Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte el banco de la provincia de Toledo, en la Plaza de España, de Sevilla.
Hoy, 25 de mayo, es el aniversario (25 de mayo de 1085), de la conquista de Toledo por parte de Alfonso VI, siendo ésta la escena histórica que se representa en el panel central del banco de la provincia toledana de la Plaza de España, así que hoy es el mejor día para Explicarte el banco de la provincia de Toledo en la Plaza de España, de Sevilla.
La Plaza de España [nº 62 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; nº 31 en el plano oficial de la Junta de Andalucía; nº 1 en el plano oficial del Parque de María Luisa; y nº 11 al 21 en el plano oficial de la Exposición Iberoamericana de 1929], se encuentra en el Parque de María Luisa [nº 64 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla]; en el Barrio de El Prado-Parque de María Luisa, del Distrito Sur.
La plaza de España consta de cuatro tramos de catorce arcos cada uno, en cuya parte inferior se sitúan bancos de cerámica dedicados a cada provincia española. Flanquean el conjunto dos torres, denominadas Norte y Sur, intercalándose tres pabellones intermedios, que corresponden a la Puerta de Aragón, la Puerta de Castilla y la Puerta de Navarra. El central o Puerta de Castilla es de mayor envergadura y alberga la Capitanía General Militar.
La estructura de cada banco provincial consiste en un panel frontal representando un acontecimiento histórico representativo de la provincia en cuestión, incluyendo por lo general escenas con los monumentos más representativos de la ciudad o provincia. Flanquean el conjunto anaqueles de cerámica vidriada, destinados originalmente a contener publicaciones y folletos de la provincia en cuestión. Rematando el banco aparece un medallón cerámico en relieve con su escudo. En el suelo se reproduce en azulejos el plano de la provincia y sus localidades más destacadas. Entre los arcos figuran los bustos en relieve de los personajes más importantes de la historia de España. La ejecución de la mayoría de los mismos corrió a cargo del escultor ceramista Pedro Navia Campos.
La Exposición Iberoamericana tuvo sus motivaciones políticas y propagandísticas, y éstas influyeron en algunos detalles. Respecto a las escenas históricas representadas en los bancos de las provincias, algunos de ellos fueron retirados precipitadamente en los meses previos a su inauguración por sus incorrecciones históricas o su inconveniencia política, ya que se consideró que no sintonizaban con la idea de unidad y paz que pretendía proyectar el recinto monumental.
En el banco de la provincia de Toledo, situado entre los de las provincias de Teruel y Valencia, y entre la puerta de Navarra, y la Torre Sur, de la Plaza de España, la escena histórica representada en su panel central es la conquista de Toledo por Alfonso VI, acontecimiento que tuvo lugar el 25 de mayo de 1085.
Sobre los capiteles de las pilastras figuran los retratos del P. Juan de Mariana y Garcilaso de la Vega, y los escudos de Talavera y Toledo. En los laterales de la escena central, aparece a la izquierda la Iglesia de Santa María la Mayor de Talavera de la Reina, y a la derecha la catedral de Toledo, obra firmada por el ceramista de Talavera Juan Ruiz de Luna. Al restaurar en frío en 1992, han puesto mal la fecha, 1002 (posiblemente querrían poner 1922). Restaurado in situ por la Escuela Taller de la Plaza de España, en la última fase de los trabajos finalizada en 2010. El motivo original retirado una vez limpio y catalogado fue depositado en los almacenes del Patrimonio del Estado ubicado en los bajos del edificio de la Plaza de España, y en los extremos unos anaqueles, también cerámicos, donde se colocaron originalmente folletos de cada localidad. En la zona inferior encontramos otro panel cerámico con el mapa de la provincia y tres bancos en forma de "U" decorados con dibujos vegetales derivados de los típicos candelieri centrados en algunos de ellos por cartelas con "tipos" toledanos y los escudos de algunos de las poblaciones más representativas de la provincia toledana, como son Escalona, Fuente del Arzobispo, Illescas, Madridejos, Ocaña, Orgaz, Quintanar de la Orden, y Torrijos.
Sobre el balcón, encontramos una balaustrada centrada por el escudo, en forma de tondo, de la provincia, decorado con una especie de corona de laurel. En el arco que está sobre él, aparecen en sus enjutas los relieves con los bustos de Mariano Fortuny Marsal, Fortuny (1838–1874), pintor y grabador; y Eduardo Rosales Gallinas, Rosales (1836–1873), pintor; como personajes relevantes de nuestra historia (www.retabloceramico.org).
