonio de la calidad alcanzada en escuelas como las de Brujas, Amberes y Bruselas que ofrecen posibilidades de estudio y de análisis que habrán de ser mejor analizadas en algún futuro trabajo.
El tema de la Virgen de la sopa fue tratado en numerosas ocasiones por Gerard David quien de manera personal o con intervención de su taller atendió la demanda que esta escena hubo de tener, merced a la belleza de su composición y al sentido de apacible intimismo doméstico que en ella se recoge. En efecto, resulta admirable el gesto de la Virgen que se apresta a alimentar al Niño tomando con una cuchara la sopa de leche de un recipiente. La comparación de esta pintura con otras variantes realizadas por Gerard David evidencia de forma palpable que no se trata de un original del artista, sino que en una variante realizada por algún discípulo suyo, o bien una buena copia realizada directamente por un imitador hacia 1500. Es obra que procede del convento de Clarisas de Marchena al que fue donada por una hija de Dª Mª Guadalupe de Lancaster y Cárdenas, Duquesa de Aveiro, Arcos y Maqueda. Fue adquirida por el Museo en 1971 (Enrique Valdivieso González, Pintura, en Museo de Bellas Artes de Sevilla. Tomo II. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Tabla de 0,34 x 0,28. Es el mismo tema (Virgen dando la sopa con una cuchara a su Divino Hijo) del que se conocen al menos otros cinco ejemplares salidos de las manos o del taller de Gerard David. El ejemplar que nos ocupa parece basado directamente en el original del Palazzo Bianco de Génova, y ser obra de un seguidor de factura más suelta y deshecha que el maestro, ya entrado el s. XVI. Según inscripción al dorso de la tabla, fue de particular devoción de la Duquesa de Aveiro e ingresaría después de su muerte en un convento de Marchena, al cual fue adquirido en 1971 con destino a este Museo (Juan Martínez Alcalde. Sevilla Mariana, Repertorio Iconográfico. Ediciones Guadalquivir. Sevilla, 1997).
Conozcamos mejor la Historia, Leyenda, Culto e Iconografía de la Virgen con el Niño;
Tal como ocurre en el arte bizantino, que suministró a Occidente los prototipos, las representaciones de la Virgen con el Niño se reparten en dos series: las Vírgenes de Majestad y las Vírgenes de Ternura.
La Virgen de Majestad
Este tema iconográfico, que desde el siglo IV aparecía en la escena de la Adoración de los Magos, se caracteriza por la actitud rigurosamente frontal de la Virgen sentada sobre un trono, con el Niño Jesús sobre las rodillas; y por su expresión grave, solemne, casi hierática.
En el arte francés, los ejemplos más antiguos de Vírgenes de Majestad son las estatuas relicarios de Auvernia, que datan de los siglos X u XI. Antiguamente, en la catedral de Clermont había una Virgen de oro que se mencionaba con el nombre de Majesté de sainte Marie, acerca de la cual puede dar una idea la Majestad de sainte Foy, que se conserva en el tesoro de la abadía de Conques.
Este tipo deriva de un icono bizantino que el obispo de Clermont hizo emplear como modelo para la ejecución, en 946, de esta Virgen de oro macizo destinada a guardar las reliquias en su interior.
Las Vírgenes de Majestad esculpidas sobre los tímpanos de la portada Real de Chartres (hacia 1150), la portada Sainte Anne de Notre Dame de París (hacia 1170) y la nave norte de la catedral de Reims (hacia 1175) se parecen a aquellas estatuas relicarios de Auvernia, a causa de un origen común antes que por influencia directa. Casi todas están rematadas por un baldaquino que no es, como se ha creído, la imitación de un dosel procesional, sino el símbolo de la Jerusalén celeste en forma de iglesia de cúpula rodeada de torres.
Siempre bajo las mismas influencias bizantinas, la Virgen de Majestad aparece más tarde con el nombre de Maestà, en la pintura italiana del Trecento, transportada sobre un trono por ángeles.
Basta recordar la Madonna de Cimabue, la Maestà pintada por Duccio para el altar mayor de la catedral de Siena y el fresco de Simone Martini en el Palacio Comunal de Siena.
