Intervención en el programa de radio "Más de uno Sevilla", de Onda Cero

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sábado, 8 de mayo de 2021

Un paseo por la calle Santa María de Gracia

     Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Santa María de Gracia, de Sevilla, dando un paseo por ella.  
     Hoy, 8 de mayo, es la Festividad de la Bienaventurada Virgen María Madre y Mediadora de todas las Gracias, así que hoy es el mejor día, para ExplicArte la calle Santa María de Gracia, de Sevilla, dando un paseo por ella.
     La calle Santa María de Gracia es, en el Callejero Sevillano, una vía que se encuentra en los Barrios de la Encarnación-Regina, y de la Alfalfa; en el Distrito Casco Antiguo, y va de la calle Tarifa, a la calle Rafael Padura
     La  calle, desde  el punto de vista urbanístico, y como definición, aparece perfectamente delimitada en  la  población  histórica  y en  los  sectores  urbanos donde predomina la edificación compacta o en manzana, y constituye el espacio libre, de tránsito, cuya linealidad queda marcada por las fachadas de las  edificaciones  colindantes  entre  si. En  cambio, en  los  sectores  de periferia donde predomina la edificación  abierta,  constituida  por  bloques  exentos,  la  calle,  como  ámbito  lineal de relación, se pierde, y  el espacio jurídicamente público y el de carácter privado se confunden en términos físicos y planimétricos. En las calles el sistema es numerar con los pares una acera y con los impares la opuesta. También hay una reglamentación establecida para el origen de esta numeración en cada vía, y es que se comienza a partir del extremo más próximo a la calle José Gestoso, que se consideraba, incorrectamente el centro geográfico de Sevilla, cuando este sistema se impuso. En la periferia unas veces se olvida esta norma y otras es difícil de establecer. 
     La vía, en este caso una calle, está dedicada al desaparecido Convento de Santa María de Gracia, que estaba en dicha calle.
     Al menos desde fines del s. XVI está documentada con el nombre actual, por el antiguo convento de igual advocación, de monjas dominicas, allí situado. Sus límites y su configuración han cambiado bastante a lo largo de los siglos. Así en el plano de Olavide (1771) partía de la confluencia de Amor de Dios y Javier Lasso de la Vega e incluía también a la actual Tarifa. Por ello afirma González de León que "son virtualmente dos calles, la una muy ancha, aunque corta, que pasa de la calle del Amor de Dios a la de la Campana, y la otra que principia en el mismo sitio y sale a la plaza del Duque". Ya en la planimetría de mediados del XIX que­da reducida casi a los límites actuales, aunque se prolongaba hasta Sierpes. Su fisonomía decimonónica fue muy alterada tras los ensanches de la antigua calle de la Plata y Campana entre los años 15 y 20 de nuestro siglo, para lo cual fue necesario derribar varias casas de Santa María de Gracia. Perdió entonces estrechez, y el carácter algo quebrado de su parte final fue sustituido por el trazado rectilíneo que actualmente presenta. Hoy es más ancha en su tramo inicial y se estrecha notablemente a partir de la confluencia de Martín Villa y Campana. Por la izquierda desemboca en ella Vargas Campos. Enladrillada en 1585, fue adoquinada en 1896 y hoy presenta la capa asfáltica habitual en el centro de Sevilla, con aceras de losetas. Se ilumina con báculos metálicos adosados a las fachadas. Sus casas, de tres y cuatro plantas, son de la primera mitad del XX, algunas de ellas en mal estado o deshabitadas en sus pisos altos. Por su valor arquitectónico destacan el edificio neomudéjar de la esquina con Martín Villa, construido en 1907-08 por Aníbal González; el de la esquina frontera, obra regionalista del arquitecto Pedro Sánchez Núñez (1928-29); y el de los núms. 6-8, esquina a Campana, neobarroco, proyectado en 1927 por Ramón Cortázar y ejecutado por Juan Talavera. También tiene gran interés la trasera de la confitería La Campana, modelo de casa dieciochesca.