Conozcamos mejor el hecho histórico que aparece en el panel principal del banco de la provincia de Toledo:
Desde Huete, donde se tuvo que refugiar quedado señalado con anterioridad-, al-Qadir solicitó, en 1080, la ayuda de Alfonso VI. De esta manera, muy posiblemente se le presentaba a éste la oportunidad de intervenir definitivamente en Toledo y ocupar la ciudad. Los compromisos adquiridos por ambos monarcas se recogieron en el denominado. Pacto de Cuenca-, aunque sus estipulaciones no se conocen con total precisión. Parece que Alfonso exigió para sí Toledo, a cambio de entregar Valencia a al-Qadir.
Antes de empezar sus campañas, Alfonso VI recibió las fortalezas de Canturias y de Zorita, con lo que podía controlar gran parte del curso medio del Tajo -permaneciendo entre ellas la posición de Toledo- y poder atacar territorio musulmán de más al Sur. De esta manera, ante la razzias que Alfonso lanzó de inmediato, al-Mutawakkil se vio muy presionado, y su propio reino de Badajoz amenazado -sobre todo tras la conquista de Coria-, por lo que abandonó Toledo, en cuyo trono fue repuesto nuevamente al-Qadir, en el mes de mayo del año 1081.
Para mejor asegurar la protección del rey musulmán, Alfonso VI exigió la entrega de la fortaleza de Canales, situada al Norte de Toledo, sobre el río Guadarrama. Así, con las posiciones anteriores en su poder, el cerco en torno a Toledo se hacía más evidente y los acontecimientos internos de la ciudad facilitarían la definitiva intervención del rey castellano-leonés, deseoso de apoderarse de la antigua capital visigoda y reinstaurar su dignidad archiepiscopal que faltaba entre las diócesis de sus reinos.
Al-Qadir no consiguió reafirmarse en el poder. Un gran descontento popular se levantó en la ciudad con motivo del tributo que tuvo que imponer para poder hacer frente al pago de la protección que Alfonso le dispensaba. Este. apoyado por sus partidarios del interior de la ciudad -entre los que destacarían los mozárabes- a fines de aquel año de 1081, saqueó los campos de los alrededores. En el mes de mayo del año siguiente se produjo una sublevación contra al-Qadir en Toledo, que éste, con la ayuda de Alfonso VI, que se encontraba por las inmediaciones, consiguió sofocar.
Como la situación para el monarca musulmán se hacía cada vez más difícil, debió de llegar a un acuerdo con Alfonso VI, por el cual se convino que aquél sería instaurado en el trono de Valencia, dejando Toledo para el castellano-leonés que, de esa manera, vería extender su influencia por tierras levantinas debido a la tutela que siempre ejercería sobre al-Qadir. Para mantener las apariencias ante sus súbditos y los otros reinos taifas, se simularía una tenaz resistencia frente al asedio que Alfonso VI sometería a la ciudad. A partir de entonces, éste se dedicó a realizar una serie de campañas anuales de saqueo por tierras del Tajo, llegando incluso a asediar Sevilla y Zaragoza, posiblemente con la intención de colapsar la ayuda que desde esas ciudades pudiesen recibir los toledanos.
A fines del año 1084 Alfonso se presentó ante Toledo y levantó su campamento en la Huerta del Rey, iniciando así el asedio de la ciudad que se mantuvo hasta su definitiva caída, pocos meses después. Mientras duró el cerco, se mantuvieron algunos contactos entre los sitiados y los sitiadores para precisar las bases de los pactos de capitulación. Ante las dificultades de conseguir ayudas del exterior y debido al estrecho asedio que imposibilitaba el abastecimiento de la ciudad, ésta se rindió en el mes de mayo de 1085.
Sobre la fecha exacta de este acontecimiento hay diversas opiniones, pues según las fuentes árabes se produjo el 6 de mayo, mientras que según los textos cristianos, la entrada del rey Alfonso en la ciudad se realizó el día 25 de aquel mes.
Conciliando ambas fechas, Ramón Menéndez Pidal opina que la rendición de Toledo se realizaría el día 6 de mayo pero que hasta el 25 -para permitir la salida de al-Qadir y de sus partidarios- no se produciría la triunfal entrada de Alfonso VI para tomar posesión de la ciudad y consiguientemente de todo el reino.