En la escultura francesa del siglo XII, los pies desnudos del Niño Jesús a quien la Virgen lleva en brazos, están sostenidos por dos pequeños ángeles arrodillados. La estatua de madera llamada La Diège (Dei genitrix), en la iglesia de Jouy en Jozas, es un ejemplo de este tipo.
El trono de Salomón
Una variante interesante de la Virgen de Majestad o Sedes Sapientiae, es la Virgen sentada sobre el trono con los leones de Salomón, rodeada de figuras alegóricas en forma de mujeres coronadas, que simbolizan sus virtudes en el momento de la Encarnación del Redentor.
Son la Soledad (Solitudo), porque el ángel Gabriel encontró a la Virgen sola en el oratorio, la Modestia (Verecundia), porque se espantó al oír la salutación angélica, la Prudencia (Prudentia), porque se preguntó como se realizaría esa promesa, la Virginidad (Virginitas), porque respondió: No conocí hombre alguno (Virum non cognosco), la Humildad (Humilitas), porque agregó: Soy la sierva del Señor (Ecce ancilla Domini) y finalmente la Obediencia (Obedientia), porque dijo: Que se haga según tu palabra (Secundum verbum tuum).
Pueden citarse algunos ejemplos de este tema en las miniaturas francesas del siglo XIII, que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia. Pero sobre todo ha inspirado esculturas y pinturas monumentales en los países de lengua alemana.
La Virgen de Ternura
A la Virgen de Majestad, que dominó el arte del siglo XII, sucedió un tipo de Virgen más humana que no se contenta más con servir de trono al Niño divino y presentarlo a la adoración de los fieles, sino que es una verdadera madre relacionada con su hijo por todas las fibras de su carne, como si -contrariamente a lo que postula la doctrina de la Iglesia- lo hubiese concebido en la voluptuosidad y parido con dolor.
La expresión de ternura maternal comporta matices infinitamente más variados que la gravedad sacerdotal. Las actitudes son también más libres e imprevistas, naturalmente. Una Virgen de Majestad siempre está sentada en su trono; por el contrario, las Vírgenes de Ternura pueden estar indistintamente sentadas o de pie, acostadas o de rodillas. Por ello, no puede estudiárselas en conjunto y necesariamente deben introducir en su clasificación numerosas subdivisiones.
El tipo más común es la Virgen nodriza. Pero se la representa también sobre su lecho de parturienta o participando en los juegos del Niño.
El niño Jesús acariciando la barbilla de su madre
Entre las innumerables representaciones de la Virgen madre, las más frecuentes no son aquellas donde amamanta al Niño sino esas otras donde, a veces sola, a veces con santa Ana y san José, tiene al Niño en brazos, lo acaricia tiernamente, juega con él. Esas maternidades sonrientes, flores exquisitas del arte cristiano, son ciertamente, junto a las Maternidades dolorosas llamadas Vírgenes de Piedad, las imágenes que más han contribuido a acercar a la Santísima Virgen al corazón de los fieles.
A decir verdad, las Vírgenes pintadas o esculpidas de la Edad Media están menos sonrientes de lo que se cree: la expresión de María es generalmente grave e incluso preocupada, como si previera los dolores que le deparará el futuro, la espada que le atravesará el corazón. Sucede con frecuencia que ni siquiera mire al Niño que tiene en los brazos, y es raro que participe en sus juegos. Es el Niño quien acaricia el mentón y la mejilla de su madre, quien sonríe y le tiende los brazos, como si quisiera alegrarla, arrancarla de sus sombríos pensamientos.
Los frutos, los pájaros que sirven de juguetes y sonajeros al Niño Jesús tenían, al menos en su origen, un significado simbólico que explica esta expresión de inquieta gravedad. El pájaro es el símbolo del alma salvada; la manzana y el racimo de uvas, aluden al pecado de Adán redimido por la sangre del Redentor.
A veces, el Niño está representado durante el sueño que la Virgen vela. Ella impone silencio a su compañero de juego, el pequeño san Juan Bautista, llevando un dedo a la boca.
Ella le enseña a escribir, es la que se llama Virgen del tintero (Louis Réau, Iconografía del Arte Cristiano. Ediciones del Serbal. Barcelona, 2000).