     Por su carácter céntrico, fue siempre un espacio importante y muy transitado. Durante siglos estuvo marcado por la presencia del convento del mismo nombre, fundado en 1525. Su fachada principal ocupaba buena parte de la calle y la lateral discurría a lo largo del primer tramo de Javier Lasso de la Vega. En 1837 sus monjas pasaron al de Madre de Dios y sus dependencias se destinaron, hasta su derribo, a diversos usos. González de León señala que su antigua iglesia se convirtió en 1841 en un teatro cómico. En la calle hubo también otro edificio religioso: el colegio de los jesuitas, donde éstos estuvieron entre 1555 y 1557, antes de su traslado a la casa profesa de Laraña. Ya desde el s. XVIII proliferaron los locales recreativos, por formar parte del eje Campana-Alameda, que fue durante mucho tiempo, junto a Sierpes, la zona de diversión de los sevillanos. En ese mismo siglo había un teatro de ópera italiana, frente al convento, y a principios del XX el famoso Salón Novedades, uno de los más importantes cafés-cantantes de la ciudad, centro del baile y del cante fla­mencos, situado en lo que hoy es el arranque de Martín Villa. También estaba allí el cabaret Olimpia, en el que el escritor Manuel Díez-Crespo sitúa una anécdota del poeta Jorge Guillén, recién llegado a Sevilla: "Llegó la noche -escribe Díez Crespo-, y una mano frívola nos llevó al cabaret Olimpia. Todo el día hablando de San Juan de la Cruz y, de pronto, abrimos la puerta de lugar no muy santo, y se nos apareció la Dorita luciendo con el mayor descaro y generosidad su escultural palmito. Miró Guillén al cielo, después sonrió levemente y murmuró al oído: Verdaderamente, querido Manolito, qué vario y qué bello es el mundo. Para Guillén, el mundo está bien hecho" ("El Compás de Santa Clara", ABC, 19-11- 1984).
     En la calle había en el s. XIX gran trasiego de carruajes y personas, a pesar de su relativa estrechez. A mediados del siglo menudean las quejas del vecindario por una empresa de diligencias (la Nueva Peninsular) que llena de carruajes el espacio público y molesta con los malos olores de las caballerías. Más tarde, con la aparición de los tranvías, la esquina con Campana y Mar­tín Villa se convierte en uno de los puntos más difíciles del tráfico rodado de la ciudad, pues canaliza el flujo de coches hacia la zona de la Alameda de Hércules. A ello hay que añadir el carácter marcadamente comercial y mercantil que hoy tiene la calle, con variedad de negocios, algunas entidades bancarias y diversos bares, sobre todo en el estrecho tramo final, en el que se mantiene una vieja bodega y un bar-cafetería que contribuyen a animar esa espalda de Sierpes [Rogelio Reyes Cano, en Diccionario histórico de las calles de Sevilla, 1993].
Santa María de Gracia, 10 (trasera confitería La Campana). Casa de cuatro plantas con fachada avitolada y dividida en calles por pilastras [Francisco Collantes de Terán Delorme y Luis Gómez Estern, Arquitectura Civil Sevillana. Excmo. Ayuntamiento de Sevilla, 1984].
Conozcamos mejor la Historia de la Solemnidad de la Virgen de Gracia
     La mediación universal de la Santísima Virgen María es una doctrina deducida de la enseñanza tradicional de la Iglesia, a partir de la solicitud maternal de María por todo el género humano en la misión redentora de su Hijo, que forma un todo con ella, y se extiende a todas las gracias que nos ha adquirido Cristo.  Aunque es una verdad no definida, viene siendo aceptada por el pueblo cristiano desde tiempo inmemorial: ya a San Germán de Constantinopla, en el siglo VII, se le llama el Doctor de la Mediación de María.
     Son múltiples las advocaciones marianas que reflejan la mediación de María: Amparo, Auxiliadora, Consolación, Gracias, Merced, Milagro, Misericordia, Patrocinio, Providencia, Refugio, Remedio, Socorro... En la Edad Media, el franciscano San Bernardino de Siena, insigne predicador, contribuyó ostensiblemente a extender la doctrina de la distribución de María de todas las gracias. En el mismo sentido, toda la himnología medieval occidental canta el papel de María como abogada y mediadora.  Así mismo la proclamamos intercesora en la segunda parte del avemaría, de composición eclesiástica, oración base, por otra parte, del Ángelus y del Rosario. En la Península Ibérica, el título de mediadora e intercesora se patentiza ya en su liturgia hispánica autóctona. A comienzos de la Edad Moderna, influyó mucho la predicación del agustino Santo Tomás de Villanueva, Arzobispo de Valencia, que entreteje su reflexión teológica en torno a imágenes y tipos bíblicos, recogiendo la herencia de la piedad medieval.  Incluso el Rey Felipe IV, a propuesta de la Real Junta de la Inmaculada, movida por el jesuita P. Nieremberg, estableció, como comentamos en otro apartado, la Fiesta del Patrocinio de la Santísima Virgen para España y sus dominios por carta del veinte y ocho de septiembre de 1655, confirmada por el Papa Alejandro VII Chigi por el Breve Praeclara charissimi del veinte y ocho de julio del año siguiente, para un domingo de noviembre. Un decreto real en 1664 la fijó el segundo. Se extendió por otros lugares en el siglo XVIII.  En la segunda mitad del XIX el Cardenal Mercier (+1926), Arzobispo de Malinas, Bélgica, promovió en la Iglesia un movimiento mariano mediacionista. En 1913 elevó a San Pío S Sarto una petición para que declarara dogma de fe la Mediación Universal de María en la dispensación de todas las gracias, firmada el episcopado belga, clero, fieles, universidades católicas, órdenes religiosas… 
   Ya en este siglo, el Papa Benedicto XV Della Chiesa, llama a la Virgen Omnipotencia suplicante, y afirma que la ha tomado por Patrona desde el comienzo de su pontificado. Este mismo pontífice, el veinte y uno de enero de 1918, a petición del Cardenal Mercier, concedió a toda la nación belga Oficio y Misa de Santa María Virgen Mediadora de Todas las Gracias, que es por tanto una fiesta que hace referencia a una verdad teológica y que la Sede Apostólica ha ido concediendo a muchas diócesis e Institutos Religiosos que lo han solicitado, habiéndose hecho casi memoria general. El propio Cardenal Mercier escribió para ello a todos los obispos católicos. Se celebraba el treinta y uno de mayo hasta 1954, en que pasó a la Octava de la Inmaculada. En el Vaticano II se califica expresamente a María Mediadora.
     El Concilio Vaticano II ha escrito sobre esta condición de mediadora de la Santísima Virgen: “María, asunta a los cielos, no ha dejado su misión salvadora, sino que con su múltiple intercesión continúa obteniéndonos los dones de la salvación eterna. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hallan en peligros y ansiedad hasta que sean conducidos a la patria bienaventurada. Por este motivo, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora. Lo cual, sin embargo, ha de entenderse de tal manera que no reste ni añada nada a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador” (LG 62). Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres. Pero Él, no por necesidad sino por benevolencia, ha querido asociarse otros mediadores. Entre ellos, María.
     La mediación de María fluye de un doble hecho: primero, su maternidad espiritual. Ésta exige no sólo la transmisión de la vida sobrenatural, sino también su conservación. Y segundo: su corredención maternal, que requiere la aplicación de la redención a cada uno de los redimidos. En 1971 la Sagrada Congregación para el Culto Divino aprobó la Misa de la B.V.M. Madre de la Gracia y Mediadora, conjuntando el papel maternal de María con su mediación, cuyos textos eucológicos se encuentran en el Misal de la Virgen con el número 30.  La titulada La Virgen María en Caná, la número 9, última del Tiempo de Navidad, nos transmite la continuación de la labor mediadora de la Madre de Jesús en favor de la Iglesia en el cielo, donde reina Asunta y Gloriosa, que inició en las bodas de Caná, y de Su misión ejemplarizante y salvadora de conducir a Cristo en comunión con los fieles. Aunque no está en el calendario universal, se celebra en múltiples diócesis, así en las de Cuenca, Pamplona y Tudela como memoria libre, y congregaciones religiosas, entre las que contamos a los Monfortianos y Reparadores, como memoria obligatoria, y Servitas, como memoria libre. En la Diócesis de Sevilla se celebra en esta jornada por aprobación de la Sagrada Congregación para los Sacramentos y el Culto Divino de cinco de agosto de 1980 (Prot. n. CD 1320/80), a petición del 30 de mayo de dicho año del Cardenal Arzobispo José María Bueno Monreal con el grado de memoria obligatoria.
     La advocación de Nuestra Señora de Gracia evoca el saludo del Arcángel Gabriel a María: "Dios te salve María, llena eres de gracia". Para los cristianos esta advocación no hace más que resaltar la cooperación excelente de María en el plan salvífico de Dios, para el que estaba predestinada. Esta advocación de Gracia, junto a la de Consolación y Correa, la del Buen Consejo y la del Socorro, centran la devoción mariana particular de la orden agustina, y aun podemos decir que es la más antigua de todas. Desde tiempo inmemorial el culto a la Virgen de Gracia floreció en los ámbitos agustinianos, pero desconocemos dónde y cómo surgió. El porqué de la elección de tal título y del culto particular que se empezó a tributar a la Virgen con él, las circunstancias históricas que lo envolvieron en los comienzos de la Orden y su origen espacio-temporal, se desconocen totalmente. Lo cierto es que, aunque con lentitud, pero progresivamente, la advocación fue cobrando resonancia en las devociones comunitarias y litúrgicas agustinas.
     Había sido norma generalizada que las órdenes religiosas aprovecharan devociones antiguas ya establecidas en el corazón de los cristianos y las acomodaran a su peculiar manera de pensar y carisma. No olvidemos que San Agustín, el padre espiritual de la orden, es llamado el Doctor de la Gracia. Como él pone de manifiesto, en nuestro camino de salvación es necesario el auxilio de la Gracia, que recibimos en el bautismo.   María venerada como Madre de la Gracia o de la Divina Gracia presenta la oportunidad de incardinar la mariología en la cristología. Probablemente sea ésta la explicación más verosímil de lo que aconteció respecto a la arraigada devoción agustiniana por Nuestra Señora de Gracia.
     Entre los agustinos la devoción a este prestigioso título se desarrolló encontrando adecuadas expresiones en algunas antífonas, plegarias e himnos recomendados u ordenados por las constituciones de la Orden y sus capítulos generales, como las antífonas Benedicta tu, llamada también Vigiliae B. M. V., porque se recitaba o cantaba por la tarde, el Ave Regina coelorum, Mater regis angelorum, que se canta en la primera mitad del día, normalmente después de mediodía, o el himno Maria Mater Gratiae, al término de las procesiones. Ya en el Capítulo General de Orvieto de 1284 se recomienda el rezo o canto diario de la citada antífona Benedicta tu en honor de la Virgen de Gracia. En el Capítulo General de 1327 fue decretado el rezo diario del versículo Maria Mater Gratiae después del himno Memento salutis auctor, lo que se recordó en 1385 y 1388. Otra noticia históricamente documentada del culto de la Orden a esta advocación es del año 1401 y se refiere a una cofradía homónima organizada en los conventos de San Agustín en Valencia (España) y Nuestra Señora de Gracia en Lisboa (Portugal).
     Aunque ya venía de antiguo la recitación del himno Ave Regina caelorum, Mater Regis angelorum también en honor de la Virgen de Gracia, se prescribió este uso en las Constituciones de 1551 tras la misa solemne, lo que el Capítulo General acordó que nunca debía ser suprimido en las iglesias de la Orden, y lo que se recordó en disposiciones posteriores. A partir del siglo XVI la devoción estaba consolidada en toda la Orden; se empezaron incluso a edificar conventos con este título, sobre todo en Italia e Hispanoamérica, y también se difundió la leyenda de que la Virgen de Gracia habría impedido que el Papa quitara a la Orden el hábito blanco que se vestía entonces en su honor. A partir del siglo XVII la advocación es considerada ya como propia de la Orden, aunque quedó en parte oscurecida por la de Consolación y Correa y la del Buen Consejo. 
     Si bien el culto general, como vemos, es antiguo, la liturgia específica no fue concedida hasta 1807. En esta fecha, el Papa Pío VII Chiaramonti, a instancias del Padre José Bartolomé Menocchio (+1823), sacristán pontificio y confesor del papa, y del Vicario General, concedió a la Orden de San Agustín facultad para incluir en su liturgia la festividad en honor de la Virgen Nuestra Señora de Gracia, con Misa y Oficio propios, a celebrar el uno de junio.  
     A partir de una reforma del calendario propio en 1965 se empezó a celebrar el veinticinco de marzo, en clara alusión a la escena de la anunciación del ángel a María, pero con ello se oscureció una significativa tradición agustiniana. A partir de la inclusión con el número 30 en el Misal de la Bienaventurada Virgen María de 1987 de la misa Madre de Gracia, Mediadora de Gracia, en el calendario de la Orden del 2002 se rescató esta memoria y se le señaló el ocho de mayo (Ramón de la Campa Carmona, Las Fiestas de la Virgen en el año litúrgico católico, Regina Mater Misericordiae. Estudios Históricos, Artísticos y Antropológicos de Advocaciones Marianas. Córdoba, 2016).
     Si quieres, por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la calle Santa María de Gracia, de Sevilla, dando un paseo por ella. Sólo tienes que contactar con nosotros en Contacto, y a disfrutar de la ciudad.

Más sobre el Callejero de Sevilla, en ExplicArte Sevilla.

La calle Santa María de Gracia, al detalle:
El edificio para Manuel Nogueira, de Aníbal González, en el nº 5.
El edificio de viviendas para Rafael Lora Teulet, de Ramón Cortázar, en el nº 6-8.
El edificio de viviendas para Salvadora García Leániz, de Pedro Sánchez Núñez, en el nº 7.
El edificio de viviendas para Gabriel Riesco, de Juan José López Sáez, en Martín Villa, 9 - con Sta. Mª de Gracia.
El edificio en el nº 10 (trasera confitería La Campana).

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