Al-Qadir se dirigió a Cuenca, donde fue favorablemente acogido, mientras que por el camino, en muchos lugares, le negaron la hospitalidad.
Pactos de capitulación
El texto original de la capitulación de Toledo no se ha conservado, pero a través de referencias recogidas tanto entre fuentes musulmanas como cristianas, se pueden conocer los puntos más importantes:
- los musulmanes podrían abandonar el territorio toledano sin inconveniente alguno y los que posteriormente quisieran regresar, volverían a recuperar sus antiguas propiedades.
- aquellos que permaneciesen seguirían conservando sus casas y haciendas, y continuarían pagando los tributos que anteriormente pagaban al rey musulmán.
- seguirían manteniendo por siempre la mezquita mayor, aunque nada se indica sobre las restantes mezquitas de la ciudad.
- entregarían, en buen estado, las fortalezas, el alcázar real y la Huerta del Rey en la que se encontraban los mandados levantar por al-Mamún.
- Alfonso VI se comprometió a reponer a al-Qadir en el trono de Valencia -entonces todavía independiente- y la ayudaría a conquistar Albarracín y Denia, pensando, posiblemente, que de esta manera estas posiciones también acabarían cayendo bajo la órbita del rey castellano-leonés. Valencia se había emancipado a la muerte de al-Mamún y, en el momento de la caída de Toledo, se encontraba muy vinculada a Zaragoza. Sin embargo, en junio de 1085 murió su rey, Ben Abdelaziz, y el reino se dividió en dos bandos: uno partidario de al-Qadir y otro del rey de Zaragoza. Pero al-Qadir, ayudado por tropas cristianas encabezadas por Alvar Fáñez, consiguió el trono de Valencia en febrero de 1086. Como ya ocurriera en Toledo, su gobierno también fue muy impopular. Tuvo que imponer tributos para mantener a las tropas cristianas, lo que provocó un gran descontento aprovechado por el rey de Lérida y Denia para acosarle. Aquella situación determinaba el tener que seguir conservando las tropas cristianas. De esa manera parecía que Alfonso VI acabaría controlando Valencia por el mismo camino que lo había hecho en Toledo. Además, éste podía considerarse con derecho sobre aquella ciudad por estar incluida en la antigua provincia Cartaginense y, por consiguiente, dependiente de Toledo. Sin embargo, Valencia, tras ser ocupado durante un tiempo por el Cid, se acabaría integrando en la órbita catalana-aragonesa.
Repercusiones de la toma de Toledo
La toma de Toledo fue, sin duda, uno de los acontecimientos bélicos más resonantes de fines del siglo XI, recogido, con evidente desigual entusiasmo, tanto en los textos cristianos como musulmanes. No en balde era, no sólo la primera gran ciudad que volvía a manos cristianas, sino la antigua capital visigoda, con lo que ello suponía para la monarquía castellanoleonesa. Con mayor propiedad Alfonso VI podía intitularse a partir de entonces como Imperitor totius Hispaniae, que ya venía utilizando desde años atrás, o como Imperator toletanus, o incluso con el grandilocuente título de Toletani imperiui rex et magnificus triumphator.
El mismo Alfonso VI, en documento otorgado a la catedral de Toledo, señala los pormenores -no exentos de cierta magnificencia- de la ocupación de la ciudad: «Tras muchos combates e innumerables matanzas de enemigos, me apoderé de ciudades populosas y castillos fortísimos. Ya en posesión de ellos me lancé contra esta ciudad, en la que antiguamente mis progenitores, potentísimos y opulentísimos, habían reinado..., para conseguirla; unas veces con combates fuertes y reiterados y otras, con ocultas intrigas y abiertas incursiones devastadoras, durante siete años asedié a los habitantes de esta ciudad y de su territorio con la revolución, la espada y el hambre. Ellos, obstinados en la malicia de su ciego deseo acarrearon sobre sí la ira de Dios, provocada con su pública perversión, hasta que el temor de Dios y la falta de valor se sobrepusieron para que fueran ellos mismos quienes me abriesen las puertas de la ciudad, perdiendo, así vencidos, el reino que antiguamente invadieron vencedores".
Los Anales Toledanos I son lacónicos pero expresivos al narrar el acontecimiento: "Prisa el rey don Alfonso a Toledo de moros el XXV días andados de mayo en día de Domingo, día de San Urbano era MCXXIII».
En la Crónica General también se relata el suceso, precisando la fecha: .Et teniendola cercada ezta vez, pero que es villa muy fuerte et la una gran partida cercada de peñas et del rio Tajo quel anda la mayor partida en derredor, et sobreso que avie dentro grand gent, fallesciole las viandas et ovieronse viandas et ovieronse a dar al rey don Alfonso. Et fue esto en el mes de mayo, el día de sant Urban, XXIII días andados del, que se dio Toledo a este rey don Alfonso el sesto".
También en otros reinos peninsulares tuvo amplio eco la toma de Toledo. Así, por ejemplo, Sancho Ramírez de Aragón, en sus documentos inmediatamente posteriores a dicho acontecimiento, reconoce a Alfonso VI su grado jerárquico, antecediéndale éste en la titulación: Regente Adefonso imperatore in Toleto et in Leone, rege Sancio Rademiri gratia Dei regente in Pampilona et n Aragone.
Igualmente, los Anales de Aragón pormenorizan el acontecimiento: "El de Castilla ganó a Toledo, día de San Urbán. En este año, según parece en anales antiguos, a veinte y cinco de mayo y día de san Urbán se ganó de los moros por el rey de Castilla la ciudad de Toledo. Y fue la más hazañosa cosa que obró contra infieles después que ellos se hicieron señores de todas las provincias de España, por ser aquella ciudad la más principal que los godos tuvieron en su reinado y a donde se presentaba toda la majestad de su imperio y ser la mayor fuerza que los moros tenían así por la extrañeza del sitio como por su grandeza y riqueza".
Para los musulmanes el suceso tenía, evidentemente, otro cariz. La toma de Toledo podía suponer el rápido avance cristiano por al-Andalus y ante la posibilidad de aquel peligro el poeta Ben al-Gassal exclamó: "Poneos en camino ¡oh andaluces! pues quedarse aquí es una locura. Los vestidos suelen comenzar a deshilacharse por los bordes; pero el vestido de nuestra Península se ha desgarrado por el centro".
Reinstauración de la catedral
Al año siguiente de la toma de la ciudad, el 18 de diciembre de 1086, Alfonso VI llevó a cabo la reinstauración al culto cristiano de la catedral de santa María de Toledo, que los musulmanes habían convertido, ampliándola, en mezquita mayor. A pesar del compromiso reflejado en los pactos de capitulación de que los musulmanes seguirían conservando su mezquita mayor, el hecho es que el edificio, un año y medio después de la toma de la ciudad, fue readaptado al culto cristiano. Posiblemente, en opinión de don Juan Francisco Rivera, ese lapso de tiempo se dedicaría para adecuar el templo a las nuevas necesidades litúrgicas cristianas: erección del altar, dotación de objetos de culto, provisión de libros litúrgicos, adaptación del alminar en torre cristiana con campanas, etc.
Sobre la ocupación cristiana de la mezquita existe un relato, recogido en la Primera Crónica General de España, que, aunque muy posiblemente fantaseado, parece indicar que se llevó a cabo por la fuerza, incumpliendo así los compromisos adquiridos en los pactos de capitulación, aunque en el texto se pone buen cuidado en dejar, en este sentido, a salvo el honor de Alfonso VI, culpando del incidente a la reina Constanza y al arzobispo don Bernardo:
«luego de esto vino el rey Alfonso a león. Entretanto el electo, don Bernardo por pedido e insistencia de la reina doña Constanza, tomó una noche la compañía de unos caballeros cristianos y entró en la mezquita de Toledo, y echó fuera las suciedades de la ley de Mahoma, y levantó el altar de la fe de Jesucristo y puso en la torre mayor campanas para llamar a los fieles a la oración. Cuando esto supo el rey don Alfonso, allá en la tierra en que estaba, se puso enojado y airado al pensar que no se había guardado a los moros la promesa que les hiciera de que la mezquita mayor de Toledo siempre fuera mezquita de los moros, y tomando sus compañías cabalgó para llegar a la frontera... así vino raudo de manera que en tres días llegó de Sahagún a Toledo; y venía con su corazón determinado a poner fuego al electo don Bernardo y a la reina Constanza y quemarlos a ambos. Y supieron los moros alaraves de Toledo la gran saña con que el rey venía y lo que en su corazón pensaba hacer, y cogiéronse entonces los mayores y los menores con sus mujeres y salieron todos a recibirlo a la aldea que ahora dicen Magán... pidieronle todos merced que los oyese. Entonces el rey sostuvo la rienda del caballo, y los alaraves comenzaron a rogar de esta suerte y dijeron: -Rey don Alfonso señor, bien conocemos nosotros que el arzobispo es caudillo y príncipe de vuestra ley, y si nosotros fuéramos culpables de su muerte, por celo de su fe, los cristianos nos matarían un día, y además rey señor, si la reina se perdiese por nuestra razón, su linaje nos querrá mal siempre mientras exista el mundo, y luego de tus días con mayor crueldad aún vengarán este hecho. Por lo tanto te besamos las manos y los pies, y te pedimos que tengas la merced de perdonarlos, y todos nosotros de muy buena voluntad te desligamos de la promesa que nos hicistes de la jura de la mezquita». El rey don Alfonso, oídas estas razones, tornó el enojo en gran gozo, porque podía tener la mezquita sin quebrantar la verdad de su palabra, y agradeció mucho a los moros las buenas razones que le habían dado, prometiéndoles que les haría mucho bien y muchas mercedes por ello».
No obstante, una vez consagrada al culto cristiano la nueva catedral, también había que proveer a la dotación de la vacante sede arzobispal. Hasta mediados del siglo XI parece que la ocupación de dicha sede se había mantenido por los prelados mozárabes. Sin embargo, en vísperas de la toma de la ciudad debía de encontrarse vacante, ignorándose desde cuantos años antes.
Ya Alfonso VI, para ganarse adeptos en el reino aragonés, antes de la ocupación de Toledo, había ofrecido la sede toledana a don García, obispo de Jaca y hermano de Sancho Ramírez, que aceptó la propuesta. Para ello, Alfonso escribió al papa Gregorio VII presentando su designación y solicitando su nombramiento. La dotación del cargo revestía una gran importancia para el papa, como elemento fundamental en la política reformadora y centralista que estaba llevando a cabo. Por ello, Gregorio VII necesitaba una persona de gran preparación y de su total confianza, y no aceptó la propuesta del candidato presentado por Alfonso. El propio papa le indicó que, en caso de no encontrarlo en sus reinos, fuese traído de fuera. Tal vez, antes de la definitiva consagración de la sede toledana, actuó como arzobispo electo de ella, don Bernardo, obispo de Palencia.
Sin embargo, el primer arzobispo de la recién reinstaurada sede habría de ser otro personaje de igual nombre, de origen francés, don Bernardo de Sédirac, abad del monasterio cluniacense de Sahagún. El 18 de diciembre de 1086 se celebró una reunión en Toledo, a la que asistieron los más importantes personajes del reino, entre ellos 12 obispos de diversas sedes, y en la que se hizo efectiva la elección de don Bernardo como nuevo arzobispo. La antigua mezquita musulmana fue consagrada al culto cristiano y en aquella reunión Alfonso VI concedió a la nueva catedral una importante donación que habría de ser la base del considerable patrimonio territorial que llegaría a acumular en el futuro. Por esta primera donación fueron concedidas 11 aldeas situadas en los territorios de Toledo (Barcilés, Cobeja, Alpuébrega, Almonacid, Cabañas, Rodillas, Turrus y Duque), de Talavera (Alcolea), de Alcalá (Lousolus) y de Guadalajara (Brihuega). También el rey concedió viñas, molinos, varios derechos sobre algunos impuestos y la propiedad de todos los bienes que habían pertenecido a la mezquita. Estas primeras posesiones territoriales debieron de ser bastante amplias, teniendo en cuenta la importante extensión que abarcarían los alfoces de las distintas aldeas concedidas, por la escasez de población en aquel momento.
Las donaciones regias habrían de ser uno de los elementos fundamentales en la constitución y enriquecimiento del patrimonio catedralicio toledano. El mismo Alfonso VI hizo nuevas e importantes donaciones. Así, en 1089, parece que donó una mezquita con sus bienes patrimoniales, en cada uno de los pueblos al Sur de la sierra, en el término de Toledo. El 23 de abril de 1099 donó la heredad llamada -Rinconada de Peralesentre el Tajo y el Tajuña, y el 8 de mayo de 1107, Sepúlveda, Segovia y Candespina, con todos sus términos, aunque esta donación fue efímera. Con ella, la diócesis de Segovia quedó momentáneamente integrada en la de Toledo.
Don Bernardo, el primer arzobispo de la reinstaurada sede, había nacido hacia 1040-1050, en la Sauvetat de Blancafort, cerca de Agen (Francia). Desde muy joven ingresó en la vida monástica, bajo la regla cluniacense, formándose en el más ortodoxo espíritu benedictino y bajo el clima reformador que Gregorio VII estaba intentando imponer. Hacia 1070 ingresó en el propio monasterio de Cluny, en el momento en que el movimiento cluniacense estaba en su máximo apogeo de esplendor y poderío, con una gran difusión en toda la Cristiandad occidental.
Allí debió de permanecer hasta el año 1080. Mientras tanto, Alfonso VI había casado en 1079 con doña Constanza, hija de Roberto, duque de Borgoña y sobrina del abad de Cluny, san Hugo. Llegada a Castilla, donde se mantenía la pugna por la abolición del rito hispánico y su sustitución por el romano, la nueva reina solicitó de san Hugo el envío de monjes cluniacenses para que se instalasen en Sahagún e impusiesen sus costumbres. Al frente de ello llegó el monje Roberto que fue nombrado abad del citado monasterio.
Sin embargo, la imposición de la nueva liturgia se hacía muy lentamente por lo que el papa envió como legado suyo al cardenal Ricardo, que apenas logró tampoco nada, por lo que Gregorio VII se dispuso a deponer a Roberto como abad de Sahagún. y en su sustitución, hacia julio de 1080 llegó Bernardo, y allí permaneció durante 5 años, antes de hacerse cargo de la sede toledana.
Su ordenación como arzobispo debió de hacerse a fines de 1085, poco antes de la consagración de la nueva catedral.
Sin embargo, hasta la primavera de 1'088 no acudió a Roma para ser investido con el palio arzobispal por el papa Urbano II. Además, llevaba cartas de Alfonso VI en las que se solicitaba la petición de que la diócesis toledana recuperara la primacía que había ostentado en los siglos anteriores. A ello accedió el papa el 15 de octubre de aquel año, lo que se comunicó a los demás obispos peninsulares para que obedeciesen al primado de Toledo.
Hacia 1093, Urbano II nombró a don Bernardo como legado suyo en España y como tal habría de intervenir en algunos concilios que se celebraron en la Península. En 1095 asistió al concilio de Clermont en el que el papa predicó la necesidad de organizar una cruzada para la recuperación de los Santos Lugares y, como todos los prelados presentes, hizo voto de participar en ella. Vuelto a Toledo, al año siguiente, queriendo cumplir su voto, se ausentó de la diócesis y a este viaje se ha asociado un acontecimiento que parece tener grandes visos de ser legendario. Así, tres días después de haberse alejado de Toledo, le llegaron noticias de que los clérigos de la catedral habían expulsado a sus familiares y habían elegido otro arzobispo. En vista de lo cual, don Bernardo tuvo que regresar, degradó
a los sublevados y los sustituyó con monjes de Sahagún. Pacificada la clerencía, emprendió nuevamente camino a Roma, pero allí el papa Urbano II le dispensó de su voto de Cruzada y le hizo retornar a Toledo, viendo que no debía de abandonar la diócesis.
Al regresar "Por su tierra originaria del Sur de Francia, seleccionó un conjunto de jóvenes clérigos "Para ocupar diversos puestos de la iglesia toledana, de la que posteriormente saldrían para desempeñar importantes cargos episcopales. Así, de Bourges trajo a Pedro que ocuparía la sede de Osma; de Moisac
a Giraldo que ocupó la de Braga; de Agen a Bernardo, a Pedro y a Raimundo que ocuparon, respectivamente, las sedes de Santiago, Segovia y Toledo; y de Périgord trajo a Jerónimo que fue a ocupar la de Valencia durante el dominio de esta ciudad por el Cid. Sin embargo, es muy posible que estos clérigos franceses ya hubiesen llegado a la Península antes de aquel año en que don Bernardo volvió de Roma.
En 1099 murió el papa Urbano II que tanta confianza había depositado en el arzobispo toledano. Por ello, a partir de entonces, al no contar con la misma confianza de su sucesor y unido a la influencia que comenzó a adquirir el arzobispo compostelano don Diego Gelmírez, don Bernardo empezó a perder influencia, que se intensificaría a la muerte de Alfonso VI (1109) y por los conflictos que se originaron en el reino al sucederle su hija Urraca. Su pontificado se Prolongaría hasta el 6 de abril de 1124 en que falleció en Toledo (Ricardo Izquierdo Benito, Alfonso VI y la toma de Toledo. Temas Toledanos. Toledo, 1986)
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