Conozcamos mejor la historia de la Sabatina como culto mariano;
Semanalmente tenemos un culto sabatino mariano. Como dice el Directorio de Piedad Popular y Liturgia, en el nº 188: “Entre los días dedicados a la Virgen Santísima destaca el sábado, que tiene la categoría de memoria de santa María. Esta memoria se remonta a la época carolingia (siglo IX), pero no se conocen los motivos que llevaron a elegir el sábado como día de santa María. Posteriormente se dieron numerosas explicaciones que no acaban de satisfacer del todo a los estudiosos de la historia de la piedad”. En el ritmo semanal cristiano de la Iglesia primitiva, el domingo, día de la Resurrección del Señor, se constituye en su ápice como conmemoración del misterio pascual. Pronto se añadió en el viernes el recuerdo de la muerte de Cristo en la cruz, que se consolida en día de ayuno junto al miércoles, día de la traición de Judas. Al sábado, al principio no se le quiso subrayar con ninguna práctica especial para alejarse del judaísmo, pero ya en el siglo III en las Iglesias de Alejandría y de Roma era un tercer día de ayuno en recuerdo del reposo de Cristo en el sepulcro, mientras que en Oriente cae en la órbita del domingo y se le considera media fiesta, así como se hace sufragio por los difuntos al hacerse memoria del descenso de Cristo al Limbo para librar las almas de los justos.
En Occidente en la Alta Edad Media se empieza a dedicar el sábado a la Virgen. El benedictino anglosajón Alcuino de York (+804), consejero del Emperador Carlomagno y uno de los agentes principales de la reforma litúrgica carolingia, en el suplemento al sacramentario carolingio compiló siete misas votivas para los días de la semana sin conmemoración especial; el sábado, señaló la Santa María, que pasará también al Oficio. Al principio lo más significativo del Oficio mariano, desde Pascua a Adviento, era tres breves lecturas, como ocurría con la conmemoración de la Cruz el viernes, hasta que llegó a asumir la estructura del Oficio principal. Al principio, este Oficio podía sustituir al del día fuera de cuaresma y de fiestas, para luego en muchos casos pasar a ser añadido. En el X, en el monasterio suizo de Einsiedeln, encontramos ya un Oficio de Beata suplementario, con los textos eucológicos que Urbano II de Chantillon aprobó en el Concilio de Clermont (1095), para atraer sobre la I Cruzada la intercesión mariana.
De éste surgió el llamado Oficio Parvo, autónomo y completo, devoción mariana que se extendió no sólo entre el clero sino también entre los fieles, que ya se rezaba en tiempos de Berengario de Verdún (+962), y que se muestra como práctica extendida en el siglo XI. San Pedro Damián (+1072) fue un gran divulgador de esta devoción sabatina, mientras que Bernoldo de Constanza (+ca. 1100), poco después, señalaba esta misa votiva de la Virgen extendida por casi todas partes, y ya desde el siglo XIII es práctica general en los sábados no impedidos. Comienza a partir de aquí una tradición devocional incontestada y continua de dedicación a la Virgen del sábado, día en que María vivió probada en el crisol de la soledad ante el sepulcro, traspasada por la espada del dolor, el misterio de la fe.
El sábado se constituye en el día de la conmemoración de los dolores de la Madre como el viernes lo es del sacrificio de su Hijo. En la Iglesia Oriental es, sin embargo, el miércoles el día dedicado a la Virgen. San Pío V, en la reforma litúrgica postridentina avaló tanto el Oficio de Santa María en sábado, a combinar con el Oficio del día, como el Oficio Parvo, aunque los hizo potestativos. De aquí surgió el Común de Santa María, al que, para la eucaristía, ha venido a sumarse la Colección de misas de Santa María Virgen, publicada en 1989 bajo el pontificado de San Juan Pablo II Wojtyla (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la imagen "Virgen de la Sopa", anónima, del taller de Gerard David, en la sala II del Museo de Bellas Artes, de Sevilla. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.
Más sobre la sala II del Museo de Bellas Artes, en ExplicArte Sevilla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario