Por Amor al Arte, déjame ExplicArte Sevilla, déjame ExplicArte la Escalera Imperial, de Juan de Oviedo, en el Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
Hoy, 21 de mayo, es el aniversario (21 de mayo de 1565) del nacimiento de Juan de Oviedo y de la Bandera, arquitecto que realizó la Escalera principal del Museo de Bellas Artes, así que hoy es el mejor día para ExplicArte la Escalera principal del Museo de Bellas Artes, de Sevilla.
El Museo de Bellas Artes (antiguo Convento de la Merced Calzada) [nº 15 en el plano oficial del Ayuntamiento de Sevilla; y nº 59 en el plano oficial de la Junta de Andalucía], se encuentra en la Plaza del Museo, 9; en el Barrio del Museo, del Distrito Casco Antiguo.
La Escalera Imperial es, sin duda alguna el elemento arquitectónico más singular de todo el complejo conventual. Pieza emblemática, ésta asume funciones constructivas de articulación de los tres principales claustros, cual eje vertical que ordena itinerarios y espacios internos.
La escalera, como puede apreciarse en planta, se sitúa y conforma en el vértice central del edificio, alejada por tanto del área de acceso o zaguán de la principal portada -como es común en las construcciones palaciegas -. La vida cotidiana en un establecimiento monacal, con su espacialidad introvertida, comporta una ubicación distinta, reputando con decoro el centro neurálgico de todo un microcosmos de relaciones canonizadas. Por la escalera discurre el tránsito ritual de lo cotidiano, la ceremonia del encuentro en un ámbito de confluencias regladas.
Este sentido de «prestancia» -apuntado por Bonet Correa- es resaltado de un modo extraordinario por Fray Juan Guerrero: «Tiene esta escalera -nos dice- tal riqueza, adorno, curiosidad y obra que a dicho de todos no se halla otra en la Cristiandad ni tengo más que decir en ese particular porque no acertará a ponderarlo como merece la pieza».
Con doble arranque en sus dos tramos la escalera ofrece una diáfana estructura cúbica, coronada por cúpula octogonal sobre trompas, diseño que facilita la ubicación de dobles óculos en sus esquinas.
El alzado se subdivide en dos cuerpos: macizo el primero, salvo sus dos grandes arcos que comunican con los claustros; alternancia de huecos y hornacinas en su segundo. Su ornamentación en estuco se concreta, de un modo intencional, en el segundo de ellos, reservando una profusa escenografía celestial para la cúpula.
Morfológicamente esta decoración, de perfiles geométricos, nos aporta todo un complejo repertorio de fórmulas manieristas sabiamente conjugadas: cartelas sobre filatería, alternancia de frontones, entablamentos que se quiebran, etc. Mas posiblemente sea la tensión compositiva de su diseño ascendente, articulado en torno a una perfecta graduación de luminosidad, la que nos provoca un mayor efecto de retórica persuasiva.
La cúpula, de radiante claridad, es la esfera etérea sobre la que se eleva triunfante, en su óvalo central, la efigie en bajorrelieve de la Tota Pulchra. Una corte de ángeles sostienen los símbolos marianos de las Letanías, al tiempo que los escudos de la Merced Calzada cubren sus cuatro ángulos. Su tratamiento cromático, panes de oro que se recortan sobre el blanco del estuco y una ligera coloración de elementos singulares, refuerza el sentido de evocación celeste de su programa iconográfico; un programa que encuentra su fundamento en las Sagradas Escrituras pues, no en vano, sus ocho hornacinas -cuatro en su segundo cuerpo, cuatro sobre la cornisa de arranque de la cubierta- debieron ser ocupadas por las imágenes en bulto redondo de los cuatro Evangelistas, así como por las de David, Ezequiel, Isaías y Jeremías.
Es natural que la eficaz composición de esta escalera, unida a su incuestionable riqueza plástica, hicieran fortuna como modelo de similares realizaciones en otras latitudes. Y así lo ha evidenciado Bonet Correa al estimar que esta pieza significa el punto de partida de un arquetipo de amplia difusión en Hispanoamérica: Merced de Lima, Convento de Franciscanos de Monguí (Arsenio Moreno Mendoza, El Museo, en El Museo de Bellas Artes de Sevilla, Tomo I. Ed. Gever, Sevilla, 1991).
Conozcamos mejor la Biografía del autor de la Escalera principal del Museo de Bellas Artes, Juan de Oviedo y de la Bandera;
Juan de Oviedo y de la Bandera, (Sevilla, 21 de mayo de 1565 – Bahía, Brasil, 25 de marzo 1625). Ingeniero militar, arquitecto, matemático y escultor.
Se formó posiblemente con su padre, Juan de Oviedo y Fernández, y con el prestigioso imaginero Miguel Adán en Sevilla. Autor de los retablos de Azuaga (Badajoz, en 1588), Cazalla de la Sierra (1592) y el de la iglesia del Salvador en Sevilla, en 1601. Fue maestro mayor de construcciones y arquitectura en la provincia de León y posteriormente en Sevilla. Como arquitecto, llevó a cabo en esta última ciudad una amplia labor constructiva, realizando en la misma, entre otros, los templos San Benito, donde recurre a las columnas pareadas ya empleadas por el arquitecto milanés Vermondo Resta, y San Leandro, y los conventos de la Asunción (1615) y de la Encarnación de Belén.
Su obra más emblemática es la iglesia y el convento de Nuestra Señora de la Merced, actual Museo de Bellas Artes de Sevilla, comenzada en 1606 y terminada, en su parte más importante, en 1612. A él se debe, igualmente, el túmulo erigido en 1598, en la catedral sevillana al rey Felipe II (obra de las denominadas efímeras), elogiado por Cervantes, y en la que colaboró el famoso imaginero Martínez Montañés y más adelante, el correspondiente a la reina Margarita de Austria en 1611.
Como ingeniero civil llevó a cabo las obras del encauzamiento del río Guadalquivir, estableciendo, para prevenir las riadas, un sistema de desagüe por husillos, obras para el abastecimiento de agua, y para la restauración de edificios, entre los que se encuentra el del propio ayuntamiento de la ciudad.
El contacto directo con personajes como el duque de Alcalá o el conde-duque de Olivares, le promocionan en la Corte, como ingeniero militar de la corona de España. Parece que era nombrado en 1600 Ingeniero del Rey, y en 1604 se encontraba en Sevilla, donde recibía instrucciones del ingeniero Tiburcio Spannochi (ingeniero mayor de las fortificaciones de los reinos de España). También a principios de siglo, era enviado a Almería para que estudiara sus fortificaciones. Resultaba que la ciudad había desbordado el perímetro defensivo construido a finales del siglo anterior, incluso la catedral se había construido fuera del recinto. Oviedo, para solucionar el problema, realizaba unas trazas e iniciaba las obras de unas nuevas murallas que englobaban las zonas extrarradio, e incorporaban a la vez las fortificaciones ya materializadas anteriormente.
En el sur de España realizó numerosas obras de fortificación, fundamentalmente las torres vigías del litoral, de las que terminó o construyó cuarenta, poniendo en “estado de defensa” toda la costa de la baja Andalucía, así como los castillos de Puerto Real, el Puntal y Matagorda. Realizaciones determinas por el concejo sevillano, el cual, por intereses defensivos, le había encargado la dotación de construcciones militares y equipos de artillería en localizaciones estratégicas de la costa andaluza.
En 1614, la corona le ordenaba la recuperación, restauración y fortificación de la plaza africana de La Marmora (Túnez) tras el ataque turco. Por otro lado, la actuación de Oviedo en Málaga no es fácil de concretar, pudiendo haber intervenido en las torres costeras y las defensas del muelle de Málaga preparando la visita de Felipe III. Su intervención en el antiguo reino de Granada sí está documentada. Más tarde, en 1621 visitaba la costa de Almería, informando al Consejo de Guerra de la necesidad de reparar la torre llamada de “La Garrucha”, en la citada costa.
En marzo de 1621 presentaba un proyecto para la reparación de los daños sufridos en la costa almeriense, tras el ataque de los turcos, ofreciendo soluciones de mejora alternativas en sus informes. Posteriormente, reparaba y fortificaba el lienzo de muralla de la ciudad de Almería, para el que tuvo que trazar un tramo abaluartado completamente nuevo. Tanto el proyecto citado, como los informes, estaban relacionados con el Informe sobre la visita de Íñigo Briceño de la Cueva (capitán general de la costa del reino de Granada) a las fortificaciones de la costa del Reyno de Granada, fechado en Almería en marzo de 1621. Briceño iba acompañado de Juan de Oviedo, y en él mismo señala que “la planta del reducto y murallas desta ciudad de Almería ymbió a V.M. hecha por mandato del Jurado Juan de Oviedo […]”. También y con respecto a Níjar, señala Briceño que “El Casillo de Rodalquilar … de Don Fadrique de Bargas Manrique, … el qual tiene obligación a su reparo, como V.M. mandará ver, por la relación del Jurado Juan de Oviedo […]”.
Fuera de las fronteras andaluzas, de nuevo a las órdenes de Tiburcio Spanoqui, trabajaba en las fortificaciones de la cornisa cantábrica y de la frontera con Francia.
En 1625, era nombrado ingeniero militar de la Armada de Felipe IV y asignado con 40 ducados a la flota del capital general don Fadrique Álvarez de Toledo Osorio, que partió hacia Brasil para recuperar Salvador de Bahía, ocupada por los holandeses. Oviedo partía con la misión de reconstruir y acrecentar las fortificaciones de Bahía una vez recuperada, pero murió antes de que se tomara. Cuando replanteaba una batería en el puesto de vanguardia de San Benito, recibió un cañonazo que le voló la pierna y murió desangrado en muy poco tiempo, a la edad de sesenta años.
Trabajó también, como Cristóbal de Rojas, en la fortificación de Gibraltar y en la de Cádiz.
Era caballero del Hábito de Montesa (1617), maestro mayor de Sevilla y “familiar” de la Inquisición (Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño, en Biografías de la Real Academia de la Historia).
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